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Cuentos de la selva
Los salvajes, la ópera prima de Alejandro Fadel mete en otro paisaje a los arquetipos de la violencia urbana. Sus protagonistas son jóvenes que no actúan: sienten esa historia.
Es una de esas películas donde el fantasma del No Pasa Nada puede estremecer a más de un espectador ansioso. Lo raro es que en Los salvajes pasan muchas cosas, pero estamos frente a una película que busca algo distinto, por momentos desconcertante, y lo que reclama entonces es ser vista de manera diferente. Vayamos por partes:
- Los salvajes es un ejemplo particular de esa famosa idea según la cual toda película es a su vez un documental de su rodaje; es necesario pensar la relación entre el modo de producción, la propuesta narrativa y el tratamiento del espacio.
- Según su director, Alejandro Fadel ”el rodaje no solo implica la presencia física en el lugar, sino las ideas que se generan en torno a eso. Yo quería filmar un lugar, un paisaje, y sabía que ese lugar lo teníamos que recorrer caminando, entonces la película iba a contar una caminata”.
- Con esa lógica, podemos relacionar la experiencia del rodaje y algunas ideas del director en torno a la película para entender, de algún modo, qué nos está diciendo Los salvajes:
- A) Se rodó durante 5 semanas, en dos provincias, con un equipo técnico mínimo, al estilo documental, de manera independiente. “Lo que tienen estas estructuras de producción es que todos son indispensables”, cuenta Fadel.
- B) La mayoría de los protagonistas jamás había actuado.
- C) Hubo un guión que casi nadie leyó.
- D) La trama, para Fadel, es algo accesorio, una excusa para mostrar otra cosa.
- E) Es una película que se va deshaciendo. Fadel habla del concepto de “purga”: algo que se va limpiando y quitando lo accesorio (trama y personajes) para llegar a lo esencial.
- F) Es un western al revés: el western, género norteamericano por excelencia, crea una épica a través de la llegada de la civilización a territorios aún no conquistados. Los salvajes recorre el camino inverso: un grupo de jóvenes marginales (aquello que dejó la civilización), escapan de una cárcel hacia un territorio aislado.
- G) Los salvajes trata el tema de la violencia, pero no por la que ejercen los jóvenes protagonistas en la trama, sino una violencia histórica que ahora recae sobre un grupo de chicos. Cómo se representa esa violencia es una cuestión ética que Fadel tuvo muy en cuenta: cuando alguien mata filma al ejecutor y no al ejecutado, porque ese es para él la verdadera víctima.
- H) Según Fadel, “la película parece estar contando una historia mientras va flotando otra. Y esa otra cosa era la combinación de nosotros como rodaje, y la experiencia de los chicos no sólo como actores, sino como personas”.
Los no actores
Los protagonistas, que brillaron en el último Bafici y deslumbraron al coqueto festival de Cannes, llegaron desde los barrios: Burzaco, González Catán, el Bajo Flores y Malvinas Argentinas. Son todos pibes menores de 24 años, laburantes y sin experiencia actoral. Salvo ella: Sofía Brito, que es de Palermo, tiene 29 años y trabajó varios años en teatro.
- Roberto Rober Cowal, de Catán, devoto del Gauchito Gil que lleva tatuado en el hombro derecho, trabaja en construcción. De chico estuvo en un internado de menores y de allí lo derivaron a Casa Joven, donde conoció a Fadel, que estaba haciendo ciclos de cine, a los que Rober generalmente no asistía porque eran demasiado temprano. Al principio tuvo miedo y estuvo a punto de no ir al rodaje, pero finalmente lo convencieron. Una vez allí, no se quiso ir. Se quedó hasta el final de la película trabajando y aprendiendo otras áreas del cine.
- Martín Cotari, 20 años, del Bajo Flores, estudia pastelería y quiere dedicarse profesionalmente a eso. Tipo tranquilo, había actuado alguna vez en el secundario, por eso no le tenía miedo a la cámara.
- César Roldán, el más chico y según él, el más mimado. Tiene 17 años, es del barrio Malvinas Argentinas, murguero, de familia numerosa, está terminando el secundario y trabaja haciendo changas en la construcción. “Durante el estreno me sentí poderoso, la gente me saludaba y me decía: te comés la película”, cuenta César, todavía un poco sorprendido por la reacción.
- Leonel Arancibia es de Burzaco, tiene 23 años y está casado, esperando su primer hijo. Llegó tarde a la nota porque estaba laburando, pero por suerte pudo estar para la foto. También trabaja haciendo changas, según él, de lo que sea, pero en especial como albañil. “Estoy tratando de sobrevivir como pueda”, dice. Ésta es su segunda experiencia en cine.
“Necesitábamos agregar algo más actual, más documental, y por eso fuimos a buscar actores que estén frente a la cámara como nosotros queríamos estar frente al paisaje: en un estado de cierta inocencia, de pureza”, explica Fadel, y luego aclara: “Cuando hablo de documental me refiero, más que nada, a que los actores tienen su forma de hablar, tienen sus piercings y sus tatuajes, y una serie de cosas muy actuales que le hacían falta a la película para dialogar con ese otro costado más ficcional”.
El cuerpo habla
Los salvajes, más que una película sobre la violencia, es una película sobre el cuerpo. Hay algo en los cuerpos de esos pibes que se nos hace violentamente reconocible, rabiosamente cercano, pero Fadel los lleva a un territorio ajeno, inasible, y los deja expuestos a la inmensidad de la nada, como si los expulsados sociales encontraran un lugar concreto y mágico en el que tienen que sobrevivir. Pero los que quedamos desconcertados somos también los espectadores: la función del paisaje, dirá Fadel, es para alejar a la película de cualquier abordaje o cuestión social, para explorar otros lugares.
“Creo que si la película es buena, es fundamentalmente porque ellos se expusieron con toda su verdad. Y que no pasa por contar cosas de sus vidas, sino por sentir que lo que estaban haciendo era verdadero. Nunca fui por el lado de ´’contame’ tus historias del barrio así hago una película´, sino que les decía: ´vos sos el mejor actor del mundo, demostrámelo´, cuenta Fadel. “Si recurrí a ellos es porque seguramente sabían más de algunos temas de lo que yo podía imaginar en el guión. Y eso no tenía que ver con la experiencia concreta, sino con el cuerpo. El cuerpo está curtido de ciertas cosas, de dónde creces y cómo creces, esas cosas las charlábamos. Y así yo fui aprendiendo mucho de ellos. La película habla de cierto grupo de pibes que en los barrios hoy en día son un caldo de cultivo, y esto lo hemos hablado mucho con ellos. No sólo eso, sino cómo se filma esa problemática, de qué manera el arte interviene y la distancia que separa lo real, verdadero, de lo que uno pone en escena. Pienso que lo que diferencia al cine de la televisión es que se puede filmar de manera bella, y no digo bella porque pueda ser bonita la imagen, sino porque puede hacerse con toda la sutileza y la complejidad que te permite tener una película”.
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