#NiUnaMás
Carla Soggiu: cómo funciona la justicia patriarcal
Hoy la justicia condenó a Sergio Nicolás Fuentes por golpear y violar a su ex esposa Carla Soggiu: seis años de prisión. Carla había hecho la denuncia hacía 1 año y 20 días después fue encontrada muerta en el Riachuelo. La fiscalía se comunicó con la familia para preguntarle si «estaba Carla», cuando ya había muerto; y no avisaron los plazos para que sus padres puedan presentarse como querellantes. Hoy asistieron como oyentes y festejaron parcialmente el fallo condenatorio: “Es algo, un primer paso”, dice a lavaca Rosana, su madre, a la espera de que se hallen culpables, también, por el femicidio de su hija. Lo que generaron las secueles de los golpes, y las sospechas sobre el sistema de botón antipánico de la Ciudad.
Pasaron quince minutos de las nueve de la mañana y Mónica, mamá de Araceli Fulles, está sentada frente a la puerta en un banco de madera en el sexto piso de los Tribunales sobre la calle Talcahuano al 500, donde se conocerá el fallo por la violación de Carla Soggiu, otra mujer asesinada por la violencia machista.
Mónica se despertó a las cuatro de la mañana: hace tiempo que duerme poco y nada. Preparó mate en la cocina y temprano, con miedo a llegar tarde; se tomó el colectivo 78 y después el subte B. Llegar desde San Martín es un esfuerzo: está sin celular porque se lo cortaron, y todavía no pagó la luz. Mónica abraza a Rosana, mamá de Carla Siggiu, que llega rodeada de familiares y amigas. Las dos llevan en el pecho foto y nombre de sus hijas. Son dos de las madres que forman parte del colectivo Familias Sobrevivientes de Femicidios. Uno de los objetivos es el que ahora encarnan: acompañarse.

De la violación al Riachuelo
El 26 de diciembre de 2018, Sergio Nicolás Fuentes, ex marido de Carla Soggiu, la secuestró, ató, violó y golpeó: esa es la reconstrucción que se logró en la causa. Ella tenía hidrocefalia, y los golpes destrozaron la válvula. Hizo la denuncia en la Oficina de Violencia Doméstica: completarla le llevó horas. Le dieron un botón antipánico y una orden de restricción. Así se inició la causa en la que recién hoy, un año después y sin Carla, tuvo fallo.
Veinte días después de la violación, el 20 de enero de 2019, Carla activó tres veces en un lapso de noventa minutos el botón antipánico para avisarle a la Policía que estaba perdida y necesitaba ayuda. La lesión por la golpiza en el cráneo, según sus padres, derivó en una desestabilización y desorientación tiempo-espacio. La ayuda no llegó.
Los padres de Carla aseguran tener el dato de que, justo por esos días, el GPS del botón antipánico no funcionaba: «El 31 de diciembre vencía el contrato de una empresa y el 1 de enero tomaba el servicio otra», cuentan. La tesis es que en el momento en que Carla necesitó ayuda el sistema de protección a víctimas de violencia en la Ciudad de Buenos Aires estaba caído. “Sin dudas la geolocalización no funcionó”, dice el abogado de la familia, Juan Manuel Dragani, a lavaca. Agrega: “El Gobierno de la Ciudad quedó en mandar los contratos, pero nunca lo hizo”.

En el último audio que envió a la Policía quedó registrado el ruido de agua. Su cuerpo fue encontrado tres días después por un trabajador que realizaba tareas de limpieza en el Riachuelo. Según la autopsia Carla murió por “asfixia mecánica por sumersión”.
Habían pasado dos meses desde su muerte cuando sonó el teléfono de la casa de sus padres: la secretaria del Tribunal Oral en lo Criminal Nº 20 de Ciudad de Buenos Aires preguntó por ella. “No sabían que estaba muerta”, le dicen a Alfredo, su papá. Querían notificarla de que iniciaba el juicio contra su ex marido. “Me pidió disculpas y después cortaron, no me llamaron nunca más. Mucho menos para avisarnos de que teníamos la chance de reemplazar a nuestra hija como querellantes”, cuenta a lavaca dos días antes del fallo al que ahora no vino por problemas de salud y porque se quedó cuidando a los ñietos.
Carla tenía dos hijos: 5 y 2 años.
Cuando Alfredo y Rosana quisieron presentarse como querellantes en la causa el plazo para hacerlo había vencido.
La familia está hoy acá solo como oyente.

Crónica de un juicio
Hay menos de dos metros de separación entre la familia de Carla Siggiu y la familia de Sergio Nicolás Fuentes. Esperan en la puerta de la sala donde se conocerá el fallo luego de las dos audiencias que tuvo el juicio. Media hora después del horario fijado, las diez de la mañana, ingresan a la sala nueve personas de cada familia. La Jefa de Despacho dice que no puede ingresar prensa. Adentro, Sergio Nicolás Fuentes dice sus últimas palabras: que está viviendo un calvario, que quiere estar con sus hijos. Todo dura cinco minutos. Se llama a cuarto intermedio, dentro de dos horas, a las doce y media, se conocerá el fallo.
“El veredicto es importante pero más importante van a ser los fundamentos”, dice el abogado de cara al próximo juicio: el de la muerte de Carla. Mientras, las dos familias esperan.
Sergio Nicolás Fuentes ingresa a la sala por otra puerta, más lejana. La Jefa de despacho grita a las periodistas que no se le puede sacar fotos. Amenaza: dice que si le sacan, no van a dejar que entre nadie. Las familias siguen a dos metros de distancia. El momento es tenso. Minutos más tarde llaman solamente a la mamá de Carla y a la madre y padre de Fuentes junto a sus abogados. No puede ingresar nadie más. Un hombre de la policía pide a las familias que se alejen. Las separa: cada familia para distintas direcciones. Tres minutos después, salen de la sala. Lo condenaron a seis años: la pena que había pedido el fiscal. Los fundamentos se conocerán el 3 de febrero.

“Es algo, un primer paso”, dice Rosana.
“A veces la justicia existe”, dice el tío de Carla, único hombre presente.
Las amigas, primas y tías no pueden hablar por las lágrimas atragantadas.
El llanto parece soltarse.
Truena el cielo, y otra vez se larga la lluvia.
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La venda en los ojos: la justicia frente al abuso sexual contra niñas y niños
El 42% de las denuncias de violencia sexual corresponden a menores de 17 años en la ciudad de Buenos Aires. El ministerio de Justicia bonaerense reveló que entre 2017 y 2022, de más de 96.000 causas por abuso sexual, 6 de cada 10 tuvieron como víctimas a menores y se duplicó el número de denuncias: el 80% fueron mujeres, principalmente niñas y adolescentes de entre 12 y 17 años. ¿Cómo recibe el Poder Judicial a las infancias que se atreven a denunciar abusos? Las víctimas convertidas en “culpables” de un delito que padece a nivel mundial entre el 15 y el 20% de la niñez. La campaña conservadora y oficial: desestimar denuncias y motosierra. Lo que no quiere ver la justicia. Cómo encarar estos casos, y la enseñanza de Luna. Por Evangelina Bucari.
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Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

Daniel y Susana denunciaron que desapareció el cuerpo de su hija, Cecilia Basaldúa, que reclamaban para realizar nuevas pericias. La historia de lo ocurrido y el rol de la fiscal de Córdoba Paula Kelm “que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.
Por Claudia Acuña
El 7 de noviembre Cecilia Basaldúa hubiese cumplido 42 años y no hay festejo porque no hay Cecilia: la desaparecieron, violaron y mataron en abril del año 2020, en Capilla del Monte y en pleno aislamiento por la pandemia de Covid. Su familia, como cada año, reunió amistades y familiares de otras víctimas de femicidios territoriales –el padre de Natalia Melman, el hermano de Laura Iglesias– en el mural que la recuerda en su barrio de Belgrano. Fue ese el marco elegido por Daniel y Susana, los padres de Cecilia, para compartir lo que significa buscar justicia para este tipo de crímenes. Con la voz partida por el dolor narró cómo fue la última reunión con la nueva fiscal responsable de la investigación: es la cuarta. La primera – Paula Kelm– desvió las pruebas para atrapar a un perejil, que fue liberado en el juicio oral y así la investigación del femicidio de Cecilia volvió en punto cero; el segundo estaba a meses de jubilarse y pidió varias licencias para acortar su salida; el tercero –Nelson Lingua– no aprobó el examen para ocupar el puesto y, finalmente, desde hace pocos meses, llegó ésta –Sabrina Ardiles– quien los recibió junto a dos investigadores judiciales y los abogados de la familia. Antes se habían reunido con el ministro de Justicia de la provincia de Córdoba, Julián López, quien le expresó el apoyo para “cualquier cosa que necesiten”. Fue entonces cuando Daniel y Susana creyeron que había llegado el momento de trasladar el cuerpo de su hija hasta Capital, donde viven y, además, habían logrado conseguir que se realice una pericia clave para la causa y que siempre, en estos cinco años, les negaron. Fue la joven investigadora judicial quien soltó la noticia: el cuerpo de Cecilia no está.

Gustavo Melmann, que sigue buscando justicia por su hija Natalia, junto a Daniel Basaldúa y Susana Reyes, los padres de Cecilia.
Según pudo reconstruir la familia después del shock que les produjo la noticia, fue en 2021 –cuando todavía estaban vigentes varias restricciones originadas por la pandemia– cuando el cuerpo fue retirado de la morgue judicial, a pesar de que Daniel y Susana habían presentado un escrito solicitando lo retuvieran allí hasta que se realicen las pruebas por ellos requeridas. La fiscal Kelm no respondió a ese pedido ni notificó a la familia de lo que luego ordenó: retirar el cuerpo de la morgue y enterrarlo.
¿Dónde? La familia está ahora esperando una respuesta formal y sospechando que deberán hacer luego las pruebas necesarias para probar la identidad, pero no dudan al afirmar que con esta medida han desaparecido el cuerpo de su hija durante varios años y definitivamente las pruebas que podía aportar su análisis.
A su lado está Gustavo Melmann, en el padre de Natalia, asesinada en 4 de febrero de 2001 en Miramar, quien desde entonces está esperando que el Poder Judicial realice el análisis de ADN del principal sospechoso de su crimen: un policía local. Por el femicidio de Natalia fueron condenados a prisión perpetua otros tres efectivos policiales. Uno ya goza de prisión domiciliaria. Falta el cuarto, el del rango más alto.
Melmann cuenta que se enteró de la desaparición de Cecilia Basaldúa por su sobrina, quien había ido al secundario con ella. “Fue el primero que nos llamó”, recuerda Daniel. También rememora que no entendió por qué le ofrecía conseguir urgente a un abogado “si yo la estaba buscando viva. Hoy me doy cuenta de mi ingenuidad”.
El silencio entre quienes los rodean es un grito de impotencia.
Daniel y Susana lo sienten y responden: “Nosotros no vamos a parar. Nada nos va a detener. Ningún golpe, por más artero que sea, va a impedir que sigamos exigiendo justicia. Elegimos contar esto hoy, rodeados de la familia y los amigos, porque son ustedes quienes nos dan fuerza. Que estén hoy acá, con nosotros, es lo que nos ayuda a no parar hasta ver a los responsables presos, y esto incluye a la fiscal Kelm, que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.

Los padres y hermanos de Cecilia, junto al mural que la recuerda en el barrio de Belgrano.
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Femicidios, cifras y vidas: lo que Bullrich oculta

Por el Observatorio de violencia patriarcal Lucía Pérez
Todas las administraciones del Estado se han adjudicado falsamente la baja de femicidios y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich acaba de rendirle tributo a esta tradición. Pero las cifras del Observatorio Lucía Pérez, construidas a partir de casos judiciales, denuncias y relevamientos provinciales, demuestran una realidad diferente.
Antes de los números, una aclaración: el 2023 fue el primer año en que el Estado nacional publicó estadísticas criminales sin clasificar. Lo hizo con un archivo Excel desordenado que abarcaba una década, sin distinguir delitos ni consolidar provincias. Algunas jurisdicciones directamente no informaron datos en categorías sensibles, como violaciones. Así, la ciudadanía no puede verificar ni auditar los números oficiales.
En ese vacío, las declaraciones de Bullrich remiten a una lógica conocida: la de la inflación. Como con los precios, la diferencia entre los números oficiales y la vida real se amplía cuando se manipula o se oculta información.
Por eso, este Observatorio público y autogestionado carga 12 padrones de manera diaria. Para realizar un seguimiento estructural de la violencia machista, y también para controlar el rol del Estado.
A diferencia de los 178 registrados que mencionó la ministra, el Observatorio Lucía Pérez contabiliza 217 femicidios y travesticidios en lo que va del 2025. Estos son las cifras que pueden verse y verificarse, ya que el OLP es un padrón público:

Otro dato que se oculta es el que representan los femicidios cometidos y sufridos por integrantes de fuerzas de seguridad, que están bajo la responsabilidad de la ministra.
En 2025, el primer femicidio del año fue el de una mujer policía asesinada con su arma reglamentaria (Guadalupe Mena). Y el último, ocurrido apenas el 26, también: Daiana Raquel Da Rosa.
Si bien existen medidas para en estos casos limitar su acceso por parte de los uniformados por “representar un riesgo inminente para la víctima”, como indica la resolución 471/2020 del Ministerio de Seguridad de la Nación, los datos muestran que esto no siempre se cumple. Según el relevamiento de funcionarios denunciados por violencia de género del Observatorio Lucía Pérez, 71 de ellos pertenecen a las fuerzas de seguridad. Es decir que muy probamente porten armas.
Armas reglamentarias, vínculos jerárquicos y falta de sanción disciplinaria conforman una trama donde la violencia institucional se reproduce dentro y fuera de las comisarías. ¿Y Bullrich?
Más preguntas que emergen: ¿cómo se mide el porcentaje de crueldad? Los “narcofemicidios” de Lara, Brenda y Morena muestran una violencia cada vez más planificada y asociada a redes delictivas con complicidad del Estado.
Otra cifra invisibilizada en este crimen social que es un femicidio es la de las infancias huérfanas. En lo que va de 2025, el Observatorio registra 139 infancias huérfanas por femicidios. En todo 2024 fueron 173. Y detrás de cada una hay un Estado que sigue sin garantizar la Ley Brisa, que establece una reparación económica y acompañamiento a hijas e hijos de víctimas de femicidio.
Mientras la violencia machista sigue cobrando vidas, multiplicando huérfanos y exponiendo la precariedad institucional, el Estado tergiversa y oculta.
La pregunta es: ¿por qué?

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