Nota
Paro de sindicatos y movimientos sociales: la candidata ambulante
El paro de este 30 de abril fue presentado como una posible bisagra sindical, y como un reinicio de actividad de gremios y movimientos sociales frente a las políticas del gobierno. ¿Cómo fue en los hechos? Lo electoral y lo que no se puede esperar hasta octubre. La performance policial produjo 39 detenciones. La fuerza del paro, la clase media y las rebeliones gremiales en lugares como Rosario. Las palabras de quienes rodearon la marcha porteña, y una propuesta presidencial desde la Villa 31.
Fotos de Nacho Yuchark.
Las columnas de sindicatos encuadrados, masivamente varoniles, con redoblantes y alguna que otra trompeta, caminan fluidamente hacia Plaza de Mayo sobre el asfalto en el que se ven pintadas imágenes sin rostro junto una palabra y un número: “Fueron 30.000”. Ni miran el puesto de choripanes y hamburguesas que instalaron María José y Wilson.
Unos marchan durante un paro. Los del puesto, no pueden dejar de trabajar. Todos están en la misma, pero todo es diferente.
María José (33) y Wilson (26) vinieron de la Villa 31 a instalar –como en cada marcha- su puesto de choripanes en Avenida de Mayo y Piedras. Son pareja e integrantes de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y tienen un diagnóstico preciso:
· “Está difícil todo”.
Un ejemplo económico: “Hay mucho enojo y, también, menos plata. La gente trata de traer comida en tupper. Lo vemos acá. Se traen un bizcochito o sanguchito, pero no compran”.
¿Están de acuerdo con el paro? “El paro está perfecto porque hay que darle un paro al gobierno. Los que tienen que parar son ellos con los aumentos de tarifas y de precios”.
María José recuerda que ocho meses atrás tenían un puesto mucho más grande que el actual.
¿Qué pasó?: “Era una marcha como esta, vino la policía y nos tiró todo al piso. Wilson gritaba pero la policía rompía todo. Nos dijeron que era por orden directa del gobierno. Antes podíamos trabajar, pero este gobierno, directamente, no te deja laburar”.
María José llegó entonces a una conclusión: “La próxima presidenta tendría que ser una vendedora ambulante, así como nosotros, porque Macri es una persona que tiene mucha plata y no le importa la gente. Gobierna para ricos, no para los pobres. Nunca necesitó nada. Por eso hace falta una persona que saque al país para adelante, como nosotros”.
No nombra candidatos ni candidatas, sino un concepto que puede plantearse así: tras los resultados de los políticos partidistas y de los CEOs, las vendedoras ambulantes se hacen acreedoras una oportunidad.
Performance policial
A las 12:26 suenan los primeros disparos. Las columnas de movimientos sociales que avanzaban por Avenida de Mayo en dirección a 9 de Julio, serenas, más bien dispersas y raleadas, se repliegan y corren. Algunos doblan en dirección a Santiago del Estero. Del otro lado, efectivos de la Policía Federal aparecen disparando y lanzando gases lacrimógenos. La escenificación se hace ante oportunas cámaras de televisión que registran todo, bajo la aparente sospecha de que mostrar mano represiva aporta a consolidar votos de los espectadores porteños y la imagen electoral de Patricia Bullrich. (Luego dirán que se trataba de personas que agredían bancos y colectivos, para justificar el espectáculo policial).
Los gases hacen efecto. Comenzamos a taparnos los ojos, la nariz y a toser. Un cordón de motos policiales interviene la calle, sin dejar avanzar a las columnas. Hay que bordear dos cuadras y avanzar por Hipólito Yrigoyen o Alsina, y luego retomar para Avenida de Mayo.
La escena, entonces, se pone perversa.
Cuatro efectivos llevan detenidos a dos muchachos.
Una mujer, desesperada, se les pone de frente y les grita.
-¡Qué le hicieron! ¡No les pueden hace eso!
-¡Corrasé! –le gritan y la empujan. Los muchachos no atacaban bancos ni colectivos. “Uno es mi sobrino” solloza la mujer. Marchaban junto al sector visiblemente más pobre del acto, el formado por movimientos sociales como la como Barrios de Pie, la CCC y la CTEP a los que se sumó el Frente Darío Santillán.
Sobre 9 de Julio, otro cordón de efectivos protege un camión celular de la Policía de la Ciudad. Suben allí a varios detenidos. Algunos gritan sus nombres: María del Carmen Vallejo y Juan Brau, del Movimiento 22 de Agosto. Alrededor comienzan a sumarse personas que vinieron a la marcha sin ninguna organización ni movimiento ni sindicato. Sólo por bronca.
Se paran frente al cordón e insultan a la policía:
-Tenemos que echar al delincuente Mauricio Macri, corrupto y ladrón, que coimea a los funcionarios de las fuerzas –grita un hombre.
Los policías lo miran con absoluta indiferencia.
Una señora se suma:
-Con la gente humilde se van a meter. Vayan a donde están los contrabandistas. ¡Qué se meten con el pueblo! ¡No sean cobardes! ¡El pueblo unido jamás será vencido!
El acto
“El pueblo unido jamás será vencido” fue también lo que gritaba una voz femenina desde el palco, sin lograr mucho eco en la concurrencia, muy sectorizada según cada sindicato, con mucha afluencia de Camioneros. En el palco se tomó nota de los incidentes casi media hora después de ocurridos, pero no mencionaron la actitud policial sino la presencia de “infiltrados” que, tal vez, fueron quienes justificaron la acción de la policía contra las columnas de movimientos sociales.
Hablaron, entre otros, Sergio Palazzo, secretario general de La Bancaria, Ricardo Peidró por la CTA Autónoma, Hugo Yasky por la CTA De los Trabajadores y Pablo Moyano.
Palazzo planteó que se debe ir hacia otro paro nacional “con CGT o sin CGT a la cabeza” y cuestionó a quienes buscan el “vedetismo”. Puso el horizonte en el octubre electoral, lo mismo que Yasky, quien planteó el valor simbólico del paro: “Hoy empieza una nueva historia para la clase trabajadora. Hoy construimos el primer día de una historia que va a ser mucho mejor que la que dejamos pasar”. Peidró planteó: “Estamos aquí los que no nos resignamos” y agregó: “Pasamos momentos mucho más duros y salimos victoriosos. Esta no va a ser la excepción”. En lugar de lo electoral, planteó el día a día reiterando las dos palabras más utilizadas, por lejos, por los oradores: “lucha” y “unidad”.
Luego Omar Plaini, de Canillitas, fue el encargado de leer el documento conjunto del FRESIMONA (Frente Sindical para el Modelo Nacional, que reúne a la Corriente Federal –bancarios y televisión, entre otros-, Camioneros y SMATA). FRESIMONA trabaja junto al Triunvirato de San Cayetano (Barriosde Pie, CTEP y Corriente Clasista y combativva, a quienes se agregó el Frente Darío Santillán).
El documento enumera el tema de los fondos buitres, la liberación del mercado cambiario, la baja de retenciones a exportaciones de cereales y oleaginosas, la eliminación de retenciones a las mineras, la emisión de letras a intereses astronómicos que provocó la enorme bicicleta financiera, el blanqueo
Definió la situación así: “Un plan económico y social impuesto para que las clases dominantes, además de beneficiarse, ejecutaran una veganza siniestra contra los sectores populares de nuestro país”, y recordó el blanqueo millonario en dólares “provenientes de lavado de dinero de empresarios delincuentes entre los que figuran muchos ministros de este gobierno y los familiares del presidente”.
Pablo Moyano recordó que las movilizaciones frenaron el proyecto de Reforma Laboral y anunció que este 1º de Mayo se hará una jornada solidaria con ollas populares para los sectores excluidos: “Los trabajadores les vamos a dar un plato de comida, cosa que los funcionarios no entienden nada, no sienten nada, no salen a la calle viven otra realidad. Esta es la realidad de los trabajadores con hambre, despido y amenazas. En 20 días si no hay respuesta seguramente en otro congreso vamos a decidir las medidas que se van a tomar. Y a los compañeros camioneros: preparémonos, que en 15 días discutimos paritarias”, concluyó su discurso enfocado en el gremio propio, luego de plantear que ante la no aceptación de la conciliación obligatoria por parte del gremio, «que se metan en el culo la multa».
Resistencia autogestionada
Durante la desconcentración Alan, camionero de Florencio Varela, explica a lavaca: “Nosotros queremos un salario digno. Yo sé que estamos mucho mejor que otra gente que ni salario tiene. Lo que ves alrededor es un desastre. Eso es lo que queremos cambiar”.
Roberto, también camionero de pechera verde, de Esteban Echeverría: “Yo vivo en la villa. Los pibes andan buscando comida por cualquier lado. Y la gente se arma ollas cocinando sobre maderas, porque ya ni para garrafa hay. Algunos compañeros votaron a Macri en 2015. Yo no, yo me veía venir que estos iban a hacer todo lo que están haciendo. La jodimos, ahora hay que arreglarla”. Las mujeres del sindicato de peajes parecen tener la consigna de no hablar, mientras miran a un grupo de camioneros que hacen un pogo, y otro que cae derrumbado con su botella de litro de gaseosa que ha estado llena y ya no.
Sobre Avenida de Mayo, casi llegando a 9 de Julio, están Rubén (71), Cacho (66) y La Tana Elva (72). Tienen una bandera con una leyenda: “Jubilados autogestionados”.
Rubén pone contexto: “Somos jubilados organizados de forma autogestiva fuera de todo partido político, en defensa del haber jubilatorio. Queremos una jubilación de acuerdo a lo que gane un trabajador, con 82 por ciento móvil, y que el PAMI y la ANSES sean gestionados por jubilados y no por los cuatro sátrapas que usurpan el poder para meter mano a la caja”.
Cacho recoge el guante: “En octubre vendrá otro gobierno autoritario que no va a llamar a la autogestión porque lo que les interesa es el poder y sentarse en el sillón que supuestamente es de Rivadavia, otro vendepatria. Son sólo administradores que administran su voluntad en contra de la del pueblo, como los sátrapas del Congreso que votan leyes que nos reprimen”.
¿Hace falta más autogestión en la política?
La Tana Elba responde: “Totalmente. Creemos en las asambleas, en la formación a partir de la decisión horizontal y federal. Es nuestra forma de trabajo”.
Por eso, La Tana lee el manifiesto de Jubilados Autogestionados:
· “Basta de tarifazos”.
· “Basta de despidos”.
· “Basta de inflación”.
· “Basta de patriarcado”.
· “Basta de capitalismo”.
· “Arriba las y los que luchan”.
Ríe la Tana: “Este debería ser el programa político del próximo gobierno”.

La marcha coincidió con el aniversario 42 de las Madres de Plaza de Mayo.
El “no” de Susi
Susi (“muchos años”, declara), es de Lanús, vendedora ambulante y en todas las marchas despliega un abanico de remeras con imágenes que van desde Evita, Frida Kahlo, Néstor Kirchner, Mafalda, Perón, Gardel y hoy sumó una de color azul, con la leyenda Sinceramente, por el libro de la expresidenta.
Consulto si le puedo hacer algunas preguntas.
-¿De qué medio sos? –me devuelve.
-MU, de Cooperativa Lavaca.
-Ah, entonces sí. Porque sos comunitario. Recién eché a uno de América: no hablo con gorilas.
-Lo tomo como un cumplido.
-¡Podemos elegir con quién hablar! Así como ellos no nos quieren y nos embrutecen, yo no los quiero a ellos. Y me insistía: “¿Me decís cuánto están las remeras, por lo menos?”. Le contesté: “Flaco, no me entendés. Es mi puesto y acá decido yo: andate”. Filmó igual, porque hacen lo que se les canta. Se llevan el mundo por delante. Son el poder fáctico.
-¿Es un ejercicio de soberanía?
-Siempre tuve una postura muy radicalizada, pero ahora estoy harta. En la cola del supermercado, cuando sacan la tarjeta de crédito, hablo en voz alta: “¿Qué pasa, no tienen plata para comprar alimentos?”. Me cansé. Basta. Nos cagaron la vida a todos. Basta de esto.
Planeros, Kukas y cacas
Susi espera más preguntas.
-¿Y qué percibe en la calle?
-La gente no tiene un mango. Está durísimo. Trabajo mucho más que antes. Menos que el lunes, voy a la feria todos los días. Estoy muerta, cargando bolsos pesadísimos. Hay que buscarle la vuelta, pero hay que llegar hasta el 10 de diciembre, al menos, con muletas. No se puede más: un yogur en envase de vidrio sale 70 pesos. Un trapo de piso: 150. Me quedo mirando la góndola y no entiendo. Me sale más barato limpiar con una remera.
-¿Y qué le dice la gente?
-Está harta como yo. Porque ellos no tienen límite. Pero claro, los chorros seguimos siendo nosotros: los vagos-planeros-kukas-cacas-Cristina chorra-yegua… Repiten todo lo mismo. No veo el momento en que sea el 10 de diciembre, cambie el gobierno, vayan todos presos y les expropien los bienes para pagar la deuda.
-¿Quién puede tomar esa medida?
-Tenemos que tener cuidado a que los medios no nos metan algún Caballo de Troya, como le están haciendo a Venezuela como la “ayuda humanitaria” de Estados Unidos. De eso hay que cuidarse. Yo prefiero comer sapos. Mirá, vengo del PC (Partido Comunista), soy kirchnerista, pero no soy peronista porque me aferro a Marx, que dijo: “Hay dos clases, la de los explotadores y los explotados”. Punto. Esa es la contradicción principal.
Observando el contenido social de la marcha y de la actualidad argentina, cabe plantearse si las políticas oficiales no están logrando resetear un concepto que parecía fosilizado: la lucha de clases.
Rebeliones sindicales y clase media
El paro fue minimizado por los medios y el gobierno, y exaltado por sus organizadores. Tal vez Buenos Aires sea un caso especial, aunque los medios porteños declaran que lo ocurrido en el microcentro porteño es un evento nacional. No se mencionaron los cortes matinales a los accesos, particularmente el de Puente de la Noria, los bancos cerrados, la cantidad de comercios que también cerró y era visible en los barrios, pero sí se exhibía como un fracaso del paro el movimiento de millones de trabajadorxs que no pueden parar para lograr seguir viviendo.
“Nosotros sabemos que pasa eso” dice Juanchi de Aceiteros, “y entonces al parar estamos expresando a mucha otra gente que no es que esté de acuerdo con lo que pasa, sino que no tiene a quién pararle”.
En Rosario la situación fue diferente. Gustavo Martínez, secretario general de la CTA Autónoma de Santa Fe: “En Rosario no solo por una cuestión gremial, sino también por una decisión general del comercio, pasó algo que no se veía hace mucho. Los dueños de pequeños y medianos comercios se sumaron masivamente al paro. Los tarifazos, el ajuste salarial, afectan directamente a esos comercios. Y se recreó lo que se dice tantas veces Rosario capital nacional del paro”.
Cuenta Martínez a lavaca: “Hasta la tarde el clima fue de paro general rabioso. Y muchos gremios cegetistas cantaban ‘adonde están los que no iban a parar. O sea, además de las CTA hubo rebelión en la granja en la propia CGT. Hubo cantidad de comisiones internas que se sumaron a una movilización que aquí fue muy importante, que calcularon en 60.000 personas”.
“Obviamente estamos en una ciudad rodeada y golpeada por la crisis, como pasó otras veces. Todos los informes de pobreza, indigencia, desocupación parecen el retrato de lo que pasa acá. Hoy estábamos charlando con unos compañeros, sobre los 20 despidos que hubo. Pero uno hablaba de 20 despidos en Electrolux, otro de la municipalidad de Timbúes, y el tercero hablaba de otro caso en el interior provincial. Todos creían que hablaban de los mismos 20 despidos, pero hablaban de 60 de tres lugares distintos”.
Agrega Martínez: “En el nivel de la administración pública, salud, educación, el paro fue total, salvo en algunos colegios privados. Acá la paritaria estatal fue el 12 más el 3 por ciento, cuando tenems un acumulado de 40%. Y entre los gremios que desobedecieron a sus conducciones está el caso de UOM, golpeadísima por despidos y salarios, pero con mucha presencia de columnas de compañeros no identificados como sindicatos pero sí como fábricas en la movilización”.
Y donde no pararon hubo asambleas, explica Martínez: “Y también hubo olla popular en la plaza central de Rafaela, que es como Luxemburgo comparado con otros pueblos. En San Javier hubo protesta, hay indicadores de que esto se multiplicó y se extendió por diferentes lugares. Cada uno organiza algo, y hay cientos de movidas que no están centralizadas. Hay actos tradicionales y otros espontáneos, pero unidos por todo un malestar que corre por abajo. La clase media también está diciendo que hay una destrucción de la economía, no solo de los trabajadores. Pero nadie acusa recibo. Las respuestas oficiales parecen una tomadura de pelo. Y por eso me parece que esto recién está empezando”.
Nota
Sí, podemos: 20 años del No a la Mina de Esquel

Esquel está cumpliendo 20 años del histórico plebiscito en el que por más del 81% de los sufragios la comunidad votó «No a la Mina» y rechazó así la instalación de la megaminería en la región. A qué le dijeron que «Sí», desde la nota histórica que se hizo desde MU en uno de los tantos viajes, el primero, a la madre de muchas batallas.

El 23 de marzo se cumplieron 20 años del rechazo a la megaminería en Esquel, símbolo de lucha contra los proyectos contaminantes, inconsultos, impuestos en silencio y con violencia, y símbolo también de la democracia participativa, la organización y una lucha que se contagió a otros lugares del país.
En estos días hubo recitales, charlas, caminatas, marcha el 23 de marzo, y este domingo culminará la celebración con un ascenso al cerro Calfu Mahuida, un modo de simbolizar ese contacto permanente de la comunidad de Esquel con la naturaleza.
La historia viva cuenta que un puñado de vecinas y vecinos, que fueron cada vez más, comenzaron a reunirse, a estudiar la situación, a ir a escuelas, clubes, barios, difundiendo capilarmente, en una movilización a la vez inmensa, lo que se estaba tramando para hundir a Esquel en la megaminería. El 4 de diciembre de 2002 fue la primera marcha que reunió a más de 6.000 personas. Nunca desde entonces se dejó de marchar el 4 de cada mes.
Esa creación de movilización involucró otro hecho histórico: se había formado la Asamblea No a la Mina, grupo apartidario, horizontal, democrático, diverso, expresión de las nuevas formas de organización social que emergían en el país tras la crisis de 2001.
El mecanismo asambleario en el que participaba todo el que quisiera, llevó a presionar la situación hasta obtener la posibilidad de la que se celebraron ahora 20 años: el 23 de marzo de 2003 se realizó un plebiscito en el que la comunidad rechazó por más del 81% de los votos al proyecto que intentaban imponer la empresa Meridian Gold y el Estado. Esquel hizo nacer aquel No, pero además generó un contagio en diferentes lugares en que se manifestaban conflictos ambientales en todo el país (Gualeguaychú, Famatina, Andalgalá, como emblemas de una actitud ciudadana no ha dejado de crecer hasta hoy frente a diferentes situaciones territoriales, de salud, y hasta de derechos humanos). Se ponía en foco al modelo extractivo.
Desde aquellos años Esquel ha pasado por situaciones de todo tipo que han sido reflejadas tanto en lavaca.org como en la revista MU:
- la intención de dar vuelta la decisión de la población a través de campañas de acción psicológica y desinformación;
- el espionaje a vecinas y vecinos que integraban la Asamblea, por parte de la AFI, como forma de amedrentamiento y control social;
- las presiones políticas y hasta laborales que sufría toda persona involucrada con el proceso asambleario;
- el contagio fundamental de la acción de Esquel a toda Chubut, que se pobló de asambleas en todo el territorio, incluyendo a las comunidades de pueblos originarios, siempre rechazando los proyectos y negociados minero-estatales;
- las trampas legislativas detectadas cuando se obtuvo la foto del diputado Gustavo Muñiz (del Frente para la Victoria) chateando por celular con el gerente Gastón Berardi de Yamana Gold, la empresa que había asumido el proyecto para impedir y ningunear la Iniciativa Popular presentada por la ciudadanía para que se convirtiera en Ley;
- las represiones a los manifestantes en Rawson, cuando la lucha debió concentrarse en la capital provincial; el acoso mediático a toda esta movida en defensa de la naturaleza por parte de buena parte del sistema mediático, dependiente de pautas publicitarias estatales y privadas.
- Y, por nombrar algo de lo más relevante en los últimos tiempos, el Chubutazo, o “Chubutaguazo”, con que la provincia movilizada logró dar vuelta de un modo comovedor en 2020 un nuevo intento de legislación que bajo el disfraz de una “zonificación” provincial buscaba lo de siempre: ir por la minería. La ciudadanía logró tumbar esa intentona y reponer la ley que prohíbe los megaproyectos extractivos.
- Otro detalle de estos tiempos: ya hay una tercera generación de integrantes de las asambleas participando plenamente, un sub-17 que demuestra el alcance de todo lo que se ha realizado, también desde el punto de vista inter-generacional.
Esquel fue el nacimiento de la resistencia de Chubut, que no significa solamente un rechazo al saqueo y la contaminación, un No, sino también múltiples Sí:
- Sí: sí a la vida.
- Sí a la reivindicación por la positiva de otras formas de producción que no impliquen la destrucción.
- Sí a la necesidad de licencia social para cualquier proyecto, de cuidado de ambiente como forma de preservación de la vida y el trabajo.
- Sí a nuevas formas de relación entre lo humano y la naturaleza. A nuevas relaciones también entre las personas para plasmar la idea de que el agua vale más que el oro, y de que el futuro es posible.
Como homenaje a todo eso aquí puede verse la primera de las notas publicadas en MU sobre la asamblea de Esquel: “La madre del No”, para conocer esa experiencia histórica hecha de resistencia, inteligencia, generosidad y, también, alegría.
Nota
24 de marzo de 2023: Que la memoria (los) ilumine
Crónica de un nuevo 24 de marzo desde la voz de la gente, que habla de todo: de cuánto estaba el chori la marcha pasada a cuánto está hoy; de la pesificación de los fondos jubilatorios y de las elecciones por venir; de las dos marchas, y de la realidad. La necesidad de seguir enfrentando al fascismo, ¿cada vez más presente?, y la energía que da la calle. El recuerdo de Hebe, la presencia y las palabras de Nora Cortiñas, la partida sin condena de Carlos Blaquier. Lo pendiente: los juicios aún en curso, la falta de respuestas del Poder Judicial y de la política, les desparecides de hoy. La presencia de niñas y niños como herencia de una sana costumbre: memoria, verdad y justicia, ahora y siempre.

Y si de vos
“Octubre 1976”, de Ana María Ponce, desaparecida.
me dijeran que no exististe,
les gritaría que me quedan,
tus ojos tristes,
tu caminar lento,
tu sonrisa apenas esbozada,
tu caricia leve,
y una espera,
una larga espera
de la que no volveremos
nunca,
o tal vez sí…

Ahora es marzo de 2023.
24 de marzo de 2023.
Un pibe alto camina lento, con ojos tristes; el frente y el dorsal de su musculosa negra, cuenta: “Son 30.000 y uno es mi abuelo”. Al lado, su mamá, camina lento, con una sonrisa apenas esbozada. Su musculosa gris, cuenta: “Son 30.000 y uno es mi papá”. Caminan lento porque hay un océano de cabezas, pies y corazones que se dirigen desde el Congreso de la Nación hacia Plaza de Mayo, a reivindicar la Memoria, la Verdad y la Justicia, a 47 años de la noche más sombría.
El pibe alto se llama Thomas Aballay y sostiene un cartel que contiene la foto de su abuelo, cuya sonrisa es tan ancha que parece desbordarse de la imagen. Se lee: “Jorge Oscar Tanco, detenido desaparecido, 16/09/1976”. Dice: “Pertenezco a la agrupación de Nietos de desaparecidos, conmueve un montón estar acá. El Nunca Más no debe quedar en el aire, por eso hay que seguir luchando”. Lo escucha su mamá, Maika Tanco, la hija de Jorge. Plantea deudas de esta democracia en relación a los castigos por los crímenes de lesa humanidad: “Necesitamos hablar no sólo del pasado, sino del presente y del futuro. La cárcel para los genocidas debe ser definitiva; cárcel común, no que estén en sus casas. Además, los juicios están retrasados. En los últimos cuatro años no hubo adelantos significativos y eso quedó manifiesto en que el empresario Carlos Blaquier acaba de morir sin ser juzgado por su complicidad con la dictadura. 47 años después, no es justicia. Y él ni siquiera la tuvo; falleció como inocente, y no lo fue”.


Lo que plantea Maika, minutos después lo confirman en números desde Sobrevivientes, Familiares Compañerxs y Amigxs del Centro Clandestino de Detención «El Olimpo”, emplazado en el barrio porteño de Floresta: “Hoy, 8 de cada 10 condenados por delitos de lesa humanidad están en sus casas cumpliendo las penas que debieran completar en cárcel común”. Desde que se reabrieron los juicios, entre 2006 y 2022 hubo 283 sentencias dictadas, 1115 personas condenadas y 171 absueltas. Hay 15 juicios en curso y 75 causas aguardan fecha de debate. En relación a la falta de celeridad, se debe a la escasez de tribunales orales disponibles. Un ejemplo es el proceso judicial por las violaciones de derechos humanos en el Centro Clandestino “Puente 12”, en La Matanza. El debate, pactado para principios de 2022, recién comenzará el próximo 3 de abril “por cuestiones de agenda”.
Como el mundial
El olor a humo que emana de decenas de parrillas acompañan toda la marcha. Hay olor a chori, hay olor a un pueblo que, pese a ser una fecha que evoca la peor de las crueldades, se hermana, se abraza. Se trata de una fecha para encontrarse y reencontrarse, con unx mismo y con el resto. El barro que se multiplica con el paso de las horas en varios sectores de la Plaza de Mayo refleja la masividad de la cita ineludible. Hay mil banderas de organizaciones sociales, de partidos, de sindicatos; pasacalles, stencils, graffitis viejos y que acaban de nacer; bombos, cánticos, intervenciones artísticas; hay sueños compartidos: “La importancia de estar acá es mostrar que la derecha, los milicos, la policía, no tiene la cancha libre; desearía que fueran menos, pero no lo son, siguen teniendo mucho poder. Entonces, la única defensa que tenemos es la calle”, alza Cecilia, 69 años, de Florida Norte. Y profundiza: “Hay que apuntar a la igualdad social como eje; tenemos alimentos para millones de personas, pero la mitad de nuestra población infantil es pobre. Alguien se la está llevando y es contra ellos que debemos pelear”.
Antes de empezar a marchar, Norita Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, le dice a la lavaca que está “con mucha fuerza para seguir pidiendo Memoria, Verdad y Justicia”; le dice que “el país está cada día peor, porque este gobierno, gobierna para los ricos, y hay que resistir en la calle”; le dice que pasó su cumpleaños (93, el 22 de marzo) “muy feliz, llena de abrazos y de afecto, pero la felicidad nunca es completa y será así hasta encontrar a Gustavo (su hijo, desaparecido)”; dice que el compromiso “debe ser hasta morir” y antes de terminar la charla, en medio de un intenso calor, propone ir tomar una cerveza al final de la jornada.

Lucía Iérmoli tiene 35 años y está embarazada de seis meses. “Las conquistas hay que defenderlas acá, contra el poder concentrado que sigue creciendo. No estar un día como hoy marcaría una ausencia. Que reviente de gente esta plaza es un logro de todas, de todos. No sé cuántos lugares en el mundo tienen un día que reivindique la memoria”, dice, con voz tierna y con Vera en la panza, que también sigue creciendo. A su lado, su amiga Alejandra Spinetta, 59 años, agrega: “No se puede no estar acá; si uno falta, si no se compromete, es dejarle el lugar para que avance la derecha”.
A unos metros, Laura, de 66, está contenta. Muestra una vitalidad que está recuperando, a medida que avanzan las horas: “Es mi primera movilización después de la pandemia; estuve muy enferma, durante muchos años, pero hoy sentía que debía estar con mi pueblo y no me arrepiento: me llena de energía”.
Detrás, una imagen bellísima que retrata a Hebe de Bonafini, en el primer 24 sin su presencia física. Está con sus dos hijos, chiquitos, ambos desaparecidos. Una frase acompaña el cuadro, a 40 años de la recuperación de la democracia: “El día que me muera no me tienen que llorar. Hagan una fiesta en la calle, porque hice lo que quise y peleé con todo como quise”.

El 24 de marzo de 1995 a las 6 de la mañana llegó al mundo Victoria Rossi. “Victoria por la frase del Che, de ‘hasta la victoria siempre’, por el concepto del triunfo del pueblo”, rememora Viqui, a metros de la Catedral vallada, en su cumpleaños 28. “A partir de que empecé a militar en el centro de estudiantes del secundario, sentí que los 24 de marzo ya no había lugar para festejos personales, sí para abrazos, sí para estar con mi gente, pero desde un lado más colectivo”. Su mamá y su papá, militantes de izquierda, venían a las marchas mucho antes de que se decretara feriado, allá por 2022: “Desde chiquita fui consciente del valor que tenía esta fecha y me acuerdo que en cuarto grado fue el último cumple que festejé en la escuela. Sin embargo, estar acá es lo más importante en este día; un año no vine y algo me faltó. Decidí que esa sensación no la quiero sentir más”. Y asocia: “Más allá de que esto no sea una celebración, vivo un 24 de marzo como lo más parecido a ganar un campeonato del mundo, porque hay un gran motivo para juntarse: hay orgas, partidos, familias, parejas, gente que va de la mano con quien quiere y eso tiene que ver con la búsqueda de la libertad por la que peleaban las y los desaparecidos”.

Ideas de ayer a hoy
Un hombre cuarentón camina de la mano de su hija. Ambos tienen puesta el mismo modelo de remera que exige “Juicio y castigo”. La diferencia es que una es talle X y la otra es talle S. Expresa Lucas: “Estamos acá por dos motivos: por responsabilidad social y porque mi papá es uno de los 30 mil”. ¿Qué utopías de su viejo hay que traer al presente? “Nunca dejar de hacer política seria y trabajar mucho en los barrios”. Se va a seguir marchando, siempre de la mano de su hija. En su espalda, de su mochila cuelga un pañuelo blanco que denuncia: “Pablo Córdoba, desaparecido”.

Ana Valverde escucha atentamente el documento leído por el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia. Tiene 72 años, milita hace 54 y lleva bien alto un cartel con la foto y el nombre de Patricia Gaitán, desaparecida por la última dictadura cívico militar eclesiástica. “La principal pelea de los 70 que hay que dar hoy es cómo lograr la unidad de las y los laburantes”. Dice que es jubilada y protesta porque “el gobierno nacional acaba de confiscar el fondo de garantía de sustentabilidad que estaba en dólares y que por un DNU lo pesificó. Esto no perjudica a quienes ahora somos jubilados, sino también a ustedes, los más jóvenes”.
–¿Vos aportás? –me pregunta.
–Sí.
–Bueno, te acaban de afanar.
Un pasacalle grita: “30.000 razones contra el FMI”; un cartel pegado con engrudo sigue la línea: “Basta de extorsiones del FMI”; desde arriba del escenario, en el documento que leen los organismos de derechos humanos, se agita: “El Poder económico es el gran ausente de este proceso, y su impunidad la seguimos pagando como pueblo, porque nos siguen sometiendo a la miseria, buscando un enriquecimiento sin límites y sin importar los costos”. Abajo, la inflación arrasa. Alberto es de Avellaneda y atiende una parrilla que instaló en la esquina de Avenida de Mayo y Carlos Pellegrini: “En la marcha pasada, el chori estaba 150 pesos, cobrándolo caro; hoy, yo lo tengo 700, como barato; en otros puestos está hasta 900”. A 50 metros, Viviana está sentada en un banquito. En el piso, sobre una lona, expone pañuelos blancos y azules, con la consigna “Nunca Más”. “El año pasado estaban 250 pesos, hoy 500”. Agrega: “Fue muy floja la venta, hoy se vendió mucho menos que en 2022”.



La primera actividad que arranca el 24, a media mañana, y la que cierra, a eso de las 20, se da en Plaza de los Dos Congresos. Es un festival por la memoria donde cantan bandas de heavy metal, que se organiza desde hace 16 años. Quien presenta a las bandas se llama Fernando Ricart, tiene 52 años, un pelo larguísimo y un padrino que estuvo detenido desaparecido: “Se lo llevaron por ser delegado, como si eso fuera un delito. Estuvo un mes y medio desaparecido, pero el daño que le hicieron fue para siempre. Se lo llevaron siendo uno, y me devolvieron a otra persona. Nunca se recuperó”. Andrés, 39 años, escucha la música pesada junto a su hijo de 6. Lleva una remera que se pregunta qué hicieron con Santiago Maldonado. Le pregunto qué ideas de la militancia de los 70 serían importantes que hoy sean prioridad: “Se perdió la perspectiva de un cambio revolucionario real; el peronismo tiene su eje en la Justicia, como si no fuera parte de este sistema que hay que cambiar de raíz; mientras que la izquierda partidaria sigue en la pelotudez, discutiendo en el Congreso sobre concepciones marxistas de hace tiempo, sin pensar en el cambio social actual”.

Rocío y Darío viajaron desde Tandil junto a su hijo Amadeo, de un año recién cumplido, para sentir en vivo y en directo la marcha que tantos años recorrieron cuando vivían en Buenos Aires. “La memoria se construye desde la cuna y las Madres y las Abuelas son la escuela”, recuerda ella. “La mejor manera de reivindicar a las y los desaparecidos es seguir su camino: el trabajo de base que se hacía en esos años”, recuerda él, que al igual que su bebé lleva puesta una remera de Diego Maradona. A su lado está Belén, una amiga de la pareja que por primera vez es parte de esta movilización: “En Tandil es diferente; hay un espacio fuerte y comprometido con los derechos humanos, pero es una ciudad mayormente oligarca; para mí es muy fuerte estar acá. Más que nunca debemos mantener viva la memoria y para eso hay que movernos”.
Memoria en este momento
Hay un graffiti recién pintado en la estación de subte Lima, de la línea A, que reza: “Memoria en este momento”.
Aparece también en paredes, en carteles y en diversos reclamos. Elizabeth tiene 70 años y lleva colgado un cartel que pide “Libertad a Assange, una verdad sin mordaza”. Lo relaciona con el 24 de marzo: “En el caso de Julian, se condena la libertad de expresión, no hay derecho a la información de la población y se expone cómo se persigue a la gente cuando se descubren los secretos de los gobiernos”. Detrás de ella, un stencil negro exhorta: “Abran los archivos secretos de la Dictadura”. Elizabeth tiene tres compañeros desaparecidos: Mónica Epstein, Hernán Abriata y Klaus Zleschank. “De ellos, además de recordarlos, hay que seguir su ejemplo: militar por una mejor redistribución de los ingresos”.
El recorrido desde la 9 de Julio hasta la Plaza de Mayo está acompañado por afiches de la organización La Poderosa con un encabezado: “40 años alimentando la democracia”. Se da en el marco de un proyecto de ley que impulsa el conglomerado de asambleas villeras para que se reconozca con un salario a las más de 70 mil cocineras comunitarias que trabajan en el país sin percibir un salario. ¿Qué implica el reconocimiento laboral? “Un salario ligado al Mínimo Vital y Móvil como base; acceso al aguinaldo, vacaciones, seguridad social, cobertura contra riesgos en el trabajo por enfermedades y maternidad, por invalidez y vida, retiro, acceso a la jubilación y guarderías”, expresan desde el movimiento.
Uno de esos afiches lo tiene a su lado Francisca, que vive en la calle y ahora está delante de un kiosco de diarios cerrado. Tiene una bandeja de arroz por la mitad y una voz que pide escucha: “Se la pasa muy difícil acá”. Y en un puñado de palabras, esgrime una deuda sustancial de la democracia: “Pensemos, ¿cuántos políticos en los últimos años hablaron de la situación de calle, de las villas? Eso dice mucho de cómo estamos”.

Detrás de su lente, la mirada de Oswald, colombiano de 41 años que hace 14 vive en Argentina, fotografía a un pueblo que recuerda sin parar. “Es imposible estar acá y no compararlo con mi país. Allá, pese a que no hubo una dictadura tan marcada, la serie de gobiernos de derecha y los paramilitares han desaparecido a más gente que en cualquier dictadura del cono sur”. Añade: “Por eso es tan importante valorar lo que se consiguió acá. En mi país, el miedo y la violencia aún imposibilita la unión de familiares de víctimas para reclamar en conjunto. En el último tiempo la juventud comienza a jugar un rol clave y para esto la Argentina es un ejemplo a seguir”.
Sobre Avenida de Mayo, un gazebo contiene a un grupo de “peruanos autoconvocadxs” que vocifera por la “dictadura que vive Perú”. Más de 60 caras se alternan con cintas de luto negro, en un antimemorial que estremece. Son las “víctimas del Estado Peruano”. Merly tiene 36 años, nació en Parcona Ica y hace 20 vive en Argentina. “Estamos acá porque también queremos decir Nunca Más. Las muertes tienen rostro y la mayoría son de pueblos originarios, del sur del país”.
Carolina, de 23, muestra su juventud caminando rápido, para no perderle pisada a sus amigos que van un poco más adelante. “Recordar a los desaparecidos de la dictadura es luchar por los desaparecidos de hoy. La derecha sigue avanzando y no lo podemos permitir”. A pocos metros de la Plaza de Mayo, donde desemboca la enorme movilización, Daniela, de 35, vende hamburguesas veganas. En el frente de su heladerita de telgopor está pegado un cartel con los colores de la diversidad, que se pregunta: ¿Dónde mierda está Tehuel? “No se puede aceptar tener desaparecides en democracia. El Estado define de quién se ocupa y de quién no, discriminando a las identidades trans. El racismo sigue, nunca se fue”.

Pablo está a pasos de la Pirámide de Mayo. Tiene 36 años, una militancia desde la juventud y un miedo que le recorre el cuerpo: “La democracia vuelve a estar en riesgo; las voces que la amenazan vuelven a tener más peso, que se traducen en persecución, en proscripción, en prohibición”. Suma: “Sufrimos salarios de miseria que sólo lo podremos dar vuelta con una transformación obrera y un pacto social que resguarde un piso que la derecha busca perforar. Para esto, hay que poner el cuerpo como en los 70, porque salvo en determinados momentos como el 2001 o la reforma jubilatoria del macrismo, no pudimos hacerlo en unidad”. A su lado, lo escucha Fidel, su hijo de 8 años.
–¿Por qué estás acá? –le pregunto a Fidel.
–Por la desaparición de los compañeros.
La tarde empieza a caer, la multitud a desconcentrarse y, mientras las paredes siguen pintando preguntas, también se escuchan versos que alimentan la memoria.
Se que algún día dejaré de pertenecer al mundo,
“Poema para no morir”, de José Beláustegui, desaparecido.
y nunca más podré escribir,
ni hacer el amor,
ni disfrazar la naturaleza con un poema,
ni viajar en los libros,
ni exponer mis ideas.
Por eso en este poema dejo, mar, cielo y luna
mariposas, besos y sirenas,
y me dejo a mí,
porque cuando muera seguiré viviendo en estos
versos.

Nota
24 de marzo: Las sombras de la democracia
En pocas horas, una marea humana llenará las calles desde el Congreso de la Nación hasta la Plaza de Mayo y sus alrededores. Lo hará marchando en silencio, lo hará cantando, lo hará gritando, saltando, bailando, reclamando. Recordando. Lo hará a plena luz del día. Pero en vísperas del 24 de marzo, el escenario nocturno arroja ya algunas pistas sobre las deudas de la democracia, las que no se ven de día. Imagenes y significados actuales de la memoria despierta.
Por Francisco Pandolfi
Es jueves 23 de marzo, 23.30 y la medianoche está al caer. Y con ella, el inicio de una jornada en la que se recuerda que hace 47 años irrumpió la más cruenta dictadura cívico militar eclesiástica.
La luna, finita, ya es casi imperceptible en una noche especialmente agradable, sin frío ni calor; con una brisa necesaria que hace recibir al otoño con los brazos bien abiertos. En esas calles que pronto serán caminantes abarrotados, ahora pasan otras cosas. Un montón de cosas.

Un pibe de veintipico duerme, literalmente, en una de las puertas del Congreso Nacional, sobre avenida Rivadavia, aferrado a un parlante que hace luces multicolores al ritmo en que suena una cumbia, a un volumen que nada tiene que envidiarle a un boliche top. En la puerta contigua de la casa legislativa, otro tipo duerme arriba de dos viejos colchones.
A la vuelta, la fachada principal sobre la avenida Entre Ríos luce ambientada en una tonalidad azulada. Es imponente la gigantografía compuesta por mucho más que dos palabras: Nunca Más. Detrás, dos logos que sacan una cuenta ineludible: 40 años, democracia siempre.
Me paro en la esquina y también resulta imponente ver cómo viene envalentonada una manada de ciclistas y motociclistas con caparazones rojos, amarillos y naranjas, según la empresa precarizadora de delivery, que pareciera estar disputando una carrera.
Empiezo a caminar por donde en un rato habrá cientos de miles de corazones. No hago treinta metros y ya en la puerta del café Nápoles otra persona duerme en la calle. Cruzo a la Plaza de los Dos Congresos y allí no hay calculadora que resista. Una persona sueña sobre un banco, otras cuatro en una ranchada hecha de cartones y frazadas; otro más allá, tirado sobre su carro; un poquito después, cuatro pibes ríen sobre un par de colchones. A metros, la plaza de juegos está llena de infancias felices, subidas a hamacas y tiradas desde toboganes, encerradas por un cerco de rejas grises.
Aparecen los primeros grupos vestidos con camisetas de Argentina que van llegando desde el estadio Monumental, donde anoche la Selección le ganó a Panamá en el primer partido post conquista en Qatar. Ven lo mismo que yo: una persiana baja de una óptica con un grafitti que dice “Abajo la dictadura de Perú”; una persiana baja de una panadería con un lema que dice “Vivas nos quiero”; una persiana baja de un banco con unas letras que dicen: “Ni olvido ni perdón”. Enfrente, un mural impactante de las Madres de Plaza de Mayo: “La memoria es la patria que soñamos; 30.000 presentes”.
Son las 12 de la noche y entonces ya es 24 de marzo. Ya está latiendo. Un pibe, de no más de 25 años, lleva en brazos a un bebé de no más de dos. Tiene hambre y le pide al kiosquero si no le regala algo. No tiene suerte. Sigue su camino, en búsqueda de algún otro kiosco. Antes, se topa con otros dos pibes durmiendo en una esquina; y después con una pareja que lleva dos carros de bebé, sin ningún bebé adentro. Allí van juntando descartes de otros humanos.
Van, –vamos–, mirando los carteles que están pegados en el trayecto a Plaza de Mayo y que en cuestión de minutos serán tapados por cientos de carteles de organizaciones sociales y partidos políticos referidos al Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia. Una cartulina rosa que pide más tizas y menos balas; otro que interpela: “Me dicen tortillera como si eso fuera una ofensa”; otro que exige “Justicia por Carmen y Liliana”; un dibujo en la acera que exhorta: “No me toques”; otro que recuerda: «Falta Tehuel».
Son las doce y media y otro pibe durmiendo en un banco de cemento que es incómodamente duro, hasta para sentarse. Lleva un pañuelo, que no es blanco: es negro y verde y le sirve para taparse la cara.
Llego a la Estación Lima del subte A. La escalera mecánica sigue funcionando aunque hace rato ya pasó el último subte y las puertas están cerradas. Una mujer está a unos pasos pero no se da cuenta: duerme, en el palier de un negocio. Enfrente, un enorme edificio de la Unión Industrial Argentina. A sus dos costados, dos personas acostadas sobre el piso.
En la 9 de Julio, dos pibes con visera intentan vender los últimos pañuelos descartables que les quedan, aprovechando el cambio de temperatura. En el piso, una ilustración pequeña que a partir del mediodía pasará desapercibida ante las miles de piernas. Lo que no pasa desapercibido es lo que dice: “Ni una menos”.
Hacia el norte, el obelisco; hacia el sur, Evita, iluminada de celeste y blanco. Tras cruzar la que se considera la avenida más ancha del mundo, otra persona tirada en la calle, con una manta de rombos negros y blancos, y con una mochila devenida en almohada. Bares abiertos con un derroche de luminaria encendida; bares cerrados con un derroche de luminaria encendida. Pasan otros tantos ciclistas deliverys confirmando que sí están disputando una carrera. Ni de casualidad leen el graffiti que exclama una deuda interna: “Libertad a las presas mapuche”.

Una pareja de cincuentones caminan en sentido contrario, lookeados como si fueran a bailar unos tangos. No parecen darle importancia a unas letras A4 recién pegadas, que forman una verdad innegable: “El precio del alquiler lo desreguló la dictadura”. Ni tampoco a las y los vecinos de la organización La Poderosa, que llegaron desde las villas 31 de Retiro; Fátima de Soldati; 21-24 de Barracas; 20 de Lugano; entre otros barrios empobrecidos, para hacer memoria desde temprano y comenzar a colgar banderas y pasacalles.
En la Plaza de Mayo y en las cuadras previas, ya abundan los carteles de las organizaciones y partidos que buscaron primerear, ganar un mejor lugar en los registros audiovisuales. Uno que prepondera dice: “Hebe vive en nuestras luchas y en nuestros corazones”. El otro: “Defender a Cristina es volver a Perón”. En un grupo de tres jóvenes que pasa por debajo, el varón le pregunta con ironía a sus dos amigas: “¿Eso es a favor o en contra de Cristina?”.
A doscientos metros de la Casa Rosada, otro hombre duerme en la calle, esta vez en la puerta de una feria artesanal. Y enfrente otro más, al descubierto. A la intemperie.
En la Plaza: el escenario armado. La Policía de la Ciudad armada. La catedral vallada.
A metros, un pibe, un poco pasado de alcohol, se le queda mirando a otro, que está sentado en uno de esos bancos hechos para que nadie se quiera sentar. Lo amenaza con que le va a robar, pero sigue: “Eh, ojo, no te regalés”, le suelta. El otro no le dice nada. Se calla. Detrás, una inscripción con aerosol: “Memoria, es NO al FMI”. Arriba, colgado entre dos árboles, un pasacalle cierra el círculo: “La democracia se defiende en las calles”.
Ahí nos vemos.
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