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Click colectivo
Midia Ninja, la red brasileña de fotógrafos, cuenta cómo se organizan. Viven en casas colectivas para compartir vida y trabajo. Su apuesta es sumarle calidad al compromiso.
Una explosión en Facebook, una foto publicada como portada del segundo periódico de mayor circulación de Brasil, corresponsales de diarios internacionales –The New York Times o The Guardian, entre otros– que comenzaron a llover para hacer notas sobre ellos…pero Rafael Vilela -que tiene tan sólo 26 años y dice ser uno de los más viejos de su grupo-, aún abre bien los ojos cuando cuenta que más de 2 mil personas se inscribieron en la última convocatoria del colectivo de periodismo autogestivo Midia Ninja, una de las experiencias más originales de los últimos tiempos, que cubrió como nadie las protestas que inundaron las calles brasileras y unieron reclamos por la salud, la educación, el boleto estudiantil, las operaciones de prensa y las represiones policiales.
“Más que línea editorial, nuestra guía es ver dónde están activas las fuerzas de la sociedad para el cambio. Nuestra movida como medio social de comunicación es potenciar las narrativas de los movimientos sociales y trabajar para el empoderamiento narrativo de los propios movimientos, para que ellos tengan la capacidad de hablar de sí mismos y tener autonomía de los medios. Y hacer la mejor cobertura con las mejores fotos, potenciándonos en red. Así obligamos a los medios a hablar de esos temas”.
El nacimiento de Ninja debe buscarse una década atrás, cuando surge en Brasil la red Fuera de Eje (Fora do Eixo, en portugués), que emerge a partir de la crisis de la industria discográfica en todo el mundo. “La gente que empieza a bajar, producir y distribuir sus propias músicas generó una crisis en el modelo de distribución y producción tradicional”, dice Vilela ¿Fue una crisis positiva para los nuevos emergentes? “Sí, fue una crisis del modelo industrial. Pero para nosotros es más un nuevo paradigma que una crisis. Es una cuestión de narrativas: también se habla de la crisis del periodismo, pero, en realidad, no es una crisis del periodismo, sino una crisis del modelo”.
Fuera de Eje se transformó en un catalizador que edificó un circuito de producción con núcleo en los festivales independientes, pero lejos de los grandes centros urbanos, para conectar pequeñas ciudades y achicar distancias, en un país de 200 millones de habitantes. Los festivales generaron una estructura que unió a grupos de personas que, de forma orgánica, comenzaron a comprometerse con la construcción de una experiencia nueva.
Economía del tiempo
Las necesidades de esas personas empujaron a la búsqueda de algunas respuestas.
Por ejemplo: somos 20 personas sin plata que buscan organizar un festival.
¿Qué hacemos?
“Creamos las casas colectivas”, responde Vilela. “Era mucho más barato para la organización que todos nos quedemos juntos en una misma casa, compartamos la comida y el trabajo. Eso generó un sistema que fue ganando más organicidad para la producción. Así generamos nuevas estructuras y eso que nosotros llamamos tecnologías sociales. Por ejemplo, la caja colectiva. Empezamos la experiencia de no tener un salario y de sacar de esa caja el dinero para nuestras necesidades individuales y colectivas. Eso generó una disposición de tiempo para el activismo que no tenían otras estructuras: teníamos 20 personas en una casa que tenían todo el tiempo para hacer una movida cultural. Es una cosa que no existía. Se generó una economía de tiempo”.
La cruzada los dejó frente al monstruo: los medios no tenían ningún interés por reflejar los nuevos emergentes. “Desde el principio surgió la necesidad de crear nuestra propia comunicación, y nos dimos cuenta que habíamos creado una estructura que estaba muy fuerte, que hablaba con millones de personas sin la necesidad de un real (es decir: ni un peso), porque todos los diseñadores, fotógrafos, editores, estaban en las casas. Todo sin plata. Ahí nos cayó la ficha: podíamos usar esta tecnología para hablar con la calle”.
La suma
La ficha cayó mientras daban un nuevo paso: la inauguración de la primera casa colectiva en un punto neurálgico de Brasil: San Pablo, con más de 11 millones de habitantes. El desafío produjo el traslado de hasta tres personas por colectivo a la nueva casa, que también es un centro cultural, una redacción y la sede central de los nodos. “Es una vivencia muy intensa, un modelo muy radical. Tenés que configurar tu vida. Estamos haciendo un nuevo mundo para nosotros. Somos como 2 mil personas distribuidas por Brasil. Es una red muy amplia, pero con niveles de organicidad. Las casas son las experiencias más fuertes y donde vive la gente que está cien por cien dedicada a eso”.
Vilela subraya que una de las claves de convivencia y de reducción de conflictos fue la caja colectiva. “Sacamos la plata de la intermediación de las relaciones. Los egos se quedan muchos más tranquilos sin plata. Lo que intermedia es lo que llamamos tezón: una suma de voluntad con decisión y deseo”.
El tezón los empujó a pensar una nueva estructura de comunicación. A partir de la acumulación de conocimiento, los colectivos se lanzaron a realizar coberturas, reportajes, entrevistas y recorridas por diversos territorios de Brasil, y en 2013 se animaron a lanzar su propia página web y un perfil de Facebook, con dos coberturas especiales.
Cuando volvieron a San Pablo, estallaron las protestas.
Y esa explosión los encontró en plena calle con una fuerte experiencia recorrida y una estructura de comunicación sólida.
Nace Ninja.
Nace un fenómeno.
Ninjas y malabaristas
“Durante un tiempo dejamos de ser la fuente de la información y pasamos a ser el tema”, reconoce Vilela. Ninja no es un medio marginal ni alternativo: fue desde su origen el medio que mejor cubrió lo que sucedía en las calles y que desnudó las operaciones de la derecha, soportando cruentas represiones por parte de la policía.
¿A qué adjudican el estallido social que los parió colectivo fotográfico? “Está todo muy conectado con las ideas del Foro Social: medios libres, vivienda colectiva, economía solidaria. San Pablo es una ciudad muy difícil, pero el 13 de junio de 2013 dijo ´No´. No estamos hablando de 20 centavos del boleto estudiantil. Esto lo trasciende: es una lucha por los derechos”.
La explosión se dio por ambos carriles: por izquierda y por derecha. “Al principio, esa masa estaba difusa. Mucho de nuestro público estaba totalmente contra Dilma, pero éramos el único medio que estaba poniendo la realidad en la calle. La crítica de la derecha es por los avances. Nosotros, como movimiento de izquierda, tenemos otras críticas, como la falta de coraje en hacer una ley de medios o la política indígena. Hay un avance de la derecha en el campo institucional que es muy fuerte, al mismo tiempo que hay un avance de ocupación de la calle, pero que comprendemos que es específicamente de la derecha. Es la despolitización”.
¿Cómo manejarse dentro de ese esquema polarizado? “Primero sabemos que la derecha está llamando a la calle: los grandes actos contra Dilma fueron llamados por O Globo que, por ejemplo, todos los días entrevista a gente por delitos cometidos por menores de edad”, dice Vilela, y por alguna razón la música nos suena conocida. “Ahí, como Ninja, no tenemos que hacer una defensa ciega del gobierno, pero tampoco armar argumentos para la derecha. Tenemos que estar como malabaristas. En un mismo posteo podemos ser acusados de ser de derecha o de ser militantes oficialistas que escondemos valijas llenas de plata del PT”.
El método
En Ninja todo está sistematizado: desde las relaciones sociales hasta los horarios de la casa y el dinero de la caja colectiva. Esa sistematización revela que Ninja no es un “colectivo libre” en el sentido romántico de la frase ni un grupo de hippies dispersos. Hay mucho trabajo y serio. “En Ninja hay mucha comodidad para la experimentación, que está hecha sobre la base de una praxis anterior. No partimos de una teoría para aplicar la praxis, sino que hacemos la praxis para generar múltiples teorías”.
Cuenta que en Brasil lanzaron una nueva red llamada Periodistas Libres (Jornalistas Livres, en Facebook), que nace a partir de la experiencia de Ninja, y busca reunir en una misma plataforma a trabajadorxs de la comunicación de todo Brasil. Vilela provoca con que en Argentina hay muchos colectivos consolidados y listos para construir una experiencia similar: sólo falta unirlos. “Los colectivos necesitan entender que no están haciendo la Cuarta Internacional”, ironiza. “La libre circulación de información afectó mucho a los medios. Sólo podemos hacer una disputa seria si comprendemos que tenemos que actuar en red”.
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