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Un pueblo de película
Los vecinos de Timote se largaron a hacer teatro y cine, para filmar el hito más polémico del pueblo: el secuestro de Pedro Eugenio Aramburu.
Había una vez un pequeño pueblo que tenía un cine-bar. El dueño era un bonachón de 150 kilos que mezclaba las proyecciones y la gastronomía: paraba la cinta en medio de cada película, gritaba “intervaaaalo” e invitaba a la gente a que comiera y tomara en su bar. Luego reanudaba el film. Este padre del marketing moderno tenía un cómplice de 9 años, un pibe que vivía en la misma cuadra y en cada intervalo subía la inestable escalera de madera que separaba el bar de la cabina de proyección con dos helados palito que la mujer del dueño mandaba para él y su marido. La historia no es una escena de Cinema Paradiso, el célebre film italiano; ni la historia de Alfredo y Totó, sus protagonistas; tampoco recrea la Sicilia de posguerra. Esta historia ocurrió treinta años atrás en Timote, un pequeño pueblo del Partido de Carlos Tejedor, provincia de Buenos Aires, y los protagonistas eran El Gordo López, dueño del cine, y Bruno Rodríguez, su compinche.
Los años pasaron. La familia López se fue de Timote; el cine El Moderno cerró sus puertas y en su lugar funciona hoy un bar, El Viejo Cine. Bruno Rodríguez me está convidando un mate, en su casa, mientras me cuenta la historia. Bruno es veterinario, pero ése no es el final de la fábula porque, además, se convirtió en el director de Arte Comunitario Timotense, el grupo con el que los vecinos decidieron contar su historia: ya hicieron una obra de teatro y una película sobre el origen del pueblo y están grabando escenas de su segundo film: la historia del asesinato de Aramburu en La Celma, una quinta de Timote.
En el pueblo ahora no hay cine, pero los vecinos están de este lado de la pantalla: son los protagonistas.
Hay legados que son de película.
Protagonistas de su historia
La historia de Arte Comunitario Timotense tiene un hecho fundante: el centenario del pueblo, en 2005. Varios vecinos se juntaron en una comisión para preparar los festejos. Allí Rodríguez propuso “hacer algo artístico para contar la historia de Timote”. Hubo quorum, así que convocaron a los que tuvieran ganas. Había entusiasmo, pero poco tiempo: era enero y los festejos serían en marzo. A la primera convocatoria fueron veinte de los 450 vecinos. Eran pocos, pero los suficientes para contagiarse el entusiasmo y tratar de desparramarlo. El mejor medio de comunicación del pueblo, de boca en boca, hizo el resto: la bola se corrió y 90 vecinos terminaron actuando en la fiesta del pueblo, con un espectáculo creado y sostenido comunitariamente, que incluía caballos y carruajes en escena, ropas de época, un fortín y un rancho, música, danza, poesía: algo inédito. Fue un éxito. Como las películas que se pasaban en El Moderno.
Después del estreno, el elenco tuvo su celebración interna y en unas de ellas alguien dijo: “Es una lástima que esto se termine acá. Tendríamos que pensar en seguir”. La respuesta fueron funciones en Tejedor –cabecera del partido–, y en Patricios, 9 de Julio, La Pampa: otros pueblos con grupos de teatro comunitario. Ésa fue la primera red que los abrigó y potenció. Dice Bruno: “Cada presentación era un despliegue impresionante, éramos más de cien personas. Un tipo que tiene una empresa de transporte nos llevaba los caballos, la municipalidad nos daba dos micros para viajar… Era un evento social porque se sumaban las familias”.
La obra –cuyo nombre es Y serás la patria, basada en el libro homónimo de otro timotense, el escritor José Adolfo Gallardou, padre del actor y director Claudio Gallardou (actual vicedirector del Teatro Nacional Cervantes)– cuenta la historia del pueblo: la fundación del fuerte Capitán Timote por el general Villegas, en el marco de la llamada Conquista del Desierto, y la lucha del cacique Pincen, el último caudillo de los indios pampas. La obsesión por la verdad histórica hizo que el grupo lograra ubicar, en Trenque Lauquen, al bisnieto del cacique, Lorenzo Cejas Pincen. “Me pongo en contacto con él y lo invito a participar de la obra, así que hicimos presentaciones con el bisnieto en el papel de Pincen a las que vinieron la comunidad de indios pampas”, dice Bruno.
Cada función era un espectáculo artístico, histórico y reparador.
Los frutos
A la par del espectáculo teatral, decidieron sumar algunas escenas de cine para intercalarlas –en pantalla grande– en medio de la obra: un recurso que no sólo les permitía combinar ambas expresiones, sino ordenar los cambios de vestuarios y maquillaje entre cada escena.
Con las primeras filmaciones hicieron un corto que se llamó Santillán, sobre un militar desertor de la Campaña del Desierto. Tanto se entusiasmaron que, finalmente, terminaron haciendo una película –Pincen, cacique de las pampas, sobre su historia– en la que actúan 160 de los 450 vecinos del pueblo: nadie quería perderse la posibilidad de protagonizar la fundación de Timote. Bruno: “Ninguno de nosotros tiene la más mínima preparación. Ninguno estudió nada: ni guión, ni dirección, ni cámara, ni edición, ni teatro: son horas de esfuerzo”.
El esfuerzo logró convocar para la película al bisnieto del cacique, a Osvaldo Bayer –es antológica su escena en la que increpa a Roca por el genocidio contra los pueblos originarios– y a los actores profesionales Juan Palomino, Raúl Rizzo, Claudio Gallardou y Eduardo Blanco, quienes actuaron a la par de los vecinos.
La película pone en el mismo lugar a actores profesionales y vecinos-actores para contar la lucha desigual del cacique Pincen frente al genocidio planificado por el gobierno central. Todo, fruto de una producción colectiva de gran ingenio y calidad. “El secreto es la continuidad, el compromiso y la seriedad de todos”, sostiene el director del grupo.
Así, se involucraron en la recuperación de la estación del ferrocarril, totalmente abandonada luego de que se desmantelara ese ramal. El abandono del Estado y la desidia se convirtieron, por la acción de los vecinos, en el Centro Cultural Comunitario: el punto de encuentro del grupo, pero también en el Museo Histórico Ferroviario, con muestras permanentes de la historia de Timote, en general, y del ferrocarril en particular. La sala de espera por momentos se convierte en microcine y, periódicamente, expone los trabajos realizados por quienes asisten a los diferentes cursos de Formación Profesional que allí dicta la Municipalidad.
Recuperaron el espacio y generaron trabajo. La labor de Arte Comunitario Timotense consiguió dos puestos para los vecinos: un coordinador del espacio y una persona encargada de la limpieza general. Los logros les dieron fuerza. Ahora están trabajando para que la vieja estación se convierta, además, en un lugar de hospedaje para ocasionales visitantes: en Timote no hay ninguno.
Además, en 2008, lograron rebautizar la plaza que llevaba el nombre del general Pedro Eugenio Aramburu, impuesto por el gobernador militar Ibérico Saint Jean, en 1980. Ahora lleva el nombre Roberto Aldo Bordoy, un soldado fallecido en el hundimiento del crucero General Belgrano, durante la guerra de Malvinas. Para concretar el cambio, los vecinos hicieron una consulta en la que consiguieron más de 200 firmas de entre los 400 habitantes del pueblo. Con ese aval, llevaron un proyecto al Concejo Deliberante, donde la propuesta se aprobó por unanimidad.
La otra pelea en la que están involucrados es mejorar los 18 kilómetros del camino que une el pueblo con Tejedor, y que en cada inundación los deja aislados.
Los muertos que hablan
A mediados de 1970, Timote tuvo repercusión nacional: cuatro policías locales encontraron en la quinta La Celma el cadáver del ex dictador Aramburu, asesinado en un “juicio revolucionario” por la organización Montoneros tras la denominada “Operación Pindapoy” con la que se dieron a conocer. Aramburu fue ejecutado el 1° de junio, tras haber sido declarado culpable, entre otros hechos, del fusilamiento del grupo que había intentado un levantamiento contra la denominada Revolución Libertadora, en 1956; y de la desaparición del cadáver de Eva Duarte.
La Celma era la quinta de los padres de Carlos Ramus, uno de los integrantes de Montoneros. Hasta allí llevaron a Aramburu, Ramus, Mario Firmenich, Fernando Abal Medina y otro integrante de la organización, luego de secuestrarlo en su casa de Barrio Norte, el 29 de mayo de 1970. La historia aún despierta intensos debates entre los vecinos de la zona.
La polémica no impidió que Arte Comunitario Timotense haya decidido que ése sea el eje de su próxima película, que aspiran estrenar el año que viene cuando el grupo cumpla diez años y Timote 110. “Los vecinos tenemos el suficiente derecho a contar esta historia”, sostiene Bruno.
El film buscará darle una impronta local, recurriendo a la memoria colectiva, y centrando la historia en el Vasco Blas Acébal, el casero de la propiedad que siempre juró no saber nada del secuestro y fusilamiento, y que apareció muerto dos meses después del asesinato de Aramburu. Según la autopsia, la muerte se produjo por un paro cardíaco no traumático, pero unos meses después un diario de Buenos Aires afirmó que había sido asesinado de un balazo. El cuerpo de Acébal fue exhumado y se comprobó que no tenía ningún orificio de bala.
Dice Bruno: “Poder plasmar en un espacio comunitario las inquietudes del lugar al que pertenecés, contando la historia con los personajes del pueblo tiene un grado alto de emotividad. Esa emotividad aparece en nuestras producciones porque es cómo lo vivimos”.
Los vecinos se convertirán, otra vez, en protagonistas de su propia historia. Ésa es la fábula que eligieron para vencer al olvido: contarse a sí mismos.
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