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10 años sin Luciano Arruga: la marcha que hermana todas las luchas

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Una multitudinaria marcha recorrió las calles de Lomas del Mirador, en La Matanza, a una década de la desaparición forzada del joven de 16 años. Participaron muchas familias de todo el país que también fueron víctimas de la violencia estatal. Qué refleja la importancia de la organización colectiva y la construcción de condena social en el actual contexto de deshumanización política. Nuestra crónica y reportaje fotográfico.

Vanesa Orieta sale de una verdulería, camina diez metros y se mete en una panadería. Sale, camina tres pasos e ingresa en una lotería. Lleva un pilón de folletos en la mano que tienen como portada varias fotos con el rostro de su hermano. Y dos frases:

  • “10 años de impunidad”.
  • “10 años de lucha”.

No le quedan muchos. Mientras a su costado marcha a paso firme una marea de cinco cuadras, se adentra en los últimos negocios. Todos la observan. Todos la escuchan. Todos abren esos folletos y ven la cronología de un crimen de estado.
El mapa de la persecución policial a un pibe de 16 años de un barrio del conurbano bonaerense.
Los signos de la tortura a un joven que se negó a robar para la policía.
El rastro de una desaparición forzada en democracia.

10 años sin Luciano Arruga: la marcha que hermana todas las luchas

Foto: Lina Etchesuri.


Vanesa explica, a cada vecino y vecina de Lomas del Mirador, que hace diez años están pidiendo verdad y justicia. Que a Luciano lo vieron por última vez el 31 de enero de 2009. Que testigos relataron cómo fue subido a un patrullero por efectivos de la Bonaerense. Que el 17 de octubre de 2014, cinco años y ocho meses después, hallaron el cuerpo. Que según la reconstrucción, Luciano “cruzó” a las 3.21 de la madrugada del 31 de enero con ropa que no era de él por un lugar inaccesible de la General Paz “desesperado, como si estuviera escapando de algo”, declararon testigos. Que lo atropellaron, murió en el Hospital Santojanni -donde su familia fue a preguntar si había ingresado un joven y le respondieron que no-, lo derivaron al Cuerpo Médico Forense y fue enterrado como NN en el Cementerio de Chacarita.
El circuito revela cuál fue la trama de encubrimiento de uno de los hechos más resonantes de nuestra democracia. Las prendas nunca aparecieron, y un testigo declaró ante el Juzgado Federal de Morón que vio desde la autopista una camioneta doble cabina de la Bonaerense con las luces bajas. En el medio, una causa por desaparición forzada y un juez de garantías (Gustavo Banco) y dos fiscales (Roxana Castelli y Celia Cejas) con pedido de jury político por pinchar los teléfonos de la familia y desviar la investigación de la Bonaerense.
10 años sin Luciano Arruga: la marcha que hermana todas las luchas

Foto: Lina Etchesuri.


El último dato que consigna la cronología que Vanesa reparte por todos los negocios es el del nuevo juez interviniente en la causa, Martín Alejandro Ramos. “Al igual que los otros, insistirá en la toma de declaración a Familiares y Amigos revictimizándonos una vez más”, especifica. “Los policías no son llamados a declarar, tampoco jueces, fiscales y funionarios de alto rango político, responsables de garantizar la desaparición forzada de Luciano. Así es como todos se amparan en la eterna impunidad”.
Vanesa explica todo esto una y otra vez, como hace diez años.
Y luego, como hace diez años, se reincorpora a la marcha, junto a su mamá, Mónica Alegre.
Las lágrimas y la lucha
Los festivales y aniversarios que durante esta década recordaron la desaparición de Luciano Arruga se han convertido en ceremonias colectivas que, desde el asfalto caliente del enero matancero, construyeron una forma de condena social única respecto al posicionamiento de familiares y amigos hacia la violencia del Estado.
También reflejan la cristalización de una práctica.
Ejemplo: por la calle se cruzan ahora mujeres y hombres con escaleras que apoyan a toda velocidad en los postes de luz. Se suben y cuelgan diversos carteles: “10 años de impunidad”, dice uno. Otro: “Terrorista es el Estado”. Otro: “Lxs pibxs no son peligrosxs. Están en peligro”. Las mismas consignas se despliegan en pasacalles que van interviniendo el barrio entero. Por las puertas y los balcones se asoman vecinos y vecinas. Aplauden y saludan. No es un dato menor en un barrio que, diez años atrás, había exigido la creación de ese destacamento policial para exigir mayor seguridad.
10 años sin Luciano Arruga: la marcha que hermana todas las luchas

Foto: Lina Etchesuri.


En la marcha hay una gran presencia de familiares de otras víctimas de violencia estatal. La transmisión radial colectiva de la manifestación (que reunió esfuerzos de las radios Zona Libre, Radio Sur, Fribuay, En Tránsito, Presente, La Retaguardia, Estación Sur, La Caterva, La Colectiva y la RNMA) habló con varias de ellas:

  • Ayelen, hermana de Julián Antillanca: “A mi hermano lo mataron el 5 de septiembre de 2010 cuatro policías a la salida de un boliche en Trelew, Chubut. Intentaron desaparecer el cuerpo. Lo tiraron frente a la casa de unos pibes que tenían antecedentes para desviar la investigación. En 2015 se condenaron a cadena perpetua a Solís y Abraham, dos de los cuatro que lo mataron. Es importante estar acá, visibilizar y acompañar por el contexto que estamos viviendo, cada vez peor, con relación a los pibes de los barrios y al ajuste brutal que está llevando el gobierno neoliberal. El asesinato de mi hermano fue un homicidio de clase: era negro, pobre, mapuche, y creían que nadie iba a ser nada por él. Lo que quisieron hacer para entorpecer tenía que ver con eso: quién iba a reclamar a este negrito. No pudieron”.
  • Verónica Heredia, abogada de la familia de Santiago Maldonado: “La democracia no ha garantizado que el peor de los crímenes que puede cometer un Estado, la desaparición forzada, no se siga cometiendo. Es terrible la conexión con Santiago porque el 17 de octubre de 2014 se encontró el cuerpo de Luciano y el 17 de octubre de 2017, se encuentra el de Santiago. Y esa es la perversión de lo que puede llegar a hacer el Estado. La máquina de hacer desaparecer comienza con la fuerza de seguridad, con la policía, un gendarme o prefecto, pero solamente se puede obtener una desaparición forzada, una tortura, si hay un poder judicial que avala esos hechos”.
10 años sin Luciano Arruga: la marcha que hermana todas las luchas

Foto: Lina Etchesuri.

  • Inés, mama de Marcos Acuña: “A mi hijo lo mató el prefecto Juan José Silva de un tiro en la espalda en Quilmes el 28 de agosto de 2015. El juicio se va a desarrollar el 2 de septiembre de 2019. Marcos estaba desarmado, tenía solo dos encendedores contra un arma letal que le destrozó todos los órganos. Prometí hacer justicia no solo por él sino por todos los pibes porque trato de salir a la calle a acompañar a todos las mamás y llevar a los más de 4 mil pibes asesinados por el Estado represor. Es más barato una bala y no un centro de rehabilitación para chicos adictos. Si no nos organizamos todos los familiares no logramos condenar a nadie. Los familiares tienen que salir a gritar, a escrachar, a pedir y golpear. Dejar las lágrimas a un costado y salir a luchar”.
  • Cristina Gramajo, mamá de Sergio Filiberto: “Murió en la masacre de Pergamino, donde fallecieron 7 jóvenes en la comisaria 1ra. Hay que visibilizar, denunciar todos estos atropellos. La represión que tiene este Estado es una forma de disciplinar a la sociedad y meter miedo con la figura de la inseguridad, y siempre con los pobres. Estar acá es un sentimiento encontrado porque estás contenta porque nos animamos a luchar y salir, pero lo lamentable es porqué: perdimos un ser amado por la represión. Vemos que después de la dictadura siguen matando. Son otras formas, pero son nuestros jóvenes. Y por eso, el Estado es responsable. Hay miles personas que no pueden satisfacer sus necesidades básicas. Cierran escuelas. La grieta esta ahí. Hay algunos que quieren chicos adentro de la cárcel y otros en la escuela: ellos la cierran”.
10 años sin Luciano Arruga: la marcha que hermana todas las luchas

Foto: Lina Etchesuri.

  • Claudia Veliz, mamá de Diego Pachao de Catamarca: “Lo arresta la policía de la comisaria 7ma porque le pide que no le peguen al amigo. Mi hijo sabiamente pide que no le peguen y ese es el motivo del arresto. Los libros de guardia constan que lo arrestan por averiguación de medio de vida, con el tiempo nos dimos cuenta que la figura no existe y a mi hijo lo sacamos con una muerte cerebral. No lo tenemos a Diego, no hay justicia y la complicidad del gobierno de los tres poderes es en su totalidad. Este sistema de gobierno corrupto tiene que terminarse: ellos dan el poder para que la policía mate”.

El ícono
Pablo Pimentel, referente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Matanza (APDH), uno de los organismos que acompañó a la familia Arruga desde el primer momento, dice que una de las imágenes que se le viene a la cabeza tras 10 años es el recuerdo de Vanesa Orieta diciendo que su hermano estaba desaparecido hacía 45 días. Era marzo de 2009. “Son 10 años de búsqueda de justicia”, dice a lavaca. “Fue la prepotencia de las marchas, los escraches, de recuperar el destacamento lo que puso a Luciano en la agenda judicial y política. Lo que me dejan estos 10 años es que no se puede construir un mundo sin hipocresía ni impunidad. Y cuando hablo de hipocresía me refiero a los dirigentes políticos: tienen que hacerse cargo de lo que no controlaron”.
Pimentel subraya que Luciano fue víctima de un mecanismo perverso que aún sigue operando desde el Estado. “Detrás de Luciano nació un icono en todo el país, que realmente nos tiene que llamar a la reflexión, sobre todo en este contexto de derechización brutal en la región y en el mundo, de deshumanización de la política”.
-¿Qué nos dejan estos 10 años?
-Nos queda la práctica de la construcción social de una lucha paralela a la justicia.

10 años sin Luciano Arruga: la marcha que hermana todas las luchas

Foto: Lina Etchesuri.


La alegría
La marcha está llegando a la Plaza Luciano Arruga, en el barrio 12 de Octubre, donde se crió Luciano con sus hermanos y amigos, y Vanesa toma el micrófono. Habla de la Justicia, los medios y los funcionarios políticos. “Una desaparición forzada no se puede mantener a lo largo del tiempo sin la participación de todos estos actores. Y no es que son cómplices algunos. La justicia no es cómplice, tampoco los funcionarios de turno, son responsables directos de lo que ocurrió con la vida de Luciano”.
Apunta que las medidas represivas del Estado constituyen una política de todos los gobiernos desde la reapertura de la democracia en Argentina. “Tienen una actitud de instalar la figura de un pibe peligroso, y avanzan en esa dirección en el marco de un país en el que se discute la ´inseguridad´, que es muy bien aprovechada por los diferentes gobiernos constitucionales para generar el miedo, la paranoia y después tomar los peligros para plantear más mano dura. Ahí aparecen estos sectores de poder que aprovechando esta situación de mucho terror hacia los pibes generan políticas represivas. Por eso no aceptamos que no se mire hacia atrás, o se tenga una mirada contemplativa a unos gobiernos. Ningún gobierno defendió los derechos de nuestros pibes y ninguno ha solucionado la problemática de violencia estatal. Cada uno de ellos colaboró para que los pibes estén en una situación de completo peligro”.
Monica Alegre, mamá de Luciano, cierra: “Acá tienen lugar todos: los desocupados del Hospital Posadas, las pibas, los pibes, las víctimas de travesticidios. No es sólo la familia de Luciano. Acá nos hermanamos todas las familias, todas las causas, porque todas nos conciernen. Eso me llena de alegría, saber que nos podemos juntar porque lamentablemente estamos peleando contra un estado corrupto y opresor”.
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Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

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Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.

Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.

Por Sergio Ciancaglini

A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org

Sonrisas junto al paraíso

Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
 

Madre de la bombacha roja

Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
 
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
 
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
 
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
 

El día que se distanciaron

Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
  

La hora del secreto

Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
 
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
 
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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