CABA
Manuel Delgado: el espacio público asusta
El catalán Manuel Delgado visitó Buenos Aires y vio las vallas que protegen a la Casa Rosada con optimismo: “Quiere decir que el poder no se siente tan seguro” dijo a lavaca en esta entrevista donde cuestiona al progresismo que se ha vuelto más amable que justo y al poder que busca el control social. El rol del Estado y los discursos “culturales”, reivindicación de la calle como lugar de expresión, y la crítica a los barrios como “parques temáticos”. La diferencia entre las villas argentinas y la pobreza europea.
Irónico, mordaz y provocador, el antropólogo catalán Manuel Delgado atizó al público que lo escuchaba en el Teatro Municipal General San Martín. Primero dijo que para hacer una buena tesis académica había que juntar “dos o tres frases con palabras difíciles para que no se entienda nada”. Después agregó que lo que se tienen que preguntar sus colegas no es “sobre el futuro de las sociedades, sino cuánto cuesta un alquiler”. Por último acusó a los arquitectos de asociarse al capital privado y el Estado “para comprar tierras a precios públicos y vendérsela a la gente a precios privados”.
Delgado, especialista en la investigación de los espacios públicos, llegó a Buenos Aires para participar del Tercer Encuentro Internacional de Pensamiento Urbano. Paró en un hotel del centro porteño y lo primero que hizo cuando arribó fue salir a dar una vuelta para descubrir la ciudad. “Estuve en la Plaza de Mayo, vi a estudiantes que iban a sus clases, oficinistas que se dirigían a sus trabajos, gente durmiendo en la calle y un montón de vallas que protegían el Palacio de Gobierno. Eso me dio mucho optimismo”, le dijo a lavaca.
-¿Por qué las vallas le dan optimismo?
-Que el poder le tenga miedo a lo que eventualmente pueda suceder en una plaza, advierte que no se siente tan seguro. Hay un texto de Mijail Bajtín, La cultura popular de la Edad Media y el Renacimiento, donde explica que la cultura popular es la cultura de la plaza. El último momento del libro es cuando el príncipe se asoma al balcón y ve al carnaval, y ve como la gente ríe y lo señala. El príncipe, entonces, dice:“Me siento solo y tengo miedo”. Los poderes en el fondo tienen algo de impotentes. Todas las evidencias de que los poderes tengan algo de impotencia están bien. Que de pronto el poder insinúe lo que en la práctica es una suerte de agorafobia (miedo a los espacios abiertos) es buen síntoma. Todos los poderes son agorafóbicos. No hay nada que asuste más a los poderes que una calle, donde puede pasar cualquier cosa.
Doctrina Gene Kelly
-Esta ciudad tras los acontecimientos de 2001 enrejó masivamente sus plazas, sus monumentos públicos, sus palacios gubernamentales…
– Y lo bien que hace. Está justificado.
-El arquitecto Rodolfo Livingston, dice que a mayor cantidad de rejas, menos democracia.
-Obviamente. ¿Pero qué es el espacio público? Es el espacio accesible a todos. Pero ¿dónde está? Búsquenlo. El espacio público no existe. Ese concepto tan vinculado a la tradición del republicanismo kantiano, vinculado al libre ejercicio de razón y la libertad por parte de individuos e iguales, no existe.
-¿En donde se manifiesta la gente, entonces?
-En la calle. Lo que quisieran los diseñadores y los políticos es que la calle fuera un espacio donde la gente vaya y venga de trabajar. O de compras. Pero además es el lugar donde pueden pasar cosas, donde uno puede reclamar y ejercer su derecho a pensar en voz alta, donde puede reunirse con otros para hacer cosas distintas a circular en coche. Donde uno puede perderse o encontrarse, caerse y volverse a levantar, morir y resucitar. O como diría Virgina Wolf, donde las cosas se juntan. Gene Kelly lo vería clarísimo: donde uno puede cantar y bailar bajo la lluvia.
-También es el lugar donde se hace visible lo invisible.
-Hombre, la única forma de controlar la calle es el toque de queda. Y un toque de queda, por lo menos en Europa, con frecuencia se realiza en nombre de las “normas cívicas” y de las “leyes de urbanidad”, que sirven para hacer invisible a los excluidos. Ya las antiguas leyes de vagos y maleantes servían para garantizar las calles libres y limpias de cualquier cosa que las afeara y que desmintiera la presunción que esas calles debían tener de ser espacios míticos, con seres angelicales que se dedicaban a la práctica de la amabilidad y cortesía.
Una defensa del despotismo
-¿Qué pasa cuando no es el poder sino otras personas las que piden limpiar los espacios públicos?
-Es la gente de orden, esa tensión no se puede conciliar nunca.
-¿Y qué pasa entonces? ¿Cómo se resuelve esa tensión?
-Pues, emerge la vida. La cuestión es que por definición, la calle, que es espacio de las visibilidades, no puede ocultar los conflictos. Se nutre de lo mismo que la altera. No se trata de hacer el elogio de la pobreza y la delincuencia, pero no son la consecuencia de que las calles estén abiertas, sino de factores estructurales que son por definición injustos. ¿Qué vas a hacer para evitarlos? Vigilancia privada y toque de queda. O cerrar las calles. Pero lo que no se puede hacer es evitar que la injusticia emerja. Puedes cambiar de sitio, esconderla. No es elogio al desorden, la calle es lo que es, porque refleja: es un escenario por naturaleza, lo que hay se escenifica, en definitiva es un teatro. No es más que eso.
-¿Por qué el poder se empeña, entonces, en legislar ese teatro?
-Hay que desconfiar de un poder que legisla únicamente en relación a la calle pero no en relación a otras cosas. A mí me encantaría que el poder legislara más, que sea más severo, más duro. Pero depende más duro con quién. Yo estaría encantado con que en Europa los poderes legislen sobre la temática de la vivienda. Ahí estoy dispuesto a formas radicales y despóticas de gobierno, con tal de garantizar que los jóvenes y los que tienen dificultades tengan acceso a la vivienda. Pero esas legislaciones no existen, lo que existe es una legislación para lo que rodea a esas viviendas que no serán jamás de quienes más las necesitan. Se actúa con frecuencia de manera enérgica y vehemente sobre aquellos aspectos que son acompañamientos de iniciativas inmobiliarias que deben ver garantizado el entorno. Si yo construyo pisos, hago promoción inmobiliaria, tengo que garantizarme que el entorno quedará bien vigilado. Que no me vigile a mí, sino que vigile a estos desgraciados que pueden robar o simplemente afear.
Lo que perdió la izquierda
-¿Ya no existe el Estado como mediador y ‘colchón’ de las desigualdades?
-El poder no es neutral. Los estados no sirven a toda la sociedad. Los estados están al servicio de los grupos hegemónicos y no hay que ser marxista para verlo. Los discursos de “espacio público”, “ciudadanía”, “urbanidad”, sirven como nuevas estrategias discursivas para hacernos creer que el Estado es neutral. Y lo hacen básicamente porque quieren convencernos de que el espacio público es de todos, que somos ciudadanos y que tenemos idéntico acceso a él. Y no es verdad. Ni las mujeres, ni los jóvenes, ni los pobres, ni los feos en contextos cada vez más diseñados, tienen el acceso que tiene la gente de clase media con aspecto amable y adecuado. Lo que hay son estrategias de mediación para convencernos de que el Estado representa a todos y no sólo a aquellos sectores que en el seno de la sociedad ocupan los lugares de los privilegiados.
-¿Usted diría que es el nuevo marketing estatal?
-Por supuesto que sí. Como siempre, defendiendo su posición de acuerdo a supersticiones que la realidad desmiente constantemente. ¿De qué ciudadanía se habla? En Europa, el 30 o el 40 por ciento de los habitantes de ciertos barrios ya no son ciudadanos. Directamente no son. De ahí su naturaleza de ser ilegales. Pero no nos engañemos, la ciudadanía se ha vuelto también el último refugio de la vieja izquierda, que se ha vuelto “ciudadanista”.
¿La izquierda perdió mística revolucionaria?
– (Vale aclarar que Delgado se refiere a la izquierda europea y en muchos casos gobernantes, equiparable con lo que aqui llamamos «progresismo») Perdió la vergüenza y cualquier tipo de perspectiva de transformación social en nombre de la ciudadanía, que es la apología de las virtudes. El objetivo ya no es generar una sociedad justa, no es perseguir la pobreza, sino perseguir a los pobres. Además, lo hace a través de categorías abstractas, de valores presuntamente universales. El mundo es injusto y el objetivo es crear seres virtuosos, tolerantes, amables, receptivos. No justos.
La cultura es una cruz
¿Ahí nace su crítica a las políticas urbanas culturales, como la de Barcelona o Buenos Aires?
Claro que sí. Hoy por hoy todo es como vender un producto. La cultura es la nueva religión del Estado. La gran pregunta, en verdad, es cuánto vale el metro cuadrado después de levantar esos templos de arte. Lamento mucho parecer tremendamente prosaico pero estamos hablando básicamente de que este tipo de operaciones está pensada para elevar el tono moral del territorio con transformaciones que seguramente serán traumáticas y tendrán como víctimas a los de siempre. Me hace acordar a conquistadores españoles que iban con la cruz por delante: hoy las grandes operaciones de colonización del espacio urbano llevan a la cultura delante. Yo no estoy en contra de la planificación, sino de esto que se llama planificación. No me parece mal que alguien tenga una idea global de lo que debe ser la ciudad, que sea capaz de ordenarla de manera que beneficie a la mayoría. Pero una cosa es ordenar la ciudad, pero otra es ordenar lo urbano.
¿Cuál es la diferencia para usted?
-La ciudad es una morfología, infraestructura, servicios, espacios que deben ser mantenidos. La administración tiene la obligación de mantener la ciudad en buen estado. Lo urbano es otra cosa. El problema es que se quiere planificar lo urbano, no la ciudad. Administrar lo urbano es ejercer el control. Y hoy se controla todo menos lo que hay que controlar. Se convierte en poco menos que un mero instrumento policial e ideológico, la función es garantizar la ley y el orden. La ecuación de la vivienda es terrible. En Santa Fe me llevaron a ver los suburbios, las villas miserias. Y yo les dije, irónicamente, que no estaban tan mal. En Europa ni eso: ha habido movimientos a favor de las viviendas de emergencia, subnormales. Sé que como solución es detestable, que la autoconstrucción es detestable, pero al menos es una solución. En Barcelona y en Francia, hay miles de personas que viven en formas de barraquismo invisible: amontonándose en apartamentos o pisos en formas inimaginables. En Barcelona se alquilan camas por hora, duermen en balcones, en bañeras, en armarios, en patios interiores convertidos en pensiones ilegales. En Barcelona está prohibido ser pobre, está fuera de la ley. No se concibe y, sin embargo, hay cientos de miles de personas sin recursos, inmigrantes, personas mayores, jóvenes, que no tienen donde estar. Entonces estos barrios y villas que conocí aquí pueden resultar detestables, pero me permiten enfrentar el problema de la vivienda. Si tú no me lo solucionas, déjamelo solucionar a mí. No es que sea la misma miseria aquí que la de Europa, pero la de aquí se ve. Allí no es la misma, pero no se puede ver.
Gardel es un parque temático
-Sin embargo, los distintos gobiernos traen asesores catalanes para crear la marca de Capital Cultural del Mercosur.
-Es que Barcelona es eso, somos un producto de promoción. Únicamente existe en los libros que regala el ayuntamiento y en las revistas de promoción para cotizar el metro cuadrado y generar turismo.
-Los defensores de ese modelo dicen que el turismo y la cultura generan fuentes de trabajo y riqueza.
-No puedes hacer que una ciudad dependa del turismo, porque es como los locales de moda: cambian el lugar que ocupan en el ranking de atractividad. Es extremadamente frágil. Barcelona sólo produce su propia imagen. Y sirve también para Buenos Aires. Ahora trata de tematizar el Abasto, gardelizarlo. No se puede vivir en un parque temático. Yo vivo en Barcelona, no puedo vivir en una tienda. Mi hija paga 600 euros de alquiler por 30 metros cuadrados. Aun tiene suerte. Vivir en Barcelona es un infierno, de locos. Finalmente se arma una ciudad prohibitiva.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

- Revista MuHace 3 semanas
Mu 205: Hay futuro
- CABAHace 2 semanas
Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”
- #NiUnaMásHace 2 semanas
Femicidios en julio: la noticia es el horror
- ActualidadHace 2 semanas
Mendoza movilizada: sábado de caravanazo contra la minera San Jorge
- ActualidadHace 3 semanas
Mapuches en Neuquén: 10.000 personas movilizadas contra la represión y en apoyo a las comunidades originarias