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Mattini presentó su último libro: debate entre la rebeldía y la revolución

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¿Cómo podrían ser los diálogos y/o trifulcas epistolares entre un filósofo escéptico y rebelde (“el Kafka polaco”), y un joven capaz de jugarse la vida por la revolución (“el heredero del Che”)? Luis Mattini, sucesor de Mario Santucho en la conducción del PRT-ERP en los 70, luego exiliado y luego ensayista, se lanzó escribir la novela de esos posibles diálogos entre el propio Santucho y el polaco anclado durante 23 años en la Argentina, Witold Gombrowicz. Aquí, algunos tramos de la anticonferencia donde Mattini repasó varios secretos de la historia, para pensar el presente.

El escritor Witold Gombrowicz le escribe al joven Mario Santucho:
-Que a vos te interese algo de la introducción que escribí para mi “Matrimonio” me da por la pelota. Tu interés por el rechazo a las formas es fayuto. Por supuesto que vos no podrías pasar de la página 20, no es obra para subesarrollados mentales bien alimentados y sobre todo bien soleados. Tu crítica a las formas cae en una nueva forma. La crítica de un petulante que presume que ha alcanzado la madurez.
Tiempo después Santucho, tras enumerarle los avances del proceso revolucionario en Indoamérica, le responde:
-Por ahora no me escribas porque no sé dónde pararé este tiempo, ni sé si podría seguir soportando tus guasadas.
Ese tono impregna buena parte de la novela de la correspondencia entre el polaco Witold Gombrowicz (1904-1969), escritor y filósofo que vivió 23 años en la Argentina , y el joven Mario Santucho, que terminaría siendo referente máximo del PRT- ERP (siglas del Partido Revolucionario de los Trabajadores y su sección armada, el Ejército Revolucionario del Pueblo). Santucho murió en 1976 bajo las balas de una patrulla militar en un episodio que siempre resultó confuso por los aires de traición e infiltración que dejó entrever. Ambas cuestiones, las cartas (dos de las cuales realmente existieron), y el misterio de la muerte de Santucho, son la trama casi de suspenso de la novela Cartas profanas, que Luis Mattini presentó en Mu. Punto de Encuentro . Según las etiquetas que a veces se han usado, se trataría del diálogo entre el Kafka polaco, y el sucesor del Che.
Luis Mattini, clase 1941, en realidad se llama Arnol Kremer pero nadie lo conoce por su verdadero nombre. Y el otro, Luis Mattini, es el nombre de guerra que utilizó cuando militaba en política. Eligió Luis como homenaje a Beethoven. Mattini le fue impuesto por las altas dosis de mate que engullía con eficacia revolucionaria. Se ha convertido a la vez en un historiador de su experiencia en la guerrilla, y en un pensador que rescata los nuevos modos de organización social y política que cambiaron aquel paradigma de los 70 (el partido, la toma del poder, la verticalidad, la estrategia para la revolución) por los acaso más actuales (el movimiento, el poder entendido como capacidad, la horizontalidad, la transformación de las relaciones sociales).
Mattini escribió ensayos como Hombres y Mujeres del PRT, Los Perros, La política como subversión y El Encantamiento Político, pero ahora se lanzó a la novela, aunque sea una novela empapada de todos los debates políticos y sociales imaginables.
“Soy un fanático de la literatura –contó Mattini en torno a una gran mesa que compartió con el público durante su anticonferencia en Mu. Punto de Encuentro-. Toda la vida me dediqué a la política pero mi formación fundamental es la literatura. Para mi la mejor versión de la Revolución Francesa es la de Víctor Hugo, no la de los textos políticos”.
A Mattini lo asombró enterarse de que Santucho y Gombrowicz se habían conocido. “Confieso que al polaco (autor de Diario Argentino, Curso de Filosofía en seis horas y cuarto, y Ferdydurke, entre muchos otros trabajos) no lo conocía. Pero era la personalidad ideológica contraria a RobiSantucho. Santucho era el método, el marxismo, la estructura, y el otro era petardista, el desorden andando. Robi tenía 20 años y el otro el doble. Un viejo de 40. Se conocieron en Santiago del Estero y se quedaron discutiendo hasta la madrugada y Robi le decía: ‘no, Gringo, la cosa es así y asá’. Como lo conocí tanto a Santucho me lo puedo imaginar”. Mattini consiguió las dos cartas reales tras esa reunión, que son el ADN del resto. Una de Santucho donde le pedía la novela Ferdydurke en castellano y luego, tras acusar de chauvinismo europeo al polaco, escribe: “No puedes comprender que lo más importante ‘actualmente’ es la situación de los países subdesarrollados”. La respuesta, dirigida a Robi a San Miguel de Tucumán: “Subdesarrollado, no hables tonterías. Ferdydurke no lo puedo enviar. Prohibición de Washington. Lo veda a tribus de nativos para imposibilitar desarrollo, condenados a perpetua inferioridad”
El PRT versión católica
Mattini se entusiasmó con el estilo de Gombrowicz, que a la vez chocaba con el joven Santucho que tan parecido pensaba al propio joven Mattini. “Santucho para mi es la Modernidad en esplendor, y el otro es la caída de la Modernidad”. ¿Sería el diálogo entre el joven y el actual Mattin? “No sé –murmura el autor- la historia es así. Si alguien quiere sacar la conclusión sobre quién tenía razón, no se puede. Es como cuando nos dicen a nosotros (se refiere a los militantes y guerrilleros) qu no teníamos razón, que no tendríamos que haber hecho lo que hicimos. Si alguien tuviera que esperar a estar seguro para hacer las cosas, nunca haría nada. Nosotros intentamos, como tanta gente. Y el polaco criticaba eso”.
En un momento del libro Santucho le escribe al polaco: “Vos sos potencialmente un revolucionario, por eso me gustás, lo que pasa es que el paso de rebelde a revolucionario es un acto de voluntad, un acto de conciencia hacia una práctica revolucionaria junto a una clase revolucionaria y con una teoría revolucionaria”. Agrega: “El arte, si no es realista, no es revolucionario. Tampoco es neutral, consolida el orden burgués”. Witoldo contesta: “Recibí tu carta que bien podría servir para colgar de excusado, si no fuera porque tiene tinta”. ¿Qué hay más allá de la perseverancia disuasiva del argentino y de los desplantes del polaco? Mattini: “Son dos lógicas. Cuando estudié todo lo que decía Gombrowicz me pareció que él era culturalmente más revolucionario que nosotros. No sé cómo va a caer, pero yo creo que los setentistas fuimos en general muy decididamente revolucionarios en el sentido de querer cambiar la sociedad, jugarnos todo, pero no éramos suficientemente revolucionarios en las costumbres sociales. Por ejemplo, había una carga enorme de machismo en el PRT. Ls relaciones de pareja, en eso éramos iguales que los católicos. El polaco se moría de risa. Uno ve la izquierda, que en Cuba ha sido machista, no pudo eliminar el racismo tampoco. Un compañero me dijo: lo que nos ganaron fue la batalla cultural. Y realmente era la parte más atrasaa que teníamos. El polaco era avanzado en ese sentido, y no en lo político. La novela da vueltas en esa contradicción: ¿cómo hacemos para resolver la radicalidad política, junto con la radicalidad cultural?”.
Para Mattini muchos marxistas mantuvieron una suposición vulgar, la de Suponer que cambiando la estructura cambia todo. “El feminismo fue el primero que planteó algo distinto. Nosotros a las feministas les decíamos que la liberación de la mujer iba a ser posible cuando el proletariado liberase a la sociedad, cambiando las estructuras sociales. Y las feministas contestaban: no señores, nosotras tenemos que liberarnos ya. Y nosotros insistíamos: tienen que esperar la revolución. El problema no era solo el feminismo, sino que en general se planteaba que el proletariado era el que liberaba a los demás, mediante la toma del poder. Pero la Revolución Rusa demostró que no. No mejoró sustancialmente la situación de la mujer, ni de las minorías”. En términos de la novela, Mattini – Gombrowicz le dice a Mattini – Santucho: “¿Cómo puedes hacer una revolución nacional e internacional si no puedes hacer una revolución en vos mismo?”
Borges y la revolución
Mattini reivindica la posición del polaco con respecto al arte: “El arte es revolucionario por definición. El buen arte es revolucionario, el que no es revolucionario puede ser el artista, pero esa contradicción es típica. Por ejemplo, Jorge Luis Borges o Mario Vargas Llosa no son personas revolucionarias, pero sí su arte”. ¿Vargas Llosa también? Mattini reivindica, por ejemplo, El paraíso en la otra esquina del peruano, que narra la vida de Flora Tristán y un nieto renombrado, Paul Gaugin, y un tema acaso fuera de agenda contemporánea: la búsqueda de la libertad.
En ese punto Mattini explora las comparaciones con el Che. “Robi sale a América Latina, a Estados Unidos, a Cuba, pensando que es un viaje como el del Che. Pero el polaco le dice, le hago decir, que la diferencia es que el Che no tenia la más pálida idea de que iba a ser un revolucionario. Creó todo en el camino, mientras andaba. En cambio Robi ya sabía cuál era el camino. Y cuando digo Robi me refiero también a lo que yo sentía. Entonces, muchos elementos negativos o problemáticos del PRT tienen que ver con que seguíamos historias atrasadas”.
El debate entre el rebelde y el revolucionario, finalmente, queda sin cerrar. Tal vez sea lo mejor, que represente no un cierre sino una apertura.
¿Quién entregó a Santucho?
La novela no es sólo epistolar, ni sólo abarca algunos de los dilemas políticos más actuales. En realidad cuenta cómo el autor se va adentrando en el secreto de esas cartas guardadas, y todo se cruza con la aparición de viejos militantes y compañeros que van revelándole aquella relación entre “el último guevarista” y “el Kafka polaco”. En el camino, salta la cuestión de la muerte de Santucho, o del modo en que fue detectado, como tema político que enhebra la posibilidad de la traición.
Mattini, durante la anticonferencia, sostuvo algunas premisas con respecto a aquel hecho.
1) El enfrentamiento se produjo por la presencia apenas de una patrulla del ejército, lo cual indicaría que no estaban esperando encontrarse con el guerrillero más buscado en ese momento de 1976.
2) Siempre existió la teoría de que Santucho iba a tener ese día una entrevista con el jefe de Montoneros Mario Firmenich: “A mi no me cae simpático Firmenich, pero no existe ninguna razón para pensar que lo hubiera entregado. Mientras no tenga una razón, no voy a pensar eso”.
3) El dueño del departamento donde cayó Santucho era Juan Carlos “Gringo” Mena, y una versión plantea que tenía un amigo médico y militante al cual le habían secuestrado a su compañera. El médico habría sido extorsionado para entregar a Mena a cambio de salvar a su compañera
Mattini va más allá de la posible traición: “En la novela planteo la cuestión que para mí, en el fondo, es la importante: ¿El PRT fue liquidado porque mataron a Santucho, o en realidad mataron a Santucho porque el PRT había sido liquidado? Mi opinión es esta última, para mi el PRT ya estaba fuera de combate cuando mataron a Santucho, y esa fue la prueba de que ya nos habían derrotado”.
Pero hasta el tema de la delación es traducido a términos políticos en este caso: “Siempre se habla de la infiltración, y es un elemento que los servicios utilizan. La idea de que lo entregó uno de nosotros, de los que quedamos vivos ahí. Y esa es la explicación más fácil y más peligrosa. Porque si un movimiento falla porque alguien de la cúpula entrega a otro, y eso derrumba todo, la conclusión es que no vale la pena luchar”. Mattini rechaza esa visión, pero en todo caso los detalles están en Cartas profanas.
El zapatismo de Gualeguaychú
Las preguntas e intercambios penetraron cuestiones de la historia y del presente. Mattini cree que todo elmovimiento revolucionario del siglo XX siguió la pauta trazada por la Comuna de Paris en 1871. “Todas las expresiones latinoamericanas de revolución, estaban inspirados por la Comuna de Paris y a partir de nuestra derrota, de la derrota del guevarismo, vinieron otros modos de hacer las cosas. Lo diría así: En américa Latina, la experiencia de zapatismo en Chiapas es equivalente a la Comuna de Paris. No quiero decir que tengamos que hacer lo que hizo Marcos, sino que aquello fue una vuelta total, como si le quitara al guevarismo la idea de la toma del poder, rescatando sólo lo esencial del guevarismo: la lucha, el compromiso, las ideas de emancipación, que implican fomentar cómo la gente va cambiando la sociedad sin tomar el poder”.
¿Cuál sería el reflejo de esas prácticas en la acutalidad? Quizás sorprenda, pero Mattini observa que esa médula que nació en Chiapas, se trasladó a situaciones como la de Gualeguaychú: “No lo de los ruralistas, sino la Asamblea y la ciudad contra Botnia, poniendo en tela de jucio a los gobiernos, al MERCOSUR, la política exterior. O lo de Esquel (impidió la instalación de una minera con un plebiscito) o Famatina (impidió la instalación de otra minera con un piquete a 1.800 metros de altura). Eso me entusiasma porque son situaciones que lo cambian todo. La gente participa por múltiples motivaciones”.
Le preguntan, en estas experiencias, cuál es el papel de una vanguardia: “No hay vanguardia. La gente se moviliza para defender su negocio, nada más, o porque le molesta el olor. Pero apenas van participando, metiéndose, terminan tocando a fondo el sistema productivo actual, cuestionan de un modo radical lo que ocurre en este momento. La vanguardia tenía que ver con el concepto de revolución como guerra. Yo sigo pensando que hay lucha de clases, claro, pero lo que cambió es el concepto de la guerra como revolución, del partido como estado mayor de esa guerra. El modelo de Lenin”.
Alguien le sugiere que al no tener vanguardia, el estallido de 2001 terminó en la nada. “No se fueron todos, se quedaron todos”. Mattini propone: “Es lo mismo que pensar que el Mayo Francés no condujo a nada. Sin embargo simbolizó todo lo que pasó después. Somos hijos de esa jodita que hicieron los pibes franceses. Reconociendo las distancias con 2001, y en esto no estoy hablando ni mal ni bien de este gobierno, pero reconozcaos que la Argentina de antes de 2001 era una cosa, y después otra. No el gobierno, el país es otro”.
La cabeza y el corazón
Otro ejemplo de transformación que toma Mattini de las actuales experiencias es el de las fábricas sin patrón: “Todo el sistema socialista mundial, desde la Unión Soviética, pasando por China hasta Cuba, no eliminó una cosa que, mientras exista, va a significar que existe capitalismo: el salario. El salario es lo que produce el capital. No fue eliminado el salario en ningún país socialista. Pero en las fábricas recuperadas, hay que investigarlo más a fondo, hay una forma de experimentar cómo cambiar o eliminar el salario”.
La conversación siguió con una hipótesis que simboliza otro cambio: accediendo a la historia a través de la ficción, lo que hizo Mattini fue escribir más con el corazón que con la cabeza. El privilegio de resolver si eso es así, queda a cargo de quienes entren al libro.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

Entradas por Alternativa Teatral

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

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Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.

Por María del Carmen Varela

La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.

La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro
Gabriela Pastor en escena. Detrás, Juan Zuberman interpreta a un ciego que toca la guitarra.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario.  Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.

El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.

Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.

Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.

La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.

Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA

Domingos 18 y 25 de mayo, 20  hs

Más info y entradas en @perlaguarani

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