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Norita Cortiñas en cuarentena, entre el cumple 90 y el 24 de marzo: el agua, la pandemia y el control social

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Norita Cortiñas en cuarentena, entre el cumple 90 y el 24 de marzo: el agua, la pandemia y el control social
Foto: Lina Etchesuri.

La Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora cumplió 90 años y le tocó festejarlo en su casa de Castelar, al oeste del conurbano bonaerense. Su idea era celebrar en Plaza de Mayo, pero por la cuarentena estiró su plan para algún día de otoño: «Ahí será mi cumpleaños: todos juntos o todes juntes, con mate y facturas». Cuenta que escucha radio y ve televisión sólo una hora por noche porque no quiere saturarse de la «propaganda malsana» que asusta a la gente. Su preocupación por cómo pasan la pandemia los barrios más humildes, la falta de acceso al agua y las sensaciones de un 24 de Marzo sin movilización: “Los menores de 60 tal vez puedan hacer algo, poner una pancarta, un pañuelo en la ventana. Pero las nonagenarias nos quedaremos en casa”.

“No me da mala sangre ni bronca no poder estar con mi familia y mis amigos, porque pienso que tan grave es lo que pasa, tantos infectados y muertos hay, que no hay que ser egoísta. Tenemos que conformarnos con lo bueno que tenemos que hacer para cuidarnos y cuidar a todos. Ya nos vamos a poder encontrar, ¿no te parece?”

Es 22 de marzo, lo que indica que Nora Morales de Cortiñas cumple 90 años: “No-ven-ta. qué me decís? Soy una nonagenaria” cuenta, pero le divierte la idea de haberse convertido en una “noragenaria”. 

Hace casi 43 años, 15 de abril de 1977, desapareció su hijo Gustavo en pleno régimen militar. El ama de casa que daba clases de costura se transformó en una Madre de Plaza de Mayo, en una referente global de la lucha por los derechos humanos, y en una de las mujeres más movedizas y movilizadas que se pueda imaginar, a la que le toca celebrar su cumpleaños en cuarentena en su casa de Castelar, por la pandemia de coronavirus.

“Lo que está pasando es muy grave, y ojalá que todos lo entiendan de una vez por todas”. Nora, la cuarentena y el tiempo: “En estos días no me alcanza el tiempo para nada. Un poco boludeo, te confieso, otro poco hablo por teléfono”. Otra confesión: “¡Y no limpio nada de nada!: pecado original”.

Rutina mediática: “Voy y vengo, escucho Radio Nacional todo el día, y no veo televisión salvo una hora por noche y nada más. No quiero saturarme de esa propaganda malsana que están haciendo”.

Norita Cortiñas en cuarentena, entre el cumple 90 y el 24 de marzo: el agua, la pandemia y el control social

Agua, obediencia y control

Nora habla de propaganda malsana. ¿Por ejemplo?  “Asustan a la gente, saturan, dicen lo mismo todo el tiempo. Habría que decir cada mañana cuántos muertos y cuántos infectados hay, insistir en cuidarse y listo. Pero también hay que decir que le den agua a las poblaciones indígenas, a los barrios más pobres, para que todo el mundo pueda lavarse las manos con agua y jabón. Y no que la gente esté escuchando que hay que abrir la canilla y lavarse cantando el feliz cumpleaños, cuando ni canilla tiene. Entonces hay mucho que pensar y mucho para ver cómo hacemos para que esto se solucione”.

Su idea: “En vez de dejarle a las mineras que desparramen millones de litros de agua, que se la den a las poblaciones”. Nora está de acuerdo con las medidas quee se han tomado. “Pero estamos hablando de agua. No de alcohol. No tenemos por qué tener todos alcohol porque el agua y el jabón son más eficaces, pero mucha gente del pueblo no tiene eso”.

“Así que te digo: no miro tele porque es todo lo mismo, repiten, repiten, perdés tiempo, te llenás de esas noticias. La clave es que nos cuidemos entre todos, no salir, y obedecer eso que es una especie de ley moral. ¡No, obedecer no! Prefiero decir acatar”. ¿La diferencia?  “No me gusta eso de la obediencia. Yo digo acatar. La palabra obedecer a la gente le jode porque ya obedecimos muchas veces de otra manera. Y ahora están los 90.000 uniformados en la calle nuevamente. Entonces hay que acatar, no responder con groserías, entender que esto es lo que hay que hacer, y chau”.

Otros conceptos que Nora pone en debate: “Más que de aislamiento y distancia hay que hablar de cuidado. Pero a medida que esta gente que vuelve de viajes a Europa y Estados Unidos hace esas locuras, nos están llevando al estado de sitio que es lo que nadie quiere. Ya hay un control social instalado, global, eso la derecha lo agarró con gusto: todo el mundo controlado. Eso ya está instalado, y creo que en el futuro va a costar desentrañar esta tela de araña en la que estamos metidos”.

Esperando el 24 de marzo

Nora cuenta que este domingo cumpleañero va a hacer algo a la antigua: “Me voy a cocinar un pollito con arroz a la valenciana y voy a leer. Me propuse leer dos horas por día. Raquel Robles (escritora, hija de desaparecidos) me regaló su libro así que trataré de ir leyéndolo. Hay que calmar la ansiedad. Ojalá las cosas vayan mejorando, que se aplane la curva de casos, y que todos nos podamos encontrar pronto en la calle”.

No podrá ser el 24 de marzo, como siempre: “Los menores de 60 tal vez puedan hacer algo, poner una pancarta, un pañuelo en la ventana. Pero las nonagenarias nos quedaremos en casa” dice riéndose.

Se quedó Nora pensando algo sobre el coronavirus: “También se tiene que acabar eso de los que andan de acá para allá llevando el virus y ofendiendo al pueblo. No son festejos ni vacaciones”.

Dice que no necesita nada especial en estos días. “Me pude abastecer, tengo heladera, tengo canilla con agua y hasta un jardín para salir a respirar. Y el cariño permanente que recibo. ¿Qué más quiero? Hay gente que está sola. O que no puede salir para ganarse el mango, su sustento. Hasta los que salen a pedir a la calle, a los trenes, a busca una changa: esa es la gente que está peor. Es mucha maldad de un mundo muy rico, un mundo de poder, y ya no sabés si estas cosas pueden tener que ver con conflictos entre potencias, ataques biológicos y todo lo que nos tira este sistema por la cabeza”.

La Noragenaria Madre de Castelar dice que se siente rica: “El afecto me hace sentir así. El cariño. Yo siempre ando de aquí para allá pero estoy aprendiendo a moderarme por lo menos por unos días”.

Había pensado festejar su cumpleaños este domingo en la Plaza de Mayo: “Ahora cambié el plan. La idea es que algún domingo de otoño nos vamos a poder encontrar y ahí será mi cumpleaños: todos juntos o todes juntes, con mate y facturas”.

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Todos los jueves de agosto, presencial o virtual. Más info e inscripción en [email protected]

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Aprendé a crear y producir tu podcast desde cero, con herramientas concretas para llevar adelante tu proyecto de manera independiente.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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