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Fake news: en realidad Gabo Ferro nunca morirá

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Se informó durante este jueves que Gabriel Gabo Ferro, de profesión cantante, compositor, historiador, poeta y buena persona, falleció a los 54 años. La noticia podría resultar falsa: Gabo deja una obra imborrable hecha de discos y libros. Aquí publicamos la nota que fue tapa de MU con Gabo Ferro a partir de su libro Degenerados, anormales y delincuentes y del disco Boca arriba. Incluidos y excluidos, la construcción de la idea de “patria” y la historia en el momento en el que se venía el bicentenario, en mayo de 2010.

Aquel artítculo de tapa, nuestro homenaje hoy, fue escrito por Claudia Acuña. El título de la tapa de MU fue La patria degenerada. Y el título de la nota es como para no olvidar a Gabo: El grito sagrado.

El grito sagrado

Fake news: en realidad Gabo Ferro nunca morirá
Gabo Ferro, genio y figura para un cuadro. Fotos de Mónica Bonavía.

Gabo Ferro. En su nuevo libro Degenerados, anormales y delincuentes investiga cómo se diseñó el límite entre los incluidos y los excluidos de la patria, en tiempos clave de la formación del Estado-nación. En esta charla analiza ese pecado original y qué representa en el debate político de estos días. Un ejemplo: cómo los mismos medios de comunicación que difundieron los parámetros que construyeron la criminalización de las identidades sexuales diferentes, hablan hoy del “matrimonio gay”. Y dice: “Tenemos la oportunidad de tomar conciencia de que la Historia es una construcción cultural y que, por lo tanto, puede haber otras”. En su último disco, Boca arriba, lo expresa de otra manera. El 25 de Mayo estará presentándolo en Berlín y luego en España. Un trayecto que construyó solo, desafiando al mercado y poniendo a prueba a su propio público, que es el que mejor lo entiende. Por Claudia Acuña.

Dos formas distintas de decir la misma cosa. La combinación es original y por eso mismo Gabo Ferro es algo más que la suma de un cantante y un historiador. El todo y no las partes le permiten esa mirada con la que fue construyendo un lugar propio y, por eso, único. Ahora mismo está presentando su quinto disco y su segundo libro, y las dos cosas son tan intensas que marean hasta que él las ordena. Con esa voz armónica de cantante hiper afinado y esa paciencia didáctica de profesor universitario dirá: “Siempre arranco desde el suelo: clase, raza, género”.

Clase, raza, género.

Esa santísima trinidad sostiene, entonces, toda su obra, aunque no es el qué sino el cómo lo que convierte a su autor en el más interesante de su generación. Lo nuevo, lo genuino es eso: su contemporaneidad. “Estar afinado con mi propio tiempo y lugar”, dirá Gabo para explicarse. Una sincronía que es, sobre todo, poética. Entendiendo por poética la manera de sentir y expresar una época y de curar sus heridas con aquello que calma, pero no consuela.

Así, Gabo nos canta desde su mejor canción, Soy todo lo que recuerdo:

La verdad es perro fiel

que vive en todas las casas

que muerde a quien no lo atiende

y defiende a quien lo guarda.

Así, Gabo nos muerde desde su último libro, Degenerados, anormales y delincuentes: “Resultará degenerado todo aquel individuo cuyas anomalías físicas o morales atenten no solamente contra la especie o la raza, sino también contra los elementos propios del proyecto de la elite”.

Dos formas distintas de decir la misma cosa.

Veamos qué.

Mataderos rosa

Gabo nació en el barrio de Mataderos y el dato no es menor. Construye una raíz que planta a su familia –padre jefe de personal de un frigorífico, madre ama de casa, hermano 11 años mayor– y construye su trayecto: desde ahí salió Porco, una banda hardcore que lo tuvo como cantante y que hoy puede entenderse casi como la contracara de La Renga. “Mataderos es rosa” gritaba entonces Gabo para exasperar. Hay en Youtube un video de aquella época que lo muestra aullando, mientras el bajista azota el piso con su instrumento. Literalmente. “Fuimos aquellos que nacimos a nuestra vida erótica cuando se estaba instalando el HIV, y el gobierno no hacía nada porque ni sabía cómo hacer una campaña. Nos veíamos más en un velorio o en hospital que en una fiesta. Teníamos esa angustia de haber sobrevivido y haber perdido muchos compañeros y compañeras, que el Estado, de alguna manera, negaba. Por eso veo el primer disco de Porco como un disco de época, como un documento. A la crítica le gustaba mucho, pero a la gente no tanto porque éramos chocantes, era feo. Pero ésa era una estética elegida en un momento en el que la mayoría de las bandas tenían un discurso súper complaciente. También fue la época del surgimiento del rock barrial, con un universo semántico muy pobre: la esquina, la birra, la yuta”.

El 31 de marzo de 1997 y en pleno ascenso, Gabo se bajó de Porco. Literalmente. Dejó el micrófono en el piso y se bajó del escenario. Dejó también y durante varios años, la música –“no tocaba ni escuchaba”– y se dedicó a la Historia, hasta que obtuvo un diploma con honores y un doctorado con premio. Fue su manera de darle la espalda a una época y a una escena con la que no tenía interés en sintonizar. “No había lugar para un discurso reflexivo. No había lugar para una inquietud que no fuera más allá de la celebración de la frivolidad. Los tacos y las boas de Babasónicos estaban buenísimas, pero no te podías quedar sólo ahí”. Fue también su manera de revelarse contra un sistema de producción que aborrece. “A los grandes sellos que controlan la televisión y el cine les dije siempre que no. No por capricho, sino porque no me interesa el intercambio del uso de mi canción por plata. ¿Para que? La plata me la gasto y mi canción queda presa. Prefiero que todo fluya de boca en boca. Ir de a poquito. No tengo ningún apuro. Si algo sucede para que me transforme en una persona popular espero que sea por algo que yo no pude dominar”. Y a eso indominable le da un nombre: magia.

Gabo regresó a la música en 2004, convertido en “un Zitarrosa queer” como él mismo ironiza y desde entonces cabalga de forma independiente y por las orillas, cosechando un público propio al que pone a prueba. En la portada de su seguno disco, Todo lo sólido se desvanece en el aire, reemplazó la clásica imagen por un texto que comenzaba citando a Marx y Engels y concluía diciendo: “Que no se confunda lo fundamental con lo accesorio. Un disco son canciones; un disco es música. Lo demás es agua que se evapora en el aire”.

Todo es historia

Su primer libro fue Barbarie y civilización, una investigación histórica sobre Rosas y los mitos que alrededor de esa figura se tejieron. Mataderos también alcanzaría para explicar la elección del personaje, aunque Gabo dice que su desafío fue romper el mito académico que aseguraba que sobre Rosas no se podía decir ya nada nuevo. Él lo dijo, al analizar las metáforas con las que los historiadores aludían a una figura que adquirió en los relatos históricos la categoría de monstruo. Ahora, en plena euforia bicentenaria, pone sobre la mesa de festejos una pregunta incómoda: ¿qué es un degenerado?

La pregunta la disparó una frase de “el no-ingeniero” –como él lo llama– Juan Carlos Blumberg, cuando en noviembre de 2004 reclamó que se expulsaran a los estudiantes de Filosofía y Letras que consumían drogas y alcohol. Para defenderlos, el filósofo Gregorio Klimovsky usó una palabra que llamó la atención de Gabo: “No son degenerados”.

Dirá Gabo del resultado de cinco años de investigación: “En el libro reviso cómo llega ese concepto, quién se lo apropia, qué se le carga, cómo se usa, quién es el degenerado argentino. Por qué tiene una carga sexista, cultural, racista, clasista, segregacionista. Y cómo sirve a toda una construcción del ciudadano ideal y en momentos en los que se estaba, precisamente, constituyéndo Argentina como nación”.

Cada capítulo aborda un campo de batalla. El primero fue el científico y se libró de la mano de la Medicina. Gabo señala: “Durante la década de 1880 la joven nación argentina es conducida por una elite gobernante, administrada en su mayoría por médicos, decidida a impulsar una profunda transformación del país. Esta dirigencia médico-política-intelectual, que se reconoce a sí misma como heredera y portadora de los valores de la civilización, ofrece los elementos y las tecnologías de análisis para identificar y definir a los anormales”. Para fundar esta hipótesis Gabo analizó la literatura médica de la época: desde los programas de las materias dedicadas al tema hasta tesis y libros. Así descubrió la influencia del gran maestro estigmatizador, Cesare Lombroso, un médico italiano que estableció la relación entre la delincuencia y los rasgos físicos, para componer un patrón identificatorio basado en cosas tales como la forma de la oreja, el ancho de la mandíbula o la espesura de las cejas. En el libro de Gabo hay dos láminas que ilustran hasta dónde fue capaz de llegar esta teoría. Una muestra el retrato de 25 mujeres que, se supone, permiten establecer un patrón para identificar la cara de puta. La otra es un friso con más de 40 rostros de “revolucionarios, anarquistas y reos políticos” ideado también para establecer comparaciones. “Lombroso construye esta herramienta precisamente cuando está surgiendo la nación italiana. En Argentina, sintonizar esta teoría viene como anillo al dedo porque está en idéntico proceso”.

Pero, ¿por qué surge esa necesidad de identificar específicamente a los degenerados?

Porque se abren las puertas a la inmigración y lo que llega no es lo que esperaban. El inmigrante no era rubio, blanco, civilizado, sino tanos tirabombas o sindicalizados. Hacía falta una herramienta de control y la teoría lombrosiana permitía esa clasificación a escala masiva que necesitaban las autoridades migratorias.

El segundo capítulo analiza cómo esta herramienta llegó a la escuela. “El colegio era el instrumento de regeneración o de detección de la degeneración para la construcción de una patria, incluso desde el cuerpo. Desde el masturbador hasta el homosexual eran considerados peligrosos porque no le daban hijos a la patria”.

Gabo analiza especialmente un texto de Carlos Octavio Bunge titulado La educación de los degenerados, donde clasifica los posibles tipos: el idiota, el imbécil, los débiles de espíritu y los degenerados superiores, considerados los más peligrosos por ser “individuos aparentemente normales”, categoría de la que están a salvo las mujeres por ser más débiles y sumisas.

En el tercer capítulo descubre cómo este concepto discriminatorio que comenzó a construirse desde el discurso científico se populariza a partir de 1930 y por los dos canales de difusión masiva de la época: el cine y la prensa, en particular la revista Caras y Caretas y el diario Crítica. Por último, repasa cómo esta teoría se aplicó al más degenerado fenómeno de la política argentina: Juan Domingo Perón.

El resultado es certero. “Lo que brutalmente podés ver, si confrontás las dos puntas de este trayecto que traza el libro, es cómo el concepto de degenerado se inicia con todo el floreo de la jerga científica y cómo hoy, ese mismo concepto, generalmente se expresa como anónimo o exabrupto, porque ya casi nadie se anima a decir tal palabra públicamente”. Un trayecto que va de la academia al insulto. Lo que aparece inalterable, en cambio, es el método lombrosiano. “El otro día escuchaba por radio a una señora que contaba que la habían asaltado y se sorprendía porque el tipo no tenía cara de chorro. Me dije: ahí está vivo Lombroso”.

La patria es chica

«La patria es una idea. Y esa idea se construye a partir de la bandera, el himno, la escarapela, pero también de la familia, el barrio, los hijos. Es todo eso y nada de eso. Siempre está en el plano del imaginario y ese imaginario es social”, dirá Gabo para explicar su desafío: incluir en ese imaginario lo excluido.

Por lo general, se analiza la función biopolítica de los cuerpos en relación al mercado, pero no en función de cómo con ellos se construye una idea de patria, a partir de una clasificación que, por descarte, establece el identikit del ciudadano ideal. Gabo viene ahora a recordarnos el fracaso de esa operación y su intención no es únicamente intervenir en el debate del pasado, sino meter un aguijón en el presente. Veamos cómo. “Hay una clase, que no está constituida sólo desde lo económico, que trata de perpetuar el canon de qué es bueno, qué es normal, qué es degenerado. Y por eso creo que estos debates por el mal llamado casamiento gay –porque se trata en realidad de la unión civil de personas del mismo sexo– constituyen un lugar muy nervioso para revisar estos conceptos”.

 ¿Cómo sería esa revisión?

Cuando el Registro Civil se impone y le quita a la Iglesia las actas de casamiento y nacimiento fue un gesto civilizatorio súper fuerte, pero no suficiente. Todavía se mezcla en el debate la cuestión de la reproducción y la cuestión de la ciudadanía. La ley de ciudadanía tiene que contemplar a todos y cada uno de los ciudadanos. No debe quedar afuera nadie, haga lo que haga en su vida privada, porque sino es un no-ciudadano. Hoy estamos en un lugar crítico, de crisis y de pensar nuevas formas. Y las que nos presentan como “normales” se difundieron a través de medios que todavía hoy pretenden construir la verdad. Una señora, en 1930, no se enteraba por su médico de qué se trataba la degeneración. Se enteraba por Caras y Caretas. La prensa y el cine –que ocupaba entonces el lugar que ocupa hoy la televisión– enseñaron cómo clasificar y la perpetuidad de ese canon es algo que le conviene a una cierta elite social. Tenemos, entonces, la oportunidad de revisar esa verdad, de entender que la Historia no es un dogma sino un problema, y de tomar conciencia de que tanto la Historia como la verdad son una construcción cultural…

Y que por lo tanto, se puede construir otra…

En realidad, otras, porque las verdades, como las identidades, son múltiples. En todo caso el desafío es cómo intervenir en la construcción colectiva de esa verdad para que sea resultado de un consenso y no de una imposición. El problema es que semejante conciencia trae angustia, porque la duda es angustiante. Y ésa es la angustia política con la cual se especula. Ya hay mucha angustia en el cotidiano: desde si voy a llegar a fin de mes hasta si mi marido me quiere, como para sumarle a eso las políticas. Soy, igual, de los que prefieren una angustia consciente a una felicidad insconciente.

Qué vivo: vos después cantás.

Y sí: transformo desde ahí. Acá es donde lo que hago se funde con el color de la militancia: para mí el arte no es para cobardes, es para apasionados. Por eso, estoy acostumbrado a ganar por afano o perder por goleada, no a empatar.

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Memoria, verdad, justicia y Norita

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Partidaria de los besos y los abrazos, reivindica la sonrisa como principal bandera de lucha. Cumplió 94 años este 22 de marzo y hace siempre que puede la ronda de Madres de Plaza de Mayo, hoy ya en silla de ruedas. Vida, obra y endorfinas de una mujer que ha acompañado a fábricas recuperadas, pueblos originarios, comunidades afectadas por el extractivismo, jóvenes y mujeres en situaciones de violencia, todo como una continuidad en la defensa de los derechos humanos. El clítoris, el cannabis y las autodefiniciones. Esperando el 24 de marzo, compartimos esta nota y retrato, publicada originalmente en la revista MU 138 (2019, todavía tiempos macristas). El movimiento, la calle, y lo que ella piensa (y hace) frente a la historia y los futuros posibles.

Texto: Sergio Ciancaglini

Nora revisa su cartera en la que lleva el pañuelo blanco, el verde, crema de cannabis medicinal, una lata de sardinas y la agenda en la que anota sus hiperactividades cotidianas, entre otros secretos. Está también su DNI: 0.019.538. Ríe: “Fui de las primeras en la cola para sacarlo. El otro día, por un trámite, los empleados de un banco me dijeron que la máquina no podía interpretar un número tan bajo”.
Estamos en la sede de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora. Envolvemos las masitas que no alcanzamos a engullir y que se incorporan a la cartera de Nora para llevárselas a una amiga. Luego guarda un par de carpetas, limpia la mesa de papelitos y me pide que cierre las persianas y puertas del balcón que da sobre Piedras al 100, Buenos Aires. Ya tiene el llavero en la mano esta señora que no puede ser interpretada por las máquinas. Chequea que esté todo ordenado. Empieza a apagar las luces que iluminan salones, oficinas y paredes atiborradas de recuerdos de las Madres, homenajes, reconocimientos, diplomas y tres imágenes: Azucena De Vincenti, Mary Bianco y Esther Careaga: sus apellidos de casadas pero sobre todo, el de sus hijos e hijas. Fueron las madres secuestradas en diciembre de 1977 en un operativo organizado por la ESMA, que culminó con 12 desapariciones incluyendo a dos religiosas francesas.

Memoria, verdad, justicia y Norita

El saludo de Nora en una de las marchas actuales, con la foto de su hijo, la bandera de los 30.000 detenidos-desaparecidos, y el acompañamiento de una nueva generación.


Nora se pone el ponchito de barracán, agarra la cartera, el bastón, y cumple con el rito según el cual el último –la última- apaga la luz. Y cierra la puerta con llave.
La escena podría parecer un tanto melancólica, pero es al revés.
Al cerrar esa puerta, da media vuelta y abre un mundo.
Nora se transforma en Norita, que en lugar de ser un diminutivo resulta un aumentativo, una clave, un código de acción.
Sale Nora de Madres y entra Norita a la calle, las plazas, las ciudades, los pueblos, las rutas, las fábricas, la naturaleza, los conflictos.
Entra a sus verdaderos lugares de acción: lo público, los espacios donde ocurren las cosas, o donde las cosas se manifiestan escapando de los encierros y del silencio.
Lo mismo sucede cada vez que sale de su casa en Castelar, llena de muñecas, libros, plantas y recuerdos, se toma un micro hasta la estación (evita los taxis y es ajena a las aplicaciones uberísticas), luego el tren Sarmiento, luego el subte A o lo que haya que abordar para ir a donde quiere ir.
Su estrategia consiste en intentar estar donde haya injusticias, violencias, crímenes, abusos, discriminaciones, psicopatías estatales o privadas y otras desventuras nacionales que son del orden de lo clásico: nunca pasan de moda.
Logra materializar ese acompañamiento con una eficiencia casi incomprensible. Ana María Careaga (desaparecida a los 16 años estando embarazada e hija de aquella madre secuestrada en la iglesia) cuenta que una vez le dijeron al sacerdote pasionista Carlos Sarracini que Nora parece Dios, porque está en todas partes. El cura no se mosqueó con la comparación y subió la apuesta: “Sí, pero a Nora se la ve”.
“Cuando dicen esas cosas me estremecen –corcovea Nora–, me da un poco de vergüenza. Siento que son como abrazos para darme fuerza, pero no me generan soberbia ni nada. Lo que digo es sencillo. Si no es para pelear contra la injusticia, los organismos de derechos humanos, ¿para qué estamos?”.

Memoria, verdad, justicia y Norita

Sobre la magia y el clítoris

Plaza de Mayo, jueves, 15.30.
Las Madres están partidas desde 1986, pero allí están. Girando siempre en sentido inverso al de las agujas del reloj, como para recuperar el tiempo perdido por tanta muerte, cada uno de los dos grupos (Asociación y Línea Fundadora) en el extremo opuesto de ese círculo alrededor de la Pirámide de Mayo que culmina con una estatua que representa a la Libertad. La libertad está inmóvil, mientras la memoria, la verdad y la justicia rondan alrededor.
Bajo una placa descansan las cenizas de Azucena Villaflor de De Vincenti, quien junto a las otras dos madres desaparecidas fue arrojada viva por los militares desde un avión al mar. La marea luego devolvió los cuerpos a la costa de Santa Teresita en enero de 1978.
En Línea Fundadora la única madre que ronda hoy -y sin bastón- es Nora, acompañada por unas 80 personas. El grupo crece de golpe porque se agregan como un borbotón unos 40 guardapolvos blancos de chicas y chicos de una primaria de Lugano que la rodean y marchan junto a ella con la bandera en la que se lee “30.000 detenidos desaparecidos. ¡Presentes!”.
Llora y ríe Norita porque al ver a los chicos se le agitaron la emoción y la alegría, lloran también las maestras y varios que disimulan. Los chicos la miran asombrados. Tres vueltas más tarde, ella se acerca a un micrófono con parlante. Este jueves habla de:
La impunidad estatal y judicial alrededor del atentado a la AMIA.
El proyecto de “servicio cívico voluntario” de Gendarmería para niños (editorializa diciendo: “Qué bestias”).
Recuerda junto a Beverly Keene, de Diálogo 2000, que la solitaria Madre de Ledesma (Jujuy) Olga Arédez, denunció en 2001 la creación de una policía infantil (niños uniformados que eran instruidos con armas de juguete). Y que en 2012 el gobierno de Cristina Kirchner ordenó cerrar 74 cuerpos de Gendarmes Infantiles en 17 provincias, que reunían a más de 6.879 niños.
De paso mencionan que Olga –que reclamó toda la vida por las desapariciones ocurridas durante el apagón en Libertador General San Martín- murió en 2005 por la contaminación de bagazo producida por Ingenio Ledesma. “Para abaratar costos no ponían los filtros en las chimeneas, y eso la intoxicó”, explica Nora.

Memoria, verdad, justicia y Norita


Denuncia cómo le prohibieron a su compañera de Madres LF, Vera Jarach, quien además es sobreviviente del Holocausto, dar una charla en el Colegio Nacional de San Isidro (“a lo mejor prefieren que vayan los de Gendarmería a dar clases de derechos humanos”).
Habla sobre una de sus obsesiones, el Hospital Posadas y la situación de sus trabajadores y pacientes (“el Estado achica y achica, es lo único que hace: hay que ir a acompañarlos”).
Informa que trabajadores de la textil Sport Tech, que estuvieron en la ronda y ocuparon durante dos años la fábrica quebrada en defensa de sus puestos de trabajo fueron autorizados como cooperativa, por el juez Horacio Robledo, a hacerse cargo de la empresa.
Presenta a gremialistas de Fabricaciones Militares (“no les tengan miedo, nada que ver con los milicos, son divinos”) movilizados contra los despidos y el achicamiento.
Recibe a Sergio Martínez, uno de los fundadores de El Algarrobo, asamblea de Andalgalá que con su movilización logró frenar la instalación del proyecto megaminero a cielo abierto Agua Rica. Sergio cuenta: “Hace poco cumplimos 500 marchas, cada sábado, reivindicando los derechos humanos, territoriales, a la salud y a la vida”.
Anticipa Norita el lanzamiento de una campaña para denunciar la deuda externa (y eterna) “porque hay gente que se queja en la verdulería, pero no entiende que lo que le pasa es consecuencia de que se están llevando los dólares y las riquezas, y cada dólar se paga con hambre en nuestro país”.

Memoria, verdad, justicia y Norita


Repudia por enésima vez la ilegal detención de Milagro Sala desde enero de 2016 (“no le encuentran nada y la someten a tortura psicológica las 24 horas del día”).
El tono de Nora es tan serio como lo sugieren los temas de los que está hablando; dice que el gobierno es “negacionista, inmoral y ladrón”, y oscila entre esas definiciones y el relato de lo que está sintiendo. “Hoy no hay buenas noticias para dar”, le dice a la gente que la escucha. “La buena noticia fueron esos chiquitos que vinieron de Lugano”.
Agrega: “No nos volvamos locos. Cada día me acuesto pensando ¿qué mal van a hacernos mañana? Es como que con cada acción, con cada decisión, quieren humillar. No lo logran, porque nos tienen que resbalar las cosas que dicen y hacen”.
La mujer y la gente se miran. “Siento que esta Plaza es mágica. Me siento feliz aquí. Me da pudor decirlo, con tantos desastres que pasan, pero es lo que siento viendo que tantas personas vienen, se encuentran, se abrazan, se reconocen”.
En ese momento repite tres veces: “30.000 detenidos desaparecidos y desaparecidas” y todos contestan “¡Presente!”. Y luego: “Ahora y siempre”. Nora, separando bien las sílabas, pronuncia tres veces la siguiente palabra: “Ven-ce-re-mos”.
Caminando hacia su bar favorito sobre Avenida de Mayo, para tomar un café que es parte del ritual de los jueves, quiere decirme algo sobre la magia, pero la detiene un grupo de chicas para saludarla y un joven, uniendo las palmas de las manos, pronuncia: “Gracias por existir”. Dice ella que jamás la cuestionaron ni la increparon por la calle. “Una sola vez, en una marcha por Cromañón, había un tipo muy borracho que me dijo de todo. Pero me había confundido con Estela de Carlotto. Que nos confundiera ya te muestra lo borracho que estaba”.
Otro grupo la reconoce, la saluda y le pide fotos. En los últimos tiempos cuando está en confianza Nora propone sonreír a la cámara diciendo “clítoris” en lugar de “whisky”.
Sigue la caminata y ella no pierde el hilo de lo que quería contar: “La magia no nace porque sí. La tenés que crear con tu espíritu. El espíritu de ver el lado bueno de la vida. Si no hacés magia con lo que te pasa, es imposible sentir que lo que hacés está bien, que te genera alegría. Sentir que no estás entre los mafiosos”.

Memoria, verdad, justicia y Norita

Comerse un pasaje

La primera vez de las Madres en Plaza de Mayo fue el sábado 30 de abril de 1977. El 15 había desaparecido Gustavo Cortiñas, el hijo mayor de Nora, secuestrado en la estación Castelar cuando iba a tomar el tren a las 8.45 rumbo a su trabajo en la Comisión de Valores. Militaba en la Juventud Peronista. Flaco, sonriente, bigote setentista, pelo largo.
En la casa de Nora hay una foto en la que se lo ve mirando a los chicos de la Villa 31, en la que militó con el padre Carlos Mugica. “Tiene un gesto que me parece dolorido y comprometido con lo que está viendo. Pero fijate los chiquitos, son iguales a los que ves hoy en las villas”. Se queda pensando: “Nuestros hijos luchaban por la justicia social. Pero hoy la brecha entre ricos y pobres es todavía mayor que cuando se tomó esta foto”.
Para esa mujer que había tenido que amoldarse al rol de ama de casa y profesora de alta costura, la desaparición del hijo representó el fin de muchas cosas. “Fue dejar la casa y salir a buscarlo. Y fue para todas igual. Mujeres comunes que no éramos de la academia, ni de los grupos de pensamiento. Pero hoy entiendo que ahí ya fuimos feministas. Ahí empezamos a romper”.
Aquel sábado inicial había pocos paseantes en Plaza de Mayo. Y 14 mujeres. Azucena propuso entonces ir los viernes. Nora, mientras tanto, buscaba en comisarías, en juzgados, hasta que empezó a ver a otras mujeres haciendo lo mismo, marcadas por la misma desesperación, que le contaron de las reuniones en la Plaza. Nora se sumó a la tercera. “Una madre muy católica y muy supersticiosa dijo que el viernes era mala suerte, día de brujas. Otra dijo que los lunes era día de lavar y limpiar. Quedó el jueves”. Acordaron las 15.30, salida de los bancos, el mayor tránsito de público en la zona. Las Madres nacieron para no ser parte de otros organismos ni partidos políticos. No tenían oficina: la crearon en la Plaza, sin techo ni puertas ni ventanas, para verse, intercambiar información, y hacerse ver. La policía dijo “circulen”, y jamás dejaron de hacerlo. En octubre de ese 1977 nacerían los pañuelos blancos, como modo de reconocerse entre la multitud durante una marcha a Luján: en realidad eran los pañales de tela (no existían los descartables) que guardaban para sus nietos, convertidos en un símbolo histórico de los derechos humanos.
Relata Nora que los varones y esposos no intervenían porque el horario era de trabajo. “Pasaba otra cosa. Al ver a los milicos algunos padres decían ‘yo le dije a mi hijo que no se metiera’ y cosas así. Entonces eso no servía. Las madres no hacíamos esas cosas”. Confrontaban. El lugar común indica que el dolor enceguece, pero Nora es de las que piensan distinto: “El dolor nos hizo ver. Nos fortaleció, y nos ayudó a ser claras”.
Empezó a entender algunas charlas que había tenido con su hijo: “Una vez me dijo: ‘¿Sabés que te pasa, mamá? Te falta calle’. Aprendí, ahora me pasé de calle” reconoce. “Más que en los libros, la concientización está en la calle. Esto significa moverse siempre. Y no pensar dos veces”.
Recuerda que fue varias veces presa con las Madres. “Una vez, los policías pararon un micro, bajaron a toda la gente y nos llevaron. En la comisaría teníamos dos variantes: pagar 30 centavos, o pasar 5 días de cárcel por escándalo en la vía pública. Había madres que decían “métanme presa, así me llevan con mi hijo”. Pero los tipos querían que pagásemos. Cuando me tocó, le di 60 centavos. ‘No señora, le dije 30’ me dijo, y le contesté: cóbrese lo de la semana que viene”.
Otra de esas detenciones ocurrió un día antes de un viaje que Nora debía hacer a Brasil con la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chicha Mariani. “Esa vez nos llevaban en patrulleros. Abrí la puerta y me quise tirar, pero el policía me agarró. Si no, me mataba; era la desesperación por escaparme. De golpe me di cuenta de que tenía el pasaje a Brasil. Yo creía que era algo clandestino, que si descubrían eso no sé qué iba a pasar y entonces lo agarré, lo fui rompiendo en pedacitos, y me lo comí”. El viaje finalmente se hizo, en plena digestión del pasaje, con Nora y Chicha intentando denunciar lo que se vivía y se moría en el país.
Moverse, salir, romper, confrontar, escandalizar, chocaba con la noción de familia tradicional y hogareña, y con su marido Carlos. “Los viajes, las marchas, las búsquedas. Y él tenía una cosa de celos. Hubo algunas veces que pensamos separarnos. Murió en 1994. Creo que no hubiera soportado todo lo que hago ahora. Pero bueno: la desaparición de Gustavo había sido un cambio total. Me largué a hacer lo que tenía que hacer. Y eso fue no volver atrás nunca más”.

Del Mundial al cannabis

Nora recuerda que usaban la parte del Café Tortoni que da a Rivadavia, durante el Mundial 78, para encontrarse con jugadores (“creo que eran holandeses, no recuerdo los nombres”) y periodistas extranjeros. O lo que vivió su querida Mirta Baravalle: “El marido estaba muy mal con la desaparición de la hija (Ana) y no podía creer que parecía que no pasaba nada mientras en el país había desaparecidos. El día de la final que ganó Argentina, después del partido se puso peor y se murió de un infarto mientras todo el mundo seguía festejando”.
Las Madres son un símbolo de muchas cosas, empezando por la valentía. Resulta casi de ficción imaginarlas plantadas en la Plaza frente a la Casa Rosada tomada por Videla & afines, infiltradas por Astiz y la ESMA, ignoradas y silenciadas, o en el mejor de los casos tratadas como “madres locas” por los diarios que se atrevían a mencionarlas. Nora agregó algo a su currículum disruptivo: en 1978 fue hasta la Mansión Seré, centro clandestino de detención y torturas, simulando ser una interesada en comprar el lugar para instalar un hogar de ancianos.
“No era que buscaba a mi hijo ahí, pero sabía que había gente. Entré al predio y hablaba en voz alta. No sé qué quería: hacer ruido. Que si había alguien supiera que había gente afuera. Un milico dijo ‘despachen a la señora’ pero yo seguía diciendo que me mandaban de la Municipalidad o cualquier cosa, y vi una canilla con manguera al lado de una ventanita que se ve que daba a un sótano, donde estaban los desaparecidos. Cuando se recuperó como Centro de Memoria, contaron que me habían escuchado, sin saber quién era”.
El alegre caos que es cada conversación con Nora, ahora en su casa, cambia de rumbo porque va a preparar café. Desde que cumplió 82 años le divierte decir que es mínima, vital y móvil.
Mínima: nunca escondió la edad, pero se niega a revelar cuánto mide. “Ni a mis nietos se los digo”. En el jardín hay una pequeña piscina de dos metros de largo y uno de profundidad. Nora guiña un ojo: “Me meto con salvavidas”.
Vital: parece inagotable, aunque no lo es. Sufrió hace dos años un ínfimo ACV. “Hablé dos horas después de eso en un acto, y parada. Ni yo lo puedo creer. Pero es un compromiso con nuestros hijos y nuestras hijas. No es un sacrificio para nada. Cada día es estar donde hay una injusticia”.
Móvil: sus idas y vueltas a Castelar en micros, trenes y subtes son una especie de gesta cotidiana en la cual la casi nonagenaria dama va a veces arrastrada por la multitud. “El otro día bajaba del tren. En el medio del gentío un chico que iba a subir me vio, tenía un chocolate, me dijo ‘gracias por todo lo que hacés’, me lo dio y subió. Me quedé en el andén con el chocolate llorando de emoción. Ni sé el nombre. Solo sé que era un chico del oeste”.
Hace dos años un golpe en el empeine le repercutió en un fuerte dolor de rodilla, y los médicos le dijeron algo fantasmal: tenía que dejar de marchar. Problema de meniscos. “Te imaginás, yo lo que tengo son menisquitos”. Por eso fue al debate en el Senado sobre el aborto seguro legal y gratuito en silla de ruedas. La actual vicepresidenta Gabriela Michetti la saludó educadamente al verla, y más tarde ordenó que le prohibieran el ingreso al recinto, por lo que Nora vio el debate por televisión en el despacho de Pino Solanas.
“El año pasado me regalaron la crema de cannabis y me la empecé a poner en la pierna. De a poquito, te diría que en un mes o dos, dejó de dolerme totalmente, y pude volver a caminar con bastón primero, y cada vez mejor”. Del pronóstico de inmovilidad Nora pasó a abandonar la silla de ruedas, el bastón parece cada vez más un adorno, y no deja de estar en todas partes. “Ahora en vez de bombones me regalan cannabis”. En el jardín, además de la santa rita, las azaleas y los potus, crecen dos robustas plantas de marihuana.

Feminismo, grieta y hambre

Tiene docenas de muñecas que le han regalado, varias son Noritas con pañuelo blanco y hay una con pañuelo verde. Muestra una remera con una frase que ha hecho célebre: “Ser feminista es una cosa bárbara”. El lema forma parte del Norita Fútbol Club (Las Noritas) equipo femenino que participa en la Liga Nosotras Jugamos. En la delantera de Las Noritas juega su nieta Lucía. “Y yo pedí que me den la 10”, explica la abuela, que además está asombrada porque ha sido llamada a dar una charla por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).
¿Qué es lo peor que vivió, además de la desaparición de Gustavo? “La desaparición de las tres madres. Veías que los militares no se saciaban ni con los miles que se habían llevado”.
¿Lo mejor? “La resistencia de la gente, de los pueblos. Si no fuera por la resistencia pacífica y prudente que tiene este pueblo ya estaríamos con las patas de los norteamericanos acá adentro. Hay espacios que parecen pequeños pero que van frenando, sin saberlo, los avances de la derecha”.
Reconoce que fue un dolor también la separación de Madres, en 1986. “Algunas nunca dejamos de sentir que no tendría que haber ocurrido. Pero había mucha diferencia sobre las metodologías y nosotras, en Línea Fundadora, queríamos ser horizontales e independientes”. No quiere hablar demasiado sobre las diferencias en la propia Línea Fundadora. “Lo que reivindico es esa independencia, la mirada crítica. En el anterior gobierno creían que la crítica era mala leche, y eso no es cierto. Yo reconozco que lo que se hizo con el tema de derechos humanos fue histórico. No pensábamos que íbamos a ver a los genocidas juzgados. Pero eso no quiere decir que una se calle cuando hay cosas como el apoyo al modelo extractivo, o poner a (César) Milani al frente del Ejército”, explica, críticas que hizo extensivas a la Ley Antiterrorista, el pago de deuda externa, la tragedia de Once, el INDEC, el Proyecto X, y toda área atacada por políticas oficiales, el modelo científico con Lino Barañao al frente, el modelo sojero, la minería a cielo abierto, la violencia institucional, la discriminación a los pueblos originarios, entre muchos etcéteras que hicieron que no fuera ella de las participantes en los actos emitidos por cadena nacional. “Nuestra función es otra desde siempre: es ser independientes de los partidos y del Estado”.
Cuenta que su nieto Damián, el hijo de Gustavo, fue siempre partidario de la gestión kirchnerista. “Pero yo decidí que no voy a perder amigos, familiares ni ideales por la política partidista. Entonces hablábamos de cualquier otra cosa. Pero desde que está este gobierno sí que volvimos a hablar de política”, dice riéndose.
Sobre lo electoral: “Estoy mirando. No decidí qué hacer”. Una pista: en una de las últimas elecciones Nora fue con un marcador. Tomó una boleta y escribió: 30.000 detenidos desaparecidos. No al extractivismo. No a la persecución a las comunidades indígenas. No a la deuda externa impagable, inmoral y odiosa. “Lo puse en el sobre y voté. Me lo habrán anulado. No importa, saben que estuve ahí”, cuenta. “Y digo sí a la justicia, a la verdad, a la memoria, a la resistencia, a los juicios hasta que se condene al último genocida y a la recuperación de la identidad de todos los jóvenes que fueron niños apropiados por el terrorismo de Estado”.
En el área de derechos humanos cree que la gran cuenta pendiente es que se conozcan los archivos militares. “Es una burla que no los entreguen. Registraban todo, hay pruebas, y eso permitiría saber qué ocurrió con cada persona desaparecida. Pero es una decisión política que ningún gobierno quiso tomar”.
¿Cuál es su principal preocupación hoy? “El hambre. Estamos cada vez peor. Más hambre, pobreza, desocupación. Es una época de destrucción. Pero no tenemos que dejar que nos llegue el odio. Hay que resistir, pero no tenemos que perder la sonrisa, que nos hace fuertes: es lo mejor que podemos tener”.
Está perpleja Norita porque su biznieta Camila, 9 años, le dijo que los besos y los abrazos contagian gérmenes. “Pero el abrazo y las caricias estimulan las endorfinas que son lo que dan ganas de vivir. Cuando alguien está enfermo, lo acariciás, le das la mano y eso es terapéutico por las endorfinas. Así que en eso sí que tengo partido: soy partidaria de los besos y los abrazos”.

La ley

Las Madres son cada vez menos. “El año pasado murieron cuatro. Las sentimos mucho”. ¿Cómo imaginar las cosas cuando ya no queden Madres? “Yo no me imagino nada. Nunca digo que esto va a ser así o asá Lo que creo es que siempre hubo etapas con determinadas personas que vivieron y luego murieron. Es la ley de la historia, y de la vida. Ojalá nunca más tenga que haber Madres porque hay genocidios y represiones. Pero en nuestro caso, de algún modo estaremos en la Plaza. Y entonces habrá que ver qué es lo que nace” dice sin miedo y sin nostalgia, haciendo bailar esa sonrisa alimentada en la calle con abrazos y resistencia, besos y valentía, magia y endorfinas.

Memoria, verdad, justicia y Norita
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La Ronda, en la mirada de Nora Lezano

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Sexta entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo. Esta cobertura, realizada por Nora Lezano, corresponde al ritual del jueves 14 de marzo.

La Ronda es una iniciativa autogestiva coordinada por la editora Claudia Acuña y la fotógrafa Alejandra López. Todas las semanas, unx fotografx registra el ritual que se sostiene hace más de 40 años.

Todo el material colaborativo será entregado a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos.

“Nunca había estado en una Ronda.

Le pedí a una amiga que me acompañara. Sentí que se jugaba por un lado algo emotivo inmenso y por el otro el miedo a lo incontrolable. Jamás hago fotos en la calle justamente porque adentro de un estudio puedo controlar todo. Antes de salir para la Plaza dejé en mi casa un llanto espeso. El día estaba nublado. Ese llanto tenía la exigencia de haberme comprometido a resolver algo desde un lugar del que no estoy acostumbrada pero también el nerviosismo de saber que iba a vivir una experiencia de la que iba a salir profundamente atravesada”.

“Y así fue que me hice parte de esa ceremonia, fluyendo en círculos con mi cámara, acompañando esa fuerza indestructible del sostener. Donde nada importaba más que SER esa RONDA”.

Sobre Nora Lezano

Fotógrafa y artista visual.

Comienza a desarrollar su trabajo en la década de los 90. Sus retratos de músicos constituyen una parte representativa de su obra.

De 1992 a 2008 trabajó como fotógrafa institucional del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En los años 2000 y 2001 la Secretaría de Cultura y Comunicación de la Nación le encargó las coberturas de los ciclos “Argentina en vivo 1 y 2”, el “Festival Internacional de Jazz”,  la “1era. Semana Argentina en Madrid”, “La historia en su lugar” y “Música clásica en los caminos del vino”.

Trabajó como fotógrafa, directora, iluminadora y videasta para proyectos performáticos, de artes visuales y cinematográficos.

Publicó en forma independiente el libro Sin sueño se duerme también y Communitas (Planeta) -en coautoría con E. García Wehbi-.

FAN, la retrospectiva de sus años en el rock, se presentó desde el 2015 a la actualidad, en la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, el Museo de Arte Contemporáneo de Mar del Plata, el Museo Boggio de Chivilcoy, la Biblioteca del Congreso Nacional, la Casa de la Cultura de Entre Ríos; el Centro Cultural San José, de Olavarría,  el Museo de Bellas Artes de La Plata, el Espacio Contemporáneo de Arte Eliana Molinelli de Mendoza, la Planta Alta de la Estación Belgrano, en Santa Fe y en la Universidad Nacional de Quilmes.

Junto a las fotógrafas Andy Cherniavsky e Hilda Lizarazu, en el Palais de Glace, presentó la muestra LOS ÁNGELES DE CHARLY, una celebración a la obra de Charly García.

INVENTARIO, que incluyó una serie de objetos, fotografías y material fílmico y sonoro del archivo personal de la artista, además de una performance, se presentó en la Bienal de Performance 2019.

Desde 1996 sus fotos ilustran el suplemento RADAR del diario Página/12 y desde el año 2015 realiza las fotos de los calendarios de la Fundación Viva la Vida por el Bienestar Animal.

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Nota

La Ronda, en la mirada de Martina Perosa

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Quinta entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, que se propone transmitir el valor de la constancia, de los pies en el espacio público, de la gota a gota que horada la piedra, la no violencia contra la violencia, su valor social, su peso histórico, sus 40 años de coreográfico diseño: media hora, todos los jueves. Esta cobertura realizada fue por la fotógrafa y artista visual Martina Perosa.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

La Ronda, en la mirada de Martina Perosa

“Desde hace tiempo me interesa la relación entre fotografía y movimiento. Hay un trabajo que me parece muy interesante, que me inspiró en esta búsqueda, que es la serie fotográfica de Muybridge en el que logra documentar el rápido trote de un caballo en el aire. Mediante esta serie intentaba demostrar, frente a la teoría opuesta de algunos periodistas deportivos, en el que hay un momento de la carrera en el que los cuatro cascos del equino están en el aire. Esas series en movimiento abrieron una nueva discusión en la historia de la fotografía, que incluso dieron comienzo al cine”.

La Ronda, en la mirada de Martina Perosa

“Siempre me interesaron estos cruces interdisciplinarios entre las diferentes ramas artísticas como el cine, la fotografía y la danza. Pensando la ronda de plaza de mayo, me punzaba mucho la idea de coreografía. Una repetición constante todos los jueves, durante cuarenta años, por media hora. Una serialidad. Una duración y tiempo concreta. En un espacio determinado. Unos cuerpos, y una relación entre ellos, con una calidad de movimiento que a lo largo de los años fue mutando según el contexto: explosivo, suave, sutil. Y una música que hilvana el movimiento, los sonidos de la calle y el grito popular”.

La Ronda, en la mirada de Martina Perosa

Sobre Martina Perosa

Artista visual, nacida en la ciudad de Buenos aires. Su formación se centró en distintas disciplinas artísticas, que hoy confluyen en su obra. Estudió cine, indagó en el teatro, la performance y danza contemporánea y luego se especializó en talleres de fotografía y  clínicas de obra. Esta multiplicidad de intereses le permitió construir una mirada interdisciplinaria sobre la fotografía con un principal interés en el movimiento, y en la potencia de la imagen para construir ficción y contar historias. En 2019 editó su primer fotolibro “Shinsekai”, finalista del Premio Publicación Latinoamericano en el FELIFA 2021 y en diciembre 2023 editó su segundo fotolibro Proyecto Dallas.

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