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Visión psicológica feminista del confinamiento de las mujeres en tiempos de coronavirus
La psicóloga Raiza Zeballos del colectivo feminista boliviano Mujeres Creando plantea en este artículo los desafíos del confinamiento para las mujeres, de la emoción a la acción. El doble dicurso del «paternalismo» del Estado boliviano, para pensar Argentina. La peligrosidad de la individualización del problema. El macho violento. Y la desobediencia como acto psicológico y vital: «Este es un llamado a desobedecer las normas y no quedarnos encerrados en las casas bajo una la idea de estar haciendo suficiente, sino a no perder la colectividad y las alianzas insólitas que son vitales y que necesitamos para sobrevivir ante tal crisis mundial«.
Por Raiza Zeballos, de Mujeres Creando
Para hacer un análisis psicológico, desde mi perspectiva, no solamente es necesario conocer sobre la sintomatología o vivencias personales que tiene cada persona en este tiempo, sino también se requiere un análisis que implique conocer la realidad social de nuestro país y el accionar político que surge a partir de la crisis, sobre todo desde el Estado. ¿Por qué? TODAS las acciones desde el Estado durante esta crisis como decretos, prohibiciones, decisiones, omisiones etc. nos afectan de manera directa no sólo económica, laboral o socialmente, sino también psicológicamente porque provoca tristeza, culpa, desesperación, angustia, impotencia y tantas otras cosas más.
El Estado de doble discurso
El Estado nos viene diciendo qué tenemos que hacer y qué no en su afán “protector”, que más bien es paternalista, haciéndonos creer que nuestra labor se centra tan solo en quedarnos en casa, que así nos salvaremos a nosotras mismas y a nuestros familiares de un contagio inminente, y que son ellos quienes se ocuparan de salvarnos. Seamos realistas, el Estado por sí solo no tiene la suficiente capacidad ni logística, ni operativa para enfrentar una pandemia de este tipo, pero son muy buenos en lavarse las manos como acto de engaño a la población y hasta a sí mismos en su intento de demostrar que lo están haciendo bien y que todos y todas nos salvaremos al quedarnos confinadas y confinados.
Las mujeres sentimos esto de manera mucho más grave, por un lado, nos hace sentir particularmente vulnerables, bajo la idea que somos un grupo de riesgo que necesita atención especializada, donde ellos la confunden con una atención “caritativa”. Las palabras de Jeanine Añez durante uno de sus tantos discursos, decían que la violencia machista no deja de estar presente en la cuarentena, por lo que castigaría a los agresores “con todo el peso de la ley”. La realidad es que las líneas gratuitas no sirven de manera efectiva y el alcance que tiene la policía y la justicia es aún menor al que ya se tenía de manera inefectiva en situaciones “normales”. El Estado no tiene una lucha contra la “vulnerabilidad” sino la incrementa. No brinda información a las mujeres o elementos de cómo se puede actuar ante la violencia, sino que cierra las posibilidades en una policía y justicia tan poco capaz, que las mujeres terminamos pensando que si esa es la ruta de salida de la violencia, salir no es posible. El efecto psicológico en las mujeres en el incremento del sentimiento de impotencia, teniendo muchas que recurrir a la sumisión como acto de supervivencia.
Otra consecuencia del paternalismo del Estado es la culpa y el miedo por contagiarse y contagiar. La única consigna para cumplir es la quédate en casa, pero, ¿qué pasa con todas aquellas mujeres y población en general que no puede respetar la cuarentena? Existe infinidad de personas que aún salen diariamente a las calles porque necesitan subsistir sea o no sea su día de salida, o los que no tienen un hogar porque su hogar es la calle, o son trabajadores de la salud, limpieza o de alimentos y que se ven obligadas a seguir trabajando, o que, como nuestras compatriotas exiliadas del neoliberalismo en Pisiga, se hallan haciendo cuarentena en condiciones inhumana, sin la posibilidad de cumplirla dignamente en sus casas, algo que les expone mucho más para contagiarse no solo coronavirus sino muchas otras enfermedades. Toda esa población carga consigo la culpa de poderse contagiar, de tener que exponerse al peligro de una pandemia por la necesidad de sobrevivir. Esa culpa y ese miedo están patrocinados principalmente por el Estado porque no se brinda las condiciones mínimamente dignas para trabajar o para vivir y que, tras habernos repetido tantas veces que nuestra responsabilidad tan solo es quedarnos en casa, no podamos hacerlo porque no estamos en nuestra tierra, porque no tenemos dinero para pagarnos un vuelo privado, por tener que exponer encima a menores de edad, por no poder dejar de trabajar porque si no nos morimos de coronavirus nos morimos de hambre, o por simplemente estar cerca de las o los infectados curándolos, como en el caso de los médicos que han sido discriminados por sus propios vecinos, y tantas otras razones que no son válidas ni para el gobierno ni para la sociedad que nos condena con una mirada moralista y vigilante. ¿Qué pasa si efectivamente toda esa gente con a la que se le carga culpa se contagia? El castigo social será aún mayor y servirá al Estado para justificar el contagio de estar personas como un castigo por su desobediencia o poco cuidado y no así por la falta de efectividad y gestión social del mismo Estado. Lo mismo puede pasar con la gente que aun cumpliendo su cuarentena de manera obediente llegue a contagiarse, ¿acaso ni haber podido quedarse en casa habrá funcionado? Es posible que no y que ni siquiera estar aislados sea suficiente para contraer el virus y eso pese en nuestras conciencias de manera injusta.
La peligrosidad de la individualización del problema
A las mujeres, sobre todo, nos han sobrecargado con el cuento del empoderamiento para creer que la violencia o cualquier otro problema debe solucionarse desde nosotras con el poder individual que cada una genere en sí mismas casi de manera mágica. Que desde nuestro esfuerzo alcanzaremos el éxito por más que estemos en la peor de las situaciones. Este cuento engañoso tiene mucho que ver con el “quédate en casa” que tanto se repite. En primer lugar está la falsa ilusión de que desde la individualidad lograremos algo importante; es verdad que estando en casa nos cuidamos a nosotras mismas, pero no somos salvadoras y heroínas frente al coronavirus. Los casos aumentarán, es posible que afecte a personas cercanas y queridas o ti misma y que, además de la culpa, sientas frustración porque no habrás hecho lo suficiente. Nos venden la idea de que solo desde la individualidad podemos accionar para cambiar el mundo y no es verdad, quedarse en casa no puede ser la única acción para confrontar una pandemia de este tipo.
En segundo lugar, idealiza y romantiza de manera excesiva la convivencia en familia como si este espacio fuera siempre un lugar cálido, cómodo, seguro y justo para todos y todas sus miembros. ¿Cuántas madres estarán siendo sobrecargadas en mayor medida con las labores domésticas o tendrán una “ayuda” mínima del resto de la familia? ¿Estará llevándose de similar forma la cuarentena para un padre, una madre, un hijo o una hija? Es como si ese quédate en casa tan romántico que se plantea haya dado permiso para retroceder y olvidarse de la idea de que lo personal es político, despolitizando completamente al hogar como principal lugar de relaciones políticas de justicia.
Otro factor es la imposibilidad de generar empatía con otr@s. Vamos detenernos en el caso particular de mujeres que están atravesando por violencia machista. En el servicio de Mujeres en Busca de Justicia de Mujeres Creando diariamente vienen aproximadamente unas 15 a 20 mujeres nuevas para encontrar respuestas y soluciones a sus casos, la convivencia con otras mujeres que también están esperando a ser atendidas y que tienen casos similares les permite generar empatía, sirviendo esto como un cable a tierra para saber que no son las únicas que se encuentran en esta situación, lo que les impulsa a continuar con su lucha bajo la idea de “si otras más pudieron hacerlo, ¿por qué no yo?”. Este ejemplo sirve para pensar que en este momento de confinamiento, muchas mujeres ni siquiera lograrán hacer la denuncia de sus casos porque es posible que al verse solas y sin apoyo, no tengan esperanzas de que vayan a ser tomadas en cuenta, sumado a las insuficientes e ineficaces medidas del Estado ya mencionadas. No valdrá empoderamiento alguno que pueda sacarles de esa situación desde un accionar individual y esto es lago de suma peligrosidad que tiene que ver con preservar la vida misma de cada compañera.
Esta imposibilidad de empatía puede reproducirse también en la población en general al encapsularse en la idea de que la autosuficiencia, donde no necesitas de nadie más que de ti misma o mismo, será suficiente para resolver tu cotidiano, perdiendo totalmente la visión comunitaria o colectiva y generando progresivamente mayores necesidades innecesarias que te facilitarán la vida, pero que te alejarán de otras y otros, beneficiando al capitalismo y creando una brechas más grande entre clases sociales, porque quien más tenga podrá sobrevivir, quien no, ni modo.
Dinámicas psicológicas complementarias entre el machismo de un hombre violento y el del Estado
El amor romántico es la principal arma de los hombres violentos que buscan someter a sus parejas. En nombre del amor, un hombre violento busca aislarnos de nuestra familia, de nuestras amigas, de cualquier contacto que en algún momento pueda auxiliarnos cuando nos encontramos en peligro por la violencia. Este aislamiento puede ser una prohibición tajante o, en la mayoría de los casos, se hace de manera muy sutil y romántica, como si sus intenciones fueran protegernos de todo mal y para esto requiriesen controlarnos. ¿Suena familiar en este tiempo de cuarentena? Es porque el Estado utiliza exactamente los mismos mecanismos para ejercer poder por sobre la población. Nos dicen, con un supuesto cariño que se nota muy forzado, que nos quedemos en casa, pero utilizan la presión y el miedo contra todos y todas para que cumplamos con la presencia de la policía y sobretodo de la milicia, que además portan sus armas para simbolizar mayor poder y generar más miedo todavía, estando en la posibilidad de que, si la población incumple, puedan arrestarles, reprimirles (como ha pasado en el valle alto de Cochabamba o Santa Cruz) o utilicen la vergüenza social, tal como un agresor lo haría con su víctima al golpearla, insultarla, humillarla. Así como un hombre violento amenaza con tomar medidas más fuertes para controlar la desobediencia como un acto supuesto de amor, el Estado amenaza de igual manera en nombre de preservar nuestra integridad y salud. Ese amor romántico peligroso se convierte en primo hermano del fascismo romantizado del Estado que está siendo efectivo, pero no por la concientización de la gente sino por el miedo y la represión.
Las mujeres bolivianas históricamente han conquistado las calles desde la rebeldía para que sea escenario de múltiples luchas sociales. Es por eso que en la calle nos sentimos libres de decidir qué queremos hacer, de poder charlar, de trabajar, de jugar, de gritar, de amar, de marchar, de criar, de estudiar y de hacerlo todo. No por nada Mujeres Creando resume esta conquista en el grafitti “la calle es mi casa de colores, sin marido ni patrón”, pero ahora nos han privado no solo de nuestro derecho a la libertad, porque la calle ya no es nuestra casa estando militares y policías, además del maltratador en la casa, ambos con un aire de superioridad sobre nosotras, ambos con el permiso y la bendición del Estado para violentarnos. Sino también de la posibilidad de imaginarnos y pensar por nuestra propia cuenta y al margen del Estado y del macho violento otras formas efectivas del simple “quédate en casa”.
Desobedecer como acto político y psicológico vital
Quedarte en tu casa no es lo mismo que quedarte callada. Nos prefieren calladas, para que no pensemos y no nos quejemos de las falencias que existen, para que no propongamos nuevas formas de convivencia que salen de toda capacidad creativa y de reflexión que el Estado pueda darnos.
Estamos conscientes de que la cuarentena es necesaria para no tener contagios masivos y colapsar el sistema de salud, que de por sí ya está colapsado, pero las consecuencias psicológicas, sociales y políticas que genera el confinamiento deben confrontarse, de hecho hay muchos y muchas que ya lo hacen a manera de desobedecer la única consigna escueta que se nos ha dado y están saliendo de sus casas a recuperar la libertad y las o los vemos en el mercado vendiendo lo que pueden, inventándose nuevos oficios con mucha creatividad en esta cuarentena, o están manteniendo el contacto sin dejarse llevar por las soluciones individualistas, o han generado empatía como un acto político y están ayudando a vecinos y vecinas u otros a abastecerse, con una intención y sentido de solidaridad muy distinta al de una donación ridícula de unos cuantos oligarcas, o están incluso simplemente a haciendo compañía a otr@s. Si la gente no estaría desobedeciendo es posible que realmente estando confinados en su totalidad ya hubiéramos perdido la cordura.
Este no es un llamado a ponerse en contra de la cuarentena para salir a las calles de manera masiva, sino a cuestionar todos estos mecanismos de control y de transformación que se están presentado de manera implícita y que con seguridad irán afectando más en la sociedad entera. Este es un llamado a desobedecer las normas y no quedarnos encerrados en las casas bajo una la idea de estar haciendo suficiente, sino a no perder la colectividad y las alianzas insólitas que son vitales y que necesitamos para sobrevivir ante tal crisis mundial.
Si se está confinada en un círculo familiar, desobedecer puede también implicar la reorganización política y de manera justa del hogar. Esto quiere decir que tanto las tareas domésticas en su totalidad, como las labores de trabajo, de aporte económico y de educación y crianza con los hijos e hijas sean de manera totalmente justa, toma la familia como si tuvieras dentro de una cooperativa donde cada uno tiene que hacer lo suyo para que la convivencia sea justa para todos sin importar si son muy pequeños o muy grandes para aprender, que la cuarentena no sea una excusa para que seas la sirvienta de toda tu familia. Si crees que esto está pasando es tiempo de repensar cuanto bien te hace a ti, cuanto más resistirás bajo esas condiciones y como las desigualdades en convivencia familiar podrían reproducirse como espejo en la vida pública o fuera de tu casa, no solo para ti sino para tus wawas. Si tu familia se opone a esta reorganización enciende tu alarma y cuestiona el supuesto cariño que te tienen porque es instrumento para que ellos conserven sus privilegios y tu pierdas tu libertad.
Si esta reorganización se concreta, incluye el tiempo de descanso y ocio que necesitas para tu bienestar físico pero también mental. Disponer mínimamente dos horas, aparte de las de dormir, sin la presencia ni molestia de nadie es ejercer un autocuidado necesario. Este tiempo puede servirte para observarte a ti misma, para cuestionar tus relaciones, para tomar decisiones importantes, para mejorar tu alimentación y salud. Para brindarte toda esa atención prioritaria posiblemente antes no te hayas dado. También puede servir para generar nuevas o más fuertes alianzas insólitas entre vecinas, con el fin estratégico de renunciar a la individualidad de acción y hasta emocional en tiempos de confinamiento.

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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.

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La Ley del Cáncer: avanza un proyecto que permite fumigaciones con agrotóxicos a 10 metros de viviendas

Una Ley Nacional que proviene del sector del agronegocio avanza en la Cámara de Diputados, impulsada por la UCR y la Coalición Cívica. Se trata de la norma que regula, entre otras cosas, la aplicación de agrotóxicos. El punto clave de este proyecto legislativo figura en el artículo 9, donde se establecen distancias mínimas para fumigar desde los 10 metros para aplicaciones terrestres y con drones, y 45 metros para aplicaciones aéreas. La primera reunión informativa contó solo con oradores promotores de la iniciativa y solo dos voces críticas; crónica de esa reunión y la opinión del médico Damián Verzeñassi, la enfermera del Garrahan Meche Méndez, el abogado Marcos Filardi y Sabrina Ortíz, vecina fumigada y abogada que acaba de presentar un escrito para convocar a audiencias públicas y foros de debate para evitar que se apruebe esta Ley que prioriza el negocio a la salud social y medioambiental. FRANCISCO PANDOLFI
Esta semana se presentó en la Cámara de Diputados el proyecto de ley nacional “de presupuestos mínimos de protección ambiental para la aplicación de productos fitosanitarios”. Es decir, de agrotóxicos.
El proyecto fue escrito por la Red de Buenas Prácticas Agrícolas, integrada por más de 80 instituciones públicas y privadas vinculadas con el agronegocio, y dentro del recinto encabezan la iniciativa los diputados Atilio Benedetti (UCR – Entre Ríos), presidente de la Comisión de Agricultura en la Cámara de Diputados, y Maximiliano Ferraro (Coalición Cívica). La nueva norma ya cuenta con el acompañamiento de 32 legisladores, entre un abanico variopinto que engloba a La Libertad Avanza, Unión por la Patria, UCR, PRO, Coalición Cívica, Encuentro Federal, entre otros partidos.
El punto clave de este proyecto legislativo figura en el artículo 9, donde se establecen distancias mínimas para fumigar desde los 10 metros para aplicaciones terrestres y con drones, y 45 metros para aplicaciones aéreas.

Exposiciones sin consenso
El martes pasado se llevó a cabo una primera reunión informativa en la cual las y los oradores sólo fueron personas, organismos y corporaciones a favor de la iniciativa.
En la comisión conjunta realizada entre Agricultura y Ganadería y Recursos Naturales y Conservación de Ambiente Humano hubo entidades gubernamentales, de productores, de ingenieros agrónomos, de acopiadores, de empresas de tecnología agropecuaria y ONG a favor de la ley. Maximiliano Ferraro expresó que “el proyecto no tiene una mirada sectorial”. Y que “nace de un diálogo. Un diálogo y consenso, que podemos ampliar”.
Sin embargo, se dijo, no hubo invitaciones a voces disonantes.
Las únicas dos ponencias que no se alinearon al lobby de la producción con plaguicidas fueron el diputado Juan Carlos Giordano (Izquierda Socialista – FIT Unidad) y su par Blanca Osuna (Unión por la Patria). Dijo Giordano: “Deben darle espacio a quienes estamos en contra de esta ley. Hay una lista de un montón de organizaciones que quieren venir a exponer las barbaridades que ocurren por el uso de agrotóxicos. Fumigar a 10 metros de ninguna manera puede ser una buena práctica agropecuaria”. Dijo Osuna: “Es indispensable escuchar voces de otros sectores, estamos en falta si no. Los expertos científicos deben estar acá, están ausentes en este proyecto. Primero debe estar la salud, luego la producción”.
La evidencia del modelo
Tras el encuentro del martes, distintos actores se manifestaron en contra del proyecto. Damián Verzeñassi es médico generalista y es el director del Instituto de Salud Socioambiental de la Universidad Nacional de Rosario, desde donde se hicieron desde 2010 a 2019 más de 40 campamentos sanitarios en diversos pueblos de Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba para relevar puerta a puerta la situación de la salud en localidades fumigadas. ¿Qué demostraron esos resultados? Que en las comunidades rurales se multiplicaban los trastornos endócrinos, los abortos espontáneos, las malformaciones y el cáncer. Opina Damián: “Si se aprueba esta ley permitiría que se fumigue a 10 metros con productos que pueden generar cáncer de mama, cáncer de tiroides, alteraciones endocrinas en las glándulas, disminución de la capacidad de nuestro sistema inmunológico de defendernos. Por ejemplo, el herbicida atrazina está prohibido en 37 países, pero en Argentina está autorizada. Este tipo de cosas avala la ley que quieren aprobar”.
Sin embargo, el diputado por la Libertad Avanza Pablo Ansaloni, que proviene de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE) dijo en la reunión informativa: “Desde nuestra actividad, que la vengo ejerciendo durante 30 años, manipulamos el cereal y estamos en contacto todos los días con el fitosanitario. Podemos dar fe que no tenemos ningún enfermo”.
Meche Méndez es enfermera de Cuidados Paliativos del Hospital Garrahan y desde hace años viene dando una pelea (casi en soledad) para que exista una historia clínica ambiental que pueda demostrar la relación de los agrotóxicos con las enfermedades. Le dice a lavaca: “El sistema de salud sigue sin considerar el daño, en muchos casos irreparable, que los tóxicos utilizados desde hace décadas en el modelo extractivo están produciendo en el ambiente, los territorios y por ende en los cuerpos de quienes los habitamos, atendiendo los síntomas y/o la enfermedad una vez producida, pero sin asociarlo cómo posibles causa”.
Sobre el proyecto de ley, analiza Méndez: “Sólo puedo compartir mi absoluto rechazo. Ya está comprobadísimo por la ciencia sin conflicto de interés que la deriva (movimiento de plaguicidas en el aire) no tiene control, que los venenos enferman y matan. Necesitamos medidas aún más protectoras de las que tenemos actualmente y sobre todo dejar de usar esos tóxicos. Hago un llamado urgente a los profesionales de la salud, a las sociedades científicas supuestamente comprometidas con la salud y el ambiente a que se expidan y rechacen esta posibilidad criminal de echar venenos a 10 metros”. Remata: “Se sabe que produce cáncer, malformaciones, daños genéticos, un montón de enfermedades y síntomas. Esto no puede salir de la Cámara de Diputados”.
María Luisa Chomiak, de Chaco, es la única diputada de Unión por la Patria que acompañó con su firma este proyecto. Argumentó: “Lo suscribí porque se necesita tener esta discusión. Toda iniciativa es perfectible y no hay nada más importante que la salud. Si se prioriza esto, celebro que estemos discutiendo este tema”. Sin embargo, en el proyecto no figura que la reducción de las distancias va en sentido contrario al principio de «no regresión en materia ambiental» que establece la Ley General de Ambiente y tratados internacionales como el Acuerdo de Escazú. Ni tampoco informa las pruebas científicas ya demostradas sobre la consecuencia de los plaguicidas: desde los efectos letales del glifosato en embriones anfibios, constatado por el ex titular del Conicet Andrés Carrasco, hasta los estudios de Delia Aiassa en la Universidad de Río Cuarto sobre daño genético, que comprobaron el riesgo aumentado de contraer cáncer. A partir de estas investigaciones hubo fallos judiciales en distintos puntos del país prohibiendo las fumigaciones terrestres a menos de 1.095 metros y las aéreas a menos de 3.000.
Antecedentes que enferman
Una de esas localidades es Pergamino, al norte de la provincia de Buenos Aires. Allí vive Sabrina Ortiz, una de las tantas personas que se enfermó por agrotóxicos. Perdió un embarazo de casi 6 meses y tuvo dos ACV. Sabrina tiene una particularidad notable: como no encontraba abogados que la defendieran, estudió Derecho y se recibió. Fue amenazada; le mataron a su perro como amedrentamiento. Después de años de denuncias y estudios científicos, la Justicia federal confirmó que el 3 de diciembre de 2025 comenzará el juicio oral contra tres productores agroindustriales por delitos de contaminación ambiental, según la Ley de Residuos Peligrosos (N° 24.051). En la causa se documentaron daños a la salud vinculados a la exposición crónica a sustancias como glifosato, atrazina y clorpirifós.
Sabrina, junto a varios colegas, acaba de presentar un escrito colectivo de abogadas y abogados de Pueblos Fumigados en donde solicitaron a las presidencias de las comisiones de Agricultura y Ganadería y de Recursos Naturales de la Cámara de Diputados de la Nación que convoquen audiencias públicas, foros y videochats de debate antes de tratar el proyecto de ley.
Marco Filardi es abogado especialista en derechos humanos y temas ambientales y es parte de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Facultad de Medicina de la UBA. Le dice a lavaca: “Esta norma manda un mensaje a todas las provincias de que este (10 metros fumigación terrestre y dron, y 45 metros aérea) es el estándar mínimo, el piso ambiental y eso no lo podemos aceptar. Gran parte de nuestra población está expuesta cotidiana, sistemática y estructuralmente a la aplicación de más de 7.000 formulados comerciales con autorización vigente por el Senasa (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) en una cantidad de más o menos 500, 600 millones de litros de agrotóxicos al año. Tenemos el triste privilegio de ser el país que más agrotóxicos por persona y por año usa en el mundo y los resultados están en los cuerpos, están en los territorios”.
Desde los impulsores de la iniciativa no contactaron a científicos, ni profesionales de la salud, ni abogados, ni a ninguna de las organizaciones ambientales. Como por ejemplo la coordinadora “Por una vida sin agrotóxicos Basta es Basta”, de Entre Ríos, que se moviliza todos los martes desde 2018 frente a la Casa de Gobierno en Paraná. “La ley nacional es un ‘copy-paste’ de la que ya tenemos acá, aprobada a finales de 2024 y en la que habilitan fumigar a 5 metros de los cuerpos de agua, a 10 de las plantas urbanas y a 15 de las escuelas rurales. Ellos se amparan en las buenas prácticas agrícolas sin basarse en ninguna evidencia científica, a diferencia de todos los trabajos publicados en Argentina y en el mundo donde se demuestra el impacto que tiene el uso de los venenos sobre la salud y los ecosistemas, más allá de la dosis y la distancia. Lo que genera el daño es la presencia del veneno y si hay evidencia científica ya está: no hay más que hablar”.

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Entrevista a Celeste Fierro, tras ser detenida en la flotilla de ayuda humanitaria a Gaza
Al llegar al país luego de estar 8 días detenida (junto a otros tres argentinos, entre un total de 443 personas que conformaban la flotilla Global Sumud) la legisladora habló con lavaca.

Celeste Fierro durmió sólo algunas horas, y de manera intermitente, y apenas se levanta habla con lavaca. Llegó anoche de Jordania, donde fue trasladada desde la cárcel de Ktzi’ot. Allí estuvo presa del 3 al 7 de octubre, después de que el Estado israelí interceptara el barco en el que pretendía llegar a Gaza como parte de la flotilla Global Sumud. Del 1 al 2 tuvo dos días de traslados, y el día 7 la llevaron también a Jordania, desde donde partió el vuelo a Buenos Aires.
La historia es conocida: en aguas internacionales, el Estado de Israel interceptó todos los barcos de la flotilla, tomó su mando y los dirigió a tierra para detener a sus tripulantes. “Sabíamos que, lo más probable, era que pasara lo que pasó”, se sincera Fierro respecto a la misión humanitaria que buscaba 1) romper el bloqueo naval israelí sobre Gaza y 2) hacer visible la crisis humanitaria allí.
Lo primero no lo lograron. Lo segundo, sí.
Lavaca fue el único medio argentino presente en la masiva movilización en Roma que, tras conocerse la noticia de la detención de los tripulantes de esta flotilla, reunió a un millón de personas para pedir el fin del genocidio israelí en Gaza y, entre otras cosas, la liberación inmediata de los recientes detenidos. Ese mismo día, por la noche, llegaron a la capital 26 personas italianas que habían sido detenidas, las primeras que largó el Estado de Israel.
Los cuatro argentinos (Ezequiel Peressini, Carlos Bertola, Nicolás Calabrese, y Celeste) fueron de los últimos.
Finalmente ayer, después de 8 días, volvieron a pisar su tierra.
Desde aquel 1 de octubre hasta ahora, Celeste no había vuelto a tomar mate. Está en eso mientras conversa y revela que su mate, al igual que todas sus pertenencias (a excepción del pasaporte) le fueron sustraídas por el Estado de Israel.
La primera pregunta es obvia: ¿Cómo estás?
Entera, lo cual es un montón. Y muy contenta de estar de nuevo acá. Eso es lo primero, pero también muy preocupada porque entiendo que todavía hay compañeros detenidos de la Global Sumud y que, además, interceptaron a la Freedom Flotilla (145 detenidos). Así que poniéndome en contacto con compas de otros países para estar a disposición.
Durante dos días no se supo nada de vos; luego lo que llegaba era casi nada. ¿Qué pasó en esos primeros momentos?
Lo que nos pasó no se compara con lo que pasan los presos palestinos en las cárceles de Israel; no se compara con lo que viven las familias palestinas en la franja de Gaza. Pero, en ese momento, lo que más preocupaba era que no supieran que estábamos vivos. Desde que nos detuvieron estuvimos 48 horas hasta que logramos ver a un abogado. Y después, la visita de la cancillería fue recién el viernes o el sábado, 3 días después de la intercepción. Lo único que yo quería que avisaran era que estábamos vivos.
¿Les iban informando qué harían con ustedes?
Los primeros que salen son los italianos. En las intercepciones preguntaron por los italianos, ya veíamos claramente que iban a liberarlos más rápido. Los que quedamos detenidos fuimos los del sur global, no solo América, Sudáfrica, Nueva Zelanda.
¿Por qué Italia primero?
Lo de Italia fue por la presión social hacia el propio gobierno italiano de ultraderecha. Hubo una huelga general una semana antes de la intercepción; eso hizo que Meloni mandara un barco, que fue directamente para responder a la huelga; y también para que los italianos desistan de esas misiones. No lo lograron.
¿Cómo fueron los días previos a que los interceptaran?
Ya habíamos tenido una situación previa el día anterior, donde rodearon dos de los barcos de la flotilla. Con alguna cosa magnética cortaron los radares, los teléfonos, como que esos barcos perdieron la comunicación. Y luego se retiraron. Ahí tuvimos el primer intento, ya antes habíamos tenido los ataques con los drones.
¿Cómo es un ataque con drones?
Los primeros dos ataques fueron en puerto de Túnez. Nosotros no habíamos llegado ahí todavía. Pero también entendimos que eran para intimidar, para amedrentar. Es un ejército muy preparado: si hubieran querido hundir un barco lo hacían. Lo que hicieron en el puerto dos días distintos a dos embarcaciones distintas fue tirar como unos explosivos. Y se logró contener ese fuego rápidamente y no pasó a mayores y lograron seguir esas embarcaciones.
En altamar también siguieron las intimidaciones
Todas las noches teníamos drones arriba. Una vigilancia permanente 24×7, fundamentalmente a la noche. Dos días antes de llegar a Creta, entre Sicilia y Creta, ya no eran algunos sino que eran decenas de drones que pasaban por todos los barcos. Y a las 11 de la noche empezamos a tener interferencia en las radios. Empezó a sonar ABBA a todo volumen, nos mirábamos porque no sabíamos qué estaba pasando… Y a los 15 minutos escuchamos la primera detonación… Tiraban esos explosivos que explotan cuando tocan algo; a uno de los barcos les tiraron uno de los mástiles… a otro directamente le rompieron una vela. A otros era solamente el sonido y veías una luz muy fuerte. Era sistemático: cada 15 minutos sentíamos una detonación. A otro le cayeron líquidos, que no sabemos qué eran. No los escuchábamos, veíamos luces, era mucho el miedo.
¿En algún momento temiste por tu vida?
Creo que todo el tiempo. Desde ese momento, hasta que logramos salir (por anteayer). En el momento de los drones, al día siguiente hablábamos: siguen intentando que no continuemos. Y la fuerza estaba puesta en continuar. Y a la noche siguiente estaba en la guardia y no hubo drones. Fue una guardia muy tranquila. Fue el primer día que dije: y mirá si llegamos… Había crecido la presión internacional. Pero no pasó.
Y el día en que los interceptan, ¿cómo fue?
Cuando nos interceptan –no me acuerdo la hora pero era de día, habrán sido las 7PM- nos llega un mensaje de uno de los barcos que en un radar habían visto que se acercaban 10 o 12 barcos. Ahí nos preparamos con los protocolos que veníamos manejando, y en menos de una hora y media ya habían llegado. Empezaron a rodearnos lanchas rápidas, no las veías porque era de noche. Nos tiraron primero agua a todos los barcos. Luego por un altoparlante decían que no teníamos que seguir navegando, que si nos quedábamos ahí iba a estar todo bien… Todo eso duró como una hora. Hasta que se subieron alrededor de 10 o 12 marines israelíes, con armas largas, caras tapadas. Lo primero que hicieron fue desactivar todas las conexiones de Internet. Y ahí efectivamente nos detuvieron, agarraron el mando de nuestro barco. Nos cachean, nos piden los pasaportes. Revuelven todo. Y nos metieron en los camarotes, éramos muchos más de los que entran en los camarotes, estábamos todos amontonados. Estuvimos 24 horas metidos ahí, sin comer nada. Hasta que llegamos al puerto, 24 horas más, y después a la cárcel, donde nunca nos dieron agua potable, estuvimos hacinados, con precintos; a compañeros les vendaron los ojos. Sufrimos maltrato físico. Y la mayor preocupación era que se sepa dónde estábamos.
¿Cómo se siente en el cuerpo esa impunidad?
Nosotros sabíamos que el escenario más probable era lo que nos terminó sucediendo. También hay que decir que lo que significó la flotilla en cuanto al impulso, a multiplicar las acciones, es muy fuerte. Es fuerte saberse parte de una acción internacional que hace lo que los Estados no hacen, dando una respuesta solidaria, humanitaria, a una causa que es de toda la humanidad; fue muy importante. A mí me recordaba a las brigadas internacionalistas de la Guerra Civil Española, Nicaragua… Y creo que eso también fue lo que nos protegió, más allá de la violencia que se sufrió, que todos los ojos estén puestos en Gaza y en la flotilla hace que hoy estemos en casa. Esa firmeza de continuar a pesar de los ataques. Y repito: lo que a nosotros nos pasó, ni se comprara con lo que pasa Gaza. Eso es lo que nos daba más fuerza y firmeza para continuar y de estar juntos.
¿Qué pudiste compartir con los compañeros y compañeras de otras partes del mundo, respecto a lo que estaba pasando, a la situación de Gaza, a cómo articular el reclamo a nivel global?
Para mí fue muy importante. Como experiencia militante, como experiencia de vida. Quienes somos militantes, internacionalistas, lo vivimos de forma permanente, pero esto fue encontrarnos con gente que nunca habíamos tenido contacto, que hablamos distintos idiomas, que venimos de distintas historias. Había sindicalistas, periodistas, enfermeros, médicos, compañeras activistas, artistas. Eso es lo que fortaleció la misión y sobre todo el reclamo y le dio potencia. El internacionalismo, sabernos todos levantamos una misma causa logró potenciarlo y ver que en todos los rincones del mundo se esté denunciando el genocidio y levantando la causa palestina, porque la causa del pueblo palestino es hoy la causa de toda la humanidad. Ese fue el sentido de la flotilla.
¿En qué nivel ves que está el reclamo en Argentina?
En los últimos meses se ha multiplicado la participación. Nosotros lo venimos levantando desde hace décadas, pero creo que hubo un cambio grandísimo. Me acuerdo patente el domingo que fue el Día del Padre, que hubo una movilización gigante, había familias enteras. Desde ese día hasta ahora se ha multiplicado el acompañamiento, no solo en la Ciudad de Buenos Aires, sino en lugares inhóspitos del país. Se fue extendiendo y tenemos que ser cada vez más.
Ahora hay un supuesto nuevo “alto al fuego”. ¿Cómo lo interpretan?
No hay que conformarse hasta el alto el fuego que hay ahora, que no sea un nuevo invento. Lo que venga del imperialismo yanqui creo que es un nuevo acuerdo de ocupación colonial que no va a resolver de forma definitiva las necesidades del pueblo palestino. Acá una paz justa es una paz donde haya derecho al retorno, donde la Palestina sea única, del río al mar y no es lo que se está proponiendo. Hay que seguir multiplicando las acciones por eso, y en nuestro país seguir exigiendo: no en nuestro nombre. Tenemos que tomar lo que dicen nuestros compañeros judíos: que este Estado apoye a ese genocidio, a ese criminal de guerra como es Netanyahu, no es en nuestro nombre, cuando sabemos lo que significa un genocidio en nuestra historia. El genocidio de los pueblos originarios, el genocidio de la última dictadura: tenemos que decir no en nuestro nombre y seguir reclamando la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales. Hoy es un momento en el que Israel está aislado internacionalmente, así que hay que presionar.
El gobierno nacional también parece estar en ese mismo aislamiento…
Por eso, hay que seguir denunciando a este gobierno que no solo es cómplice de ese genocidio sino que viene llevando adelante un desastre en materia económica y social y que por eso está recibiendo fuertes golpes. Acá vamos a estar para plantear una alternativa.
¿Cómo se comportó el gobierno nacional con ustedes los detenidos?
Cancillería hizo… el trabajo administrativo para saber que estábamos ahí, y comunicarse con nuestra familia. Nos lo dijeron con claridad: estuvo el cónsul, pero no fue el embajador. Y esa es una decisión política. Hubo una decisión política de no exigir nuestra inmediata libertad y eso fue lo que sucedió. Estuvimos en Jordania con los diplomáticos de Uruguay, que fueron quienes nos buscaron y acompañaron en el proceso de volver a casa.
Llegaste. Y ahora, ¿qué vas a hacer?
Hoy pretendo quedarme un rato en mi casa. Ayer no me despegué de mi hija desde que llegué al aeropuerto… Y después que la logré dormir me fui a Aeroparque a recibir a Cascote, el compañero que llegó de madrugada. Volví, dormí unas horitas, y acá estoy.
¿Qué edad tiene tu hija?
9 años.

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