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Encubrir es delito: reportaje al fiscal Delgado

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El fiscal federal Federico Delgado dio curso a una denuncia contra las máximas autoridades del Gobierno argentino por encubrimiento en la desaparición forzada de Santiago Maldonado. El juez Canicoba Corral se declaró incompetente y ahora debe decidir la Cámara de Apelaciones. «Se armó revuelo por el pedido de que se investigara, pero es nuestro trabajo: nos pagan un alto salario para hacerlo». En diálogo con lavaca advierte: «Hay una apropiación del caso por múltiples facciones: políticas, mediáticas, mediáticas/empresariales. Y allí, en algún punto, lo que menos importa es la verdad. Lo que está pasando revela nuestra pobreza institucional». Describe la diferencia entre una operación de prensa y plantar en los medios una prueba falsa y cuestiona que el secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, calificara como “cínica” la apertura de la causa por encubrimiento: “Es preocupante que la palabra del Estado hacia el Estado sea la violencia”.
 

Encubrir es delito: reportaje al fiscal Delgado

El fiscal federal Federico Delgado


La Liga Argentina por los Derechos del Hombre y el Instituto Arturo E. Sampay presentaron el 26 de agosto una denuncia penal para que la Justicia federal investigue si funcionarios del Gobierno encubrieron la desaparición forzada de Santiago Maldonado. Los organismos subrayaron que “las autoridades nacionales, en lugar de aportar al esclarecimiento y aparición con vida de Santiago Maldonado, han intentado deslindarse de toda responsabilidad, generando una campaña de desinformación, en descalificable alianza con los medios masivos de comunicación social”. La denuncia recayó en el Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional N° 6 a cargo de Rodolfo Canicoba Corral, quien la derivó al fiscal federal Federico Delgado. “La denuncia está estructurada en dos variables”, dice Delgado en diálogo con lavaca. “La primera es el paso del tiempo de la desaparición y la otra, que las cosas que se hicieron desde el Estado ocurrieron con el fin de tapar la verdad”.
El fiscal dio curso a la denuncia que apunta a los principales funcionarios del Gobierno:

  • El Presidente Mauricio Macri.
  • El jefe de Gabinete, Marcos Peña.
  • La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.
  • El jefe de Gabinete del Ministerio, Pablo Noceti.
  • El ministro de Justicia y Derechos Humanos, Germán Garavano.
  • El secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural, Claudio Avruj.
  • El director de Gendarmería Nacional, Gerardo Otero.

Canicoba Corral se declaró “incompetente” para intervenir en la denuncia ya que -explicó- «la conducta exigida a las personas denunciadas se refiere a un hecho sucedido en jurisdicción del juez federal de Esquel”.
El fiscal federal Delgado apeló: “Lo único claro es que Santiago desapareció, que podrían haber agencias de seguridad involucradas y que se reaccionó de alguna manera o de otra frente a esos hechos. Este expediente radicado en la justicia federal criminal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se justifica porque es preciso someter a investigación esa reacción, porque los denunciantes sospechan que podría involucrar acciones u omisiones delictivas”.
La decisión ahora quedó en manos de la Cámara de Apelaciones. El fiscal dice a lavaca que el dictamen recién podría conocerse a mediados de octubre. “Me sorprendió, pensé que iba a ser más rápido por la trascendencia del caso. El tema del manejo de los tiempos en la Justicia es una patología en Argentina. Se armó revuelo por el pedido de que se investigara, pero es nuestro trabajo: nos pagan un alto salario para hacerlo”.
¿No hay ya formado un sentido común respecto a un posible rechazo?
-Pero está mal. Primero hay que hacer un trabajo. Es como que un editor mande a diez pibes a la calle a que busquen temas y, sin leer el texto, diga que no sirve. Tenés que leerlo. Es lo que pasó: Canicoba Corral se llama “incompetente”. Siempre las posiciones que tienen que ver con lo jurídico -como todo lo social- tienen muchas miradas. La mirada del juez es que, si hubo encubrimiento, se cometió en Esquel. Nosotros apelamos porque hace muchos años la Corte Suprema dijo a los jueces que antes de decidir sobre la competencia, hay que chequear la denuncia. Es básico.
-¿Influye que sea una denuncia contra funcionarios de primera línea?
-Nos pagan para chequear hechos: no importa si dice Pérez, Kirchner o Macri. Aquí un organismo de derechos humanos dice que el Estado encubrió. Y hay que investigar eso.
-¿Cuál es el alcance de la denuncia?
-Está atado a la investigación. Puede terminar en un funcionario de quinta categoría o en uno de primera.
-¿Y en este momento a quién alcanza?
-Hay que chequear. La denuncia nombra a muchos. Lo que sí nosotros señalamos en nuestro dictamen es que sería bueno que el juez federal Guido Otranto se aparte (en estas horas debe resolverlo la Cámara Federal de Apelaciones de Comodoro Rivadavia). No es porque sea un buen o mal juez: de alguna manera su subjetividad está contaminada porque era quien tenía la señoría en el corte de ruta. Es el que articuló el dispositivo de seguridad. Está en el límite de estar involucrado, al menos subjetivamente. Nos parecía mucho más prolijo que diga que como él participó en el operativo en el que fue visto por última vez Santiago Maldonado, se corra y venga otro magistrado.
-Es lo que denunció la familia Maldonado.
-Y está bien. Es de manual y en todas las causas pasa. En realidad, los jueces mismos dicen: “Acá no me voy a meter porque, de algún modo, estoy mencionado, rozado o tangencialmente involucrado: mejor que lo haga otro”. Es de práctica.
-Uno de los ejes de la denuncia que usted dio curso es la posible existencia de un “pacto de silencio”. ¿Qué piensa usted?
-Me parece que en Argentina hay un proceso de degradación constitucional que cada día se profundiza un poco más. Hay algunos delitos que conmueven la opinión pública. Con una hipótesis de desaparición forzada en este país, ¿uno qué piensa? Que por la memoria histórica, el Estado en su conjunto se tiene que involucrar para ver qué pasó. Sin embargo, en vez de que los actores se involucren para esclarecerlo, aún en una estrategia altruista, hay una apropiación del caso por múltiples facciones: políticas, mediáticas, mediáticas/empresariales. Allí empiezan a apropiarse del caso y a recortarlo según sus intereses específicos que, en vez de constituir un mecanismo de mediación para resolver el caso, funciona como una piedra que se tiran unos a otros. Y allí, en algún punto, lo que menos importa es la verdad. Lo que está pasando es eso: revela nuestra pobreza institucional. Se están perdiendo las instancias de mediación.
¿Cómo impacta esa trama en una investigación por desaparición forzada?
-Revela la impericia de nuestras fuerzas de seguridad y nuestro sistema judicial para buscar. Hace unos meses nosotros buscamos a Nadia Rojas, una chica cuya hipótesis era que había sido secuestrada por una red de trata. Es muy difícil buscar, porque si bien a veces los policías trabajan con buena voluntad, hace falta mucha preparación. En el caso de Rojas era una chica vulnerable, con una mala relación con la madre, y si bien cada vez más se alejaba de la hipótesis inicial, buscarla era imposible. Hay problemas muy graves de preparación técnica en la policía, en la Justicia y en nosotros también. Y en los casos como Santiago Maldonado se ven todos esos matices mezclados con la apropiación política y la pobreza institucional: esa ensalada es una radiografía de lo que es gran parte la Argentina.
-¿Cómo impacta esa impericia cuando el sujeto a investigar es el propio Estado?
-Es tremendo. Todos los hechos de desaparición no se pueden hacer sin una tolerancia estatal: puede ser por acción, por omisión, por torpeza o por una mezcla de las tres.
-¿Qué pudieron ver de la causa?
-No vimos nada. El tiempo conspira. Lo que está bueno es ir avanzado en paralelo. Hay miles de puntas para trabajar: los videos, el policía que dice que había rastros de balas 9mm y nadie las levantó, la interpelación al ministro de Gobierno de Chubut, Pablo Durán. Nos preparamos para empezar a trabajar, pero queda ahora en una especie de congelamiento. Sólo teníamos que comparar si lo que se hizo estuvo bien y, además, si hubo cosas que había que hacerse y no se hicieron. Desde el punto de vista técnico, el desafío no es tan complicado: es inspeccionar lo que hizo otro.
-¿El Gobierno, en este caso?
-La investigación incluye al Poder Judicial y al Poder Ejecutivo. En Argentina, a diferencias de otros países, el Ejecutivo conserva las policías, mientras lo judicial sólo aplica la ley. Esto tiene un gran problema, que no se narra, pero tiene mucha incidencia en la impotencia de la Justicia: para cumplir sus decisiones siempre necesita del Poder Ejecutivo. Si la policía no actúa, ¿qué hace el juez? Por eso las investigaciones son complicadas: por el propio diseño que tiene Argentina hay que investigar lo que hace el sistema judicial y el Poder Ejecutivo. Pensemos a la policía en abstracto: son parte del Ejecutivo, pero en las investigaciones trabajan subordinadas al juez. Son dos lealtades: ¿pueden desdoblarse? En muchos países hay policías judiciales. Se necesita un poder especializado que dependa del Poder Judicial.
-En el caso de la desaparición forzada de Maldonado, eso se ve en las propias “actuaciones administrativas” que presentó el Ministerio de Seguridad a la Justicia. Si bien fueron cuestionadas duramente por la Procuraduría de Investigaciones Administrativas del Ministerio Público Fiscal, se pretendió orientar la investigación con pruebas sin ningún peso probatorio.
-Es la lógica del zorro en el gallinero. En Argentina el problema es el divorcio que hay entre la ley y su aplicación. En cualquier espacio institucional, cuando hay un problema y hay que hacer una auditoría, existen mecanismos de contrapeso porque es difícil que te investigues a vos mismo. Es imposible que personas de a pie no tengan estrategias egoístas: siempre hay relaciones intra agencia para que se garantice una autonomía relativa de la investigación. Más allá de que aquí seguimos hablando de una persona que está desaparecida, si te alejás un poco para pensar en abstracto cómo está diseñado el sistema, percibís que hay un montón de cosas que tienen explicación por la propia deformación del sistema, que están sedimentadas en el tiempo y en la historia.
¿Qué impacto tienen las operaciones de prensa en una trama de encubrimiento?
-Lo que pasa es que al juez no le puede influenciar eso: es parte del ruido de la libertad. Tiene que ver más con una cuestión cultural que con la judicial penal.
 -¿Y si hay un Ministerio que promueve hipótesis falsas?
-Pero eso no sería operación de prensa: si el juez prueba que alguien monta una prueba falsa, es un delito. Hay que hacer una distinción. Lo que se dice en los medios es ingobernable y es una cuestión de ética colectiva. Ahora: es distinto plantar pruebas. Eso es delito. El encubrimiento es una figura básica: tapar. Básicamente, en el caso de una desaparición, es que vos tenés información de un delito, sabés que algo irregular se hizo y tenés la obligación de proceder de acuerdo a ello, pero elegís otro camino.
-¿Por eso es improcedente el rechazo de Canicoba Corral? ¿Porque el encubrimiento no sólo impacta en Esquel, sino a altas figuras del Estado argentino?
-Es una especulación: ¿cómo sabés si hay un encubrimiento o no? Lo que hizo es como recetarle al paciente una ecografía sin saber si tiene fiebre o dolor de estómago. Es una locura. Es una discusión que no tiene que ver con la realidad.
Usted recibió algunas críticas por aceptar la denuncia. Por ejemplo, el secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación, Claudio Avruj, dijo que era “cínico” acusarlos de encubrimiento.
-Es una locura. Eso es violencia política: me preocupa mucho. Es el Poder Ejecutivo: ¡es el Estado el que está hablando a través de su área de Derechos Humanos! En términos teóricos, lo que se está jugando aquí es la cuestión de frenos y contrapesos: es una institución que le pide al Poder Judicial inspeccionar un comportamiento del Poder Ejecutivo a partir de una denuncia. Entonces, que el Ejecutivo responda que es “cínico” es preocupante. No quiero ser agorero, pero en los ´60 empezó igual. Tienen que ser prudentes. Al hermano de Santiago Maldonado yo no le puedo pedir prudencia, tampoco a los padres: tienen el dolor en el cuerpo, el dolor humano de un familiar de un desaparecido que quiere saber qué pasó. Pero que la palabra del Estado hacia el Estado sea la violencia, es preocupante: no están dadas las instancias de mediación.
-¿Se puede desvincular eso del marco de una investigación por desaparición forzada?
-Claro que no.
 
 
 

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Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

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Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.

Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.

Por Sergio Ciancaglini

A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org

Sonrisas junto al paraíso

Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
 

Madre de la bombacha roja

Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
 
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
 
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
 
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
 

El día que se distanciaron

Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
  

La hora del secreto

Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
 
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
 
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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