CABA
Inscripción online: las familias que crean sus propias vacantes
La inscripción online a jardines y primarias en la Ciudad de Buenos Aires sigue dejando chicos y chicas fuera de la educación pública, frente a un crecimiento récord de las instituciones privadas. Lo nuevo es el protagonismo y la organización de familias y docentes que consiguieron que se construyeran dos jardines públicos que aportan, juntos, 600 vacantes más. Aquí la historia del último, bautizado «Azucena Villaflor», que mañana realiza un festival en Plaza Boedo que pregunta «¿Dónde están las 3000 escuelas?» que prometió el gobierno nacional.
Por Alejandro Volkind para lavaca.org
Este martes 21 se publicaron los resultados de la inscripción online para el ciclo lectivo 2018 y, otra vez, otro año, miles de chicos quedarán fuera de la escuela pública.
El número preciso, con suerte, lo conoceremos dentro de meses. Se sabe que el gobierno porteño es poco afecto a brindar esta información: gran parte de este año, la ministra de Educación de la Ciudad, Soledad Acuña, prefirió pagar una multa diaria de 100 pesos antes que dar los datos exactos de la inscripción realizada en 2016. Para conocerlos hubo que esperar hasta octubre, cuando la Justicia le comunicó al Ministerio que, de negarse nuevamente, la información sería extraída por la fuerza a través de un perito informático oficial.
Sólo así se pudo saber que en 2017 hubo 11.958 chicas y chicos que se quedaron sin vacante en alguno de los tres niveles de escolaridad obligatoria.
Los números crecen año tras año. De los 7 mil reconocidos en 2014, cuando debutó del sistema de inscripción online, la cifra trepó a casi el doble en 2017. Mientras, el presupuesto educativo va en caída libre y este año fue el más bajo de la historia, según un informe realizado por el ex legislador Patricio Del Corro. A su vez, hasta mitad de año, áreas como la Dirección General de Infraestructura Escolar habían utilizado apenas el 34% del presupuesto asignado.
Mejor suerte corrió la educación privada, que en los últimos cinco años aumentó el monto que recibe del Estado en concepto de subsidios y hoy da cobijo a la mitad de los estudiantes de la Ciudad, récord absoluto comparado a otras jurisdicciones del país. En el nivel inicial, de 720 jardines, 245 son públicos y 475 privados. Allí se encuentra el grueso de los excluidos en las inscripciones online, que este año dejó a 10.480 niños de entre 45 días y 5 años sin lugar en la escuela pública, pese a que, según la propia Constitución de la Ciudad, el Estado tiene la obligación de brindarles escolaridad.
Caer en la escuela privada
Ante este panorama, lo nuevo es el protagonismo y la organización de familias y docentes que a través de espacios como la Multisectorial por la Educación Pública o Vacantes para tod@s consiguieron que se construyeran dos jardines públicos, el Carlos Fuentealba y el Azucena Villaflor, único jardín maternal que se inaugurará en 2018, y sólo este año lograron que 150 chicos que habían quedado en lista de espera consiguieran vacante.
Desde el 2014, año en que se implementó la nueva modalidad de inscripción, año tras año se sucedieron historias como la de Patricia Pines, quien el primer día de aquel año llevó a su hijo a sala de un año del jardín del Hospital Ramos Mejía. Estaba emocionada, pero al llegar todas las dudas que tenía se resumieron en una: el aula, para 40 chicos, medía exactamente 3 metros cuadrados. Solo atinó a agarrarse la cabeza y salir directo al sindicato para denunciar la angustiosa situación.
Desde el Ministerio aceptaron que habían hecho mal los cálculos y, tras la primera inscripción online, la cantidad de alumnos del jardín se duplicó.
Los directivos tuvieron que reacomodar los espacios y en una semana desapareció la beboteca, se achicaron los espacios comunes y hasta los pasillos se convirtieron en salas para poder ubicar a los más de cien nenes que se incorporaron de sopetón.
En esos días, Patricia y otras madres del Ramos pasaron de la indignación a la organización, que después de tres años empieza a dar sus frutos.
Las historias de las aulas conteiner y en el Lenguas Vivas y el jardín Carlos Fuentelaba, contada en la MU de marzo de 2014
Hace poco más de un mes, y en sólo 40 palabras, el flamante ministro de Educación de la Nación Alejandro Finocchiaro dio de baja una de las más publicitadas promesas de la campaña 2015. “El plan de 3.000 jardines estaba muy bien diseñado, lo que pasó es que en muchos lugares no hay terrenos de la magnitud y las características que necesitamos, o los terrenos salían más caros que el jardín”, aseguró en un reportaje al diario Clarín.
Sin embargo, fueron los propios vecinos quienes advirtieron un terreno ideal en la calle Venezuela al 3200. Fue así que las familias que asistían al jardín del Hospital Ramos Mejía propusieran transformarlo en una escuela infantil. El propietario del terreno era nada menos que el mismísimo Ministerio de Educación de la Ciudad.
Al principio, el reclamo fue a través de una página de Facebook: “Queremos una escuela infantil en Venezuela 3269”. Luego vinieron los festivales en el barrio y los murales; las movilizaciones al ministerio y las volanteadas. Y ante el menosprecio gubernamental como respuesta unívoca, un nuevo festival y otra movilización.
En ese recorrido circular que durante meses puso en juego la perseverancia de madres y padres, empezaron a acercarse organizaciones que, protagonizando luchas similares, aportaron sus conocimientos, sus recursos y sus experiencias, como el colectivo de familias y docentes que venían peleando por poner en funcionamiento otro jardín recuperado, el Carlos Fuentealba en Parque Patricios. Ellos, a diferencia de las familias de Balvanera, habían logrado reunirse con funcionarios de la Ciudad e incorporaron las nuevas demandas: “Ahí socializamos las reuniones que veníamos teniendo con el que era el subsecretario de Gestión Económica Financiera de Recursos del Ministerio de Educación y le empezamos a exigir que en este edificio ocioso del ministerio de educación de la ciudad, tenían que construir una escuela infantil con salas desde los 45 días, que son las que más faltan”, cuenta Estefanía Barone, maestra e integrante de la Agrupación Juana Azurduy.
Desde entonces la pelea no fue por ser atendidos sino por ser escuchados. Desde el gobierno aceptaban la idea de crear un jardín en el galpón de la calle Venezuela pero no para generar nuevas vacantes en el barrio sino para trasladar el del Hospital Ramos Mejía que, desde hace años, no cumplía con las condiciones de seguridad.
En ese tironeo, a mediados de 2016, mientras peleaban para que el Gobierno solucionara el problema del jardín con una escalera de emergencia, se enteraron de casualidad que por decreto el jefe de Gobierno había aprobado una ampliación presupuestaria para Educación destinada a Infraestructura. “Conseguimos el PDF que tenía el detalle y vimos que entre las 20 escuelas que aparecían estaba ésta, pero con la dirección errónea: decía Venezuela 3200”, comenta Estefanía y se ríe antes de decir que, a partir de ese momento, se volvieron una pesadilla para los funcionarios. El 21 de septiembre se instalaron en el Ministerio bajo la consigna “Que florezcan las escuelas esta primavera”: hablaron con el subsecretario y lo comprometieron a tomar el tema.
Días más tarde se colaron en una de esas amigables y digitadas reuniones con vecinos que suele organizar el Gobierno de la Ciudad y pese a que no las dejaron hablar, lograron desplegar, ante la mirada atónita del subsecretario y de la Ministra Acuña, un pasacalle que sintetizaba todo: “No sobran chicos, faltan escuelas”.
A las tres semanas, el subsecretario las convocó y les aseguró que hacia fines de octubre estaría la licitación. Dijo, en noviembre ya estaría adjudicada la obra.
La comunidad organizada
El 2016 terminaba con un jardín encaminado y con otro, el del Ramos, con escalera de emergencia. Ahora sólo quedaba elegirle un nombre. Para eso organizaron un festival en Plaza Boedo, a pocas cuadras del futuro jardín. Por amplia mayoría, ganó el de Azucena Villaflor. “Lo elegimos por ser la primera Madre de Plaza de Mayo, también queríamos el nombre de una mujer, de una luchadora y de alguien del barrio; y Azucena tenía mucho vínculo con la Iglesia Santa Cruz”, explica Estefanía, que sabe que aunque la elección no fue para nada caprichosa, el nombre definitivo tendrá que recorrer caminos mucho más burocráticos. “Sabemos que quienes sean designados como docentes y las familias que accedan a esta vacante son los que van a participar en la elección del nombre, pero ahí estaremos para contarles la historia de la recuperación de esta escuela”.
Gabriela Di Felice entra a la obra y, su voz se impone por sobre el ruido de los taladros. Saluda a Francisco, el capataz, pasa lista de los avances y describe con entusiasmo lo que hasta ahora son poco más que columnas y bolsas de cemento. “Esta es la plaza blanda, allá van a estar las salas de bebes, dirección y cocina, primer piso salas de dos y de tres, y ahí tenés el comedor y dos salas”. Cualquier distraído la confundiría con la arquitecta a cargo, pero ella es una de las madres del Jardín del Ramos Mejía que, al igual que Estefanía Barone, conoce cada detalle de la obra. “Miramos los planos, hacemos que los interpretamos, vemos el dibujito y calculamos qué van a hacer acá”.
Esta es al menos la decima vez que se acercan a la obra. Las visitas no se deben sólo a la ansiedad por ver terminada la escuela sino al aprendizaje realizado tras la recuperación del jardín Carlos Fuentealba, prometido para 2015 y abierto recién a mediados de este año.
De esa experiencia, donde el Ministerio cada tanto paralizaba los trabajos por falta de pago a la empresa contratista, aprendieron que la única manera de garantizar que la obra avance es viniendo seguido. “Cuando recién empezaban yo me presenté -cuenta De Felice- pregunté qué necesitaban y claro, no tenían ni para calentar agua, entonces les conseguí un anafe”. Así fueron generando un vínculo con el arquitecto y, sobre todo, con los obreros. “Ellos nos mantienen al tanto y así vamos controlando que no baje el número de trabajadores, que lleguen los materiales, que lleguen los pagos. Es un control que hacemos como comunidad educativa para que se cumplan los plazos, porque en la medida que nosotros encontramos algo que nos alerte vemos qué otras acciones tomar”, explica Barone.
Hasta el momento, esta dinámica logró sobreponerse al de exceso de papeleo y a la poca voluntad política que suelen exhibir los funcionarios cuando no están interesados en que un proyecto avance. Tuvieron que interceder cuando la empresa constructora necesitaba vaciar el galpón y el ministerio no la autorizaba, cuando las demoliciones comenzaron a rajar las medianeras y los vecinos se pusieron furiosos y hasta cuando, en una situación delirante, el mismo gobierno clausuró la obra que llevaban adelante. En todos y cada uno de estos percances la intervención de Gabriela y de Estefanía fue fundamental para que la escuela avanzara.
“La fecha de finalización es fines de febrero y estamos en un 40%”, asegura Martín Ramírez, el arquitecto designado por UrbanBaires, la empresa que ganó la licitación, para realizar la obra. “Tal vez falten algunos detalles, pero el edificio va a estar”. Gabriela lo escucha atenta y se despide satisfecha. “Están trabajando hasta los sábados”, le comenta bajito a Estefanía, y no puede evitar que se le escape una sonrisa.
La alegría tiene justificación: de los tres jardines que se construyeron en la Ciudad en el último tiempo, dos son producto de la lucha y de la organización de la comunidad educativa.
Uno de ellos, el jardín Carlos Fuentealba aportó 200 vacantes; el otro, la escuela infantil Azucena Villaflor, sumará 400.
A su vez, este año lograron que, tras presentar amparos judiciales, 150 chicos que habían quedado en lista de espera consiguieran entrar en la escuela pública. “En el momento en que lográs arrebatarle una vacante al gobierno, lo que uno siente es una gran satisfacción, asegura Patricia. “Porque sabés que ellos, con todo su poderío y toda su infraestructura, hicieron lo posible para que ese pibe estuviera afuera. Y nosotros, así, bajito, hicimos todo lo posible para que entrara. Y aunque sea da uno, le ganamos. Y eso hay que celebrarlo”.
Sin embargo, son conscientes de lo largo de la pelea. “Sabemos que todas estas vacantes que conseguimos no resuelven el problema estructural pero entendemos que ante el abandono y la desidia del Estado, las escuelas solamente las podemos abrir organizados y luchando en conjunto”, reflexiona Estefanía, mientras ultima detalles del Festival que realizan este domingo para ir al encuentro de las miles de familias que, como todos los años, no quieren caer en la escuela privada. Allí habrá, también una mesa de asesoramiento para quienes se quedaron sin vacantes.
Domingo 26/11, de 15 a 18 horas, en Sánchez de Loria y Estados Unidos.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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