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La peste soja: viaje al corazón del MOCASE

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Santiago del Estero se ha puesto bíblica. La conexión entre el best seller de todos los tiempos y esa provincia donde los campesinos rechazan al “campo” mientras denuncian al gobierno, es verde y negra, tiene cabeza marciana, mandíbulas sinfónicas, voracidad inoxidable, y una capacidad de destrucción de Apocalipsis, capítulo donde los poetas bíblicos la describen con belleza de pesadilla:
La peste soja: viaje al corazón del MOCASEY el aspecto de las langostas era semejante a caballos aparejados para la guerra: y sobre sus cabezas tenían como coronas semejantes al oro; y sus caras como caras de hombres” (Apocalipsis 9:7).
Las mujeres y los hombres del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase) no verían exageración alguna en esa descripción. Para ellos la plaga de langosta tiene cara de personas concretas: “Esto es por culpa de los sojeros, que quemaron todos los montes. La langosta no tiene donde ir” asegura Leticia, de una de las comunidades campesinas de Quimilí, mientras busca unas cabras bajo unos quebrachos blancos esqueléticos. Como hay sequía desde hace cuatro meses, lo único que llueve es alguna que otra langosta sobre nuestras cabezas, antes de caer al piso digiriendo la última hojita del quebracho. Cuando los árboles están plagados, se escucha un rumor crepitante de langostas mascando las hojas.
Leticia encuentra a la manada. Los animales corren, frenan, saltan, balan, se acercan a curiosear la cámara de fotos, vuelven a correr. Uno de los más recientes integrantes del Mocase, Oscar Donneli –ex fabricante de ropa para chicos en San Fernando (Buenos Aires), arrepentido feligrés de Mariano Grondona y Bernardo Neustadt- confirma una sospecha: de esos saltos y corridas nació la frase “más loca que una cabra”.
Oscar y Leticia son parte del Lote 38, a 20 kilómetros de Quimilí, una de las comunidades campesinas que consideran que lo que los medios y el gobierno llaman “el campo” es otra cosa: “Son empresarios sojeros. Nada de pequeños productores: esos somos nosotros”. Explican además que el responsable de la plaga sojera es el gobierno.
Ya de noche, mientras preparaba para Mu una inolvidable tortilla de parrilla y mate dulce, junto al rancho de piso de tierra y paredes de barro iluminado apenas por un mechero (para no tener que usar la energía del panel solar) Leticia agregó otra sorpresa: “Estamos haciendo la reforma agraria, en la práctica”.
El paro al revés
La protesta rural contra las retenciones, los piquetes en las rutas, los cacerolazos urbanos, el modo en que todo eso se exhibió periodísticamente, y las reacciones del gobierno, dejaron a las comunidades del Mocase perplejas.
Para observar el problema ni siquiera tuvieron que moverse de la Central de Quimilí (una de las siete que forman la red de centrales del movimiento en toda la provincia), ya que a 50 metros, en la Rotonda Sur de ese pueblo de 18.000 habitantes, se realizaba uno de los cortes. “Los que organizaron el piquete fueron los empresarios sojeros, pero ellos ni iban. Llevaban a algunos peones en la ruta y a la noche les llevaban la carne para el asado. Y en los campos seguían trabajando y fumigando” cuenta Paulo Aranda, con serenidad santiagueña. “Los sojeros son los que nos revientan. Hacen monocultivo, desmontan y queman el bosque, contaminan todo, nos envenenan lo que producimos, eliminan cualquier otra producción porque todo es para la soja, empujan a la gente a irse del campo, y a los que nos quedamos nos mandan a los matones y a la policía para tirarnos las casas y sacarnos de nuestra tierra”. El cúmulo de derechos violados en esa frase son apenas un atisbo de lo que ocurre en Santiago.
Ante tal panorama, la reacción de los campesinos al escuchar hablar del “paro del campo”, derivó en un documento del Mocase. Algunos puntos:

  • Este modelo neoliberal, de saqueo y contaminación, reproduce nuevas formas de colonización y genocidio. ¿Qué hicieron estas entidades (las ruralistas) cuando en la etapa menemista del neoliberalismo más salvaje desaparecían más de 200.000 unidades familiares de producción agraria?”
  • ¿Qué han hecho y hacen esas entidades agropecuarias ante los asesinatos, cárceles, persecuciones, tortura y enfrentamiento con paramilitares y topadoras que sufren hoy miles y miles de familias de pueblos originarios y campesinos?”

Como el Mocase no es precisamente un movimiento quejoso ni pasivo, exige crear mecanismos de participación directa para la redistribución de la riqueza, y concretar un programa que comparte con los movimientos que conforman la red global Vía Campesina y que empieza a vislumbrar cualquiera que se acerque a una verdulería o una carnicería: “La Agricultura Familiar Sostenible puede alimentar al mundo. Los alimentos no pueden ser objeto de ganancias ilimitadas. La biodiversidad es una riqueza de los pueblos”.
En plan simplista, el documento pudo ser interpretado como apoyo al gobierno porque criticaba a las entidades ruralistas, pero apenas se llega al campo, y se conversa, se aprende que estas mujeres y estos hombres tienen una dimensión de pensamiento diferente, práctica y profunda a la vez, que poco tiene que ver con las etiquetas y polarizaciones mediáticas y políticas que suelen evacuarse sobre la sociedad. Deolinda Carrizo, Deo para todos en el Mocase, abre sus grandes ojos: “El gobierno negocia con los sojeros, y apunta a la expansión de los moncultivos. A ningún gobierno de este tipo, capitalista, le interesa apoyar a organizaciones como la nuestra, que quiere hacer su propia historia”. Se queda como hipnotizada frente a un árbol, y muestra cómo las langostas que llegan a medir unos 8 o 10 centímetros, en determinado momento se instalan en la corteza y comienzan una mutación que casi duplica su tamaño. Se desprenden de la coraza negra y verde, se ponen grises y con alas. “Parecen pájaros” dice Deo.
¿Qué es el Mocase?
El Movimiento Campesino de Santiago del Estero nació el 4 de agosto de 1990 mezclando militancias setentistas y cercanas a la Teología de la Liberación, varias herencias previas de organización, luchas agrarias y resistencia a los sucesivos feudos santiagueños, y cosmovisiones indígenas que –según el ex sacerdote Ángel Strappazzon- tuvieron hasta alguna influencia anarquista portada por los trabajadores ferroviarios de La Fraternidad.
En septiembre de 2001 el Mocase se dividió porque esto que hoy se conoce como Mocase Vía Campesina rechazó seguir organizándose verticalmente (con presidente, consejo directivo y pretensiones de obediencia a la cúpula). Las comunidades decidieron mantener un estilo de organización en red, horizontal y autónomo con respecto al Estado y los partidos políticos. Deo: “En Santiago existió siempre la cultura de que somos negros ignorantes, campesinos que no sabemos nada, que tenemos que pedir permiso y obedecer. Quisimos dar ese salto, y lo dimos”.
Quico y Aldo, del Lote 5 (a unos 25 kilómetros de Quimilí) lo explican así: “Acá no hay caciques, somos todos indios”. Claudia, la compañera de Aldo, lava la ropa incansable y usa como fuente un pedazo de goma de tractor. Oscar ceba el mate tomando una pava renegrida por el fuego. Los chicos andan divertidos, jugando al fútbol con una pelota armada con medias viejas. Los ranchos suelen ser de paredes de barro, algunos pocos con ladrillo, piso de tierra, levantados a mano. Casi un clásico: hay pobreza –conmovedora-, pero no hay miseria. Tampoco hay resignación: el Mocase gestionó y obtuvo paneles solares, para que muchos de los ranchos cuenten con una forma de energía eléctrica austera pero limpia, en esos lugares donde el Estado nunca quiso llegar.
Leticia tiene la gentileza de agacharse –pese a que anda mal de la espalda- y con el dedo dibuja al Mocase sobre la tierra seca: “En cada zona viven familias (dibuja puntitos). Varias familias o campesinos forman una comunidad de base (hace un círculo que reúne a los puntitos): nosotros somos la comunidad del Lote 38, están los del lote 4 en Pozo del Toba, o Lote 5 en Colorado, y varios más. Esas comunidades formamos una central (el círculo se amplía), como Quimilí. En la provincia hay casi 300 comunidades agrupadas en siete centrales. Y todas estas centrales (Leticia las engloba) somos el Mocase”. Cada comunidad se reúne cada dos semanas, y elige delegados para las reuniones de cada central, que son también quincenales. El número oficial oscila en las 9.000 familias, aunque parece que hay un crecimiento en la zona norte de campesinos que se integran al Mocase en defensa propia, frente a la peste sojera que opera con violencia parapolicial.
“Por eso somos fuertes: estamos organizados” dice Leticia. Pero a esa organización la hacen moverse. Crearon secretarías de producción y comercialización, de tierra, ambiente y derechos humanos, de comunicaciones, de formación y educación, de salud y de género, para garantizar la participación de la mujer y los jóvenes. Realizan permanentes encuentros de formación y capacitación, sus integrantes suelen viajar a Brasil para encontrarse y debatir con los Sin Tierra. A nivel argentino han hecho amistad y asociación con movimientos de Córdoba, Mendoza, San juan, Jujuy, misiones, y mendoza, y Buenos Aires, creando juntos el Movimiento Nacional Campesino Indígena. A nivel internacional tienen proyectos con diversas ONG para el desarrollo, como Ingeniería sin Fronteras. Las trenzas rasta de Deo vienen de Mozambique, donde participó en un encuentro de Vía Campesina. A diferencia de muchas otras organizaciones, el Mocase no está embalsamado.
La otra fuerza parece ser esa tendencia a que no haya caciques. Casi todas las personas con las que uno habla podrían ser “dirigentes”, según las viejas lógicas. En realidad, todas lo son. Han optado por una extraña alquimia: dirigir sus vidas, sus trabajos y sus sueños, y hacerlo comunitariamente. El dilema, sin romanticismo: ¿eso será posible?
Para gourmets y paramilitares
En la central de Quimilí hay una carnicería y almacén que vende lo producido por las comunidades de la zona (vacunos, cerdos, cabritos, pollos, huevos) y dulces y mermeladas de sandía, zapallo y hasta dulce de leche de cabra sin conservantes ni colorantes bajo un concepto: “Productos para la soberanía alimentaria” (aclaración gourmet: todo es de una calidad adictiva). Para funcionar se creó la cooperativa Ashca Cayku (Somos muchos, en quichua), que es la que además le permite al Mocase tener una forma institucional productiva. Hay también una carpintería que trabaja para el movimiento, una herrería, una escuela agroecológica, una oficina de comunicación del Mocase, y la radio FM Del Monte con programas de noticias como Sintonía Americana (que conduce Deo), Un gomerazo a tu memoria (con Ángel Strapazzon, uno de los fundadores del Mocase) o de música, como el de cumbia que lleva adelante Margarita, 17 años, llamado Carumanta Amunt (De lejos vengo a hablar, en quichua). “Los jóvenes me escuchan mucho” se enorgullece Margarita, que confirma que aquí también Agrupación Marilyn sigue siendo lo más pedido. Esto provoca la carcajada de Filtro, emblemático, desdentado y entrañable personaje de Quimilí, ex sin techo que despierta el afecto de cada uno que anda cerca, y acompaña todo lo que se hace en el Mocase. Ya nadie recuerda su nombre, ni él puede decirlo, ni a nadie le preocupa. ¿Será que el nombre es una de las corazas de las que la persona puede desprenderse? Gabriel Sequeira lo bautizó Filtro, por el límite hasta donde disfruta los cigarrillos que consigue.
Filtro me pasa la mano sobre el hombro. La cordialidad es sorprendente. El saludo típico aquí es como en España: un beso en cada mejilla. Han preparado un puré de zapallos (antigua hortaliza americana que los argentinos solían consumir) con carne y nos invitan a almorzar. Deo está nerviosa porque se repitió un clásico santiagueño: “Los sojeros tienen matones que quieren asustar a la gente, disparan al aire, le roban o le matan a los animales. El jueves pasado le robaron 16 chanchos a don Miguel Rodríguez, que venía denunciando a Claudio Trono por esas agresiones, y a su encargado Daniel Quin. Los hijos de don Miguel rastrearon y encontraron los animales en lo de un familiar de Quin. Don Miguel tuvo que esperar hasta las 8 de la noche para poder ir a Pinto, a hacer la denuncia, porque no tenía vehículo para salir del campo. Cuando llegó a la comisaría lo tuvieron esperando cuatro horas. Y cuando al final le tomaron declaración, lo metieron preso a él. Hace cinco días que está preso”.
Paulo agrega: “Los paramilitares ya le habían volado… ¿cuántos eran? ¿dos o tres dedos del pie?” Nadie recuerda. Paulo: “No les importa nada. El otro día andaban los matones de uno de los terratenientes tomando un café en el hotel Parodi, y dejaban las armas arriba de la mesa. No les importa nada porque la impunidad es total”. Filtro mira la pared moteada de langostas. No ríe.
Sitio web encapuchado
Comiendo puré de zapallo en Quimilí se puede entender el ADN de las violaciones a los derechos humanos en tiempo presente (invisibles para muchos organismos que parecen fijados en el pasado). El anecdotario incluye el célebre intento de desalojo en La Simona, en 1998, con topadoras para voltear ranchos enviadas por el terrateniente Guillermo Masoni, apoyado por el juarismo. Cuatro mujeres se pararon delante de las máquinas e impidieron la demolición, dando tiempo a la llegada de un grupo, y otro, y otro, y otro. Otra historia: un custodio –en plan amedrentamiento- mató en una de las comunidades a un chiquito de siete años, Mario Ezequiel Gerez, de un disparo en la nuca cuando iba en bicicleta con su tío. El caso fue tomado por el Defensor del Pueblo Eduardo Mondino. Adolfo Farías, del otro lado de la mesa, memora cuando él mismo fue secuestrado. “Yo iba a lo de un familiar, un tipo me ofreció llevarme, cuando cruzamos con otra camioneta me apuntaron a la cabeza y me vendaron, me llevaron para el lado de Pinto, creo, querían saber si era de La Simona. Me pegaron, decían que me iban a tirar al río, y me cortaban la espalda con un alambre”. Se para se levanta la remera, se da vuelta y me muestra las cicatrices. Le duran desde 2001. Llegó la policía y le comunicaron a Adolfo el contenido de su declaración: se confesaba culpable de haber robado animales y garrafas a Masoni, el terrateniente que había querido echar a la gente de La Simona. Dice algo que sería gracioso si no fuera estremecedor: “Ahí empecé a calentarme. Dije que no había robado nada”. Los representantes de la ley le pusieron una bolsa en la cabeza. “Ahí sí que me cagaron a palos, de noche sobre todo. Y me obligaban a que me arrodille”. Una monja que lo conocía de chico lo descubrió, y fue el pasaporte a que hoy esté vivo para contarlo. Los mecanismos de intimidación y expulsión incluyen la matanza o el robo de animales, o las amenazas directas que en casos como el de Strapazón y su familia ya son imposibles de enumerar. Los desalojos los hacen los parapoliciales y agencias de seguridad como La Estrella, contratados por los sojeros, con el entusiasta apoyo de la policía local y del inconcebible GETOAR (Grupo Especial de Táctica Operacional de Alto Riesgo) creado un año después de la fundación del Mocase. En la página www.policiadesantiago.gov.ar se lo define textualmente: “El GETOAR tiene un personal altamente capacitado y entrenado a través de cursos y estudios específicos realizados, algunos de ellos, en la Policía Federal Argentina. Se trata de policías con un entrenamiento físico y táctico muy riesgoso. Nada debe quedar librado a la improvisación o al azar. Todo, hasta el más mínimo movimiento, debe ser realizado con profesionalismo”.
Cursos y estudios y profesionalismo y capacitación. Tal vez por eso andan siempre encapuchados cuando se los ve en las fotos y películas amenazando a mujeres y niños campesinos en los desalojos de los ranchos. La página web policial ostenta un eslogan maravilloso: “Orden, Paz y Seguridad para el pueblo santiagueño”.
Otro caso, más cercano (noviembre de 2007) incluyó el riesgoso intento de desalojo de don Domingo Leguizamón, hemipléjico de 69 años, y sus hijos José y Sandra, epilépticos. Los profesionales del GETOAR tiraron al piso a José apuntándole con fusil, hasta provocarle un ataque de epilepsia. A Sandra le bañaron el catre en gasoil amenazando quemarla. Leguizamón venía denunciando amenazas y muerte de animales por parte de los paramilitares de la empresa La Estrella, propiedad de Jorge Salomón, primo del juez del mismo nombre que, casualmente, ordenó la detención de Leguizamón.
La sobremesa se hace larga, llega Antonio Callafell, pasante español de Ingeniería sin Fronteras. Las langostas buscan el sol. Deo dice: “Bueno, y nosotros también nos defendemos”.
Cómo defenderse, cómo atacar
Los campesinos santiagueños entre los eternos gobiernos del juarismo (por Carlos Juárez) y la pelea cotidiana por la subsistencia y defensa de la tierra, describen a la gobernador radical-kirchnerista Gerardo Zamora con cuatro palabras: “lo mismo de siempre”. ¿Y cómo se defienden de los ataques? Se miran. Sonríen. Algunas de las ideas:
“Como ellos tienen las armas, nosotros usamos la inteligencia más que la fuerza”.
“Si nos quieren sacar a nosotros, nosotros pensamos que hay que sacarlos a ellos. Y si alguno cae, caerá. Si hubo un desalojo el movimiento va rodeando el lugar. Una vez quedaban dos matones. Un compañero fue y les dijo: si tienen orden de tirar, tiren. Y si no váyanse. Se fueron”, cuenta Gabriel.
“Conocemos el monte, sabemos cómo acercarnos en distintos grupos y darles unos buenos sustos. De noche, de día, todo el tiempo. Que crean que tenemos algo aunque no tengamos nada. Pero también los fotografiamos sin que se den cuenta, para hacer actas y denuncias”.
“Alguna vez las mujeres usan la sensualidad, el milico se entusiasma y la sigue al monte, le caen todas y le dan fuerte. Ésta por mi hijo que le pegaste, ésta por las cabras que me mataste, ésta por la huerta que me quemaste”.
“A veces tiramos cohetes en el monte, y los milicos salen corriendo por si acaso”.
“Hay que saber esperar cuál es el mejor momento para volver y agarrarlos desprevenidos”.
Strapazzón agrega: “Los compañeros están ejerciendo una legítima defensa. Algún paramilitar apareció por televisión diciendo ‘los del Mocase me pegaron’. En realidad fue un solo compañero, jefe de familia. Cuerpo a cuerpo, y a mano limpia”.
En el Lote 4 está la casa de Juan Yedro, que fue tumbada por la policía y el Getoar y ya fue reconstruida. Aquella vez, Juan estaba en el campo y la policía redujo a Chiqui, su mujer, y a su hijo de 15 años, tirándolos al piso y apuntándoles con fusiles. Les rompieron sus pocos muebles y hasta le robaron al chico unos pesos ganados en una changa. Con un tractor cincharon para derrumbar el rancho. “Había una mujer que decía que era oficial de justicia, pero nunca mostraron ninguna orden de desalojo ni de allanamiento” explica Juan. El grupo desalojó también a Quico Aranda amenazando profesionalmente a su mujer y sus cuatro hijos, y le volteó medio rancho y a su hermano Aldo, aunque a esa altura ya había llegado un micro con gente del Mocase y pudieron parar el desastre. “Aquí la justicia es la injusticia. Y uno sabe que siempre se puede volver a producir” dice Quico. Pudieron recuperar sus lugares (también a fuerza del ingenio, aunque prefieren omitir detalles). Juan, Chiqui y sus hijos vivieron en una carpa mientras la comunidad ayudó a levantar la casa. Producen juntos ganado y cada uno tiene lo suyo. Aldo enumera esa riqueza: “20 chanchas, 60 lechones, 2 pavos, 30 patos, 20 gallinas que me dan una docena de huevos por lo menos, 100 chivos que tenemos entre todos”.
Hay un orgullo, que Gabriel durante la visita al Lote 4, describe así: “Siempre se pudo recuperar todo”. Hablan de todo esto con cierta resignación. “Lo único que queremos es que nos dejen vivir y trabajar” dice Paulo. Los métodos de expulsión tienen otras ofertas: “Te dan una plata, suponte 5.000 pesos o algo más para que te vayas. Esa plata es agua en la mano” agrega. Pocho González: “Te dicen que te dan una casita, te mandan al basural de Quimilí o al Colorado, a villas. Y al rato los que llegan tienen que buscar a políticos para que les den una cajita de comida. ¿Por qué tenemos que terminar en eso si somos sanos y queremos trabajar?”
Adolfo: “Le dicen a la gente ‘vas a tener luz y televisión’. Los que aceptan irse del campo terminan haciendo changas, las mujeres trabajando como domésticas, y hasta les pasa que si les dieron alguna casita, después se las sacan de nuevo. ¿A quién van a reclamarle si no tienen ni un papel?”
La defensa de la tierra y el trabajo, la organización, la capacitación, todo da la imagen de una lucha concreta por el poder. Deo: “Pero lo que queremos es hacer un modelo que no esté subordinado al imperio. Entonces nuestra discusión es: ¿dónde se hace esa transformación? ¿En el lugar de gobierno, o aquí, desde abajo? Nosotros creemos que desde abajo, tanto en el campo como en la ciudad, uno debe forzar esos cambios sin estar allá, sin buscar un cargo. Encarar y gestionar microemprendimientos, gestionar trabajo, generar igualdad para hombres y mujeres. Que te animes vos mismo sin que te estén diciendo lo que tenés que hacer. Eso es el poder”. Para estos campesinos el poder es una capacidad de acción, un verbo. Y no un sillón.
Todo lo que desaparece
El modelo sojero es un modelo de la desaparición. Algunas tendencia.
Desaparecieron unas 300.000 familias, expulsadas del campo por las plantaciones.
Desaparece el trabajo, y la posibilidad de vida digna de esas personas empujadas quién sabe a dónde.
Desaparece el bosque natural, a un promedio equivalente a media Capital Federal por día. “Ni siquiera talan árboles ni rescatan la madera para venderla, para hacer más rápido queman todo y empiezan a sembrar” explican en el Mocase.
Desaparecen los animales: matacos, chancho del monte, pichi, peludo, aguasuncha (una cabra salvaje), charata, perdiz, paloma, oso hormiguero… una fauna completa.
Desaparece la flora de la zona, arrasada por el océano de soja. Ya había desaparecido buena parte del quebracho colorado por La Forestal, el blanco por la soja, y lo que queda se lo come la langosta que se ha quedado sin monte.
Desapareció el algodón, y cultivos como sandía, zapallo, maíz (aunque ya hay uno transgénico), batata, toda clase de verduras, frutas y hortalizas. La palabra monocultivo tiene un significado, que los consumidores verifican por escasez o por precio en los supermercados.
Desaparece la cría de ganado (vacas, cerdos, cabras, yeguarizos) y desaparecen los pastizales donde criarlos.
Desaparecen también las pequeñas huertas, efecto de los agrotóxicos. El glifosfato marca Roundup de Monsanto y el no permitido 2, 4-D matan las malezas y toda otra producción. Los propios campesinos del Mocase han dejado de plantar porque los aviones fumigan esparciendo el veneno en 5 kilómetros a la redonda. Los árboles que quedan, como el algarrobo, se van quemando al revés, de arriba hacia abajo, a medida que les llueve el herbicida.
Desaparece el agua, la poca que hay, que tiende a contaminarse en los pozos abiertos, o filtrada por la tierra. Desaparecen los nutrientes de la tierra por valores que costarían millones de dólares reponer (aunque lo que nadie sabe es: ¿cuál terminará siendo el valor del agua en este extraño planeta?).
Desaparece la diversidad.
Desaparece el equilibrio ecológico y climático.
Desaparecen estilos de vida, valores y modos de producción comunitarios. Desaparecen derechos, y la tendencia incluye la noción de futuro.
Desaparecen los paraísos. No se trata de una metáfora, sino de los paraísos, esos árboles bellos que no mueren de pie, sino que uno ve caídos de a miles, secos por el veneno, en los montes que aún no han sido quemados.
Hecha la enumeración, en el Mocase me dicen: “No hay que ser pesimistas”.
Grondona, Neustadt y la libertad
Oscar Donnoli ya lleva en el alma ese estilo campesino que mezcla una alegría y una serenidad que generan admiración (por no decir envidia). Junto al fuego, noche de frío, se entusiasma cuando oye hablar de cooperativas periodísticas. “¡Formas nuevas de trabajar! ¡Qué hermoso!” Tenía una pequeña empresa de ropa para chicos en San Fernando. “Me agarró la invasión de importación en la época de Menem, en los 90, y me fundí. Yo te confieso que miraba en televisión los programas de (Mariano) Grondona y (Bernardo) Neustadt. Hablaban de las privatizaciones, abrir la economía, el liberalismo, la eficiencia”. Está iluminado por las llamas, frotándose las manos: “Uno es tonto. Cree lo que le dicen. Pensaba que tenían razón. Cuánto mal le hicieron al país. Yo aprendí que no hay que tragarse lo que te dicen. Hay que pensar, y aprender a ser más crítico ¿no?”. Su mujer era santiagueña, y Oscar había visitado Quimilí. Con unos ahorros compró un campito, pero lo estafaron (lo volvieron a estafar). Conoció el Mocase, algo empezó a entusiasmarlo de ese tipo de vida. Ahora vive solo, y a la vez en comunidad. Se ríe: “Mi mujer fue la que se quedó en la ciudad, todo al revés”.
Oscar descubrió algo inesperado: “La única forma que conozco de libertad plena, es siendo campesino. No trabajás para nadie, salvo para vos y la comunidad. No tenés toda esa locura y esa mentira de la vida en la ciudad: los impuestos, los alquileres, qué sé yo… para mi es un alivio. Trabajás mucho, pero es otro tipo de vida, muy hermoso. Y estamos organizados” dice comiendo tortilla de parrilla. “Sí, es la libertad”.
Como está más crítico, cuestiona discursos: “La presidenta dice que hay que distribuir la riqueza. ¿Qué mayor riqueza que la tierra? Lo que pasa es que para nosotros no tiene precio, no es una mercancía. Por eso lo que hay que cambiar el sistema. Para que uno pueda tener su forma de producción, de asistencia técnica, de comercialización. Con Leticia, con la comunidad, decimos que estamos haciendo una reforma agraria. ¿Sabés por qué? Porque podemos trabajar, producir, vivir como queremos. Para mí, qué querés que te diga: es como otra forma de hacer política. ¿Cómo voy a ser pesimista?”.
Strapazzón tampoco cree en los apocalipsis. Mientras cuenta un plan que busca revertir la tendencia a la despoblación del campo, llevando familias del conurbano a las comunidades, dice que apuesta a la historia humana. Como les pasa a los campesinos con los paramilitares, quizás convenga aprender que sembrando ingenio, solidaridad, comunicación, coraje y trabajo, se pueden ahuyentar todas las pestes. Dicen, en el Lote 38, que eso es la libertad.
Publicada en Mu, mayo de 2008

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Mujeres trabajadoras en la calle: “Juntas, llegamos a todo”

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Los feminismos siguen siendo el único movimiento que tiene la capacidad de transversalizar la unidad, amplia, y poner en Avenida de Mayo, de cara a Plaza Congreso, cuadras y cuadras de columnas que van desde el sindicalismo, a los movimientos sociales, a la izquierda, al kirchnerismo. 

Aún cuando por Hipólito Yrigoyen ingrese la enorme columna de la intersindical feminista seguida por poco del oficialismo; y por el otro costado, por Avenida de Mayo, ingrese la izquierda; todos los espacios comparten plaza a menos de un mes de elecciones generales que definen quién presidirá el país. 

Esa es la noticia: seguimos transversalmente en la calle. 

Video: Sebastián Smok.

De la economía popular a la formal

“Creían que el movimiento había desaparecido porque no estaba en la calle, pero estábamos en cada uno de nuestros territorios, ahí también damos la batalla y la lucha”, dice Leonor Cruz, Secretaria de Géneros y Diversidad de la CTA Autónoma, frente a la enorme columna de trabajadoras que son protagonistas de esta marcha. Las tres banderas que encabezan: UTEP, CTA y CTA Autónoma. De la economía popular a la economía formal, todas adentro.

Mujeres trabajadoras en la calle: “Juntas, llegamos a todo”
La cabeza de la marcha de este 28 S. (Foto: Sol Tunni).

Junto a ellas también marchan familias de víctimas de femicidios: Marta y Guillermo, mamá y papá de Lucía Pérez; y Daniel y Susana, papá y mamá de Cecilia Basaldúa, que salieron desde la sede de MU junto a un grupo de mujeres que les siguen con los pañuelos blancos que bordan dos palabras: Nunca Más. 

Mujeres trabajadoras en la calle: “Juntas, llegamos a todo”
Foto: Sebastián Smok.

No con el FMI

Dice Leonor: “La derecha más fascista de nuestro país tiene una agenda muy clara contra el feminismo, quieren ir contra cada uno de los derechos que hemos conquistado con sangre y a fuerza de lucha; pero no lo vamos a permitir. Estamos en la más amplia y diversa unidad de vuelta en la calle porque a la derecha la vamos a enfrentar, pero también vamos a decir: no es con el FMI, porque somos las trabajadoras, las precarizadas, las compañeras del barrio, las que más sufren el ajuste”. 

Leonor llegó a Plaza Congreso desde Tucumán, trayendo lo que se ve fuera del centro porteño: “En nuestra Argentina profunda lo que se ve es la pobreza, en todas sus dimensiones, pero el movimiento feminista en la provincia es lo más fuerte que hay, es donde está la unidad y donde nosotras resistimos”.

Sobre la transversalidad habla también Silvia León, referente de ATE Nacional: “Hoy el objetivo tiene que ser que las derechas no avancen en nuestro país. Los 30 mil compañeros desaparecidos y muertos no murieron en vano, y las víctimas de femicidio tampoco”. 

Silvia, rodeada de pañuelos verdes, sostiene junto a las familias de víctimas de femicidios, que tienen las fotos de sus hijas colgando en el pecho, los pañuelos blancos. Los feminismos honran el legado que los derechos humanos construyeron en la calle, con los pies. Dice Silvia: “Nosotras peleamos por soberanía, por educación, por salud, y también seguimos el camino de las Madres, las Abuelas, de los 30 mil, pero también de los familiares. Hay un tiempo que se termina, el de la verticalidad, el del verticalismo y del patriarcado, ahora toca construir transversal y federalmente”

Mujeres trabajadoras en la calle: “Juntas, llegamos a todo”
Foto: Sol Tunni.

Significado de la libertad

Marta y Guillermo, llegaron desde Mar del Plata a las siete de la mañana; junto a Susana y Daniel, se colgaron las fotos de sus hijas en el pecho: Lucía Pérez y Cecilia Basaldúa, dos femicidios territoriales emblemáticos, donde las tramas narco barriales marcaron como alerta una emergencia que traen las periferias.  

¿Por qué recorrer la Ruta 2 durante toda la noche para marchar? Contesta Marta Montero, mamá de Lucía: “Para gritar que no vamos a permitir perder nuestros derechos, lo que hemos conquistado en este tiempo de lucha que no es solo el reciente, me voy más lejos: en este tiempo de democracia que es el tiempo en el que podemos salir, podemos luchar, y también decir lo que pensamos. Todo esto está en peligro, no podemos permitir que venga alguien a decirnos lo que tenemos o lo que podemos hacer, que corten nuestros derechos y lo conseguido: por ejemplo un ministerio. Todas las mujeres no tenemos la suerte de que nos acompañen los gremios, las organizaciones; hay muchas mujeres que están solas, pero vos sabés que hay una puerta que podés golpear y que se va a abrir. Ahora corremos el peligro de que todo eso se termine».

Mujeres trabajadoras en la calle: “Juntas, llegamos a todo”

Marta Montero y Guillermo Pérez, los padres de Lucía (Foto: Sebastián Smok)

¿Por qué creés que quieren que se termine?

Porque somos muchas, hemos tomado la calle, hemos salido, y nuestra palabra se ha hecho escuchar. Y así hemos logrado cambios: el más importante fue el aborto legal. Es imposible no pensar hoy en día que una mujer no tiene derecho de poder decidir sobre su vida.Yo soy una persona de fe, creo en dios, en la virgen, pero no creo en que alguien pueda decirnos que esto tiene que ser de una sola manera porque creo en la libertad de las personas, y si alguien no quiere tener un hijo es respetable. 

Libertad es una palabra hoy disputada, ¿qué significa?

Libertad significa levantarme, salir a la calle y decir lo que pienso sin censura de nadie, poder acompañar a alguien, poder hablar, poder estar. El libertario es otra cosa: son los que nos quieren vender que vamos a estar mejor por cosas que no terminamos ni de entender, es un juego de palabras siniestro que termina en opresión. 

Mujeres trabajadoras en la calle: “Juntas, llegamos a todo”

Foto: Sol Tunni.

¿Qué tienen que hacer los movimientos feministas?

No los tenemos que dejar avanzar. A mí no me representa una persona que esté con una agresividad tal que se le nota, en su manera de hablar, de moverse, a mi no me representa esa violencia, pero estamos viviendo en un momento muy difícil que hoy todo es violencia. El enojo hoy está peor que nunca, o tal vez tenga otra visibilidad, antes se tapaba más, hoy lo ves en un medio, en una red social, es más visible, por eso parece que pasa más. 

¿Cómo volvemos para volver a ser marea?

Es muy importante creer en nosotras mismas, en el valor que nosotras tenemos, valorar quienes somos. Es muy importante no tener miedo, no tener miedo al ridículo, estar seguras de lo que hacemos, de lo que queremos y si tenemos que salir a defender a una compañera, a una hermana, salir y hacerlo con convicción propia. Lo más libre que una puede hacer es salir. Si no es con cada una de nosotras, hasta acá no se hubiese llegado, sin las mujeres luchando por su propia vida, las más grandes ayudando a las más chicas, y las más chicas, por ellas mismas. Esa es la hermandad, todas nos necesitamos, yo sola no puedo, te necesito a vos, a otra, a la hermana, sola es imposible. Necesitamos la confianza en nosotras mismas, evitar la competencia. Nosotras luchamos por la vida, por eso luchamos por todas. Solas no llegamos a nada, pero juntas llegamos a todo.

Mujeres trabajadoras en la calle: “Juntas, llegamos a todo”

Daniel y Susana (padres de Cecilia Basaldúa), Guillermo y Marta. Foto Sebastián Smok.

Mujeres trabajadoras en la calle: “Juntas, llegamos a todo”
Foto: Sebastián Smok.
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Foto Sol Tunni.

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Resultados en la Cumbre Científica de Naciones Unidas: Argentina con agrotóxicos al 100%

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El total (100%) de participantes argentinos en una investigación internacional sobre agrotóxicos “presentó un rango de 6 a 13 plaguicidas en orina, un rango de 2 a 10 plaguicidas en sangre y un rango de 0 a 18 plaguicidas en materia fecal”. El problema incluye a personas que viven lejos de las fumigaciones, por lo que se consideró a estos plaguicidas como «omnipresentes». Se encontraron además los venenos en los alimentos, el polvo del hogar, los granos de cultivos, animales, alimentos para animales, suelos y agua.

A través de una conferencia virtual desde Nueva York, durante más de 3 horas, el proyecto SPRINT reveló este miércoles 27 -Día de la Salud Ambiental- los resultados del estudio realizado en Europa y en la provincia de Buenos Aires (como principal exportadora de soja para alimentación animal).

Entre los venenos detectados están obviamente el glifosato (genotóxico y probable cancerígeno) y el clorpirifos (que pese a estar prohibido en Argentina se sigue vendiendo hasta en los supermercados). El informe señala además los “cócteles”, que mezclan químicos para aumentar la potencia de cada veneno, reuniendo hasta 120 plaguicidas.

La dirección del INTA prohibió a la doctora Virgina Aparicio (que integró en la investigación) participar en cualquier instancia actual del proyecto, y hablar con la prensa, siendo que se trata de un tema de salud pública.

Algunos de los datos que, pese al silencio y a la mordaza oficial, se revelaron en el marco de la Cumbre Científica de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

En alimentos: “el total de participantes argentinos presentó un rango de 6 a 22 plaguicidas en la muestra de alimentos”.

En el polvo del hogar: “el total de muestras analizados en Argentina presentó un rango de 43 a 86 plaguicidas en polvo del hogar”.

Granos de cultivos: “el total de muestras analizadas en Argentina presentó un rango de 0 a 8 plaguicidas en grano”.

En animales: “el total de animales analizados en Argentina presentó un rango de 1 a 12 plaguicidas en orina, un rango de 0 a 16 plaguicidas en materia fecal”. (Los de sangre continúan pendientes).

En alimento para animales: “un rango de 5 a 25 plaguicidas en alimento animal”.

En suelos: “el total de muestras analizados en Argentina presentó un rango de 0 a 12 plaguicidas en suelo”.

Agua superficial: en “el total de muestras analizadas presentó un rango de 10 a 28 plaguicidas en agua superficial”.

Por Anabel Pomar

Resultados en la Cumbre Científica de Naciones Unidas: Argentina con agrotóxicos al 100%

Resultado global presentado sobre las concentraciones de glifosato en seres humanos. Argentina lidera esa tabla con absoluta comodidad.

En el día de la celebración del día de la salud ambiental, miércoles 27 de septiembre, en Nueva York, EE. UU., en el marco de la Cumbre Científica de la Asamblea General de las Naciones Unidas (UNGA78) por primera vez para grandes audiencias pudieron conocerse parte de los resultados del proyecto europeo SPRINT (siglas en inglés de Transición Sostenible de Protección Vegetal: Un Enfoque de Salud Global 2020/2025).

¿Qué es el SPRINT? Es un proyecto financiado por La Unión Europea (UE) que busca identificar los residuos de los agrotóxicos, en ecosistemas y en humanos, y analizar el peligro de la sinergia (la combinación o mezcla) entre los plaguicidas hallados. Esto último, algo jamás contemplado a la hora de aprobar esos peligrosos venenos en el mercado, ni en el llamado “viejo continente”, ni en nuestro país.

En 2021 los muestreos en el marco de ese proyecto además de realizarse en los 10 países europeos participantes se ampliaron a la provincia de Buenos Aires. 

¿Por qué se incluyó a nuestro país?  Por ser el principal exportador de soja para alimentación animal al mercado europeo.

Entre las principales conclusiones del evento de este miércoles en NY, pudieron escucharse las voces de expertas y académicos participantes de ese proyecto. Contaron, basados en rigurosa información, cómo los agrotóxicos usados en la agricultura veneno-dependiente están contaminándolo todo. Cuerpos, comida y ambientes. Una de las palabras que más se repitió en las presentaciones, fue “omnipresente”. Los agrotóxicos están en todos lados: incluso en donde no son utilizados.

Entre los cuadros con centenares de nombres de moléculas químicas usadas en la agricultura, destacan algunos de los agrotóxicos más fumigados en nuestro país. El herbicida glifosato, y su metabolito AMPA, en los primeros puestos. Y para los muestreos en Argentina, en cantidades hasta tres veces superiores en algunas matrices. También el clorpirifos, recientemente prohibido en el país pero que se puede seguir comprando en cualquier góndola de supermercado en el sector de insecticidas.

Resultados en la Cumbre Científica de Naciones Unidas: Argentina con agrotóxicos al 100%

Resultados de plaguicidas en las muestras en orina.

El momento de la presentación es importante ya que este próximo 13 de octubre la Unión Europea deberá votar si decide re-autorizar el uso del glifosato. Desde la coordinación del SPRINT aseguraron que a la brevedad la información –que ya fue presentada en la euro-cámara– será publicada y distribuida al público general para lograr mayor difusión. También aseguraron que esperan que tales resultados impidan que se concrete la renovación del peligroso herbicida.

Omnipresentes

 Ver la presentación de esos estudios que respaldan una afirmación que muestra la magnitud del daño, estremece. Hasta las personas que consumen o producen alimentos sin usar agrotóxicos tienen sus cuerpos contaminados. Y aquellas que consumen alimentos libres de agrotóxicos, también. El cuadro completo muestra que la exposición ambiental llega a todas las personas, no solo a quienes producen con venenos o viven en zonas rurales. Y por todas las rutas de exposición.

Resultados en la Cumbre Científica de Naciones Unidas: Argentina con agrotóxicos al 100%

Los resultados de los venenos en materia fecal.

En los hogares

Como ejemplo se puede mencionar lo que se encontró al medir el polvo de hogares, presentado por Daniel M. Figueiredo, de la Universidad de Utrecht de Países Bajos. Los resultados indican que los agrotóxicos llegan a impactar en los organismos más por los ambientes que por la dieta misma: también son una ruta de exposición directa. El más detectado es el glifosato y su metabolito AMPA, en un cóctel de sustancias químicas peligrosas en un rango de entre 25 y 120 plaguicidas.

Otra constante: los cócteles de agroquímicos. No hay una sola sustancia sino decenas o cientos, mezcladas para aumentar la  potencia del veneno. En el caso presentado impactaban tanto a los vecinos de producciones convencionales cómo orgánicas.

A su turno, Hans Mol de la Universidad de Wageningen de Países Bajos, en la presentación de lo hallado en muestras de fluidos humanos –en los que el glifosato vuelve a estar entre lo más detectado. Los resultados señalan que hay presencia del herbicida genotóxico y probable cancerígeno en orina en el 86,1% de los argentinos muestreados y en el 35,2% de los europeos, mientras al analizar las heces humanas se detecta ese plaguicida en el 70,5% de las personas residentes en Europa y en el 100% de los bonaerenses.

Para el caso del clorpirifos, el 3,7% de europeos tiene en sus heces ese tóxico, mientras que para la Argentina el número asciende a 37,7%. Nuevamente salimos campeones, esta vez de otro podio tóxico.

La mordaza

En la conferencia virtual –toda en inglés– que  duró tres horas y a la que asistió lavaca y aproximadamente un centenar de personas conectadas desde distintas partes del mundo, no estuvo la investigadora a cargo del proyecto en Argentina, la doctora Virginia Aparicio.

Lavaca consultó a la investigadora del INTA el porqué de su ausencia que para la decena de personas conectadas desde Argentina no pasó desapercibida. Aparicio no tiene autorizado por orden directa de la dirección de ese organismo estatal participar de ninguna instancia del SPRINT, ni hablar con la prensa.

Lavaca se comunicó con el INTA (socio número 16 identificado como CSS11-Buenos Aires dentro del proyecto SPRINT) pero nuevamente, como sucede desde hace meses, no hubo respuesta oficial.

El organismo público impidió que hasta el día de hoy los resultados de lo muestreado en nuestro país se difunda. En julio de este año, pese a esa censura oficial, la vaca pudo conocer los resultados de ese muestreo en territorio y población bonaerense y publicarlo.

Del muestreo en Argentina participaron 73 personas. De las 73, 1/3 consumidoras, 1/3 habitantes de pueblos pequeños y “vecinos de productores”. Y 1/3 productores agropecuarios de los cuales la mitad usa plaguicidas y la otra mitad trabaja agroecológicamente. También se incluyó un monitoreo en 14 establecimientos rurales. Se tomaron pruebas en ambiente, alimentos, grano y muestras biológicas en animales.

“El total de participantes argentinos presentó un rango de 6 a 13 plaguicidas en orina, un rango de 2 a 10 plaguicidas en sangre y un rango de 0 a 18 plaguicidas en materia fecal” es una de las revelaciones de la  investigación.   

En los ambientes en los que esas personas se mueven a diario, “el total de participantes argentinos presentó un rango de 7 a 53 plaguicidas en las pulseras” de detección.

La vida cotidiana asediada

En las consideraciones preliminares de esos estudios personales que trascendieron se consigna: “Las mezclas de residuos de plaguicidas están presentes en los cuerpos humanos. Las personas se exponen a los plaguicidas en su vida cotidiana (datos de pulseras). La mayoría de los residuos son peligrosos para el ecosistema y los humanos”.

En alimentos, “el total de participantes argentinos presentó un rango de 6 a 22 plaguicidas en la muestra de alimentos”.

En el polvo del hogar, en “el total de muestras analizados en Argentina presentó un rango de 43 a 86 plaguicidas en polvo del hogar”.

Granos de cultivos, en “el total de muestras analizadas en Argentina presentó un rango de 0 a 8 plaguicidas en grano”.

En animales, en “el total de animales analizados en Argentina presentó un rango de 1 a 12 plaguicidas en orina, un rango de 0 a 16 plaguicidas en materia fecal”. (Los de sangre continúan pendientes).

En alimento para animales, en “un rango de 5 a 25 plaguicidas en alimento animal”.

En suelos, “el total de muestras analizados en Argentina presentó un rango de 0 a 12 plaguicidas en suelo”.

Agua superficial (en la zona de trabajo de SPRINT) en “el total de muestras analizadas presentó un rango de 10 a 28 plaguicidas en agua superficial”.

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Tucumán: condenan a un funcionario judicial y en el fallo recomiendan colgar placas en Tribunales que digan «un ambiente violento de trabajo afecta el servicio de justicia»

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Un funcionario judicial de Tucumán fue condenado por abuso sexual: 4 años, obligación de reparación económica, capacitación y placas en Tribunales. El hecho no es aislado: el Observatorio Lucía Pérez lleva adelante un registro que incluye 420 funcionarios (integrantes del Poder Ejecutivo, Poder Legislativo, Poder Judicial, de las cúpulas de las Fuerzas de Seguridad y de la Iglesia Católica) denunciados por violencia de género. Los argumentos e implicancias de un fallo ejemplar.

Jorge Edmundo Mistretta, exjefe de despacho de la Secretaría Electoral del Juzgado Federal N° 1 de Tucumán, jubilado desde 2019, fue condenado a cuatro años por abuso sexual contra dos de sus empleadas. Los abusos ocurrieron en 2013 y 2015: incluye tocarle los pechos a una de ellas y querer besarla, comentarios sexuales groseros, e intento de tocar a otra de las denunciantes. 

En el fallo del Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Tucumán, compuesto por la jueza María Noel Costa, y los jueces Carlos Enrique Jiménez Montilla y Enrique Lilljedhal, se ordenó: 

  • La inmediata detención, aunque cumplirá prisión domiciliaria por su estado de salud.
  • Una indemnización de $4.4 millones de pesos y 3.6 millones de pesos para cada una de las víctimas.
  • La realización de un programa de capacitación sobre perspectiva de género y en política de prevención, sanción y eliminación de la violencia contra la mujer.
  • Se solicitó a Recursos Humanos de la Corte Suprema de Justicia Nacional que “se arbitren los mecanismos administrativos necesarios por una medida restaurativa que contemple la incorporación a una de las oficinas judiciales de esa jurisdicción -de la Cámara o del Tribunal Oral -, debiendo garantizar la ‘no revictimización’ de una de las víctimas”.
  • Además se recomendó que se coloquen placas en tribunales donde sucedieron los hechos que digan: “Un ambiente violento de trabajo afecta el servicio de justicia. No a la violencia ni al acoso”.

Los fundamentos se conocerán el próximo 29 de septiembre.

El “caso” no es aislado. El Observatorio Lucía Pérez lleva adelante un registro de denuncias por violencia de género contra integrantes del Poder Ejecutivo, Poder Legislativo, Poder Judicial, de las Fuerzas de Seguridad y de la Iglesia Católicas. 

El registro incluye ya 420 funcionarios denunciados, entre intendentes, diputados, fiscales, sargento, jueces, asesores, concejales, cabos, decano, sacerdotes y un largo etcétera. De todos los denunciados 99 son del Poder Judicial, al igual que Jorge Edmundo Mistretta; 139 del Poder Ejecutivo; 62 del Poder Legislativo; 67 de la Iglesia Católica; y 53 de las cúpulas de las fuerzas de seguridad.  

El padrón de funcionarios denunciados se puede ver acá

Tucumán: condenan a un funcionario judicial y en el fallo recomiendan colgar placas en Tribunales que digan «un ambiente violento de trabajo afecta el servicio de justicia»
El Poder Judicial es el segundo del Estado con más denuncias. Datos de Observatorio Lucía Pérez.

El Estado argentino se comprometió en 2020 a llevar un registro público de funcionarios judiciales denunciados por violencia de género como parte de un acuerdo amistoso alcanzado en el marco de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Hasta el momento lo hizo de forma incompleta y escasa, por ello comenzó a realizarlo, de manera autogestiva, el Observatorio Lucía Pérez que sumó además otros poderes para completarlo y con esa información reflexionar acerca de qué relación hay entre la ausencia de políticas públicas de contención y prevención y estas prácticas impunes.

Lo que se ve: la consigna “El Estado es responsable” se hace carne en la sistematización de esta información. No lo es solamente por omisión, o ineficaz: es un Estado violento. 

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LA NUEVA MU. Sobra-falta

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