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Un mes de la intervención de Canillitas: qué está en juego

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El 3 de julio el sindicato amaneció rodeado de 120 gendarmes y siete carros de asalto por una orden judicial que desplazó a la Comisión Directiva y procesó a su secretario general. Es la séptima intervención en la historia del gremio –la mayoría en dictaduras-, que en la última década conquistó derechos y combatió la desregulación del sector. Hoy Canillitas nuclea a 5000 vendedores de diarios y revistas del conurbano y Capital Federal. Qué significa la intervención en el actual escenario de despidos y de hostigamiento a la organización sindical. El rol del Grupo Clarín y el avance en la concentración. 
Claudia Herrera llega al kiosco del barrio porteño de San Cristóbal todos los días a las 5:30 de la mañana. Su parada está en Garay y Pichincha, a dos cuadras del Hospital Garraham. De lunes a lunes desanuda los paquetes, ordena los periódicos y las revistas y las acomoda con prolijidad en la parada que administra desde 1994. “Soy canilla hace veintitrés años”, dice. “Desde aquí hablo con Don Pedro, con Doña Rosa, con el jefe de una dirección nacional de alguna dependencia, con algún cirujano, con contadores públicos, con abogados. Cuando hablamos de multiplicidad de voces hablamos de esto: multiplicidad de opiniones y formas de vivir. Estás para el que busca un diario y para el que te pide cambio para el colectivo”.
Claudia sintetiza un oficio que es historia.
Claudia también es protesorera del Sindicato de Vendedores de Diarios y Revistas (Sivendia, conocido Canillitas), intervenido hace un mes por una orden que dictó el juez federal Marcelo Martínez de Giorgi, del Juzgado Criminal y Correccional N°8. El juez desplazó y procesó al secretario general del gremio, el diputado Omar Plaini, por “adulteración de documento público”, en base a una causa de 2013 cuando una lista opositora denunció supuestas irregularidades en los comicios del gremio. Si bien la Sala X de la Cámara Electoral ratificó el resultado electoral y luego la Corte Suprema de Justicia de la Nación desestimó la denuncia, más de cien efectivos de Gendarmería llegaron a las 9 de la mañana del 3 de julio en siete carros de asalto para rodear al sindicato. Los canillitas advierten que el proceso es una “aberración” ya que un juez federal no debería intervenir en competencia del fuero laboral, pero Martínez de Giorgi entiende que son cuestiones distintas y que lo que él debe analizar es la falsificación de datos en las planillas.
La intervención de Canillitas se produjo en un contexto de hostigamiento a los sindicatos y de demonización desde el Gobierno a los reclamos laborales y los fallos favorables a trabajadoras y trabajadores, en medio de rumores de una reforma laboral después de las elecciones. Canillitas se sumó a la lista de gremios intervenidos que incluye al Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU), la Unión de Personal de Seguridad Privada de la República Argentina (UPSRA) y la Federación de Empleados de la Industria Azucarera (FEIA). En el caso de los azucareros, el Ministerio de Trabajo también buscó la suspensión de las elecciones del Sindicato de Obreros y Empleados Azucareros del Ingenio Ledesma. Las intervenciones de FEIA y UPSRA fueron revocadas por la Justicia laboral. En cuanto al SOMU, el juez federal Rodolfo Canicoba Corral desplazó, procesó, encarceló y embargó por 10 millones de pesos a su secretario general, Omar “Caballo” Suárez, acusado de ser el jefe de una asociación ilícita.
Más allá de las particularidades de cada una de las intervenciones, el caso de Canillitas suma hipótesis que van desde un ataque al gremio por su manifiesto apoyo al frente Unidad Ciudadana -que encabeza la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner- hasta la sombra del Grupo Clarín por las reivindicaciones que el gremio conquistó en estos años. “Es muy difícil pensar que no esté Clarín luego de más de una década de lucha”, dice a lavaca Omar Plaini. “El gremio nació en 1944 y tiene 16 paros a lo largo de 73 años de historia: nosotros hicimos 14 sólo en esta década y siempre contra los mismos. Hicimos marchas, petitorios, paros para defender nuestros derechos contra el poder hegemónico de la comunicación”.
Por esa razón, Plaini repetirá un mismo concepto a lo largo de esta nota:
-No fue gratis.

Un fallo “adulterado”

“Nada fue hecho al azar”, dice Plaini. El 5 de julio, la Comisión Directiva iba a comunicar la apertura del proceso electoral que elegiría las autoridades para el período 2017-2021. Cuarenta y ocho horas antes llegó la orden de intervención con el combo de allanamiento, procesamiento del secretario general y desplazamiento de toda la CD.
-¿Qué ocurrió?
-En 2013 se realiza la elección del gremio. La lista opositora usó dos estrategias: por un lado competir y por otro, judicializar. Dijeron que el lugar de aquella asamblea no era el adecuado. Una falsedad: fue en el gremio de la UATRE (peones rurales), para más de 1000 personas. Adujeron que las planillas de ingresos (apellido, lugar de parada y número de afiliado) habían sido adulteradas y que figuraban personas muertas. Hay que aclarar que en todo padrón electoral vos hacés un corte, y entre ese corte y la fecha de la asamblea puede ser que haya fallecidos. Es más: a veces nos enteramos que hay un nuevo titular de kioscos recién cuando sus hijos vienen al gremio a notificarse. Las elecciones se hicieron y sacamos el 89 por ciento de los votos. La oposición sacó el 8,9. Fue contundente. La causa inicial fue por adulteración de documento de uso privado. La sala 10 fue tajante: no hay irregularidad. La Corte ratificó por unanimidad el fallo. Cosa juzgada: yo hice convenios y acuerdos en nombre de la organización con el certificado que otorga el Ministerio de Trabajo.
-¿Cómo llegan a esta instancia?
-La lista opositora nos dijo que no siguieron la causa. ¿Cuándo es que entonces empieza a moverse? Cuando pedimos la prescripción, hace ocho meses, de cara al nuevo proceso electoral. El juez cambia la carátula para no darle la prescripción: de “adulteración en uso privado” pasa a “público”, y eso aumenta la pena de 2 a 6 años. Además, dicta la falta de mérito a los cinco miembros de la Junta Electoral y al secretario de actas, y me procesa a mí y a la escribana. Otra aberración: solicita la intervención citando el artículo 56 de la ley de Asociaciones Sindicales cuando no es competencia de un juez penal correccional, sino del fuero laboral. Por último, descabeza a toda la CD además de la intervención. El juez podía continuar el proceso conmigo, hasta inclusive no permitirme ejercer la conducción, ¿pero por qué también al resto de la CD si ni siquiera está imputada de nada?
El secretario de Organización, Carlos Vila, dice que no hay razones que motiven la intervención: “No hay dudas de que hay condimentos políticos. Es un gremio que viene cumplimentando con la ley: todas las asambleas, nuestras memorias y balances fueron supervisadas por el Ministerio de Trabajo. ¿De dónde viene esto?”.

Intervención en Canillitas: asamblea exigió paro y movilización

Historia de una flexibilización

El sindicato de Canillitas tiene 5000 afilados y afiliadas entre 30 municipios del primer, segundo y tercer cordón del conurbano junto a la Ciudad de Buenos Aires. Son 5000 puntos de venta distribuidos en 70 kilómetros, desde Florencio Varela hasta Luján. “Este gremio no era reconocido hasta que llegamos”, dice Plaini. “Nunca había integrado la CGT. Es un gremio chico en números pero grande en sus convicciones. También es complejo, porque no estamos 500 compañeros trabajando juntos dentro de un predio o una fábrica: acá te parás en Congreso y tenés que hacer 60 km al sur, 60 km al norte y 60 km al oeste para reunir a los compañeros. Sólo La Matanza (el municipio más grande del país con 2 millones de habitantes) tiene 302 kilómetros cuadrados: allí tenemos más de 400 vendedores de diarios. El nivel de conciencia y el activo militante que ha logrado este sindicato llevó muchos años de trabajo”.
La historia corta del gremio tiene un punto de ruptura a fines de la década del ´90, en la transición neoliberal entre el gobierno de Carlos Menem y de Fernando de la Rúa.
Vila: “Un sábado de 1999 nos desayunamos, mientras armábamos los diarios, que La Nación anunciaba en tapa con títulos catástrofe que el Gobierno había desregulado la venta de diarios y revistas. Fue la resolución 416: nos puso en alarma. Nos juntamos para exigirle a la CD de aquel momento acciones contra eso. En el 2000 se cambia la resolución por el decreto 1025, que creaba un sistema mixto entre la Secretaría de Comercio y el Ministerio de Trabajo. Le permitía a los medios recurrir a cualquier instancia para vender sus publicaciones”.
La distribución y venta de diarios y revistas estuvo regida –desde 1946 hasta ese entonces- por la ley 12.921, con el Ministerio de Trabajo como órgano de aplicación. El decreto 1025 estableció un nuevo paradigma al establecer “un régimen general de libertad de competencia y desregulación de la actividad económica”, aún vigente. La Asociación de Revistas Culturales e Independientes de Argentina (AReCIA) denunció junto a Canillitas las consecuencias que ese decreto produjo hacia la concentración del mercado gráfico. Plaini: “El decreto desregulaba totalmente la actividad y nos pasaba al área de Comercio. Nos sacaba del ámbito laboral. Eso fue auspiciado por Clarín y La Nación. El 1 de julio de 2000 hicimos un paro general”.
El proceso desregulatorio siguió con la quita de 8 puntos del porcentaje de precio de tapa de las publicaciones, que conforman el salario canillita. Por las presiones de las corporaciones mediáticas el Estado redujo el 40 por ciento del precio de tapa al 32 por ciento. “Eso significó que perdimos entre un 22 y un 25 por ciento de nuestro salario”, dice Claudia Herrera. “De repente nos quedamos con el 75 por ciento de nuestro sueldo, trabajando de lunes a lunes, sin ningún feriado: sólo teníamos el 1 de mayo, el 25 de diciembre y el 1 de enero. Hubo años donde muchísimos compañeros no podían irse de vacaciones”.
La lista encabezada por Omar Plaini ganó las elecciones del 2006. “Por cuatro votos”, dice. Y también dice que, a partir de ese momento, empezaron a luchar por sus derechos.

El respeto es un derecho

Hicieron paros, movilizaciones, juntada de firmas, convocatorias. “Hicimos 184 reuniones zonales en 9 meses. Inauguramos las asambleas y los plenarios abiertos para discutir con todos los compañeros los problemas del sector. En ese momento dijimos que desde 1998 nos habían arrebatado el 7 de noviembre (Día del Canillita) por decisión de los grandes diarios, que editaban igual y el gremio nunca se opuso. Tuvimos ovación: la propuesta fue unánime. Y ese 7 de noviembre paramos: los diarios se editaron todos, sacaron personal propio a distribuirlos, pero hicimos combate. Les mojábamos los periódicos. En 2009 el feriado fue ley nacional”.
En 2010 consiguieron el viernes santo.
Vila: “Sumamos plus por días de descanso, recuperamos el porcentaje en algunos diarios (no todos: Clarín, La Nación, Página/12 son algunos de los que aún pagan 32 por ciento), ganamos porcentajes mayores en revistas de suscripción. Con esto arrancamos muchas acciones de reivindicación y de posicionamiento político. Este era un sindicato gris, amarillo, y nosotros logramos posicionarlo: que el canillita sea una marca y nos traten con respeto”.
En ese marco irrumpe lo que Plaini describe como la discusión central: la desregulación. “Con los decretos lo que pasaba era que nunca reconocían nuestra laboralidad: esa fue la gran batalla. En 2009 pedimos volver a la vieja ley 12.921, que nos otorgaba la exclusividad, el porcentaje, la devolución de los diarios no vendidos y nos daba la calidad de sujeto de derecho laboral. En 2009, logramos que el decreto 1693 modificara los artículos 3 y 4 del sancionado por De la Rua: ahí dice que estamos en un régimen de libre comercio siempre y cuando no afecte la tutela de los derechos laborales. Luego, logramos que nuestra actividad no sólo sea considerada comunicacional sino cultural y al servicio de la comunidad”.
Esas reivindicaciones –dicen los canillitas- les trajeron enemigos muy poderosos.

La catástrofe

La intervención que dictó Martínez de Giorgi es la séptima en la historia del gremio. Las otras: 1955 (dictadura de Aramburu), 1962 (golpe a Frondizi), 1969 (dictadura de Onganía), 1976 (dictadura de Videla), 1986 y 1989. Esta última, durante el gobierno de Menem, tiene un apellido en común con la última intervención: el ministro de Trabajo era Jorge Triaca, padre del actual ministro de Trabajo (de igual nombre) del Gobierno de Mauricio Macri.
El 18 de julio a las 11 de la mañana se presentaron tres interventores del Ministerio de Trabajo para conformar la comisión administradora y normalizadora. Vila: “No saben nada de la actividad, porque es muy compleja en su esencia. Acá no hay no hay una patronal definida y hay situaciones de conflictividad todo el tiempo: con las municipalidades, con los corrimientos de las paradas, con los distribuidores, con los propios vendedores. Eso nos preocupa: ¿una intervención a quién va a defender? ¿A los vendedores o las editoras?”.
Plaini: “Nuestro gremio es estratégico por la comunicación. También el más plural: están todas las voces. No es casualidad que la mayoría de las intervenciones fueron en dictaduras”.
Vila enmarca la actual intervención en contexto.
“Me llama la atención los últimos sucesos que ocurrieron en el último mes: todos los días un procesado, una denuncia, alguien perseguido, alguien que se quiere desaforar. Si no es De Vido, es Boudou, el contador de los Kirchner o la intervención de Canillitas. Así todos los días: es como una política de marketing. Mantienen denuncias por un lado pero, por otro, dan un mensaje al mundo sindical: ´Si se portan mal, el peso es éste´. La agenda que sale a las 3 de la mañana de la cinta de un diario se replica durante 24 horas por múltiples plataformas: tener un gremio como Canillitas disciplinado es lo que más anhelan los grandes grupos. La caída de la venta de los diarios es tan profunda que uno se pregunta por qué meterse con un gremio que va mal. Nosotros visualizamos que el gremio va a seguir siendo importante: por su anclaje en el territorio y su entretejido social el vendedor de diarios está en todos los lugares. Y esto es así: o se reconvierte en beneficio de los trabajadores o en servicio de los grandes grupos. El panorama en el sector durante estos años fue de mayor concentración de los recorridos de la distribución. Antes había 100, hoy hay una ventena y aproximadamente el 50 por ciento está en manos de Clarín. ¿Qué quiere decir? Que primero dominan la distribución y, lo que le sigue, es el punto de venta. Si ya tienen parte de la distribución tomada y luego intervienen el sindicato de vendedores, el negocio es terriblemente catastrófico”.

“Nos falta el coraje de ver la realidad”

Plaini también es el secretario administrativo de la CGT y una de las voces más vehementes que exigieron paro y movilización en los diversos plenarios que realizó la mayor entidad gremial del país. Luego del plenario de secretarios generales realizado en el Microestadio de Ferro, el triunvirato conformado por Héctor Daer, Carlos Acuña y Juan Carlos Schmid difundió un documento crítico y convocó a una movilización –sin paro- para el 22 de agosto.
-¿Cómo ve a la CGT en este escenario? En la asamblea que realizaron en la puerta del sindicato luego de la intervención, el pedido fue concreto: “Paro”.
-Exactamente el mismo planteo hice en la CGT. Creo que la unidad ha sido un paso importante, pero no fue su totalidad. Sigue habiendo divisiones en el movimiento sindical y algunos sectores siguen estando afuera, por más que estén adhiriendo (el MASA, que encabeza el taxista Omar Viviani y el ferroviario Sergio Sassia, no participó en el plenario en Ferro). Yo lo dije y lo resalto: hay que cambiar la actitud en la CGT. Este Gobierno no dejó cosa por hacer en perjuicio de los sectores más vulnerables y de los trabajadores. Despidos, suspensiones, inflación, intervenciones, allanamientos, endeudamiento externo brutal. ¿Qué más? La CGT tiene que cambiar la actitud, porque lo que hoy te exige la base es un plan de lucha. Yo soy parte y estas cosas las discuto dentro del parlamento obrero. He aceptado hasta ahora la decisión de la mayoría de los componentes de ese secretariado, pero mi posición es clara: hay que hacer un paro y una movilización. De lo contrario, la imagen de la base con respecto a la CGT se deteriora.
-Más allá de si provino de sectores específicos o no, la movilización del 7 de marzo dejó una frase que luego se instaló como concepto ante esa indefinición: “Poné la fecha”.
-Cometimos errores. Ese 7 de marzo nació como una convocatira al sector industrial, después nos sobrepasó y acompañaron todos los sectores: movimientos sindical, movimientos sociales y ciudadanos autoconvocados. Y me parece que ahí habría que haber tomado una decision. Pero claro: en un triunvirato es muy difícil, si no hay un solo liderazgo. Tampoco eso se construye de la noche a la mañana. Más allá de que ese día pudo haber provocadores o vaya uno a saber qué, yo estaba entre los que esperaban que se tomara otra actitud.
-¿Está a tiempo de modificarla?
-Es muy difícil saberlo. Creo que tenemos que ir camino, más tarde o más temprano, a un solo liderazgo. Y estoy convencido de que la base difícilmente se equivoque. Siempre pongo un oído abajo, y cuando vos no escuchás lo que te dicen o no respondés, eso finalmente tiene una consecuencia. Hoy creo que a nosotros nos faltó y nos falta el coraje de ver la realidad. De lo contrario, te convierte en una actitud de connivencia con el gobierno. Eso es lo que piensan los trabajadores abajo. Y son la mayoría.

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La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…

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Se cumplen hoy 47 años de la primera aparición de las Madres en la Plaza de Mayo. La fecha llega en un momento en el que lavaca ha puesto en marcha un registro fotográfico colaborativo sobre las actuales rondas de Madres: una forma de homenaje, sabiendo que la memoria no es hablar del pasado, sino comprenderlo para actuar en el presente y el futuro.

Esta es una recorrida entonces, con un resumen del antes, el durante y el después de la instauración del terrorismo de Estado. Cuenta el nacimiento de la organización de estas mujeres que salieron a reclamar por la vida y, frente al horror y la desaparición de sus hijos e hijas, y lograron lo que parecía inconcebible: transformar el dolor en acción. ¿Cómo lo hicieron? Un recorrido por las últimas décadas, y algunas cuestiones prácticas sobre los tejidos, los territorios, las brujas y los alumbramientos. El video que muestra parte de la historia.

Por Sergio Ciancaglini

La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…
La historia de las Madres de Plaza de Mayo.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos.

La historia suele ser infinita, ¿cómo contarla?

Habría que hablar de un siglo XX Cambalache, que empezó con el país granero del mundo, con trabajo para pocos, democracia para pocos, dinero para menos, alguna ilusión de tiempos mejores, seguida de décadas infames. Surgió luego un gobierno que generó una expectativa de más justicia, y más democracia. La política empezaba a estar en las calles, en las plazas, en la cabeza y en el corazón de cada persona.

Ese gobierno fue tumbado en 1955 por los poderes económicos, políticos y militares de siempre. Poco antes los golpistas habían bombardeado con la aviación militar a transeúntes inocentes en plaza de Mayo. Más de 300 muertos. Que hubiera más igualdad de oportunidades, o mejor distribución de la riqueza, era una maldición que había que mutilar. Tierra extraña; aquí siempre hubo una envidia al revés. Los ricos envidiaron a los pobres, odiaron que los pobres pudiesen mejorar.

En 1956 aquella dictadura fue pionera: secuestró ilegalmente a decenas de personas acusándolas de planear una rebelión. Los militares ordenaron los fusilamientos en los basurales de José León Suárez. Fue la Operación Masacre, como la llamó Rodolfo Walsh en un libro inolvidable. Lo que nadie sabía, ni siquiera Walsh, es que la Operación Masacre apenas empezaba.

Poco después, en una pequeña isla del Caribe frente a las narices de los Estados Unidos, hubo una revolución que se proclamó socialista. Los militares argentinos temieron que esa revolución fuese contagiosa, y gatillaron sus armas junto a los de todo el continente.

Siguieron los tiempos de proscripción política, censura, gobiernos civiles derrocados, gobiernos militares que se iban tumbando entre ellos, mientras las fuerzas armadas actuaban como tropas de ocupación en su propio país, como trincheras contra la democracia, en nombre de la lucha contra el socialismo.

Frente a eso, crecía la resistencia de quienes que no se resignaban al silencio, la censura, ni al olvido. Resistían los mayores, con una especie de nostalgia por el pasado. Y resistían también los jóvenes, como añorando el futuro, pero un futuro que querían construir con sus propias manos.

El surgimiento de las Madres de Plaza de Mayo

Un argentino que había puesto la mente y el corazón para aquella revolución en la isla del Caribe, fue capturado y fusilado cuando quiso hacer algo parecido en Bolivia. Le decían Che. Los que lo mataron no sabían que lo estaban inmortalizando. El mundo se ponía violento. En todo el planeta oleadas de jóvenes salían a reclamar justicia, igualdad, rechazo a la guerra y la muerte, un mundo distinto.

En la Argentina las dictaduras seguían tropezando con las resistencias. Hubo un Cordobazo, un Rosariazo, la juventud se movilizaba pintando paredes y pintando proyectos. La democracia seguía presa. La violencia militar seguía libre. Nacieron las organizaciones guerrilleras, que quisieron agregarle armas a toda esa resistencia.

Tal vez esta historia haya que comenzarla, entonces, en 1972. El 22 de agosto en Trelew hubo una nueva versión de la Operación Masacre. Allí habían detenido a miembros de varias agrupaciones guerrilleras. Fueron acribillados a balazos, indefensos, con el falso pretexto de un intento fuga. Mataron a 16. Hubo tres que sobrevivieron por milagro, y contaron lo que había pasado. Tal vez en aquel momento, cuando el crimen fue evidente, los estrategas militares empezaron a diseñar la represión del futuro: matar sin evidencias.

Las movilizaciones protagonizadas fundamentalmente por la juventud, empezaban a ser gigantescas. La trinchera militar no soportó la correntada de tantos sueños, y en 1973 la vida pareció cambiar. Una multitud obligó a liberar a los presos políticos. La ilusión no duró demasiado.

Fue una danza alucinada.

Cámpora ganó las elecciones. Volvió Perón. En Ezeiza las patotas de la derecha peronista acribillaron a las columnas juveniles. Perón apoyó a esos grupos, contra la juventud. Cayó Cámpora. Asumió Lastiri que era el yerno de José López Rega. López Rega era ex policía, nazi militante, secretario privado de Perón, ministro de Bienestar Social, y astrólogo esotérico. Como si su brujería funcionara, concentró cada vez más poder. Lastiri llamó a nuevas elecciones que ganó Perón. Ocho meses después, murió Perón y asumió su esposa Isabel. La sociedad miraba aturdida, mientras el sistema de la muerte se instalaba alrededor de López Rega, que organizó a los matones policiales, militares y a las patotas de la derecha, para crear un monstruo al que llamaron Triple A. Alianza Anticomunista Argentina.

La Triple A era un escuadrón de la muerte, un grupo paramilitar con vía libre para salir a matar. Estudiantes, intelectuales, sacerdotes, artistas, sindicalistas, obreros: la sucesión de fusilamientos se hizo cotidiana, el terror empezó a ser la genética de cada día.
La lista es macabra. Cientos de víctimas. Por recordar algunos: Rodolfo Ortega Peña, diputado nacional y abogado de presos políticos. Carlos Mujica, sacerdote del Tercer Mundo, Silvio Frondizi, uno de los principales intelectuales que dio la izquierda argentina, Julio Troxler, que había sobrevivido a los fusilamientos de 1956. Atilio López, uno de los dirigentes del Cordobazo, que durante la breve etapa camporista fue vicegobernador de Córdoba.

Los bombardeos en Plaza de Mayo y la matanza en los basurales habían sido premoniciones.
Los fusilamientos de Trelew fueron una secuela.

La Triple A fue el perfeccionamiento del crimen mafioso.

El terrorismo de Estado y la desaparición forzada

Pero ahora imaginemos.

Imaginemos por un momento que hubiera miles de masacres como las de los basurales de José León Suárez. Imaginemos que hubiera de pronto miles de fusilamientos como los Trelew. Y miles de Triple A matando por las calles con absoluta impunidad.

Eso fue la dictadura militar, cuando los militares dieron el golpe de Estado para imponer la máquina de matar corregida y aumentada al infinito. Fue hace exactamente 30 años. Le pusieron un nombre que sería cómico, si no fuera tan patético. Proceso de Reorganización Nacional. El comunicado número uno que emitieron decía:

Se comunica a la población que, a partir de la fecha, el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta de Comandantes Generales de las FF.AA. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento a las disposiciones y directivas que emanen de autoridad militar, de seguridad o policial, así como extremar el cuidado en evitar acciones y actitudes individuales o de grupo que puedan exigir la intervención drástica del personal en operaciones.

Más que nunca, la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Pero esta vez, además, inventaron una especie de acto de magia superior a los de López Rega. La magia más perversa que alguien pueda imaginar.

No más bombardeos, ni basurales, ni fusilamientos en cárceles, ni homicidios mafiosos a la luz del día.

Los perseguidos, las víctimas, iban a desaparecer.

No iban a estar más: secuestrados y esfumados de la noche a la mañana.

Los militares creían que al no haber cuerpos, al no haber pruebas ni quedar en evidencia, nadie podría acusarlos de crimen alguno.

Eso es el terrorismo de Estado. Las Fuerzas Armadas se dedicaron a la muerte clandestina, mientras en público sus jefes iban a misa a ser bendecidos, a comulgar, y a la salida sonreían. En sus discursos hablaban de la ley, el orden, la paz y el progreso.

Empezó la cacería. Zonas liberadas, gritos en la noche, secuestros de gente indefensa, la absoluta desaparición de la justicia.

Hay bibliotecas enteras que podrían leerse para entender lo que pasó. Pero hay también una carta. Apenas un año después del golpe Rodolfo Walsh –otra vez- escribió en la clandestinidad su Carta abierta a la Junta Militar, donde explicó lo que nadie se atrevía a decir.

Hablaba de un lago cordobés convertido en cementerio lacustre. De personas arrojadas desde aviones militares al Río de la Plata, cuyos cadáveres afloraban en las costas uruguayas. Denunciaba un sistema de tortura absoluta, intemporal y metafísica, aplicada tanto con métodos medievales como el potro o el torno, como con la tecnología de la picana eléctrica, para machacar la sustancia humana. Hablaba de las guarniciones y comisarías convertidas en campos de concentración. De las mentes perturbadas de los militares que torturaban. Decía, apenas un año después del golpe y en medio de la censura y el terror: “Quince mil desaparecidos y desaparecidas, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror”.

Pero hay otro párrafo, que cada día se entiende mejor. Le decía a los militares:”Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”.

Ahí estaba la clave para entender el crimen: la miseria planificada.

Walsh fechó esa carta el 24 de marzo de 1977, distribuyó varias copias, y un día después fue secuestrado por los militares.

Nunca más se supo de él.

Es otro desaparecido.

Érase una vez 14 mujeres: La historia de las Madres de Plaza de Mayo

En esa noche, hubo un parto.

En medio de la oscuridad, un alumbramiento.

Nació una historia.

Muchas madres y padres salieron a buscar a sus hijos. Salieron de sus casas, salieron del útero de su rutina habitual a enfrentar al aparato represivo más imponente de la historia del país. Llevaban impresas en la piel la desesperación y el amor, y de allí les nació el coraje. Recorrieron hospitales, caminaron juzgados, se atrevieron a ir a comisarías y cuarteles. Buscaron a las morgues. Nadie sabía nada. La ley del silencio. Cada día era la esperanza de una noticia. Cada noche era la frustración del silencio.

Los padres varones, de a poco, volvieron a sus trabajos.

La mayoría de las madres eran amas de casa: tenían intacto el tiempo y la sensación de que no había otra cosa que hacer que dedicar cada hora, cada minuto y cada segundo de vida a la búsqueda.

Estaban solas, moviéndose, preguntando inútilmente, aturdidas por tanto silencio. De a poco, empezaron a cruzarse por los mismos laberintos, a reconocerse y a descubrir que había otras que compartían esa especie de señal que cada una llevaba como un código secreto en la mirada: la desesperación y la incertidumbre.

Ese fue un primer triunfo contra el aislamiento. Comenzaron a encontrarse, reunirse, acompañarse. Estar juntas fue el modo de escaparle al terror de estar solas. Pero fue mucho más que eso.

Un día, esas mujeres se descubrieron a sí mismas en una iglesia militar, donde un cura psicópata les recomendaba santa paciencia y las confundía con rumores, insinuaciones y desinformaciones. Intuición femenina: les estaban mintiendo sistemáticamente, nadie hacía nada por salvar a sus hijos.

Una de esas mujeres dijo: Basta.

Y dijo: tenemos que ir a la Plaza de Mayo, tenemos que hacer ver y oír lo que nos pasa. Era una mujer con nombre de flor.

Y ese grupo de mujeres decidió que Azucena Villaflor tenía razón: su lugar sería la Plaza de Mayo.

La plaza sería el territorio de estas madres.

No tenían oficina, pero habían encontrado un lugar espacioso, aireado, iluminado y muy céntrico.

No tenían sillones mullidos, pero había bancos de plaza.

No había escritorios, pero tenían las faldas para apoyar allí las carpetas, expedientes, cuadernos o que hiciera falta.

No tenían alfombras, sólo baldosas y unas palomas revoloteando.

No tenían recepción, pero podían verse de lejos mientras iban llegando. No tenían teléfonos, pero se pasaban papelitos con mensajes, informes, o futuros puntos de encuentro.
Ocultaban esos mensajes en ovillos de lana, por si la policía o los militares se les cruzaban en el camino.

No querían que las descubrieran. Ya que tenían los ovillos, llevaban agujas y tejían en la plaza, mientras iban pasándose información, inventando qué hacer, cómo buscar, cómo evitar la impotencia de no hacer nada. Penélope tejía esperando el regreso de su marido. Ellas tejían juntas las acciones para buscar a sus hijos y denunciar lo que estaba pasando.

La primera vez fue el sábado 30 de abril de 1977. Eran sólo 14 en la Plaza de Mayo. Como no había casi nadie, decidieron volver el viernes siguiente. Después, una de las madres avisó, como atajándose de los malos augurios: “Viernes es día de brujas”. A la semana siguiente empezaron a encontrarse los jueves, el día que nunca más abandonarían, para escaparle a las brujas.

La policía empezó a desconfiar. Por el Estado de Sitio, se impedía cualquier reunión de tres personas o más, por ser potencialmente subversiva.

Para decir la verdad, en este caso tenían razón: buscar la vida era subversivo. Como pájaros de uniforme, los policías empezaron a revolotear alrededor esas mujeres que hablaban y tejían de los asientos de la plaza. Ordenaron: “Caminen, circulen, no se pueden quedar acá”. Ellas se pusieron a caminar y a circular alrededor del monumento a Belgrano, en sentido contrario a las agujas del reloj: como rebelándose contra cada minuto sin sus hijos.

Marchaban, cada jueves, en las narices del gobierno dictatorial más temible. La plaza ya era el territorio de las Madres.

Algunos periodistas extranjeros descubrieron esas raras vueltas y vueltas. Consultaron a los militares. Les contestaron que eran unas mujeres trastornadas, unas Madres Locas que andaban buscando a gente que no estaba en ningún lado. Gran parte de la sociedad prefería no darse por enterada. La censura bloqueaba orejas, cerebros y corazones. Las madres locas eran las únicas que parecían cuerdas, tejiendo y circulando al revés que las agujas del reloj.

En octubre de 1977 se sumaron a la peregrinación a Luján, que congregaba a un millón de jóvenes. El problema era cómo encontrarse y reconocerse en la multitud. Alguien propuso que todas se pusieran un pañuelo del mismo color. Lo del color era un problema, pero entonces una de las madres tuvo una ocurrencia: ¿Por qué no nos ponemos un pañal de nuestros hijos? No existían los pañales descartables y la mayoría de las madres todavía guardaba los de tela, tal vez pensando en los nietos.

Frente a la Basílica, reclamaron y rezaron por los desaparecidos y desaparecidas. Todos los que estuvieron pudieron verlas, identificadas con los pañales blancos en sus cabezas. Poco después hubo una marcha de los organismos de derechos humanos, que terminó con 300 personas detenidas, incluidos –por error- varios periodistas extranjeros. Gracias a tanta eficiencia, el mundo empezaba a enterarse de lo que ocurría. En la comisaría las Madres rezaban Padrenuestros y Avemarías. Los policías no se atrevían a incomodar a mujeres tan devotas. Entre rezo y rezo, haciendo cruces, miraban a los uniformados, les decían “asesinos”, y seguían rezando. Amén.

El hecho de reunirse, romper el aislamiento, buscar a sus hijos, se convirtió en sí mismo en un delito. Diciembre de 1977, un oficial de la marina que se hacía pasar por hermano de un desaparecido organizó el secuestro y desaparición de tres de las madres, dos monjas francesas y otros familiares y amigos. Así era el coraje militar.

Las madres estaban organizando la colecta para publicar una solicitada el 10 de diciembre, denunciando las desapariciones.

El 8 de diciembre secuestraron a Esther Careaga y a Mary Ponce de Bianco en la Iglesia de Santa Cruz, junto a ocho personas más, incluida la monja francesa Alice Domon. Esther era paraguaya. Ya había encontrado a su hija adolescente, a la que los militares habían liberado. Las otras madres le habían pedido que volviera a su casa, que ya no se arriesgara más. Esther no les hizo caso, decidió seguir junto a ellas hasta que encontraran a cada uno de sus hijos.

Dos días después, desapareció la mujer con nombre de flor. El terror de aquellos tiempos superó todo lo imaginable. Desaparecían quienes buscaban a los desaparecidos y desaparecidas. Pero los militares habían sido selectivos: secuestraron a quienes todas siempre consideraron “las tres mejores madres”. Sin Azucena, había que elegir: seguir, esconderse, o volverse a casa. Para las madres no hubo demasiadas dudas: ahora no solo debían buscar a sus hijos e hijas, sino también a sus amigas y compañeras. Lograron sobreponerse a la parálisis y al terror, para seguir su marcha.

Azucena había parido la idea de que las madres se organizaran para nunca más estar solas en su lucha. Y había dicho algo: “Todos los desaparecidos son nuestros hijos”. Así estaba socializó la maternidad, potenció a cada madre y le dio grandeza a cada minuto de resistencia.

Llegó el Mundial 1978. El fútbol tapando de gritos y sonrisas la realidad, mientras a pocas cuadras de la cancha de River seguían torturando gente en la ESMA. El mundial fue oxígeno para los militares: para seguir matando y seguir castigando cada vez a más gente con la miseria planificada. Las madres cambiaron sus lugares y horarios de reunión. No todos los jueves iban a la Plaza, para evitar que las detectaran. Cuando iban, la policía les largaba los perros. Cada una llevaba un diario enroscado para sacarse a los perros de encima, una de las pocas cosas útiles para las que servían los diarios de esa época.

Muchas veces detenían o demoraban a alguna de ellas en las comisarías. Se les ocurrió una idea: cuando una iba presa, se presentaban todas y pedían ir presas ellas también. Los policías veían llegar a decenas y decenas de mujeres que exigían ser encarceladas junto a su compañera. Una vez fueron tantas las que exigieron ser detenidas, que tuvieron que llevarlas en un colectivo de la línea 60.

Madres locas, dirían los policías, que no sabían bien qué hacer: muchas veces las soltaban para sacárselas de encima.

Cuando en la Plaza le pedían documentos a una, todas las demás se acercaban a la policía a entregar también los suyos. Cientos de documentos, cédulas y libretas cívicas, que la policía tenía que verificar. De paso, las madres se quedaban más tiempo en la plaza.

En 1979 llegó al país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. También el fútbol jugó en contra. El mundial juvenil tenía a todos pendientes de Maradona, y los militares aprovecharon para que relatores de fútbol y periodistas radiales llamaran a la gente a Plaza de Mayo, y que de paso repudiaran a quienes hacían cola para declarar ante la Comisión. Querían mostrar lo que llamaban “la verdadera imagen del país”. Decían: “los desaparecidos algo habrán hecho”, o “por algo será que se los llevaron”. Los hinchas, sin embargo, no molestaron a los que estaban esperando para hacer sus denuncias.

Ya era la época de la plata dulce, la fiesta de las multinacionales, el dólar barato, miles de argentinos gastando en el exterior lo que nunca habían sabido ganarse, gracias a la miseria planificada de millones.

Los diarios y las revistas no sólo censuraban la información para defender su negocio, sino que hacían campañas por los militares: “Los argentinos somos derechos y humanos”. Confirmado: nunca hay que subestimar la estupidez humana, la capacidad de negación, el tamaño de la crueldad.

En ese 1979 hubo otro parto, otro alumbramiento: las Madres decidieron crear la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Si todas estaban en peligro, esa era una forma de mantener la lucha viva. La casualidad, o el destino, determinaron que la asociación fuese creada en una fecha imposible de olvidar: 22 de agosto. Habían pasado siete años de la masacre de Trelew, aunque parecían siete siglos.

Los militares asesinos argentinos inventaron un conflicto contra los militares asesinos de Chile, que a todos les servía para ganar tiempo en el poder. En esos días fue muy próspero el negociado de la fabricación de ataúdes, hasta que el Papa intervino. Secuestros clandestinos y desapariciones en la noche, permitían mirar para otro lado. Guerra abierta entre gobiernos tan vecinos y tan beatos era demasiado. Hasta para el Vaticano. Amén.

Seguían encontrándose en plazas y bares. Para que no las descubrieran cambiaban el nombre. Si iban a ir a Las Violetas, decían Las Rosas. Ellas mismas llevaban en sus carteras las carpetas, las denuncias, los expedientes.

Recién en 1980, gracias a los apoyos internacionales, las Madres pudieron tener una oficina. Pero también ese año decidieron volver a su territorio, la Plaza de Mayo, para nunca más abandonarla.

Fueron un jueves, al jueves siguiente las estaba esperando un escuadrón entero, con las armas gatilladas. Ellas cambiaban el horario, circulaban por donde no las veían. Poco a poco envolvieron a la Pirámide de Mayo con sus marchas que nadie podía detener. Llevaban diarios enroscados. Pronto aprendieron de sus hijos, y llevaban también botellitas de agua y bicarbonato por si las esperaban con gases lacrimógenos. No necesitaban gases para llorar. Pero habían decidido transformar el llanto en acciones.

Los militares eran la rigidez y la violencia. Las madres eran la fluidez y la energía. Los militares y la policía eran la muerte. Los verdugos. Las madres eran la vida.

Se editó el primer boletín de Madres, se iba ganando apoyo afuera y adentro. Los militares llamaron a los viejos políticos a dialogar, como abriendo el paraguas frente a la crisis económica y a su propio desgaste. Pero las Madres estaban simbolizando dónde estaba la verdadera política, y quiénes eran sus nuevos protagonistas. En 1981 lo demostraron retomando la Plaza y haciendo la primera Marcha de la Resistencia. Solas, pocas, pero juntas, resistiendo 24 horas seguidas.

Vinieron épocas de ayunos, de tomas de iglesias y catedrales. Los jóvenes, sobre todo, se conmovían. Nació la consigna “aparición con vida”.

El 30 de abril de 1982, hubo manifestaciones de protesta en Buenos Aires contra la situación económica, la miseria planificada, con la policía reprimiendo a todos. Dos días después, se llenó la Plaza de Mayo para aplaudir a los militares que habían invadido Malvinas, creyendo que así se iban a reciclar en el poder en una especie de brindis perpetuo.

Las Madres dijeron que la guerra era otra mentira. Los militares que secuestraban cobardemente, torturaban clandestinamente y asesinaban tirando cuerpos al río, no podían convertirse de un día para otro en patriotas impecables y valerosos guerreros. Por decir eso, acusaron a las Madres de antinacionales. Ellas inventaron un cartel: “Las Malvinas son argentinas. Los desaparecidos también”. Muchos que acompañaban a las Madres las criticaron: había que estar del lado de la guerra, del lado de los militares. El tiempo mostró quién tenía razón sobre los guerreros, entre ellos el mismo que había delatado a Azucena, Esther y Mary.

La derrota de los militares resucitó la posibilidad de la democracia. Se abrió la multipartidaria, formada por cantidad de partidos y políticos muchos de los cuales, durante los tiempos más duros de la represión, habían sido expertos en el arte de callar.

En 1983 hubo elecciones, Alfonsín llegó a la presidencia, y las madres hicieron la marcha de las siluetas para que nadie olvidara a los ausentes. En los afiches decían que esos hijos e desaparecidas habían luchado por la justicia, la libertad y la dignidad.

El gobierno formó la CONADEP, la comisión nacional para la desaparición de personas. Las madres desconfiaron, no quisieron integrarla. Siempre prefirieron la calle, y no las comisiones. Crearon un periódico, la Asociación iba creciendo y seguía reclamando aparición con vida y castigo a los culpables.

En 1985 Alfonsín las citó, pero luego no las atendió porque tenía que ir al Colón, según la explicación oficial. Las Madres tomaron la Casa Rosada, y se quedaron ahí instaladas como forma de resistencia pacífica. Esas acciones mostraban la grieta entre los discursos sobre los derechos humanos que hacía el gobierno, y la realidad. Y mostraban cómo el protagonismo político se desplazaba de los políticos de museo, a los movimientos generados en la sociedad para enfrentar los problemas tomando las riendas de sus propias decisiones.

Se hizo el juicio a las Juntas, pero sólo hubo dos condenas a prisión perpetua. Las de Videla y Massera. Los otros jefes militares recibieron penas bajas, o fueron absueltos. Las Madres opinaron del siguiente modo: se levantaron y se fueron de la sala de audiencias.

Seguían las acciones, marchas, escraches a los militares en sus casas, viajes y campañas en todo el mundo, la lucha contra las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, La lucha contra las rebeliones de Semana Santa y de los carapintadas, La marcha de las manos, La marcha de los Pañuelos, cuando taparon la casa de gobierno de pañuelos blancos, los premios internacionales.

El apoyo a los conflictos, a las huelgas, a los reprimidos y a los perseguidos.

Empezaban a hacer propia una idea: el otro soy yo.

Las Madres, además de denunciar lo que había ocurrido con sus hijos, hicieron otra cosa: comenzaron a levantar las mismas ideas y sueños por las que esos jóvenes habían luchado.
Por eso sintieron que aún sin estar, sus hijos las estaban pariendo.
Aquellas amas de casa desgarradas por la desesperación, habían logrado transformar el dolor en acción y en pensamiento.

Todas estas luchas se multiplicaron al infinito cuando Menem llegó a la presidencia para perfeccionar, en democracia, la miseria planificada: privatizó el país, regaló el Estado, masificó el desempleo, protegió a toda clase de mafiosos, asesinos y corruptos, y además los puso a gobernar con él. De paso indultó a todos los militares que habían sido condenados.

Hubo más de lo mismo cuando subió De la Rúa, y las madres estuvieron allí, nuevamente en la plaza, el 19 y 20 diciembre, cuando ese gobierno intentó imponer el Estado de Sitio y se dedicó a reprimir a miles y miles de personas hartas de tanta decadencia y de tanta mentira. Nuevamente las plazas se llenaron de balas, y de jóvenes muertos.

La historia reciente es más conocida, las Madres y su universidad llena de jóvenes, de movimiento, de conferencias, de proyectos. Las Madres y su flamante radio, para que se escuche cada cosa que hay que decir. La intervención en cada lucha contra las mafias, contra la miseria, contra la muerte.

Y cada jueves, como siempre, las madres circulando, tejiendo solidaridad, construyendo este territorio de la Plaza para que sea el espacio de todos.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos. Las madres están dejando esa herencia.

Cómo convertir al dolor, en acción.

La parálisis y el miedo, en lucha.

La desesperación, en coraje.

Las lágrimas, en acciones.

Para acorralar a la muerte, como el primer día:

tejiendo luchas,
haciendo circular los sueños,
y alumbrando la vida.

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4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

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La familia de la joven asesinada en Capilla del Monte volvió a viajar de Buenos Aires a Córdoba para reclamar que se asigne urgentemente un fiscal en la causa y que se investigue su femicidio. Hace 4 años el cuerpo de Cecilia fue encontrado luego de estar 20 días desaparecido; su familia denuncia una trama local que involucra a la última persona que la vio con vida, el ex boxeador Mario Mainardi, jamás investigado, y la complicidad de la justicia de Cruz del Eje, representada por Paula Kelm, que buscó inculpar a un perejil. Gracias a la lucha familiar se logró anular esa línea de investigación, que culminó en un juicio nulo, pero desde entonces no se retomó la instrucción; y pese a que en diciembre se anunció que un nuevo fiscal tomaría la causa, eso no sucedió, y las dilaciones siguen. Crónica de una nueva reunión con promesas y sin hechos, cuando la impunidad se hace cada vez más grande y el reclamo, también: “Verdad y justicia para Cecilia Basaldúa”.

Por Bernardina Rosini

Daniel y Susana, padre y madre de Cecilia Basaldúa ya perdieron la cuenta de las veces que han viajado desde la ciudad de Buenos Aires a Córdoba con el único objetivo de lograr justicia por su hija. Han perdido esa cuenta pero no la cantidad de días que contabiliza la impunidad: 1460, es decir, cuatro años. 

En efecto, hace cuatro años (el 25 de abril de 2020) encontraron el cuerpo de Cecilia Gisela Basaldúa en un codo del Río Calabalumba en Capilla del Monte, luego de veinte días de estar desaparecida. Cuando Daniel y Susana llegaron ayer a los Tribunales en Córdoba Capital, se los ve invadidos por la bronca y el hartazgo. Son cuatro años sin Cecilia y a la par sostienen que las líneas de investigación han sido deliberadamente manipuladas y el material probatorio  de contundencia, ignorado

La última vez que estuvieron parados sobre esa vereda fue el pasado 7 de diciembre, tras reunirse con el Fiscal General Juan Manuel Delgado. Celebraban la noticia: “Tenemos fiscal, vinimos con 3.000 firmas de apoyo pidiendo fiscal y lo tenemos. Es el Nelson Lingua y comienza el 1° de febrero, después de la feria judicial”. Cinco meses después, otra vez viajan 700 kilómetros para golpear la puerta del Palacio de Justicia pues tal designación no sucedió y la causa acumula once meses sin fiscal a cargo de la instrucción.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas
Daniel Basaldúa y Susana Reyes, papá y mamá de Cecilia: viajaron desde Buenos Aires para mantener una reunión y reclamar justicia por su hija.

El baile del fiscal

Mientras los Basaldúa llegaban el 25 de abril nuevamente a Córdoba para pararse frente a Tribunales y exigir justicia, fueron notificados que la Fiscal General Adjunta Bettina Croppi los convocaría a una reunión. 

Antes de ingresar al edificio Daniel comparte la situación actual de la causa “Nos vienen diciendo que no designan fiscal porque falta una firma: me cuesta creerlo. No puedo hacer nada más que venir y reclamar. Hasta ahora la única justicia que logramos fue que no metan preso a un inocente”. 

Hoy le cuesta hablar; tiene un nudo en la garganta y el rostro de su hija estampado sobre el pecho. “Sólo espero que esta investigación vaya tras los verdaderos sospechosos, tras Mario Mainardi, última persona que vio a Cecilia con vida, quien tenía pertenencias de ella y las regaló; la policía y la fiscal Paula Kelm contaban con ésta y más información y nunca lo investigaron. No podemos creer que Mainardi, que dijo trabajar en Uber porque no podía acreditar ingresos, tenga más poder que Diego Concha, quien fue durante décadas Director de Defensa Civil de la provincia y sin embargo hoy está preso”. 

Daniel pasa lista de todos los uniformados que participaron del caso y que hoy se encuentran desplazados, procesados o presos por distintas causas: el común denominador es la violencia de género. 

Mientras las abogadas ingresan junto a los padres de Cecilia a la reunión, afuera les esperan periodistas, agrupaciones feministas, trabajadores de la Secretaría de Derechos Humanos y familiares víctimas de violencia institucional. Repiten el colgado de banderas, los carteles con rostros de otras víctimas, y los cantos que se recitan como mantras: “¡¡Queremos fiscal, queremos fiscal, queremos fiscal!!” y “¡¡Justicia, justicia, justicia!!”.

Al salir, Giselle Videla -una de las abogadas de la familia- comparte lo conversado en la reunión: “Para iniciar nos han pedido disculpas puesto que en noviembre nos dieron la seguridad que tendríamos fiscal apenas finalizada la feria judicial. Como hoy no hay fiscal, y están subrogando fiscales de otros territorios que toman la causa por un plazo corto de tiempo, el avance es mínimo. Nos informaron en relación a esta situación que la designación de Nelson Lingua espera la firma del gobernador, Martín Llaryora. Ahora bien, nos enteramos que será designado como Fiscal reemplazante, y no como Fiscal titular puesto que Lingua no ha rendido el concurso que lo habilita para ese cargo; debe rendirlo ahora y recién en julio- agosto podremos saber si será finalmente el fiscal titular de la causa”. 

Para que se entienda: desde que el tribunal absolviera a Lucas Bustos en julio del 2022 reconociendo su inocencia y su no vinculación al crimen, y ordenara una nueva instrucción para dar con los responsables del femicidio, la causa demoró meses en ser asignada a un fiscal. Luego recaería en el Dr Raymundo Barrera de Cruz del Eje, fiscal que, hábil con el calendario, entre feria judicial y licencias llegó a junio del 2023, mes en el que se jubiló. 

Por la presión de la familia Basaldúa, en diciembre el mismísimo Fiscal General anunció la designación del Lingua el 3 de febrero; eso no sucedió y no hay certeza de que Lingua resulte el fiscal que definitivamente dirigirá la instrucción, puesto que no cumple con los requisitos.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

Preguntas sin respuesta

Es mediodía y el cielo se refleja en las ventanas del edificio neoclásico de la calle Caseros; da la impresión que adentro estuviera vacío, que sólo es una fachada. “Hoy, 25 de abril se cumplen cuatro años de la aparición del cuerpo sin vida de Cecilia Gisela Basaldúa” lee Susana de la pantalla de su celular; ella también lleva una remera con el rostro sonriente de su hija. Sigue:

Cuatro años de impunidad y de violencia sistemática por parte del Poder Judicial a quienes pedimos y exigimos justicia por ella. La causa volvió a foja cero en el 2022 luego de pasar por un juicio vergonzoso.

El tiempo pasa y los asesinos de Cecilia siguen libres e impunes. No tenemos fiscal ni respuestas” y continúa “¿Cómo vamos a llegar a la verdad? ¿Qué fue lo que pasó con Cecilia? ¿Por qué tardó tanto en aparecer? ¿Dónde está Mario Mainardi? ¿Por qué la fiscal Paula Kelm ordenó tan rápidamente detener a un joven sin tener pruebas? Todas estas preguntas nos conducen una y otra vez a un círculo cerrado de impunidad entre funcionarios judiciales que se jactan en demostrar un abuso de poder constante”. 

La carta leída en la vereda, casi sobre la calle, concentra todas las preguntas que la investigación del femicidio debiera responder. 

Y la carta también cierra como se espera que cierre la investigación: “Verdad y Justicia para Cecilia Basaldúa”.

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La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Séptima entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa de lavaca Lina Etchesuri.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Ese jueves hacía 38 grados de calor pero parecían 43. El calor quemaba y picaba.

Faltaba el aire, el que había estaba caliente y la humedad pegoteaba.

El día que acompañé a la Ronda haciendo fotos para este proyecto, fui descubriendo imágenes a medida que los pasos y las sillas de ruedas daban vuelta como siempre, hace 2392 jueves.
La ronda siempre me emociona. Mucho. Las miro a las madres y veo proyectada las fotos de sus hijxs en su mirada, hacia delante, repitiendo Presente como un mantra de presencia y resistencia. Lxs veo a ellxs en imagen, mirando de frente en su juventud detenida. Veía a Elia, que ronda en silla de ruedas, con la foto de su hijo Hugo Meidan, desaparecido el 18 de febrero de 1977, hace 47 años, y pensaba si ese día hizo tanto calor, si la luz tenía esta misma inclemencia.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

En las rondas transcurre un tiempo extraño, persistente y atemporal. Las hermanas abrazan las fotos de sus desaparecidxs, gritan sus nombres con contundencia, caminan junto a las madres, junto a nosotrxs.

Transforman el tiempo y la imagen en un futuro posible.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Sobre Lina

Soy Lina Etchesuri. Fotógrafa, editora y docente

Soy parte de la cooperativa Lavaca desde hace más de 12 años donde hago todo lo que me describe y más. Me hace sentir muy orgullosa y feliz.

Estudié con Filiberto Muganini en el Rojas durante los 90s. Hice la carrera de fotógrafa en la Escuela de foto y artes visuales de Avellaneda, durante el 2001 y los años siguientes. 

Me seguí formando en talleres visuales con mi querida Julieta Escardó y muchxs más.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Viajé haciendo fotos durante algunos años: conocí al subcomandante Marcos y le saqué una foto en la que se está riendo. Estuve en Cisjordania, Palestina, durante 3 meses, viviendo retratando la vida bajo la ocupación. 

Junto con algunas personas y amigxs fundamos MAFIA en 2012, un colectivo de fotógrafxs que sigue hasta hoy.

Coordino talleres de foto e imagen.

Soy mamá de Fermin.

Y me encanta hacer todo lo que hago.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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