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MU en Chubut: Zafar para contarla

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Desde el martes, la Comarca andina integrada por Lago Puelo, El Hoyo y el Bolsón atraviesa, quizá, las horas más tristes de su historia. Se calcula que se incendiaron 50 mil hectáreas, más de 300 casas se convirtieron en cenizas, al menos dos personas fallecieron, junto a incontables animales, vegetación y vida. ¿Qué significan esos números? ¿Qué hay detrás, o por delante? A Nadia, en Lago Puelo, se le quemó la vivienda y además estuvo a punto de agrandar las cifras del horror: junto a dos hijos y su compañero se vieron literalmente rodeadxs por el fuego. Cómo zafaron, y lo que vieron cuando la vida llega al límite: quién ayuda y quién no, qué prende y qué apaga los incendios cotidianos.

MU en Chubut: Zafar para contarla
Nadia en El Pinar, una noche sin incendios, en la casa que ahora la comunidad le ayuda a reconstruir. Foto: Nacho Yuchark

Textos de Francisco Pandolfi y fotos de Nacho Yuchark desde Chubut

Toda la provincia de Chubut está declarada oficialmente en emergencia económica. Pero también social, ambiental, educativa, y muchos etcéteras más. La Comarca no es la excepción, donde también prevalece la crisis habitacional, hídrica y eléctrica. En ese contexto provincial y municipal, el Pinar, una de las ocupaciones más viejas de la localidad de Lago Puelo, hasta el martes a las cinco de la tarde cobijaba alrededor de 170 viviendas. Una era la de Nadia, que la había logrado cerrar “con mucho esfuerzo un par de días antes de que el incendio la destruyera por completo”, narra.

La voz de Nadia está desgastada, fatigada. La carraspera tiene una causante concreta: se le metió un infierno en la garganta, una caldera en las cuerdas vocales, en el pecho, en la memoria: “Cuando vi humo me alerté, le dije a mi compañero y su amigo si podían ir a fijarse la situación y yo seguí revocando en el interior de la casa, sin creer que se iba a prender todo”, empieza un testimonio desgarrador.

Nadia tiene 32 años. Es artesana en la feria de El Bolsón. Nació en Morón, en el oeste de la provincia de Buenos Aires y vive hace una década en la Patagonia. Cinco años atrás se estableció definitivamente en el Pinar, que está emplazada en medio de un bosque precioso, en un valle de ensueño repleto de pinos oregones, que hoy es el apocalipsis.

Allí vive junto a sus dos hijos: Sion, de 7; y Luna, de 3. Con ellos estaba al inicio de la catástrofe más espeluznante que ha sufrido la Comarca.

“La casa era toda de barro, acústica, entonces ni escuchaba lo que pasaba afuera, hasta que Sion me dice ‘má, hay mucho humo’. Lo tranquilicé, le dije que estaba muy lejos. No le mentí: realmente el fuego estaba muy lejos. Dejé el barro y miré por la ventana hacia el otro lado. Vi el cielo naranja, como muchos atardeceres; pensé que era el sol, quizá mezclado con un poco de humareda, pero jamás imaginé que ese color podía tratarse del fuego”, explica de forma acelerada, como quien tiene la imperiosa necesidad de escupir lo atragantado, una llaga que lleva mucho más de siete días.

La calma que intentaba manifestarle a sus hijos cambió en un instante, precisamente cuando Juan, su vecino, llegó gritando desesperado, para sumergirla en una película de terror, en la vida real: “Rasta, salgamos ya, ya, ¡ya!, que se viene el fuego”. A partir de ahí, siguieron cinco horas de pelear con la máxima inteligencia por la supervivencia. “Fue tan desesperante que no sabía qué hacer; estaba sola con mis hijos, con una pata ortopédica porque en enero había sufrido una doble fractura de peroné. Metí un par de cosas en la mochila y salimos desesperados. Nos subimos los cuatro al auto y cuando quisimos salir por arriba, el fuego ya estaba a metros; intentamos llegar a otra salida, pero en una ráfaga el incendio se nos cruzó por delante. Dimos marcha atrás y caímos en la cuenta de lo peor: todo el Pinar estaba cercado por las llamas. Nos bajamos del auto y empezamos a correr hacia arriba con mis chicos a cuestas. Cuando estábamos por llegar a la cima, otra vez se nos cruzó el fuego casi en nuestros ojos; volvimos corriendo para abajo, cruzamos el arroyo, y otra vez el fuego. Ahí sí, creímos que no teníamos escapatoria”.

Atrapadxs sin salida

“El fuego estaba en los 360 grados. No había ningún lugar por donde salir. No había solución, íbamos a morir calcinados”, recuerda, ronca, con los ojos húmedos. Quizá fue su muerte, vista tan cercana; y la muerte de sus propios hijos, tan latente, tan posible; quizá fue todo ese naranja que nada tenía que ver con la contemplación de un mágico atardecer, que la iluminó en el momento justo. “A metros de donde estaba mi casa quedaba una sola pelopincho sin haberse derretido aún. Tenía nada más que 10 cm de agua, pero era la única opción que nos quedaba. Corrimos sin parar. Tiré a los nenes adentro y luego nos tiramos nosotros dos. Ni bien nos metimos boca abajo, el fuego pasó por al lado y destruyó la casa de Juan. Cuando pudimos, agarramos la lona de una pelopincho rota que estaba cerca y nos envolvimos los cuatro; como último recurso, a unos metros encontramos una chapa y nos la pusimos de techo. Y ahí nos quedamos, sin más nada que hacer, esperando…”.

El fuego avanzaba muy rápido, iba haciendo círculos, remolinos. “Abrazaba la pileta, pero no la tocaba. El calor y el humo ya eran insoportables, así que casi siempre estábamos debajo del agua, que bien pegados al suelo nos alcanzaba a tapar. Cuando no aguantábamos más, salíamos unos segundos, respirábamos un poquito y nos volvíamos a meter”, rememora con un detalle tan descriptivo que abruma. Alrededor de tres horas estuvieron dentro de la pelopincho. “Fueron eternas. Los nenes gritaban ‘vamos a morir, vamos a morir’; ‘quiero que sepas que sos la mejor mamá del mundo. Yo les decía que íbamos a sobrevivir, hasta que colapsé, y les dije que sí, que tenían razón. Yo no podía más”.

Los caminos de salvación se agotaban: “Con la poca batería que le quedaba a Juan llamamos a Defensa Civil y, como nunca nadie del Estado vino a hacer un croquis del barrio, no sabían dónde mierda estábamos”.

La respiración empezaba a reducirse. Ya habían respirado demasiado humo. “El agua ya estaba recubierta de hollín. Nos mojábamos la boca y escupíamos. Teníamos una sequedad increíble de tanto calor. Llamamos tres veces al 107, sabían que nos íbamos a morir asfixiados y lo único que nos decían era que ya habían elevado el mensaje, pero nunca aparecieron. Después nos enteramos que cuando el “último” vecino en ser evacuado salió de El Pinar, desde el SPLIF (Servicio de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales) le aseguraron que ya no quedaba nadie en ninguna casa”.

Sin respuesta estatal, Juan llamó a su compañera que estaba en El Bolsón para que viniera a rescatarlos. En paralelo, el compañero de Nadia junto con otro amigo la buscaban desesperadamente por los centros de refugiados, luego de que les confirmaran que en su barrio no quedaba nadie. Como no la encontraban, burlaron la seguridad y entraron a El Pinar. Gritaron, desde la cima del valle. Y desde debajo de una chapa y una lona, dentro de una pelopincho, renació la esperanza. Les devolvieron el alarido. Entonces, envueltos en una frazada seca, se metieron entre las llamas a rescatarlos. “Cuando escuchamos el pedido de Nadia pidiendo ayuda no lo dudamos. Empezamos a caminar. No se veía nada. Las llamas eran del doble de largo que los pinos más altos. Entramos con una frazada seca cada uno, de esas truchitas, no las que son de pluma; así llegamos hasta allá en medio del fuego. Les juro que no tengo ni una ampolla y eso que estaba en zapatillas deportivas, sin guantes ni ropa ignífuga”, relata el amigo, quien pide no revelar su identidad. “Era difícil creer que realmente no vendrían a buscarnos, pero en un momento debimos asumir que efectivamente no lo iban a hacer”, agrega.

MU en Chubut: Zafar para contarla

Terrorismo y flores de bach

“Vinieron por el medio del incendio, fue una locura total lo que hicieron. En ese momento el fuego todavía era inmenso. Cuando ya estábamos los seis planeando qué hacer, apareció la compañera de Juan por un camino superior, donde había mermado un poco el fuego y quedaban brasas. Como venía de afuera sabía el panorama y nos dijo que había que salir urgente porque el fuego estaba volviendo también de ese lado”.

Nadia tenía todo el cuerpo mojado y sentía que el fuego se le pegaba en la piel, como quien levanta temperatura de un sacudón. Juan estaba en ojotas, que se le iban derritiendo al andar sobre la parrilla de brasas. Eligieron pasar “por el arroyo seco, el único lugar donde se podía cruzar porque las piedras estaban calientes pero no se prendieron”, rememora ella, a quien se le va dibujando en el rostro una tenue sonrisa, a medida que llega al final de la proeza.

“Trepamos lo más rápido posible, en la absoluta oscuridad y cuando llegamos a la cima, la sensación fue indescriptible. La ruta estaba cortada, todo era una catástrofe, un terrorismo puro, era el fin del mundo”, cuenta y esa mueca sonriente que había atinado a surgir, desaparece de repente: “Había un agente del SPLIF apostado en la salida, le imploramos que nos sacara de ahí, que nos llevara a cualquier lado, pero nos dijo que no podía; le contamos toda la situación, nos vio salir de la muerte; vio a mis hijos desnudos; pero igual se fue a la mierda”. Finalmente, un voluntario que pasaba con su camioneta les paró y los llevó a El Bolsón, donde los derivaron al hospital para hacerles una serie de estudios y después a un hostel, sólo por dos días. Luego, a la calle, otra vez.

Pasó una semana de “ese terrorismo puro”, “del fuego intencional”, y su casa terminada, hoy es un pedazo de tierra donde la comunidad la está ayudando a construir un techito de madera provisorio, ladeado por una lona verde y bolsas de plástico negras. Debajo, una pequeña carpa, rota, sin los parantes firmes. “Acá nunca vino ningún funcionario, salvo en la época de las elecciones que trajeron una bolsa de cemento” dice, mientras sigue acumulando broncas: “Llamamos miles de veces a la municipalidad para que, por ejemplo, nos trajeran ripio para los caminos de salida. Pero ni eso, nunca trajeron nada”. Su amigo, que la escucha mientras clava una madera del techo, la corrige: “Sí que traen, pero problemas. Desde que nos pasó esto, tampoco vino nadie del Estado. Pero nadie, eh. La única ayuda fue del pueblo, que nos ofreció todo lo que se les ocurra, hasta flores de bach”.

Y sentencia, porque a esta historia de resistencia, de dolor y de mucho amor; a esta historia tan particular, la atraviesan veinte años de lucha: “Ningún incendio es casual y siempre está relacionado a una clara acción del gobierno provincial y nacional en contra de quienes cuidamos los bosques nativos, protegiendo a las empresas mineras, extractivistas, siempre a costa del pueblo”.

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Escritos sobrevivientes: Un nuevo libro escrito por ex detenidos desaparecidos

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Este 24 de marzo, a 49 años del golpe, la editorial lavaca publica Escritos sobrevivientes, un libro creado junto a un grupo de personas que estuvieron secuestradas y desaparecidas en distintos centros clandestinos de represión durante la última dictadura militar. Se presenta el próximo viernes 28, pero ya podés pasar a buscarlo por MU (Riobamba 143) desde hoy. En este texto, Claudia Acuña cuenta qué representa esta obra parida en colectivo y en medio de aires negacionistas.

Por Claudia Acuña

Este libro representa muchas cosas y todas y cada una nos parecen decisivas para estos tiempos desesperados.

Ni sé por dónde comenzar a enumerarlas, así que sin orden de importancia ni cronológico enumero algunas, aunque sin duda me faltarán otras que invito a que completen quienes lo lean.

Lo primero, para mí, es reconocer el valor social, político, histórico y ético que merecen las personas detenidas-desaparecidas por la dictadura cívico militar que azotó este país desde el 24 de marzo de 1976. No olvidamos esa fecha gracias a ellas, pero no siempre se las nombra con la relevancia que han tenido para construir verdad, justicia y memoria.

A algunas de ellas he tenido el honor de escucharlas y verlas testimoniar en los juicios de lesa humanidad, pero también en los diferentes procedimientos contra la impunidad que crearon y sostuvieron para que esos juicios sucedan.

Una y otra vez.

Una y otra vez.

Una y otra vez.

Hasta lograrlo.

Solo a una pude agradecerle con palabras y lágrimas el esfuerzo, el coraje y el legado que recibíamos por su esfuerzo, pero fundamentalmente por sus vidas consagradas a hacer posible lo imposible. Fue en la puerta de los tribunales de Comodoro Py, mientras los altoparlantes transmitían la primera condena a los genocidas responsables del centro de detención clandestino y de tortura que funcionaba en la Esma. Ahora, con este libro queremos extender esas gracias a cada una, a cada uno.

Sé, porque comprendí la lección que nos daban, que no puedo afirmar que lo hicieron solo ellas, ellos. Esa es otra de las cosas que representa este libro: el saberse parte – y reconocerlo siempre- de algo más grande, más importante y más trascendente no solo del yo, sino incluso del núcleo colectivo en el que nos organizamos, reflexionamos y tomamos fuerza para resistir. Nuestras fuerzas individuales y nuestras construcciones políticas suman, activan, empujan, pero alcanzan sus objetivos cuando sincronizan con la necesidad social, con la época y con la Historia. Tienen alas porque tienen raíces y mueven al mundo hacia lugares mejores porque se sabe más grande y más poderosa que lo que nos rodea.

Eso que aquí las y los autores definen como “subjetividad sobreviviente” nos advierte eso: somos nuestros cuerpos y la sombra que proyectan, lo que hacemos y lo que soñamos, nuestras obras y nuestra imaginación, nuestros saberes y nuestra intuición, pero también y además aquellos cuerpos, proyecciones, hechos, batallas ganadas y perdidas, que nos anteceden y desbordan para fortalecernos y sostenernos de pie. Aquello que ilumina la oscuridad es la memoria sensible: de eso se trata este libro, además.

Otra: el valor de las utopías. En los momentos más aterradores hemos gritado “Aparición con vida y castigo a los culpables”. Bueno: la noticia es que hemos tenido éxito y aquí están las personas que cuando pronunciábamos esas palabras mágicas no podíamos abrazar. Algunas de ellas son las que el tercer sábado de cada mes vimos ingresar a nuestra trinchera durante el largo y desalentador año 2024. Para nosotros ese taller de escritura significó una cita con la esperanza, cada vez. Y una comprobación: el futuro se construye con el hacer colectivo, cada vez.

Por último: este no es un libro de testimonios sobre el horror de la dictadura, sino su contracara o quizá, lo que se puede pensar después de cruzar el abismo de la impunidad.

Quizá.

Me falta todavía superar la alegría de haberlo logrado, de sostener con las manos esta pequeña utopía realizada en tiempos de saqueo de recursos simbólicos y materiales, en las cuales sólo proponerlo sonaba casi irresponsable, para poder encontrar las palabras certeras, que expresen lo que representa que personas empobrecidas y violentadas podamos hacer lo que querramos financiadas sólo por el deseo y la convicción, que siempre es política.

Quizá la palabra exacta sea una sola: Argentina.

La presentación

Escritos sobrevivientes y compila una serie de textos producidos en un taller de escritura que tuvo lugar en MU durante 2024. Estos relatos abordan historias marcadas por lo que el grupo denomina «subjetividad sobreviviente». El resultado es un conjunto de textos poéticos, políticos y filosóficos, de una potencia y belleza conmovedoras.

Participan: Rufino Almeida, Margarita Fátima Cruz, Graciela Daleo, Lucía Fariña, Mercedes Joloidovsky, Eduardo Lardies, Susana Leiracha, María Alicia Milia, Claudio Niro, Silvia Irene Saladino, Stella Maris Vallejos e Inés Vázquez.

Así lo resumen sus autoras y autores: «Un grupo de compañeras y compañeros, ex detenidos desaparecidos por el terrorismo de Estado, nos reunimos en un taller de escritura para crear textos enfocados en la subjetividad sobreviviente, mientras la voz del poder alimenta el negacionismo y la reiteración del sufrimiento popular por variados medios».

El libro se presentará el próximo viernes 28 de marzo a las 20 horas en Mu Trinchera Boutique, Riobamba 143.

Podés conseguirlo desde hoy, 24 de marzo, también en MU.

Escritos sobrevivientes: Un nuevo libro escrito por ex detenidos desaparecidos
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La Justicia esquiva la causa por el disparo a Pablo Grillo: “Hasta ahora no se investigó nada”

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La recuperación de Pablo “es muy rápida” pero la investigación sobre su intento de asesinato, muy lenta, o directamente inexistente. Qué dijo el padre hoy frente al Hospital Ramos Mejía donde Pablo sigue pelando por su vida, aún en terapia intensiva pero con avances prometedores, y las abogadas del caso que presentaron ante la Justicia: primero Servini de Cubría y luego el candidateado a la Corte Ariel Lijo rechazaron la causa, y ahora se sortea en la Cámara Federal de Casación a qué juez le tocará investigar a quien le disparó y a sus superiores jerárquicos. Los dichos de Adorni en conferencia de hoy, y quién cortó el diálogo con la familia; las pruebas que se pidieron y las que se aportaron; y el texto de la presentación judicial en la que la familia pide ser querellante, con las pruebas que aportamos desde decenas de medios, fotoperiodistas y organizaciones sociales.

Por Francisco Pandolfi

Pablo Grillo todavía no está fuera de peligro, pero la mejoría día a día, paulatina y constante, le permite a la familia hablar ya no sólo de su estado de salud. Hasta hoy, el único foco era la supervivencia de este fotógrafo de 35 años impactado por una granada de gas lacrimógeno, fuera de toda legalidad, por las fuerzas de inseguridad comandadas por la ministra Patricia Bullrich.

La pérdida de masa encefálica y la fractura de cráneo con la que llegó de urgencia al Hospital Ramos Mejía –el miércoles 12 de marzo, cuando se desató la represión en la marcha por las paupérrimas condiciones en las que viven las y los jubilados–; la primera operación esa misma noche en la que se bajó la presión intracraneal y se le reconstruyó algo del tejido. Las pupilas que empiezan a reaccionar bien. La merma en la sedación. Los primeros movimientos – prematuros e inesperados por los propios médicos–. Otra operación por un derrame que es revertido a tiempo. La baja de los glóbulos blancos como síntoma de la baja en la infección. Y a solo una semana del disparo, Pablo abre los ojos. Y le sacan el respirador para ver cómo reacciona y lo hace agarrándole la mano a la mamá. Y por si fuera poco le susurra las palabras más hermosas a su papá: “Hola, viejo”. 

Pablo continúa en terapia intensiva, en estado crítico, pero respondiendo bien neurológica y físicamente. “Es asombroso el nivel de avance que tuvo”, dice Fabián, su viejo, con los ojos emocionados e incrédulos por la mejoría impensada en tan poco tiempo. Esa sucesión de buenas noticias las que posibilitan a la familia convocar este viernes a una conferencia de prensa «para contar novedades en la causa judicial».

Primero, habla Fabián, su papá, sobre la salud de Pablo: “Las novedades son que está estable, por lo tanto es bueno. Está con los ojos abiertos y sigue sin respirador”.

En la conferencia de prensa convocada por la familia de Pablo Grillo, fotógrafo que fue impactado por una granada de gas lacrimógeno lanzada por las Fuerzas comandadas por Patricia Bullrich, Fabián, su papá, habló sobre la salud de su hijo.

www.lavaca.org (@revistamu.bsky.social) 2025-03-21T19:35:39.538Z

Fabián lleva puesta una remera azul, con letras blancas que dicen: “Justicia por Pablo Grillo”. Se lo nota cansado, pero más distendido. Se ríe cuando cuenta: “Tengo un video con saludos de (Ricardo) Bochini, veremos si los médicos nos permiten que se lo pasemos. Si lo escucha al Bocha, va a volver a hablar seguro Pablo”. Mantiene los pies sobre la tierra: “Todavía la situación es grave: está en terapia y con riesgo de vida. Pero en ese marco todo lo que estuvo ocurriendo es favorable. A todos nos sorprendió su evolución. Incluso los médicos manifiestan que la evolución que está teniendo es asombrosa. Es muy rápida”.

Este jueves, el vocero presidencial Manuel Adorni dijo que el diálogo con la familia quedó roto desde que el padre de Pablo acusó a Bullrich de ser cómplice. Fabián le responde: “Nosotros no cortamos nada porque nunca existió el diálogo. Lo mío fue una respuesta a una declaración mentirosa de Bullrich, por tanto si es que alguien cortó el diálogo fueron ellos. Yo estoy dispuesto a escuchar, si alguien me llama”. Y agregó: “A esta altura no lo espero (ese llamado). Espero poco. Pero demostraría que tienen todavía un grado de humanidad”. 

En relación a las mentiras de Bullrich sobre el trayecto del proyectil, expresó: “Me da vergüenza la forma en que fue acomodando la mentira. La va acomodando a medida que la realidad se lo desmiente, es hasta absurdo, burdo, grotesco: no sé que palabra utilizar”. Cuando le preguntaron si le diría algo al gendarme que, según los elementos reconstruidos hasta el momento, sería quien disparó (presuntamente, el cabo Guerrero), afirmó: “Personalmente no le diría nada. Sí lo vamos a decir de forma jurídica. El mejor diálogo que podemos tener con esta gente es en lo judicial”.

La causa, sin avances

Fabián estuvo acompañado por Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, y a Paula Litvachky, del CELS, organismos que patrocinarán legalmente a la familia, que este 21 de marzo se presentó ante el Juzgado Criminal y Correccional Federal Nº 1 para ser tenida en cuenta como querellante en la investigación judicial.

Lo más importante de la causa hasta ahora: desde el 12 de marzo “no se investigó nada y reclamamos que se empiece a investigar urgente”. Las abogadas cuentan el por qué: “La causa iniciada por la denuncia de la Procuvin (Procuraduría de Violencia Institucional) que dio inicio a la instrucción estaba presentada en el Juzgado 12 de Ariel Lijo, quien se la devolvió a la Jueza Servini de Cubría, que otra vez la rechazó. Ninguno de los dos quiere hacerse cargo de la investigación. Ahora irá a sorteo para definir quién la sigue. La Cámara Federal de Casación Penal tiene que resolver”. Agregan: “Hasta ahora el Ministerio de Seguridad dijo que no hará sumarios internos por el accionar de su Fuerza, lo que refleja el encubrimiento”. 

La causa aún no tiene carátula porque no está radicada en ningún juzgado. La denuncia presentada es por tentativa de homicidio agravado, por abuso de autoridad e incumplimiento de funcionario público.

Dice Paula Litvachky, del CELS: “Es muy importante que la causa salga de este limbo judicial y se inicie el pedido de pruebas antes de que pase más tiempo”.

Dice Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos: “Esperamos que en estos primeros 9 días en los que no se hizo nada, no haya ninguna prueba que se haya destruido, modificado, alterado. Hay cámaras del Gobierno de la Ciudad que tienen un tiempo de duración determinado, o de negocios que también se van borrando y si no las pedís inmediatamente después ya no están. Es vergonzoso que un hecho así no lo esté investigando nadie”.

Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, es junto a Paula Litvachky, del CELS, la abogada que representa a la familia jurídicamente. En este video cuenta los avances de la causa judicial:

www.lavaca.org (@revistamu.bsky.social) 2025-03-21T19:54:48.310Z

Las abogadas pidieron una serie de pruebas. Las más relevantes: “Quién dio las órdenes, cómo se manifestaron esas órdenes y cuáles fueron, antes y después del impacto; cuál fue el protocolo que se aplicó, quienes integraban el equipo donde estaba incluido el cabo Guerrero y qué órdenes se le impartió a ese grupo en particular; qué armas utilizaron”. También exigen que se lo llame a indagatoria a Guerrero. “Ya hay suficientes elementos para hacerlo”.

Completa Paula Litvachky: “Hicimos una presentación con los hechos, tenemos un montón de pruebas para que se reconstruya ese tramo del operativo de modo tal que se pueda tener la responsabilidad de quién disparó y de toda la cadena jerárquica”.

Concluyen ambas: “Las pruebas están. Nunca hubo tanto registro fotográfico y audiovisual. Necesitamos el acompañamiento social para empujar a que se haga justicia y que no quieran desviar el foco de la investigación”.

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La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

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Traumatismo encéfalo craneano, herida cortante e irritación ocular: las heridas causadas a Beatriz Blanco (81 años) ya forman parte de una causa judicial que inició ella misma y también la Procuraduría de Violencia Institucional, y apunta contra dos efectivos que la gasearon y le pegaron, provocando su caída. También apunta a la responsable del operativo, la ministra Patricia Bullrich, que se desplegó el miércoles de manera feroz, pero que -plantea la denuncia- es parte de un “plan sistemático”. Beatriz fue golpeada a las 16:10, antes de los principales incidentes, mientras se manifestaba en una esquina: cómo fue el momento, según relata ella misma en la denuncia y cuenta su hija. Quién es esta jubilada que trabajó de todo. Cómo está: recuperándose, enojada y “con más fuerza que nunca”. La voz de una de sus hijas junto a quienes lucha por justicia, y paz.

Por Franco Ciancaglini.

La imagen de Beatriz Blanco cayendo en seco al suelo -tras ser gaseada y empujada por dos efectivos de la Policía Federal- dio la vuelta al mundo. 

En el video se ve el fin de una secuencia más larga que inicia cuando la Policía Federal empuja de manera violenta a jubiladas y jubilados que se encontraban haciendo el clásico semaforazo de todos los miércoles en el Congreso. 

“Ella lo que cuenta es que estaba con el grupo de jubilados, cortando Entre Ríos, para mostrar sus carteles. Y cuando el semáforo se pone verde se vuelven a la esquina. Y en ese momento vino la policía, apurando a todos los viejos a subirse a la vereda”.

La que habla es una de sus hijas, Paula.

El relato coincide con la temprana decisión de las fuerzas de abalanzarse sobre personas que hacen lo mismo todos los miércoles -un semaforazo, y luego una movilización que da la vuelta al Congreso-: Beatriz fue atacada a las 16:10. 

Esta vez, por lo especial de la fecha, los Policías iban además con el gas apretado y el palo suelto. Cualquiera que estuvo en la manifestación pudo apreciar cómo apenas una persona se acercaba a los efectivos, o incluso estando a metros, sin hacer nada, podía ser gaseado. Incluso teniendo 81 años.

La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

Los camiones hidrantes fueron parte de la cacería desatada. Foto: Lina Etchesuri.

El arma y la palabra

Beatriz Blanco no está afiliada a ninguna barrabrava ni milita en ningún partido político.

Es jubilada.

Trabajó toda su vida como empleada en cooperativa de fletes, empleada cuidando niños, costurera, y de casera hasta los últimos tiempos.

Tiene tres hijas.

Una de ellas, Paula Ippolito, cuenta que junto a su madre Beatriz y su hermana Paula suelen ir juntas a las marchas. “Esta vez fue sola porque justo yo estaba operada de la rodilla. Suele ir, no va todos los miércoles pero cuando puede va”.

Beatriz ya conocía a varios y por eso se acercó al grupo de jubilados que realiza los miércoles el semaforazo. Luego de que la empujaran a la vereda, se puso a hablarle a un cordón policial, una práctica habitual de jubilados anodados ante la violencia sin sentido que ejercen las fuerzas: “Ella siempre es de ir y hablar, de decir qué están haciendo, cómo no les da vergüenza; mi mamá siempre como que quiere hacer conciencia. Ella le debería estar gritando al policía que estaba de espaldas y lo toca con el bastón como diciendo ´mirame´. Ahí el chabón se da vuelta y le tira el spray, y el otro que le pega con el palo en la cabeza”.

Ese combo, que representa un ataque, de gaseo, empujón y golpe, hace que Beatriz pierda el equilibrio instantáneamente, y caiga al suelo.

La primera pregunta es cómo está: “Se está recuperando. Está en reposo, en observación por el golpe que recibió en la cabeza. Está con mucho dolor en todo el cuerpo, con un poco de inestabilidad, con el dolor en los ojos por el gas que le tiraron. Tiene los ojos muy hinchadas: le tiraron gas directo en la cara”.

Este dato del gas directo a sus ojos explica a la vez la pérdida del equilibrio, desechando por tierra las mentiras del Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, que aseguró que se “cayó sola”. También el título de la empresa La Nación que habló de que la jubilada “atacó” a la policía previo a su “caída”: “Ella le tocó con su bastón para que se diera vuelta, para que la escucharan, no golpeó a nadie. Habría que mostrar los videos enteros donde la Policía increpa primero a los jubilados para que se suban a la vereda, con la agresividad que suelen tener”.

La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

Beatriz Blanco, tras los gases recibidos y el golpe posterior. Foto: Lina Etchesuri.

El caso de Beatriz es uno de los dos -junto al del fotógrafo Pablo Grillo- denunciados por la Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin) ante la Cámara del Crimen. En esas denuncias a las que accedió lavaca, el organismo que se encarga de monitorear a las fuerzas -en estos tiempos, con menos entusiasmo- presenta como “pruebas” distintos recortes periodísticos alrededor del ataque a Beatriz. Y solicita a la justicia que requiera al Ministerio de Seguridad el personal policial afectado a los lugares de ambos ataques, así como los datos de la “sala de operaciones” a la que reportaban los agentes a cargo del operativo.

Por otro lado, la propia familia de Beatriz presentó una denuncia contra los dos agentes de la Policía Federal y contra la propia ministra Bullrich. Narra en su presentación lo mismo que refiere su hija en esta nota: “Siendo aproximadamente las 16:10 hs me encontraba en las inmediaciones de la esquina de las avenidas Entre Ríos y Rivadavia de esta ciudad (…) cuando fui rociada con una sustancia lacerante por un efectivo de la Policía Federal. Inmediatamente después, y también a manos de un efectivo de la PFA, recibí un golpe en la cabeza, con un elemento que creo se denomina ‘tonfa’, lo que provoca mi caída al piso”.

Tras el golpe, Beatriz fue derivada al Hospital Argerich, donde diagnosticaron lo producido por el ataque: traumatismo encáfalo craneano, herida cortante e irritación ocular.

Por eso, por un lado, reclama la identificación de los dos efectivos que la atacaron, plausibles de ser responsables de “delitos de lesiones leves” agravadas por tratarse de personal de la fuerza. Y por otro, califica a la ministra de Seguridad Patricia Bullrich como “autora mediata” por ser responsable del operativo y algo más: la valiente presentación habla de que estos hechos son parte de un plan sistemático.

La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

Una síntesis del plan sistemático. Foto: Juan Valeiro.

“Como en los momentos más aciagos de nuestra historia, desde el Poder Ejecutivo se ha montado un Programa de Miseria Planificada cuya consecuencia natural es la Protesta Social. Y sabido es que este tipo de políticas socioeconómicas sólo resultan aplicables cuando se pone a disposición de las mismas al aparato represor del Estado”.

Firma toda esta historia la propia Beatriz, acaso poniendo en contexto lo que representan los golpes que sufrió, su historia y el futuro por el que pelea junto a sus hijas. “Nosotras somos fieles a las marchas que son para los derechos del pueblo”, cuenta Paula, una de ellas. “No militamos en ningún partido político, siempre vamos independientes y solas”, aclara por si hiciera falta.

Paula habla siempre en plural femenino, pensando en su madre y su hermana. Desde ese lugar cuenta: “Nos están sacando todo. Nos están metiendo miedo para que no salgamos a las calles. Están imponiendo todo lo que quieren imponer. Siempre estamos atentas a todas las luchas. Esto va a por todos, no es solamente por los jubilados. A mi me han robado plata con la AFJP a pesar de que ya tengo 30 años de aportes. Estos vienen por todo, por todo lo que conquistamos”.

Junto a Natalia, las jóvenes militan tocando tambores en Batuka, uno de los conjuntos que lleva el ritmo a la calle y es la banda de sonido de la protesta social y la lucha. Hoy, del lado de la víctima, Paula asegura: “Estamos luchando para que esto no vuelva a suceder. Para que tengamos memoria y el pueblo no se duerma. No tenemos miedo. Ya la verdad que queda poco por perder”.

Esta lucha incluye, claro, a Beatriz: “Está más fuerte que nunca. Está enojada, muy enojada. Pero está fuerte para seguir la lucha”.

La lucha, ahora, es por justicia: “Solamente queremos que los responsables tengan justicia, sean los policías o la ministra de Seguridad: que la justicia trabaje a favor del pueblo. Y que no salga nadie más impune”. 

¿Tenés esperanzas? “Y no. Pero hay que hacerlo igual: nos corresponde”.

La esperanza tal vez siga estando en la calle, mientras estas jóvenes sin contención psicológica ni asistencia estatal de ningún tipo enfrentan los golpes: “Estamos nosotras, las hijas, para cuidarla y para que se reponga de esto”.

¿Necesitan algo? “Sí: paz”.

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