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Matanza tóxica. Fumigaciones y glifosato en los cuerpos en Virrey del Pino

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En uno los municipios más poblados del país, las fumigaciones en Virrey del Pino lindan con poblaciones, escuelas y arroyos. Se ve así y a escala barrial cómo contamina el modelo agrotóxico. Lo confirmó –después de tres años de recorrer hospitales– una vecina en el caso de sus hijos y su marido, con glifosato en el cuerpo. ¿Cómo se frena la máquina de enfermar personas, agua y suelos, y quién paga por lo dañado? Transiciones: de una familia desesperada, a un barrio movilizado para defender la vida y la salud. Síntomas y alertas sociales que llevaron a la primera asamblea barrial. Por Sergio Ciancaglini.

Matanza tóxica. Fumigaciones y glifosato en los cuerpos en Virrey del Pino
El campo sojero y transgénico, frente al populoso barrio Nicole. Fotos: Sebastian Smok
Campos fumigados en la matanza

Son 17 pasos.  

Esa es la distancia entre la casa de Erika Gebel, Miguel Rodríguez y sus hijos hasta el misterioso campo de soja transgénica: solo hay que cruzar la pequeña calle de tierra Luis Burela en Virrey del Pino, La Matanza. 

En ese campo se fumiga con glifosato, entre otros pesticidas. Erika no intuyó que era un problema: “Los chicos del barrio jugaban corriendo atrás del tractor. Cuando llegué yo decía: ‘¡mirá qué lindooo, cómo riegan!’ No pensás que van a estar haciendo algo peligroso delante de tu nariz”. 

La nariz de Erika sin embargo empezó a percibir ese olor ácido que flotaba en el aire, vio las hemorragias de su hijo Adrián (9 años), los brotes inexplicables que parecían sarampión pero no eran, los dolores insólitos de su marido Miguel (55), las enfermedades de sus otros dos hijos Máximo (17) y Naiara (14), los insomnios. 

Comenzó a recorrer un laberinto sanitario de tres años hasta llegar al área de Toxicología del Hospital Ricardo Gutiérrez, que mandó hacer estudios al laboratorio Farestaie de Mar del Plata. Estos determinaron que al menos Adrián y Miguel tienen glifosato intoxicándoles la vida. Los análisis mostraron además que ella misma, Máximo y Naiara tienen bajo nivel de colinesterasa, indicio de la exposición a plaguicidas. 

La Matanza limita con la ciudad de Buenos Aires. El censo de 2010 le calculó 1.700.000 habitantes: segunda población del país – la primera es CABA-, por encima de las ciudades de Córdoba y Rosario. Proyecciones del INDEC estiman actualmente casi dos millones y medio de seres en ese universo, que ahora puede incluirse en la cartografía de los pueblos fumigados. 

Erika, 42 años, es peluquera, esteticista y panadera, entre varias otras cosas. Mira el campo marrón frente a su casa con un gesto que mezcla intensidad, desesperación y un proyecto: “Me siento culpable como mamá. Fui una ignorante. Pero algo tengo que hacer”. 

Matanza tóxica. Fumigaciones y glifosato en los cuerpos en Virrey del Pino
Erika Gebel: de las extrañas enfermedades a la organización. Apenas supo que su marido, uno de sus hijos y posiblemente ella tienen glifosato en sangre, salió a anunciar en el barrio que todos están en riesgo.

Mapas de la vida privada

Coordenadas de esta historia en el Google Earth: 34º 48’ 09” S, 58º 40’ 17” W. Allí está la casa de Erika. Graduando la plataforma a unos 1.500 o 1.700 metros de altura se ve la gigantesca herradura cuadrada, verde y marrón de soja –unas 300 hectáreas dicen en el barrio– al sur del arroyo Morales. En el medio de esa herradura sin suerte se ve el barrio conocido como “Oro Verde al fondo”, donde está la casa, y del otro lado del campo sojero, hacia la derecha, el cada vez más populoso barrio Nicole.

La imagen satelital no muestra que en Nicole hay tres escuelas que reúnen unos 3.400 alumnos de lunes a viernes, ni que hay más de 5.000 almas a tiro directo de los agrotóxicos: menos de 10 cuadras (aunque se sabe que su deriva ha llegado hasta la Antártida, y son conocidos los estudios que demuestran que gente que jamás pasó por un campo transgénico tiene glifosato en sangre).

Cosas que no se ven desde las alturas virtuales: Erika y Miguel tienen cinco perros, cinco gatos y un sauce llorón que ella plantó en el pequeño jardín de esa casa autoconstruida por la familia con maderas y con ilusiones. Hay sillas humildes que acomodan para la charla con una hospitalidad de otros tiempos. Hay una pequeña huerta en la que creían estar cultivando acelgas sanas, y funciona allí la panadería y casa de venta de comidas La Potranca donde, además del pan, la pareja amasa las incertidumbres y organiza un delivery no solo de alimentos, sino de información. 

“Nos casamos hace 18 años con libreta roja y todo: no hay que tener miedo a fracasar” dice Erika. Vivían en Palermo. “Miguel trabajaba como herrero, yo atendía más de 200 clientas de estética corporal y peluquería. Siempre fui inquieta, me gusta leer, aprender cosas”. Nacieron Máximo, Naiara y Adrián. 

Una transformación: “Nos vinimos hace 9 años por varios motivos. Comprar en Capital es imposible. Y yo quería salir de la contaminación de la ciudad”. Se queda pensando: “¿Te das cuenta de lo que dije?”.

Su historia: “Trabajaba muchas horas y estaba muy adaptada. En un momento dije: basta, quiero disfrutar de mis hijos. Busqué un lugar accesible económicamente, donde los chicos pudieran tener animales, donde pudieran correr y gritar. No un departamento donde se quejan los vecinos si hay ruido” describe la mujer que había decidido adaptarse a otra cosa. “Vine a ser feliz, normal. Igual que todos. A tener una vida”.  

El lugar: “Aquí se mezclaba población, salita médica, colegio, y además teníamos tranquilidad y el aire libre. Yo decía: suerte que estamos frente al campo. Hoy lo pienso y me quiero morir”. Construyeron la casa. “Todas las plantas que ves las pusimos nosotros”. Miguel, que escucha la voz cantante de Erika, además de herrero había sido panadero. Ella trazó la estrategia: “Le dije: vos hacé el pan, que yo lo vendo”. 

Los amaneceres con pan caliente. Miguel: “Hay que arrancar 4 de la mañana, o antes”. Erika se agenció una bicicleta para hacer las entregas barriales. Se mudaron su mamá Silvia, con su pareja Rodolfo (“mi papá de crianza y afecto”), e instalaron el kiosco Chiki junto a La Potranca. “Yo sigo manteniendo muchas cosas de estética y de peluquería. Hay que sumar”. 

Hacía panes rellenos, bizcochitos, pan dulce, cremonas, pastafrolas. “Pero vino la pandemia y sumé comidas: canelones, sándwiches, milanesas, filet de merluza, empanadas, pizzas, hamburguesas de zapallo y garbanzos, de lentejas y remolacha. Dejamos de lado las facturas, porque por la pandemia no podía salir a vender porque era muy arriesgado para la salud”. Otra vez la sorpresa por sus propias palabras: “¿Ves la ironía de lo que estoy diciendo?” 

Matanza tóxica. Fumigaciones y glifosato en los cuerpos en Virrey del Pino
Familias en Nicole, con el campo sojero a 10 metros a sus espaldas.

¿Cómo anda el nene? 

En 2015 su hijo Adrián tenía 3 años. “Empezaba el jardín de infantes y tuvo que usar lentes. Ya tiene 5 de aumento. No ve nada el nene. Y me decía ‘me arde la vista’. A Naiara le pasaba en la garganta, y le lloraban los ojos. Máximo tenía problemas de broncoespasmos, pero venía con asma de antes, así que yo no sabía si era eso. Y a todos nos sangraba mucho la nariz”. Ella misma se brotaba: “La piel, el cuello, por todas partes”. 

Miguel sentía un dolor extraño: “Yo tenía un hormigueo en el cuero cabelludo, en la piel. No es un dolor normal, y la sensación de que el ojo se me iba a ir para afuera. Cuando vas al médico te dan una pastilla y listo. Pero no se te va”. 

La odisea de Erika: “Llevaba a los chicos a la guardia del Hospital 32 (Simplemente Evita) o a la salita de Oro Verde. Y después sacaba turno con el médico de cabecera de la salita. En Capital los habían atendido en el Gutiérrez, mis hijos tienen todo desde siempre: historia clínica, controles, chequeos. Pero cuando vine dije: ¿Para qué me voy a ir al Gutiérrez si acá hay médicos que los van a atender? Yo confié. Error”.    

Les decían que los problemas podían ser producto de la alergia. “La consulta era un trámite. ¿Cómo anda el nene? Bueno, lo pesamos, lo medimos, lo auscultamos, chau. Tráigalos la semana que viene a ver cómo siguen”.  

Erika habló con una amiga de su hermano. “Está en algo relacionado con los pueblos fumigados, y me puse a ver por Internet. Esto fue hace unos tres años. Crucé al campo y le pregunté a Omar, el cuidador, si lo que tiraban era tóxico. Mi hijo mayor jugaba en el campo desde que vinimos y nunca nadie me dijo ‘no vengan, está envenenado’. No ves que estén fumigando con una protección, con una máscara de gas. Omar me aseguró que no había problema. ‘Tiran un veneno pero no te preocupes que no pasa nada. Y los bidones que tienen un olor feo los dejamos en el galpón de allá para que no molesten’, me dijo”. 

Un día Omar se fue. “No sé por qué motivo. No lo vimos más. Y a los cuatro meses supimos que se murió de un infarto. La esposa murió también ahí nomás. Yo no sé qué les pasó, pero seguro que tenían glifosato en el cuerpo, y hoy sé que una de las cosas que te puede provocar es problemas cardiovasculares. Pero claro, no le iban a hacer una autopsia para ver si tenía agrotóxicos. Ellos estaban bien, trabajaban, tenían menos de 60 años. Nadie supo explicar lo que le pasó a esa pareja”. 

Rodolfo, el padrastro de Erika, agrega un dato sobre el presente: “El otro día hablé con uno de los que trabajan en el campo, y me dijo que además del glifosato tiran 3 o 4 venenos más, los mezclan porque ya no hacen efecto”. Argentina ya supera los 500 millones de litros de agrotóxicos fumigados al año, lo que la convierte en el país más fumigado per cápita del planeta.   

En 2018 Adrián tenía 6 años. “A lo de la vista y la nariz se le sumó que tenía broncoespasmos y otitis. Tuvo un brote que parecía sarampión. Pero no era, y tampoco nadie activó un protocolo para sarampión. No sabés cómo tenía la piel ese nene, y la fiebre. Era invierno y yo lo metía en palanganas con agua fría. Lloraba, inflamado, le picaba todo, le ardía la cara. Ahí dije: basta de la salita y el hospital de acá, y lo llevé al Gutiérrez. Pero tampoco sabían qué decirme”. 

Sostiene Erica que hay un concepto que deja hipnotizados a los padres: “Te dicen ‘vamos a ver cómo está el estado de salud’. Vos te quedás tranquilo. Decís: lo van a ver, a cuidar. Le ponen el estetoscopio, le tocan la panza, esas cosas, pero no buscan la causa. A todos los médicos les dije que vivíamos frente a un campo de soja con fumigaciones, pero nadie dijo nada. Tampoco se activó ningún protocolo. Yo había sido una ignorante que no entendía lo que significaba eso. Pero los médicos no son ignorantes, saben al toque lo que le pasa a un chico. Y sin embargo no te dicen ni investigan nada”. Si los hospitales públicos definen así al estado de salud, tal vez haya que inventar una medicina que diagnostique la salud del estado. 

La mujer tuvo un nuevo brote, pero de desesperación. ¿Qué representa cada ida al Gutiérrez? Erika sale en moto del barrio con sus hijos hasta la casa de un vecino donde deja el vehículo para toma un colectivo, un tren y otro colectivo. “Son unos 140 pesos ida y vuelta cada uno. El viaje son tres horas y media o cuatro de ida y otro tanto de vuelta. Cada vez que voy tengo un gasto promedio de 1.500 pesos. Llevo una vianda para los chicos y yo voy tomando mate”. Por su vida porteña Erika puede quedarse en casa de una familia conocida y viaja a veces un día antes. “Yo tengo esos recursos, y como mis chicos siempre se atendían en el Gutiérrez, no me mandan de nuevo para mi casa. Pero imaginate otra gente de La Matanza, ¿cómo hace?”. 

Matanza tóxica. Fumigaciones y glifosato en los cuerpos en Virrey del Pino
La ronda del nacimiento de la asamblea vecinal.

El estudio

Pero ni siquiera en el Hospital Gutiérrez encontraba respuestas, hasta que pudo abrir sus propias puertas. “Fue en 2019. Sale mal un estudio de anemia de Naiara, y la doctora de adolescencia me dice que la vea una endocrinóloga porque piensa que puede estar afectada la tiroides. Pero me enojé, le seguía preguntando, y entonces la doctora me dice: ‘bueno, contáctese con pueblos fumigados, busque en Internet ’”. 

Salió pensando: “de este hospital no me voy”. “Asocié: veneno, glifosato, me fui a Toxicología. Fijate que no me mandaron del propio hospital, que era lo lógico, sino que se me ocurrió a mí que no sé nada. Toqué el timbre. Les dije: nos pasa esto, esto y lo otro y vivimos frente a un campo fumigado. Me hicieron pasar, expliqué todo. Nadie me habló de alergias, y nos mandaron a hacer estudios en enero de 2020. Nos sacaron sangre y orina y las mandaron a analizar a Mar del Plata. Pero antes de saber los resultados, empezó la pandemia. Llamé y llamé mil veces, hasta que ahora me los dieron supongo que porque terminó la pandemia. ¿Terminó? Ya ni sé”.           

El pasado 30 de septiembre la familia pudo confirmar que el pequeño Adrián y su padre tienen glifosato en sangre en porcentajes considerados alarmantes aunque la doctora Delia Aiassa, genetista de la Universidad de Río Cuarto, dice a MU que “no hay una dosis admisible, nada de eso tendría que estar en el cuerpo”.      

Dos detalles. 

  • El estudio plantea que el glifosato es no detectable en el resto de la familia, lo cual no quiere decir que no esté presente. “El parámetro de medición de ese laboratorio marplatense (Farestaie) es muy alto, por lo cual no detecta dosis menores que pueden ser igualmente dañinas” explica la bióloga Alicia Massarini. Erika: “Es posible que lo tenga, como mis otros hijos, porque nos dio colinesterasa baja”. Aiassa agrega sobre esa enzima: “Cuando disminuye la colinesterasa quiere decir que hay exposición a compuestos organofosforados”. O sea, buena parte de los pesticidas que se utilizan actualmente. 
  • El estudio solo busca glifosato, con lo cual no se detectan los otros pesticidas que forman parte de las fumigaciones (y de los cuales daría cuenta la baja colinesterasa) y que pueden estar no solo en el aire sino incluso contaminando el agua. En los barrios de Oro Verde y Nicole más expuestos a las fumigaciones, todas las casas tienen agua de pozo de poca profundidad (35 o 40 metros). En lugares fumigados como Lobos ya se descubrió que por las fumigaciones están contaminadas incluso las fuentes de agua corriente. 

Erika, al salir de la burocracia de una medicina un tanto hipoacúsica y afónica, pudo hablar con una de las toxicólogas del Hospital Gutiérrez: “Es espeluznante cuando te sientan y te dicen: ‘las muestras salieron mal, tu hijo y tu esposo tienen glifosato. Tu marido está muy comprometido’. Yo le digo: ‘¿Y qué tratamiento hay?’ ‘No hay tratamiento’. ‘¿Pero cómo se desintoxica?’ ‘No lo sabemos, hay que ir viendo’. Me dice: ‘¿Tuvo convulsiones tu marido?’ Pensé: ‘¿vos me estás diciendo que mi marido puede convulsionar, o mi hijo de 9 años?’ Yo en el barrio vi vecinos con convulsiones, es terrible. Estaba con Máximo que estuvo llorando tres días convencido de que su papá se iba a morir. Y no podés ir a la farmacia y decir ‘deme el desintoxicante de glifosato’. Lo único es parar de fumigar y que el cuerpo pueda empezar a reponerse”.

Matanza tóxica. Fumigaciones y glifosato en los cuerpos en Virrey del Pino
La familia: Erika, Miguel y sus hijos Máximo, Adrián y Naiara. La vida contaminada por agrotóxicos.

Efectos de los agrotóxicos

La toxicóloga funcionó como una doctora House o una Sherlock Holmes que ayudó a darles sentido a todos los signos y pistas que la familia venía sufriendo: “Me explicó que esto afecta al sistema nervioso central, que puede provocar autismo, problemas de la glándula tiroides, y ahí puede estar la causa del bajo peso de mi hija. Me habló de falta de concentración, hiperactividad, insomnio”. Cuenta Erika que en el Gutiérrez le pidieron que hablara sobre Adrián en su escuela, la 210. “La directora me dijo: ‘tu hijo tiene problemas de aprendizaje y de atención, pero acá les pasa a todos los chicos’. Yo la escuchaba y no lo podía creer. ¿Qué son, chicos de otro planeta?”

Agregó la toxicóloga en su enumeración dos posibilidades más: el cáncer, y el daño genético sobre todo en los menores por la exposición a los plaguicidas. El daño genético es efecto de un ataque a nivel cromosómico que potencia el riesgo de padecer cáncer a mediano y largo plazo, así como enfermedades cardiovasculares, malformaciones en la descendencia y abortos a repetición, entre otras consecuencias. En Dique Chico, Córdoba, las investigaciones de la doctora Aiassa determinaron daño genético en el 100% de las muestras tomadas en niños expuestos a los agrotóxicos. La toxicóloga permanece en el anonimato ya que informó a Erika que dejaría de atenderla si su nombre trasciende: a esas presiones están sometidas también las familias fumigadas, cuando en realidad el sistema sanitario debería estar alertando a toda la población afectada. 

El reciente informe de la Sociedad Argentina de Pediatría “Efectos de los agrotóxicos en la salud infantil” (que puede leerse y descargarse completo buscándolo en www.lavaca.org) enumera, entre otras consecuencias de las fumigaciones: cáncer, disrupción endócrina, enfermedades neurodegenerativas, trastorno del neurodesarrollo infantil, malformaciones congénitas, tumores cerebrales, disfunciones del sistema nervioso central, autismo, problemas cardiovasculares, trastornos de conducta, leucemia, hipotiroidismo, asma bronquial, trastornos reproductivos. Erika: “No solo están dañando a mis hijos sino también a mis nietos. ¿Qué hago? ¿Quién se hace cargo?”. Le pregunto qué busca. “Que paren de fumigar, y que paguen por todo el daño que están haciendo”. Habla básicamente de esa escurridiza noción que expresa una palabra: justicia.

Barrio en movimiento

Erika supo la verdad de lo que pasaba con los agrotóxicos y su familia y al día siguiente, viernes 1º de octubre, salió a avisarle al vecindario lo que no le informan el Estado, la salud pública, la privada ni los ex medios periodísticos. 

Los intentos de contacto de MU con el municipio encabezado por Fernando Espinoza encontraron dos argumentos: los funcionarios no hacen declaraciones “en on”, y aducen no poder tomar cartas en el asunto si  alguien no hace una denuncia, cosa que la familia ya concretó. Habrá que ver si ocurre lo mismo que en situaciones como la de la virulenta contaminación del CEAMSE, del otro lado del arroyo Morales, o de Klaukol, empresa que sigue contaminando y reduciendo el vecindario como en sus mejores tiempos. En esos casos se supone que interviene el OPDS (Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible) aunque todo sigue igual. En el tema de la fumigación tampoco intervienen, al menos hasta ahora, defensores del pueblo, hospitales, organismos de derechos humanos, universidades, iglesias. El mayor apoyo es el del sindicato docente de La Matanza. Pero ni las autoridades de las escuelas parecen tomar el asunto como propio pese a que la Técnica 13 (secundaria), la 210 (primaria) y el jardín de infantes 1000 reúnen unos 3.400 alumnos cada día en el barrio Nicole, a 700 metros del campo fumigado. 

Mientras tanto Erika y Miguel recorrieron al barrio. “Yo dije: en vez de quedarme llorando salgo a la calle, le aviso a la gente. Una chica acá a la vuelta me dijo que le duele toda la cara y que tiene como una rigidez muscular. De eso también me había hablado la toxicóloga. Otra vecina me contó que tuvo cáncer, le sacaron todo el tumor, pero se sigue sintiendo enferma y nadie le explica nada. Otra de acá atrás tiene cinco hijos, imaginate. Alguna gente me miraba medio raro. Yo les decía: podemos estar envenenados. Pero algunas me miraban como si estuviera loca”. 

Toda madre desesperada en la historia argentina suele ser tratada de loca, aunque sea la única lúcida. Le hicieron una entrevista junto al campo, y enseguida se acercaron unos hombres, uno de los cuales llevaba una escopeta. “Eso te muestra cómo actúan. Estás sacándote una foto y ya agarran las armas”. 

Miguel bajo el sauce: “En el Fernández me explicaron que los agrotóxicos actúan lento. Yo hoy parece que estoy bien, pero tengo el glifosato en el cuerpo que me provoca todo lo que te contamos, y más adelante puede ser peor todavía. Pero el vecino te ve bien, y dice: no pasa nada”. Ejemplo: Rodolfo, el padrastro de Erika que vive también frente al campo fumigado, parecía estar bien y tranquilo cuando hablé con él para esta nota, pero tuvo un inesperado infarto pocos días después del que por suerte se está recuperando. Erika: “En el hospital dijeron que es por el estrés. Él no estaba estresado. No puedo esperar otra cosa de los médicos. Pero creo que está totalmente relacionado con la fumigación”.   

Miguel y Erika recorrieron con MU parte del barrio Nicole conversando con familias integrantes de la colectividad paraguaya principalmente, cuyas casas lindan con el campo fumigado. Livio, uno de los tantos albañiles que habitan allí: “Sé que se usan venenos. Tendrían que estar mucho más lejos. Es un peligro”. Alicia, embarazada de 5 meses: “No sabía lo que esto puede causar. Tengo turno dentro de 10 días en el hospital. Voy a preguntar. Ojalá no pase nada”. Erika les dijo a las mujeres: “Yo lo explico como puedo chicas. No quiero asustarlas. Pero la verdad, asústense, porque esto es re grave”. 

Un maestro y delegado de SUTEBA, Norberto Mondalier, le propuso a Erika seguir difundiendo lo que ocurre en el barrio. “Se me ocurrió llamar a una asamblea” dice ella, a cuyo nacimiento asistió MU el 16 de octubre, frente al complejo de escuelas (13, 210 y 1000). Asistieron 25 personas a ese primer encuentro de Vecinos Envenenados por glifosato-La Matanza.

Norberto recordó allí que se dijo siempre que el campo era de la familia del ex intendente y ex vicegobernador bonaerense Alberto Balestrini, fallecido en 2017 luego de quedar postrado siete años por un ACV. El rumor barrial (el municipio asegura que no puede brindar información) plantea que el campo fue vendido. “No se sabe quién es el patrón” dice Norberto. “El patrón del mal” contesta una mujer velozmente.      

Un vecino plantea que hay que andar con pies de plomo. Erika dice que no. “Ya estuve años andando con pies de plomo. ¿Para qué me sirvió?” Alguien propone hacer el reclamo para que la naciente asamblea sea recibida por funcionarios de Salud Pública municipal y provincial. Una vecina sugiere no hacer volantes: “Nunca los leo, los tiro. Mejor hablemos con la gente”. Se plantea que se pueda invitar a científicos e investigadores que le expliquen a la gente los efectos de lo que está pasando. Emiliano vive cerca del CEAMSE y cuenta: “Mi abuelo murió de cáncer, mi mamá tiene cáncer, mi sobrina tiene autismo, otro vecino al lado de casa se murió también de cáncer. Y hace unos años nadie tenía esas enfermedades. Lo que me da impresión es que hay cada vez más cementerios. Ya son tres, uno al lado del otro. Si no nos juntamos a hacer algo, estamos en el horno”. 

Una mujer pide que la difusión sea clara, para que todo el mundo entienda. Siguen recordando casos de muertos y enfermos. Juan Silva, delegado de la escuela 210, me cuenta sobre los trastornos del espectro autista y de hiperactividad en las aulas. “No puedo decir si la causa es ambiental. Pero al menos habría que investigarlo”.  

Alejandra relata que estaban discutiendo en Nicole cuestiones de seguridad e iluminación: “Pero es mucho más grave esto que no tener una luz”. Otra mujer reconoce que entró casi en pánico al escuchar las denuncias de Erika: “Hace 15 años que estoy respirando aquí, y puedo tener el veneno adentro. Quedo para lo que la asamblea diga de hacer”. Un hombre agrega que lo que están haciendo confronta con corporaciones y poderes muy grandes, noticia que no parece sorprender a nadie del grupo. 

La historia no concluye aquí, apenas empieza. Miguel y Erika lograron algo infrecuente: transformaron un problema aparentemente individual, en una cuestión comunitaria. Lo familiar, en algo social. Se convirtieron en un medio de comunicación y la asamblea recién nacida simboliza ahora la posibilidad de no resignarse al mundo tóxico. 

Erika mira a ese círculo de personas: “El miedo no nos va a liberar del veneno, ni nos va a hacer más felices. Lo único que va a lograr es que nos gobiernen por el miedo”. El grupo queda en silencio. Y ella agrega: “No hay que tener miedo de hablar. De lo que hay que tener miedo a esta altura es de callarnos, y de quedarnos sin hacer nada”.

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Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”

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Vecinas y vecinos del barrio del sur porteño resisten ante una obra que está haciendo el gobierno de la Ciudad a espaldas de la comunidad: tala de centenares de árboles añosos, el cierre de varios ingresos y egresos de la autopista Dellepiane y la colocación de un nuevo peaje (a 4 km de otro ya existente) para ampliar la recaudación. El silencio del gobierno local y el ruido de sus topadoras arrasando el espacio verde y público. La voz de la organización popular que no calla y sale a la calle, otra vez –este viernes y en una caravana de autos– para visibilizar lo que pasa en una de las zonas más postergadas de CABA: a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel hasta Dellepiane Norte y Piedra Buena.

Por Francisco Pandolfi

Desde noviembre del año pasado la comunidad de Villa Lugano resiste a una obra que ya está haciendo el Gobierno de la Ciudad sin licencia social ni escuchar a la vecindad: el Máster Plan Autopista Dellepiane, con un costo de más de 7.000 millones de pesos, tala de centenares de árboles, cierre de 14 ingresos y egresos a la autopista y otro peaje (a cuatro kilómetros del de avenida Lacarra). 

La organización popular no cesó desde el momento en que se enteraron de la iniciativa. Asambleas, audiencias públicas, semaforazos, volanteadas en los distintos sub barrios que forman parte de este barrio porteño bien al sur porteño. Y guardias, para evitar el talado de árboles en lo que las y los vecinos denuncian como “un ecocidio”, que está sucediendo desde marzo.

La comunidad hizo un relevamiento casa por casa con los frentistas a la autopista Dellepiane: más del 70% no tenía idea de la existencia del Máster Plan. Presentaron por escrito pedidos de información pública a AUSA (Autopistas), APRA (Agencia de Protección Ambiental), Ministerio de Infraestructura y a la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño, sin respuestas.

Sin embargo, la obra empezó aún incumpliendo la promesa de que antes habrían mesas de trabajo en conjunto. Este viernes, la comunidad decidió volver a manifestarse, en una caravana de autos para seguir visibilizando la problemática. Desde lavaca hablamos con el colectivo de vecinos apartidario No dividan Lugano que está al frente de denunciar la obra. 

Sobre lo negativo y lo positivo de la obra, dirán: “El Master plan Autopista Parque Dellepiane fue presentado como una mejora para el sur de la ciudad, pero en la práctica profundiza las desigualdades urbanas, degrada el ambiente y fragmenta el territorio. Lo negativo es abrumador”, y enumeran: 

• Implica la tala de más de 500 árboles añosos, sin plan de reforestación efectivo.

• Aumenta la huella de carbono y destruye espacios verdes sin compensación.

• Instala un Metrobus central inaccesible, que obliga a cruzar pasarelas extensas sin rampas adecuadas ni soluciones reales para personas mayores o con movilidad reducida.

• Divide al barrio aún más, eliminando accesos, aislando sectores y obstaculizando la vida cotidiana.

• No contempla una red multimodal de transporte, ni bicisendas, ni centros de transferencia.

• Instaura peajes en tramos que eran gratuitos, generando un nuevo costo para vecinos que hacen trayectos cortos todos los días.

Agregan: “Lo positivo, si lo hay, podría haber sido la oportunidad de pensar el área como un verdadero corredor verde y sustentable. Pero nada de eso fue incorporado, ni escuchado”. Y vuelven a enumerar, en este caso, sobre lo que es fundamental denunciar en esta obra:

• Fue diseñada sin participación ciudadana efectiva, sin diálogo real con la comunidad.

• Incumple múltiples normativas locales y nacionales, desde la Constitución de la Ciudad hasta leyes de accesibilidad, ambiente y derechos ciudadanos.

• Avanza a pesar de un amparo ambiental colectivo presentado por vecinos, vulnerando el Acuerdo de Escazú y los principios de justicia ambiental.

La obra es impulsada por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (GCBA), a través de su empresa estatal AUSA (Autopistas Urbanas S.A.), con financiamiento internacional de la CAF –Banco de Desarrollo de América Latina. Las veces que lavaca quiso comunicarse con la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño fue imposible. Nadie atiende. En relación a AUSA el prensa de la empresa explicó que la política interna es “no dar entrevistas en ON, que con los medios se manejan así”.

Dicen las y los vecinos: “El proyecto fue aprobado sin estudios de impacto ambiental adecuados, sin matrices de costo-beneficio transparentes y sin haber sido sometido a procesos participativos válidos. Hoy, la obra está en plena ejecución, avanzando a toda velocidad sin haber sido revisada tras la presentación del amparo ni durante las mesas de trabajo convocadas por la Justicia, una vez que ya habían iniciado la obra”.

¿Las mesas de trabajo están sirviendo de algo? ¿Hay escucha del gobierno porteño y de la empresa?

Las mesas de trabajo fueron convocadas por orden judicial. Pero en la práctica, no hay escucha real. El GCBA y AUSA llegan a las mesas con el proyecto cerrado, sin brindar información clave, sin contestar a los pedidos de acceso a la información, ni frenar las obras mientras se debate. Las propuestas alternativas presentadas por los vecinos (como usar colectoras, premetro, u otros modelos de movilidad sustentable) ni siquiera fueron consideradas. Las mesas han sido una formalidad dilatoria mientras la obra avanza sin freno.

¿Qué perjuicios ya están sucediendo y cuáles sucederán?

Tala de árboles, pérdida de sombra, humedad y biodiversidad; rotura de veredas, ruidos permanentes, vibraciones y molestias en la vida diaria; corte de accesos históricos, dejando barrios desconectados. Y si no se frena habrá un aumento de inseguridad vial, con colectivos cruzando carriles rápidos en maniobras riesgosas; aislamiento de sectores enteros del barrio; encarecimiento de la vida cotidiana por peajes, más transporte y pérdida de comercios barriales; mayor contaminación ambiental y sonora; desvalorización de las propiedades y deterioro del entorno.

¿Por qué este viernes 1 de agosto la comunidad hará una caravana?

Porque ya no alcanza con reclamar en silencio ni esperar respuestas que no llegan. Convocamos a una caravana vecinal pacífica para visibilizar el conflicto, frenar el avance destructivo de la obra, y exigir participación real. Será una caravana con autos, banderas argentinas y carteles. Queremos que nos vean y que nos escuchen.

La caravana saldrá a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel y finalizará en Dellepiane Norte y Piedra Buena. Participarán familias, organizaciones barriales, ambientalistas, arquitectos, docentes, jubilados, comerciantes. Al finalizar, se realizará una ceremonia simbólica con Flavia Carrión, antropóloga y comunicadora de sabiduría ancestral, en el Día de la Pachamama. “Será un acto de gratitud ambiental, una pausa colectiva para honrar a los árboles y el esfuerzo de toda nuestra gente; para agradecerle a la Tierra por seguir aguantándonos. Un momento para reencontrarnos con lo esencial: la naturaleza, la vida en comunidad y la defensa de lo que amamos”.

Esta misma vecindad organizada se formó el año pasado con el nombre “No dividan Lugano”, cuando evitó que el gobierno porteño hiciera una serie de pasos bajo a nivel, que hubiesen significado un abanico de perjuicios para el barrio. En ese entonces, cuando llegaron las topadoras, mujeres y hombres se atrincheraron para defender árboles de más de 100 años. En esta crónica contamos lo que fue ese proceso comunitario.

Un año después, el barrio de Lugano sigue en pie de resistencia. “Somos una comunidad que se levanta para defender a su barrio. Ya presentamos más de 800 firmas, relevamientos propios y propuestas alternativas. Pero nos siguen ignorando, y la obra sigue destruyendo. Por eso salimos a la calle, otra vez, y así lo seguiremos haciendo cada vez que haga falta”.

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Marcha de jubilados: balas y bolitas

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Siete detenidos y al menos 30 personas heridas, entre jubilados, curas, trabajadores de prensa (lavaca, Cítrica, Infonews, El Destape y C5N, entre ellos), defensores de derechos humanos, y un niño de 4 años que estaba con su familia en la Plaza de los Dos Congresos. Ese es uno de los saldos de otra semana de represión brutal a la protesta de cada miércoles, esta vez coordinada por la Policía de la Ciudad, que disparó postas de goma, balines con gas pimienta, granadas aturdidoras, golpeó con escudos y lanzó un nuevo tipo de gas que producía tos y vómitos. El despliegue también implicó tareas de inteligencia ilegal con efectivos que filmaban y fotografiaban manifestantes, según denunció la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que también relevó «policías armados con postas de plomo que están prohibidos». Los carteles, las reflexiones, y la creatividad: algunos integrantes de la marcha terminaron jugando a las bolitas en la calle con los balines policiales. 

Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi. Fotos Juan Valeiro/ lavaca.org

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El padre Paco Olveira muestra los balines que golpean y expulsan gas pimienta. Terminaron jugando con ellos a la bolita sobre la acera.

Otro miércoles de protesta de jubilados y otro miércoles de represión feroz y absurda enfocada principalmente a jubilados y a la prensa que cubría lo que estaba ocurriendo. Con ataques directos a los ojos y a los cuerpos. A las cámaras y a los celulares que registraban la bestialidad de las fuerzas de seguridad –el fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, entre ellos, con quemaduras de primer grado en el cuello y en la oreja–. No es difícil imaginar lo que hubiese ocurrido si ese ataque le hubiera llegado directamente a los ojos. Esta vez fue la Policía de la Ciudad la encargada de lanzar gases y disparos a mansalva en la intersección de Avenida de Mayo y Luis Sáenz Peña cuando la movilización pretendía ir hacia la Casa Rosada.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El fotógrafo Juan Valeiro de lavaca, uno de los periodistas atacados, como ocurrió con profesionales de Cítrica, Infonews, El Destape y C5N.

Hubo 7 detenidos (Agustín Cano, Leandro Maristains, Alejandro Carrizo, Federico Burgos, Francisco Ramos, Hugo Eischler y Javier Mendoza) y al menos 30 heridos según la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), entre ellos un niño de 4 años que estaba en la Plaza de los Dos Congresos junto a su familia.  

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Escenas de otro miércoles de violencia estatal absurda.

Más allá de la violencia ordenada por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, la concentración de jubilados tuvo un eje concreto de reclamo: el “no al veto” del gobierno nacional a la suba de las jubilaciones y la emergencia en discapacidad. Sin embargo, Javier Milei ya avisó que vetará las leyes aprobadas por el Congreso. Tiene plazo hasta el lunes 4 de agosto, tiempo destinado a ofrecer distintas cuestiones no públicas a diputados que se sumen a apoyar el veto, como ha venido ocurriendo. ¿El argumento del oficialismo contra un ínfimo aumento a jubilados? “Va en contra del equilibrio fiscal”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Una de las jubiladas víctimas del coraje policial contra ellas, y de un nuevo gas tóxico, un símbolo de esta época.

Con la camiseta de Independiente y máscara del Hombre Araña, un jubilado entendió el mapa económico que traza esa decisión, y lo señaló con un cartel en tono bíblico: en el Génesis se habla de un sueño con vacas gordas y vacas flacas, referencia a los períodos de prosperidad y a los de dificultades. El jubilado escribió una actualización argentina de aquella imagen que ya no tiene forma de sueño sino de pesadilla. 

  • “Vacas gordas, jubilados flacos”.
Marcha de jubilados: balas y bolitas

El Hombre Araña es del Rojo, y releyó el Génesis.

Números y un café

Carlos trabajó cuarenta años en el Correo y no falta ningún miércoles a la marcha de jubilados y jubiladas con su remera ya mítica de Chacarita. Tanto, que casi nadie sabe que se llama Carlos y la gente le dice “Chaca”. Hoy caminó por Rivadavia con dos vendas que le envolvieron sus dos antebrazos. “Como todos los miércoles, venimos a reclamar y te cagan a palos. Acá tenés la prueba”, dijo a lavaca  mostrando sus moretones. “Pero ya lo dije: esta sangre mía Bullrich la va a pagar”.

Héctor acaba de cumplir 75 años: “Decir que la suba de las jubilaciones atenta contra el equilibrio fiscal es una payasada. Milei lo deja claro cuando le baja las retenciones al campo, como dijo el sábado en la Sociedad Rural. Para nosotros nada y para los ricos todo, esa es la política del gobierno. ¿El beneficio para el campo no genera déficit fiscal? Milei es una máquina de mentir”. El hombre cuenta sus propias y reales retenciones: “Ya no salgo más que los miércoles acá. Ya no tengo la vida que tenía antes, no puedo viajar ni tomarme un café”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Policías en acción, frente a jubilados que reclaman por sus haberes amputados por la motosierra.

De ratificarse el veto a los jubilados, la suba de agosto no será del 7,2% como fija la ley aprobada (el haber mínimo $441.600), sino del 1,62% en base al último índice de inflación de junio de 2025, por lo que la jubilación mínima será de $ 314.243,51.

Abus en la calle 

Alicia tiene 63 años y lleva un pañuelo firmado por siete de sus nietos: “Abus en lucha”, “Aguanten los jubilados”. No entiende la distribución de la riqueza. O sí, pero la ve obscena: “La baja de las retenciones y el veto a los jubilados es una guasada total”. Sus retenciones: “Ya no me puedo dar más un gustito. Vivo el día a día, ya no estoy comprando nada ni semanal ni mensual”.

En la marcha hubo muchos carteles al respecto: 

  • No al veto: nuestra indigencia es tu superávit
  • Ni veto ni represión: fuera el FMI
  • No al veto a las leyes en jubilaciones
  • No al veto: cobarde estafador (y la cara de Milei). 

Ana, 74 años, trajo su propia pancarta: “Baja las retenciones a los ricos, hambrea a los viejos”. Cuenta que su hijo trabaja en el Correo y teme ser despedido, que su nieta encontró trabajo en un Todo Moda pero la echaron a los dos meses. Para ella todo el pueblo debería movilizarse: “No sólo los jubilados y los del Garrahan. Todos”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

No hay plata para el cine argentino (el Gaumont como símbolo) pero sí para filmar ilegalmente a manifestantes.

Walter (66) y Julio (62) llegaron de Campana, norte de la provincia de Buenos Aires. Sumaron otros dos carteles: “Viejo: no te quedes en tu casa, vení a luchar” y “Ayudame a luchar. El próximo viejo sos vos”. Walter movió la cabeza de un lado para el otro al recordar el discurso de Milei en la Sociedad Rural: “Un tipo desquiciado, frente a toda la oligarquía, los terratenientes, los dueños de la tierra. Él mismo dice: ‘soy cruel’. Nos la está haciendo parir. Nos quitó la medicación, todo un desastre”.

Julio coincidió: “Ahí ves realmente para quién gobierna. Hasta el que tiene séptimo grado, como yo, se da cuenta”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Jubilado hablándole a la pared.

Roberto, 62 años, de Trelew (Chubut), lo escucha: “Pero hay que seguir viniendo, compañeros. Son totalmente inescrupulosos. Hoy hablaba con un amigo que me decía que había que respetar el voto popular, pero Hitler también ganó con el voto popular. Si no salimos a la calle, no sé qué más va a pasar”. 

Vallas a donde vayas

El Congreso estuvo totalmente vallado. Vallas sobre Entre Ríos, Riobamba, Yrigoyen, Rivadavia. “Este quilombo lo hizo la Buillrich”, gritó un cincuentón a los automovilistas que se quejaban porque avanzar por las calles lindantes era un imposible.

Luis llevó un cartel: “Menstruación=sueldo de jubilado; viene una vez y se va a los tres días”. Dijo que lo escuchó a Milei cuando anunció en La Rural la baja de las retenciones al agro. “Lo que me dolió fue que la gente aplaudió cuando dijo que iba a vetar nuestro aumento. La gente del campo aplaude a todos los que empiezan con la “m” de mierda: Martínez de Hoz, Menem, Macri y ahora Milei”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Mensaje para el tal vez próximo embajador de Trump en Argentina. Un apellido que parece un mandato.

Después de la radio abierta, como cada miércoles, empezó la movilización. Las columnas bajaron a Hipólito Yrigoyen, cuya circulación no estaba cortada y marcharon por la calle. “Luche que se van”, fue otra vez el hit, al que siguió “que se vayan todos”. Uno de los temas, con dedicatoria explícita: “A dónde está, que no se ve, esa famosa CGT”. Nobleza obliga: ni la CGT ni ningún partido político, con la cabeza en las elecciones legislativas y no en la calle.

La violencia y las bolitas

Sobre Yrigoyen, casi Luis Sáenz Peña, se divisaba un camión hidrante que se retiró. La columna dobló al final de la Plaza para ir hacia Avenida de Mayo con la intención de seguir la marcha hacia Plaza de Mayo. Sin embargo, en otro operativo de pésima coordinación –esta vez por la Policía de la Ciudad– la manifestación se mezcló entre autos y colectivos que seguían pasando. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

“¡Por la vereda!”, gritaron algunos jubilados. Pero en ese momento, los efectivos cortaron de cordón a cordón empezando con la respuesta física violenta. El operativo estuvo acompañado, como suele ocurrir, por oficiales con cámaras que filmaron y sacaron fotos (con el objetivo de realizar algún tipo de “inteligencia” y amedrentamiento a quienes ejercen el derecho de reclamar). 

La movilización avanzó pero rápidamente empezaron las detonaciones de escopeta con postas de goma y de granadas. Dispararon balines de armas byrna, redondos y de colores, que impactaban en los cuerpos, provocando lastimaduras y liberación del gas que llevan dentro. También lo hicieron sobre la vereda, donde se supone que no hay “protocolo”. Detuvieron, golpearon y gasearon fundamentalmente a trabajadores y trabajadoras de prensa, como cada semana. El efecto de esos spray, que poseen una sustancia espesa y viscosa: penetra los poros y quema durante horas. El fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, como otros reporteros (Cítrica, Infonews, C5N y El Destape, entre otros), fueron atendidos en la misma plaza y en el Instituto Patria. “Quemadura de primer grado”, diagnosticaron a nuestro compañero.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

¿Qué escudan los escudos?

Nadie fue ajeno a esta nueva ofensiva. La policía disparó un gas que generaba tos hasta el punto de provocar arcadas y vómitos. La sensación era extraña, porque no había un sabor ácido ni picante, pero provocaba una tos ronca. El efecto llegaba incluso a las calles aledañas, aparentemente ajenas al la marcha. “El registro del despliegue policial evidencia su brutalidad e irracionalidad”, denunció la CPM, organismo que precisó otro detalle alarmante: “Se relevaron también policías armados con armas con postas de plomo que están prohibidas, y acciones de inteligencia ilegal”. 

Agregó la CPM que el ataque incluyó a defensores de derechos humanos, cuyo hostigamiento tenía como fin evitar el registro de los hechos.

Sin embargo, la gente no se fue.

La gente se quedó. La policía avanzaba, seguía gaseando, y la gente siguió. 

“¡Tienen miedo!”, gritó una jubilada. “¡Tienen miedo!”.

Uno de los primeros detenidos había sido el padre Paco Olveira. Lo golpearon, lo gasearon y lo salvó la gente. Se llevó de recuerdo dos de los balines de la Policía. “Es el último arma que trajo Bullrich”, explica y muestra a lavaca. “Te tiran y salta el gas. No te deja respirar. Y duele, porque nos dieron unos cuantos en los pies. Gracias a Dios hoy no tiraron a los ojos”.

De fondo, la jubilada siguió gritando: “¡Tienen miedo!”.

Otro miércoles de protesta de jubilados se diluía entre detenciones y balines de gas. Entre un cordón con armas largas sobre Rivadavia y un grupo de la motorizada dispuesto a salir sobre Rodríguez Peña. Sin embargo, mientras el padre Paco seguía mostrando los balines, alguien propuso:

–Juguemos a las bolitas.

Todos se rieron, por el absurdo de la situación. 

De nuevo, frente al horror, la creatividad social. 

Y así, frente a policías que seguían filmando ahora una burla, un párroco y una jubilada arrodillados en la calle, jugaron a las bolitas con los balines para cerrar otro miércoles argentino.

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Super Mamá: ¿Quién cuida a las que cuidan?

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¿Cómo ser una Super Mamá? La protagonista de esta historia es una flamante madre, una actriz a la que en algún momento le gustaría retomar su carrera y para ello necesita cómplices que le permitan disfrutar los diferentes roles que, como una mamushka, habitan su deseo. ¿Le será posible poner en marcha una vida más allá de la maternidad? ¿Qué necesitan las madres? ¿Qué necesita ella?

Por María del Carmen Varela

Como meterse al mar de noche es una obra teatral —con dirección y dramaturgia de Sol Bonelli— vital, testimonial, genuina. Un recital performático de la mano de la actriz Victoria Cestau y música en vivo a cargo de Florencia Albarracín. La expresividad gestual de Victoria y la ductilidad musical de Florencia las consolidan en un dúo que funciona y se complementa muy bien en escena. Con frescura, ternura, desesperación y humor, abordan los diferentes estadíos que conforman el antes y después de dar a luz y las responsabilidades en cuanto al universo de los cuidados. ¿Quién cuida a las que cuidan?

La escritura de la obra comenzó en 2021 saliendo de la pandemia y para fines de 2022 estaba lista. Sol incluyó en la última escena cuestiones inspiradas en el proyecto de ley de Cuidados que había sido presentada en el Congreso en mayo de 2022. “Recuerdo pensar, ingenua yo, que la obra marcaría algo que en un futuro cercano estaría en camino de saldarse”. Una vez terminado el texto, comenzaron a hacer lecturas con Victoria y a inicios de 2023 se sumó Florencia en la residencia del Cultural San Martín y ahí fueron armando la puesta en escena. Suspendieron ensayos por atender otras obligaciones y retomaron en 2024 en la residencia de El Sábato Espacio Cultural.

Se escuchan carcajadas durante gran parte de la obra. Los momentos descriptos en escena provocan la identificación del público y no importa si pariste o no, igual resuenan. Victoria hace preguntas y obtiene respuestas. Apunta Sol: “En las funciones, con el público pasan varias cosas: risas es lo que más escucho, pero también un silencio de atención sobre todo al principio. Y luego se sueltan y hay confesiones. ¿Qué quieren quienes cuidan? ¡Tiempo solas, apoyo, guita, comprensión, corresponsabilidad, escucha, mimos, silencio, leyes que apoyen la crianza compartida y también goce! ¡Coger! Gritaron la otra vez”.

¿Existe la Super Mamá? ¿Cómo es o, mejor dicho, cómo debería ser? El sentimiento de culpa se infiltra y gana terreno. “Quise tomar ese ejemplo de la culpa. Explicitar que la Super Mamá no existe, es explotación pura y dura. No idealicé nada. Por más que sea momento lindo, hay soledad y desconcierto incluso rodeada de médicos a la hora de parir. Hay mucho maltrato, violencia obstétrica de muchas formas, a veces la desidia”.

Durante 2018 y 2019 Sol dio talleres de escritura y puerperio y una de las consignas era hacer un Manifiesto maternal. “De esa consigna nació la idea y también de leer el proyecto de ley”. Su intención fue poner el foco en la soledad que atraviesan muchas mujeres. “Tal vez es desde la urbanidad mi mayor crítica. Se va desde lo particular para hablar de lo colectivo, pero con respecto a los compañeros, progenitores, padres, la situación es bastante parecida atravesando todas las clases sociales. Por varios motivos que tiene que ver con qué se espera de los varones padres, ellos se van a trabajar pero también van al fútbol, al hobby, con los amigos y no se responsabilizan de la misma manera”.

En una escena que desata las risas, Victoria se convierte en la Mami DT y desde el punto de vista del lenguaje futbolero, tan bien conocido por los papis, explica los tips a tener en cuenta cuando un varón se enfrenta al cuidad de un bebé. “No se trata de señalarlos como los malos sino que muestro en la escena todo ese trabajo de explicar que hacer con un bebé que es un trabajo en sí mismo. La obra habla de lo personal para llegar a lo político y social”.

Sol es madre y al inicio de la obra podemos escuchar un audio que le envió uno de sus hijos en el que aclara que le presta su pelota para que forme parte de la puesta. ¿Cómo acercarse a la responsabilidad colectiva de criar niñeces? “Nunca estamos realmente solas, es cuestión de mirar al costado y ver que hay otras en la misma, darnos esa mirada y vernos nos saca de la soledad. El público nos da devoluciones hermosas. De reflexión y de cómo esta obra ayuda a no sentirse solas, a pensar y a cuidar a esas que nos cuidan y que tan naturalizado tenemos ese esfuerzo”.

NUN Teatro Bar. Juan Ramirez de Velazco 419, CABA

Miércoles 30 de julio, 21 hs

Próximas funciones: los viernes de octubre

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