Nota
El verso de la calle: poemas de un mantero enamorado
César es vendedor callejero, dirigente de la Central de Trabajadores de la Economía Popular y escritor: editó su libro de poemas, mientras reclama una ley que regule su actividad.
Lo conocí en la calle, en una asamblea de vendedores callejeros. Lo volví a encontrar en una reunión entre manteros y altos mandos policiales. Me sorprendió su forma de dirigirse, siempre sereno aunque la discusión esté álgida, pidiendo la palabra y el mismo prólogo: “Yo hace 40 años que trabajo en la calle…”. En rigor, César se suma un año de más, porque tiene 47 y desde los 8 en que empezó vendiendo carteras en los colectivos, no paró. Vendió limonadas, chocolates, fundas de celulares, enchufes, linternas, golosinas, medias, pelotas de fútbol y hoy tiene obleas. “Las comprás y vendés, o comes obleas en tu casa”, resume. Tiene un puesto fijo los fines de semana en Lomas de Zamora, y el resto de los días se sube a trenes y colectivos. Por la madrugada, escribe.
César Ovelar es varias personas al mismo tiempo, como le gusta decir. “En casa soy papá, en la calle, vendedor; en el café, amigo; y por las noches, un intento de poeta”. Su transformación es similar a la de los superhéroes de las películas: de día César trabaja y enfrenta todo tipo de males (policías, inspectores, otros manteros) que intentan morderle su trabajo. Él dice: “De día renegaría, a la noche no me alcanzaría la plata y a la madrugada volvería a escribir. O no”.
César es conocido por ser vendedor callejero y dirigente del Sindicato Vendedores Ambulantes de la República Argentina, reconocimiento que no le vale ningún sillón. “Te invito ahora a tomarnos un taxi y ver cómo me recibe la gente de Once”, chapea, sabiéndose querido en la calle, su verdadero lugar. La demostración de ese respeto, y lo que unió sus distintas facetas, fue la presentación de su libro de poemas el pasado 15 de diciembre en el anfiteatro (lleno) de Lomas de Zamora, su zona. El evento reunió a más de cien personas, muchos de ellos manteros y trabajadores de la economía popular, tuvo su auge con la música de artistas también callejeros, y dejó la huella de una caja llena de alimentos no perecederos para el comedor de Lomas. “Esos son los dos pilares fundamentales del libro: pedir por una ley nacional que regule la actividad y juntar alimentos para ser donados”, dice César. ¿Cómo se reclama una ley escribiendo poemas? César habla de “abrir puertas”.
Si tiene que elegir a un poeta, César señala a Neruda: su nuevo libro está lleno de poemas de amor. “Por lo general, a uno no le gusta lo que escribe, le gusta a los demás. Yo me leo y digo: no puedo escribir esto. Pero bueno, ya está. Trato que una historia no me haga recordar a otra”, cuenta sobre su método. También hay versos para los afectos, la familia, los amigos y hasta el barrio. Un solo poema se desmarca y habla de su actividad política, llamado El Militante, pero César vuelve al amor para explicarlo: “Militar desde el amor, hacerlo compenetrado desde que el otro tampoco lo dejan trabajar”, dice él en la charla. Y en uno de los poemas:
Quizás, cuando la estela
De tus besos en mi cuerpo
Vaya delineando
Un futuro incierto
Habré de recordarte
Pero no será hoy.
Quizás cuando te alejes,
Sin pensar en el retorno
Y me envuelva el crudo invierno
Que dejó tras sus pasos el otoño,
Lloraré amargamente
Pero no será hoy.
César compuso los 32 poemas que componen el libro en un año: éste. “Fue algo vertiginoso, se fue dando así y se tenía que dar así. Dejarlo en el tiempo no tendría sentido”, dirá. El arranque fue una charla con un amigo que lo motivó y le dio una receta secreta: tené siempre un lápiz y un cuaderno a mano. César cumplió: “Hacer un poema no es hacer un sanguche. Te inspira sentimientos, recuerdos… Suelo componer casi siempre, pero no excluyentemente, de madrugada, cuando están todos durmiendo. Salgo, fumo, pienso, escribo, me siento en la compu, lo publico en Face… Y ahora están todos en un compendio que es el libro éste”.
Al principio le dio pudor. Con los comentarios positivos en Facebook se fue animando, aunque en la casa confiesa que sus hijos se lo tomaron con risa. “El sueño le ganó al descreimiento. Una parte del prólogo dice: nosotros no sólo somos lo que somos, sino cómo nos ven que somos. Y yo soy un laburante de la economía popular que además puedo tener una faceta artística, aunque me de vergüenza decirlo. Yo tengo séptimo grado, no puedo hablar mucho de cultura… Sí de cosas que me salen del almaque ojalá que a la gente le guste: que una pareja se sienta identificada, que una mujer se sienta halagada, que alguien se acuerde de una calle o una plaza del barrio… Eso es mágico. Y sale desde lo más popular que te puedas imaginar, que es un vendedor ambulante, desde su perspectiva, desde su corazón, sin ninguna foramción. Vendría a ser como el bailantero de la literatura”.
A bailar se ha dicho: la próxima presentación será el 7 de enero en Chascomús, sindicato Juan Manuel de Rosas.
Para leer sobre la situación de César y los vendedores callejeros:
- ¿De quién es la calle? Revelaciones de una reunión entre manteros y policías
- 9° Marcha de la Gorra en Córdoba: las apariencias engañan
- Mu 73: La increíble historia del chancho chino que come soja (página 21 nota Operación escoba)
- Mu 91: Ni ella ni él (página 15 artículo La ley de la calle)
Fotos: Ignacio Yuchark
Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
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