Nota
Cartas entre Suecia y Argentina: realidades y estrategias ante un mismo virus
Suecia es el país que mantiene una estrategia diferente frente a la pandemia de coronavirus. ¿Es mejor o peor que la que tomó Argentina? ¿En base a qué compararlas? Ante una situación que muta cada día y obliga a gobiernos a redefinir políticas sanitarias, la fundadora de lavaca, Claudia Acuña, le escribió una carta a la dramatruga América Vera Zabala, hija de exiliados -padre chilenos, madre peruana, nacida en Rumania y ciudadana sueca desde pequeña-, quien además en los últimos años vivió sus dos licencias por maternidad en Argentina , país que conoció por primera vez en 2001 junto a Naomi Klein y Avi Lewis. Le propuso así mantener una correspondencia periódica para comparar resultados de ambas políticas sanitarias y sus consecuencias. Este es el primer intercambio sobre cómo se vive la pandemia en dos países muy diferentes.
Buenos Aires, Argentina 21 de marzo
Querida América:
Mientras escribo estoy escuchando la voz metálica que emite el parlante del patrullero policial, que le ordena a una pareja “ingresar inmediatamente a su domicilio”. Hace una hora dos policías me interceptaron a mí, cuando iba con el changuito de compras hacia la farmacia. Me preguntaron dónde vivía y anotaron en una planilla mi nombre, dirección y número de documento. En la siguiente esquina, había otros dos policías que recibían a través de un handy los datos de quienes habíamos sido interceptados en la otra cuadra: se los dictaba una voz masculina, en voz alta.
La calle está desierta, pero hay un sol espléndido.
Miro hacia el cielo celeste, despejado, brillante, para tranquilizarme: quizá la salud de ese cielo sea suficiente motivo para padecer los traumas de quienes en este país sobrevivimos a una dictadura.
Quizá.
¿Cómo saberlo?
El tercer día de encierro obligatorio tiene estas companías: angustias, remordimientos, viejos traumas y nuevos miedos.
Estar encerrada no es el problema para quien siempre está acompañada por el ejercicio de la escritura. Lo que es un gran, enorme problema, es encerrarse con este contexto de película de ciencia ficción, que produce una inquietud permanente, que no descansa.
¿Esto es real?
Es decir:¿esto es lo que tenemos que hacer para salvarnos?
¿Cómo saberlo?
El periodismo me dio herramientas para buscar información, pero soy vieja y las que me enseñaron, practiqué y enseñé hoy son tan imposibles de usar, como una grabadora a casette o una Remington.
Como editora, oficio que ejercí durante largos años en diversos medios y que, con recursos o sin ellos, me obligó a chequear la información antes de publicarse, he tenido que enfrentar muchas veces momentos opacos, operaciones de prensa, filtraciones, delaciones, denuncias, off the records y todos esos virus que infectan los medios. Estoy entrenada para eso.
Tres fuentes. Esa es la regla.
¿Cuál serían entonces las tres fuentes de esta información que nos ordena al “aislamiento social”, so pena de morir o infectar a otres?
Una, claramente, es la gubernamental.
La voz del Presidente en cadena nacional y la de los ministros del área responsable de responder a una pandemia ordenaron quedarse en casa. Son ellos entonces los responsables de haber tomado las medidas más drásticas de los países que, según la información que recojo en diferentes medios, han tenido que enfrentar el virus. Más que China, incluso, que solo aisló a las ciudades foco de la infección. Las autoridades argentinas, en cambio, han decidido aislar al país, con sus 44 millones de habitantes.
Hasta ahora las cifras le dan las razones para justificar estas medidas sanitarias extremas: a este día y hora, hay 158 infectados y cuatro muertos.
En Chile, país en el que apareció el mismo día que en Argentina el caso número 1, los infectados son 536. Hoy tuvo su primera muerta, una mujer de 83 años.
Las medidas que tomaron en Chile: desde el 18 de marzo cerró todas las fronteras y se declaró el Estado de Excepción, que le permite al gobierno restringir libertades constitucionales, en un contexto de permanente movilización social de protesta.
Toda América Latina suma 1.600 infectados y 14 fallecidos. Estamos hablando de países con situaciones de gobernabilidad muy distintas y que tomaron diferentes medidas restrictivas, pero ninguna tan extrema con la Argentina.
En todos los casos, son datos, cifras y caracterizaciones que provienen de una misma fuente: la gubernamental.
La segunda fuente proviene de instituciones y profesionales expertos en salud, epidemias y pandemias. Estamos hablando, por ejemplo, de la Organización Mundial de la Salud, la misma que negó hasta hace unos pocos años que el glifosato sea cancerígeno. Y lo hizo por presión de las corporaciones farmacéuticas. No extiendo automáticamente este dato a lo que está informando hoy, pero es un antecedente que en Argentina significó una larga lucha por parte de científicos que sufrieron agravios y discriminaciones por discutir en su momento este posicionamiento de, nada menos, la máxima autoridad sanitaria global. Es decir: Argentina fue pionera en revelar qué representaban los agrotóxicos para la salud de la población y por eso mismo, aprendimos –como periodistas, como editores- cómo la corporación farmacéutica global infecta a la información.
Es por eso mismo que reclamamos que los llamados expertos identifiquen públicamente qué relación mantienen con esas corporaciones, para saber así qué tipo de fuente está hablando: ¿es una voz de las corporaciones o de la salud pública? Imposible distinguirlas hoy.
Más allá de que esta opacidad siembre o no sospechas, estamos hablando en cualquier caso de una segunda categoría de fuentes: las institucionales/profesionales.
¿Cúal sería entonces la tercera fuente?
Vos.
Mi tercera fuente sos vos.
Vivís en Suecia, un país que frente al mismo panorama tomó otras medidas, y conocés muy bien Argentina.
Si establecemos un diálogo cotidiano, para ver a dónde nos conduce cada camino, quizá podamos comprender mejor qué estamos haciendo y hasta, quizá, por qué.
Sé que la situación de la que parte Suecia es muy diferente: un sistema de salud pública capaz de atender una demanda mucho mayor que a la que puede responder nuestra Argentina, tras cuatro años de un gobierno que despreció ese sistema y lo condenó al desfinanciamiento, el deterioro y el vaciamiento.
Este gobierno no tuvo ni tiempo para comenzar a recomponerlo, y ese no es un dato menor: ubica a esta pandemia en uno de los peores momentos del sistema. Pero como ya sabrás, la larga tradición de excelencia y dedicación de los profesionales de salud argentina hacen también una diferencia. Dependemos entonces de ese tesoro: el humano.
Así las cosas, así estamos.
Con bares, cines, teatros, librerías, kioscos, peluquerías y comercios cerrados; calles desiertas, y colas en la calle, un metro de distancia entre una y otra persona, en las puertas de hipermecados y cadenas farmaceúticas. No deja de ser una ironía que la mayor de esas cadenas pertenezca a un funcionario del anterior gobierno.

Estocolmo, Suecia, 22 de marzo de 2020
Querida Claudia:
Recuerdo que cuando estuve en Buenos Aires fui hacerme la manicura en un local de Palermo Hollywood, muy cerca de donde vivía. La chica, muy joven, cuando le dije que era de Suecia me respondió:
-Ah! Ahí hay socialismo.
Noté un tono de sueño en su voz. Suecia nunca fue un país socialista. Pero, ponle que entre los años 50 y 91 sí tenía un sistema diferente, especialmente durante el gobierno de Olof Palme, que le otorgó a este país una voz particular que lo diferenció de los otros países europeos y occidentales. Hubo, sí, en esa larga época, una sociedad de bienestar muy desarrollada.
Marcó el fin de esa etapa ensoñada en el año 1991 porque esa es la única crisis que pasé en este país durante toda mi vida. Es ese tiempo tenía 15 años y era muy chica para ver el macro. Solamente vi el micro: mi madre perdió su trabajo, cosa que generó en nuestra familia muchas cosas malas. 1991 fue el año que el neoliberalismo hizo su entrada en Suecia y el país pasó así de ser una sociedad de pleno empleo a soportar los peores momentos de desempleo, que rondaron entre el 10 y el 12%. En 1991 Suecia dejó de ser el país diferente. Lo interesante es que ahora vuelve a serlo. El coronavirus nos distingue. En este país tenemos algo que se llama Folkhälsomyndigheten, la autoridad de salud pública me dice googletranslate que se llama. Ellos han decidido no hacer como los otros países. No hemos cerrado escuelas ni hemos prohibido la gente salir de sus casas, aunque en estos días un decreto real recomienda tomar medidas de “aislamiento social”. El mensaje es: “Lávate las manos, quédate en casa si tienes síntomas, aunque sean mínimos, y evita las visitas a hospitales y residencias de anciano”. Guarderías, escuelas y universidades permanecen abiertas, los negocios también, y lo único que se ha prohibido por decreto son los actos con más de 500 personas. El epidemiólogo jefe de la Agencia de Salud Pública, Anders Tegnell, la principal voz científica al mando , ha puesto en duda reiteradamente las medidas drásticas que están tomando la mayoría de países europeos, argumentando que no son sostenibles en el tiempo. “Esta situación se alargará meses; no podemos simplemente decir que todo estará cerrado durante varios meses. No funcionará”. Tegnell argumenta que la propagación del virus en Suecia está aún en una etapa temprana y es posible retrasarla si todo el mundo sigue los consejos de protección. “El equilibrio entre política y ciencia en nuestro caso es un poco diferente que en otros países”, ha dicho a la prensa.
En sus mensajes públicos, el primer ministro, Stefan Löfven, apela a la “solidaridad” y a la “responsabilidad individual”.
Hay países como China, hay expertos y gente que juega a ser experta que están muy enojados con Suecia por ser diferente, y eso me pone orgullosa, sin saber nada ni de virus ni de pandemia, pero me hace recordar porqué hay gente que piensa que este país es socialista. No es por nuestros gobiernos, sino por nosotras, las personas responsables que habitamos esta parte del mundo.
¿Si?
Eso es lo que nos están diciendo hoy nuestros gobernantes.
Conocí Argentina en 2001, cuando viajé con Naomi Klein y Avi Lewis, y vi en las calles cómo desafiaban un Estado de Sitio. No debe ser fácil en un país así que desde el Estado se convoque a la “responsabilidad individual” , pero tampoco debe ser nada fácil acatar una orden de aislamiento social en un contexto de desigualdades sociales. Ojo: no lo digo como crítica, sino para que lo pensemos juntas.
Los efectos del coronavirus comenzaron a llegar a mi vida el martes 11 de marzo. Lo recuerdo perfectamente porque a una de mis mejores amigas le han detectado cáncer de mama y tenía ese día su primer chequeo. Quedamos en vernos después e ir juntas al Museo de Arte Moderno para ver la exposición del artista libanés Walid Raad, quien no solamente es un genio, sino un creador fantástico, que narra historias de las guerras que azotaron su país a través de un colectivo de ficción que creó con el nombre Grupo Atlas. Su manera de contar esas historias me hizo recordar mucho a Borges.
Aquel día estábamos casi solas en el museo, pero nuestra crisis era el cáncer y el coronavirus ni estaba en nuestros pensamientos.
Al día siguiente se cancelaron las visitas guiadas.
Al tercero, cerró el museo.
Al día de hoy hay 16 muertos y 1.439 infectados por el virus.
Las cifras nos dicen que son las más bajas de Europa, actual foco de la pandemia.
Hoy creo que mi síntoma de infección de coronavirus es sentirme intelectualmente mutilada.
No estoy encerrada, pero leer el decreto de recomendación de “distancia social” me alerta: ¿cambió algo importante?
No saberlo me da miedo.

Nota
Cecilia Basaldúa: la sangre de un sospechoso
Mario Mainardi (en la foto tomada hoy), uno de los principales sospechosos por el femicidio de Cecilia Basaldúa cometido en Capilla del Monte, Córdoba, hace poco más de 5 años, finalmente fue citado por la fiscalía de Cruz del Eje para realizarle este martes una extracción de sangre. La abogada de la familia Basaldúa, Daniela Pavón, se enteró apenas un día antes de esta citación a Mainardi. El sospechoso (actualmente vive en Santa Fe) había sido encargado de alojar a Cecilia en Capilla, y fue la última persona que la vio con vida, el 5 de abril de 2020. Sobre su presencia hoy en Cruz del Eje, contó la abogada: “Sacó fotos a todo el edificio, selfis con tribunales de fondo y salió custodiado con personal de la policía de Córdoba. Se subió a un móvil y se fue”.
Las irregularidades y desinformación o manipulación en la causa han sido frecuentes en perjuicio de la familia y sus defensores (además de Pavón, el abogado Gerardo Batistón es querellante en nombre de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación). También ha significado un ocultamiento a la prensa. Audiencias para las que los testigos no eran notificados, falsos argumentos policiales para explicar su propia inoperancia, demoras incomprensibles en la causa, todos temas por los que hay iniciada una denuncia de la Dirección Nacional de Protección de Grupos en Situación de Vulnerabilidad de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, en la Dirección de Investigaciones de las Fuerzas de Seguridad. Además se solicitó a la Fiscalía de Cruz del Eje que la policía de Capilla del Monte, ya no sea la que realiza las notificaciones.
Queda pendiente ahora la información que se brinde a la sociedad sobre este trámite, que permitió ver a un sospechoso clave que nunca dio la cara. La causa ha sido siempre un laberinto sacudido en todo caso por numerosas movilizaciones, desde Buenos hasta Córdoba, para exigir la verdad. Aquí publicamos la crónica de lo ocurrido hace menos de un mes, al cumplirse 5 años del hallazgo del cuerpo de Cecilia Basaldúa.
Fotos y crónica de María Eugenia Marengo para cdmnoticias.com.ar
25 de abril. Cruz del Eje. El GPS calcula unos 2 kilómetros. La entrada a la ciudad está envuelta de un aire viscoso. Una avenida se extiende en silencio y después de atravesarla, la llegada a los Tribunales se convierte en un ritual: una reminiscencia de lo que fue, una promesa de lo que debe ser. El pedido por Verdad y Justicia, es una demanda que crece. Cada letra se ubica en el mismo lugar que ocuparon tres años atrás. Las escaleras de la justicia cruzdelejeña son de un cemento gastado. Raspan, duelen.

¿Qué pasó en Capilla del Monte? El papá y la mamá de Cecilia, Daniel Basaldúa y Susana Reyes, están cargados de bolsas, llenas de carteles con el rostro de su hija, multiplicado. Son como una red que se estira a lo largo de esos 868 kilómetros que conectan a Buenos Aires con el noroeste de Córdoba. El camino recurrente que transitan para llegar a la verdad..
Sin previo aviso, adentro del edificio de Tribunales Daniel y Susana se anuncian. Quieren ver al todavía fiscal Nelson Lingua, quien aún está a cargo de la investigación de la causa, antes de que asuma como nueva fiscal, Sabrina Ardiles. Afuera todavía se respira la niebla. La espera alerta a los policías. Quieren saber si van a venir más personas.
– Lo hacemos para cuidarlos –dice la mujer de uniforme.
Piden datos, intentan tomar nota de lo que es una rutina inventada.
–La policía a nosotros no nos cuida –reacciona Susana y en un intercambio sin sentido, se alejan.
Silvia Rivero es la prosecretaria de la fiscalía, se acerca afuera y los llama. El fiscal se hizo un lugar en la agenda del día viernes. Adentro, el reflejo del piso de tribunales es como un espejo que se extiende, entre mocasines, tacos, alpargatas y zapatillas.
La preocupación de la familia es evidente. El recibimiento del fiscal es cordial. Se explica ante los recientes cambios que pronostican para el mes de mayo a Sabrina Ardiles, como la persona que estará sentada en el mismo sillón inmenso de cuerina, desde donde ahora, les habla Lingua. La dra. Rivero, también explica, y confirma que nunca se dejó de investigar. La necesidad de la confianza es una tregua durante esa hora de reunión, los tecnicismos se suspenden y las palabras se abren en una cronología de datos, guardados en la memoria indeleble de Daniel Basaldúa.

La medida del tiempo de la causa, son las fojas de expedientes que se acumulan. La inspección judicial realizada en el mes de agosto del año 2024, por los posibles lugares donde Cecilia pudo haber estado en Capilla del Monte antes de su muerte, dejó en evidencia la dudosa hipótesis de la anterior fiscal de Instrucción de Cosquín, Paula Kelm, quien había asegurado que Cecilia había llegado por sus propios medios al lugar donde apareció sin vida. Mientras que en el transcurso de estos años, cada vez son más los policías que estuvieron en la búsqueda e investigación, presos por violencia de género:
Adrián Lúquez, ex sub comisario, detenido por amenazas con armas de fuego a su pareja. Hoy en libertad, se fue a vivir a San Luis. Ariel Zárate, ex sub comisario de la Brigada de Investigaciones de la Departamental Punilla Norte –preso por violencia de género. Diego Concha, ex director de Defensa Civil, encargado de la búsqueda –condenado a prisión perpetua por el crimen de Luana Ludueña y por la causa de violencia de género hacia su ex mujer, y Diego Bracamonte, ex comisario departamental, a cargo del operativo de la búsqueda –preso por violencia de género.
El tiempo de la justicia es una curva enredada, en apariencia, inofensiva. El tiempo de la justicia es el de las burocracias que definen su forma de proceder. El tiempo, es de una lentitud que lastima. Las letras se vuelven a guardar.
Son las cuatro de la tarde y el sol avanza en la siesta de Capilla del Monte. En la plaza San Martín, alrededor del Jardín de la Memoria, se arman los gacebos, se pone un aguayo, se llena de flores. Rojas, amarillas, lilas, celestes, el monte aún está florecido. Contrayerba, lavanda, romero, palo amarillo, incayuyo, ruda, los sahúmos se arman. Una compañera comienza a preparar el fuego.
Más lejos, sobre la calle Pueyrredón, en la puerta de la Secretaría de Turismo, la concentración crece. Llegan de todas las direcciones. Con tambores y repiques, con banderas y ofrendas. Una combi estaciona, descienden vecinos y vecinas que subieron en Córdoba y en distintas partes del Valle de Punilla.

La batucada suena, es un comienzo en cuenta regresiva. La marcha avanza a contramano. Hay una indignación que toma el ritmo de los tambores, trepa en el repique y todo se hace canción. La calle techada de Capilla del Monte es un anfiteatro de barricadas. Los sonidos viajan a través de la mejor acústica para el reclamo: ¡Vecino, vecina, no sea indiferente nos matan a Cecilia en la cara de la gente. Cecilia presente!

“Este es un día especial y este lugar es especial porque tiene mucho que ver con lo que le pasó a Cecilia”, comienza Daniel en la puerta de la comisaría de Capilla del Monte, “hay muchos policías involucrados en el caso. Ya lo hemos denunciado muchas veces, pero parece que no alcanza”, dice mirando a los uniformados que permanecen parados como granaderos.

Daniel les recuerda que durante el año pasado, la policía de Capilla debió haber realizado notificaciones a tres personas para declarar en los Tribunales de Cruz del Eje, pero no lo hicieron. Las testimoniales pudieron efectivizarse, porque intervinieron los abogados de la querella, Daniela Pavón y Gerardo Battistón. En ese mismo reclamo, la abogada Pavón se acerca y también hace pública la falta de atención institucional que hay para las víctimas de violencia de género en la localidad.

La familia de Ezequiel Castro, asesinado por la policía de Córdoba, se adelante y los abraza. Alguien grita que ahí mismo, en la comisaría, apareció ahorcado Jorgito Reyna, hace 12 años, atado con la manga de su campera a la reja de una ventana, pocos centímetros más alta que él. Que su causa, también sigue impune y que los golpes que tenía no fueron suficientes para demostrar que lo habían torturado. Que a pesar de no bajar los brazos, las familias sienten que el duelo es un proceso tan profundo, como inacabado.

Susana y Daniel permanecen frente a una multitud, observan hacia adelante y hacia atrás. Saben que la comisaría es señalar lo que siempre llega al mismo lugar: complicidad. “A las chicas les pedimos que no tengan miedo, que denuncien -acentúa Susana- que no se dejen asustar con los policías ni con nadie, nadie tiene derecho a venir a violentarnos”.
El espacio público es un canal clave para recordar que los asesinos de Cecilia están libres, “y que muchos andan dando vueltas por acá”, dice Daniel y remarca que no dejarán de venir a Capilla del Monte, hasta que los responsables del femicidio de su hija, estén presos.
La llegada a la plaza San Martín es un círculo de candombe que la nombra. Hace cinco años que se insiste en las mismas palabras, como un tajo que se abre en el cemento, una cicatriz que se agranda en medio de la incertidumbre: ¿Qué pasó con Cecilia?
Tal es el encubrimiento que las responsabilidades se hacen obvias.
La ronda se acerca al altar. Es un asedio a la justicia que falta. Desde el micrófono se invita a dejar una ofrenda en memoria de Cecilia, a conjurar entre todas y todos ese momento, esa memoria. En el centro de una plaza que se anochece, resuena una voz grabada -desde algún punto del Abya Yala- Lolita Chávez, lideresa maya de los pueblos K’iche de Guatemala, habla entre los yuyos que comienzan a perfumar lo que no se puede detener. Cada rama seca que se enciende se hace una intención, un pájaro que se dispara, restos del día que se van:
“Hoy 25 de abril levantamos nuestra fuerza sagrada, y nuestro poder popular feminista. Reconociendo la memoria, la historia, el vientre en la sangre, de Cecilia Basaldúa. Ese femicidio no debe quedar en la impunidad (…). Con la fuerza de nuestras ancestras, con los fuegos sagrados que encendemos, levantamos nuestra expresión de indignación y lo comunicamos a los cuatro puntos cardinales. Para que nunca más haya este tipo de violencias contra nuestras vidas”.
Las copleras y la poesía toman el escenario. Las y los músicos hacen de Cecilia esa canción y en el centro del caldero caliente, el humo abre el cielo: hay una memoria que se desprende y una vida que cambió de idioma.

En medio del algarrobo que sostiene los carteles de Memoria, Verdad y Justicia, una placa de cerámica con el rostro de Cecilia, también observa. El día queda atrás y en el fondo de la noche, las palabras todavía están en suspenso, son un silencio que pronto dirá.
Nota
Campaña: Encontremos a las/los nietos de Oesterheld
Nota
Cien

Desde que se inició este año desde el Observatorio de Violencia Patriarcal Lucía Pérez registramos 100 femicidios, casi 1 por día.
La víctimas fueron desde mujeres de 83 años, como Ana Angélica Gareri, en Córdoba, a una adolescente como Pamela Romero, de 16, en Chaco; y una bebé de 3 años en González Catán.
En este 2025 ya registramos 85 tentativas de femicidio.
En el 2025 registramos en todo el país 77 marchas y movilizaciones que se organizaron para exigir justicia por crímenes femicidas.

En nuestro padrón de funcionarios denunciados por violencia de género, podés encontrar el registro clasificado por institución estatal y provincia. Hasta la fecha, tenemos contabilizados 161 funcionarios del Poder Ejecutivo, 120 del Poder Judicial, 72 del Poder Legislativo, 71 de las fuerzas de seguridad y 71 de la Iglesia Católica.

En el padrón que compila datos oficiales sobre denuncias de violencia de género, podés encontrar datos sobre cantidad de denuncias por localidad y la frecuencia con que la recibimos. Un ejemplo: este mes la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de la Nación informó que durante el primer trimestre de este año recibió un promedio de 11 denuncias por día de violencia contra las infancias.

Otro: el Ministerio Público Fiscal de Salta informó que no alcanzan al 1% las denuncias por violencia de género que son falsas.
En nuestro padrón de desaparecidas ya registramos 49 denuncias.

Lo que revela toda esta información sistematizada y actualizada es el resultado que hoy se hace notorio con una cifra: 100.
Más información en www.observatorioluciaperez.org
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