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El mejor remedio

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Encuentro de hip hop en Moreno. De la mano de Mustafá Yoda, la Central Única de Favelas llegó a Moreno para organizar una fiesta y recaudar alimentos para los comedores del barrio.

Una fiesta. Intensa y colorida. La excusa es el Día del Niño y la necesidad es la de juntar alimentos para atender las urgencias de los comedores del barrio. Pero ni una ni otra cosa es lo que realmente convoca a todos los que acá están, listos y sonrientes. La fiesta, la verdadera, es poder concretar esa puesta en escena de una salida concreta contra los discursos mediáticos que transforman a los niños y adolescentes del barrio en potenciales delincuentes. Acá esa puerta tiene nombre propio: hip hop. Y se expresa mediante el rap, el breakdance, los graffitis, los dj’s y hasta con el básquet callejero. Todo ese menú alberga este domingo el club Los Indios de Moreno, en el oeste bonaerense y en el marco del festival que organiza la Central Única de Favelas (cufa).
Esta entidad tiene su origen en Brasil y ya se expandió a varios países de Latinoamérica. Según su propia definición, la función de cufa “es organizar, incentivar y legitimar el discurso de las comunidades de la periferia” y a la vez actúa como “centro de producción cultural procurando formar e informar a ciudadanos, principalmente a jóvenes, ofreciéndoles nuevas perspectivas de inclusión social a través del deporte y del hip hop”.
Uno de sus fundadores es el rapero mv Bill. En 2004, la unesco lo distinguió como una de las 10 personas más militantes del mundo en la última década. La organización cuenta además con la presencia activa de Nega Gizza, una fuerte referencia femenina en el mundo del rap, conocida y respetada por su dedicación a las causas sociales. Nega Gizza también dirige el hútuz, el mayor festival de rap de América Latina, producido por la cufa. Su lema “El hip hop es una solución propia. No es un remedio que la periferia toma”.
Esta jornada en Moreno reunió a jugadores de básquet callejero que se lucieron en el patio del club, grafiteros que pintaron las paredes de la cancha, maestros de ceremonia (mc’s) que participaron de una competencia de freestyle (un arte improvisado con contrapunto) tal como los viejos payadores, pero siglo xxi. Hubo también impresionantes exhibiciones de break dance. La fiesta terminó con el recital del rapero Mustafá Yoda, quien luce el título de coordinador de cufa en Argentina y es el vecino hiphopero más ilustre de ese barrio.
 
 
Sumar y restar
 
ustafá cuenta orgulloso que en sólo tres semanas organizaron este evento que logró abastecer con 900 kilos de alimentos al comedor infantil Los Marianitos, al que concurren 400 chicos del lado sur de Moreno. Mustafá da otras cifras: veinte comedores del distrito se encuentran en estado de emergencia. Y esa urgencia es la que los llevó a pensar en hacer algo. Su fórmula: “Si todos van haciendo un poco, se suman esos pocos y se hace algo piola”. Única opción, además, ante un municipio que no se muestra dispuesto a atender este tipo de demandas. El músico da el último ejemplo que recogieron esta semana: la secretaría de Relaciones Institucionales, Culturales y Deportivas municipal, a cargo de Carlos Coppolaro, se negó a apoyar el Festival.
Otros datos quizás ayudan a poner a la localidad de Moreno en su debido contexto. En nuestro país hay 11 millones de chicos de entre 0 y 17 años. Seis de cada diez viven en hogares precarios en términos socioeconómicos. Y al menos 4 tienen dificultades para acceder a una adecuada alimentación. Estas cifras se desprenden del Informe 2007 Barómetro de la deuda social de la infancia publicado en el monitoreo 2008 sobre niñez de la Asociación Civil Periodismo Social. Otros datos oficiales establecen que una de cada seis embarazadas tiene menos de 19 años.
Son números, son vidas que para Mustafá tienen caras concretas. Por eso dice señalando a los que nos rodean: “Un pibe con un aerosol en la mano, un pibe que esta bailando break dance es un pibe menos con un arma en la mano. El hip hop tiene una causa y es la igualdad”.
 
 
La sabiduría de la calle
 
ara llegar a Moreno hay que primero hacer un viaje más largo. La cultura hip hop tiene una declaración de paz que busca ser guía y consejo para todos los hiphoperos. Aquí algunos conceptos:
 
Hip hop es el nombre de nuestra conciencia colectiva. Como una manera consciente de vida nosotros reconocemos nuestra influencia en la sociedad, especialmente en los niños.
El derecho a definir y educarse será fomentado, desarrollado, preservado, protegido y promovido como medio hacia la paz y prosperidad.
Los elementos del Hip hop se pueden negociar por dinero, honor, poder, respeto, comida y otros recursos. Sin embargo la cultura Hip hop no está a la venta ni puede ser comprada. Es el principio invaluable de nuestro mismo fortalecimiento.
 
Eso es lo que hacen los chicos y chicas que dan vida a este arte, por ejemplo, aquí, en Moreno.
 
 
Artistas irreverentes
 
os bailarines de break dance que participaron del festejo en Moreno se transforman en personajes de historieta cuando bailan. No admito discusiones en este punto. Ahí están para darme la razón: se doblan y tuercen como contorsionistas de plastilina y luego dan vueltas como un trompo apoyando sólo la cabeza en el piso. Cuando termina la música, vuelven a su humanidad –limitada– de huesos y articulaciones. Hablé con uno de estos seres que se refrescaba con un energizante. Nelson es lo que se llama un b boy, una persona que baila para “aportar elementos nuevos a la cultura hip hop”.
Nelson es wizard cuando baila. Integra la crew (el equipo) Fuera del límite y cuenta que el aprendizaje es todo un proceso. “A mí me enseñaron mis primos, hasta que conocí a un b boy de Adrogué. Al principio es una tarea más autodidacta y después te empezás a juntar con gente y todos nos vamos contagiando”. Considera, además, que el break dance es un baile con mucha expresión y dificultad. Pero que atrapa. Wizard y su crew se juntan para practicar tres o cuatro horas por día. Vive del dinero que le pagan por dar clases de break dance.
Hernán tiene 27 años y desde hace diez firma sus graffitis como Cabe. Admite que su nombre artístico viene de Cabezón, aunque no parezca. Trabaja en el comedor de la empresa Easy de Ituzaingó donde cobra 1.800 pesos por mes.
Gasta 200 pesos en aerosoles por cada obra que realiza. Cuenta que los primeros graffitis los vio en el Ferrocarril Sarmiento cuando iba y volvía de Capital. “En esa época –año 1998– la gente que pintaba había aprendido en otros países y cuando mis amigos y yo vimos esos dibujos quedamos impresionados, fue algo que te daba ganas de hacer”. Así que juntaron plata y empezaron a comprar latas, “pero las comunes, que tiran trazos feos” dice Hernán. Luego siguió haciendo bocetos hasta que un día Cabezón fue Cabe y dijo “esto es para mí”. Dice lo justo: “La vida es medio jodida y a mí el graffiti me trae una re felicidad”.
Cuenta además que varias veces lo invitaron para pintar en el interior del país, y que en esos momentos se siente como un artista. Y se justifica: “Un artista es alguien que labura en lo cree. Entonces, soy un artista”.
Cabe me tira la última frase antes de volver a su obra sobre una de las paredes del Club Los Indios de Moreno: “Hago lo que quiero, ¿qué más puedo pedir?”.
Mustafá cierra la noche. Y abre la poesía: “Cuenta la historia que en la lágrima de un niño nació un oasis en el desierto, en cada grano de arena se despertó el sentimiento hacia la música. Sacando agua del desierto es para los corazones sedientos de la verdad, la sintonía de los vientos bailan en la gravedad, amor por los elementos del rap, monumentos de la libertad de expresión”.
Para nosotros la fiesta terminó. Para los chicos de Moreno, por suerte, no.

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