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Las mujeres en Moreno y una síntesis sobre el Estado frente a los femicidios

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La Red Feminista de Moreno y la familia de Jéssica Fernández, en coma después de que su ex Justino del Valle Ríos le disparara cinco veces -hoy prófugo-, movilizaron hasta la Municipalidad para revelar la ausencia de mecanismos judiciales y estatales frente a los femicidios. Lo que exigen se cristaliza en una urgencia que hoy se escuchó fuerte y mañana seguirá frente a la comisaría de Cuartel V para reclamar acciones concretas: «Nos matan porque nos quieren callar, pero no nos vamos a callar. Que suene fuerte: nos queremos vivas. Basta».

Las mujeres en Moreno y una síntesis sobre el Estado frente a los femicidios
Foto: Martina Perosa.

Por Claudia Acuña

Nunca, nada, nunca: basta

Son pocas y son, al mismo tiempo, demasiado. No superan cincuenta las mujeres que con bebes en brazos y cartulinas escritas a mano se plantan frente a la Municipalidad de Moreno a exigir. ¿Qué piden? El jueves anterior también se habían movilizado hasta ahí mismo y por eso hoy la intendenta les prometió recibirlas a las 11 de la mañana, aunque ya son las 12.30 y todavía siguen en la vereda, con el petitorio en la mano, que redactaron tras intensas reuniones en el barrio y en el whatsapp, autoconvocadas bajo el nombre Red Feminista de Moreno.

Las mujeres en Moreno y una síntesis sobre el Estado frente a los femicidios
Foto: Martina Perosa.

La lista de lo que piden es reveladora del saber que construye la experiencia directa en la creación de políticas públicas, pero a pesar de la larga tradición que tiene Argentina sobre el aporte de Madres, Abuelas e Hijes a la construcción de herramientas sociales, nadie las escucha cuando nos hablan de femicidios.

Lo que piden es aquello que se hace evidente apenas se tiene enfrente a estas mujeres, que llegan caminando varios kilómetros hasta el centro de Moreno porque en sus barrios ya no hay ni transporte interurbano ni paz.

Las mujeres en Moreno y una síntesis sobre el Estado frente a los femicidios
Foto: Martina Perosa.

Piden, por ejemplo que cuando les pegan, las amenazan, las violan, las maltratan, el Estado no las obligue a hacer la denuncia por mail.

Eso piden: por mail, no.

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Foto: Martina Perosa.

Explican, como si hiciera falta, que no tienen computadora ni Internet y tampoco crédito en sus teléfonos. “No puedo elegir si compro pan o lo denuncio: no tengo esa opción porque soy madre a cargo de 4 hijos”, ejemplifica una de las mujeres desde el micrófono, parada en medio del asfalto. Otra suma, como si hiciera falta, que algunas vecinas no pueden expresar lo que han sufrido por escrito porque les han imposibilitado el acceso a esa herramienta: son víctimas de violencia y eso incluye, en algunos casos, ser analfabetas.

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Foto: Martina Perosa.

Piden también recursos, no sólo económicos que -por si hace falta decirlo- necesitan, sino integrales: refugios, botones antipánico, acompañamiento social, legal y psicológico, contención para víctimas, hijes, familias, prevención, capacitación, educación en la no violencia, presencia en los barrios -activa, concreta-, compromiso diario: políticas públicas sin saraseo.

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Foto: Martina Perosa.

Piden, fundamentalmente, que el Estado se haga cargo de que sus funcionarios cumplan con la ley o enfrenten las consecuencias de ignorarla y/o violarla: todos los funcionarios públicos, en general, y en particular, los uniformados. Para que quede más claro señalan lo que las rodea: el cerco policial. “Están acá porque alguien les dio esa orden. Un funcionario fue el que dijo: se paran ahí. Miren cuántos son, miren cuántas horas llevan ahí parados, rodeándonos como si nosotras fuésemos un peligro. Pero el mismo funcionario podría haber dicho: manden a toda esa policía a buscar al asesino, que está prófugo”. Lo que esta frase significa allí en Moreno lo explicita al micrófono Talia, la hermana de Jéssica, sin parar de llorar y sin respiro:

Las mujeres en Moreno y una síntesis sobre el Estado frente a los femicidios
Foto: Martina Perosa.

“Mi hermana está en coma. Está estable, pero está en coma. Si hoy estoy parada acá es porque el asesino se quedó sin balas y porque el cuerpo de mi hermana me defendió: se puso adelante para protegerme a mí y a sus 2 hijos. Él asesino está prófugo: no lo atrapan, no se mueven. Le dieron tiempo a todo, a que se fugue. Yo no vine hoy acá para hablar con la intendenta, ¿qué me va a decir? Mi hermana tenía tres denuncias, nunca le dieron botón antipánico, nunca le llegó al tipo la orden de restricción. Nunca nada, nunca. ¿Qué me va a decir ahora la intendenta? Que me diga cómo piensa que pude sacar a mi hermana, herida con 5 balas, de un barrio como el nuestro y un día de lluvia: se me moría por el camino. No, no quiero hablar con la intendenta, no vine acá a eso. Vine a pedir justicia, vine a pedir que agarren al asesino. Vine acá para avisarles: mañana a las 4 de la tarde nos paramos en la puerta de la comisaría de Cuartel V y no nos vamos a ir hasta que no se muevan y encuentren al asesino. Y aclaro por las dudas que no estoy metida en nada de la política, ni me interesa otra cosa que lograr justicia para mi hermana y tranquilidad para mis sobrinos”.

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Foto: Martina Perosa.

El micrófono pasa entonces a la voz de Yamila, la prima de Jéssica, quien enuncia:

“Mañana a las 16 vamos a estar en la comisaria de Cuartel V, si hay que romper, se rompe. Y si hay que quemar, se quema. Porque las cosas se arreglan, la quemadura sale, pero una vida perdida no tienen arreglo ni sale nunca más. Es inhumano la manera en que nos destrozan y nos roban la vida. Nos matan porque nos quieren callar, pero no nos vamos a callar. Que suene fuerte: nos queremos vivas. Basta”.

Y así y en pocos minutos, este pequeño grupo de mujeres unidas, organizadas y en la calle, dejaron en Moreno todo dicho.

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Foto: Martina Perosa.
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Foto: Martina Perosa.
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Foto: Martina Perosa.
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La venda en los ojos: la justicia frente al abuso sexual contra niñas y niños 

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El 42% de las denuncias de violencia sexual corresponden a menores de 17 años en la ciudad de Buenos Aires. El ministerio de Justicia bonaerense reveló que entre 2017 y 2022, de más de 96.000 causas por abuso sexual, 6 de cada 10 tuvieron como víctimas a menores y se duplicó el número de denuncias: el 80% fueron mujeres, principalmente niñas y adolescentes de entre 12 y 17 años. ¿Cómo recibe el Poder Judicial a las infancias que se atreven a denunciar abusos? Las víctimas convertidas en “culpables” de un delito que padece a nivel mundial entre el 15 y el 20% de la niñez. La campaña conservadora y oficial: desestimar denuncias y motosierra. Lo que no quiere ver la justicia. Cómo encarar estos casos, y la enseñanza de Luna. Por Evangelina Bucari.

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Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

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Daniel y Susana denunciaron que desapareció el cuerpo de su hija, Cecilia Basaldúa, que reclamaban para realizar nuevas pericias. La historia de lo ocurrido y el rol de la fiscal de Córdoba Paula Kelm “que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.

Por Claudia Acuña

El 7 de noviembre Cecilia Basaldúa hubiese cumplido 42 años y no hay festejo porque no hay Cecilia: la desaparecieron, violaron y mataron en abril del año 2020, en Capilla del Monte y en pleno aislamiento por la pandemia de Covid. Su familia, como cada año, reunió amistades y  familiares de otras víctimas de femicidios territoriales –el padre de Natalia Melman, el hermano de Laura Iglesias– en el mural que la recuerda en su barrio de Belgrano. Fue ese el marco elegido por Daniel y Susana, los padres de Cecilia, para compartir lo que significa buscar justicia para este tipo de crímenes. Con la voz partida por el dolor narró cómo fue la última reunión con la nueva fiscal responsable de la investigación:  es la cuarta. La primera – Paula Kelm– desvió las pruebas para atrapar a un perejil, que fue liberado en el juicio oral y así la investigación del femicidio de Cecilia volvió en punto cero; el segundo estaba a meses de jubilarse y pidió varias licencias para acortar su salida; el tercero –Nelson Lingua– no aprobó el examen para ocupar el puesto y, finalmente, desde hace pocos meses, llegó ésta –Sabrina Ardiles– quien los recibió junto a dos investigadores judiciales y los abogados de la familia. Antes se habían reunido con el ministro de Justicia de la provincia de Córdoba, Julián López, quien le expresó el apoyo para “cualquier cosa que necesiten”. Fue entonces cuando Daniel y Susana creyeron que había llegado el momento de trasladar el cuerpo de su hija hasta Capital, donde viven y, además, habían logrado conseguir que se realice una pericia clave para la causa y que siempre, en estos cinco años, les negaron. Fue la joven investigadora judicial quien soltó la noticia: el cuerpo de Cecilia no está.

Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

Gustavo Melmann, que sigue buscando justicia por su hija Natalia, junto a Daniel Basaldúa y Susana Reyes, los padres de Cecilia.

Según pudo reconstruir la familia después del shock que les produjo la noticia, fue en 2021 –cuando todavía estaban vigentes varias restricciones originadas por la pandemia– cuando el cuerpo fue retirado de la morgue judicial, a pesar de que Daniel y Susana habían presentado un escrito solicitando lo retuvieran allí hasta que se realicen las pruebas por ellos requeridas. La fiscal Kelm no respondió a ese pedido ni notificó a la familia de lo que luego ordenó: retirar el cuerpo de la morgue y enterrarlo.

¿Dónde? La familia está ahora esperando una respuesta formal y sospechando que deberán hacer luego las pruebas necesarias para probar la identidad, pero no dudan al afirmar que con esta medida han desaparecido el cuerpo de su hija durante varios años y definitivamente las pruebas que podía aportar su análisis.

A su lado está Gustavo Melmann, en el padre de Natalia, asesinada en 4 de febrero de 2001 en Miramar, quien desde entonces está esperando que el Poder Judicial realice el análisis de ADN del principal sospechoso de su crimen: un policía local. Por el femicidio de Natalia fueron condenados a prisión perpetua otros tres efectivos policiales. Uno ya goza de prisión domiciliaria. Falta el cuarto, el del rango más alto.

Melmann cuenta que se enteró de la desaparición de Cecilia Basaldúa por su sobrina, quien había ido al secundario con ella. “Fue el primero que nos llamó”, recuerda Daniel. También rememora que no entendió por qué le ofrecía conseguir urgente a un abogado “si yo la estaba buscando viva. Hoy me doy cuenta de mi ingenuidad”.

El silencio entre quienes los rodean es un grito de impotencia.

Daniel y Susana lo sienten y responden: “Nosotros no vamos a parar. Nada nos va a detener. Ningún golpe, por más artero que sea, va a impedir que sigamos exigiendo justicia. Elegimos contar esto hoy, rodeados de la familia y los amigos, porque son ustedes quienes nos dan fuerza. Que estén hoy acá, con nosotros, es lo que nos ayuda a no parar hasta ver a los responsables presos, y esto incluye a la fiscal Kelm, que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.

Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

Los padres y hermanos de Cecilia, junto al mural que la recuerda en el barrio de Belgrano.

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Femicidios, cifras y vidas: lo que Bullrich oculta

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Por el Observatorio de violencia patriarcal Lucía Pérez

Todas las administraciones del Estado se han adjudicado falsamente la baja de femicidios y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich acaba de rendirle tributo a esta tradición. Pero las cifras del Observatorio Lucía Pérez, construidas a partir de casos judiciales, denuncias y relevamientos provinciales, demuestran una realidad diferente.

Antes de los números, una aclaración: el 2023 fue el primer año en que el Estado nacional publicó estadísticas criminales sin clasificar. Lo hizo con un archivo Excel desordenado que abarcaba una década, sin distinguir delitos ni consolidar provincias. Algunas jurisdicciones directamente no informaron datos en categorías sensibles, como violaciones. Así, la ciudadanía no puede verificar ni auditar los números oficiales.

En ese vacío, las declaraciones de Bullrich remiten a una lógica conocida: la de la inflación. Como con los precios, la diferencia entre los números oficiales y la vida real se amplía cuando se manipula o se oculta información.

Por eso, este Observatorio público y autogestionado carga 12 padrones de manera diaria. Para realizar un seguimiento estructural de la violencia machista, y también para controlar el rol del Estado.

A diferencia de los 178 registrados que mencionó la ministra, el Observatorio Lucía Pérez contabiliza 217 femicidios y travesticidios en lo que va del 2025. Estos son las cifras que pueden verse y verificarse, ya que el OLP es un padrón público:

Femicidios, cifras y vidas: lo que Bullrich oculta

Otro dato que se oculta es el que representan los femicidios cometidos y sufridos por integrantes de fuerzas de seguridad, que están bajo la responsabilidad de la ministra.

En 2025, el primer femicidio del año fue el de una mujer policía asesinada con su arma reglamentaria (Guadalupe Mena). Y el último, ocurrido apenas el 26, también: Daiana Raquel Da Rosa.

Si bien existen medidas para en estos casos limitar su acceso por parte de los uniformados por “representar un riesgo inminente para la víctima”, como indica la resolución 471/2020 del Ministerio de Seguridad de la Nación, los datos muestran que esto no siempre se cumple. Según el relevamiento de funcionarios denunciados por violencia de género del Observatorio Lucía Pérez, 71 de ellos pertenecen a las fuerzas de seguridad. Es decir que muy probamente porten armas.

Armas reglamentarias, vínculos jerárquicos y falta de sanción disciplinaria conforman una trama donde la violencia institucional se reproduce dentro y fuera de las comisarías. ¿Y Bullrich?

Más preguntas que emergen: ¿cómo se mide el porcentaje de crueldad? Los “narcofemicidios” de Lara, Brenda y Morena muestran una violencia cada vez más planificada y asociada a redes delictivas con complicidad del Estado.

Otra cifra invisibilizada en este crimen social que es un femicidio es la de las infancias huérfanas. En lo que va de 2025, el Observatorio registra 139 infancias huérfanas por femicidios. En todo 2024 fueron 173. Y detrás de cada una hay un Estado que sigue sin garantizar la Ley Brisa, que establece una reparación económica y acompañamiento a hijas e hijos de víctimas de femicidio.

Mientras la violencia machista sigue cobrando vidas, multiplicando huérfanos y exponiendo la precariedad institucional, el Estado tergiversa y oculta.

La pregunta es: ¿por qué?

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