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Talleres Gráficos Conforti: la rebelión de las máquinas

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En Terminator 3, la rebelión de las máquinas es un anuncio del Apocalipsis. En la Argentina la hecatombe ya ocurrió, y la rebelión de las máquinas es la que permitiría que fábricas y talleres como Conforti vuelvan a funcionar. Ya se formó la Cooperativa de Trabajo Patricios, que aspira a la expropiación de este taller, cuyo propietario ha logrado realizar algunas trapisondas inolvidables bajo la atenta miopía de la justicia.

Las paredes del edificio verde que ocupa media manzana en la Avenida Patricios al 1900, Barracas, Buenos Aires, podrían ser calificadas como murales informativos. Allí hay todo un tratado que detalle con pocas palabras la situación de los Talleres Gráficos Conforti. En letras blancas mayúsculas se relata:

  • Trabajadores de Conforti por la fuente de trabajo. Nos deben más de un año de salarios. ¡¡No al vaciamiento!!
  • Justicia para los trabajadores ¡¡Solución ya!!
  • Más de 3 meses de lucha.
  • Raúl Gonzalo, delincuente, pagá.
  • No al vaciamiento de empresas.
  • No al desalojo.

Aparece además una propuesta que, de acuerdo al efecto que provocan estas situaciones, resulta un dechado de precisión y armonía:

  • Gonzalo, ladrón hijo de puta, pagá lo que debés.

Esta oración está desactualizada en su último tramo. Hoy los trabajadores de Conforti mantienen la primera parte del postulado, pero no parecen querer siquiera que les paguen lo que les deben.

Ahora exigen la expropiación definitiva de la empresa, para que se cumpla la ley y para hacer honor y poner en práctica las dos palabras más profundas pintadas allí, en blanco sobre verde:

  • Queremos trabajar.

Barracas es uno de los barrios más originales de Buenos Aires, con sus manzanas en desnivel con respecto a la calle para no sucumbir a las inundaciones. Conforti está a media cuadra del Riachuelo. Las persianas bajas parecen los ojos cerrados de una empresa que está en coma, víctima de una inundación de otra clase y de uno de esos casos de corrupción empresaria tan emblemáticos de la llamada dirigencia nacional (si es que esas dos palabras conservan algún sentido).

La reunión con los obreros de Conforti es en un taller silencioso, oscuro, quieto, la mayor tristeza para cualquier gráfico o cualquier periodista.

En Terminator 3, la rebelión de las máquinas es un anuncio del Apocalipsis. En la Argentina la hecatombe ya ocurrió, y la rebelión de las máquinas es la que permitiría que fábricas y talleres como Conforti vuelvan a funcionar. Es otro guión: las máquinas y los hombres aquí son aliados.

En el taller, las máquinas están en silencio, con sus ojos apagados. Los trabajadores estaban jugando a las cartas. En el fondo el juego es siempre el mismo: se trata de ir matando el tiempo, para evitar que el tiempo los mate a ellos.

Pero hay algo que se sobrepone al silencio: calculan que en unos 20 días esta situación puede cambiar definitivamente hacia un ambiente más ruidoso. Ellos, y las máquinas, recuperando su capacidad de trabajar.

La historia comenzó a desmoronarse entre 1998 y 1999 cuando el presidente de Conforti, Raúl Gonzalo, hombre más bien redondeado, decidido, veloz, de palabra fácil («es de los que te convence que todo lo tuyo es de él, y le creés» dicen los obreros), siempre de barba y 4×4, comenzó a pagar poco y mal a sus obreros.

No faltaba trabajo.

Gustavo Ojeda, delegado gremial y ahora integrante de la Cooperativa Patricios que han conformado los trabajadores, recuerda que entre los clientes estaban El Cronista Comercial, las revistas de Cablevisión y Telecentro, Segundamano y Vía Aérea (que se entrega a los pasajeros de aviones) por nombrar unas pocas. Está dicho: no faltaba trabajo, faltaba pagarlo.

Había unos 80 obreros que aguantaban los retrasos y los recortes que consideraron un mal menor frente a las amenazas de despido o a los retiros voluntarios que cada vez fueron menos voluntarios. «Incluso muchos acuerdos homologados ante el Ministerio de Trabajo no se cumplían. O sea, se firmaba el acuerdo, y la plata no aparecía. Íbamos a reclamar al Ministerio, y la homologación no aparecía».

En la Argentina el sistema de despidos fue privatizado para lograr una mayor eficiencia: despedir más y mejor con el disfraz del «acuerdo mutuo» entre trabajadores y empresas. Sin embargo, las homologaciones en este caso desaparecieron. Para Ojeda la única explicación a semejante enigma es un puño arriba de la mesa: «Alguien puso plata».

Siempre se puede estar peor. La Argentina lo supo en el 2001, cuando la recesión menemista y su empalme con la recordada gestión del señor De la Rúa y los suyos provocó un colapso absoluto de la economía. En ese ambiente, Gonzalo iba pagando cada vez menos. De sueldos cercanos a a los 1.000 pesos, pasó a pagar fracciones semanales de 150, luego de 100 y finalmente de 50.

De paso, humillaba: hacía que los trabajadores tuvieran que esperar hasta siete horas, fuera de su turno de trabajo, para cobrar al menos esos 50 pesos.

Pero al mismo tiempo Gonzalo ensanchaba sus negocios, como propietario y presidente de Conforguías S.A., empresa a la que iban a parar clientes y contratos que funcionaban en Conforti.

Por eso los trabajadores empezaron a sospechar que ante sus ojos se producía un nuevo acto de magia negra: lo que estaba, desaparecía. Lo llamaron vaciamiento. A fines del 2001 quedaba un solo cliente para Conforti: el diario El País, de España, que tiene una pequeña tirada en Buenos Aires y Montevideo.

Raúl Gonzalo se presentó en convocatoria de acreedores. «Nosotros seguíamos trabajando» reconoce Juan José Rodríguez «y es más: los sábados y domingos trabajábamos gratis. Lo hacíamos pensando que iba a ser peor todavía si la empresa se cerraba».

Cuando hacían asambleas reclamando pagos atrasados, Gonzalo bajaba a arengar a los gráficos. El señor Miguel Isidro Barrios todavía se asombra con los argumentos: «¿Sabe qué nos decía? Que la culpa de la crisis de la empresa era nuestra. Que hacíamos mal el trabajo y por eso los clientes se iban».

Llegó diciembre del 2001. Corralito. Denuncia Ojeda: «Pero a éste el corralito no lo agarró. Iba a Uruguay a buscar la plata». No se sabe cuánta, pero la Navidad de 2001 le pagó $10 (diez pesos) a cada uno de los obreros. A esa altura eran unos 80 empleados, así que Gonzalo invirtió 800 pesos para unas felices fiestas. Un dato curioso: pagó en monedas, porque fue el único cambio chico que consiguió.

A otros no les pagaba siquiera con diez monedas. La AFIP, los organismos previsionales, la obra social y el sindicato, sumados a los salarios caídos, generaron una deuda que -al estilo de la deuda externa argentina- iba siendo cada vez más inmanejable.

Para evitar pagar parte de esa deuda, el señor Raúl Gonzalo intentó un nuevo acto esotérico: declaró bajo juramento a la AFIP que no tenía empleados. Los esfumó.

Pero tiempo después, en marzo de este año, solicitó ante el Ministerio de Trabajo la apertura del Procedimiento Preventivo de Crisis para poder despedir a la mitad del personal.

Conclusión: no tenía empleados, pero iba a echar a la mitad.

Esta teoría sobre la subdivisión de la nada merecería un arduo debate filosófico, el Nobel de Física, un capítulo especial de la reestrenada serie La Dimensión Desconocida, o una reparación a las víctimas de la asociación ilícita entre este tipo de empresarios con un Estado neoliberal que los apoya como empresa prestadora de servicios.

A fines de febrero de este año los trabajadores de Conforti se hartaron y comenzaron la llamada «retención de tareas»: al no cobrar, concurren a sus puestos de trabajo a no hacer nada. De todos modos colaboraban en lo indispensable para que siguiera editándose El País. Raúl Gonzalo informó que no podría pagarles ni los 50 pesos semanales que venían cobrando y el 10 de marzo comenzó el cese total de trabajo que continúa hasta hoy. El juez del concurso Juan José Dieuzeide nombró un Veedor.

Gonzalo contraatacó iniciando una causa por «ocupación del establecimiento» exigiendo el desalojo de los trabajadores. La fábrica en realidad no estaba tomada ni ocupada, sino que los trabajadores concurrían en sus horarios. El propio Veedor judicial elevó al juez un escrito describiendo que no había tal ocupación: el control de la planta -informó- lo realizaba la empresa de seguridad Libercoop y personal adicional de la Policía Federal Argentina, en contacto permanente con el propio Gonzalo.

Hubo más intentos de magia. Gonzalo sostenía que su deuda con los obreros era ínfima y que les había pagado todo el 2002. Para demostrarlo, hizo lo lógico: le presentó al Veedor judicial todos los recibos firmados por los trabajadores durante ese año.

Hubo sólo un detalle disonante: todas las firmas, en más de 300 recibos, eran falsas. A simple vista podía notarse que, además, la misma persona aparecía con firmas absolutamente dispares, cosa que pudo confirmar el propio juez comercial sin necesidad de revisa demasiado esos garabatos amorfos. Esto es algo que puede generar la indignación de cualquier ciudadano honesto, e incluso la de cualquier falsificador eficiente.

Con el descubrimiento de la falsificación, y de todo lo que eso implica como delito, llegó la orden de detención.

Pero no para Raúl Gonzalo, sino para los obreros acusados de usurpación por la jueza del Juzgado Nacional Correccional número 2, Mónica Atucha de Ares. Esta señora demostró la velocidad de la que es capaz la justicia -a veces- aceptando la denuncia por usurpación, ordenando el desalojo de una fábrica que no estaba tomada, y dictando el procesamiento de 14 de los trabajadores que estaban en la planta el día que ella envió a un oficial de justicia a inspeccionar.

Sobre esta hazaña judicial se pronunció la Federación Gráfica Bonaerense:

  • «El arbitrario fallo y el irregular proceder de la jueza no solo ha sido legalmente apelado sio que ha sido denunciado ante el poder político y ante la opinión pública. Es preciso aclarar qu la mencionada jueza adoptó tan drástica medida sin solicitar informes al Ministerio de Trabajo sobre el conflicto laboral ni al Juzgado Comercial acerca de las denuncias formuladas contra el empresario, tampoco requirió testigos ni prestó atención a las declaraciones de los 14 compañeros citados a declarar. Simplemente tomó los argumentos de la empresa».

La jueza, como ocurrió con el juez provincial Marcelo Goldberg en el caso de Crometal, puso la defensa de la propiedad privada (aunque se trate de un evidente evasor y falsificador denunciado por vaciamiento) y el ejercicio del desalojo, por encima de cualquier otro interés y derecho. El juez Goldberg terminó pidiéndole disculpas personalmente a los obreros, apenas entendió que estaba poniéndose en la mira de un juicio político. Esta jueza, en cambio, sigue con la amenaza de desalojo pendiente.

Don Aniceto Sanabria, uno de los veteranos de la cooperativa dice en voz alta: «Aquí no hay justicia, ¿no?», pero ninguno de los que estamos con él en el taller tenemos nada nuevo que decir al respecto.

Los obreros presentaron la idea de una ley de expropiación, que han tomado algunos legisladores porteños, empezando por Beatriz Baltroc (entró por el ARI, pero se separó del bloque).

Cuenta Gustavo Ojeda: «Nuestra intención es lograr la expropiación definitiva, y poner aquí una escuela de artes gráficas, un centro de salud para Barracas y La Boca, y un centro cultural». El modelo de IMPA, contagiando a otras cooperativas.

La idea de derivar el conflicto hacia una cooperativa surgió por el comentario que un policía le hizo al propio Gustavo. El agente les dijo: «Mirá: esta gente pasó por mil bolonquis y terminaron armando una cooperativa quedándose con la fábrica». Le dio un número de teléfono. Gustavo se conectó así con Ghelco, que en realidad es ahora la Cooperativa de Trabajo Vieytes, productora de insumos para confitería y heladería. Luego Gustavo contó la experiencia en su sindicato gráfico, y allí lo conectaron con Eduardo Murúa, del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas.

«Para mi es una metamorfosis. Fui nueve años delegado gremial, y ahora tengo que pensar más en que todos vamos a ser dueños de la empresa» dice un sorprendido Ojeda.

El sindicato (Federación Gráfica Bonaerense) fue el que en mayor medida los apoyó económicamente durante este tiempo. Cuando se les pregunta qué efecto tuvo esto en las familias, los hombres de la cooperativa son parcos. Ojeda dice: «las familias nos apoyan» pero Cristóforo Gramajo hace una mueca y dice: «Fue muy duro».

El conflicto tuvo una repercusión anoréxica en los medios. Los casos más extraños (por llamarlos de algún modo) fueron los de Canal 9, que les hizo una nota que jamás emitió al aire, lo mismo que el periódico Página/12 (que hasta mediados de los 90 se imprimió en Conforti). Dice Gustavo Ojeda: «Los de Página nos hicieron una nota, pero después nos contaron que no la publicaron por la relación que tiene Gonzalo con los capos de ese diario».

Toda una confirmación sobre que la libertad de expresión que peligra no es la de los medios comerciales, sino la de sectores sociales a los que los medios intentan esfumar de la realidad, acto de hipnosis o magia negra similar a los frecuentados por el empresario Raúl Gonzalo.

Los obreros siguieron cruzándose con Gonzalo en el ministerio de Trabajo y en el propio taller, al cual el empresario concurre de vez en cuando, releyendo acaso las referencias a su persona pintadas en las paredes verdes. En una reunión en el ministerio, Gonzalo planteó las dificultades en que se encontraba, con riesgo incluso de no poder pagar el seguro de su 4×4, ni el de la su señora esposa. De todos modos, esa dura caída bajo niveles de subsistencia automovilística no parece haberse concretado. Los obreros, poco después, vieron que ambos llegaban a Conforti en sus respectivas camionetas, lo cual debe llevar tranquilidad a los allegados y amigos de la familia, y a los promotores de seguros.

¿Cuál es el futuro? «En 15 o 20 días esperamos que salga la expropiación en la Legislatura. Esperamos que el Ejecutivo la firme» dice Ojeda (no es un dato menor calcular qué haría el candidato Mauricio Macri en caso de tener semejante papel bajo su lapicera). Ojeda cree que en cinco o seis días pueden afinar y aceitar todo el funcionamiento de las máquinas. «Y tenemos al menos tres clientes muy fuertes que volverían con nosotros. Con uno que se concrete, ya comemos los 28 que quedamos en la cooperativa, pero vemos que podemos ir recuperando poco a poco nuestro mercado».

Bajo la mirada de Lauro Vázquez y Gustavo Miranda, dos de los más jóvenes integrantes de la cooperativa (unos pocos de treinta y pico, y de allí para arriba) don Aniceto Sanabria vuelve a tomar la palabra: «Usted hizo muchas preguntas. ¿Puedo yo hacerle una? ¿Por qué este Gonzalo no está preso? ¿Hay justicia?»

Tal vez convenga dejar el interrogante abierto. Al igual que el de saber si Conforti pasará finalmente a manos de sus trabajadores. Todo está empezando. La fábrica está impecablemente mantenida por los obreros. Sobre la mesa del taller quedó el mazo de cartas. Mientras las máquinas sean sólo un adorno, el mazo tendrá como trabajo un acto de magia: ir matando al tiempo que falta para saber qué contestarle a don Aniceto cuando pregunta si hay justicia.

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

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Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

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También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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