Nota
La ESMA, del banquillo al banco
Se postergó por segunda vez el inicio del juicio oral por los delitos cometidos en la ESMA, a raíz de la repentina decisión del Poder Ejecutivo de disponer una nueva integración del Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 5.
La fecha próxima no fue dictada, y la espera de justicia abre la polémica.¿Qué significa que el juicio no comience este jueves, como estaba planeado, y su fecha esté nuevamente indefinida? En palabras del comunicado lanzado este martes 17, el directorio del Espacio para la Memoria señala: «Esto implica que tenemos que seguir esperando para que sean juzgados los represores de uno de los más grandes centros clandestinos que funcionó en nuestro país, y que sigan gozando de impunidad. Ya esperamos más de 30 años, no podemos seguir esperando; no queremos seguir esperando. Queremos justicia por todos los compañeros y que las madres y abuelas puedan vivirlo. Necesitamos justicia para poder decir genocida y que no sea sinónimo de impunidad».
El martes 17 de noviembre estaba programada una visita y conferencia de prensa en la Escuela Mecánica de la Armada, ahora ocuapda en parte por la Asociación Madres de Plaza deMayo, en parte por el Espacio para la Memoria. En ese marco y, desde las 11, los medios de comunicación pudieron recorrer guiados por especialistas las instalaciones del campo de concentración. Se abrieron las puertas – y evidencias – de aquel lugar tan tenebroso.
Cartografía del terrorLa ESMA es escalofriantemente grande; las pseudo calles se cuelan entre enormes edificios, cada uno asignado a una función específica de esa máquina de terror.
Ahora, Al fondo de la Enfermería, la Asociación Madres de Plaza de Mayo le pone vida al lugar con su espacio cultural. En el último edificio se alza el Casino de los Oficiales; y para llegar a su zona habremos pasado primero por el edificio de los Automotores – destinado la reparación mecánica de los Falcon sin patente-, la imprenta – donde se emitían documentos falsos-, el llamado Pabellón Coy y la mencionada Enfermería.
Por un costado, tras salir por una puerta lateral del Salon Dorado -hoy sede de la conferencia-, el guía lleva al tumulto de cámaras y libretas a la primera parada: el sótano. Y así anticipa el tono de la recorrida.
Al sótano lo separan no más de 20 escalones de la superficie. Debajo, una especie de galpón vacío se extiende 50 metros. Las separaciones están señaladas por carteles explicativos – al mejor estilo museo – que describe un sitio o transcribe algún testimonio. El primero de ellos, junto al umbral: «Por esta puerta, la mayoría de los desaparecidos fueron trasladados a su destino final».
El sótano funcionó, en efecto, como la principal sala de torturas. Todos los miércoles se renovaban los detenidos, y a aquellos que ya habían pasado por allí los trasladaban hacia Aeroparque. Y luego, historia conocida.
Está conectado mediante escaleras con diferentes arterias del edificio. La famosa Capucha, donde convivían los detenidos, una de ellas.
Otras separaciones distinguen oficinas y la llamada «huevera», donde se producía el material audiovisual para la difusión de la propaganda de la dictadura.
Salimos y el respiro nos dura hasta la nueva orden del guía. «Suban hasta el último piso». Y marchamos.
El primero y el segundo edificio no son parte de la recorrida; los carteles, sin embargo, muestran que allí estaban los dormitorios de los militares, tanto aquellos del Grupo de Tareas como los que trabajaban en la propia Escuela. Allí traían regularmente a sus respectivas familias, y en las escaleras mismas se cruzaban con los encapuchados detenidos. Todos sabían qué estaba pasando allí dentro.
Los pisos están alfombrados, hay lámparas, placards, ventanales y hasta un balcón. Bastante diferente de lo que se verá más arriba.
El tercero piso responde a la simetría propia del edificio: está separado en dos facciones iguales, pero con distintas funciones históricas.
A la izquierda, estaban las «cuchas» – en jerga militar – donde comían, dormían y vivían los detenidos-desaparecidos. Es la famosa Capucha, y se estima que se agrupaban allí alrededor de 100 o 150 personas; tres, en poco más de 2 metros cuadrados.
Las estructuras metálicas que sostienen el techo y el techo a dos aguas mismo son los únicos vestigios de los años siniestros. Los pisos y paredes fueron remodeladas ante una visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1979. Visitar la Capucha, entonces, obliga a desatar la imaginación. No hay elementos que sensibilicen más que la articulación de los propios testimonios, como el que Víctor Basterra – detenido del 79 al 83 y acompañante de la visita- desparrama sobre el lugar: «Nos tenían con grilletes en los pies, maniatados y con una capucha en la cabeza» – de aquí el nombre del lugar -; «Comíamos mate cocido y pan a la mañana; un trozo de carne semi – podrida al mediodía; y la dieta se repetía en merienda y cena».
Sobre uno de los carteles que acompañan un sitio, el testimonio de Lila Pastoriza reza: «Estar en la Capucha: sin movilizarse, sin ver, sin saber quién me amenazaba o golpeaba, sin tener la menor idea sobre mi situación y destino».
Los testimonios coinciden en la suciedad y olor del lugar. Y recuerdan la música de Radio del Plata, a todo volumen, las 24 horas.
En el paso hasta la otra ala del piso tercero, hay dos cuartuchos: es el sector de las embarazadas. Las mujeres de panza eran trasladadas allí una vez pasado el séptimo mes. Una vez que daban a luz, volvían a la Capucha. Pero ya no acompañadas.
Los bebés eran apropiados por miembros de las Fuerzas Armadas o allegados a ella. El sector de embarazadas lo comandaba Héctor Febres, hace dos años encontrado muerto mientras se desarrollaba su juicio.
«De 30 partos, tan sólo 10 lograron restituir su identidad», asegura el guía.
Siguiendo el pasillo se abre el Pañol grande, subdividido en secciones.
Por una parte, se guardaban allí las pertenencias de los detenidos, producto del desvalijamiento de sus casas: cocinas, equipos de música, etc.
Supo estar también la llamada Pecera, sector que le vale su nombre a la estructura de acrílicos que formaban pequeñas oficinas. Allí trabajaban aquellos detenidos de los que se aprovechaba su capacidad intelectual; profesores, políticos, escritores, archivaban diarios o clasificaban información luego utilizada por las fuerzas. Se entiende que fue un sitio clave en relación directa con el proyecto político de Massera. «Hay que pensar que este lugar fue utilizado por los secuestrados como un lugar de resistencia, simulando estar recuperado de los valores, y permitirse sobrevivir. Muchos lo lograron, otros no».
Subiendo una escalera más desde el tercer piso, en el altillo, funcionó la Capuchita, sitio de tortura y hábitat para los detenidos que no eran de la ESMA. Allí fueron secuestrados decenas de personas por el Servicio de Inteligencia, y sólo cuando la Capucha rebalsaba, mandaban a detenidos por el Grupo de Tareas.
El cuarto está dividido por un gran tanque de agua – que consta en las declaraciones del juicio – y dos de sus cuatro paredes alojan marcas de los detenidos en el sitio. Se ve débilmente trazada una cruz, junto a la palabra «fe» y el nombre Mónica. Del otro lado, hay un pequeño corazón.
Su función era doble: contenía dos salas de tortura y otra para los secuestrados. Entonces, se dormía, comía y vivía junto a las sesiones de tortura.
Nos invitan a bajar al Salón Dorado; la visita termina, la conferencia está por empezar. De lo expuesto se destacó:
- La explicación y opinión de Víctor Basterra sobre la postergación del juicio oral:»Tengo entendido que se trasladó el juezGuillermoGordo; el mismomagistrado queformó parte del tribunal que condenó al prefectoHéctorFebres, pero que postergó mucho su enjuiciamiento. Y que además, enel momento final de eseproceso, el principal imputado, o bien se le permitió matarse, o bien lo mataron».Traducción: muy confiable no era este juez.
- Sigue Baszterra: «Además, al ser nombrado este sustituto, tengo entendido que fue recusado, o intenta recusarlo, la defensa de los militares. Es una pausa más a lo largo de, en mi caso, estos 25 años, pero seguimos peleando y no vamos a bajar los brazos. La herida tan profunda que le hicieron a la sociedad argentina, hace que uno se juramente para no olvidar, para no perdonar y para no reconciliarse».
- La explicación del abogado Adrián Gómez, representante de varias querellas -entre ellas la del propioBasterra-sobre la postergación del juicio: «A la justicia la vamos a respetar, pero no queremos dejar, bajo ningún punto de vista, la puerta abierta para que en algún momento los criterios políticos que cambian puedan afectar las sentencias que se dicten. Nosotros queremos sentencias sostenidas en el tiempo, que no puedan ser revisadas. No queremos que el día de mañana, los genocidas salgan a la calle diciendo que habían sido juzgados mal».
- Se agradeció insistentemente a la prensa por haber asistido y difundir la recorrida; que es una muestra de cara al postergado juicio.
En tanto, Madres, Abuelas y sobrevivientes observan como los victimarios eluden el banquillo y regresan al banco. Así es el entretiempo de la impunidad.
Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
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