#NiUnaMás
Parir justicia
Quién busca a María Cash. Su padre es el único que contínua procesando datos y pistas. Así elaboró un proyecto para evitar injusticias.
¿ Cómo se busca a una persona desaparecida? La investigación sobre María Cash, de quien nada se sabe desde hace 22 meses, no tiene respuestas. Para encontrarlas hay que cambiar la pregunta: ¿cómo se busca a una hija?
Federico Cash, 69 años, recibe al menos cuatro llamados por día de gente que dice haber visto a su hija. En estos 22 meses, cuenta, recibió tres mil trescientos llamados “solidarios, pero equivocados o a destiempo”. Viajó a Jujuy, Tucumán y Salta, los últimos lugares donde se vio a María: Federico despliega un mapa de ese norte argentino y señala cada punto que investigó.
También imprime él mismo los afiches de recompensa y los distribuye entre camioneros que surcan el país. Dedica su tiempo completo a buscarla. Confiesa que está fundido. Pero mantiene intacta la esperanza de encontrar a María “vivita y coleando”, a pesar de todo.
Tiempo vs. burocracia
La investigación oficial comprobó, asegura, la inexistencia de un protocolo de búsqueda de personas en Argentina. Esto es, concretamente, que el Poder Ejecutivo active las herramientas, el personal y la logística necesarios para seguir la punta del ovillo. Cash considera que el flamante Ministerio de Seguridad debería ser un garante de esta política. Pero también apunta en otra dirección: un protocolo de búsqueda es imprescindible porque también obligaría a agilizar a la justicia, ya que este tipo de casos requiere un actuar urgente de los procesos judiciales para acortar distancias, instancias y tiempo. “Yo la llamo la burocracia judicial criminal, porque la lentitud burocrática va en contra de la búsqueda. En el caso de María, por ejemplo, ahora todo tiene que pasar por el juzgado federal. Para seguir una pista, la policía le tiene que pedir permiso a la fiscalía, y la fiscalía al juzgado… Para cuando vas a buscarla no está más”.
Podría suponerse que gracias a la visibilidad que cobró el caso, la causa que investiga dónde está María contó, sin embargo, con una búsqueda excepcional: en la investigación intervinieron Interpol, Gendarmería, Policía Federal y provinciales, se ofrecieron recompensas económicas. Error: todo esto es a lo que Federico llama “pajaritos de colores”. Lo concreto: la causa no cuenta hasta ahora con pistas firmes.
Hoy, desinfladas las intenciones federales, provinciales, nacionales e internacionales de encontrar a María Cash, Federico atiende llamadas a su teléfono personal que implican tres efectos: recibir y procesar la información, siempre suelta y dispersa; determinar su grado de veracidad, siempre dudoso; y soportar el golpe emocional que representa para un padre estar a cargo de la investigación del paradero de su hija.
Federico describe anécdotas que dibujan el accionar de la investigación judicial:
La justicia: “En diciembre de 2011 terminó un trámite que demoró 6 meses: el pase de la causa al juzgado federal. En enero es la feria. Así que tuvimos que esperar hasta marzo para que se ejecutaran los allanamientos en los lugares que les señalamos: por supuesto, estaba todo cambiado”.
Los peritos: “Yo sabía que habían indicado un lugar en el que había una escritura de María. Fui al toque y le saqué fotos. Se las entregué a un perito civil: en 30 días me dio los resultados, que eran favorables. Cuando se ocupó el juzgado, el peritaje demoró 5 meses y resultó negativo. Se lo muestro a profesionales civiles, que me explican por qué el del juzgado está mal hecho. ¿Qué hago entonces? Si quiero buscar a mi hija tengo que encontrar peritos fuera del juzgado y que me hagan la pata, porque no tengo plata para pagarles”.
La policía: “Hay provincias en las que están más despiertos y en otras que son peores que una vaca. Un ejemplo: me tocó uno al que le pasaron información sobre María. ¿Qué le preguntó al testigo? Si María tenía un crucifijo tatuado en la mejilla. Y lo que tiene María es un lunarcito rubio, casi imperceptible. ¿Por qué le preguntó eso? Porque en el afiche de búsqueda se puso una flechita para señalar el lunarcito. El policía interpretó que tenía grabado un crucifijo y desestimó la información”.
La defensa: “La Defensoría Pública de la Nación nombró un abogado: no hizo nada. Otro: tenía, además, los juicios a los militares en Salta y unas visitas carcelarias. Lo cambian. Ahora el tercero está poniéndose al tanto de la causa. Y mientras María sigue en ese agujero negro que se traga a las personas sin dejar rastro”.
El ovillo
Federico rescata al comandante de Gendarmería, el único “prolijo y meticuloso”. Fue encargado de presentar un informe sobre los 8 primeros meses de investigación. Empezó en junio y terminó 5 meses después, con un corpus de 200 hojas que sintetizan las 7.000 que tiene la causa. “Lo que deja en claro es que no sabemos nada más que lo que yo investigué en su primer momento: la última vez que se la vio a María, 5 días después de su partida, en el costado de la ruta. No se avanzó nada en la búsqueda de la punta del ovillo”. ¿Cuál es esa punta? “La última vez que la vieron fue en Cabeza de Buey, cerca de Metán, un antro de trata. De ahí hay que empezar a abrir el círculo hasta encontrar más personas que la hubiesen visto”. La hipótesis familiar: “Está retenida; retenida por un proxeneta o por una yunta de viejitos lugareños que están en un ranchito… Allá vos vas en el auto y estás hablando y se te cortó la señal; no hay radio, no hay televisión, nada… Por ahí la han visto en malas condiciones mentales, hambrienta, sucia, y la han protegido. Como también podría ser que esté un metro bajo tierra… Hipótesis tenés montones; pistas muchas…”.
Desde esta dolorosa experiencia, desde esta impotencia y frustración, Federico sacó una propuesta concreta: la creación de una agencia especializada en la búsqueda de personas desaparecidas, con encargados obligados a encargarse. La denominó Agencia Nacional de Búsqueda de Personas y la diseñó “con policías entrenados, centralizados, sincronizados, equipados tecnológicamente, que se ocupen exclusivamente”. Su idea no es meramente discursiva: tiene escrito el proyecto punto por punto. Es la propuesta que “hace meses le acercamos a (Nilda) Garré (ministra de Seguridad)”, informa. Concreta y precisa, la propuesta de Federico incluye, además, desde acciones tendientes a agilizar los procesos de corroboración de datos hasta sugerir mayor colaboración mediática. La experiencia en carne viva le ha permitido sumar un aporte inteligente y eficaz: incluir al camionero como “el principal verificador de rutas”.
Desde ese mismo lugar que le ha hecho convertir el dolor en enseñanza, señala la “inmunidad prostibularia” y se pregunta sobre el sentido de la Ley de Trata, si no hay búsqueda. Esa inmensa impunidad es la que grafica de manera didáctica: Federico despliega un mapa de Argentina que ocupa toda la mesa. “¿Dónde está María?” pregunta. Y se lo queda mirando, en el silencio.
Portada
Oraciones, entre la cruz y la raya: un ritual para presentar el nuevo libro del Observatorio Lucía Pérez

Este domingo 16 de noviembre presentamos el nuevo libro del Observatorio de Violencia Patriarcal Lucía Pérez, editado por lavaca, con una perfomance conmovedora: Oraciones, entre la cruz y la raya fue una obra de teatro danza basada en los ejes teóricos de Femicidios, narcotráfico y Estado. La puesta transformó en lenguaje poético, corporal y musical una realidad que duele y mata, de la mano de talentosas artistas.

Familias sobrevivientes de femicidios, con el libro del cual son parte: el nuevo libro del Observatorio Lucía Pérez.
Oraciones, entre la cruz y la raya: así se llamó la presentación performática del nuevo libro del Observatorio Lucía Pérez editado por lavaca y titulado Femicidios, narcotráfico y Estado.
La obra de teatro y danza indagó en los mecanismos que operan sobre los cuerpos y los territorios desde una dramaturgia que combinó texto, movimiento y música. El resultado fue una experiencia que funcionó tanto como obra artística como herramienta para hacer sentir, colectivamente, de qué hablamos cuando hablamos de femicidios.
La obra fue ideada y escrita por Claudia Acuña, también responsable de la dirección general del Observatorio Lucía Pérez. En escena, Oraciones desplegó el trabajo de las intérpretes Julieta Costa, Lola Dominguez Hayes, Lucía Harismendy, Pia Leone, Luca y Juana Torras, quienes construyeron una trama sensible entre la fragilidad y la fortaleza. La música en vivo, a cargo de Santiago Torricelli en piano, aportó un pulso emocional que atravesó toda la pieza.



El diseño sonoro siguió de la mano de Pía Leone, junto con la operación técnica de Teo Escobar y Lucas Pedulla. Y el diseño gráfico estuvo a cargo de Jonatan Ramborger (autor, también, de la tapa del libro) y Julie August.
La puesta en escena fue realizada por Julieta Costa, mientras que la dirección coreográfica estuvo a cargo de la reconocida directora y coreógrafa Carla Rímola.
Oraciones dejó en quienes asistieron la certeza de que el arte no sólo puede denunciar lo que duele, sino también abrir caminos para imaginar otras formas de vida y de cuidado.
Y también, otras formas de presentar un libro.



El Observatorio y su libro
El Observatorio Lucía Pérez es una herramienta de análisis, debate y acción creada por lavaca.org con el objetivo de profundizar el trabajo sobre formas de prevención y erradicación de la violencia patriarcal.
Cada día un equipo conformado por Claudia Acuña, Amalia Etchesuri, Anabella Arrascaeta y Pablo Lozano actualiza 12 padrones de manera autogestiva, datos que sumados al seguimiento de lo publicado en medios de todo el país son luego chequeados y precisados con fuentes judiciales y periodísticas. Se trata del único registro público del país, lo cual quiere decir que pueden consultarse las fuentes de cada dato.
Cada mes el Observatorio realiza un resumen de este diagnóstico junto a víctimas y familias sobrevivientes de femicidios. El resultado es el informe mensual que se difunde a través de organizaciones sociales y referentes de la política y la cultura que intenta pensar, más allá de las cifras, la radiografía social y política de esta violencia.


Femicidios, narcotráfico y Estado reúne ahora y por primera vez los distintos informes, investigaciones y acciones del Observatorio Lucía Pérez. Es un material que indaga a través de la articulación de textos teóricos y reportajes periodísticos las vinculaciones entre lo narco, la violencia machista, los femicidios y el rol del Estado en la trama de la impunidad.
Todo eso quedó plasmado en esta presentación-ritual colectivo para empezar a sanar una realidad que duele, y organizar la realidad que viene: aquella que queremos, deseamos y nos merecemos.
Si querés el libro escribinos al teléfono que figura en este link, y suscribite para apoyar todo lo que hacemos:
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La venda en los ojos: la justicia frente al abuso sexual contra niñas y niños
El 42% de las denuncias de violencia sexual corresponden a menores de 17 años en la ciudad de Buenos Aires. El ministerio de Justicia bonaerense reveló que entre 2017 y 2022, de más de 96.000 causas por abuso sexual, 6 de cada 10 tuvieron como víctimas a menores y se duplicó el número de denuncias: el 80% fueron mujeres, principalmente niñas y adolescentes de entre 12 y 17 años. ¿Cómo recibe el Poder Judicial a las infancias que se atreven a denunciar abusos? Las víctimas convertidas en “culpables” de un delito que padece a nivel mundial entre el 15 y el 20% de la niñez. La campaña conservadora y oficial: desestimar denuncias y motosierra. Lo que no quiere ver la justicia. Cómo encarar estos casos, y la enseñanza de Luna. Por Evangelina Bucari.
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Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

Daniel y Susana denunciaron que desapareció el cuerpo de su hija, Cecilia Basaldúa, que reclamaban para realizar nuevas pericias. La historia de lo ocurrido y el rol de la fiscal de Córdoba Paula Kelm “que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.
Por Claudia Acuña
El 7 de noviembre Cecilia Basaldúa hubiese cumplido 42 años y no hay festejo porque no hay Cecilia: la desaparecieron, violaron y mataron en abril del año 2020, en Capilla del Monte y en pleno aislamiento por la pandemia de Covid. Su familia, como cada año, reunió amistades y familiares de otras víctimas de femicidios territoriales –el padre de Natalia Melman, el hermano de Laura Iglesias– en el mural que la recuerda en su barrio de Belgrano. Fue ese el marco elegido por Daniel y Susana, los padres de Cecilia, para compartir lo que significa buscar justicia para este tipo de crímenes. Con la voz partida por el dolor narró cómo fue la última reunión con la nueva fiscal responsable de la investigación: es la cuarta. La primera – Paula Kelm– desvió las pruebas para atrapar a un perejil, que fue liberado en el juicio oral y así la investigación del femicidio de Cecilia volvió en punto cero; el segundo estaba a meses de jubilarse y pidió varias licencias para acortar su salida; el tercero –Nelson Lingua– no aprobó el examen para ocupar el puesto y, finalmente, desde hace pocos meses, llegó ésta –Sabrina Ardiles– quien los recibió junto a dos investigadores judiciales y los abogados de la familia. Antes se habían reunido con el ministro de Justicia de la provincia de Córdoba, Julián López, quien le expresó el apoyo para “cualquier cosa que necesiten”. Fue entonces cuando Daniel y Susana creyeron que había llegado el momento de trasladar el cuerpo de su hija hasta Capital, donde viven y, además, habían logrado conseguir que se realice una pericia clave para la causa y que siempre, en estos cinco años, les negaron. Fue la joven investigadora judicial quien soltó la noticia: el cuerpo de Cecilia no está.

Gustavo Melmann, que sigue buscando justicia por su hija Natalia, junto a Daniel Basaldúa y Susana Reyes, los padres de Cecilia.
Según pudo reconstruir la familia después del shock que les produjo la noticia, fue en 2021 –cuando todavía estaban vigentes varias restricciones originadas por la pandemia– cuando el cuerpo fue retirado de la morgue judicial, a pesar de que Daniel y Susana habían presentado un escrito solicitando lo retuvieran allí hasta que se realicen las pruebas por ellos requeridas. La fiscal Kelm no respondió a ese pedido ni notificó a la familia de lo que luego ordenó: retirar el cuerpo de la morgue y enterrarlo.
¿Dónde? La familia está ahora esperando una respuesta formal y sospechando que deberán hacer luego las pruebas necesarias para probar la identidad, pero no dudan al afirmar que con esta medida han desaparecido el cuerpo de su hija durante varios años y definitivamente las pruebas que podía aportar su análisis.
A su lado está Gustavo Melmann, en el padre de Natalia, asesinada en 4 de febrero de 2001 en Miramar, quien desde entonces está esperando que el Poder Judicial realice el análisis de ADN del principal sospechoso de su crimen: un policía local. Por el femicidio de Natalia fueron condenados a prisión perpetua otros tres efectivos policiales. Uno ya goza de prisión domiciliaria. Falta el cuarto, el del rango más alto.
Melmann cuenta que se enteró de la desaparición de Cecilia Basaldúa por su sobrina, quien había ido al secundario con ella. “Fue el primero que nos llamó”, recuerda Daniel. También rememora que no entendió por qué le ofrecía conseguir urgente a un abogado “si yo la estaba buscando viva. Hoy me doy cuenta de mi ingenuidad”.
El silencio entre quienes los rodean es un grito de impotencia.
Daniel y Susana lo sienten y responden: “Nosotros no vamos a parar. Nada nos va a detener. Ningún golpe, por más artero que sea, va a impedir que sigamos exigiendo justicia. Elegimos contar esto hoy, rodeados de la familia y los amigos, porque son ustedes quienes nos dan fuerza. Que estén hoy acá, con nosotros, es lo que nos ayuda a no parar hasta ver a los responsables presos, y esto incluye a la fiscal Kelm, que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.

Los padres y hermanos de Cecilia, junto al mural que la recuerda en el barrio de Belgrano.

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