Nota
Mattini presentó su último libro: debate entre la rebeldía y la revolución
¿Cómo podrían ser los diálogos y/o trifulcas epistolares entre un filósofo escéptico y rebelde (“el Kafka polaco”), y un joven capaz de jugarse la vida por la revolución (“el heredero del Che”)? Luis Mattini, sucesor de Mario Santucho en la conducción del PRT-ERP en los 70, luego exiliado y luego ensayista, se lanzó escribir la novela de esos posibles diálogos entre el propio Santucho y el polaco anclado durante 23 años en la Argentina, Witold Gombrowicz. Aquí, algunos tramos de la anticonferencia donde Mattini repasó varios secretos de la historia, para pensar el presente.
El escritor Witold Gombrowicz le escribe al joven Mario Santucho:
-Que a vos te interese algo de la introducción que escribí para mi “Matrimonio” me da por la pelota. Tu interés por el rechazo a las formas es fayuto. Por supuesto que vos no podrías pasar de la página 20, no es obra para subesarrollados mentales bien alimentados y sobre todo bien soleados. Tu crítica a las formas cae en una nueva forma. La crítica de un petulante que presume que ha alcanzado la madurez.
Tiempo después Santucho, tras enumerarle los avances del proceso revolucionario en Indoamérica, le responde:
-Por ahora no me escribas porque no sé dónde pararé este tiempo, ni sé si podría seguir soportando tus guasadas.
Ese tono impregna buena parte de la novela de la correspondencia entre el polaco Witold Gombrowicz (1904-1969), escritor y filósofo que vivió 23 años en la Argentina , y el joven Mario Santucho, que terminaría siendo referente máximo del PRT- ERP (siglas del Partido Revolucionario de los Trabajadores y su sección armada, el Ejército Revolucionario del Pueblo). Santucho murió en 1976 bajo las balas de una patrulla militar en un episodio que siempre resultó confuso por los aires de traición e infiltración que dejó entrever. Ambas cuestiones, las cartas (dos de las cuales realmente existieron), y el misterio de la muerte de Santucho, son la trama casi de suspenso de la novela Cartas profanas, que Luis Mattini presentó en Mu. Punto de Encuentro . Según las etiquetas que a veces se han usado, se trataría del diálogo entre el Kafka polaco, y el sucesor del Che.
Luis Mattini, clase 1941, en realidad se llama Arnol Kremer pero nadie lo conoce por su verdadero nombre. Y el otro, Luis Mattini, es el nombre de guerra que utilizó cuando militaba en política. Eligió Luis como homenaje a Beethoven. Mattini le fue impuesto por las altas dosis de mate que engullía con eficacia revolucionaria. Se ha convertido a la vez en un historiador de su experiencia en la guerrilla, y en un pensador que rescata los nuevos modos de organización social y política que cambiaron aquel paradigma de los 70 (el partido, la toma del poder, la verticalidad, la estrategia para la revolución) por los acaso más actuales (el movimiento, el poder entendido como capacidad, la horizontalidad, la transformación de las relaciones sociales).
Mattini escribió ensayos como Hombres y Mujeres del PRT, Los Perros, La política como subversión y El Encantamiento Político, pero ahora se lanzó a la novela, aunque sea una novela empapada de todos los debates políticos y sociales imaginables.
“Soy un fanático de la literatura –contó Mattini en torno a una gran mesa que compartió con el público durante su anticonferencia en Mu. Punto de Encuentro-. Toda la vida me dediqué a la política pero mi formación fundamental es la literatura. Para mi la mejor versión de la Revolución Francesa es la de Víctor Hugo, no la de los textos políticos”.
A Mattini lo asombró enterarse de que Santucho y Gombrowicz se habían conocido. “Confieso que al polaco (autor de Diario Argentino, Curso de Filosofía en seis horas y cuarto, y Ferdydurke, entre muchos otros trabajos) no lo conocía. Pero era la personalidad ideológica contraria a RobiSantucho. Santucho era el método, el marxismo, la estructura, y el otro era petardista, el desorden andando. Robi tenía 20 años y el otro el doble. Un viejo de 40. Se conocieron en Santiago del Estero y se quedaron discutiendo hasta la madrugada y Robi le decía: ‘no, Gringo, la cosa es así y asá’. Como lo conocí tanto a Santucho me lo puedo imaginar”. Mattini consiguió las dos cartas reales tras esa reunión, que son el ADN del resto. Una de Santucho donde le pedía la novela Ferdydurke en castellano y luego, tras acusar de chauvinismo europeo al polaco, escribe: “No puedes comprender que lo más importante ‘actualmente’ es la situación de los países subdesarrollados”. La respuesta, dirigida a Robi a San Miguel de Tucumán: “Subdesarrollado, no hables tonterías. Ferdydurke no lo puedo enviar. Prohibición de Washington. Lo veda a tribus de nativos para imposibilitar desarrollo, condenados a perpetua inferioridad”
El PRT versión católica
Mattini se entusiasmó con el estilo de Gombrowicz, que a la vez chocaba con el joven Santucho que tan parecido pensaba al propio joven Mattini. “Santucho para mi es la Modernidad en esplendor, y el otro es la caída de la Modernidad”. ¿Sería el diálogo entre el joven y el actual Mattin? “No sé –murmura el autor- la historia es así. Si alguien quiere sacar la conclusión sobre quién tenía razón, no se puede. Es como cuando nos dicen a nosotros (se refiere a los militantes y guerrilleros) qu no teníamos razón, que no tendríamos que haber hecho lo que hicimos. Si alguien tuviera que esperar a estar seguro para hacer las cosas, nunca haría nada. Nosotros intentamos, como tanta gente. Y el polaco criticaba eso”.
En un momento del libro Santucho le escribe al polaco: “Vos sos potencialmente un revolucionario, por eso me gustás, lo que pasa es que el paso de rebelde a revolucionario es un acto de voluntad, un acto de conciencia hacia una práctica revolucionaria junto a una clase revolucionaria y con una teoría revolucionaria”. Agrega: “El arte, si no es realista, no es revolucionario. Tampoco es neutral, consolida el orden burgués”. Witoldo contesta: “Recibí tu carta que bien podría servir para colgar de excusado, si no fuera porque tiene tinta”. ¿Qué hay más allá de la perseverancia disuasiva del argentino y de los desplantes del polaco? Mattini: “Son dos lógicas. Cuando estudié todo lo que decía Gombrowicz me pareció que él era culturalmente más revolucionario que nosotros. No sé cómo va a caer, pero yo creo que los setentistas fuimos en general muy decididamente revolucionarios en el sentido de querer cambiar la sociedad, jugarnos todo, pero no éramos suficientemente revolucionarios en las costumbres sociales. Por ejemplo, había una carga enorme de machismo en el PRT. Ls relaciones de pareja, en eso éramos iguales que los católicos. El polaco se moría de risa. Uno ve la izquierda, que en Cuba ha sido machista, no pudo eliminar el racismo tampoco. Un compañero me dijo: lo que nos ganaron fue la batalla cultural. Y realmente era la parte más atrasaa que teníamos. El polaco era avanzado en ese sentido, y no en lo político. La novela da vueltas en esa contradicción: ¿cómo hacemos para resolver la radicalidad política, junto con la radicalidad cultural?”.
Para Mattini muchos marxistas mantuvieron una suposición vulgar, la de Suponer que cambiando la estructura cambia todo. “El feminismo fue el primero que planteó algo distinto. Nosotros a las feministas les decíamos que la liberación de la mujer iba a ser posible cuando el proletariado liberase a la sociedad, cambiando las estructuras sociales. Y las feministas contestaban: no señores, nosotras tenemos que liberarnos ya. Y nosotros insistíamos: tienen que esperar la revolución. El problema no era solo el feminismo, sino que en general se planteaba que el proletariado era el que liberaba a los demás, mediante la toma del poder. Pero la Revolución Rusa demostró que no. No mejoró sustancialmente la situación de la mujer, ni de las minorías”. En términos de la novela, Mattini – Gombrowicz le dice a Mattini – Santucho: “¿Cómo puedes hacer una revolución nacional e internacional si no puedes hacer una revolución en vos mismo?”
Borges y la revolución
Mattini reivindica la posición del polaco con respecto al arte: “El arte es revolucionario por definición. El buen arte es revolucionario, el que no es revolucionario puede ser el artista, pero esa contradicción es típica. Por ejemplo, Jorge Luis Borges o Mario Vargas Llosa no son personas revolucionarias, pero sí su arte”. ¿Vargas Llosa también? Mattini reivindica, por ejemplo, El paraíso en la otra esquina del peruano, que narra la vida de Flora Tristán y un nieto renombrado, Paul Gaugin, y un tema acaso fuera de agenda contemporánea: la búsqueda de la libertad.
En ese punto Mattini explora las comparaciones con el Che. “Robi sale a América Latina, a Estados Unidos, a Cuba, pensando que es un viaje como el del Che. Pero el polaco le dice, le hago decir, que la diferencia es que el Che no tenia la más pálida idea de que iba a ser un revolucionario. Creó todo en el camino, mientras andaba. En cambio Robi ya sabía cuál era el camino. Y cuando digo Robi me refiero también a lo que yo sentía. Entonces, muchos elementos negativos o problemáticos del PRT tienen que ver con que seguíamos historias atrasadas”.
El debate entre el rebelde y el revolucionario, finalmente, queda sin cerrar. Tal vez sea lo mejor, que represente no un cierre sino una apertura.
¿Quién entregó a Santucho?
La novela no es sólo epistolar, ni sólo abarca algunos de los dilemas políticos más actuales. En realidad cuenta cómo el autor se va adentrando en el secreto de esas cartas guardadas, y todo se cruza con la aparición de viejos militantes y compañeros que van revelándole aquella relación entre “el último guevarista” y “el Kafka polaco”. En el camino, salta la cuestión de la muerte de Santucho, o del modo en que fue detectado, como tema político que enhebra la posibilidad de la traición.
Mattini, durante la anticonferencia, sostuvo algunas premisas con respecto a aquel hecho.
1) El enfrentamiento se produjo por la presencia apenas de una patrulla del ejército, lo cual indicaría que no estaban esperando encontrarse con el guerrillero más buscado en ese momento de 1976.
2) Siempre existió la teoría de que Santucho iba a tener ese día una entrevista con el jefe de Montoneros Mario Firmenich: “A mi no me cae simpático Firmenich, pero no existe ninguna razón para pensar que lo hubiera entregado. Mientras no tenga una razón, no voy a pensar eso”.
3) El dueño del departamento donde cayó Santucho era Juan Carlos “Gringo” Mena, y una versión plantea que tenía un amigo médico y militante al cual le habían secuestrado a su compañera. El médico habría sido extorsionado para entregar a Mena a cambio de salvar a su compañera
Mattini va más allá de la posible traición: “En la novela planteo la cuestión que para mí, en el fondo, es la importante: ¿El PRT fue liquidado porque mataron a Santucho, o en realidad mataron a Santucho porque el PRT había sido liquidado? Mi opinión es esta última, para mi el PRT ya estaba fuera de combate cuando mataron a Santucho, y esa fue la prueba de que ya nos habían derrotado”.
Pero hasta el tema de la delación es traducido a términos políticos en este caso: “Siempre se habla de la infiltración, y es un elemento que los servicios utilizan. La idea de que lo entregó uno de nosotros, de los que quedamos vivos ahí. Y esa es la explicación más fácil y más peligrosa. Porque si un movimiento falla porque alguien de la cúpula entrega a otro, y eso derrumba todo, la conclusión es que no vale la pena luchar”. Mattini rechaza esa visión, pero en todo caso los detalles están en Cartas profanas.
El zapatismo de Gualeguaychú
Las preguntas e intercambios penetraron cuestiones de la historia y del presente. Mattini cree que todo elmovimiento revolucionario del siglo XX siguió la pauta trazada por la Comuna de Paris en 1871. “Todas las expresiones latinoamericanas de revolución, estaban inspirados por la Comuna de Paris y a partir de nuestra derrota, de la derrota del guevarismo, vinieron otros modos de hacer las cosas. Lo diría así: En américa Latina, la experiencia de zapatismo en Chiapas es equivalente a la Comuna de Paris. No quiero decir que tengamos que hacer lo que hizo Marcos, sino que aquello fue una vuelta total, como si le quitara al guevarismo la idea de la toma del poder, rescatando sólo lo esencial del guevarismo: la lucha, el compromiso, las ideas de emancipación, que implican fomentar cómo la gente va cambiando la sociedad sin tomar el poder”.
¿Cuál sería el reflejo de esas prácticas en la acutalidad? Quizás sorprenda, pero Mattini observa que esa médula que nació en Chiapas, se trasladó a situaciones como la de Gualeguaychú: “No lo de los ruralistas, sino la Asamblea y la ciudad contra Botnia, poniendo en tela de jucio a los gobiernos, al MERCOSUR, la política exterior. O lo de Esquel (impidió la instalación de una minera con un plebiscito) o Famatina (impidió la instalación de otra minera con un piquete a 1.800 metros de altura). Eso me entusiasma porque son situaciones que lo cambian todo. La gente participa por múltiples motivaciones”.
Le preguntan, en estas experiencias, cuál es el papel de una vanguardia: “No hay vanguardia. La gente se moviliza para defender su negocio, nada más, o porque le molesta el olor. Pero apenas van participando, metiéndose, terminan tocando a fondo el sistema productivo actual, cuestionan de un modo radical lo que ocurre en este momento. La vanguardia tenía que ver con el concepto de revolución como guerra. Yo sigo pensando que hay lucha de clases, claro, pero lo que cambió es el concepto de la guerra como revolución, del partido como estado mayor de esa guerra. El modelo de Lenin”.
Alguien le sugiere que al no tener vanguardia, el estallido de 2001 terminó en la nada. “No se fueron todos, se quedaron todos”. Mattini propone: “Es lo mismo que pensar que el Mayo Francés no condujo a nada. Sin embargo simbolizó todo lo que pasó después. Somos hijos de esa jodita que hicieron los pibes franceses. Reconociendo las distancias con 2001, y en esto no estoy hablando ni mal ni bien de este gobierno, pero reconozcaos que la Argentina de antes de 2001 era una cosa, y después otra. No el gobierno, el país es otro”.
La cabeza y el corazón
Otro ejemplo de transformación que toma Mattini de las actuales experiencias es el de las fábricas sin patrón: “Todo el sistema socialista mundial, desde la Unión Soviética, pasando por China hasta Cuba, no eliminó una cosa que, mientras exista, va a significar que existe capitalismo: el salario. El salario es lo que produce el capital. No fue eliminado el salario en ningún país socialista. Pero en las fábricas recuperadas, hay que investigarlo más a fondo, hay una forma de experimentar cómo cambiar o eliminar el salario”.
La conversación siguió con una hipótesis que simboliza otro cambio: accediendo a la historia a través de la ficción, lo que hizo Mattini fue escribir más con el corazón que con la cabeza. El privilegio de resolver si eso es así, queda a cargo de quienes entren al libro.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
Nota
Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


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