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La protesta social como libertad de expresión: la mirada de un experto

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En el marco del seminario Protesta social y libertad de expresión, organizado por el Centro de Estudios en Libertad de Expresión y Acceso a la Información (CELE), el secretario ejecutivo del Instituto de Políticas Públicas en Derechos Humanos del Mercosur, Víctor Abramovich, habló con lavaca y destacó la importancia de entender a la protesta social como ejercicio de la libertad de expresión: «Siempre se habla de censura, de protección a periodistas, de la regulación de los medios y monopolios, y a las manifestaciones se las ve como problemas de tránsito. No todos tienen tan clara la vinculación entre libertad y protesta social».
La protesta social como libertad de expresión: la mirada de un experto
Desde hace años lavaca propugna este enfoque frente al que priorizan Estado, justicia y medios comerciales y cuyas graves consecuencias se castigan con largos procesos penales. Hablamos de la «criminalización de la protesta» y sus efectos sociales. Alerta Abramovich:»Cambiar este enfoque implica otorgar una protección fuerte porque el principio de libertad de expresión es uno de los derechos con mayor protección dentro de la órbita del sistema. La consecuencia directa es que sus limitaciones van a implicar siempre restricciones a un derecho fuerte y estarán bajo un examen de razonabilidad estricta».
Según por qué se proteste
En el marco del seminario, Abramovich centró su exposición en los aspectos técnico-legales que moldean a las protestas y definen sus alcances. Luego tomó la palabra Bernard Duhaime, investigador visitante de Harvard y profesor de Derecho en la Universidad de Québec. El canadiense expuso el caso de la represión a quienes se manifestaban en contra de la globalización a puertas de una reunión del G-20, en Toronto, en junio de 2010. Luego habló el periodista venezolano Andrés Canizalez, quien destacó un crecimiento sostenido en las protestas en ese país: la democracia venezolana, mal que bien, se discute en la calle.
Abramovich repasó algunos principios que dan marco al debate nacional sobre las protestas sociales, tanto legislativo como a nivel de la administración pública y judicial:
«Las restricciones no deben estar vinculadas al contenido de la protesta» sintetizó. Al ser consultado por lavaca, Abramovich reconoció que en la práctica no se respeta este principio sugerido por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, de la que formó parte: «Muchas veces el Estado baja una serie de políticas fuertes para limitar las protestas sociales, pero otras veces esas restricciones actúan por impulso de sectores del Poder Judicial. En general, son los sectores más conservadores los que avanzan contra este derecho. Los casos de protesta social se tipifican como delitos de ´entorpecimiento de la vía pública´ o ´privación ilegítima de la libertad´ si están bloqueando algún edificio, pero en realidad estas caracterizaciones penales están atadas al contenido de la manifestación».
El Sistema Interamericano no tiene todavía estándares claros sobre cómo actuar en estos casos. Sí ha planteado una serie de recomendaciones que permiten guiar la interpretación de la aplicación de figuras penales. La primera: que cualquier penalización implica una restricción a la libertad de expresión y por eso debe estar ajustada a esos estándares básicos que resguarden ese derecho. Amplía Abramovich: «Hay cuestiones concretas que tienen que ver con que las figuras penales no deben aplicarse sobre delitos de peligro abstracto, sino que tiene que haber elementos de suficiente gravedad como para justificar la acción del Estado».
Según quién proteste
La protesta social como libertad de expresión: la mirada de un expertoEn noviembre del 2003 fue el entonces ministro del Interior, Aníbal Fernández, quien proclamó que la protesta social se iba a limitar «con el Código Penal en la mano». Dice Abramovich: «¿Cuáles son las figuras de esos delitos? Entorpecimiento de la vía pública, rebelión, privación de la libertad, incluso delitos de asociación ilícita. Es decir, figuras penales interpretadas de manera amplia y que permiten mantener a dirigentes bajo procesos judiciales». Y si bien son pocos los casos en que la condena finalmente prospera, es el propio proceso judicial el que representa en sí mismo una penalización y se utiliza para amedrentar o disuadir determinadas luchas sociales. Abramovich se pregunta entonces: «¿Hay grupos o colectivos que están en desventaja en el ejercicio de estos derechos?»
Así inauguró otro de los puntos sobresalientes en su exposición: la relación entre libertad de expresión e igualdad. Su tesis: «En el sistema hay una transformación de esa noción de igualdad formal a otra de igualdad estructural. Ciertos grupos o colectivos, que están en desventaja en el ejercicio de ciertos derechos, demandan al Estado un trato diferenciado que de cuenta de esa desigualdad de poder, que es estructural. No quieren un trato neutral como los otros. El rol del Estado no debe ser tolerar, sino el de jugar un rol que asegure la expresión, la participación, el acceso a esa esfera pública-política. La manera de canalizar estos reclamos por las vías del Estado tiene que ser facilitada, y no imponer sanciones o restringir formas de protesta».
El caso de Iatama contra Nicargua se viste de ejemplo en este sentido: hace algunos años, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos planteó la necesidad de que el Estado adecuara su sistema electoral para permitir formas de participación política de los pueblos originarios, limitados por su tradición cultural. Remata Abramovich: «Este es un precedente para repensar el hecho de protesta y manifestación».
La verdadera seguridad ciudadana
El marco que Abramovich traza no es de ningún modo utópico: así lo establecen las normas internacionales en documentos, cartas, recomendaciones y sanciones. Incluso los Estados nacionales y sus estándares legales sobre las manifestaciones contradicen lo que en la práctica termina sucediendo: descontrol de la protesta, represión, detenciones, uso de municiones no autorizadas, procesos judiciales. En dos informes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, uno de 2006 y otro reciente sobre Seguridad Ciudadana, se enumeran una serie de lineamientos para las agencias de control operativas del orden público. Abramovich cita estos seis:

  • Prohibición del uso de la fuerza letal en los operativos de control de orden público. Explica Abramovich: «Esto abre una discusión de límites. Si deben también llevar palos o escopetas de balas de goma, gases, o si quedan a merced de la violencia de los manifestantes. Hubo un ministro argentino que decía que la policía reaccionaba-funcionaba según instintos binarios: que actuaba o esperaba, pero no podía graduar su actuar. Estas medidas intentan eso: capacidad de graduar el uso de la fuerza, marca los límites y la protección de derechos».
  • Sistema de registro y control de las municiones que se utilizan. «Los casos de violencia en 2010, donde la Policía Federal argumenta que un policía se ´confundió´ munición de plomo con goma se evitarían con este tipo de registros. Es algo que se vio el 20 de diciembre, en el caso de Puente Pueyrredón. Este procedimiento se utiliza en varios países del mundo: quien usa arma debe llevar una constancia de qué tipo de municiones se le entrega».
  • Registro de comunicaciones, órdenes operativas y sus responsables ejecutores. «El registro de órdenes radiales fue un tema central en la ejecución de Mariano Ferreyra, por ejemplo: cuando el fiscal va a pedir copia de las comunicaciones telefónicas, un sector de la policía les da todas, menos precisamente las que correspondían al momento del disparo de la UOCRA, que venía persiguiendo a Ferreyra. El registro sirve, entonces, para identificar las órdenes operativas y poder dilucidar a los responsables políticos. Todo el debate sobre autoría, sobre quién dio las órdenes, tiene siempre que ver con la dificultad de identificar las órdenes. Claro, las comunicaciones se pueden borrar, pero si la policía entrega un informe completo y falta justo el del momento del disparo, bueno, eso genera una presunción en contra del actuar policial».
  • Identificación de personal policial. «El personal designado debe estar identificado, para evitar personal de civil. También para identificar responsabilidades ulteriores de lo que se hace en el marco del operativo».
  • Creación de espacios de comunicación y de diálogo entre los manifestantes y los funcionarios a cargo del control de los operativos, y la designación de enlaces políticos. «Tiene que haber funcionarios con celulares abiertos durante la protesta, y que incluso antes pudieran hablar, negociar, gestionar el conflicto».
  • Controles posteriores y sanciones administrativas. «Los procedimientos de sanciones disciplinarias deben ser abiertos, con participación de las víctimas, que deriven en la separación de funcionaros sospechados de otras protestas sociales, tener un sistema de seguimiento de quienes actúan violentamente para evitar la reproducción de la violencia».

Este marco ideal, asegura Abramovich, debe trabajarse ya para comenzar a lograr efectos a largo plazo, adecuando las legislaciones y, en especial, el Código Contravencional a estos lineamientos. Y las prácticas. La gran deuda pendiente, según su opinión, es la graduación entre un sistema y el otro. «Sé que no puede pedírsele a la policía una protección materna de las protestas. A los policías uno los prende o los apaga, pero no los puede graduar». Al decir de este especialista, su capacidad de intervención debe estar regida tanto por la limitación (siempre controlada y adaptada), pero también por la protección de los manifestantes y su protesta. Otra propuesta para garantizar este derecho: que se cuide el acceso a la información, a la actividad de los periodistas, que se difunda el dispositivo de seguridad que va a implementarse, así como sus responsables operativos y políticos. Todos estos son principios recomendados por la ONU, la CIDH y otras organizaciones no gubernamentales para moldear un protocolo de actuación policial, hasta ahora orientado a la criminalización de la protesta.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

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Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.

Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla

Fotos Juan Valeiro

El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.

Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.

Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.

Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.

La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”. 

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:

  1. “Que no te vendan gato por león”.
  2. “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”. 

Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:

Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.

Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.  

Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

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Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.

Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

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Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.

Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.

La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

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Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.

Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.

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