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Lo que hay para ver: el teatro que incomoda y muestra las heridas

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Esta semana te invitamos a conocer tres obras que investigan situaciones y emociones de raíces profundas. La madre de un femicida expone su relato de doble tragedia. Un grupo de jóvenes transita las consecuencias de la decisión que una amiga toma en una noche de cumpleaños. Y en un momento de absoluta incertidumbre, tres personas se enfrentan al rumbo que toman sus propias reacciones frente a lo desconocido.  El teatro que inquieta, que incomoda y que nos hace levantarnos de la butaca llenxs de reflexiones e interrogantes.

Rota

¿Qué sigue ahora? O mejor dicho, ¿cómo seguir? Difícil tarea la que tiene que emprender esta mujer a quien escucharemos contar su dolor. Gracias a su monólogo catártico sabremos que su desgarro está aferrado al abismo de la muerte y que su tragedia tiene dos caras. Su hijo se quitó la vida, antes mató a su novia. La hondura de su desdicha parece no caberle en el cuerpo, de la grieta de sus entrañas brota el desconsuelo y sale a borbotones por su boca. Ella está rota.

Esta obra imprescindible que explora la vivencia de la madre de un femicida —una voz que no suele aparecer en los medios— surgió del trabajo colectivo de la dramaturga Natalia Villamil, la actriz Raquel Ameri y el director Mariano Stolkiner. El resultado es sorprendente. La dramaturgia consigue acercarnos todos los elementos necesarios para discernir una experiencia de esa magnitud. La actuación altera la pasividad del espectador/a, nos expulsa de ese rol, nos re-mueve y nos con-mueve. Y la puesta en escena refuerza ese movimiento interno y potencia la solidez de la actriz y su testimonio.  Raquel tenía ganas de actuar en un unipersonal, contactó a Mariano y luego convocó a Natalia. Se reunieron en el teatro que dirige Mariano, El Extranjero, y después de barajar temáticas, se decidieron por la que da cuerpo a “Rota”. 

Natalia hizo un trabajo solitario de escritura en torno a distintas imágenes que le iban surgiendo e investigó sobre las posibilidades psíquicas, físicas y sociales del personaje: “Quería poner el acento en esta madre sola, que no nombra nunca al padre del hijo y la masculinidad está encarnada en los diálogos que ella establece con la policía, cuando intenta saber qué pasó, cómo fue que su hijo llegó a esto”. Cuando Natalia estaba sumergida en la dramaturgia de “Rota”, aparecía en los medios el asesinato de Fernando Báez Sosa por parte de los ocho rugbiers en Villa Gesell. “Pensaba en eso, pibes que tienen entre 20 y 25 años, de repente vuelven a sus casas convertidos en asesinos. Más allá de meterme en la multicausalidad que puede llegar a tener esto, que alguien de un momento a otro devenga  asesino. Me interesaba poner el foco en la destrucción que provoca en la familia del femicida”.  La obra fue declarada de interés para la Protección y Defensa de los Derechos Humanos por la Legislatura porteña, el texto fue ganador del Primer Premio de Autoras del Instituto Nacional del Teatro y ganadora del Premio a la Producción del CTBA + Banco Ciudad.

El texto de Natalia le dio mucha libertad de creación a Mariano, el director. “El eje fundamental fue encontrar cuál era la tesis particular que queríamos llevar a la escena, encontrar dónde estaba la matriz para desplegar el imaginario escénico y en ese sentido, la rotura parte de una dualidad muy fuerte que transita esta mujer: el femicidio y por otro lado la pérdida de ese hijo”. El desafío de “Rota” fue poder centrarse en el dolor de una madre por la pérdida. “Universalizar ese dolor, fue por ahí la búsqueda principal. Hay una parte en la que estamos todos de acuerdo y es el repudio a lo que hizo el hijo, ahí no hay contradicciones, pero donde aparecía una tensión mayor era justamente en darle valor al dolor que transitaba esta madre frente a esa pérdida”. 

Natalia y Mariano coinciden en considerar las posibilidades que ofrece el teatro. Natalia: “Nos da la posibilidad de imaginar una ficción que cuente una posible posición al respecto. No estamos para dar cuenta de nada, pero sí para visibilizar desde un lugar de ficción”. Mariano: “El teatro está para visibilizar temáticas complejas, sobre las cuales tenemos que hacer foco si queremos ser mejores seres sociales y al mismo tiempo para generar discusiones. No para complacer, en el sentido de desplegar en la escena aquello que el público quiere escuchar, sino que el teatro está para ponernos en tensión con nuestras propias creencias y en discusión con la obra a la cual se asiste.  Por eso elegir el rol de la madre de un femicida transitando el duelo por la muerte de su hijo propone una voz muy diferente, muy atípica y es lo que en definitiva termina generando la discusión y las preguntas con las cuales se puede ir cualquier espectadora  o espectador a su casa, que es para mí lo más interesante que puede proponer el teatro”.

Teatro El Extranjero

Valentín Gómez 3378, CABA

Sábados, 20 hs hasta el 4 de junio

@teatroelextanjero

@nat.villamil

@ameriraquel

@marianostolka

A partir de ahora

Un grupo de amigues festeja el cumpleaños de Angie en la casa de la cumpleañera. No puede faltar la música, suena un tema pegadizo, que todes conocen y los cuerpos se agitan al compás. Olivia, Sebastián, Angie, Erika y Martín viven una noche de diversión, baile, risas y besos. Nadie sospechó que ese día iba a quedar grabado para siempre en sus memorias, con el sabor amargo de un adiós no pronunciado. 

El proceso de creación de este musical —que fue nominado a los Premios Hugo como mejor musical del off, mejor libro argentino y revelación femenina en dirección— arrancó en 2018. Las actrices y dramaturgas Antonella Valese y Micaela Narodowski tenían la intención de escribir un musical rioplatense. Investigaron el género y distintas estéticas de escritura, pusieron en juego experiencias personales y sumaron la música del cantautor Facundo Galli. Con estas herramientas comenzaron a escribir el musical.

Al arrancar con el guión, pensaron en colegas y amigues y escribieron pensando en elles, en sus personalidades y aptitudes. “Cuando terminamos el primer boceto, se lo leímos personalmente y les invitamos a ser parte. Por suerte todes dijeron que sí”. Si bien los temas musicales fueron compuestos por Facundo Galli antes de esta idea teatral, parecen haber sido escritas especialmente para esta historia. Una vez que la obra estuvo terminada y aceitados los arreglos de las canciones, convocaron a la actriz Stella Maris Faggiano para dirigirla, le contaron la idea y qué les interesaba contar. “Queríamos hablar de los vínculos, del paso del tiempo, los cambios, las pérdidas y como cada une las transita. Stella trajo propuestas corporales y espaciales, que ayudaron a contar esta historia e hicieron que varios momentos se transformen y se expandan aún más”.

A partir de ahora es un musical que pone el foco en las pérdidas que dejan huellas imborrables en nuestras vidas. No será posible olvidar, tampoco queremos eso, pero sí es necesario sacudirse el polvo de la culpa, desencadenarse de la pena constante que inmoviliza y proponerse como consigna vital, como ayudamemoria motivador: así será “a partir de ahora”.

Beckett Teatro

Guardia Vieja 3556, CABA

Sábados, 23 hs, hasta el 28 de mayo

@teatrobeckett

@apartirdeahoralaobra

@antovalese

@micaelanaro

@pachilucas

@ritmocircunstancia

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El almacén del fin del mundo

Una gran mesa que será sostén de delicadas delicias gastronómicas aparece en el centro de la escena. Dos copas aguardan que llegue el momento de mecidas en las manos de les distinguides comensales. Hay una pista de baile, un micrófono, una sala de espera y una cabina sanitizante ubicada apenas se ingresa al restaurante, que en realidad es llamado “Almacén del fin del mundo”. El lugar parece estar destinado al placer de los sentidos, pero a medida que pasa el tiempo, sabremos que no será tan sencillo predisponerse al relax y el disfrute. El aforo del lugar es de dos personas. Las restricciones, los protocolos y los cuidados son extremos y alguien se encarga de que todo se cumpla al pie de la letra.

Pese a que les espectadorxs ya pasamos por este tipo de medidas de sanidad, o precisamente por eso, las situaciones nos provocan risa por lo absurdas. Un hombre entra al lugar. Rocío de alcohol de pies a cabeza y lo que sigue no es menos incómodo. Luego llega ella y el mozo que vigila el cumplimiento de las pautas será un tanto más benévolo. Los mecanismos de control actúan con sospechosa eficiencia y serán resortes que activarán comportamientos inesperados. 

“El almacén del fin del mundo” fue escrita en plena cuarentena. El actor y director Martin Henderson encontró así la manera de seguir conectado con su profesión. Formuló una hipótesis como punto de partida: ¿Qué pasaría si dos personas que quieren encontrarse tienen que realizar una innumerable cantidad de protocolos? ¿Qué pasaría si esas personas tienen que cumplir un objetivo pero los protocolos son tantos que nunca lo logran? “Fueron algunas de las preguntas que motorizaron la escritura. Aunque debo confesar que lavar las frutas y verduras con agua y una pequeña porción de lavandina, dejarlas reposar unos minutos, para luego enjuagarlas solo con agua y posteriormente esperar a que se sequen sobre una vieja toalla fue bastante inspirador”.

Martín utilizó los elementos que iban apareciendo en cuanto a transitar la pandemia, los usó a favor de la ficción y los exacerbó para generar situaciones de comedia. “Pero sobre todo para transformar en un hecho artístico la angustia que me provocaba lo que estábamos viviendo”. La actriz Dolores Ocampo y el actor Leonardo Saggese le ponen el cuerpo a quienes se dan cita en el “almacén”. Martín es el mozo que les  atiende de manera tan meticulosa. “La mujer es la única que realmente está conectada con lo que pasa alrededor, que no solo tiene la mirada puesta en ella. Al punto de que conmovida por la situación, se involucra, toma partido y acciona. El hombre se resiste al cambio y sigue queriendo lo mismo desde el minuto cero. El camarero deja asomar actitudes viles y miserables”. La obra recorre las distintas instancias que recorren los tres personajes, sus reacciones, resistencias y motivaciones. Indaga el abanico de consecuencias que surgen cuando está llena de obstáculos la posibilidad del encuentro.

Una vez aprendido el texto, Leo Saggese lo trabajó con varios matices para poder jugar con distintas capas de emociones. “El género que plantea la dramaturgia me resultó un desafío,sobre todo al descubrir que avanzada la trama se empezaban a filtrar otros subgéneros. Como actor era un gran desafío poder contar algo tan cercano a nuestro aquí y ahora y que no sea ni invasivo, ni burlón. Por el contrario, poder utilizar este cuento para transformar lo que nos pasó y seguir adelante”. Dolores Ocampo se define más impulsiva que analítica a la hora de encarar un personaje y destaca algunos aspectos del que encarna en esta obra porque “tiene esa valentía que a muchos nos gustaría tener en la mayoría de los momentos de vida. Amo su libertad y su predisposición a los cambios. La obra me divierte y a la vez cuando va avanzando se vuelve cruda pero sin perder la comedia”.

Teatro El Extranjero

Valentín Gómez 3378, CABA

Viernes, 22 hs hasta el 29 de abril y Viernes, 20 hs del 6 al 27 de mayo

@teatroelextranjero

@elalmacendelfindelmundo

@leosaggese

@leandromartinhenderson

@doloresocamposegui

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Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

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Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.

Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.

Por Sergio Ciancaglini

A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org

Sonrisas junto al paraíso

Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
 

Madre de la bombacha roja

Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
 
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
 
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
 
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
 

El día que se distanciaron

Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
  

La hora del secreto

Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
 
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
 
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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