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Alucinada: Lucina Álvarez, o la maestra desaparecida que se volvió luz y escuela

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Lucina Álvarez fue secuestrada en 1976 y nunca llegó a dar su clase de literatura en la escuela para adultxs de Córdoba y Riobamba, en Buenos Aires. Sus alumnos salieron a buscarla, pero desde entonces sigue siendo una desaparecida. Era escritora, poeta, periodista, docente y militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). A partir de esa historia nace Alucinada, el nuevo unipersonal de Carolina Ayub, actriz, directora, dramaturga, docente e integrante del grupo teatral La Zancada. Un poema de Lucina en una intervención callejera fue la punta del ovillo para la obra cuyo título remite a Lucina y a la luz, para que el dolor no quede solo en eso, sino que se transforme en una posibilidad activa y vital. Alucinada transcurre durante un día de 1976. La portera, el alumnado, el control social, la poesía de esa joven docente, un pizarrón, el Teatro de los Objetos, los libros prohibidos, y el optimismo como metodología para una obra que se presenta los sábados en Mu-Trinchera Boutique.

Texto: María del Carmen Varela

Alucinada: Lucina Álvarez, o la maestra desaparecida que se volvió luz y escuela

Alucinada cuenta la historia de la maestra desaparecida Lucina Álvarez

Con su impecable guardapolvo azul, María entra en escena, nos mira con algo de timidez y da las buenas noches. “Soy la portera, seguro me conocen”, agrega. A partir de ese momento, formamos parte del alumnado que, sentado en las sillas escolares, aguarda la llegada de la maestra de literatura. El teatro que crea y recrea, nos invita en esta ocasión a trasladarnos a otro tiempo y otro lugar. María borra el pizarrón y escribe la fecha con tiza blanca: 7 de mayo de 1976.  Mirando a cada unx de lxs asistentes a la clase, da una noticia: la maestra no va a venir, según le dijeron. Ella se encarga entonces de darnos charla, pone voluntad, sonríe, nos cuenta de un “controlamiento de la población” que está en marcha, para asegurarse de que “todo esté en su sitio”. Nos dice que dos señores muy bien vestidos y pulcros le preguntaron si ella está dispuesta a colaborar. Claro que sí, una escuela limpia, ordenada, donde todxs tengan buen comportamiento, que nadie se escape al baño a fumar, que las chicas no usen pollera muy corta, qué bueno si leen la Biblia, el pelo bien corto y rasurada la barba. María gusta de los ambientes bien aseados, la lavandina es su aliada.

¿Quién es la maestra de literatura que no vendrá a dar su clase? Podriamos decir que la respuesta a este interrogante es el motor de Alucinada. Lucina Alvarez es su nombre y luego de nombrarla, hay mucho por contar. Los datos que figuran en la base de datos de la web del Parque de la Memoria –junto a la foto de su rostro sonriente en blanco y negro– afirman que Lucina tenía 31 años en el momento de su secuestro. Era periodista, docente en el instituto Ilvem y estudiante universitaria. Militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), había estudiado Filosofía y Letras en la UBA, estaba casada y había nacido en España.

Alucinada se inspira en ella, transcurre en el día en que se produjo su secuestro y su ausencia pesa durante toda la obra.

Alucinada: Lucina Álvarez, o la maestra desaparecida que se volvió luz y escuela

Carolina Ayub, protagonista de Alucinada

Morirse de risa, morirse de rabia

La actriz, dramaturga, directora y docente Carolina Ayub es quien después de tomar contacto con la historia de Lucina decidió llevarla a escena, en un largo camino de asombrosas coincidencias. Un 24 de marzo, hace más de seis años participó en una intervención artística callejera realizada en la Plaza de los Aviadores –más conocida como la Plaza del Avión– en Ciudad Jardín, El Palomar, muy cerca del Colegio Militar. Carolina llevó su personaje de maestra con un rollo de papel larguísimo. Antes buscó en Internet algún texto que fuera acorde a la fecha y al rol de maestra y dio con un poema de Lucina Alvarez llamado Morirse, que comienza así:

  • “Ocurre que unos se mueren de risa

 otros se mueren de ganas

 otros se mueren de frío

 otros se mueren de rabia”.

Para utilizar las metáforas del poema de Lucina, Carolina preguntaba: ¿Sabe de qué murió el reloj que tiene puesto? Murió de tiempo. ¿Alguien sabe de qué murió el tren? Murió de horario.  

“Estábamos recordando a desaparecidos, entonces me permití ese juego”, cuenta. Luego de haber encontrado este poema, siguió investigando y supo que Lucina era una detenida-desaparecida.

Grupo de tareas

Tiempo después, Carolina arrancó el Posgrado de Teatro de Objetos, Interactividad y Nuevos Medios en la Universidad Nacional de las Artes (UNA), dictado por la autora, directora, docente y fundadora del mítico grupo el Periférico de los Objetos, Ana Alvarado. “Lo que más me sedujo de ese posgrado es que sí o sí te recibís con una obra, tenés que producir una obra donde plasmes todo lo que estudiaste”, cuenta Carolina. Así fue dando forma a la obra teatral mientras encargaba Perros en invierno, el libro que el año anterior había publicado Omar Álvarez, donde narra justamente la historia de su hermana Lucina.

Carolina se decidió por el personaje de una portera de escuela, para que sostuviera el relato teatral. La obra transcurre durante el día en que Lucina es secuestrada, por eso no va a dar la clase. Lo que no sabía Carolina era que la realidad respaldaba ese dato que para ella era parte de la ficción. Cuando finalmente le llegó el libro, supo que la poeta y docente había sido secuestrada por un grupo de tareas el 7 de mayo de 1976 y al no llegar a la clase de literatura que daba en la escuela nocturna de Av. Córdoba y Riobamba, en Buenos Aires, sus alumnxs salieron a buscarla.

Cuando el archivo alimenta la creación

Al saber que en Ramos Mejía hay una escuela con su nombre, Carolina llamó y la atendió el portero, quien le dijo que le convenía hablar con la ex directora Liliana Leiva. Gracias a ella supo que cuando la escuela estaba buscando nombre, los propuestos fueron Lucina Álvarez y María Elena Walsh. Pocos días antes de la votación, apareció en la basura un libro, una antología llamada Los que siguen, en la que había participado Lucina. Alguien lo encontró y lo llevó a la escuela, donde lo guardan desde entonces como un tesoro. “La obra se llama Alucinada, tiene la luz adentro como palabra y también Lucina está manifestada en el proyector, es nuestro elemento fantasmagórico del cine, aparece la luz y aparece ella en ese pizarrón que quedó con su recuerdo, con sus escritura. Nos quedó Lucina”.

María, la portera, se adueña del tiempo, hace preguntas a lxs alumnxs, les aconseja cómo vestirse, peinarse, sugiere que se acerquen a dios, pega el grito cuando considera que algo está mal. Le dijeron que ciertas cosas son incorrectas y ella se convenció. Con sus afirmaciones y ocurrencias genera risas, hasta nos hace cantar. Esconde cierta inocencia e inmadurez y así permite que el horror organizado ajuste las tuercas de una maquinaria atroz, convirtiéndola en un instrumento más, con su libretita y sus anotaciones. En el banco que ocupaba Lucina, María encuentra algunos objetos de ella: un vasito desplegable de plástico de los que usaban lxs niñxs de la época, algunos libros que según la lista es mejor no leer, y un mapa. Ese mapa estaba en un puesto de fotos de San Telmo, allí Carolina lo vio y lo compró. Está hecho a mano, tiene fotos y está escrita la palabra “atentado”. Los objetos que intervienen en la obra la modelan y la definen, aportan sus cargas históricas y fortalecen la narración. Un banco de escuela de los años 70, el mapa original, la biblia “buena”, libros prohibidos. Carolina investigadora: “Me fui a los archivos para ver qué libros habían prohibido, saqué el motivo de la prohibición y compré un libro que dice cómo se prohibían los libros en dictadura. Aprendí un montón”.

Preciado, Susy Shock y el optimismo

Como objeto nuevo y construido con la memoria, aparece un “libro de los recuerdos” de la vida de Lucina hecho por la artista plástica, actriz y titiritera Ada Dorrego y ese bello recurso da pie para saber que Lucina nació en un pueblo español de montañas en 1945 y que a los dos años vino con su familia a la Argentina buscando un mejor destino dejando atrás una España devastada por la Guerra Civil. Admiradora de Lorca, Hernández y Machado, Lucina integró junto a su marido, el escritor Oscar Barros, la Agrupación Gremial de Escritores. El unipersonal tiene la intención de “mostrarla a ella como militante –afirma Carolina–, y como  una mujer activa, porque el dolor es tan grande por los desaparecidos que se los narra mucho o no se habla desde ese dolor. Acá intento que se hable por todo lo que hicieron. Esta mujer se volvió escuela”.

La música de la obra fue compuesta especialmente por Ezequiel Canosa, de Puerto Madryn, y el trabajo de la directora y artista visual Ro Larocca colabora con la intención de no darle lugar al olvido. Alucinada llevó más de siete años de proceso de creación, pandemia mediante, y ve la luz en un momento en el que un candidato cuestiona si los desaparecidos fueron 30 mil y una candidata califica como “pro terrorista” a la película Argentina, 1985. Carolina: “Yo quiero contar ahora esta historia. Leo a personas como Paul Preciado o Susy Shock diciendo que el optimismo es una metodología, me lo repito y con eso trabajo pese al dolor. Entonces casi que es una construcción de optimismo esta obra. Queremos que Lucina sea luz”.

En sintonía con el impulso que hace vibrar la producción creativa de Carolina, hay otro poema de Lucina, Un favor a la poesía, que refleja ese sentir:

  • “Amigos míos
  • No vayamos a olvidarnos de la luz
  •  Que no está allá arriba ni tan lejos
  •  Sino aquí
  • Por estos lados.

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Sábados 21 hs, desde el 4 hasta el 18 de noviembre

Dramaturgia: Carolina Ayub

Actriz: Carolina Ayub

Vestuario: Lucía Delgado

Escenografía: Nabila Hosain

Diseño de luces: Horacio Novelle

Diseño Multimedia: Ro Larroca

Música original: Ezequiel Canosa

Asesoramiento en manipulación de objetos: Ada Dorrego

Asistencia de Dirección: Micaela Cabovianco, Julieta Costa

Producción: La Zancada Teatro

Dirección de actores: Aldana Pellicani

Duración: 50 minutos

Alucinada: Lucina Álvarez, o la maestra desaparecida que se volvió luz y escuela

Mu189

La obra Museo de la Justicia (Prueba 1): Una noche en el museo

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La compañía de teatro La Zancada lleva a escena la máquina judicial en una obra que la toma desde el humor para reírse y no llorar. El resultado conmueve y hace pensar. Cómo hablar de “lo que ya no está” cuando la realidad supera a la ficción.

Texto: María del Carmen Varela.

Foto: Lina Etchesuri

La obra Museo de la Justicia (Prueba 1): Una noche en el museo
Carolina, Julieta, Aldana, Alejandra y Nabila, directora y elenco, forman parte de la compañía teatral La Zancada. Para esta obra el grupo trabajó con casos reales vinculados a femicidios, para crear arte. Fotos: Lina Etchesuri

Una visita a un museo puede ser un gran plan: quizá no todo sea silencio y quietud. Antes de bajar a la sala de teatro, una de las anfitrionas advierte: “Está permitido cerrar los ojos si las imágenes hieren susceptibilidades; está permitido hacer nuevas conexiones neuronales, tener contradicciones, dudar de todo lo que saben o lo que creen que saben, afirmar algunas cosas, mezclarlas”. Y aclara que no está permitido tocar las “figuras vivientes”. Desconcierto. Nos pide que la acompañemos y, escaleras abajo –donde está ubicada la sala teatral MU Trinchera Boutique en Riobamba 143– llegamos al Museo. ¿Qué hay ahí? 

En los museos solemos ver piezas del pasado, que nos remiten a otras épocas, sus usos y costumbres. Una colección de objetos que nos permite reflejarnos en el espejo de lo que alguna vez fuimos, acercarnos a ese ayer que inevitablemente también nos constituye. En esta oportunidad, la exhibición de Museo de la Justicia (Prueba 1), está ligada a una expresión de deseo, de dejar atrás lo que no queremos que perdure, lo que no nos hizo mejores, sino que empobreció nuestra humanidad. Como si fuera una visita guiada documental, una de las cuatro actrices en escena rememora y cuenta: “Comenzaremos el recorrido por la era Justizoica, una colección de tragedias, cúmulo de desilusiones y exhibiciones de los engranajes de la máquina de matar. En esa era el mundo estaba organizado por estados nación neoliberales, capitalistas y patriarcales”. 

Determinar el género y atenerse a las consecuencias, es decir: si naciste nena, nena serás toda la vida. Los genitales definen y condicionan. El género dominante era el masculino, con luz roja para ejercer el poder sobre el femenino, considerado más débil, y someter a su capricho los recursos del planeta. Estas son algunas de las características del contexto socio-cultural de la era Justizoica. ¿Historia antigua?

Con agudeza, profundidad, humor e ironía, la directora y las cuatro actrices de la obra, integrantes de La Zancada Teatro apuestan a un sueño. Se ubican en un presente florecido de  organización e igualdad, con el abrazo colectivo y las alianzas amorosas como moneda corriente. Atrás quedaron las estadísticas de femicidios, transfemicidios y travesticidios, el atropello machista, el individualismo que reseca y la injusticia que espanta. Recordar para no repetir, el alivio del salto en el tiempo habilita la posibilidad de  imaginar otro mundo. La ficción como un territorio de quimeras que apoya los pies en lo posible. 

Julieta Costa, Aldana Pelicani, Alejandra Escalada y Nabila Hosain despliegan su talento en el escenario, y Carolina Ayub aporta el suyo desde la dirección. Aldana: “La palabra museo nos permitía pensar en algo que ya no está, que no existe. Vas al museo a ver algo que pasó en un momento o que quedó para ser visto y reconocido”. Suma Julieta:  “La imagen inicial de museo tiene que ver con algo estático, ordenado, institucionalizado. Este museo tiene dinamismo, son figuras vivientes que traen otras ideas”. El concepto de contra-museo fue tomando forma, un espacio carente de solemnidad, más cercano al movimiento y la proposición. Las escenas nos despiertan interrogantes, interpelan el quehacer cotidiano  y atraviesan la fina capa del adiestramiento social arraigado en la más mínima de nuestras acciones. Es más fácil detectarlo en el charquito ajeno y hacemos agua cuando lo reconocemos en el nuestro”. 

Carolina, Julieta, Aldana, Nabila y Alejandra llevaron sus inquietudes y experiencias y las expusieron durante el proceso creativo de la obra. Así se fue moldeando la pieza artística. Alejandra explica: “Desde un principio dijimos que íbamos a hablar por nosotras y desde nosotras porque no somos quiénes para representar a nadie. Lo hicimos desde nuestra experiencia y de lo que nosotras podemos aportar desde nuestra propia voz”. 

De la mano de Carolina el teatro de objetos hizo su aporte. Feminismo bastardo, el libro de María Galindo, la activista, escritora y gestora de la colectiva boliviana Mujeres Creando y su definición del feminismo intuitivo también fue ingrediente para el amasado de la obra. Una serie de encuentros en el marco del Laboratorio de Experimentación en Comunicación y Artes Escénicas de Cooperativa lavaca sirvió de estímulo para masticar conceptos trabajados en la exposición de la periodista, escritora y socia fundadora de lavaca, Claudia Acuña durante el Diplomado en Pensamiento Feminista y luchas sociales en enero de este año en La Paz, Bolivia, organizado justamente por Mujeres Creando. Continúa Carolina: “Sumamos  lo que nosotras habíamos traído, leído, experimentado, sabido, siempre hablando en primera persona, que las escenas no sean desde un feminismo de lo que tienen que hacer las mujeres, sino desde lo que nosotras habíamos padecido, ocuparnos de la problemática de lo que nos pasaba y después volcarlo en alguna estructura. Había varias opciones de estructura y nos quedamos con los contra-museos, que vienen del mundo del teatro de objetos”. 

La obra Museo de la Justicia (Prueba 1): Una noche en el museo

Carolina Ayub, actriz y en este caso directora de la obra.

Heteroempresarius

En la era imaginaria a la que hace referencia la obra, denominada Justizoica, la justicia estaba en manos del heteropitecus, “vulgarmente conocido como hombre, macho o varón”. Se cree dueño de todo y dispone a su antojo y conveniencia. Hay tres tipos de heteropitecus: el heterobasicus, de masculinidad frágil y sensible que necesita reafirmarse. Cualquier situación le viene bien para hacer alarde de su aparato reproductor, se apasiona por el fútbol y la grosería forma parte de su léxico habitual. El heteroempresarius: a simple vista parece ser un poco más evolucionado, pero como ya sabemos, muchas veces  las apariencias engañan. Y el heteroartisticus: bajo la excusa del arte satisface sus intereses personales y se cree un factor vital para que las mujeres puedan desarrollarse artísticamente. Con el encendido de las carcajadas, La Zancada propone seguir sumando categorías a esta clasificación que les divirtió agrupar. Carolina cuenta sobre el proceso de creación de la obra: “Se generó una intimidad de género donde había muchas cosas de cualquiera de las escenas en las que en un  80% me reflejaban. No era un material ajeno, distante. A veces tomás un tema y lo traés y otra cosa es ya tener el tema, como traer un recorte histórico, un momento y decir lo traigo para poner en escena, me lo apropio. Ese sería un procedimiento, pero este es un procedimiento vivo donde traemos algo, que ya está pasando y que urge decirlo en este contexto y de esta manera”.

No solo de detectar ideas y pensamientos patriarcales en las masculinidades se ocuparon las chicas durante la elaboración de la obra, sino que también las conductas machistas en las femeneidades fueron tenida en cuenta. Extraídas del libro Feminismo bastardo, las categorías femeninas seleccionadas por las chicas son tres, de las diez que propone Galindo. La machiresignada: afirma que por supuesto hombres y mujeres no somos iguales, atribuye el poder del pensamiento antes de la acción a lo masculino y la conducta femenina muchas veces como consecuendia de la alta sensibilidad y como efecto del funcionamiento hormonal. La machimaterna: actúa con exceso de comprensión y justifica casi todas las actitudes patriarcales de los varones que la rodean. Y la machisobreviviente: no quiere ser acusada de feminazi, no cuestiona al machismo y allana los caminos para una falsa armonía que no la incomode. Las escenas muestran caricaturas que identifican. Caro explica: “Las escenas fueron hechas no con una búsqueda de un afuera, sino desde adentro y viendo cómo esos problemas nuestros son resultado de un entramado social, no es solo mi problema, deja de ser solo mío”. 

Museo de la Justicia (Prueba 1) germinó en los preparativos del Zancadazo, el Festival de Teatro que organiza La Zancada y va por su sexta edición. Se llevó a cabo en el mes de julio de este año, en el espacio cultural Arte y Vida, en Martín Coronado, partido de Tres de Febrero, a pocas cuadras de la estación. El Festival exhibió ocho espectáculos seleccionados entre más de cien propuestas recibidas de distintos países de Latinoamérica  y dio espacio a talleres de feminismo, teatro y gestión y teatro de objetos. Durante la pandemia las producciones de La Zancada fueron materializadas en unipersonales, dadas la características de un momento en el que reunirse a crear y ensayar no era una opción muy alentada. Entonces Museo de la Justicia volvió a abrir la posibilidad de juntarse para moldear este hecho artístico.  Nabila: “Más allá de pensar para quién lo hacemos y cómo lo hacemos, hubo una pulsión de decir hablemos de esto sea como sea, busquemos la manera. Siempre hay muchas temáticas que podés abordar, especialmente en la coyuntura del año pasado y de este año. Había en nosotras una necesidad de tocar estos temas, una necesidad de traducirlo de alguna manera a nuestro quehacer teatral”.  Agrega Aldana: “Nos han preguntado por qué desde el humor. Yo primero contesté porque no sabemos hacer otra cosa, pero no es que no sabemos sino que tenemos la capacidad de corrernos, de poner situaciones reales y empezar a correrlas al punto de que este juego te permite reírte de cosas que no son graciosas, pero que  empieza a ser un sello nuestro y que tiene también que ver con un grotesco más ríoplatense, tiene que ver con nuestro teatro, con un teatro que conocemos”. 

La obra Museo de la Justicia (Prueba 1): Una noche en el museo

Inoculación religiosa

“Problemas domésticos”, simplifica el comisario representado por Aldana cuando se habla de una denuncia por violencia machista. Una fiscal interpretada por Nabila asegura que los agresores seleccionan a sus víctimas ya que todas corresponden a “un perfil sumiso, tranquilo, que no sabe decir que no” y afirma que a su hija no le podría pasar algo así porque ella la educó de otra manera. Un periodista varón “experto en género”, en la piel de Alejandra, se escandaliza y anuncia que los hombres también sufren y mueren. Los textos de la fiscal y el periodista fueron tomados de la realidad, con pequeños retoques, siguiendo la metodología de la obra Estar System creada y producida por el Laboratorio de Experimentación en Comunicación y Artes Escénicas y dirigida por Elisa Carricajo, actriz, directora, dramaturga e integrante del colectivo artístico Piel de lava. En Estar System, los textos de la actriz Sofía Diéguez y el actor Guido Veneroni provenían de entrevistas o declaraciones de músicos que en su momento fueron “cancelados” –o no– por haber sido protagonistas de episodios de machismo explícito e inadmisible. Alejandra: “Y de hecho nos sigue pasando que muchas veces la realidad supera la ficción. Vemos cosas en nuestra vida cotidiana, en Tik Tok, en Instagram que decimos esto es para el Museo”. Se escucha cantar en la obra algunas canciones que se transformaron en hits, cuyas letras escuchamos y cantamos cientos de veces y con el tiempo los oídos encendieron las alarmas, como “si te agarro con otro, te mato”, un clásico del fallecido cantante Cacho Castaña. Aldana: “Una de las canciones que más habíamos bailado hace mención a un abuso a una menor de edad. ¿Y si todo esto lo incluimos? En eso la obra logró llegar a personas que la vieron y dijeron ah, esto no lo había pensado”.

El mal llamado “descubrimiento” de América, la inoculación de una religión ajena a fuerza de un genocidio, el saqueo programado, la ardua tarea de descolonizar lo injertado desde hace 500 años, también son parte de la obra. Porque nada se construye de la noche a la mañana y todo deja su huella. Museo de la Justicia (Prueba 1) es una pieza no acabada, es decir, abierta y en movimiento. Resume Carolina: “Se llama Prueba 1 y podría haber 157 pruebas más: eso invita al final de la pieza a que se sume el público a hacer lo que falta. De hecho tenemos muchas más escenas, entonces también la pieza puede ser la prueba 2, pueden ser otras piezas conectadas de distinta manera. Tenemos mucha producción de escenas y cosas por desarrollar, y eso permite que haya un espacio de pensamiento vivo”. Continuará…

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Bajotierra: una obra conmovedora sobre la muerte por asbesto en el subte

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Es interpretada y dirigida por la hija de un operario fallecido a causa de contaminación del material: Camila Pacci concibió esta obra en pleno duelo de su padre, Jorge Pacci, y logró una pieza artística sensible y potente que le da otra difusión a un tema silenciado. “Jorge, mi papá, trabajaba en el subte. Limpiaba 36 vagones por día, a puerta y ventana cerrada. Trabajó 7 años, a sus 56 años fue enterrado en Chacarita, a dos cuadras de su trabajo: el Taller Rancagua de la Línea B”, dice en escena y afirma a lavaca: “Para mí lo más importante es que se sepa, que se entienda claramente lo que pasó. Del asbesto nadie sabe nada, pero es importante decir que es peligroso y que te quita la vida”. Última función este domingo, a las 19hs en Área 623 (Pasco 623, CABA).

Por Anabella Arrascaeta

Primero, la respiración. Suave, casi imperceptible. El aire entra sin esfuerzo, y sale.

Pero la música sube, 

y la respiración 

crece 

de 

poco. 

Y ahora se mueve la espalda, imaginamos que lo hace también el tórax pero no lo vemos de frente. El impulso llega hasta los omóplatos, se traslada a los brazos, recorre las manos. El ritmo ya es frenético y toma todo el cuerpo de Cristian Franco, uno de los dos intérpretes de la obra teatral Bajotierra. 

En escena entra ahora Camila; se para en el centro de la caja negra, escenario de Área 623. Estamos en la Sala Ventana, y Camila nos permite mirar artísticamente un proceso personal: ella es hija de Jorge Pacci, trabajador del subte fallecido por mesotelioma de pleura en marzo de 2021, una enfermedad producida por la exposición al asbesto en el subte de Buenos Aires. 

Camila está a punto de recibirse de licenciada en composición coreográficas en la Universidad Nacional de Artes (UNA), donde ganó el Premio Estímulo a la Creación 2023 con esta obra de danza que además de interpretar, dirige. Y sí: en Bajotierra Camila relata la muerte de su papá. 

Los 36 vagones de la muerte

Bajotierra fue el proyecto de tesina de Camila, quien comenzó primero a investigar sobre otros temas; corría el 2022 y se encontraba en pleno duelo cuando empezó a pensar en crear una obra que pudiera ser también una despedida a su padre.Se puso a investigar sobre el asbesto. 

¿Qué encontró? El asbesto es un mineral natural que se emplea como aislante en revestimiento de construcción; por ejemplo, en los vagones de subte que en 2011 la Ciudad de Buenos Aires, con Mauricio Macri como jefe de Gobierno, compró a España. 

Fueron 36 vagones de subte para la Línea B que en habían sido retirados de circulación once años antes. Siete años después, notas periodísticas del país europeo dieron a conocer que había un trabajador del Metro de Madrid enfermo de asbestosis por la inhalación de asbesto que desarrollaba tareas en una flota de los mismos vagones comprados por Macri.

Las fibras del asbesto son flexibles y se descomponen con facilidad; y cuando esto sucede el material queda en el aire, puede ser inhalado, lo cual provoca graves patologías en el cuerpo. Trabajadores de la línea B manipulaban diariamente piezas de esos vagones para adaptarlos a la estructura porteña; en seguida al sindicato argentino se les prendió la alarma y gracias a su lucha el 20 de febrero de 2018 Subterráneos de Buenos Aires (Sbase), dispuso sacarlos de servicio ante las sospechas. 

Ya era tarde.

Desde entonces, la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro (AGTSyP, conocida como Metrodelegados) realizó cientos de paros (el sindicato los llama medidas de autodefensa) para denunciar la exposición a asbesto de los trabajadores y trabajadoras del subte. Es que la situación es alarmante y trágica: al día de hoy en el subte hay 3 trabajadores muertos, 6 trabajadores con cáncer y 86 trabajadores afectados con neumoconiosis por exposición a asbesto. Además 2.150 ingresados al Relevamiento de Agentes de Riesgos para que les realicen estudios. 

Uno de ellos es el papá de Camila.

Camila se acercó al sindicato que la acompañó en el proceso creativo, y hasta le consiguieron un lugar para poder ensayar la obra. Ella recogió el guante para visibilizar desde otra perspectiva esta misma problemática. Dice en el escenario: “Jorge, mi papá, trabajaba en el subte. Limpiaba 36 vagones por día, a puerta y ventana cerrada. Trabajó 7 años, a sus 56 años fue enterrado en Chacarita, a dos cuadras de su trabajo: el Taller Rancagua de la Línea B”. 

Hay arte, pero no hay metáfora.

“Ellos se llaman familia subterránea. Y realmente son personas muy cálidas, muy familiares. Así me recibieron. Conocerlos me cambió”, dice a lavaca Camila, que tenía como objetivo poner en escena lo que pasó. “Para mí lo más importante es que se sepa, que se entienda claramente lo que pasó. Del asbesto nadie sabe nada, pero es importante decir que es peligroso y que te quita la vida”. 

Debut y despedida

En los costados del escenario el asbesto está representado: parece ser algodón o espuma, algo pesado, denso. “Mi nombre es Camila, no es que me interese no morir pero, como todos ustedes, quisiera que sea sin dolor”, dice en el centro de la escena. Después, el otro intérprete, Cristian Franco, representa la muerte de Jorge. Entonces Camila pregunta: “¿Cómo hacer aparecer algo que es invisible y letal?”

Camila lo lleva a escena, como una forma de memoria y también de justicia a la vida de su padre. Relata a lavaca: “Hay algo de mi viejo que se hace presente, aparece el peso de su muerte. Desde ya que tiene un peso enorme para mí, pero también lo tiene para los trabajadores del subte. La obra es un punto de encuentro: lo quise así, un puente hacia ellos. La obra era una despedida, pero cuando empecé a leer todo lo que hacen y lo que hicieron, me inspiraron, la obra cambió por ellos”. 

Bajotierra: una obra conmovedora sobre la muerte por asbesto en el subte
El asbesto, representado en Bajotierra. Foto: Micaela Novoa / Bajotierra

Cuando Bajotierra se estrenó, el gremio se encargó de garantizar entradas gratuitas a dos de las funciones funciones para todos los trabajadores y trabajadoras que quisieran ir. En las funciones llenan toda la primera fila del teatro, mínimo.. El resto se distribuye por las butacas de más arriba, y muchos están con sus familias. Cuando la obra termina aplauden de pie, emocionados, con lágrimas de dolor pero también de orgullo.  

  • La última función de Bajotierra es el domingo 17/12, 19hs en Área 623 (Pasco 623 – Balvanera)
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Mu188

Teresa Laborde, hija de Adriana Calvo, y Eva Basterra Seoane, hija de Víctor: HIJAS, el canto popular

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Se reunieron en una obra de teatro producida por Mu Trinchera Boutique para reflexionar sobre este momento histórico, trazar estrategias para la que se viene y recordar con archivo, historias y cariño a sus familiares. Qué dirían los padres y madres hoy. La importancia de testimoniar en los juicios, que continúan. El rol del arte en la vida de estas mujeres, y el lugar de la palabra, del feminismo y del canto, versus las respuestas de inteligencia artificial y los fantasmas del negacionismo. 

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