Nota
Flor de la V por #AbortoLegalYa: «El femicida de mi madre fue el Estado» (video)
La actriz Florencia de la V pasó esta tarde por el plenario de comisiones del Congreso para exponer a favor del #AbortoLegalYa. El aplauso que desató fue, en realidad, un abrazo: la conductora contó que perdió a su mamá por un aborto clandestino cuando tenía dos años: «Estuve buscando la cara del femicida que mató a mi mamá. Hoy lo sé: el femicida de mi madre fue el Estado». Y les dijo a los diputados y diputadas que pueden tomar una decisión histórica: «En sus manos está la responsabilidad, si quieren tenerlas llenas de sangre, de seguir cargando con millones de argentinas que mueren por abortos clandestinos». Aquí su exposición completa y el video.

Florencia de la V con artistas visuales en MU Trinchera Boutique tras su presentación en Diputados. Foto: Martina Perosa para lavaca.
«Buenas tardes.
Quizá muchos me conocen como Florencia Trinidad. Mi nombre es Florencia de la V. Yo les voy a contar mi historia. Quizás los que no me conocen, los que nunca supieron de mí, desde que aparecí en este ambiente hablé de la falta que me hizo mi madre. Tuve la desgracia de perderla a los dos años de edad. Y siempre que me hicieron notas yo hablaba de cuánto la necesité y cuánto la extrañé. De cuánto sentí esta necesidad de tenerla conmigo siempre. Crecí creyendo que mi madre había muerto de una enfermedad. A los 14 años una de sus hermanas me dijo: «Tu mamá no murió de una enfermedad: murió de un aborto ilegal. Murió desangrada».
Era chica y no me atreví a preguntarle a mi padre. No supe cómo manejar ese tipo de información porque yo sabía que era algo prohíbido y que no se podía hablar.
Años después, haciendo terapia, sale este tema y la terapeuta me dijo: «¿No será hora de que le preguntes a tu padre?». Yo salí de esa noche de lluvia, nunca voy a olvidar, y le hice la pregunta. Le dije «¿De que murió mama?» «De un aborto clandestino. Murió desangrada».
De chica traté de asimilarlo, un cáncer, este tipo de cosas, pero fue una muerte que se pudo haber evitado. Yo tenía 2 años. Mi hermano, 4. Y quedamos solos: éramos lo que más amaba en la vida.
Mi madre se llamó Sabina Baez. Vino muy chica de Misiones con todas las ilusiones de estudiar, de formarse, de formar una familia, de tener una casa. Con los sueños que puede tener cualquier chica del interior. Conoció a mi padre muy joven, se juntaron, tuvieron a mi hermano, a mí, eran chicos, no teníamos dónde vivir. Entonces decían: «¿Cómo se van a llenar de hijos?». Ella, la verdad, no pudo elegir. Y una tarde nos dejó a mí y a mi hermano para no volver. Y murió de la peor manera que puede morir un ser humano: desangrada.
Yo los miro a cara. Escuché tantas cosas en este debate. Pero primero quiero decir: no estamos discutiendo desde cuándo hay vida. Acá estamos hablando de otra cosa. El aborto es una decisión privada de cada ser humano. No es una decisión pública. Acá estamos hablando de despenalizar o legalizar una práctica quirúrgica que depende del Estado. El Estado, en lugar de castigar a las mujeres, debería brindar lugares aptos para que no muera ninguna más. Ni una mujer más.
Nunca pensé que iba a contar esta historia. Siempre cuando entré al jardín, cuando eran los actos escolares, cuando esperaba la merienda, cuando nacieron mis hijos, la busqué. No hay un día en esta vida que no la lloré.
Desde que yo me enteré estuve buscando la cara del femicida que mató a mi mamá.
Hoy sé quién fue el femicida de mi madre: el femicida de mi madre fue el Estado.
En sus manos está la responsabilidad, si quieren tenerla llenas de sangre, de seguir cargando con millones de argentinas que mueren por abortos clandestinos.
Sí, son muchas
¿De qué lado quieren estar ?
Yo, hoy digo:
«SABINA BAEZ ,
PRESENTE».
Porque no quiero que la muerte de mi madre sea en vano”.

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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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