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Libros y vecinos
La moda de la independencia llegó a las librerías. Con pasión y criterio se armaron un rincón en la casa para recibir lectores exigentes, interesados y curiosos.
“A la organización no se le opone la desorganización, sino una forma nueva”.
Clarice Lispector, La pasión según GH.
El enunciado inicial parece simple: una librería dentro de una casa. Si no fuera porque Nurit, la anfitriona, lo enreda todo, no se explica cómo una biblioteca de un bonito PH de Villa Crespo puede convertirse en un búnker de resistencia y proyección de la cultura independiente.
La de las librerías cerradas es una historia no escrita, más bien pasada de boca en boca, parte de un movimiento de escritores, editores y/o lectores devenidos libreros. Quizá haga falta aclarar lo obvio: se trata de un espacio dentro de la casa de alguien donde se comercializan libros raros, locos, de autor, descatalogados, inconsegubiles, pero no sólo eso. Allí ocurre una movida reservada de estudiantes, lectores avezados y provenientes de círculos literarios de talleres, ciclos y logias culturales. Son, de algún modo, lugares de culto aunque, como dirá Nurit – librera anfitriona de Mi Casa– el rizoma se extiende cada vez más.
Uno de los atractivos se debe justamente a que la intimidad hogareña permite una atención dedicada. Lo cual no es patrimonio del carácter “cerrado”: “Hay un montón de libreros muy buenos, de cepa, que me formaron a mí de chica. Los de La barca, Lilith, De la mancha, por ejemplo: yo me inspiro en ellos. El librero artesanal va a estar no porque la librería sea cerrada, sino porque la pasión siempre es una resistencia al sistema”.
La de Mi Casa es una historia pasional en primera persona: la de Nurit.
Historia de una pasión
La de Nurit es una de esas historias en las que una licenciada en Economía tiene un trabajo formal y estable, pero renuncia cansada de hablar con sus compañeras “de productos de limpieza y de series de televisión que no veía”. Y entonces comienza una transformación que trasciende su biografía y (le) habla de una generación. “No se trató del deseo de ´quiero una librería en mi casa y la hago´, sino de ´cómo hago para sobrevivir en un ambiente hostil´, económicamente hablando, y sosteniendo mis actividades y mis tiempos”, dice esta joven de 30 y pico, morocha y habladora, que además escribe, edita y hace teatro. “Para mí, en estas cosas la forma te la da el exterior; si te lo da lo interior, no funciona”.
Nurit, como economista, era una excelente recomendadora de libros. Organizaba un ciclo de poesía y vendía libros ocasionalmente. “Cuando dejé el trabajo de economista empecé a ver cómo hacer rentable lo que hacía por hobby”, comenta, y comienza a esbozar un verdadero manual de autogestión.
Número 1: la pasión.
Número 2: “Que sea cerrada se debe a algo obvio: no hay que pagar un local. Yo no podría sobrevivir vendiendo libros de 50 pesos si tengo que pagar un alquiler. Los locales tienen que transar por esa razón. Y yo puedo darme el gusto de no tener a Planeta porque no tengo costos altos”.
Todo arrancó hace ya 5 años, en 2010: “Empecé a difundir literatura independiente cuando no tenía tanta visibilidad”, asegura. La forma de alcanzar esos libros fue saliendo a la calle: “Empecé a perseguir escritores”, dice de manera literal. Logró que muchos le mandasen libros sólo a ella, y poco a poco fue sumando editoriales independientes y no tanto que tenían que ver con su gusto. “No fue fácil, al principio, explicarle a un autor, a una editorial o a una distribuidora que podía haber otra forma de circulación. Lo que me salvó fue que soy eficiente, pago todos los meses, y generé un puente de confianza de que estos proyectos valen más que una librería grande porque te doy bola, porque voy a leer, porque se van a ver los libros. Y creo que eso fue lo importante de una librería en la casa, más allá de que esté en una casa”.
Repite la fórmula: “Trato de funcionar de manera eficiente a pesar de der independiente. Para mi no es contradictorio el material independiente con tu forma de funcionar no independiente”.
Así pudo, durante unos años, cada seis meses agregar estantes nuevos con libros nuevos.
Y, de poco, se fue ganando un mito entre los devoradores de libros: “En la librería de Nurit seguro que está”.
La excusa de las librerías cerradas permite entrar por la ventana a la movida literaria.
Lecturas
¿Cómo se traza, desde este altillo de Villa Crespo devenido librería, una lectura de la lectura por fuera de los circuitos comerciales? Una respuesta posible: con filo polémico.
¿Se lee menos?
Yo sí, no sé si todo el mundo. Acá vendo, hay gente que sigue comprando. También es verdad es que se pierde tiempo en Internet, y yo en particular tengo menos capacidad de concentración tal vez porque leí mucho y, ahora, necesito vaciarme.
¿Se escribe más?
Escritor no es todo el mundo. La facilidad de medios para escribir y para publicar no necesariamente implica que esté pasando algo. Yo empecé a rechazar libros. No es que cualquier autor que publica un libro autogestionado está acá. Hay mucho deseo narcicista de escribir, como si la historia de cada uno fuese interesante. Y no todo es interesante. Está bien que autoedites el primer libro, pero ya si el cuarto lo autoeditas, ¿qué onda? Un editor legitima.
¿Cómo se escribe?
Se escribe más light y se lee más light. ¿Quién tiene tiempo de leer Madame Bovary ahora? Hoy la poesía contemporánea se lee rápido. Hay libros actuales que los terminas y los cerrás y leíste 20 en un día. La autobiografía esta bastante de moda hace un tiempo , libros que tengan que ver con la experiencia. Muchas veces sucede que la anécdota se queda en la anécdota y no pasa nada. Es muy difícil escribir en época. Yo escribo poesía y a veces te sentís que no encajas en la época con lo que escribís, y es una sensación rara. Hay que encontrar el equilibrio entre la época y uno.
¿Qué sería de época?
Hablar de merca no es de la época. Para mí lo nuevo tiene que ver con que le hacés un quiebre al sistema de alguna forma. La literatura es un sistema; no es solamente catarsis de lo que me pasa a mí. No se puede separar forma y contenido.
¿Qué hay de nuevo?
Hay escritores que están sentando bases de un tipo de literatura que marca un quiebre. Qué hacer, de Pablo Katchadjian, o Cuadernos de Lengua y literatura, de Mario Ortíz. Marcan un quiebre de una literatura que viene de Aira, es decir que a su vez tiene una tradición. Yo no soy crítica ni académica, yo te puedo hablar desde el gusto qué libros son de época. Y me parece que, más allá de lo que se cuenta, es cómo se cuenta. De la forma, de la mezcla, del discurso.
La moda independiente
Mi Casa es hoy una librería asentada, con la cantidad medida de 5.018 mil títulos, la atención ganada que la señala como “la” librería cerrada de poesía y literatura contemporánea, y la cuna de la editorial Excursiones que publica ensayos latinoamericanos. Las editoriales Mansalva, Eloísa Cartonera, Alto Pogo, Bajo la Luna, Vox tienen su lugar allí, entre más de 150, junto a libros, autores y ediciones más del fetiche. “La librería empezó a ir bien porque entonces no había espacio para eso. Hoy hay una sobreseturación de espacios, y todo el mundo tiene el mismo libro. Lo que antes estaba solo acá, ahora está en 20 librerías”.
Nurit dirá que, así como en los 90 fue el boom de las editoriales, a partir del 2010 lo fue el de las librerías. “No solo el fenómeno de la librería en la casa, sino el de la librería independiente en general”.
¿Cómo seguir siendo original?
Lo bueno de la “competencia” es que te obliga a reinventarte. Cuando abrí la librería lo hice con el deseo de que circulara algo que no se conseguía, de dedicarme a la literatura desde ese terreno. Así como en un momento era imprescindible que yo existiera, hoy puedo dejar de exisitir y no pasa nada. Por suerte.
Pero la inquieta Nurit ya sacó nuevas conclusiones y nuevas formas: “Ahora lo que hago es traer cosas de afuera: México, Nueva York, de Chile, Uruguay, Bolivia. Hoy, por ejemplo, viene una señora a las 3 a comprarme libros de Bolivia”. Chequeado: la sesión de fotos se corta para atender por la puerta a la cliente; Nurit baja cinco libros de autores bolivianos, los muestra, vuelve con dos (vendió los otros) y retira otro más recién pedido; factura mediante, siguen las fotos.
El tráfico de libros extranjeros se hace a partir de viajes al lugar, en el mejor de los casos, pero también y sobre todo a través de valijeros amigos. Más lectura de la realidad: “Se frenó la importación, no llegan libros de afuera”.
Para continuar con la originalidad, suma otra veta: “En la época en que se puede leer todo por Internet, garpa que el libro sea lindo. Y no necesariamente que sea barato y accesible, eso ya fue. Un libro que sea más que objeto, no librito chiquitito, esa época fue los 90. Ahora es “seamos mainstream”. Una editorial independiente publica un poeta joven y el libro es artesanal, con buen papel, legible”.
¿Hacia dónde va Mi Casa? “Hubo un momento en que yo crecí mucho y no pude con la demanda y tuve que decir ¿qué hago? Me interesa tener la librería por más que no crezca tanto, y tener la editorial, hacer cosas en teatro. Me gusta tener plantas, me gusta cocinar. ¿Cuál es el costo de crecer? Yo no quiero pagarlo”.
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