Nota
Amador Fernández Savater conversa con Claudia Acuña: «Ni representar, ni juzgar: la comunicación como territorio de vida»
Entrevista de Amador Fernández Savater a Claudia Acuña, fundadora de lavaca, publicada en Rebelión el 16 de febrero de 2006
La revuelta del 19/20 de 2001 en Argentina desplegó o hizo visibles multitud de iniciativas colectivas que, en el vaciado radical de la representación política (“que se vayan todos, que no quede ni uno solo”), inventaban en los hechos cotidianos otras formas de vida: piqueteros, clubs de trueque, asambleas barriales, fábricas recuperadas, etc. Lo que se denominó un “nuevo protagonismo social”. Mientras las redacciones de los media oficiales estaban pobladas de autómatas y cínicos desbordados por lo que sucedía, en la calle se redescubría la comunicación social como fiesta colectiva. lavaca.org nació en ese contexto de extrema incandescencia a finales de 2001, animada por gente que sentía la necesidad imperiosa de respirar aire nuevo y darle la vuelta como a un calcetín al oficio de informar. Contra la mirada turística y/o impune del periodista estándar, el compromiso y los lazos vivos con ese “nuevo protagonismo social”; contra el espectáculo y los fuegos artificiales del “suceso”, la “noticia” y el “evento”, la insistencia en la realidad esencial de los procesos cotidianos; contra la tentación de juzgar, representar o señalar el camino a las experiencias alternativas, la función de acompañar, registrar, devolver y compartir el día a día de la construcción efectiva de otros mundos posibles. En definitiva, un útil, una caja de herramientas que prueba su valor diariamente en el roce sostenido con procesos sociales, mucho más allá de los círculos viciosos puramente militantes.
Antes de fundar lavaca hicisteis política desde otros medios más clásicos, sin relación directa con movimientos sociales. ¿Cómo fue esa experiencia? ¿qué límites encontrasteis en ella y qué reflexión os lleva a fundar lavaca?
Es difícil de resumir la experiencia previa de quienes hacemos lavaca sin tener en cuenta el contexto. Un ejemplo: yo comencé a trabajar profesionalmente dos meses antes de la guerra de Malvinas y una de mis primeras notas fue a las Madres de Plaza de Mayo, en plena censura de la dictadura, en una editorial que poco después fue clausurada por los militares. Al poco tiempo y en ese contexto logré publicar una nota que permitió a Abuelas de Plaza de Mayo recuperar al nieto N° 2. Luego, trabajé con Jacobo Timerman, después en un diario innovador como Página 12, pasé por el hipercomercial Clarín, hice la experiencia de llevarle un proyecto a un inversionista y convencerlo… Es decir, algunos tenemos más de 20 años en el periodismo y hemos desarrollado una experiencia profesional clásica o tradicional: pasamos de cronistas, a redactores, a editores, a directores. Ganamos dos premios Rey de España, escribimos libros, tuvimos hijos y, ahora, plantamos este árbol que es lavaca. Pero antes, durante y siempre tuvimos una relación con la política que también estaba relacionada con el contexto. Es decir, que además de ser periodistas fuimos militantes, delegados gremiales, activistas de derechos humanos. Y en algún momento de la Historia argentina esto pareció coincidir. Es decir, que nuestra sensibilidad social –por así decirlo- podía plasmarse en el tipo de trabajo periodístico que hacíamos. Logramos recibir un salario por escribir aquello que veíamos. Sin embargo, a fines de los 90, cuando la brecha entre lo que se veía y se podía escribir comenzó a tornarse insoportable, producto de la decadencia de los medios comerciales y sus brutales condiciones de producción, nos encontrábamos en la peor ubicación. Esto es, convertidos en jefes de un ejército de autómatas o cínicos. Nos quedaba, entonces, una de dos: quejarnos o salvarnos. Saltamos del Titanic, abrazados al madero de nuestras convicciones. Y aquí estamos, vivitos y coleando.
Contadnos la trayectoria de la experiencia de lavaca
–lavaca comenzó en la mesa del comedor de nuestra casa hace ya cuatro años. Y hoy sigue allí. Todo el resto cambió –nuestra cabeza, nuestro trabajo cotidiano, nuestro humor, nuestras teorías y prácticas- pero ese espíritu inicial no varió. No quisimos y no queremos criar estructuras, sino experiencias. El lema inicial estuvo inspirado en una frase del filósofo John Zerzan: “hacé algo o callate”. Y los primero que hicimos fue callarnos. Dejamos de asistir a las mesas redondas donde se diagnostican los males de la época (hasta el día de hoy seguimos rehuyendo de estos convites), para comenzar a hacer algo, que no sabíamos bien qué era hasta que lo comenzamos a hacer. Lo primero fue tener un espíritu de colectivo. Todos fuimos uno y cualquier ingreso –generado o no por el trabajo común- iba a ser compartido en partes iguales. Esto nos permitió sacarnos la presión de que cada uno libre su batalla por el sustento cotidiano en forma solitaria y soportar acompañado tareas que de otra forma hubieran sido más penosas. Así nos encontró –todavía a tientas, pero unidos- el 19 y 20 y diciembre. Nuestra primera producción “pública” como lavaca fue un informe sobre la historia de cada una de los asesinados en esas jornadas, con la convicción de transformar el número en una biografía. Enviamos por mail la información, anteponiendo un lema que mantenemos hasta hoy: anticopyright. No teníamos noticias del copyleft, así que nos salió esa denominación. Así, cabalgamos los primeros meses de agitación callejera, recorriendo asambleas, tomas de fábricas, piquetes. A los pocos meses, pudimos “abrir” nuestra propia página en Internet (www.lavaca.org), gracias a heredar servidor y herramientas, como canje por otro trabajo. Fue entonces cuando tuvimos que decidir qué haríamos. Y creo que allí fundamos la base más sólida de lo que somos hoy. Nos impusimos hacer sólo crónicas o reportajes. Y nunca escribir las típicas columnas de opinión. Esto nos obligaba a estar siempre en contacto con los protagonistas de los hechos. Fue una decisión consciente. Es decir, sabíamos que estaba naciendo algo nuevo y que todo lo que podíamos escribir nosotros era viejo. Debíamos, simplemente, registrar lo que estaba pasando. Y para eso, por cuestiones de disponibilidad, tiempo, recursos, teníamos que elegir muy bien qué no hacer. Había tanto para contar, que era imposible registrarlo todo. Fue entonces donde tuvimos que tomar la segunda decisión vital: qué temas registrar. Nos propusimos seguir determinados temas, y así lo mantuvimos desde hace cuatro años. Nos propusimos “actualizar” la página semanalmente. Y así lo hacemos desde hace cuatro años. El resultado es un método de trabajo que, sin saberlo, fundamos en esa mesa de comedor: lavaca es una colecta de recursos humanos. Lo sabemos ahora, cuando hay una necesidad concreta y pensamos entonces qué se necesita y quién lo puede hacer. Ya no se trata de escribir notas –cosa que seguimos haciendo- sino de crear lazos de comunicación. Pero eso lo sabemos ahora, después de mirar para atrás y ver lo que hicimos. Y de mirar para adelante y ver todo lo que nos falta hacer.
Ni representar ni opinar: hablábamos en Buenos Aires de que la consigna que explica mejor la intervención política y comunicativa de lavaca es «acompañar y aportar» a los movimientos sociales, ¿qué significa eso? ¿cómo se concreta? ¿qué aporta lavaca a los movimientos sociales?
Quisiera compartir primero –aunque de la lata- nuestra pequeña percepción de la comunicación en estos días. Nuestra experiencia es muy modesta y no pretende dictar cátedra sobre nada. Es un punto de vista que interpreta lo que nos ha tocado vivir. Y no sólo referido a la comunicación, sino a la época. Si aseguramos que está en crisis el sistema de representación –como es evidente en una Argentina en donde un Presidente asume con el 14 por ciento de los votos mientras la gente en la calle grita “que se vayan todos”- el periodismo, tal como estaba planteado hasta fines de los 90, se terminó. Hagámonos cargo de la parte que nos toca: lo matamos nosotros, los periodistas profesionales. No fue ni la concentración ni las corporaciones. El medio no es el mensaje: el mensaje es el mensaje y lo escribe cada periodista, que elige ser obediente o no, según le convenga. El problema es que agachamos la cabeza en una época hostil para ser conservador. La tecnología revolucionó los canales, las audiencias se cansaron de escuchar estupideces y comenzaron a aprovechar el viento a favor para convertirse en productores de mensajes cada vez más creativos. Los periodistas pasamos a ser los que se quedan sentados criticando mientras otros se divierten. La comunicación es una fiesta callejera y es un velorio en las redacciones. Hecha la autopsia, a quienes ya no sabemos hacer otra cosa útil, nos queda reflexionar. ¿Qué podemos hacer ahora? Estamos en una época fantástica, plena de novedades, de partos, de invenciones. Eso, de ninguna manera, puede ser malo para nosotros si nos colocamos en el lugar correcto. Elegimos, entonces, salir del medio.
Luego, elegimos dónde colocarnos. Y fue atrás. Corremos detrás de los que están creando un futuro que nos resulta siempre más interesante del que nosotros hubiésemos sido capaz de imaginar. Y desde la trinchera de la retaguardia, hacemos lo que podemos. En primer lugar, la intención es que cada quien pueda manejar los dos o tres trucos a los que ha quedado reducida la técnica periodística hoy. Doy ejemplos, para ser más clara. Con el MTD de Solano aprendimos a enseñar a enviar mails colgados desde un teléfono público, con una vieja computadora colocada arriba de una mesa destartalada en plena calle y la fila de mujeres, hombres y niños esperando turno en el teclado para pulsar enter. Fue casi un año, todos los sábados, luego del cual obtuvimos una página web que ellos aprendieron a autoeditar antes que nosotros (literalmente: nos habíamos propuesto no tocar nosotros el teclado durante esos talleres). Luego, ya más duchos, repetimos la experiencia con uno de los dos movimientos de fábricas recuperadas. Esta vez montar la página web nos llevó solo dos meses de entrenamiento. A esta altura, los talleres de redacción que compartimos con los movimientos son para nosotros verdaderas ceremonias. Hacemos una ronda, nos dedicamos a escuchar y cuando sentimos (realmente es un sentimiento) que captamos la música y la letra, elaboramos un borrador que leemos en voz alta. El resultado es una gacetilla o un documento que sólo si el grupo se lo apropia sabemos que ha sido el correcto.
En estos últimos tiempos, cuando comenzamos a trabajar el tema de las presas políticas, (vendedoras ambulantes y mujeres en situación de prostitución detenidas por participar de protestas sociales) nos metimos en algo de una profundidad que aún nos cuesta analizar las consecuencias. La más importante es la que nos está dejando la experiencia de acompañar a las presas. Desde hace un año, vamos a visitarlas todas las semanas. Al principio, grabamos entrevistas y fotos como una forma de sacar de la prisión su voces y sus caras. Editamos una revista junto al Colectivo Situaciones –al que invitamos especialmente para que nos acompañe en esta experiencia- y se la entregamos a las organizaciones y familiares con el fin de que recauden algo de dinero. En esa revista decidimos contar las historias de las mujeres presas. Pero unas estaban en la prisión de Ezeiza, detenidas por manifestarse en la Capital Federal. Dos son mujeres en estado de prostitución y una, vendedora ambulante. Y las otras estaban a dos mil kilómetros de distancia, en la Patagonia, detenidas por reclamar trabajo ocupando una planta petrolera. No se conocían entre ellas, por supuesto, pero a partir de la publicación comenzaron a escribirse de penal a penal. Las tres mujeres de la Patagonia lograron salir de prisión luego de ocho meses. Y las otras tres al día de hoy siguen presas. Pues bien: al día siguiente de ser liberada, una de ellas consiguió viajar a Buenos Aires para visitar a las que continuaban tras las rejas. Acompañarla a esa visita al penal fue comprobar hasta dónde habíamos logrado tejer una red de comprensión y solidaridad para nosotros inimaginable. Se trataron como lo que eran: compañeras de toda una vida de lucha.
Ir a la cárcel fue convirtiéndose en un acto de comunicación para nosotros prioritario. Les llevamos cuadernos y lapiceras, libros, recortes, fotos, cuentos, noticias. Y sacamos de allí cartas, grabaciones, pedidos, encargues. De todo el material hacemos copias para que cualquier organización la utilice en actos de difusión de la situación de los presos. Así fue, por ejemplo, que las fotos se convirtieron en afiches que ya ni sabemos quién los hace y hasta ilustraron notas en periódicos comerciales.
Lentamente, nuestra misión de comunicación derivó en mediar entre las diferentes organizaciones que trabajan en la campaña por este tema. Desde conectar a abogados de diferentes organismos de derechos humanos hasta coordinar las reuniones donde se elaboran las distintas acciones de reclamo por la liberación. Hace poco, por ejemplo, se cumplió el año de las detenciones de los 15 presos y presas por manifestar en la Legislatura porteña y nuestra tarea fue coordinar la organización de una jornada en el Obelisco, con músicos, actores, movimientos, colectivos de arte. Sólo uno de nosotros se dedicó a escribir una crónica para subir a nuestra página. El resto estuvo abocado a conseguir un camión para trasladar el escenario, ordenar la rutina de los músicos, distribuir los puestos de la feria y lograr que desde el teléfono celular se escuchara la voz de las presas que hablaron en directo con todos los que allí estaban. Ese fue para nosotros el momento más importante de nuestro trabajo: sostener un micrófono delante de un celular para que se escuche la voz de una prisionera. No encuentro una mejor manera de ilustrar lo que significa ahora para nosotros nuestro rol.
Mientras el ruido y la mera virtualidad limitan la potencia de herramientas comunicativas como Indymedia, otra cosa importante en vuestra experiencia es que «ponéis el cuerpo» a la hora de hacer comunicación. ¿Qué aporta esto a vuestro acompañamiento de los movimientos sociales?
A nosotros nos aporta mucho. No estoy segura de que a los movimientos le signifique tanto. Poner el cuerpo es básico y sin eso no hay posibilidad de cambio en la comunicación. No existe ninguna posibilidad de utilizar la tecnología a favor de una sociedad distinta si no se pone el cuerpo en el territorio donde se libra la batalla por ese cambio. Podría dar muchas explicaciones para justificar esta posición. Pero dos son prioritarias. En principio, aprendimos de la experiencia de las Madres –a las que debemos tanto- que el miedo se cura con los pies. Y el miedo es un arma contra la cual, en estos tiempos, es necesario luchar todos los días. Caminar junto a otro es lo único que nos quita de encima la pistola que nos pone en la sien la noticia del día. Salir a la calle es ponerse en contacto con la verdad, sea cual sea: buena o mala. Pero también, para quienes estamos condenados a librar esa batalla en zonas urbanas, poner el cuerpo es convertir en territorio la propia experiencia. Esto es lo que crearon los Sin Tierra de Brasil: el concepto de territorio como espacio mental. Hay un lugar donde nadie puede mandar si otro no obedece. Y ese es el espacio a conquistar: nuestra propia cabeza. No es tan sencillo, porque allí se ha librado una batalla cultural de la que seguimos prisioneros, aún cuando no queramos. Movernos es entonces el primer paso para mudar perspectivas, intentar zafarnos de las cadenas que nos sujetan a la clase, al sexo, a la cultura, a la moral a la que nos ataron. Poner el cuerpo es lo que nos permite establecer un contacto humano, real, sin el cual no hay comunicación verdadera.
Nosotros, que somos para muchos tan sólo una página web, para los movimientos junto a los cuales trabajamos somos personas con nombres, carne, defectos, a las que pueden insultar o abrazar, como tantas veces han hecho. Entendemos lo virtual como un mero megáfono que amplifica alguno de los muchos mensajes que necesitamos dar, pero también como una rendición de cuentas: si saben quiénes somos es también por lo que escribimos.
No sois una «agencia de comunicación de los movimientos sociales» ni pretendéis que lavaca.org represente a todas las experiencias políticas argentinas: decididamente hacéis «comunicación de parte», con ejes concretos de trabajo, ¿no es cierto? ¿Qué reflexión os lleva a decidir a qué experiencias acompañáis?
En parte tomamos la decisión teniendo en cuenta qué temas garantizamos dar continuidad. Pero también es importante qué temas no van a ser abordados por los demás. Y esto incluye a los propios medios que se denominan a sí mismos alternativos. Un ejemplo es el de las fábricas recuperadas. Al día de hoy, salvo cuando se produce un hecho violento –como un desalojo-, no fue un tema de seguimiento por parte de ningún medio. Hay mucho del ideario de la izquierda tradicional que conspiró en contra de este movimiento. Al no saber cómo clasificarlo y al no poder controlarlo, lo dejó a un lado. A nosotros nos interesó, sobre todo, el cambio subjetivo que podía producir en un obrero tradicional controlar los medios de producción. ¡Nada menos! Y registrar esos cambios implicaba un trabajo sostenido y continuo en el tiempo. El tema de las presas políticas es otra decisión que implicó, cuanto menos, seguirlo hasta que se obtuviera la libertad. Y esto nos está llevando ya un largo año. Por supuesto que cuando comenzamos no sabíamos cuánto iban a estar detenidos, pero teníamos la intuición –por no decir la convicción- de que no iba a ser por poco tiempo.
Si otro medio hubiera garantizado comunicar sobre estos temas, sin duda no hubiésemos seguido con ellos. Decidimos no competir, sino convivir y sabemos que hay quienes por acceso a la información, afinidad o interés pueden informar sobre ciertos temas mejor que nosotros. Un ejemplo es la información sobre pueblos originarios que realiza Indymedia argentina, un tema que por supuesto nos interesa pero que en lavaca no vas a encontrar simplemente porque otros lo hace mejor que nosotros. Tampoco tenemos buena información internacional, por ejemplo. No pretendemos darle a nuestros lectores la idea equivocada de que podemos informarlo acerca de todo. Simplemente porque es mentira: no podemos.
¿Qué experiencias acompañáis ahora?
-Estamos trabajando muy de cerca con las mujeres de Ammar Capital, una organización de mujeres en estado de prostitución que tiene dos de sus integrantes detenidas. Comenzamos por allí –por las presas- y así llegamos al hoy, donde una vez por mes participamos de un taller que pedimos que coordine el Colectivo Situaciones, donde hablamos del miedo, del sexo, de la calle, de la represión. Invitamos también a participar de ese encuentro a las mujeres del MTD de Solano. Y como una cosa lleva a la otra, en estos días estamos saliendo de viaje a Bolivia con una de las integrantes de Ammar y otra de Solano para conversar con mujeres de organizaciones sociales de Cochabamba y La Paz. Una escritora y militante amiga, Marina Sitrin, juntó peso por peso el dinero de los pasajes y los amigos y amigas bolivianos nos garantizan el resto: contactos, hospedaje, comida y charla durante una semana. Veremos qué nos traemos de allí, pero ya fue interesante la experiencia de preparar con todas las mujeres de Ammar las preguntas para llevarnos al viaje.
Seguimos trabajando con las fábricas y empresas recuperadas. Estamos tratando de que la Clínica IMEC tenga su propia página web, porque así lo quisieron ellos en una asamblea, y estamos en plena tarea de entrenarlos en la autoedición. También colaborando con el Hotel Bauen, que está siendo todas las semanas amenazado con un desalojo, y quieren en los próximos días organizar un festival en la puerta, en pleno Corrientes y Callao.
Seguimos, por cuestiones casi personales, el juicio por el asesinato de Darío y Maxi, dos muchachos asesinados el 26 de junio de 2002 en Puente Avellaneda. Fue un caso por el que hicimos mucho en su momento y para el año, colaboramos en la edición del libro que sobre el tema escribieron los integrantes del movimiento (si hay un error es culpa nuestra porque hicimos el editing) y ahora que se llegó a una instancia como el juicio oral queremos seguir de cerca lo que allí suceda, no porque creamos en la ceremonia judicial, sino por el registro que nos pueda dejar en la memoria escuchar los testimonios de funcionarios y policías en directo. Las jornadas del juicio son, la mayoría de las veces, de hasta 12 horas, así que no podemos garantizar ir a todas, pero al menos una vez por semana estamos cumpliendo con lo que nos propusimos: estar allí para contarlo.
-Otra cosa que me impresionó de vuestro trabajo es la temporalidad que lucháis por establecer: frente a la amnesia que producen los medios oficiales (descontextualización, superficialidad, espectáculo) y la dispersión habitual de los medios alternativos, vuestra apuesta es «acompañar sostenidamente» a las nuevas experiencias de contrapoder.
Lo nuevo, pensamos, necesita tiempo. La verdad, creemos, necesita tiempo. Pero nuestras crónicas, muchas veces, son urgentes. Se escriben en pocas horas. Lo cual deja mucho margen para el error, para la mirada prejuiciosa, para la inexactitud. Decidimos, entonces, que teníamos que escribir sobre aquellos procesos a los que pudiésemos dedicarle un tiempo de seguimiento, de registro de su evolución. No voy a negarte que hubo mucho de personal en la elección. Aquellas cosas que nos entusiasmaban más fueron las que decidimos seguir más de cerca. No escribimos, entonces, sobre las asambleas barriales, pero sí sobre las fábricas recuperadas, por ejemplo, en principio porque nos conmovió compartir con los obreros situaciones como resistir un desalojo, enfrentar a la policía, ver llorar con mocos a hombres cincuentones porque no podían regresar a sus casas sin nada, verlos reír con mocos porque se ponía en marcha la máquina, cosas que se parecían mucho a registrar pequeñas revoluciones que nos transformaban. Fue un aprendizaje duro, porque estábamos acostumbrados a la impunidad del cronista que va, mira, escribe y no regresa jamás a escuchar lo que dicen los protagonistas de aquello que escribió. Bueno: nosotros volvíamos. Y no siempre nos esperaban con un halago. Con el tiempo, compensamos los errores de nuestra soberbia con la paciencia: nos veían ahí, otra vez y otra vez y la siguiente. Podíamos parecerles torpes, pero al menos éramos persistentes.
Esa continuidad marcó nuestro destino, en todo sentido. Es así desde el principio. Esto hasta ahora nos ha permitido seguir produciendo, así que se ha convertido en un motor que al comienzo, en plena ebullición, parecía hacernos mover lento pero que ahora, cuando ha bajado tanto la producción de información independiente, nos hace producir más, incluso, de lo que un mortal interesado puede llegar a digerir en una semana. En estos últimos meses hemos tenido que fijarnos cuántas notas subir a la página por semana, porque estábamos atragantándonos con información. Tratamos de cuidar ese aspecto de la comunicación: sobre qué vamos a conversar con nuestros lectores esta semana. Son para nosotros mensajes importantes, aún cuando no sepamos a cuántos le importen. Por suerte, hasta ahora el interés no ha decaído y desde que tenemos memoria no ha parado de subir en contador de visitas, así que por el momento no tenemos registro de cuál será nuestro techo. Aunque sabemos que llegará y estamos preparándonos para registrarlo.
¿Cómo trabaja lavaca la relación con los media oficiales?
Estamos convencidos de que no hay que trabajar para “salir en los medios”, aunque siempre nos encontramos con que esa es la primera necesidad que plantean los movimientos. Así que generalmente, cuando se comienza a planificar una acción, escuchamos cosas tales como a qué horario conviene hacerla para que llegue la TV o quién tiene contactos para convocar a la prensa, incluso la alternativa. Tenemos un número montado como respuestas. Hace un tiempo, una revista de actualidad publicó en su portada la foto de la esposa de un dirigente piquetero. La mujer posaba en la foto con una remera muy sexy. Tenía una falda corta y la toma se le había hecho de forma tal que se le veía la bombacha (las bragas para ustedes). Bueno: para salir en los medios tenés que estar dispuesto a mostrar la bombacha… de tu mujer. Es decir, para tener un espacio allí hay que estar dispuesto a deformarse de tal manera que hay que plantearse si vale la pena (tomando esta frase literalmente) comunicar algo así, abierto de piernas impúdicamente.
Pero como aún cuando creamos que esta es una condición necesaria de la producción comercial de la noticia, el hecho de que los movimientos todavía le den importancia a la comunicación mediática de sus problemáticas nos ha obligado a dar una respuesta eficaz, sin caer en esas bajezas. Inventamos entonces los talleres de contrainformación. Se trata, entonces, de garantizar que un evento puntual sea “cubierto” a la manera de una agencia de noticias. Realizamos la convocatoria (en general, a periodistas profesionales o estudiantes de comunicación), repartimos las tareas (cada uno elige la nota que quiere hacer) y armamos una red de distribución del material que esa “agencia” creada por uno o dos días produce. La red puede incluir desde foros, páginas web, listas de mails o reenvíos a los contactos personales. El día del evento fijamos un horario de “cierre” y nos sentamos a esperar que lleguen las notas. Increíblemente, llegan. La única condición que ponemos es que sean crónicas o reportajes. No las editamos. Salen como vienen, salvo que haya errores ortográficos o de nombres propios (y siempre que nosotros los notemos). Hemos llegado a recibir 80 notas o 7, según el evento, lo que implica que han trabajado docenas de gente sin más interés que contar que lo vieron. La parte más interesante es cuando logramos que más de una persona escriba sobre el mismo hecho. Es interesante comprobar como a pesar de haber estado en el mismo lugar y esforzarse por escribir en un formato tan tradicional como un cable informativo, las perspectivas son absolutamente diferentes. Para el final, convocamos a una reunión de balance junto a los organizadores del hecho. Hasta ahora solo hemos recibido aplausos y agradecimientos. Y la comprobación de que, cuando hay tanta producción hay también presión de difusión… la noticia termina incluso apareciendo hasta en los medios comerciales.
El segundo paso es conversar con los movimientos sobre estas experiencias. Analizar si el mensaje llegó a dónde querían que llegue. Y cómo. Ahí es donde aparece entonces la necesidad clara de establecer otra forma de contacto, que sin duda da más trabajo pero que es parte de la construcción de otra manera de relacionarse. No es la publicación de una noticia sino la creación de un vínculo lo que garantiza la comunicación. Y sin bien es cierto que esto no es fácil, hay algo que aprendimos junto a los trabajadores desocupados: el principal recurso de los que no tienen otra cosa es el tiempo. Porque el tiempo es nuestro.
(c) Amador Fernández-Savater. Se permite la reproducción de este texto por cualquier medio siempre y cuando sea sin ánimo de lucro y esta nota se mantenga.
Nota
Más allá de tu vereda: un documental sobre personas en situación de calle en CABA

Más allá de tu vereda.
Así, a secas, es el nombre del documental que acaba de estrenarse.
No es un documental más. Así se llama el programa de radio de y para personas que viven o vivieron en la calle, que se realiza semanalmente en la organización Sopa de Letras. Esta cobija y aborda la problemática así como la salud mental, desde hace más de 10 años en el barrio porteño de Parque Patricios.
El documental explicita la importancia de la radio, el valor de la comunicación, la potencia de lo colectivo, la necesidad de comunicarse, y que alguien escuche del otro lado, o mejor aún: al lado. Y también refleja la historia de Víctor Rodríguez Lizama, su director, que tiene 64 años y vivió varios en situación de calle.
El Cuervo, como le dicen a Víctor por su fanatismo por San Lorenzo, visibiliza en primera persona junto a otrxs protagonistas lo que se ve a diario, pero no tanto. Lo que se sabe, pero no tanto.
En Más allá de tu vereda, Víctor entrevista a muchos de los integrantes del programa que se emite en Radio Parque Vida (105.9) desde hace más de tres años.
Marcela dice que antes sólo escuchaba. Y que ahora se animó a decir.
Luciana dice que perdió un poco la timidez. Y que, quizá, eso la ayudó a crear la sección “la música que nos hizo”.
Cata dice que encontró un espacio para hacer arte. Para animarse a leer sus poesías.
Alicia dice que antes hablaba “poquito”. Y que ahora “habla un poquito más”.
Lautaro habla cuando llora, emocionado. Dice que no tenía experiencia. Y que ahora se sorprende de sí mismo.
Juan Bautista dice que es el encargado de informar las noticias. Y que ahora sí, alguien escucha su punto de vista.
Cristian dice que está más atento a su alrededor. Tanto, que ahora se anima a opinar.
Víctor dice que hasta no hace mucho, había personas que no agarraban el micrófono. Y que ahora no lo quieren soltar.



Termina el documental, con una última imagen; pantalla en blanco y una sola línea en letras negras.
«A todos los que estuvieron en situación de calle y ya no están».
Hay aplausos, hay felicidad, hay valoración.
Hay orgullo.
Luego, se abre el micrófono para que quien quiera diga lo que quiera.
Jorgelina: “Hagamos más radios”.
Adrián: “Podría estar en cualquier otro lado, haciendo cualquier otra cosa en este momento y gracias a ustedes estoy acá, me ayudaron un montón desde lo emocional”.
Cierra Víctor Rodríguez Lizama, con la remera puesta de su San Lorenzo querido y su pelo repleto de canas:
“La finalidad de este documental es mostrar cómo a través de la salud mental podemos llegar a la gente invisibilizada, que está ignorada. Ojalá que se reproduzca en otros lugares, que sirva de herramienta para salir adelante. Hoy hay mucha más gente viviendo en situación de calle. Además de haber vivido mucho tiempo, participé de los censos populares. Recientemente censamos en la comuna 1 (Retiro, San Nicolás, Puerto Madero, San Telmo, Monserrat y Constitución) y sólo acá contamos 1480 personas, por donde vos camines están. En la olla popular que hacemos en el Parque Lezama se ve algo similar al 2001. Más personas en calle y más hambre”.
Detrás del Cuervo hay un pizarrón donde se completa al nombre de su documental:
“Más allá de tu vereda,
hay otra realidad,
atrás de tu puerta”.
Al costado, un mural con un puñado de palabras escritas en letra cursiva:
“Hasta que no quede ni una sola persona en situación de calle,
allí seguiremos estando”.
Nota
La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos

Este domingo a la madrugada murió María Teresa López, asambleísta contra la contaminación en su ciudad natal, Caleta Olivia, luego mudada a Capital Federal y parte del grupo Jubilados Insurgentes. Mary se enfermó de cáncer producto de la contaminación que ella misma denunciaba, y luego fue abandonada por el Estado en modo motosierra: el PAMI se negaba a entregarle medicamentos, pese a amparos judiciales a su favor. Una historia que genera bronca e impotencia, pero que a través del recuerdo de sus compañeras de lucha se revela como una lección de vida, en el más profundo sentido de la palabra: lo colectivo frente a lo personal, la idea de no perder el tiempo, la movilización permanente, la generosidad, la sabiduría, y qué es la muerte.
Por Franco Ciancaglini
Algunos dirán que Mary era bajita y otros que tenía el porte enorme de Nora Cortiñas.
Desde la pandemia solía esconder su sonrisa detrás de un barbijo, aunque sus motivos de alegría eran cada vez menos:
- su salud era cada vez más delicada;
- los medicamentos oncológicos no llegaban;
- y la lucha que encaró desde siempre —primero en su Caleta Olivia natal contra la contaminación, luego contra el sistema de salud público y, al final, como parte del grupo Jubilados Insurgentes— cada vez implicaba poner más el cuerpo.
Fue su cuerpo lo que, este domingo 21 de julio, dijo basta.
Mary se convierte así en algo odioso: un símbolo. Un símbolo de la muerte sistemática que genera un sistema que enferma y abandona. Pero también en un símbolo de lucha por la vida, en el sentido más profundo de la palabra.

Contaminada
María Teresa López nació en 1959 en Caleta Olivia, Santa Cruz. Falleció el domingo pasado a sus jóvenes 67 años, en un hotel de la calle La Rioja, en Once, ciudad de Buenos Aires. Sí: vivía en un hotel. Sola, producto del desarraigo que le produjo tener que trasladarse para atenderse de un cáncer de hígado.
Ese fue el diagnóstico médico: una metástasis que avanzó en el último tiempo al ritmo frenético de una motosierra.
La causa que no figura en su partida de defunción es aquella que ella misma denunció hasta el final: a Mary le negaban medicamentos oncológicos indispensables para su tratamiento.
Lo que tampoco figura en su partida es que Mary fue arrancada de su Caleta Olivia natal porque se enfermó, al igual que decenas de personas de esa localidad, producto de la contaminación del agua por actividades extractivas en la zona.
Contaminada
La vida de Mary fue la de una militante social de una estirpe rara: austera, firme, silenciosa, estudiosa, imparable.
Sus compañeros reconstruyen sus historias: que de chica le hicieron un test de inteligencia y un profesional le dijo a su madre que ella era más o menos superdotada; que seguramente podría hacer dos carreras universitarias a la vez; que terminó la secundaria antes de tiempo y luego cursó dos carreras; que se enganchó con el ambientalismo muy joven y empezó a investigar cuando las empresas petroleras negaban la contaminación de las napas de agua.
Formó parte de la Asamblea Ambiental de Caleta Olivia, desde donde luchó sin descanso contra la contaminación provocada por el fracking. Mucho antes de enfermarse, denunciaba que el agua que llegaba a las casas estaba contaminada con petróleo. Lo sabía por la evidencia científica más contundente que tiene una comunidad contaminada: que sus vecinos, familiares y amigos enfermen y mueran.

Ante los medios Mary describía lo que vivía y veía alrededor: “La gente se muere o queda discapacitada”. En una entrevista para el programa Conciencia Solidaria, precisaba sobre su territorio:
- “Caleta Olivia… tiene un problema grave: falta de agua potable, y encima está contaminada por la industria petrolera. Los muestreos de agua que hemos sacado y analizado han dado positivo: está contaminada el agua que estamos tomando.”
- “La situación es muy grave, se está muriendo muchísima gente de esas 11 localidades, 9 están en terrible condición… además tuvimos un caso muy grande de gastroenteritis que afectó a 340 personas”.
También contextualizó el vínculo entre agua contaminada y salud pública: “Los metales pesados son cancerígenos, mutagénicos, van mutando de una generación en otra… nacen chiquitos con problemas… o fallecen de cáncer».
Denunciaba en Caleta Olivia la presencia de hidrocarburos, arsénico y metales pesados en el agua, además de enfermedades poco frecuentes que, como decía ella, “no tienen cura” y crecen en esa región patagónica. Alertaba con claridad: “No es solamente cáncer, sino Enfermedades Raras o Poco Frecuentes. Muchos pacientes no están bien atendidos… La situación se agrava cuando se trata de estas patologías: solo se ofrecen tratamientos paliativos.”
Un mal día le tocó a ella, ya con la certeza profunda de que la contaminación ambiental fue parte del combustible de su cáncer de hígado.
En agosto de 2015, en un foro en defensa del agua organizado en Comodoro Rivadavia, otras asambleístas como Lidia Campos, de la asamblea contra el fracking de Allen (Río Negro), la conocieron personalmente luego de años de tramar resistencia contra el extractivismo: “En el Foro en Comodoro había gente de todos lados… Y estaba Mary, que ya tenía problemas, como un problema en la boca del estómago… No se sabía bien… Uno tapa esas cosas y habla de la lucha, la salud quedaba en segundo plano. Mary no era de hablar de lo personal; siempre se preocupaba más por lo colectivo».

La describe así: “Era menuda, callada. Pasaba desapercibida. Pero cuando abría la boca, te dejaba con la boca abierta. Sabía muchísimo. Y tenía una convicción inquebrantable.”
Recuerda Lidia que, en 2019, Mary pasó de la denuncia mediática a la judicial: presentó un amparo colectivo ante la Corte Suprema contra la contaminación del agua con hidrocarburos, arsénico y metales pesados. Denunciaba así, ante el máximo tribunal argentino, el abandono del sistema cloacal, basurales a cielo abierto, y exigía la puesta en marcha de una planta de ósmosis inversa paralizada (actualidadjuridicaambiental.com). En ese expediente Mary detallaba:
- “Frecuentes interrupciones en el suministro… agua contaminada con hidrocarburos totales y arsénico… napas freáticas contaminadas por fracking…”.
- Solicitaba medidas cautelares urgentes: provisión gratuita de agua apta, saneamiento cloacal, cierre de basurales y puesta en funcionamiento de la planta de ósmosis inversa.
Esa presentación inédita, que firmó ella misma, reflejaba años de trabajo comunitario, denuncias y… enfermedades. Pero su denuncia fue ignorada, archivada y judicialmente ninguneada: tras seis años, la Corte se declaró “incompetente” y desestimó el recurso, sin resolver la situación de fondo.
Mary no se rindió: en 2020 fue caminando hasta Balcarce 50 para presentar a través de Mesa de Entradas de la Casa Rosada una carta firmada por una red de organizaciones en defensa del agua dirigida a Alberto Fernández, denunciando la contaminación del agua y relacionándola lúcidamente con argumentos que el ex Presidente daba como recomendaciones durante la pandemia.



Lidia Campos es la que recupera y comparte a lavaca este documento, y la que como asambleísta define su legado: “Lo que ella hizo fue histórico. Vale la pena hablarlo para las próximas generaciones… En esta época hemos perdido tanta humanidad que a nadie le importa. Pero acá hay alguien que dio su vida. Dio, literalmente, su vida.”
El último recuerdo que Lidia conserva data del 14 de julio de 2023, durante una jornada de lucha contra Mekorot, la empresa nacional de agua israelí que intentaba desembarcar en Argentina con intenciones sospechosas. Relata Lidia: “Ella estaba afuera del Anexo del Congreso con los Jubilados Insurgentes para protestar… Después fuimos a una confitería. Le pregunté si había comido al mediodía… no había comido nada. Le sugerí unos tostados o medialunas con queso. Pidió un té. Cuando llegó lo que pedimos, no lo pudo comer”. Igual, se sacaron esta hermosa foto compartiendo. Y ese mismo día, antes de despedirse, Mary le regaló una pashmina rosa a Lidia para protegerla del frío.

Abandonada
Cuando se enfermó y vio que su asamblea se desarmaba –entre otras cosas precisamente porque muchos enfermaban- Mary se trasladó a Buenos Aires. Pretendía resistir y atenderse bien, cosa que logró durante muchos años: su lucha logró que PAMI le asignara el Hospital Italiano para su tratamiento.
Tuvo un cáncer controlado que se descontroló al ritmo del deterioro del sistema de salud: primero Macri, luego Fernández, la pandemia y finalmente Milei como garrotazo final.
Desde 2023 su situación empeoró drásticamente. Su compañera Zulema, de Jubilados Insurgentes, relata: “El PAMI decía que tenían medicamentos para esa patología, pero no eran los que había indicado su médica… entonces no los aprobaban. A veces los recursos judiciales salían favorables, pero el PAMI tampoco los entregaba. La impotencia era terrible».
Sino miren este video.
María Teresa López dice claramente: “El mecanismo es simple: es eliminarnos, gastando menos… llegar al déficit cero… matándonos.”
El video la muestra junto a sus compañeros de Jubilados Insurgentes en un reclamo frente al PAMI por sus medicamentos.
Sigue: “Es más fácil eliminarnos de manera nefasta e inhumana… Para mí ustedes son asesinos, y les importa un bledo”.
Hoy, un año y mes después, Mary tenía razón.
Zulema continúa: “Ella no podía hacer la quimio porque la droga fundamental no estaba… íbamos al PAMI con compañeros, hacíamos reclamos, pero no facilitaban nada. Cuando le autorizaban un tratamiento de ocho sesiones, solo le entregaban dos dosis. Nos confesaron que no se molestaban en dar el tratamiento completo porque muchos morían antes… Pero Mary resistía, resistía… llegó un momento en que el cuerpo no resistió más».”
Una de las últimas veces de manifestación ante el PAMI, sin Mary, el personal de seguridad preguntó por ella en la puerta: “¿Cómo está Mary?”
La respuesta era obvia: mal.
Insurgente
Pese al deterioro físico, Mary se unió a los Jubilados Insurgentes. Entendió que el sistema no solo descarta a quienes enferma, sino también a los que ya no pueden “producir”.
Zulema recuerda: “¡Tenía un carácter! Ese carácter es el que la hizo resistir cuando muchos se daban por vencidos”.
Llegó a ese espacio dos años atrás, íntimamente vinculada con su enfermedad. “Se metió en todo lo legal… recursos, fiscalías, Comodoro Py… sabía de litigio ambiental”, dice Zulema.
El 12 de junio de 2024, durante la lucha contra la Ley de Bases, estuvo firme en Plaza los Dos Congresos. “Nosotros la cuidábamos porque estaba débil, pero se escapaba, quería seguir.” Conocía a todos. “Era muy luchadora. Y hablaba con energía. Siempre nos pedía que unamos las luchas».
Lo que posiblemente sea su último legado lúcido: unir las luchas del ambientalismo con las banderas de los jubilados.
Sobre su convicción, Zulema dice: “Cualquier cosita que ella hacía la asumía con total responsabilidad… vino con cartulina, se traía el cartel… Cuando asumió Milei hizo un cartel que decía ‘Toda la clase política es responsable de la debacle del país’, lo diseñó ella misma”.

Otra anécdota: “Una vez vino a una reunión, con anotador en mano, ya predispuesta. Algunos comenzaron a hablar de su vida personal, y se enojó. Se levantó, juntó sus notas y se fue. Dijo: ‘acá se pierde tiempo, no van a llegar a nada’. Pero volvió. Con dramas y todo, no quería perder el tiempo: estaba alerta. Era consciente de que la tarea era enorme, y le ponía ímpetu”.
Mary sabía que no le quedaba mucho tiempo y por eso nunca bajó la guardia.
Siguió yendo cada miércoles a las rondas frente al Congreso, siempre con barbijo, para cuidarse y cuidar. Participó del Malón de la Paz, llevó agua, militó con grupos ambientalistas, jubilados y religiosos. Organizó actos, escribió cartas, e insistía en que el 22 de marzo, Día Mundial del Agua, había que salir a las calles. Siempre. Aunque lloviera, aunque doliera.
Porque Mary enseló que la muerte no es algo que ocurre al final: es eso que va sucediendo en vida ante la indiferencia, el silencio de los tribunales, el apagón de las protestas, la descomposición del cuidado, la impunidad de los contaminadores y la complicidad del silencio.
La muerte es el abandono.
La muerte es el olvido.
Y en ese sentido, Mary sigue más viva que nunca.
odas las agrupaciones de jubilados que se juntan los miércoles a protestar en Congreso, preparan un homenaje a Mary y, a través de ella, “a todas las víctimas del sistema y de este plan siniestro de exterminio de los más vulnerables”.
Será mañana, después de la marcha, en un acto en Plaza de Mayo.
Mary: gracias.
Hasta mañana.
Nota
Pablo Grillo: llaman a indagatoria al gendarme Guerrero a seis meses de un disparo criminal

El 2 de septiembre el gendarme que disparó una granada de gas lacrimógeno por fuera de todos los protocolos de la fuerza deberá comparecer ante la justicia. La decisión la tomó la jueza María Servini de Cubría más de cuatro meses después del hecho. Pablo Grillo luchó por su vida, perdió masa encefálica y hoy se encuentra en plena rehabilitación. Todo lo que deberá explicar Héctor Guerrero y que implica a su principal defensora y la responsable de la violencia estatal: Patricia Bullrich.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cuatro meses y una semana pasaron desde el miércoles 12 de marzo. Ese día, durante otra violenta represión a la marcha de jubilados y jubiladas, el Gendarme Héctor Guerrero le disparó fuera de toda legalidad una granada de gas lacrimógeno al reportero gráfico Pablo Grillo, cuyo impacto casi lo mata, y por el que perdió parte de la masa encefálica, estuvo casi tres meses internado en terapia intensiva en el Hospital Ramos Mejía y por el que hoy continúa en proceso de rehabilitación. Cuatro meses y una semana pasaron hasta hoy, lunes 21 de julio, en el que la jueza María Servini citó a indagatoria al gendarme, autor material de lanzamiento, para el próximo 2 de septiembre.
Es decir: entre la ejecución y la audiencia habrán pasado 131 días, casi seis meses, casi medio año.
El camino de la in-justicia
En un primer momento, la jueza había rechazado el expediente y el caso había pasado al Juzgado Federal N° 12, donde tramitaba otra denuncia por los mismos hechos. Como ese juzgado estaba vacante y subrogado por Ariel Lijo, quien también se declaró incompetente y declinó la competencia, el expediente regresó al Juzgado N° 1 el 28 de marzo y la jueza Servini lo tiene en sus manos desde el 10 de abril, a la vuelta de una licencia.
La cronología detalla el tiempo que una familia debe atravesar para exigir justicia por un hecho de violencia estatal: desde el 21 de marzo en que el papá, la mamá y el hermano de Pablo se presentaron en la causa como querellantes, solicitaron se llame a Guerrero a declarar “en calidad de imputado, por tentativa de homicidio agravado por abuso funcional, abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público”. Pero no hubo respuesta. Por eso, el 6 de junio, reiteraron el pedido con estos argumentos: “Desde el inicio de la investigación, todas y cada una de las pruebas recabadas por el Juzgado corroboran lo que planteamos en nuestra querella del 21 de marzo: el cabo primero Héctor Jesús Guerrero de la Gendarmería Nacional Argentina fue el autor del disparo de la pistola lanzagases que hirió de gravedad a Pablo Grillo el 12 de marzo a las 17.18hs”. Y agregaron: “En el pedido que presentamos ante la jueza Servini ofrecemos una descripción de los hechos y un análisis pormenorizado de los elementos de prueba existentes hasta el momento”.
Y no hubo dos sin tres: el 15 de julio se le volvió a exigir al Juzgado que lo cite a Guerrero.
Y la tercera fue la vencida: este lunes, Servini citó a prestar declaración indagatoria al cabo Guerrero como autor del disparo con cartucho de gas lacrimógeno calibre 38mm que impactó en la cabeza de Pablo Grillo. La audiencia será el 2 de septiembre a las 10.
Guerrero es el primer efectivo formalmente imputado en la causa por el operativo policial del 12 de marzo.
Desde la querella informaron: “El juzgado ordenó la realización de una pericia balística a cargo de la División Balística de la Policía de la Ciudad para reconstruir con el mayor nivel de precisión técnica posible el disparo que hirió de gravedad a Pablo. Si bien la jueza consideró que ya existen elementos de prueba contundentes respecto de la responsabilidad de Guerrero para esta instancia, sostuvo que la pericia es necesaria para afianzar la reconstrucción de la dinámica del hecho”.
La pericia tendrá como objetivos precisar:
-La trayectoria y velocidad del proyectil que impactó en la cabeza de Pablo Grillo;
-La posición del arma al momento de efectuarse el disparo y el ángulo de salida del proyectil;
-Analizar si el proyectil impactó previamente contra otra superficie, y si eso alteró su dirección o energía.
-Las ubicaciones de Grillo y de Guerrero al momento del disparo.
El juzgado también ordenó, previo a la pericia, una inspección en el lugar del hecho (la esquina de Hipólito Yrigoyen y Solís) que incluirá un relevamiento fotográfico terrestre y aéreo y la elaboración de un croquis detallado de la escena.
Además, le prohibió a Guerrero la salida del país.
Compartimos el perfil de Pablo que realizamos en la edición 203 de MU.
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