Nota
Territorios en resistencia: el prólogo
Raúl Zibechi acaba de publicar Territorios en resistencia – Cartografía política de las periferias urbanas latinoamericanas, una investigación sobre el significado geopolítico y lo que está en juego en esos territorios que crecen por fuera del mercado y el Estado. El rol de los gobiernos. Los planes sociales, las oenegés y la educación popular: las nuevas formas de dominación en la batalla por el control de los movimientos sociales. Aquí, un regalo para los lectores de lavaca: la introducción de este trabajo indispensable para pensar cuáles son las estrategias de vida y resistencia que se están gestando alrededor de las grandes ciudades del continente.
En los últimos veinte años tuve la posibilidad de visitar múltiples rincones de América Latina, donde los de abajo se empeñan en convertir sus iniciativas colectivas para la sobrevivencia en espacios para resistir el sistema hegemónico. Pude conocer algunas experiencias notables, compartir con las y los actores sobre los modos y formas de construir sus vidas cotidianas, y luego ampliar lo allí convivido a través de abundante bibliografía.
Lo que aprendí junto a esos colectivos me reafirmó en la convicción de que en América Latina, al calor de las resistencias de los de abajo, se han ido conformando “territorios otros”, diferentes a los del capital y las multinacionales, que nacen, crecen y se expanden en múltiples espacios de nuestras sociedades. Puede objetarse que las formas de construcción de los movimientos indígenas en áreas donde habitan desde hace siglos, no deben compararse con las experiencias urbanas de los sectores populares. Las diferencias entre unos y otros son inocultables, empezando por el simple hecho de que la presencia estatal en esos lugares es débil, lo que facilita la existencia de formas de vida heterogéneas. Pero tampoco podemos dejar de lado, que las experiencias de esos sectores a menudo se entrelazan y que en no pocas ocasiones tienden a tomar camino, si no idénticos, por lo menos similares.
Las experiencias educativas, ancladas en lo bilingüe, los cuidados de la salud en base a los saberes ancestrales, la renovación y reconocimiento de la justicia y de formas de poder apoyadas en las tradiciones comunitarias, pueden servir para confirmar las inexorables diferencias entre el mundo rural indígena y el urbano popular. Es enteramente cierto que entre los indios de nuestro continente sobreviven y se han recreado tradiciones diferentes a las que vemos en los sectores populares urbanos, entre ellas, y de forma destacada, la lengua propia.
Pero no es menos cierto que los sectores populares son portadores de relaciones sociales también diferentes a las hegemónicas, aunque no asimilables a las de los indígenas. Sin embargo, no es a través de estudios de carácter antropológico o sociológico como podemos desentrañar el carácter de esas diferencias. Los pueblos, sus culturas y cosmovisiones, no pueden ser comprendidos desde metodologías de carácter “científico”, o sea, sólo a través de estudios cuantitativos y estructurales. No se trata de medir las diferencias sino de comprenderlas a través de su despliegue y su visibilización, de los rastros y realizaciones concretas que van dejando estelas y huellas, materiales y simbólicas.
Estoy firmemente convencido, como sugiere James Scott, de que los de abajo (ese amplio conglomerado que incluye a todos, y sobre todo todas, quienes sufren opresión, humillación, explotación, violencias, marginaciones…) tienen proyectos estratégicos que no formulan de modo explícito, o por lo menos no lo hacen en los códigos y modos practicados por la sociedad hegemónica. Detectar estos proyectos supone, básicamente, combinar una mirada de larga duración con un énfasis en los procesos subterráneos, en las formas de resistencia de escasa visibilidad pero que anticipan el mundo nuevo que los de abajo entretejen en la penumbra de su cotidianidad. Esto requiere una mirada capaz de posarse en las pequeñas acciones con la misma rigurosidad e interés que exigen las acciones más visibles y notables, aquellas que suelen “hacer historia”.
Larga duración, porque sólo en ella se despliega el proyecto estratégico de los de abajo, no como programa definido y delimitado sino a través de grandes trazos que apuntan en una dirección determinada. Esa dirección, en América Latina, nos habla de creación de territorios, rasgo diferencial de los movimientos sociales y políticos respecto a lo que sucede en otras latitudes. En paralelo, en la larga duración pueden hacerse visibles los pliegues internos –claves para comprender los proyectos de nuestros pueblos – que resultan invisibles al observador externo.
Aunque los territorios de los movimientos abren nuevas posibilidades para el cambio social, no representan, empero, ninguna garantía de transformación liberadora. En las periferias urbanas de muchas ciudades latinoamericanas, he visto territorios de la complejidad y la diversidad, de la construcción de relaciones sociales horizontales y emancipatorias donde se registran formas de vida heterogéneas, junto a territorios donde la dominación reviste las vulgares formas de la militarización vertical y excluyente. Transitar de un barrio a otro, cruzando apenas una avenida, puede representar un cambio brusco entre la dominación y la esperanza.
Como toda creación emancipatoria, los territorios urbanos están sometidos al desgaste ineludible del mercado capitalista, a la competencia destructiva de la cultura dominante, la violencia, el machismo, el consumo masivo y el individualismo, entre otros. Los territorios de los sectores populares urbanos –a los que está en gran parte dedicado este libro– nacieron y buscan crecer en el núcleo más duro de la dominación del capital, en las grandes ciudades que son sede natural de las viejas y nuevas formas de control social, que contribuyen a lubricar la acumulación de capital.
a sea por la vía represiva o por la interiorización de la cultura neoliberal, estos emprendimientos han venido siendo acosados desde que nacieron, hace más o menos cuatro décadas, en todas las periferias urbanas de este continente. Con el tiempo, están aprendiendo a sortear este conjunto de adversidades, a veces desarmando algunos de sus más queridos proyectos, como me han enseñado los compañeros del Movimiento Social Dignidad, de Cipolletti. Para no ser atrapados por la lógica identitaria del capital, capaz de devorar todo aquello que se congela pese a haber sido creado con prácticas emancipatorias, los desocupados organizados de esa ciudad decidieron desarmar, o mejor, parar por un tiempo, los emprendimientos productivos, entre ellos la panadería y la bloquera, que les proporcionaban buenos ingresos. Para seguir avanzando, para comenzar a trabajar con aquellos que más necesidad tienen de movimiento –adolescentes, niños y niñas destrozados por la pobreza– se vieron forzados a poner en cuestión todo lo que venían haciendo, para abrirles un espacio en sus almas y en sus cuerpos, como hubiera dicho León Felipe.
Los territorios urbanos donde han arraigado los movimientos que trabajan por la emancipación, están sufriendo nuevas e inesperadas embestidas por parte de actores nacidos a menudo en el seno de esos mismos movimientos. Se trata de un proceso que se puede fechar hacia la década de 1990, con el acceso a los gobiernos municipales de fuerzas de izquierda como el Partido de los Trabajadores en Brasil y el Frente Amplio en Uruguay, y otras fuerzas de izquierda en una porción significativa de las ciudades latinoamericanas. De la mano de la “descentralización con participación”, se pusieron en marcha proyectos como el Presupuesto Participativo en Porto Alegre; experiencias que tuvieron nombres y protagonistas diferentes, pero características similares en otras urbes. Desde el punto de vista de los sectores populares organizados en movimientos, estas experiencias no fueron felices, ya que propiciaron la desarticulación de toda una camada de organizaciones populares, más allá de la voluntad de sus promotores.
El problema que enfrenta la dominación en América Latina, es que en las últimas décadas las poblaciones se levantan, se insurreccionan, y desde el Caracazo de 1989 lo hacen de modo regular. El panóptico se ha vuelto arcaico: aunque sigue funcionando, no es el medio fundamental de control. Lo que se requiere para gobernar grandes poblaciones que cambian y buscan el cambio, son formas de control a distancia, más sutiles, que trabajen en relación de inmanencia respecto a las sociedades, y para eso los movimientos juegan un papel fundamental. De ahí la necesidad de contar con ellos, ya no reprimirlos y marginarlos.
Podemos decir que los estados que dirigen Lula, Kirchner y Tabaré Vázquez, por poner los ejemplos más obvios pero no los únicos, son hijos del arte de gobernar. Ya no estamos ante los estados benefactores o ante los estados neoliberales prescindentes, sino ante algo inédito, que sobre la base de la fragilidad heredada del modelo neoliberal busca desarrollar nuevas artes para mantenerlos en pie, dotarlos de mayor legitimidad y asegurar así su supervivencia siempre amenazada.
En la favelas de Brasil, en las villas de Argentina y en los asentamientos de Uruguay, los activistas sociales ya no están solos. Algunas décadas atrás, el Estado sólo aparecía vestido de uniforme policial o militar, o a través de caudillos patriarcales hoy en decadencia. Ahora el Estado reconoció el papel del territorio y de los movimientos territoriales, y los movimientos reconocen el nuevo papel del Estado. Y juntos, a partir de ese reconocimiento, están creando algo nuevo: las nuevas formas de dominación. Es éste un cambio de larga duración, destinado a introducir una poderosa cuña estatal en las periferias urbanas, pero ya no de un Estado puramente represivo sino algo más complejo y “participativo” que, no obstante, persigue el mismo fin: adelantarse a lo que pueda suceder, en suma, “evitar la revolución”. Es ahora un Estado capilar, porque gracias al arte de gobernar ha permeado los territorios de la pobreza con mucha mayor eficiencia que los caudillos clientelares del período neoliberal. Esos caudillos actuaban de modo vertical y autoritario, y por lo tanto siempre podían ser desbordados y, más aun, estaban destinados a ser desbordados.
Estamos transitando nuevas formas de dominación. Poco importa que vengan de la mano de fuerzas que se proclaman de izquierda, porque las nuevas artes de gobernar las desbordan y las incluyen a la vez. No es que las izquierdas se hayan propuesto hacerlo así, sino que les tocó gobernar en un período en el que están surgiendo nuevas gobernabilidades. En otras partes del mundo, Irak por ejemplo, algunas de estas “artes” las practican las tropas de ocupación de Estados Unidos. No interesa tanto quién sino cómo.
Lo que está en juego es la supervivencia misma de los movimientos, y de sus territorios como potenciales espacios de emancipación. En la medida que las nuevas formas de gobernar, que suelen ser ensayadas primero a escala municipal, desarticulan los movimientos sociales, pueden ser consideradas como parte del arsenal antisubversivo de los estados. Superar este desafío pasa, entre otros, por comprender lo que está cambiando, asumir las nuevas formas de dominación biopolíticas más allá de quienes las hagan rodar. Que sean las izquierdas las encargadas de hacerlo, no debería sorprender: el panóptico fue una creación de la Revolución Francesa, para enfrentar los desafíos que planteaba la caída del viejo régimen.
Siento, en consecuencia, que los conceptos y las palabras que habitualmente manejamos para describir y comprender nuestras realidades, son inadecuadas o insuficientes para interpretar, y acompañar estas sociedades en movimiento. Como si la capacidad de nombrar hubiera quedado atrapada en un período sobrepasado por la vida activa de nuestros pueblos. Buena parte de las hipótesis y análisis en los que crecimos y nos formamos quienes participamos en el ciclo de luchas de los 60 y 70 se han convertido, glosando a Braudel, en “prisiones de larga duración”. Muy a menudo acotan la capacidad creativa y nos condenan a reproducir lo ya sabido y fracasado. Un nuevo lenguaje, capaz de decir sobre relaciones y movimientos, debe abrirse paso en la maraña de conceptos creados para analizar estructuras y armazones organizativos.
Hacen falta expresiones capaces de captar lo efímero, los flujos invisibles para la mirada vertical, lineal, de nuestra cultura masculina, letrada y racional. Ese lenguaje aún no existe, debemos inventarlo en el fragor de las resistencias y las creaciones colectivas. O, mejor, aventarlo desde el subsuelo de la sociabilidad popular para que se expanda hacia las anchas avenidas en las que pueda hacerse visible y, así, ser adoptado, alterado y remodelado por las sociedades en movimiento. Necesitamos, en fin, poder nombrarnos de tal modo que seamos fieles al espíritu de nuestros movimientos, capaces de transmutar el miedo y la pobreza en luz.
Y tenemos que ser capaces de pensar y vivir en movimiento, como creo que sugieren los compañeros de Cipolletti. Porque los más castigados en nuestras sociedades, esos que no tienen nada que perder sino las cadenas (Marx), para existir, para conjurar la muerte y el olvido, deben mover-se, deslizarse del lugar heredado; en movimiento siempre, porque detenerse implica caer en el abismo de la negación, dejar de existir.
En esta etapa del capitalismo, nuestras sociedades otras sólo existen en movimiento, como tan bien nos enseñan las comunidades zapatistas, los indios de todas las Américas, los campesinos sin tierra y, cada vez más, los condenados de las periferias urbanas. El doble movimiento, la rotación sobre el propio eje y el traslado sobre el plano, son los dos modos complementarios de entender el cambio social: desplazamiento y retorno. En efecto, no alcanza con moverse, desplazarse del lugar material y simbólico heredado; hace falta, además, un movimiento como la danza, circular, capaz de horadar la epidermis de una identidad que no se deja atrapar porque cada giro la reconfigura.
El movimiento, como imagen de la sociedad otra, es, siguiendo al filósofo, la apuesta por la intensidad (flujo o movimiento) frente a la representación; siempre destinada a sacrificar el movimiento en el altar del orden. Cualquier orden. El trompo del cambio social está danzando, por sí mismo. No sabemos durante cuánto tiempo ni hacia dónde. La tentación de darle un empujón para acelerar el ritmo, puede detenerlo, más allá de la mejor voluntad de quien pretenda “ayudar”. Quizá, la mejor forma de impulsarlo sea la de imaginar que nosotros mismos somos parte del movimiento-zumbayllu; girando, danzando, todos y cada uno. Ser parte, aun sin tener el control del destino final.
(Territorios en resistencia se puede conseguir Mu.Punto de Encuentro o escribiendo a infolavaca@yahoo.com.ar)
Nota
Escritos sobrevivientes: Un nuevo libro escrito por ex detenidos desaparecidos
Este 24 de marzo, a 49 años del golpe, la editorial lavaca publica Escritos sobrevivientes, un libro creado junto a un grupo de personas que estuvieron secuestradas y desaparecidas en distintos centros clandestinos de represión durante la última dictadura militar. Se presenta el próximo viernes 28, pero ya podés pasar a buscarlo por MU (Riobamba 143) desde hoy. En este texto, Claudia Acuña cuenta qué representa esta obra parida en colectivo y en medio de aires negacionistas.
Por Claudia Acuña
Este libro representa muchas cosas y todas y cada una nos parecen decisivas para estos tiempos desesperados.
Ni sé por dónde comenzar a enumerarlas, así que sin orden de importancia ni cronológico enumero algunas, aunque sin duda me faltarán otras que invito a que completen quienes lo lean.
Lo primero, para mí, es reconocer el valor social, político, histórico y ético que merecen las personas detenidas-desaparecidas por la dictadura cívico militar que azotó este país desde el 24 de marzo de 1976. No olvidamos esa fecha gracias a ellas, pero no siempre se las nombra con la relevancia que han tenido para construir verdad, justicia y memoria.
A algunas de ellas he tenido el honor de escucharlas y verlas testimoniar en los juicios de lesa humanidad, pero también en los diferentes procedimientos contra la impunidad que crearon y sostuvieron para que esos juicios sucedan.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Hasta lograrlo.
Solo a una pude agradecerle con palabras y lágrimas el esfuerzo, el coraje y el legado que recibíamos por su esfuerzo, pero fundamentalmente por sus vidas consagradas a hacer posible lo imposible. Fue en la puerta de los tribunales de Comodoro Py, mientras los altoparlantes transmitían la primera condena a los genocidas responsables del centro de detención clandestino y de tortura que funcionaba en la Esma. Ahora, con este libro queremos extender esas gracias a cada una, a cada uno.
Sé, porque comprendí la lección que nos daban, que no puedo afirmar que lo hicieron solo ellas, ellos. Esa es otra de las cosas que representa este libro: el saberse parte – y reconocerlo siempre- de algo más grande, más importante y más trascendente no solo del yo, sino incluso del núcleo colectivo en el que nos organizamos, reflexionamos y tomamos fuerza para resistir. Nuestras fuerzas individuales y nuestras construcciones políticas suman, activan, empujan, pero alcanzan sus objetivos cuando sincronizan con la necesidad social, con la época y con la Historia. Tienen alas porque tienen raíces y mueven al mundo hacia lugares mejores porque se sabe más grande y más poderosa que lo que nos rodea.
Eso que aquí las y los autores definen como “subjetividad sobreviviente” nos advierte eso: somos nuestros cuerpos y la sombra que proyectan, lo que hacemos y lo que soñamos, nuestras obras y nuestra imaginación, nuestros saberes y nuestra intuición, pero también y además aquellos cuerpos, proyecciones, hechos, batallas ganadas y perdidas, que nos anteceden y desbordan para fortalecernos y sostenernos de pie. Aquello que ilumina la oscuridad es la memoria sensible: de eso se trata este libro, además.
Otra: el valor de las utopías. En los momentos más aterradores hemos gritado “Aparición con vida y castigo a los culpables”. Bueno: la noticia es que hemos tenido éxito y aquí están las personas que cuando pronunciábamos esas palabras mágicas no podíamos abrazar. Algunas de ellas son las que el tercer sábado de cada mes vimos ingresar a nuestra trinchera durante el largo y desalentador año 2024. Para nosotros ese taller de escritura significó una cita con la esperanza, cada vez. Y una comprobación: el futuro se construye con el hacer colectivo, cada vez.
Por último: este no es un libro de testimonios sobre el horror de la dictadura, sino su contracara o quizá, lo que se puede pensar después de cruzar el abismo de la impunidad.
Quizá.
Me falta todavía superar la alegría de haberlo logrado, de sostener con las manos esta pequeña utopía realizada en tiempos de saqueo de recursos simbólicos y materiales, en las cuales sólo proponerlo sonaba casi irresponsable, para poder encontrar las palabras certeras, que expresen lo que representa que personas empobrecidas y violentadas podamos hacer lo que querramos financiadas sólo por el deseo y la convicción, que siempre es política.
Quizá la palabra exacta sea una sola: Argentina.
La presentación
Escritos sobrevivientes y compila una serie de textos producidos en un taller de escritura que tuvo lugar en MU durante 2024. Estos relatos abordan historias marcadas por lo que el grupo denomina «subjetividad sobreviviente». El resultado es un conjunto de textos poéticos, políticos y filosóficos, de una potencia y belleza conmovedoras.
Participan: Rufino Almeida, Margarita Fátima Cruz, Graciela Daleo, Lucía Fariña, Mercedes Joloidovsky, Eduardo Lardies, Susana Leiracha, María Alicia Milia, Claudio Niro, Silvia Irene Saladino, Stella Maris Vallejos e Inés Vázquez.
Así lo resumen sus autoras y autores: «Un grupo de compañeras y compañeros, ex detenidos desaparecidos por el terrorismo de Estado, nos reunimos en un taller de escritura para crear textos enfocados en la subjetividad sobreviviente, mientras la voz del poder alimenta el negacionismo y la reiteración del sufrimiento popular por variados medios».
El libro se presentará el próximo viernes 28 de marzo a las 20 horas en Mu Trinchera Boutique, Riobamba 143.
Podés conseguirlo desde hoy, 24 de marzo, también en MU.

Nota
La Justicia esquiva la causa por el disparo a Pablo Grillo: “Hasta ahora no se investigó nada”

La recuperación de Pablo “es muy rápida” pero la investigación sobre su intento de asesinato, muy lenta, o directamente inexistente. Qué dijo el padre hoy frente al Hospital Ramos Mejía donde Pablo sigue pelando por su vida, aún en terapia intensiva pero con avances prometedores, y las abogadas del caso que presentaron ante la Justicia: primero Servini de Cubría y luego el candidateado a la Corte Ariel Lijo rechazaron la causa, y ahora se sortea en la Cámara Federal de Casación a qué juez le tocará investigar a quien le disparó y a sus superiores jerárquicos. Los dichos de Adorni en conferencia de hoy, y quién cortó el diálogo con la familia; las pruebas que se pidieron y las que se aportaron; y el texto de la presentación judicial en la que la familia pide ser querellante, con las pruebas que aportamos desde decenas de medios, fotoperiodistas y organizaciones sociales.
Por Francisco Pandolfi
Pablo Grillo todavía no está fuera de peligro, pero la mejoría día a día, paulatina y constante, le permite a la familia hablar ya no sólo de su estado de salud. Hasta hoy, el único foco era la supervivencia de este fotógrafo de 35 años impactado por una granada de gas lacrimógeno, fuera de toda legalidad, por las fuerzas de inseguridad comandadas por la ministra Patricia Bullrich.
La pérdida de masa encefálica y la fractura de cráneo con la que llegó de urgencia al Hospital Ramos Mejía –el miércoles 12 de marzo, cuando se desató la represión en la marcha por las paupérrimas condiciones en las que viven las y los jubilados–; la primera operación esa misma noche en la que se bajó la presión intracraneal y se le reconstruyó algo del tejido. Las pupilas que empiezan a reaccionar bien. La merma en la sedación. Los primeros movimientos – prematuros e inesperados por los propios médicos–. Otra operación por un derrame que es revertido a tiempo. La baja de los glóbulos blancos como síntoma de la baja en la infección. Y a solo una semana del disparo, Pablo abre los ojos. Y le sacan el respirador para ver cómo reacciona y lo hace agarrándole la mano a la mamá. Y por si fuera poco le susurra las palabras más hermosas a su papá: “Hola, viejo”.
Pablo continúa en terapia intensiva, en estado crítico, pero respondiendo bien neurológica y físicamente. “Es asombroso el nivel de avance que tuvo”, dice Fabián, su viejo, con los ojos emocionados e incrédulos por la mejoría impensada en tan poco tiempo. Esa sucesión de buenas noticias las que posibilitan a la familia convocar este viernes a una conferencia de prensa «para contar novedades en la causa judicial».
Primero, habla Fabián, su papá, sobre la salud de Pablo: “Las novedades son que está estable, por lo tanto es bueno. Está con los ojos abiertos y sigue sin respirador”.
Fabián lleva puesta una remera azul, con letras blancas que dicen: “Justicia por Pablo Grillo”. Se lo nota cansado, pero más distendido. Se ríe cuando cuenta: “Tengo un video con saludos de (Ricardo) Bochini, veremos si los médicos nos permiten que se lo pasemos. Si lo escucha al Bocha, va a volver a hablar seguro Pablo”. Mantiene los pies sobre la tierra: “Todavía la situación es grave: está en terapia y con riesgo de vida. Pero en ese marco todo lo que estuvo ocurriendo es favorable. A todos nos sorprendió su evolución. Incluso los médicos manifiestan que la evolución que está teniendo es asombrosa. Es muy rápida”.
Este jueves, el vocero presidencial Manuel Adorni dijo que el diálogo con la familia quedó roto desde que el padre de Pablo acusó a Bullrich de ser cómplice. Fabián le responde: “Nosotros no cortamos nada porque nunca existió el diálogo. Lo mío fue una respuesta a una declaración mentirosa de Bullrich, por tanto si es que alguien cortó el diálogo fueron ellos. Yo estoy dispuesto a escuchar, si alguien me llama”. Y agregó: “A esta altura no lo espero (ese llamado). Espero poco. Pero demostraría que tienen todavía un grado de humanidad”.
En relación a las mentiras de Bullrich sobre el trayecto del proyectil, expresó: “Me da vergüenza la forma en que fue acomodando la mentira. La va acomodando a medida que la realidad se lo desmiente, es hasta absurdo, burdo, grotesco: no sé que palabra utilizar”. Cuando le preguntaron si le diría algo al gendarme que, según los elementos reconstruidos hasta el momento, sería quien disparó (presuntamente, el cabo Guerrero), afirmó: “Personalmente no le diría nada. Sí lo vamos a decir de forma jurídica. El mejor diálogo que podemos tener con esta gente es en lo judicial”.
La causa, sin avances
Fabián estuvo acompañado por Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, y a Paula Litvachky, del CELS, organismos que patrocinarán legalmente a la familia, que este 21 de marzo se presentó ante el Juzgado Criminal y Correccional Federal Nº 1 para ser tenida en cuenta como querellante en la investigación judicial.
Lo más importante de la causa hasta ahora: desde el 12 de marzo “no se investigó nada y reclamamos que se empiece a investigar urgente”. Las abogadas cuentan el por qué: “La causa iniciada por la denuncia de la Procuvin (Procuraduría de Violencia Institucional) que dio inicio a la instrucción estaba presentada en el Juzgado 12 de Ariel Lijo, quien se la devolvió a la Jueza Servini de Cubría, que otra vez la rechazó. Ninguno de los dos quiere hacerse cargo de la investigación. Ahora irá a sorteo para definir quién la sigue. La Cámara Federal de Casación Penal tiene que resolver”. Agregan: “Hasta ahora el Ministerio de Seguridad dijo que no hará sumarios internos por el accionar de su Fuerza, lo que refleja el encubrimiento”.
La causa aún no tiene carátula porque no está radicada en ningún juzgado. La denuncia presentada es por tentativa de homicidio agravado, por abuso de autoridad e incumplimiento de funcionario público.
Dice Paula Litvachky, del CELS: “Es muy importante que la causa salga de este limbo judicial y se inicie el pedido de pruebas antes de que pase más tiempo”.
Dice Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos: “Esperamos que en estos primeros 9 días en los que no se hizo nada, no haya ninguna prueba que se haya destruido, modificado, alterado. Hay cámaras del Gobierno de la Ciudad que tienen un tiempo de duración determinado, o de negocios que también se van borrando y si no las pedís inmediatamente después ya no están. Es vergonzoso que un hecho así no lo esté investigando nadie”.
Las abogadas pidieron una serie de pruebas. Las más relevantes: “Quién dio las órdenes, cómo se manifestaron esas órdenes y cuáles fueron, antes y después del impacto; cuál fue el protocolo que se aplicó, quienes integraban el equipo donde estaba incluido el cabo Guerrero y qué órdenes se le impartió a ese grupo en particular; qué armas utilizaron”. También exigen que se lo llame a indagatoria a Guerrero. “Ya hay suficientes elementos para hacerlo”.
Completa Paula Litvachky: “Hicimos una presentación con los hechos, tenemos un montón de pruebas para que se reconstruya ese tramo del operativo de modo tal que se pueda tener la responsabilidad de quién disparó y de toda la cadena jerárquica”.
Concluyen ambas: “Las pruebas están. Nunca hubo tanto registro fotográfico y audiovisual. Necesitamos el acompañamiento social para empujar a que se haga justicia y que no quieran desviar el foco de la investigación”.
Nota
La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

Traumatismo encéfalo craneano, herida cortante e irritación ocular: las heridas causadas a Beatriz Blanco (81 años) ya forman parte de una causa judicial que inició ella misma y también la Procuraduría de Violencia Institucional, y apunta contra dos efectivos que la gasearon y le pegaron, provocando su caída. También apunta a la responsable del operativo, la ministra Patricia Bullrich, que se desplegó el miércoles de manera feroz, pero que -plantea la denuncia- es parte de un “plan sistemático”. Beatriz fue golpeada a las 16:10, antes de los principales incidentes, mientras se manifestaba en una esquina: cómo fue el momento, según relata ella misma en la denuncia y cuenta su hija. Quién es esta jubilada que trabajó de todo. Cómo está: recuperándose, enojada y “con más fuerza que nunca”. La voz de una de sus hijas junto a quienes lucha por justicia, y paz.
Por Franco Ciancaglini.
La imagen de Beatriz Blanco cayendo en seco al suelo -tras ser gaseada y empujada por dos efectivos de la Policía Federal- dio la vuelta al mundo.
En el video se ve el fin de una secuencia más larga que inicia cuando la Policía Federal empuja de manera violenta a jubiladas y jubilados que se encontraban haciendo el clásico semaforazo de todos los miércoles en el Congreso.
“Ella lo que cuenta es que estaba con el grupo de jubilados, cortando Entre Ríos, para mostrar sus carteles. Y cuando el semáforo se pone verde se vuelven a la esquina. Y en ese momento vino la policía, apurando a todos los viejos a subirse a la vereda”.
La que habla es una de sus hijas, Paula.
El relato coincide con la temprana decisión de las fuerzas de abalanzarse sobre personas que hacen lo mismo todos los miércoles -un semaforazo, y luego una movilización que da la vuelta al Congreso-: Beatriz fue atacada a las 16:10.
Esta vez, por lo especial de la fecha, los Policías iban además con el gas apretado y el palo suelto. Cualquiera que estuvo en la manifestación pudo apreciar cómo apenas una persona se acercaba a los efectivos, o incluso estando a metros, sin hacer nada, podía ser gaseado. Incluso teniendo 81 años.

Los camiones hidrantes fueron parte de la cacería desatada. Foto: Lina Etchesuri.
El arma y la palabra
Beatriz Blanco no está afiliada a ninguna barrabrava ni milita en ningún partido político.
Es jubilada.
Trabajó toda su vida como empleada en cooperativa de fletes, empleada cuidando niños, costurera, y de casera hasta los últimos tiempos.
Tiene tres hijas.
Una de ellas, Paula Ippolito, cuenta que junto a su madre Beatriz y su hermana Paula suelen ir juntas a las marchas. “Esta vez fue sola porque justo yo estaba operada de la rodilla. Suele ir, no va todos los miércoles pero cuando puede va”.
Beatriz ya conocía a varios y por eso se acercó al grupo de jubilados que realiza los miércoles el semaforazo. Luego de que la empujaran a la vereda, se puso a hablarle a un cordón policial, una práctica habitual de jubilados anodados ante la violencia sin sentido que ejercen las fuerzas: “Ella siempre es de ir y hablar, de decir qué están haciendo, cómo no les da vergüenza; mi mamá siempre como que quiere hacer conciencia. Ella le debería estar gritando al policía que estaba de espaldas y lo toca con el bastón como diciendo ´mirame´. Ahí el chabón se da vuelta y le tira el spray, y el otro que le pega con el palo en la cabeza”.
Ese combo, que representa un ataque, de gaseo, empujón y golpe, hace que Beatriz pierda el equilibrio instantáneamente, y caiga al suelo.
La primera pregunta es cómo está: “Se está recuperando. Está en reposo, en observación por el golpe que recibió en la cabeza. Está con mucho dolor en todo el cuerpo, con un poco de inestabilidad, con el dolor en los ojos por el gas que le tiraron. Tiene los ojos muy hinchadas: le tiraron gas directo en la cara”.
Este dato del gas directo a sus ojos explica a la vez la pérdida del equilibrio, desechando por tierra las mentiras del Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, que aseguró que se “cayó sola”. También el título de la empresa La Nación que habló de que la jubilada “atacó” a la policía previo a su “caída”: “Ella le tocó con su bastón para que se diera vuelta, para que la escucharan, no golpeó a nadie. Habría que mostrar los videos enteros donde la Policía increpa primero a los jubilados para que se suban a la vereda, con la agresividad que suelen tener”.

Beatriz Blanco, tras los gases recibidos y el golpe posterior. Foto: Lina Etchesuri.
El caso de Beatriz es uno de los dos -junto al del fotógrafo Pablo Grillo- denunciados por la Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin) ante la Cámara del Crimen. En esas denuncias a las que accedió lavaca, el organismo que se encarga de monitorear a las fuerzas -en estos tiempos, con menos entusiasmo- presenta como “pruebas” distintos recortes periodísticos alrededor del ataque a Beatriz. Y solicita a la justicia que requiera al Ministerio de Seguridad el personal policial afectado a los lugares de ambos ataques, así como los datos de la “sala de operaciones” a la que reportaban los agentes a cargo del operativo.
Por otro lado, la propia familia de Beatriz presentó una denuncia contra los dos agentes de la Policía Federal y contra la propia ministra Bullrich. Narra en su presentación lo mismo que refiere su hija en esta nota: “Siendo aproximadamente las 16:10 hs me encontraba en las inmediaciones de la esquina de las avenidas Entre Ríos y Rivadavia de esta ciudad (…) cuando fui rociada con una sustancia lacerante por un efectivo de la Policía Federal. Inmediatamente después, y también a manos de un efectivo de la PFA, recibí un golpe en la cabeza, con un elemento que creo se denomina ‘tonfa’, lo que provoca mi caída al piso”.
Tras el golpe, Beatriz fue derivada al Hospital Argerich, donde diagnosticaron lo producido por el ataque: traumatismo encáfalo craneano, herida cortante e irritación ocular.
Por eso, por un lado, reclama la identificación de los dos efectivos que la atacaron, plausibles de ser responsables de “delitos de lesiones leves” agravadas por tratarse de personal de la fuerza. Y por otro, califica a la ministra de Seguridad Patricia Bullrich como “autora mediata” por ser responsable del operativo y algo más: la valiente presentación habla de que estos hechos son parte de un plan sistemático.

Una síntesis del plan sistemático. Foto: Juan Valeiro.
“Como en los momentos más aciagos de nuestra historia, desde el Poder Ejecutivo se ha montado un Programa de Miseria Planificada cuya consecuencia natural es la Protesta Social. Y sabido es que este tipo de políticas socioeconómicas sólo resultan aplicables cuando se pone a disposición de las mismas al aparato represor del Estado”.
Firma toda esta historia la propia Beatriz, acaso poniendo en contexto lo que representan los golpes que sufrió, su historia y el futuro por el que pelea junto a sus hijas. “Nosotras somos fieles a las marchas que son para los derechos del pueblo”, cuenta Paula, una de ellas. “No militamos en ningún partido político, siempre vamos independientes y solas”, aclara por si hiciera falta.
Paula habla siempre en plural femenino, pensando en su madre y su hermana. Desde ese lugar cuenta: “Nos están sacando todo. Nos están metiendo miedo para que no salgamos a las calles. Están imponiendo todo lo que quieren imponer. Siempre estamos atentas a todas las luchas. Esto va a por todos, no es solamente por los jubilados. A mi me han robado plata con la AFJP a pesar de que ya tengo 30 años de aportes. Estos vienen por todo, por todo lo que conquistamos”.
Junto a Natalia, las jóvenes militan tocando tambores en Batuka, uno de los conjuntos que lleva el ritmo a la calle y es la banda de sonido de la protesta social y la lucha. Hoy, del lado de la víctima, Paula asegura: “Estamos luchando para que esto no vuelva a suceder. Para que tengamos memoria y el pueblo no se duerma. No tenemos miedo. Ya la verdad que queda poco por perder”.
Esta lucha incluye, claro, a Beatriz: “Está más fuerte que nunca. Está enojada, muy enojada. Pero está fuerte para seguir la lucha”.
La lucha, ahora, es por justicia: “Solamente queremos que los responsables tengan justicia, sean los policías o la ministra de Seguridad: que la justicia trabaje a favor del pueblo. Y que no salga nadie más impune”.
¿Tenés esperanzas? “Y no. Pero hay que hacerlo igual: nos corresponde”.
La esperanza tal vez siga estando en la calle, mientras estas jóvenes sin contención psicológica ni asistencia estatal de ningún tipo enfrentan los golpes: “Estamos nosotras, las hijas, para cuidarla y para que se reponga de esto”.
¿Necesitan algo? “Sí: paz”.