CABA
Los diversos sean unidos
¿Qué sienten, viven y piensan los que hoy fueron a la #Marcha21F? Una crónica de sensaciones y voces de la multitud que llenó la 9 de julio con mensajes contra el ajuste, la pobreza, sobre el sindicalismo, los jubilados, los docentes, los medios. Y la unidad.
Fue una marcha enorme, con muchísima proporción de gente ostensiblemente pobre, en un clima que mezcló la angustia por la economía (tema en el que la sociedad sigue acumulando vasta experiencia), con cierto tono de alegría por ese asombro de estar ahí. Y ser tantos. Y tan distintos.
En el cielo había globos sindicales. Y drones mirándonos a todos, tal vez con sorpresa: sobre el asfalto de la Avenida 9 de julio pululaba la multitud que el gobierno porteño postuló en 140.000 personas, y los organizadores en 400.000. En ambos casos, suficiente para convertir al acto en una de esas mareas pocas veces vista, capaz de inundar a la que sigue peleando el récord como avenida más ancha del mundo.
En la Argentina hablan los políticos, los panelistas, los sindicalistas, los periodistas, los masters, los economistas y los opinólogos, sobre temas que a veces son cruciales para esta multitud compuesta por personas con la que casi nadie habla, y de quienes casi nadie sabe qué sienten, viven, y piensan.
Mientras los sindicalistas (Hugo Moyano, Sergio Palazzo, Hugo Yasky, Pablo Micheli) dijeron lo suyo contra el gobierno desde el Escenario Móvil Eiffel, ¿qué contaban sobre el presente, abajo, en el asfalto, quienes hicieron que toda la movida del 21F tenga sentido?

Foto: Nacho Yuchark
El baile y el merendero
Lu, por ejemplo, trabajadora de un merendero, establece ante lavaca los problemas prioritarios de los barrios del conurbano: “El principal problema es la economía, el hambre…” se queda pensando y agrega “ la situación”.
“Está lo de la droga. Y los chicos que empiezan a robar porque no hay trabajo. Entonces te hablan de inseguridad pero son ellos (el gobierno) los que no hacen nada para mejorar la cosa”. Lu es una mujer joven, con seis hijos, integra el Movimiento Evita y habla de una desaparición: “Todo está para atrás. Todo el mundo habla del trabajo, pero el trabajo no aparece”. Cuenta que los que votaron a Macri creyeron mal. “Creyeron mentiras, creyeron promesas. De todo lo que dijo, ¿qué cumplió? Nada”.
¿Qué piensa hacia adelante? “Enseñarles a mis hijos a luchar, a salir adelante, y que aprendan a no creer en las mentiras”.
Pasan agrupaciones de gente muy seria, pasan camioneros que –según la primicia esbozada por medios oficialistas- tienen un notable vínculo con la industria vitivinícola, pero un poco más allá, a la sombra, hay algunas mujeres embarazadas que buscaron el fresco del pasto y miran divertidas un baile. Un vendedor de chipá con la canasta en la cabeza sonríe y baila con una señora sub 60 y unas chicas sub 22. No hablan. Sonríen. La gente alrededor aplaude marcando el ritmo que mezcla cumbia con redoblantes.
O tal vez hablan sin palabras y dicen que, pese a todo, en esa ronda hay: capacidad de disfrutar el momento, de compartir, de reírse un rato, además de tecnologías como la fertilidad y la convivencia.

Foto: Nacho Yuchark
Pesadillas mediáticas
El cartel dice: “Seamos la pesadilla de quienes nos arrebatanlos sueños”. Lo lleva Juan Manuel, arquitecto al borde de los 54 años. No es de los que baila ni sonríe: “Vengo solo, no aguanto más. Voy a todas las marchas. Estuve el otro día en la de ATE y voy a ir a la de Rafael Nahuel en el monumento a Roca. No se puede estar con todos los tarifazos que hay. No entiendo por qué la gente no sale más. Como si estuviéramos esperando que se vaya todo a la mierda como el 2001 y entonces van a decir ‘piquete y cacerola la lucha es una sola’, pero ya va a ser tarde. Hay que actuar ahora” dice, y sigue caminando con su pancarta salvasueños.
Mabel es docente en una escuela primaria de Florencio Varela. Dice que el destrato a los docentes es constante, que la infraestructura de las escuelas públicas no cambia, que faltan libros y computadores, que el gobierno eliminó por decreto la paritaria nacional convenida por ley.
Sobre los balbuceos mediáticos que etiquetaron al acto como “marcha de Moyano”, dice Mabel: “Correr el eje y poner que la marcha la convocó tal gremio está mal: el eje es la clase trabajadora. Y los medios han jugado todo el tiempo a instalar un apellido como el que convoco a la marcha: están, pero cada uno tiene que tener conciencia de clase. Desde ese lugar estamos hoy acá. Y la otra cosa que hacen los medios es silenciar lo que pasa en los pueblos, en los barrios” describe, analizando de paso parte de la actualidad.

Foto: Nacho Yuchark
Populismo y telos
Daniela integra la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular), organización que retumba en los medios dada la alegada amistad de su inspirador Juan Grabois con el Papa Francisco. Daniela explica qué es el trabajo autogestionado que pregonan: “Es cuando la persona genera su propia fuente de trabajo, no trabaja conpatrón, pero sí en cooperativas o en unidades productivas. Así tenemos cantidad de emprendimientos comunitarios, compañeras cartoneras y demás”.
Lo que se ve en los barrios pobres: “Es impresionante la acción de los punteros políticos”. ¿Peronistas? Daniela ríe: “No, macristas, reparten cosas, bolsones de comida, electrodomésticos, ahora no tanto porque no hay elecciones. Es un populismo de derecha” explica confirmando cierta teoría o ilusión global que plantea que en esta época todas las derechas deben ser populistas, para contener y controlar terremotos sociales.
Miguel Peregui, jubilado, camina por la 9 de Julio con una serie de pancartas hacia las banderas de ATE, Camioneros, Bancarios, Curtidores, Barrios de Pie, Metrodelegados, SUTEBA, de AMSAFE, de Aeronáuticos. Explica, con total sinceridad: “Vine porque me han bajado los ingresos, me han quitado todo. Con lo que pagaban en la época de Cristina, me iba con una compañerita del PAMI dos veces por semana a un telo y comía una pizza con birra. Ahora no puedo hacer nada de eso. ¡Nada de eso!”. En la pancarta se lee: “Unidad frente a los profetas del odio”.
Movimientos en movimientos
Nelba integra la corriente Clasista y Combativa: “¿Qué pretende usted de mí?” dice al periodista, y luego, seria, plantea: “El problema es la desocupación, la crisis y el hambre. Avanza la droga pero si los jóvenes tuvieran un trabajo que les permitiera vivir con dignidad, no se volcarían a la droga, que es como los cautivan las mafias”. Nelba confirma que la CCC estuvo contra el kirchnerismo por la 125: “Pero no etábamos conlos latifundista, sino que ellos prejudicaban a los pequeños y mediahos productores. Hoy estamos todos acá porque siempre tenemos que unirnos pese a las diferencias cuando hay un enemigo principal, más allá de las diferencias secundarias” explica, con palabras muy Mao.
Un muchacho con remera de Barrios de Pie y un kirchnerista de La Kasa Néstor aceptan hablar con lavaca: “El compañero no creo que haya votado al macrismo” dice el K. El joven de Barrios de Pie se ríe y cuenta: “Me parece que no se escucha mucho al pueblo. Hay que ver si se logra que exista otra mentalidad y no se engañe más a la gente”. El K: “Si nos ponemos a mirar, estamos todos en la misma”. Le digo que los camioneros si votaron orgánicamente a Macri. Dice: “Bueno, si siguen así las diferencias son insalvables”.
Gustavo es camionero, de Neuquén, y votó a Macri: “Hoy no lo votaría me parece. En ese momento era una opción porque no queríamos que siguiera el kirlchnerismo, y no había nadie más a quien votar. No los queríamos por lo del impuesto a las ganancias que nos sacaban y nos siguen sacando. Y además Cristina lo atacó a Moyano. Nosotros no dudamos de los Moyano, ni de Hugo ni de Pablo. Todo lo que conseguimos como trabajadores es gracias a Hugo Moyano, así que más que respaldado va a estar por nosotros”.
Reconoce que la situación en Neuquén, pese a los millones de petrodólares que se supone abundan por allí, no se reflejan en lo social: cada vez más pobreza y más villas. “El gobierno nacional no hace nada, el provincial algo. Yo no votaría otra vez a esta gente, pero el problema es que entonces, ¿a quién votás?”
El sindicalista de Satsaid (televisión, que integra la Corriente Federal) Carlos Brites, en medio de los bombos: “Es muy positivo que estemos todos aquí. Nosotros venimos de Ideas del Sur donde los compañeros no cobran hace 3 meses. Si no nos movemos nosotros, con los movimientos sociales ¿quién se va a mover?”
Carlos Seydell es secretario general del Sindicato Único de Publicidad. Reconoce que su gremio es atípico, porque la crisis no lo está golpeando tanto como a otros. «Pero de todos modos venimos contra el ajuste, los tarifazos, por paritarias libres y contra las políticas que perjudican a la sociedad. Somos solidarios: si llaman los gremios o los movimientos sociales, tenemos que salir todos». Ríe cuando le pregunto si conoce gente que haya votado a Macri. “Soy cordobés. Es una provincia que hizo la Reforma, el Cordobazo y el Viborazo, lo votaron 7 de cada 10. Pero te puedo decir con conocimiento de causa que hoy Macri no puede ir a la capital, lo han sacado a pedradas, y por eso se maneja entre Rio Cuarto y Villa María cuando va, que son territorios de De la Sota”.

Foto: Nacho Yuchark
Los pasivos activos
Emilio y Cecilia están parados sobre Venezuela y 9 de Julio, recostados sobre la esquina con la bandera del Frente de jubilados.
Dice Emilio: “Creen que el jubilado es un pasivo. Es una mentira: tengo 82 años, estoy activo, trabajo en ventas de ropa y cobro una jubilación mínima. La creencia de que el jubilado está para el geriátrico es mentira: hoy el jubilado puede ser un ente activo de la sociedad y ejercer todos sus derechos y no permitir que lo devasten. Hemos creado un frente de personas mayores de cualquier idea política. El movimiento debe ser nacional, popular y democrático, y eso no lo puede parar un gobierno de ricos para ricos que en vez de tener una patria, tiene una empresa”.
El pastor Jorge es otro jubilado, de 77 años: “Ya desde los tiempos bíblicos se explica qué pasa si estás separado. Jesús, a sus discípulos, les agarró una ramita que quebró con su rodilla. Luego, agarró un ramo que no pudo romper, diciendo que la unión hace la fuerza. Si acá no nos unimos, no pasa nada”.
Sobre Moyano: “Quieren demonizarlo. Hace un año estaban a los besos y abrazos. Ayer era un niño mimado, hoy es un infame. Pero la lucha es otra. Y, por eso, hay que venir”. Y antes de irse pide aclarar algo más: “Viva la patria”.
No estoy muerto
En la esquina de Salta y Carlos Calvo, a metros de la manifestación, hay una especie de cementerio de la clase media. Juguetes usados (20 pesos), viejas Barbies desnudas (15 pesos), pavas (50 pesos), termos, ropa (según) zapatos (30 pesos el par), viejos jueguitos de Playstation.
Todo el cambalache callejero ha sido instalado por Fabián, cartonero. La gente sale de la marcha y le compra. “Esa pava es nueva, sale 100. O por lo menos 80. Me la vendió una señora hoy por 50 porque no tenía para comprarle leche a la nena. Estoy hace 30 años por acá. Antes la gente me daba las cosas que no usaba más. Pero ahora me las venden. Ni los finolis tienen un mango, pá”.
Sobre la marcha: “Que se vaya este tipo, varón, nos estamos muriendo de hambre. Todos. Le está empezando a tocar a los ricos la malaria. Por cómo aumentan las cosas, se siente que hasta los de plata se ponen nerviosos”.
No está muy de acuerdo con que el acto se haga en la 9 de Julio: “Hay una mano que tiene que ir a tocar el corazón de él, en la Casa Rosada. No acá, porque se matan de risa. Hay que ir allá. Y tenemos que ir todos, y no es una cosa de un solo día, porque no da para más”. No fue a la marcha «porque si no vendo, no como yo ni comen mis hijos».

Foto: Nacho Yuchark
Vecinas y vecinos del barrio pasan e invariablemente lo saludan con mucho afecto: “Yo no consigo trabajo porque no sé leer, no sé computación, y entonces te desprecian. Por suerte acá la gente del barrio me trata bárbaro”.
Cuenta que el oficio de cartonero le enseñó a saber mirar, a estar atento, a saber discriminar qué cosas sirven y cuáles no.
Detecta que hay crisis porque hace unos años podía levantar 400 o 500 pesos en una recorrida cirujeando, pero hoy no pasa de 150. «Cuando hay menos basura, hay crisis», informa.
Asegura que nota la crisis porque hay en la basura menos metales y menos papel blanco. «Si hoy encontrás 200 kilos de papel, o dos kilos de cobre, estás en el paraíso».
Fabián tiene 5 hijos y su señora está internada en el hospital Udaondo: “Cáncer. Tengo fe y se la dejé a Dios. Pero no sé si me la devolverá. Y volveremos a ser una familia, todos juntos”. Se ríe con los manifestantes, gente humilde, de los barrios, que descubren su puesto cambalache en la vereda y aprovechan: le compran muñequitos viejos, una ropa para niños, un redoblante de juguete, unos vasos usados. Levanta Fabián los brazos como respuesta a una vecina que lo saluda desde la vereda de enfrente, me vende una vaca para la Cooperativa ídem.
Y me cuenta parte de su biografía: “Hace unos años casi me mataron, acá mismo. Cuatro tipos y una mina, con fierros de esos de caños del agua. Me robaron los metales que yo había juntado. Me partieron la cabeza y yo me quedé ahí tirado, abrazado a la carreta para que no me la roben».
«Vinieron los milicos, me llevaron en ambulancia, pero en el hospital me mandaron a la morgue. Creían que estaba muerto. Los milicos vinieron al barrio y dijeron que me habían matado. Me desperté en la morgue. Tenía la cabeza abierta a golpes, todo lleno de sangre. Me quise escapar. Un milico del hospital me dijo: ‘vos no te podés ir’. «Yo le contesté. ¿sabés qué pasa amigo? No soy un muerto. Fui a mi casa. Me llevaron al hospital, me dieron 23 puntos en la cabeza”.
Siguen desconcentrándose manifestantes, y con el fin de la marcha Fabián me cuenta algo más de su historia. “Cuando volví aquí, a esta esquina, una señora que sabía que yo estaba muerto me vio, y se desmayó. Como si fuera un fantasma. Y otra vecina me pellizcaba el brazo para ver si era cierto que yo estaba”.
-¿Y vos qué les contestabas?
«Lo mismo que al milico: les decía que no estoy muerto. Y me reía».
Es asombrosa cada parte de su relato. Podría ser un capítulo de esas series de moda sobre misterios fantásticos. Pero es la realidad y así son los fragmentos de la historia, con tantos puntos en común con la biografía argentina: Fabián sigue intentando ganarse la vida cada día sabiendo que es muchas cosas, menos un fantasma.













CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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