Nota
Las Agallas de Agulla
En el porteño barrio de Belgrano, allí donde emigraron las empresas modernas en busca de glamorosa paz, la agencia de publicidad Agulla & Bascetti ha construido su edificio como un smoking a medida. En el portal, dos custodios de uniforme marrón charlan distraídamente en las escalinatas. Un pie en el primer escalón los pone en guardia. Uno se aferra al picaporte. El otro pregunta:
-¿Qué desea?
El abracadabra funciona sin necesidad de que los agentes realicen ninguna consulta. Escuchan el porqué, los datos personales del intruso y la puerta se abre con una sonrisa.
Lo que sigue es imponente.
Un pasillo eterno, paredes inmaculadas, escaleras de madera, techos de vidrios, detalles de aluminio, pisos transparentes, pequeñas butacas peludas y pálidas. Todo es nada comparado con la escenográfica luz, capaz de convertir una oficina en un templo.
Luz natural que irradia la cúpula vidriada.
Luz artificial que emana un enjambre de tubos recubiertos con láminas de acetato hasta formar una pared fantasmagórica de diez metros de largo, delante de la cual sonríe una recepcionista vestida de rojo.
A unos pasos, para la espera, han colocado un misal. El libro del fotógrafo Helmunt Newton reposa sobre la mesa que diseñó especialmente Phillip Stark para exhibir esas estampas gigantes que retratan glorias y miserias espectaculares y ajenas, en blanco y negro.
Ahí está Imán sobre unos tacos, mostrando su pubis.
Ahí está Rainiero rodeado de amigos o guardaespaldas.
Ahí está Catherine Denueve, apuntando directo a la lente con un arma.
Ahí está Carolina, la secretaria de Ramiro Agulla, explicando que debo esperar porque en los tres pisos del templo no hay una sola oficina disponible para realizar la charla.
Espero.
Mientras, la secretaria -de pie- intenta distraerme con anécdotas de lo más variadas. Sus vacaciones en Bahía, su viaje al Festival de Cannes donde la agencia ganó el máximo trofeo, su complicada rutina que la llevó a perderse, al comienzo del invierno, el momento en que la agencia decidió vacunar a todos sus empleados. Contra la gripe y para que no falten.
Espero.
Ahora es Luis Fernández el que -también de pie- habla. Es el tercer hombre de Agulla & Bascetti, su gerente administrativo, financiero y contable. Cuenta que estuvo en Miami firmando un nuevo acuerdo con la internacional y poderosa Lowe, que acaba de extender su participación en la agencia argentina. Tenía el 20 por ciento. Firmó por el doble. Y ahora Lowe pide explicaciones porque no le advirtieron que acababa de abandonarlos un cliente: Quilmes, la empresa cervecera que consume un presupuesto de 60 millones de dólares anuales en servicios publicitarios.
Espero.
Desde hace dos meses estoy esperando por esta entrevista que ya tuvo cuatro citas frustradas. Primero, porque Ramiro Agulla estaba furioso. Una revista de chismes locales había publicado una foto de su mujer al lado de Antonito De la Rúa, el hijo del presidente argentino y novio de Shakira. La noticia hablaba de una escapada a la ciudad uruguaya de Punta del Este y hasta los medios extranjeros se hicieron eco de la supuesta trapisonda. Dos semanas más y el problema surgió cuando Agulla decidió alejarse del equipo de comunicación del presidente De la Rúa, noticia que fue tapa de todos los diarios locales y que lo obligó a mantener a la prensa alejada para eludir explicaciones. El tercer intento fue frustrado por cuestiones de ánimo personal: Agulla se separó. El cuarto por cuestiones de salud. Agulla se engripó.
Espero.
Durante el transcurso del trámite me entretuve leyendo las toneladas de material publicado sobre su trabajo, su empresa, sus amigos, sus enemigos, sus pasiones, sus caprichos. Nunca, antes, un publicitario había acumulado un stock de papel impreso tal, capaz de palidecer la campaña de un político o una estrella. Agulla ganador de todos los premios nacionales e internacionales. Agulla hincha fanático de Boca Juniors. Agulla declarando su amor incondicional por su socio, Carlos Bascetti. Agulla dueño de la agencia que alcanzó el séptimo puesto en facturación, según el ranking local. Agulla artífice de la porción más original de la campaña presidencial del argentino Fernando De la Rúa. Agulla instando a los ministros del presidente a que sonrían antes de anunciar las próximas medidas de ajuste. Agulla denunciando la envidia que provoca entre sus colegas. Agulla – una vez más- subido al podio de los ganadores con Vicent Fox, en México, con Aníbal Ibarra en la intendencia porteña, con Telecom en Cannes. Agulla renunciando a su puesto de asesor presidencial por enfrentamientos con el vicepresidente Carlos Chacho Alvarez. Agulla poseedor de dos lujosos Jaguars. Hasta hay un libro que le dedica un capítulo bajo el pretexto de analizar su generación. Se llama La rebeldía pop y, como todo lo que se ha escrito sobre él, se limita a alabarlo.
Espero.
Ahora en una sala de paredes color humo con sillones remolacha, una chimenea inútil y una mesa ñata y ancha. El agente de prensa de Agulla se acomoda en un discreto wing y allí se quedará como una estatua.
Desde el pasillo llega primero su voz -canturreando- y luego él, macizo y alto, un ejemplar criollo, de estirpe aristocrática. Un gran campeón que hubiese merecido el mayor galardón de la Sociedad Rural, pero que triunfó en los 90 en los más importantes festivales de publicidad.
Habría que remontarse a los años ´60 para encontrar un antecedente del fenómeno Agulla. Por entonces, la llama de una industria argentina local y pujante prendió el fuego de la creatividad publicitaria. Refugio de pre-modernos que huían de la censura impuesta por el general Juan Carlos Onganía, los contempóraneos del Instituto Di Tella, el flower power y la píldora encontraron en las cómodas oficinas de las agencias publicitarias un rincón para ejercer de manera póetica la métrica de la sociedad de consumo. El zucumdum de Liliana Caldini, el shock de Susana Giménez y el fame guau de Chunchuna Villafañe son los hijos de esa generación del confort pop. Mujeres de pelo largo, pechos sueltos y pose provocadora que desafiaban la moral de las botas. Treinta años después, no es la revolución productiva sino las burbujas de la globalización la que ilumina el despacho de los responsables de vender gato por libre. Una llama que llama, un Jesucristo que bien podría repartir Prozac en lugar de hostias y una hincha de fútbol intoxicado de patria representan las ocurrencias de esta nueva generación. Los nietos de Onganía enorgullecerían al general con su tanda.
Espero.
Agulla se acomoda en el sillón y me pregunta quién soy, qué hice, qué quiero. Lleva una camisa celeste de delicado algodón, un pantalón azul, unos zapatos de raza y una espesa cadena de oro sobre el pecho agitado. Dice Agulla:
-Estuve forcejeando arriba con los muchachos. Me querían meter de prepo en una oficina.
Silencio.
-Eran cinco y no pudieron ni moverme.
Si la primera impresión es la que vale no es la demostración de fuerza bruta lo que sorprende de este hombre de 36 años, ojos hinchados, nariz roja y pelo azabache. Lo que verdaderamente sorprende es su voz, armónica, agradable, perfecta. Como un pastor entrenado, Agulla no habla: ejecuta una partitura. Una música agradable, un exquisito mix de silencios, agudos y graves. Poderosa, no por su volumen -que es exacto- sino porque apenas uno la oye sabe que va a ser muy difícil dejar de escucharla.
Dice Agulla con su voz de ángel:
-Me hicieron todo tipo de preguntas para encontrar una explicación de mi trabajo. Y en el fondo esa explicación es muy simple. Yo soy un creativo publicitario. Yo vendo tampones.
Ramiro Agulla es el cuarto hijo de Horacio Agulla, un político conservador fundador de la revista Confirmado, asesinado en tiempos de la dictadura militar. Agulla padre no era un militante de izquierda, sino un hombre que por entonces frecuentaba a los gobernantes militares. Algo que vio, algo que dijo o algo que escuchó significó su sentencia de muerte, ejecutada con cinco disparos. Ramiro tenía por entonces 14 años, era estudiante del exquisito colegio Champagnat, jugaba el fútbol, al tenis y al rugby y era flaco. Hoy figura en la lista de lo diez mejores creativos latinoamericanos y practica boxeo para transpirar los kilos que acumuló en la escalada. Y aunque todos en el mundo publicitario lo llaman «gordo», en su cabeza, dice, todavía hay un flaco.
-Los tampones son un gran invento y los grandes inventos se venden solos. Así que, además de tampones, ¿qué vende?
-Vendo comunicación. Si digo algo no es solo sobre una marca. Es un mensaje que transforma. Eso es lo que me gusta hacer. Y es a eso a lo que me dedico: a transformar.Transformar algo que está mal en algo que esté bien. Algo que está bien en algo que esté mejor. Transformar un estado de ánimo en otro, una manera de pensar en otra, transformar circunstancias.
-Nunca había pensado en la publicidad como una herramienta de transformación…
-Nadie lo había pensado. Muchos creativos sólo se dedican a la publicidad. Yo no. Me dedico a la comunicación. La publicidad es una partecita de la comunicación, pero es una parte. Esta agencia trascendió los límites publicitarios por tener ese concepto. Esa es la diferencia. Por eso, además de ser un fenómeno comercial, forma parte de un fenómeno cultural.
-Algunos definen el estilo de publicidad que ustedes hacen como un lenguaje criollo, absolutamente local, capaz de ser comprendido y premiado en el Festival de Cannes. ¿ Le conforma esa definición?
-Si se entiende en Cannes es una suerte, pero no nuestro objetivo. Nosotros trabajamos para este mercado. No hay nadie acá que diga las cosas como nosotros porque elegimos hablarle al tipo de al lado. Algunas marcas necesitan entrar en un proceso de globalización y ese proceso es interesante, pero eso no significa que deba trabajarse pensando en el mercado global. Y mucho menos en Cannes o en los premios. Eso corresponde al mundo de la vanidad.
– ¿Cuánto pesa la vanidad en su profesión?
-Mucho: más que el profesionalismo.
-¿Usted es vanidoso?
-Sí, pero también muy profesional.
-Usted formó una dupla junto a Carlos Bascetti, algo que el mercado no logra clasificar porque, normalmente, el trabajo de un creativo es solitario.
-No. El trabajo creativo es en equipo. Los créditos son solitarios.
-¿Intentaron separarlos?
-Mil veces. Pero la manera de conservar el equipo fue, simplemente, confiando en el otro. Así fue como conseguimos todo lo que quisimos. Lo bueno es que resistimos a la presión de ser sometidos a la prueba de ver quién era el bueno y quién era el tarado.
-¿Y cómo resistieron?
– Confiando en el otro. Siempre, y a pesar de todo, conviene confiar.
-¿Es un consejo?
-Sí. En la vida siempre hay momentos en que vas a necesitar confiar en alguien.
-Cuándo asesinaron a su padre ¿en quien confió?
– En él.
– Su padre parecía un hombre muy confiado: hablaba con Viola, cenaba con Suárez Mason, les decía lo que pensaba…
-Visto así y desde hoy, uno puede decir que eso no le convenía. ¿Sabés porqué uso la frase «no le convenía»? Porque ahora me la dicen a mí: «No te conviene meterte con la comunicación política.» Y bueno, si uno pudiera ser así… encantado. Pero mi viejo no era así. Era de decir las cosas tal como las pensaba… como yo. De todas formas creo que los mártires constituyen malos ejemplos.
-¿ Por qué?
– Porque mejor es vivir
-¿Es otro consejo?
– Es un consejo que me tengo que repetir a mí mismo. Sé que si a este negocio logramos reformularlo es porque teníamos convicciones fuertes. Sé que lo inventamos de nuevo, creyendo en esas convicciones y no en aquellas cosas que decían que nos «convenían». Sé, también, que muchas veces no reconozco los límites de esa pelea.
-Sin embargo, la creatividad publicitaria no está asociada a ideales o convicciones. Muchos creen que es un trabajo un tanto cínico.
-¿Cínico dijiste?
-Sí.
-Creo que es darle demasiada jerarquía pensar eso. La publicidad es lo más parecido a un vendedor marroquí.
-Bueno: el marroquí gana un poco menos que usted. La jerarquía, en todo caso, se la está dando el volumen del negocio que maneja un marroquí y un publicitario.
-Pero en el fondo estamos hablando de lo mismo: de un tipo cargoso que quiere venderte algo. A eso no podés llamarlo cinismo porque la intención es transparente. ¿Se entiende lo que quiero decir?
-Sí: que la operación publicitaria es obvia.
-En todo caso, ingenua. La publicidad es una operación comercial. Punto. Sin embargo, me siento responsable del trabajo que hago porque entiendo que, a través de esa transacción, podés ser un generador de conciencia. Mi trabajo es como el de cualquier otro, pero la ventana de mi oficina da a la casa de todos. Hago mi trabajo pensando en esa responsabilidad. Porque la publicidad tomada tal como es…
-… en su aspecto más prostituto…
-…es tan ingenua como un vendedor marroquí. Sin embargo, la publicidad no puede mentir. No hay pieza publicitaria que pueda engañarte más de una vez. Una buena campaña sobre un producto malo lo único que hace es que más gente, más rápido se entere… A ver: ¿de qué?
-De qué el producto es malo.
-¿Entendés?
-Entiendo que eso es verdad, excepto si ese producto es un Presidente.
-Es cierto: la política tiene esa complicación. El consumidor tiene opción: puede comprar Pepsi o Coca Cola. Pero en política no. Un presidente, aunque no lo hayas comprado, tenés que tragarlo. Pero en parte es cierto lo que vos decís: en publicidad muchas veces se ha intentado vender productos cínicamente. Nosotros no trabajamos así. Todo lo contrario. Cargamos su necesidad comercial o prostituta, como vos la llamás, de cosas que sí generen valor.
-¿Qué tipo de valor?
-Valor humano. Los productos y las marcas viven en el mismo lugar y en el mismo tiempo que las personas que pretenden que los consuman. La publicidad se tiene que enterar de eso, hacerse cargo de su época y los fenómenos culturales y sociales que ésta genera. Mi trabajo consiste en decirle a una marca qué mensaje es oportuno para que aparezca, en determinado contexto, opinando sobre estos fenómenos. Así, además de consumo, va a obtener adhesión.
– En dos oportunidades recurrió a Dios para vender autos y zapatillas. En otra usó a Jesucristo como protagonista. Todos estos mensajes generaron polémicas. Unos lo acusaron de dar golpes bajos; otros interpretaron que es mejor vender mostrando atributos divinos que modelos desnudas. ¿Cuál es su versión?
-Que los valores humanos universales venden. Siempre. El espíritu cristiano vende. La esperanza vende. El amor por el otro vende. El perdón vende. En todo caso, hay que pensar qué tan mal estamos que si nosotros hubiésemos puesto un culo nadie hubiese dicho nada. Pero cuando pretendés vender con un Cristo del 2000 es un escándalo, cuando lo que estás diciendo es: ya que te tengo que vender un auto, te hago el delivery de algo que vale, no solo de algo que cuesta.
-Suena fuerte la palabra delivery en ese contexto.
-Suena fuerte porque es clara. El delivery del culo también es claro: muestra que el mundo está al revés.
-Pero usted sabe que el mundo está al revés y juega con ese contexto. Provoca un debate porque pone a Jesucristo sabiendo que sus vecinos de tanda ponen traseros.
-Nunca provoco para el lado que no creo. Si el mundo está al revés, yo lo voy a poner al derecho. Si eso trae polémica, bueno. En ese sentido la provocación es generosa. Esta agencia no provoca por el solo hecho de ser transgresora.
-¿Usted es creyente?
-Sí, creo en Dios.
– Y, por lo visto, también omnipotente…
-Tengo convicciones fuertes. Creo que las emociones básicas funcionan. El mundo cambia alocadamente, pero la gente cree en las mismas emociones básicas: la familia, el amor, la tolerancia, los hijos. Cuando hablás de esos valores es como un bálsamo. Pensá, por ejemplo, por qué funciona Homero Simpson. Funciona porque a su lado está su mujer y su familia, que lo redimen con su amor. Si no los tuviese no sería nuestro personaje favorito porque se transformaría en uno de los estúpidos del bar del que ni nos acordamos el nombre. Todos necesitamos un personaje donde depositar nuestra miseria, pero también alguien que sea redimido para hacernos creer que, pese a todo, siempre va a haber una persona que nos quiera. La gente quisiera que el mundo de sus afectos sea así. Tener la libertad de amarse u odiarse con la seguridad de que no se van a perder el uno al otro. Siempre que la gente vea algo así lo va a abrazar.
-¿ Dónde aprendió eso?
-En la vida. En mi familia. En mi padre.
-¿Su ingreso al mundo de la política también es una herencia paterna?
-Vi la política en mi casa, absorbí mucho de eso aunque era chico. Pero creo que también lo hice porque para mi vender un presidente es algo muy fácil.
-¿Fácil?
– ¿Construir un padre ideal? Te lo hago en cinco minutos.
– ¿Tan fácil como para, incluso, llegar a México y vender a Fox?
– Más fácil me resulto en México porque veía las cosas desde afuera. Apenas llegué me di cuenta que querían convencer a la gente de algo que todos ya sabían, pero que no se animaban a hacer. Tenían miedo. Miedo de cambiar. Miedo por haber sido sometidos durante tanto tiempo por un sistema cuasi nazi, como el PRI, que los extorsionaba a fuerza de pistola y comida. La única manera de resolver esa situación era fraternalmente. Mi consejo fue: «díganle que saben que tienen miedo y que los van a cuidar. Sólo así se van a sentir seguros y los van a votar. Háganles saber que entienden lo que les está pasando». En ese momento, la campaña se limitaba a decir: «hace 70 años que estamos tragando la misma sopa». Y a mí me parecía una barbaridad. A nadie le gusta que le digan que desde hace 70 años es un estúpido. Si hace 70 años que querían cambiar y no podían… por algo será.
Agulla se acerca muy lentamente hasta quedar a una distancia adecuada. Ni muy cerca ni tan lejos. Lo importante, supongo, es que su mirada llegue directa y que su voz – suave, pero firme; deliberadamente teatral- se escuche sin ninguna posibilidad de distracción. Recién entonces, comienza a repetir un discurso cuya principal virtud es que, desde la primera palabra, parece tener como interlocutor a la Historia. Dice Agulla que le dijo así a Fox:
-«Estuvimos muy bien en no cambiar durante estos 70 años porque el momento es ahora. Y es ahora porque estoy yo, Vicent Fox (la equis suena como un trueno), el hombre de dos metros de altura. Hicieron muy bien en esperar hasta este momento (el tono ahora es paternal), pero este momento termina acáNo cambiamos antes porque yo no estaba. El PRI termina donde empiezo yo (otra vez el dedo en el pecho. Fin del discurso). ..Ahora sí… Ahora sí… (retrocede en el sillón, cambia el tono de voz, deja en claro que el que habla ya no es Fox sino alguien -cualquiera- que acaba de escuchar al candidato). Ahora sí puedo votarlo porque lo que está diciendo ese hombre es que yo tenía razón antes y tengo razón ahora».
-Lo primero que se me ocurre al escucharlo es que debe pasarse la vida buscando a alguien que diga esas cosas con su misma voz.
-Siempre.
-Porque la única manera de decir ese texto, sin que suene hueco, es con la interpretación que acaba de hacer.
-Siempre, en algún momento de las campañas, cuando leo los textos de los discursos para que el candidato entienda el tono, hay alguien al que se les escapa la frase: ¿porqué no te presentás vos?
-También pienso que esa voz es capaz de convencer de cualquier cosa ¿Qué no sería capaz de vender?
-Un corrupto, el racismo, una guerra, un político en el que no crea.
-¿Todavía cree en De la Rúa?
– Es un tipo en el que creo. Podrá gobernar bien o mal, pero no creo que sea una mala persona.
-¿A Chacho Alvarez también le creía?
-A Chacho lo quiero, pero qué sé yo… En un discurso de De la Rúa puse una frase que creo que lo explica. Escribí: «Nos comportamos como una juvenilia política ansiosa, impaciente, díscola y desconfiada». Creo que Chacho contribuyó mucho a eso. Chacho tiene un tempo psicológico confuso. Tiene que aprender a ver. Construye castillitos de naipes y, luego, los rompe. El no sabe cuándo los va a romper, pero lo va a hacer. Algo en él siente que renace a través de la destrucción. Inconscientemente busca ese renacimiento, así que siempre va a provocar una destrucción consciente.
– Ahora parece un experto en psicología política
-Es que la conducta humana es transparente. No hay muchas maneras de comportarse. El repertorio es él mismo: papá, mamá y el sexo. No hay más. Lo que quiero decir es que siempre uno va a terminar convirtiéndose en lo que mejor conoce. Aunque lo haya combatido -y ésta es la parte más humillante- termina ahí. Salvo que haga mucho, mucho esfuerzo, va a terminar comportándose como mamá o papá.
-¿Eso quiere decir que usted va a terminar dirigiendo una revista?
-Eso no sería nada. Lo que no tengo es que terminar muerto.
-Sin embargo, alrededor suyo hay mucha vida: polémicas, dinero, prestigio, premios. ¿Por qué entonces esa respuesta tan Shakespeare?
-Es que Shakespeare escribió todo lo que hace falta saber sobre esto.
-Su generación parece muy afectada por la muerte.
-Es una generación que está buscando referentes. Yo me siento uno. Cuando voy a un recital, me gritan !Aguante Agulla!
-¿Por qué cree que lo alientan?
– Porque el discurso mío es más creíble que el de Chacho Alvarez. O el de estos políticos que creen que la política es sólo de ellos. Es como si la Iglesia creyese que Jesucristo es sólo de ella.
-Lo cree.
– Pero Jesucristo es de todo aquel que lo abrace sobre su pecho. Y la política es de quien quiera ayudar. Y si no sabemos nada de política, mejor. Porque lo mejor que le puede pasar a la política es la ignorancia: le daría paso a la imaginación. Esta clase política ya se las sabe todas. Y todas no alcanzó. Noooo alll-cannn-zó. Tipos como estos no pudieron cambiar la historia de este país. Hacen faltan nuevas ideas.
-¿Es una idea nueva entrar a una reunión de gabinete y decir «cambien esas caras»?
– ¿Cómo voy a entrar a una reunión para decir eso? Esas son reuniones formales, no puede entrar alguien así como así.
-Pero ¿lo dijo?
-Se lo dije a un grupo, en medio de una conversación. Luego, te operan y lo que dijiste se convierte en otra cosa y esa otra cosa es lo que sale publicado.
-¿Qué quiere decir con «lo operan»?
-Operaciones políticas. Manipulaciones. Los políticos ni se enteran cuando una operación está en marcha porque andan todos con las yararás colgadas al cuello: ya están acostumbrados. Entonces, las operaciones no funcionan porque ni se avivan. Es genial: sólo las sufren los que no son como ellos.
-¿Está arrepentido de su trabajo como asesor presidencial?
-Quise ayudar con un gesto netamente patriótico. Aunque acá esa palabra ya casi no exista. Profesionalmente era un desafío y desde ese punto de vista estoy contento.
-¿Le interesaba el marketing político?
-Nunca quise ni leer un libro de marketing político. Si los hubiese leído jamás hubiese hecho «dicen que soy aburrido» porque estaba prohibido. Durante un mes y medio pasé a ser el tarado número uno: todos se reían de mí, anunciaban mi caída. En los foros de marketing político lo ponían como ejemplo de lo que nunca hay que hacer. Hasta vino el norteamericano Nick Morris y dijo que le había arruinado la campaña a De la Rúa. Y ahora, con el triunfo y el tiempo, resulta que tienen que agregar un capítulo a los libros. Profesionalmente eso me deja tranquilo y feliz, porque hice una contribución. Personalmente, lo hice porque quería ayudar al país. Y punto. Sé que perdí tiempo, perdí plata y hasta desgasté mi prestigio en esa tarea.
-¿El poder no tiene prestigio?
-No. El poder construido desde la política no: es sospechado. En cambio, desde mi actividad profesional yo soy inapretable. Soy un empresario exitoso que construyó su empresa en base a sus ideas. ¿Quién puede reprocharme algo?
– Desde ahí, desde donde está sentado usted ¿ cómo se ve la Argentina de los próximos años?
– Veo que chocamos. Veo que el fenómeno cultural de este principio de siglo va a ser la renovación de toda esta clase política. Veo que De la Rúa es el penúltimo presidente de esta clase.
-Desde ese punto de vista su campaña más interesante ha sido la del intendente Aníbal Ibarra, un joven político sin muchos antecedentes.
-Claro, porque la ciudad de Buenos Aires se salteaba en esa elección a toda una generación. Además esa campaña me ayudó a confirmar que la opinión publicada no es importante.
-¿A qué se refiere?
-Lo que publican los periódicos es para que lo lean los políticos. Nadie más se conmueve frente a ese tipo de opinión. A la gente no la afectás con información, sino con comunicación. Ibarra me decía: «no me vas a poner en el spot al lado de un bombero porque mañana todas las radios y los diarios me van a criticar». Que te critiquen nomás. La gente va a ver otra cosa. Te va a ver en acción, sacándote el saco, en medio del quilombo, con un look Tarantino, dispuesto a levantarte a las dos de la mañana. Al día siguiente todos empezaron: blablabla, blablabla, cómo va a hacer esto, blabla, es poco serio, blablabla… blabla… bla… ganó. Y ganó porque la gente no los oye.
-¿ A quiénes no oye?
– No escucha a los interpretólogos, ni a los opinólogos, ni a nadie. Sólo escucha la emoción, no la información.
-Sin embargo, la emoción se puede inducir, construir, manipular. La información…
– (Me interrumpe con sólo mirar fijo)
-Okey: es cierto. La información también puede manipularse.
-Recién hablamos de operaciones, por ejemplo.
– ¿Usted no está haciendo una operación cuando fabrica una emoción?
-Mirá: no me cuelgues el cartel de cínico porque realmente no lo soy. Yo no tengo dudas de que soy el bueno y los aparatos partidarios son los malos. Ya lo probaron. Son malos. Sólo por eso, si quiero tener la oportunidad de probar que soy el bueno, me la tenés que dar. Pero además, porque nadie te opera si no ve en vos una amenaza. Y la única amenaza hoy, en política, es ser el bueno de la película.
El teléfono suena y marca el fin del combate. Ya es de noche, pero la agencia igual brilla. Recién entonces me doy cuenta que lo que la ilumina no es el sol, sino un potente, enceguecedor spot.
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
Entradas por Alternativa Teatral

Nota
Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.
Por María del Carmen Varela
La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.
La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario. Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.
El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.
Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.
Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.
La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.
Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA
Domingos 18 y 25 de mayo, 20 hs
Más info y entradas en @perlaguarani
Nota
Fin de campaña de Adorni: crónica de un país olvidado
Todo lo que se narra a continuación sucedió mientras, en el Congreso, la policía reprimía a mansalva a jubilados, periodistas –incluido Lucas Pedulla, integrante de lavaca– y personas que se acercan a movilizarse cada miércoles. Fin.
Crónica de Franco Ciancaglini. Fotos de Sebastian Smok.


La historia comienza así: el partido del gobierno La Libertad Avanza organizó un acto de cierre de la campaña del vocero presidencial y candidato a legislador porteño Manuel Adorni, en Plaza Mitre, Recoleta.
El montaje del escenario afirma: “Adorni es Milei”.
Se espera que ambas personalidades estén y hablen hoy.
Pero falta para eso.
Media hora antes de la convocatoria, en distintas esquinas de la avenida Libertador, hay grupos de personas que, muy organizadas, esperan.
En las esquinas la mayoría va vestida de negro pero, en un acto de magia política, luego se las verá llegar a la plaza con la misma remera violeta, puesta arriba de sus verdaderas remeras o incluso de buzos y camperas.
Un notero de TN primero y luego de C5N hablaron con estas personas, que confesaron haber sido convocadas para trabajar en “prevención” bajo la promesa de una paga de 25 mil pesos.
El Whatsapp de la convocatoria, revelado a cámara por uno de ellos, decía: “Ahy (sic) un acto político de 17 a 21. 25 mil pesos. El que quiere se anota”.
Finalmente no era para prevención, sino para “presencia”.
Pero lo peor no es nada de esto, sino que finalmente no les pagaron los 25 mil, sino que quisieron darles 10 mil; ante la presión, algunos recibieron 20 y otros, nada: “Porque no me quiero poner la remera esa sucia no me quieren pagar”, denunció el más sincero ante las cámaras.
Fin.


Lo cierto es que estas columnas de unas 50 personas cada una fueron las que lograron ocupar una plaza Mitre que estaba semivacía.
Temprano, los remera violeta se negaban a hablar con la prensa, aún disciplinados por la promesa de la paga. Luego, ante la deflación de lo prometido descargaron su bronca ante las cámaras dejando en evidencia cómo trabaja el puntero Sebastián Pareja en la provincia de Buenos Aires, de donde provenían estas personas, para el cierre de una campaña porteña.
Alicia es jubilada pero no está marchando alrededor del Congreso, sino que está acá, colándose entre los violetas para saltear unas vallas y pasar más rápido hacia el sector del escenario. Hace un año y medio que se afilió al partido en la Comuna 13 Belgrano, Núñez. Habla de Milei como obnubilada, apurando su paso como ansiosa por la posibilidad de verlo en vivo. Faltan, al menos, dos horas.
Describe a Milei como un “bocho en economía” y se ríe al recordar que en la última elección, hace dos años, votó al actual jefe de gobierno, Jorge Macri. Está claro que no repetirá voto: “Está la ciudad muy abandonada. Mucho linyera, ratas por todos lados. En mis 82 años nunca había visto ratas en la ciudad”. Voto cantado: Adorni, a quien define como “alguien muy correcto”.
Sobre el otro Macri, el Mauricio, dice que “en su momento gobernó bien” pero ahora lo ve fuera de escena. No está al tanto de sus últimas apariciones contra Caputo, Karina y al propio Presidente, o no le interesan.
Alicia prefiere no hablar más y busca un lugar cerca del escenario para ver a su Presidente.


Lucía y Paula, también jubiladas, vinieron de Vicente López y prefieren mirar la escena desde atrás de todo. Es que llevan dos perritos de raza, o de diseño: Coca y Cola. ¿Qué les gusta de Milei? “Te puede gustar o no pero él habla desde el sentimiento. De lo que sentimos muchos”, dice Paula. Lucía suma: “Me gusta porque va a fondo”.
Sobre Mauricio Macri: “Yo lo voté. Ahora, de política no entiendo mucho, pero me da un poco de tristeza porque creo que tienen (con Milei) más coincidencias. Pero tiene que haber una oposición con responsabilidad. Tal vez Macri sea la oposición”.
Marta también es jubilada de 87 años bien llevados. Por qué vino acá (y no al Congreso): “Porque quiero escuchar quiero informarme quiero saber. Son tantos años de lo otro, que esto merece una oportunidad”.
Sigue sola: “El tono no me gusta. Cuando dice malas palabras es un mal ejemplo para la juventud”.
Qué le pedirías al gobierno a nivel Ciudad: “Por favor que saque las villas. La 31 es infernal”. Se pregunta y se responde: “¿Porque avanzaron tanto? Porque les han dado plata”.

¿Marra? “Sí, me gusta. Qué paso ahí, no sé. Me gusta, te soy sincera, pero ahora hay que unir fuerzas”.
¿Está de acuerdo con la medida anti-inmigratoria? “¿Vos te podés hacer ciudadano dinamarqués, o paraguayo? Acá entran todos. Los chorros, los burros. Y si no les gusta que se vuelvan a sus países”.
¿Y la pobreza? Marta cambie el eje: “Basta de decir ‘hagan lío’. Francisco se terminó. Basta de decir la iglesia de los pobres. Pepe Mujica era comunista. Se han hecho ricos con los pobres”.
Precisamente Mujica pareciera que no. Ella: “No sé. Déjame dudar. Pero basta”.
¿Qué representa para vos Mujica y qué Milei? “Apoyo a Milei y lo nuevo. Y que dios nos ayude”.
¿Y si sale mal? “Creo que ya no voy a estar con vida. Que se arreglen los que quedan”.
Fin.

A su lado hay un joven con una pala gigante. Posa sonriente para decenas de cámaras. Parece haber logrado su objetivo: llamar la atención.
Se llama Santiago y se tomó dos colectivos desde “la zona más fea de la provincia”, Florencio Varela, donde vive. Tiene 21 años, camisa manga larga a cuadros y una enorme mochila roja sobre la que ató un pañuelo celeste.
Cuenta sobre el sentido de la pala: “Hay que trabajar en este país. Nada se puede conseguir gratis. Todo es trabajo en la vida”.
De qué trabaja: “Soy Rappi y Pedidos YA”. ¿Cuánto gana? “Un poco, mi mamá me decía: muy bien Santiago, ese dinero lo sacaste de tus esfuerzos”. No dice números. Y finalmente revela que ahora ya no trabaja.
Al joven de la pala lo interrumpe Franco, otro joven, vestido de traje, que quiere sacarse una foto con el instrumento. Me da la cámara y posa de mil maneras para fotos que luego subirá a su Instagram. Franco Vera, sabré después, es un joven militante que ha irrumpido hace pocos meses en el colegio Nicolás Avellaneda de Palermo –estando él domiciliado en el conurbano- para postularse como Presidente del centro de estudiantes de la institución.
Franco Vera es de estatura pequeña pero en el debate del centro de estudiantes miró a sus contendientes de la lista oficialista, asociada al peronismo, y al ver que eran 8 personas dijo: “Yo estoy solo pero me la aguanto”. Primera gran ovación del público que recién lo conocía en un debate que ganó con comodidad con palabras clave como fútbol, Messi, Dios, diversidad.
Su lista, hasta antes del debate compuesta por él solo, se llama Ruge el cambio.

Ahora tiene una decena de seguidores, más después de su segunda jugada: hacerle una cámara oculta a la directora. En la cámara, subida a las redes, se ve cómo la mujer lo apercibe por una serie de hechos difíciles de entender desde afuera, supuestas actitudes de Franco desde que llegó al colegio. Es cierto, se lo nota sobre excitado y concentrado en su carrera estudiantil. Y si bien el video no lo muestra, él asegura que el objetivo de la directora es censurar a Ruge el Cambio para que no se presente –y gane- las elecciones del centro.
Así utilizó la cámara oculta para denunciar la censura institucional.
Su historia merece un documental aparte, que no entra en esta nota. Sobre la elección porteña, él no puede votar. Y pese a las preguntas sobre la actualidad él hablará como representante de los jóvenes de LLA en tono candidato y pedirá que sea a través de videos: “Menos Estado es menos peso al sector público. O sea… Si una persona no capacitada no nos sirve, ¿para qué lo vamos a tener como empleado? Necesitamos tener personas capacitadas. Hay que aprender en esta batalla cultural que los que nos gobiernan son personas normales, no son entes superiores, no tienen título de nobleza”.
¿Los Menem no serán parte? A Franco no le entra una bala: “Los jóvenes somos el cambio” responde en casete y mostrando su sonrisa de dientes con aparatos. Corta la charla para seguir sacándose fotos que subirá tanto a su Instagram como al de la agrupación Ruge el cambio, actividad que le sale muy bien: durante la tarde noche logrará cosechar selfies con personajes como el Gordo Dan o el diputado Martín… Menem.
Fin.




Otras celebridades que se llevan las miradas:
El Zorro con la bandera de Argentina.
Mickey Mouse con un cartel que dice “Aguante Adorni”.
Lila Lemoine vestida como playera de YPF.
Una mujer que tiene tatuada en la cara, justo arriba de su ceja, la palabra “Castrate”. Hay que acercarse bien para entender bien de qué va… o no tanto. En su cachete izquierdo amplía las siguientes consignas:
- Castrá
- Adoptá callejeritos
- Educá
- No compres
- No + piroctenia
Son tatuajes.
En la cara.
Fin.

Franco Carcedo es autor de un libro recién salido del horno que se llama Milei: Conexiones filosóficas. Lo escribió junto a su esposa en La Pampa, donde vive, de donde llegó hoy 7AM y a donde vuelve hoy mismo a las 22. Vino, además de para ver a Adorni y Milei con el objetivo concreto de vender su libro. Lleva 5 ejemplares en la mano, y cuenta que ya vendió otros 5. “Es un camión”, anuncia. Y cuenta sobre su contenido: “El libro relaciona distintos acontecimientos que sucedieron durante la vida de Javier Milei, lo que hizo y muchas veces lo que dijo y dice”. ¿Un ejemplo?
Lo que sigue es literal y no está trucado ni escrito maliciosamente: es parte del libro editado por la editorial Dunken, que cualquiera puede comprar. Dice Franco: “Cuando habla de la felicidad él sin saberlo está hablando de algo que dijo Oscar Wilde en 1888”. ¿Cómo? “Cuando Milei dice que la felicidad es no tenerle miedo a la muerte. Oscar Wilde dice algo parecido”.
La pido mejor hojear el contenido; al inicio hay dos citas. Una de Napoleón que dice: “Los hombres excepcionales son parte de un momento excepcional”. Y otra de Javier Milei: “No seré reconocido como economista sino como rockstar”. Ahí nos vamos entendiendo.

En el libro, profundiza Franco, “hay referencias a Nietzche, Maquiavelo, hay cosas de Spinoza… y la frutilla del postre”. Atención: “La cita de Wilde de la felicidad es de 1888. Milei en 1998 funda una banda que se llama Everest. ¿Sabés cuantos metros tiene el Everest? 8848.88”. Ante mi mirada atónita, Franco Carceda prosigue: “Pero hay más. El día que nació Milei se jugó un partido amistoso para homenajear a Arsenio Erico (futbolista paraguayo muy querido en Independiente). En ese partido debutan Bianchi, Carrascosa y César Laraignée. Ese día nació Milei”.
¿Y entonces? Franco Carceda repite: “El día que nació Milei ellos debutan con la casaca argentina”.
¿Pero cuál sería la conexión filosófica: “Es algo piola porque Milei es fanático de Boca y Bianchi es casi el máximo ídolo de Boca, con Riquelme y Palermo, ponele”.
Vuelvo a pedirle el libro. Sobre el nacimiento de Milei, se informa también que nació el mismo día que el guardameta ruso «Araña» Yasín (¡dos arqueros!) y que se editó un álbum del conjunto Jackson 5 de donde saltaría a la fama Michael Jackson.
Fin.


Equivalencias y bebidas.
Una señora envía videos a un grupo y le responden “como quisiera estar ahí”, “cuidate” y le ponen emojis de un león.
Una nena con la careta de Milei y una motosierra posa para las fotos mientras la mamá, al lado, tiene una careta de Adorni, un caniche y muchos pañuelos celestes atados a la mochila, como si los hubiera llevado para hacerse unos pesos.
Un remera violeta grita “viva la libertad” y otros remera violeta, alrededor, lo miran y estallan en carcajadas. Él también.
Franco Vera me contará luego, orgulloso y dolorido, que le tocó la mano a Milei pero que eso le costó que, literalmente, que los seguridad lo tiraran al piso y le pisaran la cabeza: “Estoy bendecido”.
Suena en el escenario un tema con acordes punk cuya letra asegura que Milei es “el último punk” y “el último superhéroe de la libertad”; eso significa que están al caer el Presidente y también Adorni, a quien nadie parece esperar demasiado. Menos que nadie, los remera violeta.
Aparece más allá otro contingente de remeras violetas que ahora llevan bengalas violetas y tocan bombos violetas, siguiendo a una bandera sostenida por jóvenes prolijos y sonrientes sin remera violeta.
La inscripción de la bandera en la cabecera dice «Jóvenes LLA» y otra atrás “Lugano”. La entrada es de cancha: se canta “el domingo cueste lo que cueste” y “un minuto de silencio para Macri que está muerto”.
Otro de los hits son “El que no salta es radical” y uno que cambia la palabra “Perón” por “León”.

Un hombre de 40 y pico, vestido de traje, es el que saca las canciones y agita.
Lidera a la barra hasta meterla en el centro mismo del escenario.
Mientras este cronista anota otras cosas, como la presencia de francotiradores en las terrazas de Recoleta y al lado del escenario, se ve que el hombre sale del tumulto, ofuscado.
Le han robado el celular.
Habla con una persona de seguridad, que abre las manos en señal de “no puedo hacer nada”.
El hombre está visiblemente afectado, dice “no lo puedo creer” y pide un celular para “dar de baja las tarjetas”.
Consigue una cómplice, a quien le confesará lo que él cree es la razón del robo:
-Es que está lleno de negros.
Fin.
