#NiUnaMás
Marta Montero en Es La Política: “La Justicia no existe”
La mamá de Lucía Pérez, la joven de 16 años asesinada en 2006, fue la invitada de una nueva edición de Es La Política, el programa producido por lavaca y Canal Abierto. Después del juicio que absolvió a los acusados del abuso sexual y femicidio de Lucía, hoy espera la resolución de Casación tras la apelación. Del primer Paro Internacional de Mujeres a la fuerza que encontró en la movilización popular. Por qué el Estado es responsable de los femicidios. Y la política como acción que sale del corazón.
-Marta Montero es la mamá de Lucía Pérez, que tenía 16 años el 8 de octubre de 2016, cuando se convirtió en otro emblema de los femicidios. El crimen de Lucía en Mar del Plata provocó el primer Paro Internacional de Mujeres y una enorme movilización en todo el país, que no se detiene. Marta Montero, su esposo Guillermo Pérez y su hijo Matías, decidieron no callar y llegaron a un juicio que terminó en impunidad. Un juicio en el que los jueces se comportaron con una ideología machista y patriarcal. Pero Marta siguió adelante como tantas madres. Decidió seguir reclamando justicia y por eso está aquí. Gracias por venir. Queremos preguntarte qué es para vos la justicia.
–Un circo romano. Es una vergüenza. Es un desprecio tan grande a la vida del otro, al respeto del otro. La justicia no nos tiene respeto. No le interesamos las personas. Está totalmente deshumanizada. Ellos creen que manejan expedientes, papeles, que las personas somos carpetas que apilan. Ellos nos consideran de esa manera. Para ellos no somos nada. No le interesamos tampoco. Es muy difícil esperar que la justicia salga de esos barrotes oscuros y fríos. Es muy difícil. La justicia la vamos a hacer nosotros, como la hicimos con Lucía. Si nosotros no hubiésemos salido a la calle a buscar justicia, hoy estos tres individuos estarían en la calle. ¿Por qué? Porque la Justicia es funcional a ellos. De qué manera: este sistema es tan perverso que divide las clases. Como acá hay una persona que es de clase social muy alta, y de mucho poder, que es Offidani… Para que ustedes dimensionen: su padre era, en ese momento, el presidente del Colegio de Escribanos de Mar del Plata. Siempre dijimos que era gente de mucho poder, que podía terminar de la forma que terminó, porque veíamos cosas nosotros y también lo decíamos. Lo que no se vio es porque no se quiso ver: sobraban las pruebas. Esta sentencia fue pergeñada desde el primer momento. Todo lo que hicimos fue acumular papeles. Entonces para mí la Justicia, en realidad, no existe. No es que yo soy un hecho aislado y que me pasó lo que me pasó, que no tuve justicia: eso es la justicia en nuestro querido país.
-Las Madres y la Abuelas cuentan que no tenían conciencia política y fue la desaparición de sus hijos el hecho que las empujó a tomar esa conciencia. ¿Cómo fue en vos?
-La vida a mí me cambió en un ángulo de 180 grados. Era una mujer que vivía, trabajaba, soy enfermera, todos los días me levanto muy temprano, volvía a las 3 de la tarde a mi casa. Tenía mi vida con mis hijos, estudiaban los dos, mi marido trabaja. Esa era mi vida. Siempre me interesaron los derechos de los demás, la problemática social. La elección mía de trabajo es muy de vocación. Y cuando pasa esto, con Lucía, que fue un antes y después, en la vida jamás podés pensar esto. Cuando nos pasa esto, al principio decís: la Justicia. Y cuando empezás a caminar, y a darte cuenta con las personas que te estás enfrentando, te empezás a despertar. Lejos de quedarme llorando en mi casa, yo al mes y medio empecé a trabajar. “De acá salgo”, yo misma dije. Y cuando empezás a leer la causa, a preocuparte, empezás a darte cuenta de muchas cosas. La frutilla fue la sentencia. Ahí dije basta. Ya pierdo, y si querés una forma grosera de hablar, el respeto. Ya no me interesa. Sigo para adelante. Y acá es la forma en la que tenemos que luchar, y soy una convencida que si no lo hacemos nosotros, no lo hace nadie por nosotros. Si no salimos a exigir, nadie lo va a hacer.
-¿Qué encontraste en la movilización popular?
–Encontré esa caridad que uno puede seguir. Ese abrazo que te da el otro, ese calor. Cuando fue la sentencia de Lucía fueron 14 jornadas. No les puedo decir lo que fue ir 14 días a ese lugar. Cuando llegábamos siempre había un abrazo. Y cuando nos íbamos, siempre había un abrazo. Hubo días de lluvia, de mucho frío, y las personas estaban. Cuando te lo digo me da frío en el cuerpo. Porque vuelvo a estar en esa situación. Y lo que nosotros vivimos fue eso. Salir de esa sentencia, de esa oscuridad, del tratamiento que había para Lucía, de las barbaridades que decían. Y encontrarnos ese abrazo de las chicas de su misma edad, y ese mate calentito cuando salíamos, es lo que te fortalece. El propio pueblo es el que te acompaña. Las propias víctimas, las propias madres. Y eso nos fortaleció y nos enriqueció a nosotras como personas poder decir: de acá tenemos que salir, esto no tiene que terminar acá, pero es por Lucía y por tantas Lucías. Y porque ya no vamos ni por Lucía, ya vamos por todas. Lucía será el emblema, pero acá hay muchísimas Lucías que no se ven.
-¿Qué sentiste cuando fue el primer Paro Internacional de Mujeres?
-Lo vi después. Yo no podía entender ni lo que estaba pasando. Yo no vi televisión durante dos meses, porque si no era entrar en un pozo depresivo y no salir más. Cuando lo vi, me sentí orgullosa de las mujeres, de ser mujer, y orgullosa por Lucía, porque eso lo había conseguido ella. Es la luz de Lucía. Era una buena persona. Y esta gente oscura, esta gente nefasta, que este Estado no vio, porque también la culpa la tiene el Estado: este feminicidio que hicieron con Lucía fue el Estado que permitió que esa droga se vendiera en la puerta de ese colegio. Había una camioneta vendiendo droga a menores frente a un colegio y el Estado nunca lo vio. Nunca le interesó. Y no era el único, porque vendían droga en tres colegios. Ese es el abandono que hizo el Estado con Lucía, con Melina.
-¿Qué es para vos la política?
–La verdad, no tengo idea. Nunca estuve en política. Nunca me metí en política. Lo que hago, lo hago desde el corazón. La ayuda que hago con mis compañeras, lo hago desde mi corazón. No cobro nada porque yo trabajo, no me siento en un sillón, nadie me pasa nada, y tampoco lo quiero. Dignamente soy esta enfermera. Y voy a seguir laburando de la manera que trabajo. Será en este hospital, sea donde sea, pero dignamente soy esta persona. No me interesa cobrar un sueldo para ser figura. Por qué te digo esto: lo viví en carne propia, a mí nadie me ayudó. Si salí adelante fue por mi familia, por personas que no tenían nada que ver pero estuvieron con nosotros, y por nuestra fe y nuestra convicción. Si no, no hubiésemos salido para adelante.
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La venda en los ojos: la justicia frente al abuso sexual contra niñas y niños
El 42% de las denuncias de violencia sexual corresponden a menores de 17 años en la ciudad de Buenos Aires. El ministerio de Justicia bonaerense reveló que entre 2017 y 2022, de más de 96.000 causas por abuso sexual, 6 de cada 10 tuvieron como víctimas a menores y se duplicó el número de denuncias: el 80% fueron mujeres, principalmente niñas y adolescentes de entre 12 y 17 años. ¿Cómo recibe el Poder Judicial a las infancias que se atreven a denunciar abusos? Las víctimas convertidas en “culpables” de un delito que padece a nivel mundial entre el 15 y el 20% de la niñez. La campaña conservadora y oficial: desestimar denuncias y motosierra. Lo que no quiere ver la justicia. Cómo encarar estos casos, y la enseñanza de Luna. Por Evangelina Bucari.
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Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

Daniel y Susana denunciaron que desapareció el cuerpo de su hija, Cecilia Basaldúa, que reclamaban para realizar nuevas pericias. La historia de lo ocurrido y el rol de la fiscal de Córdoba Paula Kelm “que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.
Por Claudia Acuña
El 7 de noviembre Cecilia Basaldúa hubiese cumplido 42 años y no hay festejo porque no hay Cecilia: la desaparecieron, violaron y mataron en abril del año 2020, en Capilla del Monte y en pleno aislamiento por la pandemia de Covid. Su familia, como cada año, reunió amistades y familiares de otras víctimas de femicidios territoriales –el padre de Natalia Melman, el hermano de Laura Iglesias– en el mural que la recuerda en su barrio de Belgrano. Fue ese el marco elegido por Daniel y Susana, los padres de Cecilia, para compartir lo que significa buscar justicia para este tipo de crímenes. Con la voz partida por el dolor narró cómo fue la última reunión con la nueva fiscal responsable de la investigación: es la cuarta. La primera – Paula Kelm– desvió las pruebas para atrapar a un perejil, que fue liberado en el juicio oral y así la investigación del femicidio de Cecilia volvió en punto cero; el segundo estaba a meses de jubilarse y pidió varias licencias para acortar su salida; el tercero –Nelson Lingua– no aprobó el examen para ocupar el puesto y, finalmente, desde hace pocos meses, llegó ésta –Sabrina Ardiles– quien los recibió junto a dos investigadores judiciales y los abogados de la familia. Antes se habían reunido con el ministro de Justicia de la provincia de Córdoba, Julián López, quien le expresó el apoyo para “cualquier cosa que necesiten”. Fue entonces cuando Daniel y Susana creyeron que había llegado el momento de trasladar el cuerpo de su hija hasta Capital, donde viven y, además, habían logrado conseguir que se realice una pericia clave para la causa y que siempre, en estos cinco años, les negaron. Fue la joven investigadora judicial quien soltó la noticia: el cuerpo de Cecilia no está.

Gustavo Melmann, que sigue buscando justicia por su hija Natalia, junto a Daniel Basaldúa y Susana Reyes, los padres de Cecilia.
Según pudo reconstruir la familia después del shock que les produjo la noticia, fue en 2021 –cuando todavía estaban vigentes varias restricciones originadas por la pandemia– cuando el cuerpo fue retirado de la morgue judicial, a pesar de que Daniel y Susana habían presentado un escrito solicitando lo retuvieran allí hasta que se realicen las pruebas por ellos requeridas. La fiscal Kelm no respondió a ese pedido ni notificó a la familia de lo que luego ordenó: retirar el cuerpo de la morgue y enterrarlo.
¿Dónde? La familia está ahora esperando una respuesta formal y sospechando que deberán hacer luego las pruebas necesarias para probar la identidad, pero no dudan al afirmar que con esta medida han desaparecido el cuerpo de su hija durante varios años y definitivamente las pruebas que podía aportar su análisis.
A su lado está Gustavo Melmann, en el padre de Natalia, asesinada en 4 de febrero de 2001 en Miramar, quien desde entonces está esperando que el Poder Judicial realice el análisis de ADN del principal sospechoso de su crimen: un policía local. Por el femicidio de Natalia fueron condenados a prisión perpetua otros tres efectivos policiales. Uno ya goza de prisión domiciliaria. Falta el cuarto, el del rango más alto.
Melmann cuenta que se enteró de la desaparición de Cecilia Basaldúa por su sobrina, quien había ido al secundario con ella. “Fue el primero que nos llamó”, recuerda Daniel. También rememora que no entendió por qué le ofrecía conseguir urgente a un abogado “si yo la estaba buscando viva. Hoy me doy cuenta de mi ingenuidad”.
El silencio entre quienes los rodean es un grito de impotencia.
Daniel y Susana lo sienten y responden: “Nosotros no vamos a parar. Nada nos va a detener. Ningún golpe, por más artero que sea, va a impedir que sigamos exigiendo justicia. Elegimos contar esto hoy, rodeados de la familia y los amigos, porque son ustedes quienes nos dan fuerza. Que estén hoy acá, con nosotros, es lo que nos ayuda a no parar hasta ver a los responsables presos, y esto incluye a la fiscal Kelm, que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.

Los padres y hermanos de Cecilia, junto al mural que la recuerda en el barrio de Belgrano.
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Femicidios, cifras y vidas: lo que Bullrich oculta

Por el Observatorio de violencia patriarcal Lucía Pérez
Todas las administraciones del Estado se han adjudicado falsamente la baja de femicidios y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich acaba de rendirle tributo a esta tradición. Pero las cifras del Observatorio Lucía Pérez, construidas a partir de casos judiciales, denuncias y relevamientos provinciales, demuestran una realidad diferente.
Antes de los números, una aclaración: el 2023 fue el primer año en que el Estado nacional publicó estadísticas criminales sin clasificar. Lo hizo con un archivo Excel desordenado que abarcaba una década, sin distinguir delitos ni consolidar provincias. Algunas jurisdicciones directamente no informaron datos en categorías sensibles, como violaciones. Así, la ciudadanía no puede verificar ni auditar los números oficiales.
En ese vacío, las declaraciones de Bullrich remiten a una lógica conocida: la de la inflación. Como con los precios, la diferencia entre los números oficiales y la vida real se amplía cuando se manipula o se oculta información.
Por eso, este Observatorio público y autogestionado carga 12 padrones de manera diaria. Para realizar un seguimiento estructural de la violencia machista, y también para controlar el rol del Estado.
A diferencia de los 178 registrados que mencionó la ministra, el Observatorio Lucía Pérez contabiliza 217 femicidios y travesticidios en lo que va del 2025. Estos son las cifras que pueden verse y verificarse, ya que el OLP es un padrón público:

Otro dato que se oculta es el que representan los femicidios cometidos y sufridos por integrantes de fuerzas de seguridad, que están bajo la responsabilidad de la ministra.
En 2025, el primer femicidio del año fue el de una mujer policía asesinada con su arma reglamentaria (Guadalupe Mena). Y el último, ocurrido apenas el 26, también: Daiana Raquel Da Rosa.
Si bien existen medidas para en estos casos limitar su acceso por parte de los uniformados por “representar un riesgo inminente para la víctima”, como indica la resolución 471/2020 del Ministerio de Seguridad de la Nación, los datos muestran que esto no siempre se cumple. Según el relevamiento de funcionarios denunciados por violencia de género del Observatorio Lucía Pérez, 71 de ellos pertenecen a las fuerzas de seguridad. Es decir que muy probamente porten armas.
Armas reglamentarias, vínculos jerárquicos y falta de sanción disciplinaria conforman una trama donde la violencia institucional se reproduce dentro y fuera de las comisarías. ¿Y Bullrich?
Más preguntas que emergen: ¿cómo se mide el porcentaje de crueldad? Los “narcofemicidios” de Lara, Brenda y Morena muestran una violencia cada vez más planificada y asociada a redes delictivas con complicidad del Estado.
Otra cifra invisibilizada en este crimen social que es un femicidio es la de las infancias huérfanas. En lo que va de 2025, el Observatorio registra 139 infancias huérfanas por femicidios. En todo 2024 fueron 173. Y detrás de cada una hay un Estado que sigue sin garantizar la Ley Brisa, que establece una reparación económica y acompañamiento a hijas e hijos de víctimas de femicidio.
Mientras la violencia machista sigue cobrando vidas, multiplicando huérfanos y exponiendo la precariedad institucional, el Estado tergiversa y oculta.
La pregunta es: ¿por qué?

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