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Justicia por Gisela López: cinco años de impunidad
A 5 años del femicidio de Gisela López en Santa Elena, Entre Ríos, todos los acusados se encuentran absueltos, pese a las contundentes pruebas y el pedido de perpetua. Ahora la familia espera que la Corte Suprema anule esa decisión: “Hasta que la Corte responda, el Ministerio Público Fiscal de la provincia de Entre Ríos es responsable del asesinato y violación de mi hermana”, afirma el hermano en diálogo con lavaca. El camino a la in-justicia, la victimización de la joven de 18 años, la policía cómplice de no tomar la denuncia y una causa que habla por sí misma de cómo funciona la máquina que asesina y deja impunes los crímenes de mujeres.
Por Inés Hayes y Melissa Zenobi
Este abril se cumplen cinco años del femicidio de Gisela López, la joven de 18 años asesinada en la ciudad entrerriana de Santa Elena en 2016. Los cuatro sospechosos fueron absueltos en dos instancias y, a cinco años de su crimen, la familia espera que la Corte Suprema de Justicia de la Nación se expida para retrotraer la situación.
El viernes 22 de abril de 2016 Gisela salió de su casa en la localidad de Santa Elena para dirigirse a la Escuela Secundaria de Jóvenes y Adultos (ESJA), donde cursaba sus estudios. Esa fue la última vez que su familia la vio con vida.
Al femicidio le siguió el siguiente eslabón de la máquina de asesinar y dejar impunes los crímenes de mujeres: a la familia de Gisela no quisieron tomarle la denuncia. “Cuando fuimos el 23 para que la busquen, en la Comisaría 15 de Santa Elena nos dijeron que Gisela se había ido con un macho, como dicen siempre”, recuerda su hermano a lavaca, y cuenta que recién el 27 de abril el fiscal tomó la denuncia.
En vez de buscarla, a Gisela la acusaron de mula (venta minorista de droga), y de ser parte de una red de tráfico ilegal, e intentaron también descalificar a su familia. Como en muchos otros casos sugirieron que estaba en Paraná, o en Santa Fe.
El 10 de mayo -18 días más tarde- finalmente la familia consiguió hacer la denuncia en la Policía Federal; el cuerpo de la joven apareció una hora después, a 168 metros de su casa, en “El Bajo”, de Santa Elena. “La autopsia reveló que la joven murió por asfixia por compresión de cuello y estrangulamiento mixto, luego de ser agredida física y sexualmente, pero a nosotros nunca nos dejaron ver el cuerpo”, cuenta Gabriel.
El juicio
Aunque no se les permitió presentarse como querella, en 2017 la familia consiguió el primer juicio, donde se imputó a tres personas por el crimen: Mario Saucedo, alias «Negro», de 54 años, su hijo Elvio Saucedo, de 29, y Matías Vega, alias «Matute», de 19, por los delitos de abuso sexual y homicidio; y a Rocío Altamirano, de 19 años, novia de Vega, por encubrimiento.
“Los imputados nunca declararon, sólo negaron las acusaciones en el juicio de primera instancia”, cuenta Gabriel, y también recuerda que nunca se tuvo en cuenta como prueba el momento en que Vega -en una conversación familiar- reconoció haber introducido un palo en la cola de Gisela. “También había pruebas de ADN de una quinta persona que tampoco se logró saber de quién era”, dice Gabriel.
En el juicio, los fiscales Carolina Castagno y Santiago Alfieri pidieron la pena de prisión perpetua. Sin embargo, los jueces José María Chemez, Cristina Van Dembrouck y Ricardo Bonazzola decidieron la absolución de los imputados, que ya habían estado detenidos preventivamente durante un año. La familia apeló y el Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos (STJER) ratificó la absolución de los tres acusados por abuso sexual y homicidio y de la otra imputada por encubrimiento.
“Fuimos a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, pero ahora la causa está estancada desde el 2019”, cuenta su hermano, que junto a su familia y toda la comunidad de Santa Elena encabezan la campaña pública “Justicia por Gisela”.
Junto a su pueblo, Gabriel tiene una certeza: “Hasta que la Corte responda, el Ministerio Público Fiscal de la provincia de Entre Ríos es responsable del asesinato y violación de mi hermana”.
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Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).
Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.
Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo.
Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.
Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.
Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.
Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.
El video de 3,50 minutos
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Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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