Nota
Qué pena: apuntes desde el colapso del sistema penitenciario, y por una nueva agenda de derechos humanos
Especialistas y referentes en derechos humanos se reunieron en MU para señalar con datos y casos concretos el colapso del modelo penitenciario que impulsa el actual sistema judicial. La selectividad policial y la prisión como los eslabones de una máquina de tortura. El control social de la pobreza. Por qué hay cuestionar las nociones de (in)seguridad. Y cómo el concepto de violencia institucional diluye la responsabilidad del Estado. Desde Luciano Arruga a la villa La Carcova de José León Suárez, pasando por el análisis del sistema carcelario argentino, apuntes desde la práctica hacia una nueva agenda de derechos humanos.
M. es un joven de 26 años que fue condenado recientemente a 6 años y 8 meses de prisión por un hecho ocurrido en 2013. Durante el proceso M. estuvo en libertad; ahora, el Poder Judicial pretende encarcelarlo. «¿Para qué va a ir preso? Durante este tiempo M. no pasó ni un semáforo en rojo», ilustra su abogada Verónica Heredia. El caso es el puntapié de la jornada de debate Cárcel y justicia: qué pena, ocurrida en MU el día de ayer.
El caso de M. es tan solo una demostración del funcionamiento del sistema penal, una máquina que se pone en marcha desde la selectividad de la policía y continúa con un proceso cuyo último eslabón es la prisión. Por esa razón, se reunieron referentes y especialistas para presentar datos y casos concretos que revelan el colapso del modelo penitenciario que impulsa el actual sistema judicial. “Lo que queremos evitar es que M. cumpla el ultimo eslabon de esta cadena, que va a garantizar no sólo la prisión, sino la tortura y la permanencia en el sistema», explica a lavaca Heredia, experta en derechos humanos.

La mesa de debate Cárcel y justicia: qué pena, en MU.
Foto: Martina Perosa
El control social de la pobreza
Durante la mesa se propone un nuevo frente de Derechos Humanos que actúe más allá o más acá del Derecho, para garantizar que no se atropellen los derechos de los jóvenes en el sistema penal ni en situaciones de detención. Alcira Daroqui, directora del Grupo de Estudios sobre Sistema Penal y Derechos Humanos (Gespydh, del Instituto Gino Germani de la UBA), dice: «En 2007 no se hablaba de tortura en democracia. Nosotras constatamos que el 65% de la población carcelaria veía violentados sus derechos. Por hacer estos informes recibimos una campaña en contra desde el Poder Judicial. Pero el poder judicial es el único garante de esas violaciones de derechos humanos en cárceles».
El Gespydh realiza anualmente un informe que establece un diagnóstico del sistema penitenciario argentino. El del 2017 puede entenderse en dos cifras: el organismo relevó un total de 5328 torturas sobre 1408 víctimas. Daroqui pone carne a esos números:
* • “Los detenidos dicen que nunca vieron ni a un juez ni a un fiscal».
• “Mientras éstas sean las cárceles hay que evitar que la gente vaya a la cárcel. Vos no podés retener mientras estás violando derechos humanos”.
• «El sistema penal y sus operadores nos tienen que dar explicaciones de por qué habiendo cambiado leyes y gastado presupuestos enteros, el sistema penal sigue creciendo para violar derechos».
• «Hay que ponerle un límite al Poder Judicial en su capacidad de producir daño. Hay que abroquelarse muy fuertemente contra éste: es el que tiene más impunidad para la sanción social».
• «El Poder Judicial garantiza el orden social injusto y desigual: para eso nació. Por eso nosotros decimos: no está funcionando mal, funciona muy bien. Lo que decimos es por qué producen daño y violan derechos».
• «El encierro no puede ser la estrategia para solucionar la criminalidad. Hay que ponerle ese límite».
• «Nosotros no hablamos más de seguridad: hace 20 años dicen ´seguridad´ y no han dado resultados. Tampoco existe la llamada ´seguridad democrática´. Hablemos de política criminal. Y tracemos un recorrido que explicite desde cuándo tenemos Ministerio de Seguridad en Argentina: surgió en 2010, durante el kirchnerismo, tras el Parque Indoamericano». • «El concepto de violencia institucional diluye la violencia estatal, y sobre todo hizo que se hable cada vez menos de la tortura. Es un concepto perverso: nuestra tarea es preguntarnos estas cosas. La violencia institucional es una tortura sin sujeto. En cambio cuando hay tortura, hay torturador».

Waldemar Cubilla (sociólogo, docente, director de la biblioteca popular La Carcova y miembro del Equipo de Reflexión y Aplicación de lo Jurídico Penal de la Universidad Nacional de San Martín) y Alcira Daroqui, directora del Grupo de Estudios sobre el Sistema Penal y Derechos Humanos, del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA.
Foto: Martina Perosa
Otro de los especialistas que participó fue Waldemar Cubilla, sociólogo, docente, director de la biblioteca popular La Carcova e integrante del Equipo de Reflexión y Aplicación de lo Jurídico Penal de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). “El hecho de estar en cana ya es tortura. Y el preso sabe que va a ser torturado, y aprende a soportar la tortura. Aparte de haber estado 9 años preso, tengo un laburo en el sistema jurídico penal. Lidero una biblioteca popular con el objetivo de que los pibes no caigan en cana. Y si caen, que salgan. La mayor acción política es seguir hablando: para eso no te tienen que matar, no te tienen que desaparecer. Y creo que también hay que discutir en seguridad, porque es lo que se discute: qué onda con los patrulleros, con las cámaras. Después creamos nuestro discurso, pero no hay que dejar pasar ese debate».
Del debate participó también Vanesa Orieta, de Familiares y Amigos de Luciano Arruga, una de las referentes en derechos humanos en Argentina. “10 años lleva la causa de Luciano en la justicia federal: no hay ningún imputado”, sintetiza. Casualidad o no, la jornada transcurre 12 años después de la segunda desaparición de Julio López.

Alcira Daroqui, Verónica Heredia y Vanesa Orieta.
Foto: Martina Perosa
En línea con lo expuesto por Daroqui, Cubilla y Heredia, Vanesa subraya cuál es el sujeto social sobre quien cae esa violencia estatal. “Hay toda una maquinaria puesta para controlar a los pibes, encerrarlos y disciplinarlos ya sea a través del gatillo fácil, de las causas armadas, del encierro: existe un control de la pobreza. Se hace difícil pero hay que disputar el poder de la palabra, que es lo que no quieren que tengamos. Durante el proceso de luchar por mi hermano me di cuenta que no era solo Luciano: su cara se reproducía a montones».
Heredia retoma el caso de M. y la necesidad crucial de señalar esa política criminal del Estado, con sus consecuentes eslabones que ponen en marcha la máquina penitenciaria de la tortura, para explicar lo que parece obvio pero no lo es: “Presentamos un recurso de queja ante la Corte: el joven estuvo libre todo este tiempo y no cruzó ni un semáforo en rojo. Casación acaba ratificar su pena, y la última instancia es la Corte Suprema. En estos años estuvo libre y su comportamiento fue ejemplar. ¿Para qué iría preso?».
El encuentro dejó en claro que la pregunta tiene una sola respuesta.
Es por abajo, y es social.

Vanesa Orieta y Waldemar Cubilla: la semilla de otra agenda de derechos humanos.
Foto: Martina Perosa
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
Entradas por Alternativa Teatral

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.
Por María del Carmen Varela
La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.
La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario. Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.
El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.
Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.
Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.
La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.
Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA
Domingos 18 y 25 de mayo, 20 hs
Más info y entradas en @perlaguarani
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