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Uruguay en Asamblea: Contra la contaminación y el modelo económico

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En Colonia, en Mercedes, en Fray Bentos, comienzan a pulular reacciones sociales frente al modelo de fabricación de pasta de celulosa que implica concentración de tierras, monocultivo, expulsión de gente hacia las ciudades y riesgo para el turismo, entre otras cosas. Gualeguaychú rebotó en Uruguay, y empieza a conformarse una forma de convivencia que demuestra que no se trata de un problema de país contra país. Datos para comprender a Uruguaychú.

Al paisaje verde, de cuadro, cercano a Colonia, Uruguay, le han salido brotes raros a unos 20 kilómetros, alrededor de Conchillas. Un cartel en una torre de iluminación: “Fuera ENCE”. En una tranquera: “No Ence, Sí aire puro”. En los alambrados de un campo junto a la ruta: “¿Uruguay natural, o contaminación?”. Otra tranquera: “Uruguayos pagamos impuestos, ¿y ENCE?”. Un alambrado: “No celulosa” (la o con forma de calavera). En una parada de colectivos sobre la ruta pintaron “Ence Nooooo”. Otra pancarta clavada entre dos árboles viejos de un campo: “Ence = 2 años de trabajo y chau país natural”. En la casa museo de un vecino de Conchillas (pueblo mágico de 400 habitantes), se reúnen los vecinos y arman una asamblea de 100 personas para decidir qué hacer. Hay una señora que limpia en la escuela, hay tamberos, pequeños productores agrícolas, chacreros, jubilados, algún docente, unos con yerba Baldo, otros con Canarias. Uruguay es la etapa superior del mate, aunque esas yerbas se produzcan en Brasil. Los encuentros se contagian en Carmelo, Colonia, Tararira, Nueva Palmira…
En Mercedes, bastante más al norte, a 30 kilómetros de Fray Bentos, pintaron murales que dicen “Peligro de cáncer- Celulosa, Botnia, ENCE”. En plan artístico, se ven las siluetas del Quijote y Sancho Panza dialogando contra las pasteras, y otro mural es un atado de cigarrillos: “Fume Celulosa, el nuevo cigarrillo del Uruguay”. Hay pinturas de fábricas y chimeneas humeantes, junto a tumbas. “Botnia, monocultivo de eucaliptus + plantas de celulosa = Uruguay natural??” En Mercedes los chacreros estudian qué hacer, porque el pueblo se está quedando sin agua como consecuencia de las plantaciones de eucaliptos, que alimentan de materia prima a las fábricas de pasta de celulosa.
“Este es el primer misil de Gualeguaychú” murmura Oscar Díaz (el nombre se acentúa en la O), productor artesanal de queso de Colonia. Oscar se refiere a la reinstalación de ENCE (Empresa Nacional de Celulosa, de Galicia, España), en Conchillas. Y quizás también a las reacciones que están contaminando en zonas del Uruguay el supuesto consenso sobre la instalación de las pasteras junto al río, y a sus vidas.
-Queremos la relocalización de ENCE- me explica.
-¿Qué lugar proponen?
-España.
Tal vez son pocos todavía los que se hacen oír, y es indescifrable la cantidad de silenciosos que los apoyan. Pero nunca conviene subestimar la capacidad de ciertos uruguayos de jugar en desventaja, y lograr de todos modos cosas insospechadas gracias a una fórmula de fabricación local: austeridad, convicción, sentido común, modales y carácter, sin olvidar algunas patadas propinadas en el momento oportuno.
Conchillas, Puerto Madero y Google
ENCE es la otra fabricante de pasta de celulosa que iba a instalarse en Fray Bentos. Como la construcción no había comenzado, huyó de la zona ante la movilización social generada por la Asamblea Ciudadana de Gualeguaychú. En diciembre de 2006 tras consultarlo con el gobierno argentino y no con el uruguayo, anunció que se instalaría en Conchillas, pueblo nacido hace 120 años como cantera para la construcción de Puerto Madero en Buenos Aires por parte de los ingleses. El puerto profundo detectado entonces en Conchillas, sedujo ahora a los españoles.
“Yo le confieso que vi la noticia de la instalación como un progreso” explica Mario Leal, 65 años, numismático, y habitante de Remember, casa museo del siglo XIX donde también hay un estereoscopio con imágenes del centenario porteño, y una computadora peligrosa. Pasado presente y futuro danzaron de modo extraño sobre la curiosidad de Don Mario: “Me metí en Internet y puse ENCE + contaminación”. La aparición en el buscador de unas 137.000 páginas, varias escritas en gallego, lograron que el hombre decidiese someter a remojo su propio entusiasmo. “Descubrí los juicios que les han hecho, las denuncias, los directivos presos. Entendí: esto te dura los dos años mientras construyen la planta, y después te queda todo en contra más el problema de la contaminación”. Pasó horas así, iluminado por la pantalla: “Pensé: yo no quiero meterme en más líos, pero ya me veo que me voy a meter igual”.
Mario había fundado la Comisión de Preservación y Cultura del pueblo. “Éramos cinco, pero de golpe este año se aparecieron como 25 nuevos integrantes, ediles, políticos. Todos mandados para apoyar la construcción de ENCE. Decidí no ser un títere y renuncié a lo que yo mismo había fundado”. Conchillas tiene menos población que cualquier manzana de Montevideo o Buenos Aires. “Acá hay mucha gente contenta con ENCE. El remisero, el almacenero, los que piensan alquilar sus casas. Es lógico. Pero apenas corrió la información se empezó a dar vuelta un poco la cosa”. Hubo una asamblea de vecinos, productores, chacreros, fueron 100 personas. “Me quedé maravillado”.
Los vecinos de la región empezaron a escribir sus carteles contra la pastera. “Ante los oidos sordos de los políticos, la gente empezó a moverse”. Pero entre mate y mate, cartel y cartel, lo que pusieron de manifiesto no es solo el rechazo a la hipotética contaminación, sino algo más de fondo: “El problema es también el monocultivo de eucalipto. Y encima tenemos el monocultivo de soja. Resulta que Uruguay ahora importa trigo y la verdura es carísima. Esto no le sirve ni al país, ni a la sociedad”.
¿Cuándo hacer la contra?
Gabriel Conde es presidente de la Cámara Inmobiliaria de Colonia. “Mi posición es de incertidumbre. Pedimos que se haga un estudio de impacto en el desarrollo turístico e inmobiliario. Cuando se instale ENCE va a generar movimiento durante un tiempo, pero si eso mata todo el futuro, no estoy de acuerdo. Yo quiero tener una posición neutral, pero hay mucha gente en contra, cuando antes estaban todos a favor. Nadie quiere estar cerca de la fábrica. Y la idea de forestar con eucalipto también genera mucha preocupación”.
Carlos Decurnex, de Toribio Achával no milita en el ambientalismo ni en el asambleísmo, más bien lo contrario. Pero opina técnicamente: “Con la contaminación hay un poco de hipocresía, porque toda industrialización contamina, y sin industrialización no empleo. Pero lo que objetamos de ENCE es el lugar elegido. Esto es entregarse a las imposiciones del que viene a invertir, en lugar de dirigir la inversión a donde le conviene al país. Yo no entiendo por qué no la instalan en Juan Lacaze (40 kilómetros hacia Montevideo). O sí, entiendo que en Conchillas tienen el canal a 500 metros y no tienen que invertir en obras de dragado”. Le genera desconfianza que la venta de las tierras se haya hecho en secreto, y no cree que esta fábrica siquiera sea necesaria en Colonia, un departamento rico y con trabajo. “Pero se ve que aquí no decidimos nosotros, los habitantes, sino los inversores. No me parece que se puedan hacer las cosas sin tener un consenso debido en la región”. Decurnex ve el riesgo para una zona de rico potencial turístico (y potencial turístico rico): countries, casas de fin de semana. “Pero nuestra posición es no esperar a hacer la contra recién cuando haya una chimenea instalada”.
Emilio Arriola, 60 años, lo dice con tono mucho más apaisanado: “A mi no me cierra que políticos que están cinco años decidan cosas que después tenemos que aguantar toda la vida”. Emilio preside la Sociedad Vitivinícola de Carmelo (Sovicar), es dueño de 20 hectáreas en Colonia Estrella, donde produce algo de vino, huerta y posee algún ganado. Lanza una teoría: “Vivimos en la ilógica total”, y pronuncia una desmentida práctica: “Si me dijeran que la pastera va a generar fuentes de trabajo, fenómeno. Pero es mentira. Con el monocultivo de eucaliptos trabajan 3 personas cada 1.000 hectáreas. Con lechería trabajan 22. Con el campo más pelado trabajan 6. Todo esto va a ir empujando gente desocupada a las ciudades”. Emilio no entiende que en su región se acepte a empresas que vienen siendo corridas de otros lados: “Son un desastre, y mayores que las de cualquier otro país. ¿No se dan cuenta de que no caben en un país tan chiquito, y que vamos a perder las pocas aguas dulces que nos quedan?”
Sin embargo Emilio no es de los que se quejan: “Todo el tiempo hay movimiento, hacemos asambleas, todavía no todos tienen conciencia, pero hay cada vez más. No nos quedaremos esperando que los políticos y los funcionarios hagan algo. Vamos a hacer cosas. Por lo menos, si caemos, que sea peleando. En el buen sentido. No con violencia, pero sí buscando justicia”.
Apuntes
Las conversaciones permiten pasar en limpio algunos de los problemas que los vecinos cuestionan al modelo que se está armando sobre la costa del río Uruguay.
• Contaminación, tema sobre el que nadie duda (los debates son sobre el grado de la misma).
• Monocultivo (plantaciones infinitas de eucalipto para abastecer a la pasteras).
• El monocultivo genera desempleo y destruye, obvio, la diversidad productiva.
• Amenaza al sector turístico.
• No deja impuestos (las fábricas están en zona franca y las exportaciones de celulosa estarán libres de gravámenes).
• No genera industrialización, ni trabajo. La fabricación de papel, que sí multiplica empleos, seguirá realizándose en Europa.
El último punto puede sonar raro, pero explica la diferencia que hay entre una industria como la del papel, y la de pasta celulósica. Botnia tendrá contratadas 300 personas o algo menos en su planta (técnicos, ingenieros, etc). Pero una fábrica papelera 100 veces menor, como Pamer (Papelera Mercedes) tiene 400 personas trabajando. Y Fanapel, de Juan Lacaze, 800 (la contaminación y el olor, en ambos casos son brutales). La ecuación ni siquiera permite adherir a la tesis “mejor contaminarse que morirse de hambre” (que en todo caso exhibe la lógica desesperación del excluido). Oscar Díaz, el productor de queso artesanal: “En Fray Bentos dijeron eso. Lamentablemente van a tener las dos cosas. El hambre y la contaminación”.
Pinchando el muñeco
Dos señoras de Fray Bentos, Delia Villalba y Julia Cóccaro, fueron las que se lanzaron a Gualeguaychú ya en 2002 para avisarle a sus vecinos lo que se estaba viniendo. Delia (72 años, separada, 3 hijos, 8 nietos y 4 biznietos) cuenta: “Íbamos, volvíamos, sentíamos que no captaban la gravedad de lo que iba a pasar, hasta que en una reunión alguien dijo: ¿no será que tienen razón en lo que nos vienen a decir?” Iba naciendo la Asamblea: “Gualeguaychú es un milagro, algo único, hacen así y se reúnen 10.000 o 15.000 personas, todo el mundo participando”. La contracara, para Delia, es su propio partido, el Frente Amplio: “Tenemos un país totalmente arrodillado frente al poderío. El Frente Amplio se hizo en el año 71 para luchar contra la entrega, las privatizaciones. El actual presidente habló contra los proyectos contaminantes cuando era candidato en 2004, pero ya estaba pactando con las multinacionales Yo siento una gran traición. ¿Esta es la fuerza por la que luchamos? ¿La que nos quiere meter no menos de siete plantas de celulosa?”
¿Cómo explicar esa mutación? “Los compañeros cambiaron de actitud. A mi me deben estar clavando alfileres en el muñeco, tipo vudú. Yo salí a reclamar cuando mucha gente decía: hay que darles un voto de confianza. Pero últimamente la gente se da cuenta de todo y está despotricando contra las agrupaciones y partidos políticos”.
Esta mujer considera que la gente de Fray Bentos ha sido engañada con ilusiones, “pero el globo se está desinflando”. Reconoce que ha recibido algunas amenazas “pero son del sector de despachantes de aduana y el free shop. Yo me cuido, no ando mariposeando por ahí”. De todos modos –cosas de una diferente calidad de vida- toda la charla transcurrió en una sala de la casa, mientras la puerta de entrada permanecía abierta.
¿No es buena la industrialización? “Claro. Pero no estas industrias desalojadas del primer mundo, que van a hacer el papel en Finlandia y en España y aquí dejan sólo el veneno. Yo entiendo que puede haber un grado de contaminación incluso, pero entonces que fabriquen la pasta en sus países, donde la sociedad tiene una conciencia y elementos de control mucho mayores”.
Lo que se mueve en Fray Bentos
La reunión con los sindicalistas de Botnia fue en la puerta de la propia fábrica. En dos autos llegaron Oscar Bustamante (delegado sindical de la planta y secretario de organización del SUNCA, el gremio de la construcción) Carlos Rodríguez (delegado general de los trabajadores de Sunca en la planta) Alberto Gaya (secretario general de UNTMRA, los metalúrgicos) y Walter Son (secretario general de finanzas del sindicato en Botnia). Gaya y Rodríguez tomaron la palabra, un tanto a la defensiva. “De un pico de 5.000 trabajadores, ahora habrá 2.000, pero la gente que termina el trabajo tiene durante 6 meses un seguro de paro” explica Gaya. “Queremos es un país productivo, con industrialización, que se generen puestos de trabajo estables. Y queremos que las próximas que vengan sean papeleras. El sindicalismo actúa con seriedad, y por eso las direcciones nos hemos reunido con (Hugo) Moyano de Argentina viendo estos temas” ¿Qué tiene que ver Moyano? La conversación patina: “Que buscamos un Mercosur sin asimetrías, para que el Uruguay pueda funcionar”. ¿Un modelo productivo basado en el monocultivo y la pasta de celulosa no mata puestos de trabajo? “Sí, pero no tiene que ser monocultivo –dice Gaya- vamos a estudiar cómo es la cadena productiva desde que se pone el dinero, se foresta, sale el árbol y se le da valor agregado”. Gaya saluda sacudiendo la mano al presidente de la cámara empresaria y a funcionarios del ministerio de Trabajo que entran a la planta en sus autos. Rodríguez agrega: “Nosotros confiamos totalmente en el gobierno que hemos votado”.
Bustamante escuchó esta charla en silencio. Días después pude retomar la conversación con él. “El 23 de agosto nosotros, el SUNCA, hicimos una marcha reclamando trabajo. Van a abrir una bolsa de empleo en el municipio para hacer algunos arreglos en la ciudad. Yo mismo ya quedé sin trabajo en Botnia. A mí no me queda muy claro quién va a trabajar en la planta. De Fray Bentos habrá personal de limpieza o de jardines. Los técnicos vendrán de afuera, pero yo creo que no hay lugar ni para los 300 que decían”.
¿Qué pasará de ahí en más? “Acá se prometieron muchas cosas, que iban a venir más empresas. Pero no se ve nada. Todavía tenés mucha gente a favor de estas empresas, pero dentro de cinco meses, cuando se acabe el seguro de paro, vas a ver lo que es esto. La desocupación va a ser infernal. Lo van a sentir los comerciantes también. Porque además se perdió el trabajo en la parte turística, y se privatizó el puerto. Creo que va a ser terrible”. Oscar tiene siete hijos. Sigue pensando que una solución sería que exista una industrialización de la zona. “Pero industria que genere trabajo en serio. Si no, la gente seguirá yéndose del país, no te queda otra”. ¿Y el tema de contaminación? “Nosotros confiamos en el control que haga el gobierno. Yo por Botnia no pongo las manos en el fuego. Pero si contamina, sé que Fray Bentos va a ser el primero en movilizarse para que la cierren”.
Banco Mundial, sombra y escarbadientes
Hay diversas dimensiones. Una, la calma y serenidad de siempre. Otra, una red de debates que bullen en voz baja, en asambleas que van tramando hacia dónde ir. “Hay mucha gente en contra de lo que está pasando, pero no se manifiesta” explica Víctor Cardona, 56, cuatro hijas, que vivió 26 años en Buenos Aires. “Trabajaba en comercio exterior de frutas: conozco perfectamente cómo se maneja el mundo, con cuatro empresas por rubro” informa, ahora que en Mercedes se dedica a otro tipo de vida y a la plantación de lechuga. En la ciudad el reclamo principal es por la falta de agua a partir de las plantaciones de cientos de miles de hectáreas de eucaliptos. Según el grupo Guayubira, cada árbol consume 30 litros de agua por día, Botnia y Ence necesitan 208.000 hectáreas y en cada hectárea entran 1.100 árboles. Arden las calculadoras. Guayubira estima que una cola de camiones cisterna cargando ese volumen de agua por día, abarcaría 2.500 kilómetros.
Washington Lockhart es otro paisano cincuentón, criollo con pinta de inglés, que tiene una chacra a 13 kilómetros de Mercedes donde hace ordeñe y elabora quesos: “Hay un antes y un después de la forestación. En los 90 se comenzó a forestar indiscriminadamente”. Aclaración: el Banco Mundial financió esa forestación, e impulsó luego los proyectos pasteros. Los eucaliptos no eran para escarbadientes, dicen en Uruguay, ni para promocionar el uso de la sombra. “Se empezaron a secar los pozos, en mi caso se secó una cañada y los campos de bañado. La gente empezó a vender sus chacras y a irse, la tierra empezó a concentrarse en pocas empresas. Se nota en las escuelas. En la Escuela Paraje del Sarndí Chico, en Soriano, había montones de chiquilines. Ahora hay un solo alumno. El municipio reparte agua con un camión cisterna que llena los tanques que ponen los vecinos. Hubo una irresponsabilidad de los gobernantes que promocionaron este modelo”. El movimiento de chacreros propone que se invierta en la búsqueda de pozos, que se prohíba plantar un solo eucalipto más, y rechaza la instalación de las plantas de celulosa. “Todos dicen que Colonia es lindo, es rico. La razón es que allí la tierra está repartida, hay un promedio de 153 hectáreas por predio, es como una reforma agraria ya hecha. La tierra repartida trae justicia social. El latifundio genera cordones enormes de pobres echados del campo”. ¿Se siente en desventaja en este reclamo? “Mire, es una causa noble y es un problema de conciencia de cada uno. Yo no quiero que exista este modelo agrícola excluyente, y no puedo creer que una fuerza de izquierda esté fomentando las multinacionales que encima matan al trabajo”.
Dónde ubicar a las ONG
En Mercedes se creó una Coordinadora contra las Celulosas y Plantaciones de Eucaliptus, pero el propio Víctor decidió abrirse hacia una acción que conecte más el reclamo con el de otras regiones del país y con Argentina. “Esto es un movimiento social, pero aparecen grupos y ONG (organizaciones no gubernamentales), que actúan de modo muy institucional, con difusión, folletos, pero todo va quedando en un gueto y no en un trabajo social más a fondo. Que un movimiento social se apoye en una ONG puede ser, pero no que vengan ellas a comandar tus acciones dejándote sumergido, como creo que ha pasado en Fray Bentos, en Mercedes, y va a pasar en Colonia si esto no se discute”. (Sobre el tema, Oscar Díaz, el quesero de Colonia, hace el mismo razonamiento: “Agregaría que a veces las multinacionales y las ONG se necesitan mutuamente para canalizar los reclamos entre ellos. No existe una sin la otra. Mucha gente de las ONG se está dando cuenta. La idea general, diría, es mandar las ONG al carajo”.)
Víctor agrega descripciones: “El Estado aprieta con la propaganda, todos los partidos políticos encolumnados, los sindicatos que son muchas veces una herramienta del gobierno. Yo fui fundador de un comité del Frente Amplio en los 70, pero hoy es un aparato recontra autoritario, aquí tenemos presos por sedición por manifestarse contra Bush, y uno de los cortes a ENCE terminó con presos y cinco procesados. Todo para disciplinar y meter miedo a las expresiones sociales. El Frente Amplio estaba contra las multinacionales y demás, y apenas llegan al gobierno hacen el trabajo que la derecha no pudo lograr. Alguna vez habrá que pasar facturas por los presos, torturados y desaparecidos que pelearon por otro tipo de cosas”.
Pablo Martínez, tambero de 61 años, descubrió cómo operan las empresas periodísticas. Sabe que si habla de la falta del agua, los diarios lo publican. “Pero cuando hablo de la causa del problema, que es la forestación con eucaliptos para las pasteras, eso lo cortan” dice riéndose. “Están totalmente comprados por las empresas” razona. A todos estos hombres se les nota la actividad en las manos endurecidas y en la piel curtida de la cara. Don Pablo habla del gobierno: “La incapacidad del gobierno para hacer cosas, para pensar cosas distintas, para crear, es tremenda. No pueden hacer ni lo que ellos mismos proponen. Estas empresas van a pudrir todo. Aquí se confunde una buena agroindustria con un saqueo”.
Le pregunto por Gualeguaychú. Don Pablo espera. Es un gesto que noté varias veces, tal vez un espacio para acomodar sentimientos, ideas, y para no desperdiciar palabras. Me vuelve a mirar: “Siempre he seguido las cosas que ocurren en América Latina. Pero creo que Gualeguaychú es algo que nunca se ha dado en la historia. Me ha afectado positivamente. La cuestión generacional, donde todos participan. O el modo en que la política partidaria no entra, no existe. Y todo se hace sin bronca, con alegría. Sin esa tristeza de la izquierda, que uno ha visto. Gualeguaychú es mucho más, es un extraordinario hecho histórico”.
Don Pablo calla. Víctor dice que ahora lo que queda es seguir acercándose a Gualeguaychú. Del otro lado del río cada vez más asambleístas reflejan una sensación similar: acercarse a los uruguayos, que son los que van a terminar de definir o no la cuestión. El puente Libertador San Martín hoy es una frontera solitaria, colgada entre Uruguay, Argentina, el río y el cielo. Está empezando a ser transitado en uno y otro sentido, por gente con mate, ideas y sin ganas de desperdiciar palabras. Nadie puede predecir los alcances de tal contagio.

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La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Séptima entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa de lavaca Lina Etchesuri.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Ese jueves hacía 38 grados de calor pero parecían 43. El calor quemaba y picaba.

Faltaba el aire, el que había estaba caliente y la humedad pegoteaba.

El día que acompañé a la Ronda haciendo fotos para este proyecto, fui descubriendo imágenes a medida que los pasos y las sillas de ruedas daban vuelta como siempre, hace 2392 jueves.
La ronda siempre me emociona. Mucho. Las miro a las madres y veo proyectada las fotos de sus hijxs en su mirada, hacia delante, repitiendo Presente como un mantra de presencia y resistencia. Lxs veo a ellxs en imagen, mirando de frente en su juventud detenida. Veía a Elia, que ronda en silla de ruedas, con la foto de su hijo Hugo Meidan, desaparecido el 18 de febrero de 1977, hace 47 años, y pensaba si ese día hizo tanto calor, si la luz tenía esta misma inclemencia.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

En las rondas transcurre un tiempo extraño, persistente y atemporal. Las hermanas abrazan las fotos de sus desaparecidxs, gritan sus nombres con contundencia, caminan junto a las madres, junto a nosotrxs.

Transforman el tiempo y la imagen en un futuro posible.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Sobre Lina

Soy Lina Etchesuri. Fotógrafa, editora y docente

Soy parte de la cooperativa Lavaca desde hace más de 12 años donde hago todo lo que me describe y más. Me hace sentir muy orgullosa y feliz.

Estudié con Filiberto Muganini en el Rojas durante los 90s. Hice la carrera de fotógrafa en la Escuela de foto y artes visuales de Avellaneda, durante el 2001 y los años siguientes. 

Me seguí formando en talleres visuales con mi querida Julieta Escardó y muchxs más.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Viajé haciendo fotos durante algunos años: conocí al subcomandante Marcos y le saqué una foto en la que se está riendo. Estuve en Cisjordania, Palestina, durante 3 meses, viviendo retratando la vida bajo la ocupación. 

Junto con algunas personas y amigxs fundamos MAFIA en 2012, un colectivo de fotógrafxs que sigue hasta hoy.

Coordino talleres de foto e imagen.

Soy mamá de Fermin.

Y me encanta hacer todo lo que hago.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Un abrazo contra la motosierra

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Sin presupuesto actualizado (“cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2” informa el rector de la UBA) las universidades y los hospitales en “modo ahorro” deben cortar la luz, los ascensores, reducen cirugías, no tienen insumos. La imagen del Clínicas, uno de los más importantes del país: “Los pacientes se están quedando sin comida”. Hoy una gran concentración frente a ese hospital escuela simbolizó un abrazo en defensa de la salud y la educación pública, mientras el gobierno nacional juega a pelearse con las prepagas, y el de la Ciudad a subvencionar a quienes mandan a sus hijxs a colegios privados. ¿Qué pasa con lo público? ¿Cuándo comenzó el desastre? Distintas voces (directores de hospitales, rectores de universidades, trabajadorxs) relatan la realidad y los datos motosierra; la organización como única salida; y el canto “la UBA no se vende”, mientras la realidad, o los números, parecen indicar otra cosa.

Por Francisco Pandolfi

Un abrazo contra la motosierra

“Se defiende, la UBA se defiende”, fue uno de los hits / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Clarisa y Caetana acaban de salir de cursar dermatología. Clarisa tiene 24 años y lleva puesto un ambo azul marino. Caetana, de 23, uno verde oscuro. Son alumnas desde hace seis años de la Facultad de Medicina y hace tres caminan por los pasillos del Hospital de Clínicas, ya en la etapa de las prácticas. “Hace un rato terminamos una clase en la que no teníamos vendas”, dice Clarisa. Su compañera agrega: “El otro día, en un práctico, nos faltaba vaselina para curar las úlceras; sí, vaselina, probablemente el producto más básico y barato que se necesita”.

Alrededor de ellas hay una multitud, con ansias de visibilizar la gravedad de la situación.

Clarisa, Caetana y la marea contra el ajuste / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“Estamos funcionando al 30%”, comparte Marta, médica desde hace 38 años en el Clínicas.

“Los pacientes se están quedando sin comida”, cuenta Susana, auditora. 

“Soy empleado de limpieza del hospital, monotributista, trabajo cinco días por semana, siete horas por día y mi sueldo no supera los 150 mil pesos”, confiesa Diego Ruiz.

“Ya debimos reducir las cirugías y no atender a algunos pacientes”, expresa Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas.

“Estamos económicamente por debajo de un 80% sobre el presupuesto que deberíamos tener. Cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2”, precisa Ricardo Gelpi, rector de la Universidad de Buenos Aires.

Un abrazo contra la motosierra

Susana Dionisio, y la esperanza que genera el juntarse / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tiempos de abrazos

“La biblioteca destinada a la educación universal es más poderosa que nuestro ejército”.

José de San Martín.

Al libertador de la patria se lo homenajea con su nombre en calles y avenidas; clubes deportivos, teatros y centros culturales; plazas y parques; hospitales y universidades.

Y también en un hospital-escuela: el Hospital de Clínicas José de San Martín, dependiente de la Universidad de Buenos Aires y dedicado a tres ejes clave para el desarrollo de cualquier sociedad: la asistencia, la docencia y la investigación.

Son tiempos de clases abiertas; de paros y movilizaciones; de una marcha nacional universitaria a realizarse el próximo martes 23 de abril. Son tiempos de contar en cuántos meses y en cuántos días las universidades se quedarían sin presupuesto hasta cerrar sus puertas.

Son tiempos de abrazos.

Uno de ellos se forma con un montón de brazos, este jueves por la mañana, en la puerta del Hospital de Clínicas. Médicos, docentes y no docentes, estudiantes, le brindan un espaldarazo simbólico al Hospital de Clínicas, ubicado en el límite de los barrios porteños de Recoleta y Balvanera. Sobre la Avenida Córdoba, miles de personas se reúnen en la puerta principal para reclamar por el recorte presupuestario en todas las universidades del país, y en particular de las universidades escuelas.

Hay equipo en el Hospital de Clínicas /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Los cuerpos aplauden. Están vestidos con guardapolvo blanco; con ambos celestes y azules; con chaquetas bordós y verdes. De fondo, un telón negro enorme sirve de súplica para estos momentos. Es un ruego a la sociedad toda; y una exigencia, también, puertas adentro: “Defendamos la UBA”. Delante de la banderota se sostienen grandes letras blancas, hechas con cartulina, a mano, a pulmón, a necesidad de que el reclamo se vea un poco más. “La salud se defiende”, se lee, mientras se canta al unísono: “No se vende, la patria no se vende”. Minutos después, se cambia sólo una palabra: “No se vende, la UBA no se vende”.

Pero la realidad no parece indicar lo mismo. 

Problemas de fondos

Luego del abrazo, se rodea al hospital y en otra de las puertas de la institución, sobre la calle Paraguay, se lleva a cabo una conferencia de prensa. Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas, va al hueso: “Ya tuvimos que optimizar los recursos, que son insuficientes; no podemos comprar insumos, ni hacer transferencias porque no hay licitaciones de presupuesto que avalen las compras. Mientras, tenemos un montón de pacientes internados”. Sigue: “Es muy difícil no usar la luz en un hospital; no usar los ascensores cuando los pacientes necesitan usarlo… Lo mismo pasa con la calefacción. El año pasado estábamos orgullosos de haber comprado y cambiado la caldera, y este año no sabemos si va a funcionar, porque el modo de ahorro va a estar en el gas, en la luz, en todo”.

Le cambia la cara. Se tensa, aún más. “Poner a un hospital en modo ahorro es una agresión al médico. Es muy difícil mi lugar, el tener que decirle a mis colegas si pueden atender o no a alguien. No estamos haciendo una buena medicina con estas cosas”.

Un abrazo contra la motosierra

Marcelo Melo y Ricardo Gelpi en conferencia de prensa /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

A su lado está el rector de la UBA, Ricardo Gelpi, acompañado por el Secretario de Hacienda Matías Ruiz. Juntos, definen lo terrible: “La UBA tiene dos partes principales en las que se divide el presupuesto. Una es la salarial, que consume entre el 85% y el 90%; y después está el gasto de funcionamiento, que consume entre el 10 y el 15%”. Desmenuzan: “En lo salarial hubo un recorte en términos reales ajustado por inflación del 35%, lo que significa que si en noviembre un docente o un trabajador cobraba 100 pesos, hoy cobra 65”. 

Sobre los gastos para el funcionamiento: “Lo dividimos en salud y en educación. En educación este año las partidas arrancaron congeladas al presupuesto del año 2023; hubo una actualización parcial del 70% desde marzo; pero en términos interanuales eso significa un 58% de actualización, comparado con una inflación de casi un 300% interanual. Por el lado de la salud, empezamos el año sin presupuesto, ya que la partida devengada del año 2023 no había sido asignada hasta esta semana”.

Tomar la calle en defensa propia / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Peligro de cierre

¿La partida ya firmada –pero aún no depositada–, es un remedio? “No, para los hospitales universitarios será de la misma magnitud nominal del año pasado. O sea, no es una actualización, ni un incremento”. Subraya el rector: “Estas partidas no están ajustadas por inflación, lo que significa que sólo podrán estirar un tiempo esta situación, pero estamos lejos de estar conformes. Si se mantiene esa partida, podremos funcionar como venimos dos o tres meses más. Y después, así las cosas, la UBA cierra, porque si no hay plata, no hay plata”.

El Secretario de Hacienda suma un dato, que agudiza el cuadro: “El pago de la energía eléctrica en el último año se multiplicó por siete. Y si comparamos con febrero de este año, sólo los últimos dos meses, se multiplicó por cuatro”. Y ejemplifica con una cuenta que no cierra: “El crecimiento del gasto, sumado a las partidas congeladas, hace que crezca más rápido el gasto que tenemos la universidades y empeorando cada vez más el funcionamiento”. 

Un abrazo contra la motosierra

La educación, la salud y la ciencia, en juego; en venta / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“El mal funcionamiento es de hace años”

La falta de recursos no empezó en la era Milei. Marta, médica desde hace 38 abriles, describe: “El mal funcionamiento viene de años, como consecuencia de malas administraciones anteriores. Y ahora, este recorte presupuestario es el tiro de gracia”. ¿En qué se venía mal? “De 12 quirófanos funcionan 5 y hay numerosas salas cerradas; cada vez se va achicando más la estructura, deteriorando y no hay presupuesto para mantenerlo”. 

Clarisa, alumna, añade: “El edificio tiene un montón de falencias, es muchísima la cantidad de arreglos que harían falta y esto viene desde hace años. Con este recorte, el único futuro que veo es que se caigan las paredes… Me da mucho miedo e impotencia”.

Florencia trabaja hace 10 años y el amor que siente por la entidad viene de familia: “Mi mamá trabajó ahí; mis dos hijos fueron a ese jardín; le salvaron la vida dos veces a mi mejor amiga; curaron a mi papá, a mi abuela”.

Admite que el hospital “siempre tuvo pocos recursos; siempre hubo carencia de insumos”. Profundiza: “La situación no viene bien hace mucho; las personas que deben hacer el presupuesto no valoran la calidad humana ni la cantidad de atenciones que se realizan por día. El hospital siempre tuvo lo básico, y en muchas oportunidades debimos conseguir insumos por fuera, siempre tardó en llegar el material que se necesitaba”.

Carteles, ruido, sonrisas: estrategias contra el recorte / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Orgullo nacional 

El Hospital de Clínicas es considerado uno de los hospitales más importantes de la Argentina y de América Latina. Se fundó en 1881 y allí se realizaron varios procedimientos por primera vez. Algunos hitos que nacieron entre sus paredes que hoy yacen descascaradas: la aplicación de la insulina, el cateterismo cardíaco, las residencias médicas, las punciones de riñón, las operaciones filmadas. Dice la médica y hoy auditora Susana Dionisio: “En este hospital se formaron la mayor parte de los médicos de renombre que hay en toda la medicina prepaga”. Suma otro caso testigo: “Hay que acordarse de acontecimientos como el de la AMIA, cuando sucedió el atentado este hospital recibió a la mayoría de los heridos, y fue gracias a este hospital que se salvó a muchísima gente. Entonces, podés hacer un comité de crisis, pero si al mismo tiempo desfinanciás a la educación, está muy mal. El presidente se merece un juicio político y la oposición tiene que pararse y ser una oposición real, sino perdemos la democracia”.

Marta Cora Eliseht es médica de obstetricia del hospital de Clínicas y docente de la Facultad de Medicina. “El Clínicas es fundamental, un orgullo nacional; no sólo cumple funciones asistenciales, sino también de docencia en áreas de pregrado y postgrado; esta es la sede de infinidad de carreras. Somos especialistas en obstetricia y atendemos muchos embarazos de alto riesgo, casos que no se atienden en otros lados”. 

Un abrazo contra la motosierra

Marta es médica en el Clínicas desde hace 38 años /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

En el hospital trabajan más de 3.200 empleados y se atienden alrededor de 365 mil personas al año. En lo educacional, cursan por año cerca de 1500 alumnos. “Hay cinco cátedras y estudiamos 300 personas promedio en cada una. Este es el hospital escuela más grande del país”, explican Clarisa y Caetana, estudiantes de medicina. 

Las palabras de Sofía, que integra la comisión interna, laten: “El hospital-escuela literalmente es el corazón de la UBA, donde se retroalimenta la ciencia, la investigación, la educación, pero sobre todas las cosas la salud pública, con todo lo que conlleva ese concepto de gratuidad e inclusión. Queremos seguir brindando la atención de calidad a los y las pacientes, pero sobre todas las cosas contar con un financiamiento que nos permita que nuestra casa, como así consideramos al hospital, siga funcionando. No queremos tener el privilegio de pisar la UBA, sino el derecho de seguir en ella”.

Un abrazo contra la motosierra

Una que pedimos (casi) todxs /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Un dolor inenarrable

El hit se vuelve a cambiar: “Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode se jode”, se vocifera con angustia y con firmeza, en un clamor popular que hiela la sangre. Las y los laburantes le dan magnitud al problema. La obstetra Marta Cora Eliseht dice: “En el sector no tenemos espéculos, vidrios para hacer papanicolaou, guantes, gasas, algodón, lo básico. Los profesionales de la salud estamos intentando conseguir donaciones de entidades privadas para suplir las faltas”. Sintetiza: “Estamos sufriendo un ataque artero a la universidad pública”.

Susana Dionisio es médica desde hace 49 años. Quince los trabajó en el Clínicas, donde ahora es auditora. “Sentimos un dolor que no se puede narrar. Los pacientes se están quedando sin comida y solidariamente se intenta ayudar entre sindicatos, médicos y administrativos, pero los insumos médicos no los podemos comprar. Ya se está cortando la luz a cierta hora, no se puede creer”. 

Un abrazo contra la motosierra

La potencia de Elsa Carrizo, la potencia de lo colectivo /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Elsa Carrizo es delegada general de la comisión interna del Hospital de Clínicas. Tiene puesto un guardapolvo blanco, que lleva el logo de la institución. Se lee: “Fundado en 1881”. Dice: “Trabajamos con obras sociales, pero es impresionante la cantidad de gente sin obra social que viene, alcanza con ver las colas que se forman a la mañana. Ya no tenemos insumos ni para el mantenimiento, ¿con qué vamos a limpiar? Hay un combo de muchísimas necesidades en el hospital”.

“Últimamente no nos estuvieron entregando secadores”, detalla Diego Ruiz, empleado de maestranza. Cobra menos de 150 mil pesos por mes y sólo el monotributo para facturar (no está en planta permanente) le cuesta alrededor de 18 mil. “Estamos en una situación de mierda, personalmente para mí es imposible llegar a fin de mes”.

Un abrazo contra la motosierra

Diego cobra menos de $150 mil por mes. Y no es una joda / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tomás trabaja en el área de personal hace 5 años y es delegado de la comisión interna. “No hay paritarias y los sueldos quedan muy bajos. Tenemos poco más de 300 contratos que salen del bolsillo del hospital y son los que más corren peligro. Estamos hace un par de meses sin aumento y no hay respuesta del gobierno ni comunicación. Estamos estancados, no da para más”.

Carolina Nadal es empleada desde hace 30 años. Hoy es la jefa del departamento de Trabajo Social. “El presupuesto que se está ejecutando es el del año pasado y esto es inviable en términos de sostenimiento, de todo lo que se necesita para que funcione el hospital de manera integral. El gobierno va a tener que responder de una manera diferente a la que está respondiendo ahora. Siento mucha bronca e indignación, pero al mismo tiempo tengo la esperanza de que en las calles, con la resistencia, haya otro desenlace que no sea cerrar las puertas”.

“Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”.

José de San Martín.

Clases abiertas, presupuestos cerrados / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

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Nota

Gabriel García Márquez: periodismo, ambiente, el nudo de la soledad, y las victorias sobre la muerte

Gabriel García Márquez había abierto mis ojos, neuronas y corazón sin proponérselo con sus libros y sus artículos, pero cuando por una carambola yo estaba por cumplir una especie de sueño despabilado, el de poder entrevistarlo ahí, en Cartagena de Indias, hace exactamente 30 años, me dijo: -No estoy aceptando entrevistas, porque debo escribir. Pero además, me duele una muela.

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Una muela, zapatos blancos y un charco. Un edificio llamado Máquina de escribir. Flores amarillas frente al mar, un dibujo de puño y letra. Lo narco las drogas. Su paso por Buenos Aires y la señora que venía de la verdulería. La memoria, lo real, las mujeres, el ambiente, el fin de la humanidad. El Nobel, los diluvios, las pestes, las guerras eternas. Las respuestas de la vida frente a los sordos poderes de la muerte. La cordialidad, la generosidad, el humor. Hace diez años murió Gabriel García Márquez, dicen. Lavaca publicó esta nota -estos recuerdos- aquel día, cuando se conoció la última noticia sobre ese escritor que nunca dejó de sentirse cronista, y decía que el periodismo es el mejor oficio del mundo.

Texto: Sergio Ciancaglini, lavaca.org
El señor Gabriel García Márquez había abierto mis ojos, neuronas y corazón sin proponérselo con sus libros y sus artículos, pero cuando por una carambola yo estaba por cumplir una especie de sueño despabilado, el de poder entrevistarlo ahí, en Cartagena de Indias, hace exactamente 30 años, me dijo:
-No estoy aceptando entrevistas, porque debo escribir. Pero además, me duele una muela.

Yo sabía que García Márquez había rechazado contactos con un enviado de Times, con periodistas de la televisión japonesa, y con suecos indescifrables. Un humilde cronista argentino quedaba naturalmente fuera de juego. Le respondí que lo compadecía, y que frente a un dolor de muelas no había argumento, clemencia, ni ruego que esgrimir de mi parte. Cuando me estaba despidiendo desolado, me detuvo:
-Pero a las 3 de la tarde puede ser. Voy antes al dentista, a ver si lo soluciona.
Esa historia revolotea en mi cabeza desde hoy, cuando estaba con Osvaldo Bayer grabando el programa de radio Decí Mu, y nos interrumpió el teléfono. Osvaldo atendió, dio media vuelta, anunció: “Murió García Márquez”, y me dejó alborotados los ojos, las neuronas y el corazón.
Revolotea la historia porque aquella tarde me encontré con un escritor que cambió la historia de la literatura, que había ganado el Nobel, pero que fue capaz de decirme: “Todo eso está muy bien, pero yo me siento periodista”. Quisiera contar lo que aún no he olvidado de aquel encuentro para mí inolvidable.
García Márquez volvió efectivamente a las 3 de la tarde, bajó de su Mercedes, y miró preocupado el charco oceánico que un aguacero de Cartagena de Indias, Colombia, le había instalado en la playa de estacionamiento. Llevaba zapatos blancos, pantalones blancos y guayabera blanca, como cantante de sábado televisivo. Cruzó el charco apoyándose en los tacos. Al llegar a la otra orilla nos dijo “pasen por favor” a mí y al fotógrafo, enviados por una de las autodenominadas “revistas de actualidad” a cubrir las noticias sobre un asunto entonces llamativo, letal para los colombianos e incomprensible para nosotros: el narcotráfico.
No existían los celulares ni Internet, o sea que todo esto se ubica en la prehistoria de 1984, con la carambola de estar en el charco correcto, y de que un dentista providencial había rescatado del dolor a su paciente. García Márquez nos hizo subir. El edificio tenía balcones escalonados hacia la playa: lo llamaban Máquina de escribir. El departamento tenía dos ambientes, con vista al mar, una verdadera máquina de escribir (¿Olivetti, Remington, dónde estará la revista donde publiqué la nota?). El escritorio miraba al mar. Y había flores amarillas que siempre conviene tener a mano, explicó, para ahuyentar a la mala suerte.
Me planteó que no aceptaba hablar si lo grababa o si tomaba notas. Me dijo algo más o menos así: “No me gustan los grabadores, prefiero que conversemos con libertad, y que todo dependa de tu atención. Luego tú escribirás lo que te parezca, y eso es un beneficio para mí: los periodistas me mejoran. La memoria mejora a la realidad”.

Gabo en Argentina
La publicación original de Cien años de soledad ocurrió en Argentina gracias a una editorial llamada Sudamericana, que ya no existe. Fue en mayo de 1967, plena dictadura de Juan Carlos Onganía, y el lanzamiento fue acompañado por una entrevista realizada por Ernesto Schóo, editada por Tomás Eloy Martínez y publicada en tapa por la revista Primera Plana que dirigía Jacobo Timerman.
García Márquez me contó que el éxito del libro fue inmediato. “Ahí, en Buenos Aires, empezó todo”, me dijo. Sudamericana había dispuesto editar 5.000 ejemplares, lo que para Gabo era un despropósito y el augurio de un fracaso para el libro de un desconocido escritor colombiano. Pero esa primera edición se vendió en 15 días, y la segunda fue de 10.000 ejemplares. En junio Gabo llegó a Buenos Aires. Me contó que viajó con Mercedes Barcha, su esposa: “Estábamos en un café y vimos pasar a una mujer que llevaba la bolsa de sus compras, con lechugas y tomates y Cien años de soledad”. La pareja fue al Instituto Di Tella a ver una obra de Griselda Gambaro, y el público los ovacionó de pie. Mientras él me lo contaba, todavía asombrado, yo recordaba que eran tiempos de The Beatles, revolución cubana, hippies, peronismo clandestino, rebeliones nacientes y todos los embriones de cambio, desventuras y utopías que se desplegarían en los años siguientes.
Cien años de soledad fue el libro de la época, y de varias generaciones. Tengo las dos ediciones que mis padres compraron para poder leerlo en simultáneo. Macondo era una patria. Entre la feria y la intelectualidad, miles de libros seguían vendiéndose y además se exportaban. El éxito se contagió en Europa, esto avivó el interés por otros autores (Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa) y estalló el llamado boom de la literatura latinoamericana. “Buenos Aires fue generosa conmigo. Nunca volví. No sé por qué. Tal vez por una superstición: a un lugar donde todo fue tan perfecto, quizás convenga no volver” me dijo, o creo que me dijo, mirando el Caribe.

Periodismo, droga y entusiasmo
Aquel día de 1984 García Márquez me contó una novela que estaba intentando escribir. No tenía título. Al año siguiente la reconocí ya publicada: me había anticipado El amor en los tiempos del cólera. Pero me dijo que pese a todo se seguía sintiendo fundamentalmente un periodista. “Escribo literatura como periodismo, con método. Todos los días intento tener dos páginas listas” me dijo sobre algo que hoy habría que traducir a unos 5.000 caracteres. “Tienen que estar impecables, sin tachaduras. Y tengo un truco: siempre dejo escrito el comienzo de lo que pienso escribir al día siguiente, para que me resulte más fácil comenzar”. Pero varias veces explicó esa idea de no diferenciar ambos oficios. “La crónica es como un cuento o una novela sobre algo real”. Algo más: “Tanto en la literatura como en el periodismo hay que ganarse al lector, capturarle el interés para que se quede leyendo”.
Planteó una teoría sobre las redacciones de periódicos y revistas: para él están puestas de cabeza, invertidas. El staff de las publicaciones ubica en el rol principal a directores y jefes que engordan junto a un escritorio y editorialistas que monologan desde su propia jaula.
“Pero ese esquema debería ser exactamente a la inversa. Los cronistas son quienes cumplen la labor principal porque son los que están afuera, donde las cosas ocurren”. En vista del contexto colombiano le pregunté si alguna vez se había drogado para escribir y me contestó: “No me hace falta. Yo nací drogado”.
Un detalle: fue la única vez en mi vida que pedí un autógrafo. En Cartagena sólo conseguí un ejemplar de El coronel no tiene quien le escriba. Le expliqué que no era para mí sino para mi novia. “¿Se llama la señorita?” Se lo dije. Dibujó un tallo, cinco pétalos, y escribió: “Para Claudia, con una flor. Gabo 84”.

Gabriel García Márquez: periodismo, ambiente, el nudo de la soledad, y las victorias sobre la muerte

Aquel día, además, me regaló los seis tomos de su obra periodística, publicados por la editorial Oveja Negra. Y organizó todo para que, una vez en Bogotá, un auto con su chofer fuera a buscarnos al hotel para llevarnos al aeropuerto. “Así van más tranquilos” dijo, y nunca supe si se le había cruzado alguna sombra para disponer ese viaje. Nunca pude evitar recordarlo como una persona amable, entusiasta, alegre, generosa.
Con el tiempo entendí que esa cordialidad, ese entusiasmo, ese interés por el otro, era un modo ético y hasta político de pararse frente a la vida.

Ideas
En sus obras periodísticas pude leer las primeras crónicas que publicó en El Universal, de mayo de 1948, cuando era un chiquilín de 21 años. La primera celebra que se suspendió el toque de queda militar, al que define como símbolo de una decadencia. “Con este mundo materializado donde los peces de colores tienen que abrirle agua a los submarinos, con esta civilización de pólvora y clarines, ¿cómo se nos puede pedir que seamos hombres de buena voluntad?” y plantea que quizás ahora la gente pueda ir a dormir mansamente “antes de que los relojes doblen la esquina de la medianoche”. Luego escribe sobre indios, negras, retratos de la ciudad y de la época. Escribió sobre cine, sobre deportes, sobre todo. La pasión por conocer y por contar lo que el mundo estaba desplegando ante sus ojos.
A fines de los 50 García Márquez participó en Cuba con los argentinos Jorge Massetti, Rodolfo Walsh y Rogelio García Lupo en los primeros pasos de Prensa Latina, idea que puso en marcha Ernesto Guevara, hasta que el lado soviético de la vida isleña desplazó a este elenco por otro más dócil.
García Márquez nunca perdió la afinidad con el propio Fidel Castro. El director argentino Eduardo Mignogna contaba que cierta vez, invitado a La Habana, estaba comiendo con García Márquez cuando el propio Fidel cayó de improviso y comenzó a hablar con sabiduría de crítico sobre la historia del cine argentino, mientras Gabo se quedaba irremediablemente dormido en un rincón. Pero más allá del sueño o de los discursos de Fidel, García Márquez se plantó en defensa de Cuba como una cuestión cultural y estratégica frente a los Estados Unidos y la densa idea de controlar vida y obra del resto del continente.

Las ventajas de la vida
Cuando me contó la noticia, le pregunté al propio Osvaldo Bayer sobre Gabo: “Tenía mi edad, pero yo aprendí de él. Es el mejor escritor que ha tenido Latinoamérica. Aprendí con él a amar la literatura, ver las cosas que se pueden hacer y crear. Para mí fue un hombre que luchó por la libertad, o sea un libertario, y cumplió la misión que tiene un intelectual: escribir para todos, para mejorar la sociedad, y para seguir soñando”.
De todas las ideas y escritos de Gabo, frecuentemente abominados por las academias, no resulta demasiado conocida su exposición al recibir el Nobel de Literatura en 1982, llamado La soledad de América Latina, que resulta un manifiesto por la descolonialidad, para usar términos actuales. “La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia” dijo ante la academia sueca. Repasa los golpes de Estado, crímenes y matanzas ocurridos en el continente. “Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad”.
Al recibir el Nobel de Literatura, García Márquez hacía periodismo sobre la realidad del continente, incluyendo la situación argentina: “Ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto, 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi 120 mil, que es como si hoy no se supiera donde están todos los habitantes de la cuidad de Upsala. Numerosas mujeres encintas fueron arrestadas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aun se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 muertes violentas en cuatro años”.
Otro concepto: “La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios”.
Y otro: “Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte”.
Se preguntó por qué le habrían dado a él semejante distinción, y postuló que se trató de un homenaje a la poesía: “En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte”.

Mujeres, aborto y ambiente
Cuando le preguntaron sobre las prioridades de la humanidad para las próximas décadas, propuso que las mujeres asuman el manejo del mundo. “Alguien dijo: ‘si los hombres pudieran embarazarse, el aborto sería casi un sacramento’. Ese aforismo genial revela toda una moral, y es esa moral lo que tenemos que invertir. Sería, por primera vez en la historia, una mutación esencial del género humano, que haga prevalecer el sentido común –que los hombres hemos menospreciado y ridiculizado con el nombre de intuición femenina- sobre la razón –que es el comodín con que los hombres hemos legitimado nuestras ideologías, casi todas absurdas o abominables”.
Y luego plantea: “La humanidad está condenada a desaparecer en el siglo XXI por la degradación del medio ambiente. El poder masculino ha demostrado que no podrá impedirlo por su incapacidad de sobreponerse a sus intereses. Para la mujer, en cambio, la preservación del medio ambiente es una vocación genética. Es apenas un ejemplo. Pero aunque sólo fuera por eso la inversión de poderes es de vida o muerte”.
Son solo ideas sueltas para pensar, discutir, y leer, ahora que el reloj dobló no sé qué esquina, tras la malparida noticia sobre la muerte de Gabriel José de la Concordia García Márquez, hace unas cuantas horas de soledad.  

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