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Las venas reunidas
¿Cómo impacta la megaminería en las mujeres? ¿Cómo son de progresistas los gobiernos de la región en este tema? ¿Cómo frenar estos proyectos? Debates y propuestas en Brasil frente al avance del extractivismo.
Hay que imaginar un viaje que va de la Amazonía brasileña a la Patagonia, cruzando Ecuador, pasando por un Perú movilizado, tratando de comprender Bolivia, zigzagueando desde Paraguay al Atlántico uruguayo, y de ahí a la Cordillera de argentinos y chilenos que hasta ahora comparten más males que bienes. Todo ocurrió en un salón en el que los conjurados se instalaron en ronda para mirarse las caras, conocerse y hablar por primera vez juntos sobre minería, resistencias, modelo extractivo, gobiernos progresistas, o no tanto, desarrollo, pos desarrollo, buen vivir, recursos naturales, territorios, y futuro. La Fundación Rosa Luxemburgo de Brasil propuso el desafío de este modo: Megaminería, resistencias y alternativas en América del Sur. Fue en San Pablo, y a tono con la época, mientras cientos de miles de personas se expresan en la calle contra modelos que, también en las ciudades, suelen ser extractivos de una vida digna.
Noticias Sin Tierra
En las jornadas participó por ejemplo Charles Trocate, de la dirección en la Amazonía del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) una de las experiencias sociales más importantes del continente en las últimas décadas: “Somos un millón de campesinos en 1.800 asentamientos. Nuestra bandera sigue siendo la reforma agraria, pero en Brasil hay un enorme embate minero. Estamos en 22 estados (provincias) y 14 están amenazados. Es muy difícil luchar al mismo tiempo contra los latifundios y estos proyectos, por eso el MST decidió que participe en la creación de un Movimiento dos Atingidos pela Mineraçao (afectados por la minería) que ya son más de un millón de personas. No es un movimiento del MST, sino que participamos para incluir a gente de las ciudades y pueblos, a jóvenes, ambientalistas, comunicadores, a los propios trabajadores de la minería”.
Charles tiene 36 años, desde los 15 está en el MST. Vive y tiene sus actividades en Pará, en la Amazonía, que combinan el trabajo en la tierra, la poesía y, alguna que otra vez, la clandestinidad frente a los escuadrones paramilitares del agronegocio. Sobre el gobierno brasileño: “Hay un conjunto de políticas asistenciales que no enfrentan los problemas estructurales. El gobierno se apasionó por el poder, abandonó a sus amigos, se alió con sus enemigos. En Amazonía siguen transfiriendo tierras a los latifundios, continúa la deforestación, cultivan plantas exóticas para seguir extrayendo maderas, introducen la minería, redes hidroeléctricas… Amazonía entrega su riqueza y nos quedan la pobreza y la barbarie social. Esa es la encrucijada. Y por eso la reacción de la sociedad que estamos viendo en los últimos tiempos”. Frente al panorama el MST mantiene todas sus reivindicaciones “pero estamos pensando cómo establecer una plataforma común en la izquierda, entre quienes creen que este gobierno es progresista y está en disputa, con los que creen que es neoliberal. No queremos encerrarnos en esas dos posturas. Pensamos en la reducción de la jornada laboral, no entrega del petróleo, educación y salud pública, el tema del modelo extractivo y minero”.
Con la misma mirada que reúne lo campesino y minero participó, por ejemplo, el Consejo Indígena Missionario, entre muchas otras organizaciones brasileñas.
No a la Vale
Danilo Chammas y el padre Darío, por ejemplo, integran la Red de Afectados por Vale, la minera brasileña que acaba de abandonar (aparentemente) su proyecto Potasio Río Colorado en Argentina. Danilo: “Nuestro conflicto es en la zona de Carajá, pero hemos salido a estar en contacto con sindicalistas y comunidades de 10 países afectados por esta empresa. Hemos realizado investigaciones, participamos en reuniones de accionistas para que sepan que tienen una responsabilidad en los impactos que se produzcan. La actividad está en expansión. Es crucial lo que hacen los pobladores y comunidades de cada lugar, pero no creo que podamos dar respuestas aisladamente. Estar en contacto, como ahora, permite lograr acciones que se complementen”.
Gerardo Dilger, alemán de 54 años instalado hace 21 en Latinoamérica, fue uno de los anfitriones de la Rosa Luxemburgo: “Creo que existen un montón de experiencias que trabajan en forma paralela. Lo que estamos tratando de hacer es conectarlas, que se conozcan. También porque en Brasil, por ejemplo, ya queremos hablar de un pos desarrollismo o un pos extractivismo, en el cual tenemos mucho que aprender de los debates de Bolivia o Ecuador, con sus Constituciones sobre los derechos de la naturaleza y del Buen Vivir”.
¿Buen vivir?
Angela Cuenca, de Coordinación de Acciones Socio Ambientales (CASA) de Bolivia, plantea enigmas: “En nuestro país se está poniendo la idea de ‘desarrollo’ por encima del cuidado de la tierra y se abren las puertas a las actividades extractivas. Es una gran decepción. Se quiere, incluso, diluir la consulta previa libre e informada de los pueblos, para facilitar esos negocios. El gobierno de Evo ha tenido muchas contradicciones, no es lo que se espera de un pueblo que dice defender a los indígenas”.
El ecuatoriano Alberto Acosta fue ministro y presidió la Asamblea Constituyente, que es elogiada por ese concepto del Buen Vivir, pero terminó alejado y opuesto a Rafael Correa: “Yo reconozco que este gobierno es mejor que los anteriores, pero eso no significa que sea un buen gobierno que construya una opción diferente. Ha recuperado para el Estado más renta petrolera, pero no una estrategia que conduzca a un cambio estructural del sistema y de la sociedad. Los pobres están menos mal, pero los ricos están infinitamente mejor. O sea, cada vez más desigualdad”. Para Acosta “el mundo persigue un fantasma: el desarrollo. ¿Cuántos países se han desarrollado? Muy pocos, y hasta están mal desarrollados en términos ambientales, sociales y económicos. Hay que construir lógicas diferentes, poner en duda el progreso como cuestión productivista obligatoria, única y universal para la humanidad. Debemos rescatar otras formas de vida que no se orienten por la competencia entre naciones e individuos. Otra forma de armonía, en comunidades que se puedan expresar sin gurúes, santones ni profetas. La gente sabe lo que quiere, y sobre todo sabe lo que no quiere”.
200 conflictos
Perú es uno de los hitos de movilización antiminera. Marilyn Daza, del Programa Democracia y Transformación Global: “No sólo hay resistencia, sino modelos diferentes de desarrollo basados en las potencialidades locales. Por suerte hay una gran capacidad de organización y movilización, que permite que las comunidades controlen territorios extensos, frente a empresas contaminantes y además muy corruptas. Eso está cambiando lo político, con la participación de mujeres, muchos jóvenes, discursos de conciliación entre las personas y con la naturaleza, lo cual implica todo un proyecto de ampliar y profundizar la democracia”.
Lucio Cuenca, chileno del Observatorio de Conflictos Socioambientales, lleva registrados unos 200 conflictos en la región. “El conflicto frente a las agresiones permite defender el territorio y los derechos humanos, ambientales y colectivos de comunidades y pueblos. El conflicto permite incidencia política y jurídica para restablecer los derechos vulnerados”. Cuenta Lucio que sigue frenado el proyecto Pascua Lama del lado chileno: “Se logró hacer respetar los derechos de pobladores y de la comunidad diaguita, multar a Barrick Gold en 16,5 millones de dólares por los desastres que está haciendo, y detener el proyecto, al menos por dos años”.
Del lado argentino, la lapidaria definición de Cuenca: “Los presidentes Menem y Frei firmaron un Tratado Binacional que es el principal instrumento para seguir esta depredación. Es un tratado que no defiende a las comunidades ni a los territorios, sino a las empresas. Gracias a él se sigue construyendo Pascua Lama del lado argentino. En San Juan, el gobernador José Gioja y su familia son aliados estratégicos de Barrick Gold, pese a que Chile detiene el proyecto por el desastre ambiental en el ecosistema. Hablamos de destrucción de glaciares y de contaminación y destrucción de nacientes de ríos. O sea, el agua de la que vivimos. Argentina sigue construyendo, pero el ecosistema es el mismo: lo que es un desastre para uno, lo es para ambos países. Este tipo de tratado nunca consideró la opinión de los ciudadanos ni el resguardo de los recursos vitales”.
Creatividad & Mujeres
Por el lado argentino se presentaron Sergio Onofrio, de la Asamblea de Mendoza; Pablo Quintana, de Esquel; Carlos Pagano, desde Salta con las noticias sobre el Tranquerazo que está oponiéndose a una planta de nitrato de amonio, y Mirta Antonelli, de Córdoba. Los grupos de trabajo debatieron las movilizaciones de las comunidades, la comunicación de estos problemas a las grandes ciudades (con más preguntas que respuestas), los modos de producir información y desactivar los mitos sobre la generación de empleo minero, la relación de estos conflictos con cuestiones de derechos humanos, la creación de tribunales populares, de redes de abogados que mejoren las respuestas jurídicas (que permitieron frenar Pascua Lama en Chile y varios proyectos en Argentina a través de cautelares en defensa de bienes públicos). Se habló de cómo llegar a la OIT, Banco Mundial o BID para que se hagan cargo de los daños provocados por las trasnacionales, e incluso investigar cómo procesar penalmente a instituciones financieras que apoyen estos proyectos. Una consigna: creatividad.
Un punto novedoso y llamativo fue el del impacto de la megaminería en las mujeres. El seminario discutió cómo la minería genera prostitución (también de niños, niñas y adolescentes), sobrecarga de trabajo en las mujeres, reafirmación del modelo patriarcal en los territorios y en las relaciones de dominación entre empleadores y empleados. Todo un embrión de trabajo frente al tema que condiciona el rostro futuro de un continente.
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