Nota
Esquel: Olor a mina
“Se vuelve a oler por todos lados”. Marta Sahores no habla de olores ni comidas de la abuela, ni de cenizas flotantes, sino de otros volcanes. Lo que se huele desde mayo de este 2011, en boca de políticos, en las radios y ámbitos pro mineros, se refleja en una frase: “Hay que discutir el tema de la minería”.
“Discutir” quiere decir algo así como: “Hacer algo para reflotar el proyecto minero en la región”. Así de general es la cosa para un pueblo que está por cumplir 9 años de movilización (la primera marcha contra la minera fue el 30 de noviembre de 2002) y en marzo de 2003 plebiscitó su rechazo al proyecto El Desquite, entonces en manos de la minera Meridian Gold. Votó en contra un 81%.
A moverse
Pero ante esa intención los vecinos de la Asamblea de Esquel empezaron entonces a reunirse nuevamente, sabiendo que la peor actitud es la de quedarse sentados esperando a que les vuelen las montañas para sacar oro con cianuro. En Chubut, además, se había logrado aprobar una ley provincial que prohíbe la actividad minera en la zona pero que, según el olfato de Marta Sahores, “ahora quieren derogar”.
Desde el gobernador de Chubut, Mario Das Neves (en sus estertores tras el 4º puesto de la fórmula que integró para gobernar el país junto a Eduardo Duhalde), y el intendente esquelino, Rafael Williams, avanzan sobre el imaginario de los vecinos intentando escindir aquél proyecto rotundamente rechazado pese a los supuestos “progresos” que trae la minería.
¿Qué parte del No es la que no entienden?
Dice Marta, profesora de química y una de las asambleístas fundadoras del movimiento de Esquel: “Los políticos están repitiendo que hay que discutir el tema, hablarlo y debatirlo, pero acá ya se decidió. Hasta viajaron intendentes a San Juan para conocer las minas y volvieron diciendo que eran una maravilla, que no había contaminación, que había que hacerlo acá. El intendente Williams dijo que hay que hablarlo cuando antes decía que iba a respetar la decisión popular”. Una de las consignas de Esquel fue: “¿Qué parte del no es la que no entienden?”, aunque siguen sin recibir respuesta.
Adivinanza
En abril de este año supieron que la Fundación Empresaria Patagonia organizaba unas “Jornadas de Reflexión Productiva”. Uno de los paneles estaba dedicado a la minería. En paralelo, cuenta Marta, “había una consultora que se llama Medios & Medio (que trabaja para el Grupo de Empresas Mineras Exploradoras de la República Argentina, GEMERA), y cuando nos fijamos los nombres resulta que eran amiguísimos de José Gioja, el gobernador de San Juan, pro- minero total. Esta consultora estaba haciendo encuestas y difundiendo toda una movida a favor de la minería”.
En pocos días los vecinos convocaron una asamblea que reunió 500 personas (“y eso que hace rato no pasaba nada y estábamos dispersos”). Imprimieron un afiche con una adivinanza: “Una consultora minera de San Juan está en Esquel contactando a los medios de prensa ¡Adiviná para qué!” Y más abajo, dos palabras: “No pasarán”.
Negativa hotelera Tehuelche
Los vecinos decidieron en asamblea marchar al Hotel Tehuelche, en el que se iban a desarrollar las conferencias. “Tuvieron que levantar todo”, cuenta Marta, “Hasta la Sociedad Rural que había auspiciado el evento se retiró diciendo “no nos avisaron que habían puesto a la minería”. El propio dueño del hotel, se supo, sugirió desorganizar lo organizado, para evitar malquistarse con su propia comunidad.
Marta plantea que algunas modificaciones para las empresas mineras no son un cambio de rumbo en la esencia del tema. “Después de tantas denuncias, de pueblos levantados contra este tipo de proyectos, hacen modificaciones como para evitar críticas”. El tema de los giros al exterior y la liquidación interna de divisas. “La sociedad sigue sin ver un peso de ese dinero”. Pero el tema no es el económico. “Tampoco queremos regalías, aunque nos dieran el cien por cien”.
Paso del Sapo
Eso en cuanto a lo técnico. Lo que sigue sucediendo en Esquel tiene que ver con una avanzada minera en particular en la zona de la meseta. Para figurarlo. Esquel es una ciudad de 40 mil habitantes, y la parte de la meseta corresponde a campos y pequeños pueblitos como Paso del Sapo, de 2 mil habitantes. Allí una minera inició ya tareas de explotación a pesar de la ley provincial. Sahores: “Dicen que allí es apto porque hay poca población, es decir, van a contaminar o a matar a poca gente”. La otra idea es que la meseta no tiene otra posibilidad de “desarrollo” (encomillado debido a que lo que las mineras generan sin error es empobrecimiento, desempleo, ruptura de formas de vida y modelos económicos, además de la conocida contaminación). “Las mentiras de siempre”, define Marta.
Los vecinos de Esquel entonces convocaron a una asamblea en Paso del Sapo para contar su experiencia a los vecinos. Fue un éxito en todo sentido: hubo 100 personas sobre un total de 2 mil del pueblo, y una docente y un médico esquelinos dieron una charla sobre el cianuro que conmovió a todos. Otro asambleísta habló del trasfondo económico que subyace a estos proyectos. “Al terminar la asamblea la gente de Paso del Sapo le decía a la de Ewquel: ‘qué suerte que están con nosotros, no nos dejen solos’. Esos vecinos estaban desesperados”.
Sobre el plebiscito celebrado en 2003 que prohibía la minería, Marta cuenta que “no era vinculante, así que pueden hacer lo que se les cante”. Tampoco le extrañaría que busquen avanzar sobre las leyes provinciales. Por ahora, entonces, los vecinos intentan hacer contrapeso de conciencias a fuerza de asambleas, convicción, mensajitos de texto, movilización y el clásico boca a boca.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


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