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Mattini presentó su último libro: debate entre la rebeldía y la revolución

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¿Cómo podrían ser los diálogos y/o trifulcas epistolares entre un filósofo escéptico y rebelde (“el Kafka polaco”), y un joven capaz de jugarse la vida por la revolución (“el heredero del Che”)? Luis Mattini, sucesor de Mario Santucho en la conducción del PRT-ERP en los 70, luego exiliado y luego ensayista, se lanzó escribir la novela de esos posibles diálogos entre el propio Santucho y el polaco anclado durante 23 años en la Argentina, Witold Gombrowicz. Aquí, algunos tramos de la anticonferencia donde Mattini repasó varios secretos de la historia, para pensar el presente.

El escritor Witold Gombrowicz le escribe al joven Mario Santucho:
-Que a vos te interese algo de la introducción que escribí para mi “Matrimonio” me da por la pelota. Tu interés por el rechazo a las formas es fayuto. Por supuesto que vos no podrías pasar de la página 20, no es obra para subesarrollados mentales bien alimentados y sobre todo bien soleados. Tu crítica a las formas cae en una nueva forma. La crítica de un petulante que presume que ha alcanzado la madurez.
Tiempo después Santucho, tras enumerarle los avances del proceso revolucionario en Indoamérica, le responde:
-Por ahora no me escribas porque no sé dónde pararé este tiempo, ni sé si podría seguir soportando tus guasadas.
Ese tono impregna buena parte de la novela de la correspondencia entre el polaco Witold Gombrowicz (1904-1969), escritor y filósofo que vivió 23 años en la Argentina , y el joven Mario Santucho, que terminaría siendo referente máximo del PRT- ERP (siglas del Partido Revolucionario de los Trabajadores y su sección armada, el Ejército Revolucionario del Pueblo). Santucho murió en 1976 bajo las balas de una patrulla militar en un episodio que siempre resultó confuso por los aires de traición e infiltración que dejó entrever. Ambas cuestiones, las cartas (dos de las cuales realmente existieron), y el misterio de la muerte de Santucho, son la trama casi de suspenso de la novela Cartas profanas, que Luis Mattini presentó en Mu. Punto de Encuentro . Según las etiquetas que a veces se han usado, se trataría del diálogo entre el Kafka polaco, y el sucesor del Che.
Luis Mattini, clase 1941, en realidad se llama Arnol Kremer pero nadie lo conoce por su verdadero nombre. Y el otro, Luis Mattini, es el nombre de guerra que utilizó cuando militaba en política. Eligió Luis como homenaje a Beethoven. Mattini le fue impuesto por las altas dosis de mate que engullía con eficacia revolucionaria. Se ha convertido a la vez en un historiador de su experiencia en la guerrilla, y en un pensador que rescata los nuevos modos de organización social y política que cambiaron aquel paradigma de los 70 (el partido, la toma del poder, la verticalidad, la estrategia para la revolución) por los acaso más actuales (el movimiento, el poder entendido como capacidad, la horizontalidad, la transformación de las relaciones sociales).
Mattini escribió ensayos como Hombres y Mujeres del PRT, Los Perros, La política como subversión y El Encantamiento Político, pero ahora se lanzó a la novela, aunque sea una novela empapada de todos los debates políticos y sociales imaginables.
“Soy un fanático de la literatura –contó Mattini en torno a una gran mesa que compartió con el público durante su anticonferencia en Mu. Punto de Encuentro-. Toda la vida me dediqué a la política pero mi formación fundamental es la literatura. Para mi la mejor versión de la Revolución Francesa es la de Víctor Hugo, no la de los textos políticos”.
A Mattini lo asombró enterarse de que Santucho y Gombrowicz se habían conocido. “Confieso que al polaco (autor de Diario Argentino, Curso de Filosofía en seis horas y cuarto, y Ferdydurke, entre muchos otros trabajos) no lo conocía. Pero era la personalidad ideológica contraria a RobiSantucho. Santucho era el método, el marxismo, la estructura, y el otro era petardista, el desorden andando. Robi tenía 20 años y el otro el doble. Un viejo de 40. Se conocieron en Santiago del Estero y se quedaron discutiendo hasta la madrugada y Robi le decía: ‘no, Gringo, la cosa es así y asá’. Como lo conocí tanto a Santucho me lo puedo imaginar”. Mattini consiguió las dos cartas reales tras esa reunión, que son el ADN del resto. Una de Santucho donde le pedía la novela Ferdydurke en castellano y luego, tras acusar de chauvinismo europeo al polaco, escribe: “No puedes comprender que lo más importante ‘actualmente’ es la situación de los países subdesarrollados”. La respuesta, dirigida a Robi a San Miguel de Tucumán: “Subdesarrollado, no hables tonterías. Ferdydurke no lo puedo enviar. Prohibición de Washington. Lo veda a tribus de nativos para imposibilitar desarrollo, condenados a perpetua inferioridad”
El PRT versión católica
Mattini se entusiasmó con el estilo de Gombrowicz, que a la vez chocaba con el joven Santucho que tan parecido pensaba al propio joven Mattini. “Santucho para mi es la Modernidad en esplendor, y el otro es la caída de la Modernidad”. ¿Sería el diálogo entre el joven y el actual Mattin? “No sé –murmura el autor- la historia es así. Si alguien quiere sacar la conclusión sobre quién tenía razón, no se puede. Es como cuando nos dicen a nosotros (se refiere a los militantes y guerrilleros) qu no teníamos razón, que no tendríamos que haber hecho lo que hicimos. Si alguien tuviera que esperar a estar seguro para hacer las cosas, nunca haría nada. Nosotros intentamos, como tanta gente. Y el polaco criticaba eso”.
En un momento del libro Santucho le escribe al polaco: “Vos sos potencialmente un revolucionario, por eso me gustás, lo que pasa es que el paso de rebelde a revolucionario es un acto de voluntad, un acto de conciencia hacia una práctica revolucionaria junto a una clase revolucionaria y con una teoría revolucionaria”. Agrega: “El arte, si no es realista, no es revolucionario. Tampoco es neutral, consolida el orden burgués”. Witoldo contesta: “Recibí tu carta que bien podría servir para colgar de excusado, si no fuera porque tiene tinta”. ¿Qué hay más allá de la perseverancia disuasiva del argentino y de los desplantes del polaco? Mattini: “Son dos lógicas. Cuando estudié todo lo que decía Gombrowicz me pareció que él era culturalmente más revolucionario que nosotros. No sé cómo va a caer, pero yo creo que los setentistas fuimos en general muy decididamente revolucionarios en el sentido de querer cambiar la sociedad, jugarnos todo, pero no éramos suficientemente revolucionarios en las costumbres sociales. Por ejemplo, había una carga enorme de machismo en el PRT. Ls relaciones de pareja, en eso éramos iguales que los católicos. El polaco se moría de risa. Uno ve la izquierda, que en Cuba ha sido machista, no pudo eliminar el racismo tampoco. Un compañero me dijo: lo que nos ganaron fue la batalla cultural. Y realmente era la parte más atrasaa que teníamos. El polaco era avanzado en ese sentido, y no en lo político. La novela da vueltas en esa contradicción: ¿cómo hacemos para resolver la radicalidad política, junto con la radicalidad cultural?”.
Para Mattini muchos marxistas mantuvieron una suposición vulgar, la de Suponer que cambiando la estructura cambia todo. “El feminismo fue el primero que planteó algo distinto. Nosotros a las feministas les decíamos que la liberación de la mujer iba a ser posible cuando el proletariado liberase a la sociedad, cambiando las estructuras sociales. Y las feministas contestaban: no señores, nosotras tenemos que liberarnos ya. Y nosotros insistíamos: tienen que esperar la revolución. El problema no era solo el feminismo, sino que en general se planteaba que el proletariado era el que liberaba a los demás, mediante la toma del poder. Pero la Revolución Rusa demostró que no. No mejoró sustancialmente la situación de la mujer, ni de las minorías”. En términos de la novela, Mattini – Gombrowicz le dice a Mattini – Santucho: “¿Cómo puedes hacer una revolución nacional e internacional si no puedes hacer una revolución en vos mismo?”
Borges y la revolución
Mattini reivindica la posición del polaco con respecto al arte: “El arte es revolucionario por definición. El buen arte es revolucionario, el que no es revolucionario puede ser el artista, pero esa contradicción es típica. Por ejemplo, Jorge Luis Borges o Mario Vargas Llosa no son personas revolucionarias, pero sí su arte”. ¿Vargas Llosa también? Mattini reivindica, por ejemplo, El paraíso en la otra esquina del peruano, que narra la vida de Flora Tristán y un nieto renombrado, Paul Gaugin, y un tema acaso fuera de agenda contemporánea: la búsqueda de la libertad.
En ese punto Mattini explora las comparaciones con el Che. “Robi sale a América Latina, a Estados Unidos, a Cuba, pensando que es un viaje como el del Che. Pero el polaco le dice, le hago decir, que la diferencia es que el Che no tenia la más pálida idea de que iba a ser un revolucionario. Creó todo en el camino, mientras andaba. En cambio Robi ya sabía cuál era el camino. Y cuando digo Robi me refiero también a lo que yo sentía. Entonces, muchos elementos negativos o problemáticos del PRT tienen que ver con que seguíamos historias atrasadas”.
El debate entre el rebelde y el revolucionario, finalmente, queda sin cerrar. Tal vez sea lo mejor, que represente no un cierre sino una apertura.
¿Quién entregó a Santucho?
La novela no es sólo epistolar, ni sólo abarca algunos de los dilemas políticos más actuales. En realidad cuenta cómo el autor se va adentrando en el secreto de esas cartas guardadas, y todo se cruza con la aparición de viejos militantes y compañeros que van revelándole aquella relación entre “el último guevarista” y “el Kafka polaco”. En el camino, salta la cuestión de la muerte de Santucho, o del modo en que fue detectado, como tema político que enhebra la posibilidad de la traición.
Mattini, durante la anticonferencia, sostuvo algunas premisas con respecto a aquel hecho.
1) El enfrentamiento se produjo por la presencia apenas de una patrulla del ejército, lo cual indicaría que no estaban esperando encontrarse con el guerrillero más buscado en ese momento de 1976.
2) Siempre existió la teoría de que Santucho iba a tener ese día una entrevista con el jefe de Montoneros Mario Firmenich: “A mi no me cae simpático Firmenich, pero no existe ninguna razón para pensar que lo hubiera entregado. Mientras no tenga una razón, no voy a pensar eso”.
3) El dueño del departamento donde cayó Santucho era Juan Carlos “Gringo” Mena, y una versión plantea que tenía un amigo médico y militante al cual le habían secuestrado a su compañera. El médico habría sido extorsionado para entregar a Mena a cambio de salvar a su compañera
Mattini va más allá de la posible traición: “En la novela planteo la cuestión que para mí, en el fondo, es la importante: ¿El PRT fue liquidado porque mataron a Santucho, o en realidad mataron a Santucho porque el PRT había sido liquidado? Mi opinión es esta última, para mi el PRT ya estaba fuera de combate cuando mataron a Santucho, y esa fue la prueba de que ya nos habían derrotado”.
Pero hasta el tema de la delación es traducido a términos políticos en este caso: “Siempre se habla de la infiltración, y es un elemento que los servicios utilizan. La idea de que lo entregó uno de nosotros, de los que quedamos vivos ahí. Y esa es la explicación más fácil y más peligrosa. Porque si un movimiento falla porque alguien de la cúpula entrega a otro, y eso derrumba todo, la conclusión es que no vale la pena luchar”. Mattini rechaza esa visión, pero en todo caso los detalles están en Cartas profanas.
El zapatismo de Gualeguaychú
Las preguntas e intercambios penetraron cuestiones de la historia y del presente. Mattini cree que todo elmovimiento revolucionario del siglo XX siguió la pauta trazada por la Comuna de Paris en 1871. “Todas las expresiones latinoamericanas de revolución, estaban inspirados por la Comuna de Paris y a partir de nuestra derrota, de la derrota del guevarismo, vinieron otros modos de hacer las cosas. Lo diría así: En américa Latina, la experiencia de zapatismo en Chiapas es equivalente a la Comuna de Paris. No quiero decir que tengamos que hacer lo que hizo Marcos, sino que aquello fue una vuelta total, como si le quitara al guevarismo la idea de la toma del poder, rescatando sólo lo esencial del guevarismo: la lucha, el compromiso, las ideas de emancipación, que implican fomentar cómo la gente va cambiando la sociedad sin tomar el poder”.
¿Cuál sería el reflejo de esas prácticas en la acutalidad? Quizás sorprenda, pero Mattini observa que esa médula que nació en Chiapas, se trasladó a situaciones como la de Gualeguaychú: “No lo de los ruralistas, sino la Asamblea y la ciudad contra Botnia, poniendo en tela de jucio a los gobiernos, al MERCOSUR, la política exterior. O lo de Esquel (impidió la instalación de una minera con un plebiscito) o Famatina (impidió la instalación de otra minera con un piquete a 1.800 metros de altura). Eso me entusiasma porque son situaciones que lo cambian todo. La gente participa por múltiples motivaciones”.
Le preguntan, en estas experiencias, cuál es el papel de una vanguardia: “No hay vanguardia. La gente se moviliza para defender su negocio, nada más, o porque le molesta el olor. Pero apenas van participando, metiéndose, terminan tocando a fondo el sistema productivo actual, cuestionan de un modo radical lo que ocurre en este momento. La vanguardia tenía que ver con el concepto de revolución como guerra. Yo sigo pensando que hay lucha de clases, claro, pero lo que cambió es el concepto de la guerra como revolución, del partido como estado mayor de esa guerra. El modelo de Lenin”.
Alguien le sugiere que al no tener vanguardia, el estallido de 2001 terminó en la nada. “No se fueron todos, se quedaron todos”. Mattini propone: “Es lo mismo que pensar que el Mayo Francés no condujo a nada. Sin embargo simbolizó todo lo que pasó después. Somos hijos de esa jodita que hicieron los pibes franceses. Reconociendo las distancias con 2001, y en esto no estoy hablando ni mal ni bien de este gobierno, pero reconozcaos que la Argentina de antes de 2001 era una cosa, y después otra. No el gobierno, el país es otro”.
La cabeza y el corazón
Otro ejemplo de transformación que toma Mattini de las actuales experiencias es el de las fábricas sin patrón: “Todo el sistema socialista mundial, desde la Unión Soviética, pasando por China hasta Cuba, no eliminó una cosa que, mientras exista, va a significar que existe capitalismo: el salario. El salario es lo que produce el capital. No fue eliminado el salario en ningún país socialista. Pero en las fábricas recuperadas, hay que investigarlo más a fondo, hay una forma de experimentar cómo cambiar o eliminar el salario”.
La conversación siguió con una hipótesis que simboliza otro cambio: accediendo a la historia a través de la ficción, lo que hizo Mattini fue escribir más con el corazón que con la cabeza. El privilegio de resolver si eso es así, queda a cargo de quienes entren al libro.

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Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

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Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.

Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.

Por Sergio Ciancaglini

A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia


La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas.

Sonrisas junto al paraíso

Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
 

Madre de la bombacha roja

Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
 
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
 
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
 
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
 

El día que se distanciaron

Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
  

La hora del secreto

Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
 
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
 
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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