Nota
La muerte de 14 obreros en Santa Cruz: lo menos turbio es el río
Al cumplirse cuatro años de la muerte de 14 obreros en la mina de Río Turbio en la provincia de Santa Cruz, la justicia decidió procesar a tres ex directivos de la empresa. Sin embargo, no avanza en las responsabilidades políticas que sembraron el terreno para que esta ¿tragedia? sea posible: los organismos del estado y la gestión privada del empresario Sergio Taselli, calificado como “otro Yabrán” por Hebe de Bonafini. Un testimonio del momento de aquel Cromañón minero.
La causa que investiga el crimen de 14 obreros dentro del yacimiento de carbón de Río Turbio parece por fin apuntar hacia parte de los responsables verdaderos. El juez federal Gerardo Caamaño dictó el procesamiento de los ex directivos de la empresa, Fermín Lauro Garnica, Eduardo Schabner y Esteban Loncaric, por el delito de homicidio culposo y sobreseyó a los trabajadores Ramón Pazos, Gregorio Tolosa y Tomás Rodríguez, quien habían sido inculpados del “accidente”.
Éxito empresarial
A pesar del rumbo que tomó el caso, el trabajador Raúl Wanzo quien además es dirigente de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) advierte que todavía hace falta determinar las responsabilidades políticas, señalar a los que pasaron por alto los controles. Dice que la mina en 2004 trabajaba a sabiendas de que había sido destruida por la gestión privada de Sergio Taselli, una especie de “vaciador serial” que entre sus victimas incluye a las firmas Parmalat, Metropolitano y Matarte.
Raúl recuerda que “cuando el empresario se hizo cargo del yacimiento generó mucho miedo en el sector de supervisores y jefes, se rodeó de obsecuentes que pusieron en marcha su estrategia: funcionar, pero con menos gente y menos gastos”.
Socios
Desde noviembre del 94 hasta mediados de 2002 cuando se le rescinde el contrato a Taselli y vuelve al Estado, los organismos de control documentaron todas las falencias en materia de seguridad del yacimiento de Río Turbio. Inclusive el Ministerio de Trabajo de la Nación realizó un informe de más de ciento cincuenta páginas detallando cada falla, cada violación a la seguridad laboral. Sin embargo, algunos funcionarios miraron para otro lado mientras los trabajadores y la comunidad intuían que un “accidente” podía ocurrir en cualquier momento.
El lunes 14 de junio de 2004 a las 22.30 un chispazo en uno de los rodillos de la cinta transportadora que saca el carbón de la mina a la superficie inició un incendio. Enseguida una mezcla de gases tóxicos que se desprenden de las paredes de los yacimientos de carbón hizo un muro que sepulto a 14 obreros a 600 metros de profundidad. Raúl recuerda que esa noche trabajó y que fue uno de los que llegó al lugar. Vio como salieron los 43 sobrevivientes. “Yo tengo esa imagen que me vuelve cada tanto, de los compañeros que salían de una pared de humo con la boca llena de espuma y, a la vez, sentía la angustia de contar los minutos y saber que era imposible que otros pudieran sobrevivir”.
Poco de accidente tiene el episodio, la gestión privada exigió extirpar puestos de trabajo y uno de ellos fue el del empleado que se encargaba de controlar el funcionamiento correcto de la cinta trasportadora. Raúl denuncia que “la subsecretaria de trabajo de la provincia fue habilitando y consintiendo que se trabaje de todas maneras, siempre la desidia, o el arreglo político para que todo funcione igual”.
A callar
El dirigente de ATE actualmente es el único querellante en la causa por el vaciamiento del yacimiento de carbón de Río Turbio contra Taselli. Opina que el gobierno provincial puso plata para calmar la bronca de la comunidad. Cuenta que “les fueron dando trabajo a los familiares de las víctimas, a algunos le pintaron la casa, les dieron ladrillos”. Dice que en un pueblo chiquito como ese se ven todos los movimientos y que el reclamo de justicia en parte de la sociedad se fue acallando.
Para Raúl la muerte de los 14 obreros de la mina en Santa Cruz, Cromañon y el incendio del avión de LAPA, muestran coincidencias: corrupción, desidia y la precariedad como situación generalizada. El Estado y el mercado, cuando trabajan armoniosamente bajo la ley de la impunidad.
“Otro Yabrán”
Hace dos años la presidenta de la Asociación Madre de Plaza de mayo, hasta Hebe de Bonafini, más allá de su reconocida solidaridad con el gobierno, denunció a Sergio Taselli y sus vínculos con el gobierno de Nëstor Kirchner. Dijo textualmente Bonafini sobre Taselli, el 2 de febrero en Plaza de Mayo:
“No quiero pensar que sea amigo de alguno de los que están en la Casa de Gobierno. Espero que no, porque si es amigo de alguno de ellos tenemos que empezar a escupirlo. Y nosotras siempre dijimos que los amigos de nuestros enemigos también son nuestros enemigos. Si Taselli tiene algún amigo en la Casa de Gobierno ése pasará a ser enemigo de los trabajadores de Gándara, de los trabajadores de las minas –que también él las negoció- y también pasará a ser enemigo de las Madres. Porque Taselli es un atorrante; es peor que Yabrán, es peor que Moneta y que todos estos atorrantes juntos. Ojalá que ninguno sea amigo. Y si lo es ya empezaremos a decir lo que tenemos que decir, que lo decimos ahora: los amigos de nuestros enemigos son también nuestros enemigos. Las Madres no queremos tener amigos que tengan amigos ladrones, chorros, coimeros, que se hacen ricos a partir del trabajo de los hombres y mujeres que trabajan en sus fábricas”.
Luego dijo a lavaca “Yo sé de lo que hablo. Este tipo fue el que hizo todo el quilombo de las minas donde murió la gente. Y ahora compra por un peso las empresas, y después no le paga a la gente durante meses, la mata de hambre. Compra por nada, remata por nada, echa a la gente”. (Aclaración: Taselli compró las empresas como Gándara por un valor simbólico, y supuestamente se hace cargo de las deudas, muchas veces las liquida, aunque todas estas maniobras podrían definirse, por así decir, como un verdadero río turbio).
-¿Por qué lo llamó otro Yabrán? (Alfredo Yabrán, empresario telepostal cercano a la dictadura y luego al menemismo, inesperadamente suicidado en mayo de 1998).
-Porque ¿qué hizo Yabrán con el Correo, o el otro, Moneta (Raúl Moneta, conocido como uno de los tantos “banqueros de Menem”, y actual accionista en diversos medios de difusión)? Son tipos chorros, mafiosos, como que nadie los puede tocar. Y este Taselli es igual o peor, pero fijate que nadie publicó nada de lo que dije
-Lo de Taselli y su relación con el gobierno, ¿es una sospecha o una certeza?
-Es seguro que hay alguien o algunos dentro del gobierno que son amigos de él. Y se va a descubrir. Siempre se descubre. Alguien le hace la palanca. Estos tipos siempre tienen una palanca, un juez, un ministro, o el gobernador, y eso es lo que no hay que permitir. Es un tipo del duhaldismo, pero supuestamente Duhalde ya no tiene más poder. Entonces, ¿cómo sigue haciendo lo que hace? Algún lazo tiene que haber con gente del gobierno, y si no, que salgan a decir que no.
Las batallas de Silverio
Un testimonio conmovedor, publicado por lavaca es esta carta del abogado Dino Zaffrani, donde traza un perfil de Silverio Méndez, uno de los mineros fallecidos en los túneles de Río Turbio. Fue escrito cuando la suerte de Silverio aún era incierta, bajo los escombros, el 15 de junio de 2004. La carta además es un repaso en el momento de lo que venía ocurriendo y del perfil de Méndez, descripto como un referente «que ha estado en todas: como militante, como delegado, dirigente combativo y como simple trabajador.»
Este es el texto completo de la carta de Zaffrani:
«Río Gallegos, 15 de junio de 2004
Entre los 14 compañeros mineros atrapados dentro del Yacimiento de Río Turbio a la altura del marchante 22 donde se produjo el derrumbe, se encuentra Silverio Méndez. El es jujeño y al decir de otros como él, «…he nacido entre las piedras, doctor», se enorgullecía del mojón inicial de su origen humilde, qué digo …..humilde. Silverio fue el Secretario Adjunto de la Seccional ATE Río Turbio desde 1999 al 2003, disidente del ATE Degenarista. Ha estado en todas, como militante, como delegado, dirigente combativo y hasta hoy 15 de Junio como simple trabajador en uno de los turnos que ingresaron a la mina. El último turno de Silverio y sus 13 compañeros. Las peleó todas, encabezando asambleas, juntando firmas, marchando a Río Gallegos para reclamar ante casa de Gobierno por cada reivindicación y cada promesa incumplida. Oponiéndose a la entrega menemista del Yacimiento al concesionario Sergio Taselli en 1994, en la toma de la mina aquel año y en las posteriores para que se fuera, exigiendo el cumplimiento del pliego de bases y condiciones que jamás cumplió ante la cómplice mirada del gobierno provincial de Néstor Kirchner, que nunca lo controló como era su obligación. Silverio no hablaba al bulto, lo hacía uno por uno convenciendo a cada compañero y a fuerza de perseverancia se había ganado el respeto entrañable de todos. Deja compañera e hijos como el resto de los trabajadores que han quedado atrapados. Ellos no han muerto por accidente, ni por autocombustión de los gases dentro de la mina. Han dejado sus vidas de laburantes desconocidos por la desidia y complicidad de los gobernantes que antes eran menemistas y hoy se dicen progresistas. Porque durante la década pasada no hubo control a la voracidad de Taseli, el concesionario asociado de la burocracia de Fatlyf (Federación de Luz y Fuerza), hoy trenes Metropolitanos y Zapla, que no invirtió un miserable mango en seguridad. Porque la mina como antes del 2002 y hasta hoy, no tenía seguridad, igual que en las épocas de Taselli. Porque el Estado se ocupaba simplemente del pago de sueldos. En ese sentido el caso de Yacimientos Carboníferos Río Turbio se convierte en una sentencia firme contra todas las políticas privatizadoras y de entrega del país, que no han sido revertidas por el actual gobierno. A esos mineros los mataron por trabajar. Porque los hacían trabajar a la qué me importa. En una asamblea reciente Silverio trató al entonces interventor de la mina Eduardo Arnold de «negrero», reclamándole con pasión por estas cosas pequeñas como la seguridad y la falta de inversión y el peligro de trabajar en una mina que estaba literalmente parada, en riesgo permanente. «Chiquito» Arnold, un tipo de honor, prefirió en vez de ocuparse de estas cosas de laburantes, en ir a contratar a un abogado para querellar a Silverio por calumnias e injurias. Y como si esto fuera poco -como dicen en los colectivos los vendedores ambulantes- le reclamó $ 50.000 de indemnización por daño moral. A un trabajador reclamarle $ 50.000, ……….vaya honor.
Me tocó defender a Silverio como letrado. Finalmente Arnold desistió de la querella, tal vez en conocimiento de que en Santa Cruz le devuelven el dinero de tasa de justicia al desistirla, como ocurrió con el entonces Gobernador -hoy Presidente- cuando me reclamara $ 1.000.000 por acusarlo de complicidad con Carlos Menem y Taselli al permitirle que vaciara la empresa que hoy se llevó puesto a mi amigo Silverio. Arnold y otros, antes menemistas, después duhaldistas, hoy «progres», es actualmente el Vicepresidente de la Cámara de Diputados de la Nación y ha venido a Turbio a derramar lágrimas de cocodrilo. Los compañeros y mi amigo Silverio no ocupan ninguna banca ni juran por nada, sólo el polvo, el monóxido implacable y la bronca le hacen compañía en el fondo de la tierra y las piedras, de donde vino. La historia de Silverio no figura hoy en la tele que se ocupa de la liberación de Cristian y del superclásico Ríver-Boca. Taselli sigue al frente de Trenes Metropolitanos que cobró subsidios estatales del Secretario de Transportes, Ricardo Jaime, quien no le rescinde el contrato no obstante lo desastroso de la gestión ferroviaria privada en Buenos Aires que también se cobró muchas vidas. Pero la muerte de Silverio es un grito de vida y un dedo acusador a estos cachivaches que simulan estar haciendo historia y a la hora de los bifes rajarán en polvorosa».
Dino Zaffrani *
*Ex abogado de la Seccional ATE Río Turbio, amigo de Silverio Méndez y dirigente del Movimiento Antiimperialista y por la Paz Mundial (MAP)
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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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