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El agujero negro
Viaje a Las Heras y Caleta Olivia. Sobre el suelo más rico del país, que produce dos millones de dólares diarios, un mar de desocupados reclama trabajo tomando la sede de Repsol. Brutales operativos policiales, huelgas y protestas son las últimas noticias que nadie informa.
La petrolera Repsol-ypf tiene en mente un proyecto sobrenatural: “Queremos ser la compañía más admirada de la Patagonia”. El deseo está pintado en una de las paredes de su sede en Las Heras, invadida por unos 200 desocupados que se instalaron en el hall de entrada reclamando trabajo. Además, en todo Las Heras y en toda Santa Cruz hay paro petrolero, porque el sindicato reclama 25 y no 20 por ciento de aumento en sus sueldos. Hay una idea generalizada y árida: que tanto trabajadores como desocupados terminan siendo piezas de un juego de políticos, sindicalistas, empresarios y otros próceres por el estilo (que demasiadas veces mezclan dos de esos oficios).
En lugares como Las Heras se aprende que las cosas no están siempre a la vista, que el juego puede ser otro. Hay que hacer exploraciones en la superficie, sin seguridad sobre dónde perforar estos enigmas porque a cada paso hay un pozo, una sorpresa o una trampa.
Lo desocupados son más bien jóvenes, y hay varias mujeres. Dos semanas antes, a comienzos de agosto, habían tomado el Concejo Deliberante durante seis días. Los ediles apoyaron comprensivamente la toma, pero al día siguiente denunciaron judicialmente a los desocupados para que la Gendarmería los desalojara. Para evitar violencias, intervino el cura Luis Bicego, que aún conserva acentos de su Verona natal: “Yo lo llamo el concejo delirante”. El municipio le dio 500 pesos a un grupo de los que reclamaban para ayudarlos a pagar el alquiler, que no baja de 1.300 (pieza con baño compartido).
A esos 220 desocupados, además, les dieron 18 bolsas de comida: fideos, harina, lentejas, leche en polvo, aceite, yerba y azúcar, en lugar de trabajo. Y sólo para 18 (tal vez se trata de una campaña contra la obesidad). Ahora están ahí, instalados en la segunda empresa más grande del país, que en 2008 tuvo beneficios netos por 3.640 millones de pesos. Y que, sobre todo, quiere ser la más admirada de la Patagonia.
Fotos en la canilla
La recorrida fue un triángulo entre Comodoro Rivadavia (Chubut), Caleta Olivia y Las Heras (Santa Cruz), lugares que forman parte de una misma comarca que flota sobre una cuenca petrolera, la del Golfo de San Jorge, que posee el 57 por ciento de las reservas argentinas y es la única del país cuyos niveles de extracción siguen creciendo. Los cálculos de 150.000 habitantes para Comodoro quedan chicos: en los últimos años se duplicó la población llegada desde el norte. Las Heras tiene unos 25.000 habitantes. Caleta, no menos de 40.000.
Zona histórica de luchas petroleras, negocios de las empresas con el Estado, criminalización de la protesta (los detenidos en Caleta durante 2004 y 2005), represiones sospechosas (la que terminó con la muerte del policía Jorge Sayago en Las Heras), piquetes en cadena: durante el pasado junio la Ruta 3, que permite la entrada a Santa Cruz desde Chubut por la costa, estuvo cortada casi todos los días por diferentes grupos de trabajadores ocupados y desocupados. Selva Sánchez, de Caleta Olivia, que con otras dos mujeres y tres hombres estuvo diez meses presa en 2004 por la toma de la planta Termap (Terminal Marítima Patagónica), cuenta: “Mis compañeras de la empresa Labra cortaron la ruta. Yo no fui porque sigo procesada pero estoy de acuerdo, claro. Somos todas mujeres, así que los turnos eran de 30 chicas haciendo el piquete. Fue cortito. Cuatro días. Y se dejaba pasar a los autos cada media hora. Pero una no ve solución”.
Después de aquella cárcel injusta, la vida volvió a ganar. Selva tuvo un bebé hace cuatro meses. Pero los pañales y las mamaderas no le impiden hacer una especie de pronóstico del clima: “Yo creo que esto mejora pronto, o se pudre todo”.
Fuimos a Termap con Selva, Marcela Constancio (otra de las trabajadoras detenidas aquella vez), y la abogada de ambas, Verónica Heredia. La empresa es una sociedad de Repsol con Vintage Oil y Pan American Energy (de Carlos Bulgheroni célebre por su frase en tiempos menemistas: “Los empresarios somos cortesanos del poder”). Termap es una canilla por la cual, según el libro español Viaje a Repsolandia, se llenan los barcos exportadores con un equivalente a dos millones de dólares diarios en petróleo.
“Ése es mi tanque” se ríe Selva, señalando el gigantesco depósito negro identificado con el número 2016, que se ve detrás de muros y rejas cada vez más fortificados. A los 30 segundos aparece un agitado jeep de Gendarmería. “Aquí no se puede hacer fotos” informa marcialmente el gendarme mayor. Le respondo que no hay ningún cartel que lo prohíba y que somos periodistas. Verónica se presenta como abogada. El gendarme se amansa, se hace amigo. “Es que somos la seguridad de la empresa” dice, ilustrando inesperadamente cuáles son las funciones del Estado en estos lugares. Antes de volver a Termap, explica con tono casi paternal: “Aquí hay mucho conflicto, huelgas, problemas, ¿se entiende? Hay que andar con cuidado”. Selva y Marcela lo miran con las cabelleras –entre otras cosas– revueltas.
Viandas y paz social
Aquel episodio en Caleta Olivia representó una cacería de manifestantes. Marcela fue presa junto a Selva. Tenía seis hijos, pero luego de la cárcel, como Selva, volvió a ser mamá. “No esperó ni un día, y ya estaba embarazada” la acusa Verónica, su abogada. La casa de Marcela vibra por el viento de 120 kilómetros por hora, y circula el mate. “Esto es un desastre” dice Selva. “Mi sensación es la misma de 2004, en cualquier momento puede pasar algo” agrega Marcela. “El problema es que se ven más y más desocupados. Cuando hay un corte, la cantidad de gente es cada vez mayor. Y los que tienen trabajo como petroleros, por más que ganen 5.000 o 6.000 pesos, que parece mucho, gastan todo o más, porque la vida es carísima”. Tomemos Las Heras. El kilo de pan cuesta 9 pesos. Un sachet de leche, 4 ó 5, según la marca. Docena de huevos 9 ó 10 pesos. Kilo de carne picada, 16, de milanesas 29. Caleta es apenas más barato.
La canasta familiar ha sido calculada por la cta en 5.500 pesos. Marcela: “Lo que pasa además es que cada vez hay más gente en la casa, a la que le pagan lo mínimo, pero no trabaja. Te da la sensación de que ése es el paso previo para que la despidan. Por eso es que se siente que hay algo anormal en todo esto”.
Es anormal también que muchos de los que trabajan, como Selva, lo hacen en empresas tercerizadas de limpieza y parquismo. “El mecanismo es que el municipio le da el dinero a la empresa, la empresa te paga a vos lo mínimo, y se queda con el resto. Las empresas son de políticos”.
En Las Heras un matrimonio de trabajadores petroleros, Rubén Uribe y Corina Mansilla, muestra sus sobres de sueldo, con rubros “no remunerativos” que incluyen por ejemplo “viandas” (alrededor de 1.000 pesos) y “paz social” (630).
¿Qué significa paz social? “Que te quedes en el molde” dice Rubén. “Y aquí también hay como 30 ó 40 por ciento de gente que está en la casa cobrando sueldo pero sin trabajar”. Según Rubén hay un ajedrez complejo detrás de cada cuestión. “Todo el tiempo hay una puja de las operadoras petroleras y el gobierno, donde el sindicato (Sindicato de Petroleros Privados, conducido por Héctor Segovia) va jugando con uno contra el otro, según el caso. Las petroleras mandan a la gente a la casa, capaz que porque quieren producir menos esperando una suba del precio del barril. A la vez, es el primer paso para echarte. Repsol le debe al gobierno provincial dinero. Segovia juega a la vez con el gobierno nacional, con Néstor Kirchner en particular, y puede hacerlo contra el propio gobierno provincial. Todos son tironeos entre ellos, donde usan a la gente”. Conviene recordar que Enrique Eskenazi es dueño del Banco de Santa Cruz y propietario del 20 por ciento de Repsol ypf gracias a la presión del gobierno nacional. Y lo logró sin poner un peso (ver mu número 25). Rubén: “Seguro, pero ahí hay que ver cómo juega Eskenazi con Repsol, Repsol con el gobernador Peralta, Peralta con Kirchner, y Segovia en el medio”. De hecho, Rubén y Corina no están trabajando porque están de paro. “Nadie paró en la Patagonia, salvo el gremio de Santa Cruz con Segovia. Todos aceptan el 20 por ciento de aumento, él pide 25 por ciento, que hasta puede ser contraproducente porque si te pasás del límite del impuesto a las ganancias, te retienen muchísimo. Pero todos sabemos que no lo hace por combativo, sino como una presión a las operadoras, mandado por el gobierno”. El gobernador Peralta ya ha anunciado su adhesión a Segovia. ¿Eso puede significar un modo de recortar poder a los holdings petroleros para recuperar espacios de decisión política propios? Uribe se ríe: “No, son todos negocios entre ellos. Por eso yo tampoco sé si conviene estatizar. Porque para que se lo queden los políticos actuales, sea quien sea, es lo mismo. Hay que pensar otro cambio de gente, de sindicalistas, de todo”. Se queda mirando el mate sin saber muy bien cómo lograrlo.
Su compañero Néstor Rivero, delegado gremial, pero contrario también a Segovia sugiere una idea: “Los trabajadores tienen la capacidad de gestionar el petróleo, manejar los yacimientos. Somos los que mejor sabemos cómo hacerlo”. Corina abre los ojos, porque entendió la idea: “Como Zanón, como las fábricas recuperadas”. Néstor: “Y sí, porque se le puede enseñar la contabilidad al trabajador, pero todo eso ya se ha visto que es manejable. Lo difícil es saber del petróleo, y eso es lo nuestro”.
La historia es conocida: las mismas empresas que parecían inviables en manos estatales o privadas, logran funcionar cuando están en manos de las cooperativas de trabajadores. Propuesta del grupo, con Néstor como vocero: “Si las operadoras amenazan con irse, que se vayan, y que vayan a la quiebra porque nos abre a quedarnos con la empresa. Tenemos gente capacitada para llevarla adelante”. Queda danzando un embrión de proyecto que saca el debate de la opción estatal/privada: una empresa de gestión social, pública, la invención de algo diferente que no signifique sólo resignación frente a los monopolios o estados turbios, frente a la desaparición forzada de recursos, la contaminación y el empobrecimiento.
Mientras empresas y provincias lloran sus supuestos problemas financieros, nadie sabe muy bien cuál es el plazo de vencimiento de la “paz social” pactada entre gobierno, sindicato y empresas tarifada en 630 pesos. Otro dato acrca de lo que está en juego: sobre informes disponibles de la Secretaría de Energía, el grupo Nuevo Proyecto Energético Latinoamericano calculó que la renta de las operadoras argentinas es de 59 millones de pesos diarios, 41.200,26 pesos por minuto.
Adán, Eva y el cura
El párroco de Las Heras, Luis Bicego, nacido en Verona pero con 40 años en Argentina, ha llegado a la siguiente descripción: “Los manejos son todos de mafia. Políticos, empresas y sindicalistas. La pelea es por adueñarse de la explotación. Se regalan los recursos del país a las empresas, no se sabe a cambio de qué, las empresas declaran como extracción lo que quieren, sin control alguno. Aquí ya no podés tomar agua de la canilla por la contaminación que produce el petróleo. No hay exploraciones ni inversiones, sino lo que llaman recuperación secundaria que es más barato. Van a los viejos pozos, inyectan agua con metales pesados, sacan lo que queda del petróleo, y contaminan todo”. Dato: desde que Repsol se hizo cargo de YPF en 1999, las exploraciones que solían ser unas 130 por año se redujeron a 21.
La novedad de estos años es la minería. Bicego: “Lo mismo o peor que el petróleo, pero con el Estado que tendría que controlar, ahora como socio de las mineras en fomicruz (Fomento Minero de Santa Cruz, a la que ya se asoció, por ejemplo Patagonia Gold, del grupo Bemberg Miguens). Las obras públicas, como rutas, se hacen para las mineras. Gastan millones en un puerto artificial en Caleta, pero no construyen escuelas ni les pagan a los maestros”.
Bicego se asombra ante lo que considera obvio: “Es una segunda colonización, se regala la riqueza, ganan muy pocos, incluidos empresas y el poder político, se empobrece a la gente, y lo único seguro que va a quedar es la contaminación. Eso sí, el año que viene vamos a celebrar el Segundo Centenario”.
La iglesia, en estos casos, puede tener funcionamiento de oreja. En 2006 hubo un confuso episodio que culminó con la muerte del policía Jorge Sayago, terminó con un conflicto de trabajadores petroleros, e hizo saltar al entonces gobernador ex kirchnerista y neo antikirchnerista Sergio Acevedo. Bicego: “Me han venido a ver policías que estuvieron en todo eso reconociéndome que tenían la orden de provocar a los trabajadores para que hubiera violencia y viniera Gendarmería. Se buscaba alguna muerte para terminar con la huelga. Son cosas que se digitan y se arman. Frenaron el paro, pero además metieron el miedo a todo el mundo. Esto es el far west”. (Todas las comparaciones sobre aridez, soledad, violencia, machismo, fiebre de riqueza e indígenas en la mira, valen).
¿Y la gente? “Tienen miedo a perder el trabajo, los que tienen. Se agrandan las villas miseria. Hay mucha violencia doméstica. Hay 5 escuelas, pero como 30 cabarets. Los hombres están reventados por el trabajo, salen a tomar, luego prostitutas, terminan con problemas en la casa y pegan. Además hay cada vez más droga para los grandes y para los chicos. Traen cada vez más gendarmes. Frente a todo eso, cada uno busca salvarse como pueda. Fríamente, eso no es solución porque si no se salvan todos no se salva nadie. Pero es todo un sistema. Quedaremos como Adán y Eva” dice Bicego y mira por la ventana. Empezó a nevar. En Las Heras hay paz social. Casi.
Concejo desinfectante
Los desocupados que se instalaron en las oficinas de ypf mantienen impecable a la empresa que aspira a ser la más admirada de la Patagonia. Carlos Salinas hace 3 años quedó sin trabajo fijo y tiene esa mezcla de claridad y presencia que permite decidir este tipo de acciones: “La gente no encuentra trabajo, y nadie te da respuesta. Presentamos notas, pedidos, todo formal. Y nada. Por eso tomamos la semana pasada el Concejo Deliberante, proponiendo que decretaran la emergencia ocupacional. Los mismos concejales que aceptaron que estuviéramos ahí, después nos quisieron mandar los gendarmes. Nos fuimos con un compromiso de solución”. Andrea es técnica petrolera y agrega: “Pero lo único que hicieron, después de que nos fuimos, fue desinfectar. Y ninguno de los concejales volvió a trabajar. Íbamos a buscarlos, y no había nadie”. Combinar desocupación con desinfección es un hallazgo que merece formar parte de los futuros manuales de las ciencias políticas.
¿Qué actitud tomó el intendente Teodoro Camino? Carlos: “Es campechano, somos todos hermanos, un poco nulo digamos. Dijo que para las mujeres no hay nada, y para los hombres iba a buscar 30 puestos de trabajo en la mina Huevos Verdes”. (Tema para otra nota, pero se aclara que San José, tal su nombre, es una mina de oro y plata que además de usar millones de litros de agua que escasea en la región, ha sido denunciada por contaminación por el uso de cianuro, prohibido por otras provincias argentinas, por el descontrol en la producción, y cuyas ganancias, gracias a todo esto, son de 236 millones de pesos anuales. De acuerdo a la inversión se calcula que el rédito global del proyecto será del 690 por ciento).
Mientras esperan saber si la minera los contratará, los desocupados organizaron una olla en la puerta de Repsol ypf, empresa que en busca de la admiración patagónica lo primero que ha hecho es quitar la palabra “Repsol” de su nombre. Héctor Blanco es otro de los desocupados, tiene tres hijitos: “A Las Heras han mandado 250 gendarmes, y los desocupados que hemos firmado este petitorio somos 220. Ahí se ve la realidad de la cosa”. Los gendarmes están esparcidos por algunos de los pozos, y en general –tras la muerte de Sayago en 2006– parece vivirse una época donde las fuerzas de seguridad no son demasiado exhibidas ante la población. “Están por todas partes, pero para molestarte. Te piden documentos, te dicen pelotudo” dice Walter, uno de los chicos que está en el hall de ypf bajo el cartel de “misión y visión de la empresa”, que exalta “nuestra habilidad para atraer y desarrollar talento” y “nuestra ética y relación comunitaria”. Salinas desmiente que Repsol ypf no haya hecho inversiones. “Hicieron una hormigonera, pero tronaron a la hormigonera que había antes. Y armaron un ciclo con artistas”. En septiembre se presentará el melodrama Nada del amor me produce envidia y el infantil Papando moscas, lo cual acaso responda a la pregunta sobre inversiones petroleras.
Blanco agrega: “El otro tema es que en lugar de contratar gente de aquí, la traen de otros lados. En Salta hay intendencias que le pagan el pasaje a la gente para que se venga acá. Hacen el sistema 15 x 15, los traen 15 días y vuelven 15 días a la provincia. Les pagan menos que lo que tendrían que pagarles acá, que la vida es carísima, pero para su provincia la gente parece que ganara mucho. Encima son contratos, y se los sacan de encima cuando quieren”.
El modelo
Verónica Heredia, la abogada, lo primero que contesta es “la desolación” cuando se le pregunta por la agenda de problemas que genera el modelo económico petrolero (y cada vez más petro-minero). “Es un tipo de trabajo que impide asociarse. Cada uno está en la suya. No las mujeres, que son las que mantienen a la familia y están en contacto. El varón suele ser un tipo encerrado y enajenado por el propio sistema de trabajo. Las mujeres son las que tienen que resolver lo cotidiano. El modelo es: petróleo, empresas, gobierno, policía, gendarmería, sindicatos, droga, prostíbulo, casino”. Hasta el juego se convirtió en algo individual y autista con las tragamonedas: “Todos solos mirando las maquinitas” se asombra Verónica. Selva y Marcela cuentan que en pleno estallido de la “pandemia”, con las escuelas y comercios cerrados, la gente hacía cola para jugar en Casino Club, institución regenteada por el también petrolero (empresa Oil) Cristóbal López, que sigue desmintiendo enfáticamente ser un palo blanco (testaferro) de Néstor Kirchner.
Verónica ha llevado adelante casos contra la brutalidad policial local. “Y hay situaciones de las que no se habla, como lo que pasó en Corcovado”. La denuncia: en marzo último, buscando a Cristian Bustos, acusado de homicidio, el geop (Grupo Especial de Operaciones Policial) copó el pueblo cordillerano de Corcovado, mató a uno de sus hermanos, dejó parapléjico a otro, baleó a un tercero que sigue encerrado y fue torturado, tomó la radio local y las calles, allanó ilegal y brutalmente más de 20 domicilios, abusó de al menos una niña de 8 años (los pobladores no se han atrevido a denunciar otros casos), golpeó y torturó a vecinos, e hizo desaparecer a un peón rural, Luciano González. Para colmo, el prófugo escapó. Pedro Morales, del Grupo Pro Derechos de los Niños ya no se asombra: “Creo que fue una cosa digna del terrorismo de Estado, para ver el tipo de reacción que puede haber, y el tipo de control que se puede establecer en una comunidad”. La ya conocida como Masacre de Corcovado tuvo secuelas en Trelew, en julio, con allanamientos igualmente brutales y la convicción de Morales sobre la continuidad de las prácticas de simulacros de fusilamientos, amedrentamiento y criminalización de los jóvenes por “portación de rostro”. Verónica Heredia ha verificado 20 denuncias por desaparición de personas en los últimos años, pero Morales asegura que ascienden a 40.
Selva anuncia: “El problema es que si tenemos miedo, nos van a pisar la cabeza. Si no sabemos defendernos, nos aplastan”. Marcela: “Yo ya sé que si vienen por mi vecino, después van a venir por mí. Si cada uno sigue encerrándose, él mismo es el que peor va a terminar”.
¿Por qué ocurre que en ciertos lugares parece haber reacciones (las comunidades que han organizado asambleas contra la minería, empezando por Esquel) y en otras situaciones parece haber parálisis? Verónica y Morales se quedan pensando. Un elemento es el miedo, que paraliza cualquier acción. “Los problemas son tan grandes, contaminación, represión, saqueo de recursos, explotación, desocupación, que creo que superan a mucha gente, que no sabe qué hacer y dice: me salvo yo” reflexiona Morales. Otra idea: “Comodoro, Caleta, Las Heras, son campamentos, gente de paso, gente que piensa en irse. Los lugares donde hay resistencia son esos donde la gente quiere quedarse, está arraigada. Ocurre hasta con los pueblos indígenas”. Hay otra relación con el lugar, o desesperación por garantizarse el sustento (en el caso de los petroleros). Verónica: “Los chicos de los barrios de Comodoro que hacen arte son otra cosa. Se sienten de aquí, y salen de esa cosa ensimismada” (esos chicos están esperando a los lectores unas páginas más adelante).
Desocupados que reclaman no ser tratados como insectos, chicos que hacen arte, algún trabajador que propone una idea nueva con respecto a la gestión del petróleo, personas (abogados, indígenas, obreros) que se organizan y denuncian. Que creen en la posibilidad de recuperar un recurso contaminado: la vida.
Me topo con un edificio de colores: Casino Club. ¿Estará allí la lógica de todo esto? La gente está hipnotizada frente a las tragamonedas The good the bad and the money (el bueno el malo y el dinero), Cash fever (fiebre de efectivo), Pirates, y Jungle of gold (jungla de oro). Los teóricos liberales como Ralph Dahrendorf, que diagnosticaron el nuevo reino de un capitalismo de casino, merecerían que las compañías más admiradas de la Patagonia les programen un tour para venir a entender –sin metáforas– cómo son las cosas.
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