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Dos años sin Luciano

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Al cumplirse dos años de la desaparición de Luciano Arruga, familiares y amigos convocan a participar mañana, sábado 29 de enero, de una jornada cultural en defensa de los derechos humanos. Tocarán su música Las Manos de Filippi, Jamaicaderos, y Falopa, entre otros. Habrá talleres, proyecciones, y teatro. La cita es en Av. J.M. de Rosas al 400, (Lomas del Mirador) a partir de las 10 de la mañana y durante todo el día.

[audio:https:///media.lavaca.org/audios/2011/lucianoarruga-convocatoria.mp3]
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Dos años sin LucianoLuciano Arruga, adolescente de 16 años desapareció el 31 de enero de 2009, cuando fue interceptado por la policía bonaerense en Lomas del Mirador. Las sospechas caen sobre la institución policial, no sólo por su desaparición sino por el “reclutamiento” de chicos para delinquir. Vanesa Orieta es la hermana de Luciano, y cuenta a lavaca: “Hay pruebas bastante contundentes contra 8 de los policías del destacamento de Lomas del Mirador, tuvieron contradicciones evidentes entre ellos, pero ninguno está preso, ninguno está procesado, y lo más terrible: siguen trabajando como si no hubiera pasado nada. Se va perdiendo la paciencia”. Los policías sólo aparecen como testigos en la causa.
Vanesa plantea las cosas sin falsas ilusiones: “En un momento comprendimos que Luciano no iba a aparecer con vida. Buscamos el cuerpo. Pero si los policías siguen en funciones, ¿puedo pretender que mi hermano aparezca? La falta de compromiso del sector político los hace cómplices también de la desaparición. Son los que implementan políticas para matar a los pibes de los barrios pobres. Pensar en encontrar el cuerpo sigue siendo una utopía con estos personajes nefastos del sistema político y judicial”. Hay en Vanesa una especie de determinación simbolizada en cuatro palabras: “No abandonaremos la lucha”.
El caso
El día del crimen Luciano Arruga, 16 años, fue a jugar al Sega con dos amigos hasta el mediodía. Volvió a casa, miró a Mónica con media sonrisa de complicidad y le dijo:
-Má, ¿me das algo de plata que salgo un rato?
A Mónica ya le pasaba lo que a tantas madres, que tienen que levantar la cabeza para mirarle los ojos a esos nenes que de golpe les llevan una cabeza de ventaja. Le regaló una sonrisa, y le dio todo lo que tenía: 25 centavos.
Luciano fue al quiosco a comprar un cigarrillo suelto. La señora del quiosco le preguntó cómo andaba. Él contó su proyecto de retomar los estudios. “Quiero regalarle el título secundario a mi hermana”. Tuvo premio: dos cigarrillos más. El chico se quedó como siempre en la plaza República Argentina con sus amigos, a media cuadra de su casa: largas charlas, algún tiro al arco en la canchita, compartir el tiempo de esa tarde de verano, viernes 30 de enero. Volvió a casa ya de medianoche. Sus hermanos más chicos dormían y Mónica lo escuchó, pasaba a buscar su campera blanca. Luciana caminó cinco cuadras para ir a lo de Vanesa, la hermana a la que quería regalarle el título secundario, estudiante de Sociología y en pareja con un joven abogado. No la encontró. Volvía para su casa cuando sobre la avenida Mosconi, de Lomas del Mirador, lo paró un patrullero policial. Había gente en la avenida, que vio cómo lo palparon. Hubo maltrato, cuentan. Dejaron ir al chico, que siguió por el camino de siempre hacia su casa. Nadie sabe si Luciano se dio cuenta de que el patrullero lo venía siguiendo. Ya era la madrugada del sábado. En Perú y Pringles, la esquina de la placita, dos testigos que no declararon todavía en la causa vieron que un chico de campera blanca era golpeado y metido a la fuerza en un vehículo policial del destacamento de Lomas del Mirador. Una vez en el destacamento, otro testigo lo vio golpeado y ensangrentado.
Ese es el crimen: desde aquel 31 de enero Luciano Nahuel Arruga desapareció.
Entre los protagonistas que rodean a este caso -símbolo de lo que son los desaparecidos del siglo 21- se mueven la policía, el poder judicial, los gobiernos, los vecinos, los medios: y la lista recién empieza. El simple arte de la curiosidad lleva a preguntas como ¿qué pasó? ¿dónde está? y ¿quién tiene la culpa?
La frontera
El barrio 12 de Octubre es apenas una manzana dentro de Lomas del Mirador. Todos lo llaman “La 12 de octubre”, porque es una pequeña villa, con sus pasillos angostos y sus casas hechas con más pulmón que arquitectura. Enfrente está la plaza República Argentina, y por las otras calles hay chalets y casas más o menos coquetas, con jardines, enrejadas, alguna que otra 4 x 4. Una frontera es la calle Perú. En una esquina está la humilde casa de ladrillos de Mónica Alegre, la mamá de Luciano. Cruzando Perú, se levanta el chalet de tres plantas de Gabriel Lombardo, repartidor de alimentos en el barrio, y creador de valmi (Vecinos en Alerta de Lomas del Mirador). Lombardo fue uno de los propulsores de la creación del destacamento policial ubicado en la calle Indart, y cumplió el rito de cortar la cinta de inauguración del lugar en 2007, entre sonrisas y aplausos uniformados.
Pararse en el medio de la calle Perú genera una sensación extraña: ambiente tranquilo, y un salto de desigualdad de las veredas enfrentadas. Cualquiera que ande por allí sabe que cada 20 ó 30 minutos aparece un patrullero.
La casa de Mónica no tiene baño, y allí vive con sus dos hijos menores Mauro y Mario. Trabajaba como empleada doméstica, pero ya en 2008 se fue quedando sin empleo. Vanesa Orieta es la hija de su primer matrimonio, trabaja en una empresa de Morón, va por 2° año de Sociología en la UBA “y para Luciano era el amor de su vida”. El novio de Vanesa, Damián Piraino, es junto a Juan Manuel Combi uno de los abogados de la causa.
Luciano es un chico divertido, con humor, pero es hincha de River. Mónica asegura que en los últimos años lo ha visto llorar por esa causa (cosa que puede confirmar cualquier simpatizante del club) pero con aguante: siempre pensó en tener un hijo varón, al que llamaría Enzo (por Francescoli) Ramón (por Díaz). “Horrible nombre” se ríe la madre. Luciano trabajó en una empresa fundidora de metales. Eso le permitió comprarse ropa, pantalones anchos, gorra. Mónica no recuerda durante cuánto tiempo estuvo en la fundidora. Le pregunta a Mario (13 años): “Trabajamos hasta octubre del año pasado, él 12 horas, y yo 7″ dice entrecortado antes de salir corriendo. “Le hace mal hablar de su hermano” dice Mónica, una mujer bajita, cálida, que oscila entre las sonrisas y las marcas que toda esta historia le van dejando en el ánimo.
Doce horas de trabajo, que además escaseaba. Por eso Luciano salía a cartonear con sus amigos de la plaza. “Con la plata se compraban un sándwich de milanesa, una bebida, unos cigarrillos”. El chico cuidaba de sus hermanos cuando Mónica no estaba, les preparaba la leche o el mate cocido, sabía hacer tortillas de papa, iba a buscarlos a la escuela. El padre los había abandonado cuando él tenía 6 años. La nueva familia tipo: Mónica jefa de hogar, Luciano hombrecito de la casa. “Siempre le decía que tenía que mejorar el léxico. Hablar bien. Viste cómo son los chicos: bolú, bolú, todo el tiempo. Por eso también pensaba volver a la escuela”.
Estaba aprendiendo a tocar una guitarra criolla que le regaló Vanesa, le gustaban los Redonditos de Ricota e Intoxicados, todo mezclado con cumbia colombiana. “Me cantaba y hablaba de las letras de amor de las cumbias”. ¿Estaría preparando el terreno? César tiene un quiosco y vende choripanes dentro de La 12, describe a Luciano como “un pibe excelente, de lo mejor que hay acá” y cuenta lo siguiente: “Una vuelta vino muy serio y me dijo: Don César, necesito hablar con usted porque quiero ser el novio de su hija y preciso su permiso”.
Los chicos tenían su esquina favorita, en Perú y Arriola. Mónica muestra lo que hizo su hijo cuando el asfalto todavía no estaba seco. Se lee “Luciano” junto al cordón. De puño y letra, con una maderita, le puso la firma a “su” esquina. En la frontera.
La oferta
Mónica vio un día de 2008, en la parada de su hijo y sus amigos, a un señor de pelo corto que manejaba un automóvil blanco. Luciano le contó algo de lo que estaba ocurriendo. Algunos chicos conocidos de otra villa cercana, la Santo Vega, le habían presentado a ese hombre, un policía, que le ofreció trabajar para él. Todo indica que esos chicos ya lo hacían, y Mónica misma cuenta que Luciano alguna vez les vio un revólver. “Él escuchaba y veía, pero nunca delataba a nadie. Me contaba algunas cosas como para que yo supiera”, revela Mónica, que cuando quiso saber más recibió esta respuesta: “No preguntés ma, que cuanto menos sepas, mejor”. El grupo de Luciano se completaba con Ari, Oscar y Timé. Se diferenciaban de los chicos de la Santo Vega justamente en esas relaciones, y en el asomo al mundo delictivo. “Los amigos de Luciano no te sacan un centavo ni aunque lo dejés arriba de la mesa”.
Con fama de buen chico, tranquilo, no bocón, sin antecedente alguno, Luciano era candidato en cualquier “casting” del rubro delictivo. Para los “empleadores”, a los 16 años los chicos son presuntamente más fáciles de sacar de la cárcel y, por natural inexperiencia, más controlables. “Por lo que me contó, el policía le dijo que si trabajaba para él nos iba a garantizar que nosotros estuviéramos bien” cuenta Mónica. Luciano rechazó la oferta. El hombre insistía. Mónica reconstruye el diálogo como se lo contó su hijo.
-Pero vos sos un gil, podrías vestirte bien, andar con ropa de primera, con las mejores zapatillas…
– No, loco, si quiero zapatillas se las pido a mi hermana.
– ¿Qué, te gusta andar viviendo de las mujeres a vos?
– Y bueno, cuando uno es lindo hay que aprovechar…
Así quiso salir del brete, con su humor veloz y estilo. No funcionó. “Después de eso lo empezaron a perseguir. Y pasó lo de septiembre”.
Luciano Nahuel Arruga fue detenido en septiembre de 2008 y llevado durante varias horas al destacamento de Lomas del Mirador. No es una comisaría ni una cárcel, por lo cual mantener a alguien allí detenido es ilegal. Lo tuvieron en la cocina. Vanesa lo escuchó gritar por los golpes que le daban y denunció que su hermano fue amenazado del siguiente modo: “Negro de mierda, te van a violar en la 8ª y vas a aparecer en un zanjón”. Mónica presenció cómo al salir, su hijo discutía a los gritos con uno de los uniformados, y lo señalaba como uno de los golpeadores. “Lo calla usted o lo callo yo” le dijo el policía mirándola. Le adjudicaban el robo de dos celulares, típica acusación comodín de la policía -y nunca comprobada- para justificar la “demora” del joven. Los moretones y la renguera por los golpes, comprobados en el Hospital de San Justo, van a la cuenta de la sistemática tradición de las “fuerzas del orden”. Mónica: “A partir de ese momento dejó de salir a cartonear por el miedo. No fue más a bailar. Luciano, para ellos, era una piedra en el zapato”. El mensaje era evidente, y en términos de El Padrino (Ford Coppola) se manifiesta así: “Son ofertas que no se pueden rechazar”.
Luciano se repuso de los golpes de septiembre, trató de seguir su vida. Proyectó volver al secundario, acaso como un modo de acercarse más a su admirada Vanesa. A los 16 años, o a cualquier edad, nadie debería tener el destino marcado.
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Desaparición y lavandina
Pablo Pimentel, presidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Matanza, ha declarado lo que es público y notorio: “No es un caso aislado, en muchos barrios los policías reclutan pibes para robar, y les liberan zonas”. El método es idéntico al de los tiempos de la dictadura: la propia policía elige un blanco, “libera” la zona para que no aparezcan ni por error otros policías, y para que los ladrones-socios puedan actuar. Hace 30 años se usaba para que militares y policías no se tropezaran entre ellos al secuestrar personas.
Los abogados de la causa dan por probado que Luciano fue levantado por la policía en la esquina de Perú y Pringles, frente a la placita. Peritajes posteriores demuestran que estuvo en el destacamento de Lomas del Mirador. Mónica asegura que al menos un testigo lo vio: “Yo no leí el expediente, pero lo que me dijeron es que ese testigo vio a Luciano golpeado y ensangrentado. Que lo colgaron como de un gancho. Un preso dijo que tuvo que limpiar la sangre de las paredes y del piso” explica Mónica en el único momento de la charla en el que no logra contener el llanto.
No sabía nada de esto cuando, con angustia, fue al propio destacamento, el 31 de enero, a denunciar que su hijo no había vuelto a casa. “Quedate tranquila que debe estar con alguna minita” le contestaron. “Ví al mismo policía que había visto en septiembre, haciéndose el que escribía algo y sin mirarme. Apenas me dijo que cualquier novedad me llamarían”. Le tomaron una declaración pero no le dieron copia. Vanesa fue a reclamar esa copia, y se encontró con el penetrante olor de la lavandina en medio de un metódico ataque de limpieza del destacamento.
Un oficial de apellido Herrera se mostró comprensivo, quedó a disposición de la familia, y ayudó a pegar volantes de búsqueda de Luciano: “Después me di cuenta que estaba cerca no para ayudarnos, sino para vigilarnos”.
Un método habitual desde los años 70 es el enloquecimiento sistemático de los familiares. En este caso apareció un misterioso anónimo diciendo que Mónica tenía que entregar droga para recuperar a Luciano. La Dirección Departamental de Investigaciones (ddi) se le instaló en la casa. “Ponían el rastreador de llamadas y todas esas pelotudeces para armar circo” se enoja Mónica. Hubo un llamado de un tal Leo, preguntando si Luciano “era sano” y sugiriendo “buscar entre los amigos”. A la abuela de Luciano la llamaron un día a las 3 de la madrugada simulando ser de la oenegé0 Missing Children. Mónica recibió otra visita extravagante, de dos sujetos de más de 25 años, vestidos de un modo demasiado formal para ser amigos de Luciano, diciendo que lo conocían desde hacía tres años, de un boliche de Isidro Casanova. Luciano tenía 13 años en ese momento. Los Superagentes argentinos suelen mezclar lo perverso con lo patético. Mónica: “Todo era una burla para despistarnos”.
La causa cayó en manos de la ufi 7 (Unidad Fiscal de Investigaciones) a cargo de Roxana Castelli. En términos sintéticos y comprensibles, durante 35 días que hubiesen sido cruciales, esta señora no hizo prácticamente nada. Mónica: “Mató 35 veces a mi hijo”. Pimentel presentó una denuncia por inacción de la fiscal Castelli, y se logró pasar las actuaciones a la ufi 1 de la fiscal Cecilia Cejas, que en poco tiempo logró que un expediente de un cuerpo pasara a tener quince, tomó más de 50 declaraciones, 25 de ellas de policías, y quizás logre determinar qué ocurrió. Confirmó con los sistemas de identificación policiales que un patrullero estuvo esa noche varias horas en un descampado cercano. Los peritajes con perros parecieron confirmar que Luciano estuvo en el patrullero, y en el Destacamento. Ocho oficiales y policías fueron removidos de su cargo (los apellidos que se dieron a conocer son Sotelo, Borrego, Herrera, Vázquez, Fekter, Márquez, Díaz y Zeliz) y han sido careados en los últimos días.
El Sheraton
El abogado Juan Manuel Combi representa a la familia de Luciano, junto a Damián Piraino (pareja de Vanesa). Combi también relaciona permanentemente pasado y presente de las desapariciones. La comisaría 8ª fue uno de centros clandestinos de detención y torturas de la Policía Bonaerense, al que llamaban Sheraton. Fue dirigido en aquellos años por Leopoldo Luis Baume, responsable por la desaparición del artista Héctor Oesterheld, autor de El Eternauta.
Sobre el hecho en sí de la desaparición, Combi razona: “No tenemos la principal prueba, que es el cuerpo. Si hay algo que enseñó la dictadura es que si no hay cuerpo, no hay verdad”.
La desaparición en sí misma demuestra un hecho institucional, que exige planificación, una organización capaz de ocultar a una persona viva, o de eliminar un cadáver, contactos policiales y judiciales. “El Estado es el único que puede materializar una desaparición hoy en día. Un cuerpo desaparecido es un cuerpo violentado por el sistema”.
-¿Qué presión ejerce ese Estado ya en la instancia legal?
-Hay muchos testigos que todavía no quisieron declarar en la causa, porque la policía está metida todos los días en el barrio. No es fácil declarar en su contra. Hubo amenazas a la familia, a los abogados, a los testigos y hasta a los organismos.
-¿Hay otras denuncias en el barrio?
-Testigos en la causa de Luciano declararon que cada vez que fueron detenidos en la Comisaría 8ª, de la que depende el destacamento, los colgaron de las rejas hasta que se les dormían los brazos y ahí les empezaban a pegar. Un chico de 14 años declara en una denuncia haber sido quemado con cigarrillos. Estamos hablando de torturas.
-¿Qué ayudó a que el caso de Luciano se conozca y no muera en denuncias puntuales?
-La familia. Eso hizo la diferencia. ¿Cuántos Lucianos hay y no lo sabemos? ¿Cuántas familias no saben ni dónde queda un tribunal y no sabe que no hay que hacer la denuncia en la policía? Seguirá habiendo desaparecidos de este tipo, es tan cierto como lamentable, pero también habrá gente que luche por ello como esta familia.
Combi considera que tanto el caso de Luciano como el de Jurlio López son advertencias. “Señales de que el sistema funciona con impunidad en medio de la desigualdad. La gente que lucha por la seguridad de llevar el pan a su casa no tiene los mismos derechos que la que quiere seguridad para su 4 x 4″.
Combi agrega lo que se percibe desde hace años: “Quien no reconozca que la policía opera como una fuerza delictiva, es un hipócrita”.
Como Argentina obliga a aclarar obviedades, hagámoslo. Luciano y sus amigos parecen ser según todas las versiones un grupo tranquilo, y no hay prueba alguna de que hayan delinquido. Pero aún en el caso de un delincuente, el mecanismo de la desaparición, la tortura y el homicidio sistemático por parte de las fuerzas de seguridad y sus cómplices que integran el Estado, es lo perverso en estado puro: el crimen perfecto.
Susana y el mirador
Gabriel Lombardo es uno de los personajes del barrio. Ha asegurado en todos los medios que le pusieron un micrófono adelante que ha sido asaltado 39 veces, creó valmi y desde ahí promovió la creación del destacamento bajo sospecha. Sería de los que lleva el pan a su casa, ya que es repartidor de alimentos y en particular de pan Fargo, según cuentan en el barrio. Su enorme chalet fue sede de su encuentro, en plena campaña, del entonces candidato Francisco De Narváez, que le terminaría ganando las elecciones provinciales a Néstor Kirchner. En ese mismo chalet, en general los viernes, recibe con generosos asados al personal del Destacamento, aunque no es muy claro si sigue recibiendo a los que fueron removidos a raíz de la desaparición de Luciano. El señor Lombardo no es de los preocupados por el qué dirán. Ha declarado al diario La Nación: “Me dirán nazi o fascista, pero los malandras están en las villas”.
La declaración-acusación o como se la quiera llamar, fue cometida como consecuencia de la desaparición de Luciano Arruga, convirtiendo a Lombardo en emblema explícito de la criminalización de la pobreza y los reclamos de mano dura. Lombardo también apareció con dos teorías televisivas: a) Luciano estaba en Córdoba; b) estaba en la villa 1-11-14 de Bajo Flores (otro blanco preferido de la gente a la que le dirán nazi o fascista).
La arenga de Lombardo se incrementó al infinito cuando también en Lomas del Mirador fue asesinado Gustavo Lanzavecchia, más conocido como Gustavo Damián, florista y decorador de la presentadora Susana Giménez. Lanzavecchia fue apuñalado, amordazado y arrojado a la piscina de su casa. Esto provocó que la señora Giménez reclamara la pena de muerte, aunque luego se desdijo, propuesta reproducida por otras personas de la misma índole y edad, como el músico Luis Alberto Spinetta, entre otros. Fue el 27 de febrero. El 3 de marzo hubo otro crimen, el de Hernán Landolina, personal trainer de Guillermo Cóppola, asesinado de un balazo en la cara.
Paradojas:
1. Pese al refuerzo policial, al Destacamento y a los Vecinos en Alerta, los crímenes siguieron ocurriendo en Lomas del Mirador. Tal vez sea una casualidad.
2. Ocurrieron muy cerca de la desaparición de Luciano, cuando se veía que la causa dormida en la ufi 7 pasaría a activarse en la ufi 1. Lograron exacerbar a eso que se llama “opinión pública” mientras los medios ninguneaban la desaparición del joven y Lombardo hablaba de “malandras en las villas”. Tal vez sea otra casualidad.
3. Si se sigue el razonamiento del presidente de la apdh, y del abogado Combi, los destacamentos, refuerzos policiales y pedidos de mano dura, tienden a ser estúpidos, perversos, o a incrementar aquello que dicen combatir. Si hay zonas liberadas para chiquilines y adultos que trabajan a cuenta de instituciones policiales impregnadas por el delito, reforzar y cebar a esas instituciones sólo provocará más de lo mismo, y cada vez más impunidad para hacerlo.
Los familiares y organizaciones que están impulsando el caso han puesto luz también sobre la actitud de los medios. Vanesa escribió una carta al gobernador Daniel Scioli en la que menciona las falsedades publicadas por el diario Clarín y algunos de sus periodistas. Pero también denunciaron de qué modo los actos y reclamos por la desaparición de un chico de 16 años fueron sistemáticamente ignorados por toda la corporación mediática, incluyendo la oficial. Karma argentino: los desaparecidos siempre vuelven a desaparecer.

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4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

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La familia de la joven asesinada en Capilla del Monte volvió a viajar de Buenos Aires a Córdoba para reclamar que se asigne urgentemente un fiscal en la causa y que se investigue su femicidio. Hace 4 años el cuerpo de Cecilia fue encontrado luego de estar 20 días desaparecido; su familia denuncia una trama local que involucra a la última persona que la vio con vida, el ex boxeador Mario Mainardi, jamás investigado, y la complicidad de la justicia de Cruz del Eje, representada por Paula Kelm, que buscó inculpar a un perejil. Gracias a la lucha familiar se logró anular esa línea de investigación, que culminó en un juicio nulo, pero desde entonces no se retomó la instrucción; y pese a que en diciembre se anunció que un nuevo fiscal tomaría la causa, eso no sucedió, y las dilaciones siguen. Crónica de una nueva reunión con promesas y sin hechos, cuando la impunidad se hace cada vez más grande y el reclamo, también: “Verdad y justicia para Cecilia Basaldúa”.

Por Bernardina Rosini

Daniel y Susana, padre y madre de Cecilia Basaldúa ya perdieron la cuenta de las veces que han viajado desde la ciudad de Buenos Aires a Córdoba con el único objetivo de lograr justicia por su hija. Han perdido esa cuenta pero no la cantidad de días que contabiliza la impunidad: 1460, es decir, cuatro años. 

En efecto, hace cuatro años (el 25 de abril de 2020) encontraron el cuerpo de Cecilia Gisela Basaldúa en un codo del Río Calabalumba en Capilla del Monte, luego de veinte días de estar desaparecida. Cuando Daniel y Susana llegaron ayer a los Tribunales en Córdoba Capital, se los ve invadidos por la bronca y el hartazgo. Son cuatro años sin Cecilia y a la par sostienen que las líneas de investigación han sido deliberadamente manipuladas y el material probatorio  de contundencia, ignorado

La última vez que estuvieron parados sobre esa vereda fue el pasado 7 de diciembre, tras reunirse con el Fiscal General Juan Manuel Delgado. Celebraban la noticia: “Tenemos fiscal, vinimos con 3.000 firmas de apoyo pidiendo fiscal y lo tenemos. Es el Nelson Lingua y comienza el 1° de febrero, después de la feria judicial”. Cinco meses después, otra vez viajan 700 kilómetros para golpear la puerta del Palacio de Justicia pues tal designación no sucedió y la causa acumula once meses sin fiscal a cargo de la instrucción.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas
Daniel Basaldúa y Susana Reyes, papá y mamá de Cecilia: viajaron desde Buenos Aires para mantener una reunión y reclamar justicia por su hija.

El baile del fiscal

Mientras los Basaldúa llegaban el 25 de abril nuevamente a Córdoba para pararse frente a Tribunales y exigir justicia, fueron notificados que la Fiscal General Adjunta Bettina Croppi los convocaría a una reunión. 

Antes de ingresar al edificio Daniel comparte la situación actual de la causa “Nos vienen diciendo que no designan fiscal porque falta una firma: me cuesta creerlo. No puedo hacer nada más que venir y reclamar. Hasta ahora la única justicia que logramos fue que no metan preso a un inocente”. 

Hoy le cuesta hablar; tiene un nudo en la garganta y el rostro de su hija estampado sobre el pecho. “Sólo espero que esta investigación vaya tras los verdaderos sospechosos, tras Mario Mainardi, última persona que vio a Cecilia con vida, quien tenía pertenencias de ella y las regaló; la policía y la fiscal Paula Kelm contaban con ésta y más información y nunca lo investigaron. No podemos creer que Mainardi, que dijo trabajar en Uber porque no podía acreditar ingresos, tenga más poder que Diego Concha, quien fue durante décadas Director de Defensa Civil de la provincia y sin embargo hoy está preso”. 

Daniel pasa lista de todos los uniformados que participaron del caso y que hoy se encuentran desplazados, procesados o presos por distintas causas: el común denominador es la violencia de género. 

Mientras las abogadas ingresan junto a los padres de Cecilia a la reunión, afuera les esperan periodistas, agrupaciones feministas, trabajadores de la Secretaría de Derechos Humanos y familiares víctimas de violencia institucional. Repiten el colgado de banderas, los carteles con rostros de otras víctimas, y los cantos que se recitan como mantras: “¡¡Queremos fiscal, queremos fiscal, queremos fiscal!!” y “¡¡Justicia, justicia, justicia!!”.

Al salir, Giselle Videla -una de las abogadas de la familia- comparte lo conversado en la reunión: “Para iniciar nos han pedido disculpas puesto que en noviembre nos dieron la seguridad que tendríamos fiscal apenas finalizada la feria judicial. Como hoy no hay fiscal, y están subrogando fiscales de otros territorios que toman la causa por un plazo corto de tiempo, el avance es mínimo. Nos informaron en relación a esta situación que la designación de Nelson Lingua espera la firma del gobernador, Martín Llaryora. Ahora bien, nos enteramos que será designado como Fiscal reemplazante, y no como Fiscal titular puesto que Lingua no ha rendido el concurso que lo habilita para ese cargo; debe rendirlo ahora y recién en julio- agosto podremos saber si será finalmente el fiscal titular de la causa”. 

Para que se entienda: desde que el tribunal absolviera a Lucas Bustos en julio del 2022 reconociendo su inocencia y su no vinculación al crimen, y ordenara una nueva instrucción para dar con los responsables del femicidio, la causa demoró meses en ser asignada a un fiscal. Luego recaería en el Dr Raymundo Barrera de Cruz del Eje, fiscal que, hábil con el calendario, entre feria judicial y licencias llegó a junio del 2023, mes en el que se jubiló. 

Por la presión de la familia Basaldúa, en diciembre el mismísimo Fiscal General anunció la designación del Lingua el 3 de febrero; eso no sucedió y no hay certeza de que Lingua resulte el fiscal que definitivamente dirigirá la instrucción, puesto que no cumple con los requisitos.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

Preguntas sin respuesta

Es mediodía y el cielo se refleja en las ventanas del edificio neoclásico de la calle Caseros; da la impresión que adentro estuviera vacío, que sólo es una fachada. “Hoy, 25 de abril se cumplen cuatro años de la aparición del cuerpo sin vida de Cecilia Gisela Basaldúa” lee Susana de la pantalla de su celular; ella también lleva una remera con el rostro sonriente de su hija. Sigue:

Cuatro años de impunidad y de violencia sistemática por parte del Poder Judicial a quienes pedimos y exigimos justicia por ella. La causa volvió a foja cero en el 2022 luego de pasar por un juicio vergonzoso.

El tiempo pasa y los asesinos de Cecilia siguen libres e impunes. No tenemos fiscal ni respuestas” y continúa “¿Cómo vamos a llegar a la verdad? ¿Qué fue lo que pasó con Cecilia? ¿Por qué tardó tanto en aparecer? ¿Dónde está Mario Mainardi? ¿Por qué la fiscal Paula Kelm ordenó tan rápidamente detener a un joven sin tener pruebas? Todas estas preguntas nos conducen una y otra vez a un círculo cerrado de impunidad entre funcionarios judiciales que se jactan en demostrar un abuso de poder constante”. 

La carta leída en la vereda, casi sobre la calle, concentra todas las preguntas que la investigación del femicidio debiera responder. 

Y la carta también cierra como se espera que cierre la investigación: “Verdad y Justicia para Cecilia Basaldúa”.

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La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Séptima entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa de lavaca Lina Etchesuri.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Ese jueves hacía 38 grados de calor pero parecían 43. El calor quemaba y picaba.

Faltaba el aire, el que había estaba caliente y la humedad pegoteaba.

El día que acompañé a la Ronda haciendo fotos para este proyecto, fui descubriendo imágenes a medida que los pasos y las sillas de ruedas daban vuelta como siempre, hace 2392 jueves.
La ronda siempre me emociona. Mucho. Las miro a las madres y veo proyectada las fotos de sus hijxs en su mirada, hacia delante, repitiendo Presente como un mantra de presencia y resistencia. Lxs veo a ellxs en imagen, mirando de frente en su juventud detenida. Veía a Elia, que ronda en silla de ruedas, con la foto de su hijo Hugo Meidan, desaparecido el 18 de febrero de 1977, hace 47 años, y pensaba si ese día hizo tanto calor, si la luz tenía esta misma inclemencia.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

En las rondas transcurre un tiempo extraño, persistente y atemporal. Las hermanas abrazan las fotos de sus desaparecidxs, gritan sus nombres con contundencia, caminan junto a las madres, junto a nosotrxs.

Transforman el tiempo y la imagen en un futuro posible.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Sobre Lina

Soy Lina Etchesuri. Fotógrafa, editora y docente

Soy parte de la cooperativa Lavaca desde hace más de 12 años donde hago todo lo que me describe y más. Me hace sentir muy orgullosa y feliz.

Estudié con Filiberto Muganini en el Rojas durante los 90s. Hice la carrera de fotógrafa en la Escuela de foto y artes visuales de Avellaneda, durante el 2001 y los años siguientes. 

Me seguí formando en talleres visuales con mi querida Julieta Escardó y muchxs más.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Viajé haciendo fotos durante algunos años: conocí al subcomandante Marcos y le saqué una foto en la que se está riendo. Estuve en Cisjordania, Palestina, durante 3 meses, viviendo retratando la vida bajo la ocupación. 

Junto con algunas personas y amigxs fundamos MAFIA en 2012, un colectivo de fotógrafxs que sigue hasta hoy.

Coordino talleres de foto e imagen.

Soy mamá de Fermin.

Y me encanta hacer todo lo que hago.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Un abrazo contra la motosierra

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Sin presupuesto actualizado (“cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2” informa el rector de la UBA) las universidades y los hospitales en “modo ahorro” deben cortar la luz, los ascensores, reducen cirugías, no tienen insumos. La imagen del Clínicas, uno de los más importantes del país: “Los pacientes se están quedando sin comida”. Hoy una gran concentración frente a ese hospital escuela simbolizó un abrazo en defensa de la salud y la educación pública, mientras el gobierno nacional juega a pelearse con las prepagas, y el de la Ciudad a subvencionar a quienes mandan a sus hijxs a colegios privados. ¿Qué pasa con lo público? ¿Cuándo comenzó el desastre? Distintas voces (directores de hospitales, rectores de universidades, trabajadorxs) relatan la realidad y los datos motosierra; la organización como única salida; y el canto “la UBA no se vende”, mientras la realidad, o los números, parecen indicar otra cosa.

Por Francisco Pandolfi

Un abrazo contra la motosierra

“Se defiende, la UBA se defiende”, fue uno de los hits / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Clarisa y Caetana acaban de salir de cursar dermatología. Clarisa tiene 24 años y lleva puesto un ambo azul marino. Caetana, de 23, uno verde oscuro. Son alumnas desde hace seis años de la Facultad de Medicina y hace tres caminan por los pasillos del Hospital de Clínicas, ya en la etapa de las prácticas. “Hace un rato terminamos una clase en la que no teníamos vendas”, dice Clarisa. Su compañera agrega: “El otro día, en un práctico, nos faltaba vaselina para curar las úlceras; sí, vaselina, probablemente el producto más básico y barato que se necesita”.

Alrededor de ellas hay una multitud, con ansias de visibilizar la gravedad de la situación.

Clarisa, Caetana y la marea contra el ajuste / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“Estamos funcionando al 30%”, comparte Marta, médica desde hace 38 años en el Clínicas.

“Los pacientes se están quedando sin comida”, cuenta Susana, auditora. 

“Soy empleado de limpieza del hospital, monotributista, trabajo cinco días por semana, siete horas por día y mi sueldo no supera los 150 mil pesos”, confiesa Diego Ruiz.

“Ya debimos reducir las cirugías y no atender a algunos pacientes”, expresa Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas.

“Estamos económicamente por debajo de un 80% sobre el presupuesto que deberíamos tener. Cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2”, precisa Ricardo Gelpi, rector de la Universidad de Buenos Aires.

Un abrazo contra la motosierra

Susana Dionisio, y la esperanza que genera el juntarse / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tiempos de abrazos

“La biblioteca destinada a la educación universal es más poderosa que nuestro ejército”.

José de San Martín.

Al libertador de la patria se lo homenajea con su nombre en calles y avenidas; clubes deportivos, teatros y centros culturales; plazas y parques; hospitales y universidades.

Y también en un hospital-escuela: el Hospital de Clínicas José de San Martín, dependiente de la Universidad de Buenos Aires y dedicado a tres ejes clave para el desarrollo de cualquier sociedad: la asistencia, la docencia y la investigación.

Son tiempos de clases abiertas; de paros y movilizaciones; de una marcha nacional universitaria a realizarse el próximo martes 23 de abril. Son tiempos de contar en cuántos meses y en cuántos días las universidades se quedarían sin presupuesto hasta cerrar sus puertas.

Son tiempos de abrazos.

Uno de ellos se forma con un montón de brazos, este jueves por la mañana, en la puerta del Hospital de Clínicas. Médicos, docentes y no docentes, estudiantes, le brindan un espaldarazo simbólico al Hospital de Clínicas, ubicado en el límite de los barrios porteños de Recoleta y Balvanera. Sobre la Avenida Córdoba, miles de personas se reúnen en la puerta principal para reclamar por el recorte presupuestario en todas las universidades del país, y en particular de las universidades escuelas.

Hay equipo en el Hospital de Clínicas /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Los cuerpos aplauden. Están vestidos con guardapolvo blanco; con ambos celestes y azules; con chaquetas bordós y verdes. De fondo, un telón negro enorme sirve de súplica para estos momentos. Es un ruego a la sociedad toda; y una exigencia, también, puertas adentro: “Defendamos la UBA”. Delante de la banderota se sostienen grandes letras blancas, hechas con cartulina, a mano, a pulmón, a necesidad de que el reclamo se vea un poco más. “La salud se defiende”, se lee, mientras se canta al unísono: “No se vende, la patria no se vende”. Minutos después, se cambia sólo una palabra: “No se vende, la UBA no se vende”.

Pero la realidad no parece indicar lo mismo. 

Problemas de fondos

Luego del abrazo, se rodea al hospital y en otra de las puertas de la institución, sobre la calle Paraguay, se lleva a cabo una conferencia de prensa. Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas, va al hueso: “Ya tuvimos que optimizar los recursos, que son insuficientes; no podemos comprar insumos, ni hacer transferencias porque no hay licitaciones de presupuesto que avalen las compras. Mientras, tenemos un montón de pacientes internados”. Sigue: “Es muy difícil no usar la luz en un hospital; no usar los ascensores cuando los pacientes necesitan usarlo… Lo mismo pasa con la calefacción. El año pasado estábamos orgullosos de haber comprado y cambiado la caldera, y este año no sabemos si va a funcionar, porque el modo de ahorro va a estar en el gas, en la luz, en todo”.

Le cambia la cara. Se tensa, aún más. “Poner a un hospital en modo ahorro es una agresión al médico. Es muy difícil mi lugar, el tener que decirle a mis colegas si pueden atender o no a alguien. No estamos haciendo una buena medicina con estas cosas”.

Un abrazo contra la motosierra

Marcelo Melo y Ricardo Gelpi en conferencia de prensa /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

A su lado está el rector de la UBA, Ricardo Gelpi, acompañado por el Secretario de Hacienda Matías Ruiz. Juntos, definen lo terrible: “La UBA tiene dos partes principales en las que se divide el presupuesto. Una es la salarial, que consume entre el 85% y el 90%; y después está el gasto de funcionamiento, que consume entre el 10 y el 15%”. Desmenuzan: “En lo salarial hubo un recorte en términos reales ajustado por inflación del 35%, lo que significa que si en noviembre un docente o un trabajador cobraba 100 pesos, hoy cobra 65”. 

Sobre los gastos para el funcionamiento: “Lo dividimos en salud y en educación. En educación este año las partidas arrancaron congeladas al presupuesto del año 2023; hubo una actualización parcial del 70% desde marzo; pero en términos interanuales eso significa un 58% de actualización, comparado con una inflación de casi un 300% interanual. Por el lado de la salud, empezamos el año sin presupuesto, ya que la partida devengada del año 2023 no había sido asignada hasta esta semana”.

Tomar la calle en defensa propia / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Peligro de cierre

¿La partida ya firmada –pero aún no depositada–, es un remedio? “No, para los hospitales universitarios será de la misma magnitud nominal del año pasado. O sea, no es una actualización, ni un incremento”. Subraya el rector: “Estas partidas no están ajustadas por inflación, lo que significa que sólo podrán estirar un tiempo esta situación, pero estamos lejos de estar conformes. Si se mantiene esa partida, podremos funcionar como venimos dos o tres meses más. Y después, así las cosas, la UBA cierra, porque si no hay plata, no hay plata”.

El Secretario de Hacienda suma un dato, que agudiza el cuadro: “El pago de la energía eléctrica en el último año se multiplicó por siete. Y si comparamos con febrero de este año, sólo los últimos dos meses, se multiplicó por cuatro”. Y ejemplifica con una cuenta que no cierra: “El crecimiento del gasto, sumado a las partidas congeladas, hace que crezca más rápido el gasto que tenemos la universidades y empeorando cada vez más el funcionamiento”. 

Un abrazo contra la motosierra

La educación, la salud y la ciencia, en juego; en venta / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“El mal funcionamiento es de hace años”

La falta de recursos no empezó en la era Milei. Marta, médica desde hace 38 abriles, describe: “El mal funcionamiento viene de años, como consecuencia de malas administraciones anteriores. Y ahora, este recorte presupuestario es el tiro de gracia”. ¿En qué se venía mal? “De 12 quirófanos funcionan 5 y hay numerosas salas cerradas; cada vez se va achicando más la estructura, deteriorando y no hay presupuesto para mantenerlo”. 

Clarisa, alumna, añade: “El edificio tiene un montón de falencias, es muchísima la cantidad de arreglos que harían falta y esto viene desde hace años. Con este recorte, el único futuro que veo es que se caigan las paredes… Me da mucho miedo e impotencia”.

Florencia trabaja hace 10 años y el amor que siente por la entidad viene de familia: “Mi mamá trabajó ahí; mis dos hijos fueron a ese jardín; le salvaron la vida dos veces a mi mejor amiga; curaron a mi papá, a mi abuela”.

Admite que el hospital “siempre tuvo pocos recursos; siempre hubo carencia de insumos”. Profundiza: “La situación no viene bien hace mucho; las personas que deben hacer el presupuesto no valoran la calidad humana ni la cantidad de atenciones que se realizan por día. El hospital siempre tuvo lo básico, y en muchas oportunidades debimos conseguir insumos por fuera, siempre tardó en llegar el material que se necesitaba”.

Carteles, ruido, sonrisas: estrategias contra el recorte / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Orgullo nacional 

El Hospital de Clínicas es considerado uno de los hospitales más importantes de la Argentina y de América Latina. Se fundó en 1881 y allí se realizaron varios procedimientos por primera vez. Algunos hitos que nacieron entre sus paredes que hoy yacen descascaradas: la aplicación de la insulina, el cateterismo cardíaco, las residencias médicas, las punciones de riñón, las operaciones filmadas. Dice la médica y hoy auditora Susana Dionisio: “En este hospital se formaron la mayor parte de los médicos de renombre que hay en toda la medicina prepaga”. Suma otro caso testigo: “Hay que acordarse de acontecimientos como el de la AMIA, cuando sucedió el atentado este hospital recibió a la mayoría de los heridos, y fue gracias a este hospital que se salvó a muchísima gente. Entonces, podés hacer un comité de crisis, pero si al mismo tiempo desfinanciás a la educación, está muy mal. El presidente se merece un juicio político y la oposición tiene que pararse y ser una oposición real, sino perdemos la democracia”.

Marta Cora Eliseht es médica de obstetricia del hospital de Clínicas y docente de la Facultad de Medicina. “El Clínicas es fundamental, un orgullo nacional; no sólo cumple funciones asistenciales, sino también de docencia en áreas de pregrado y postgrado; esta es la sede de infinidad de carreras. Somos especialistas en obstetricia y atendemos muchos embarazos de alto riesgo, casos que no se atienden en otros lados”. 

Un abrazo contra la motosierra

Marta es médica en el Clínicas desde hace 38 años /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

En el hospital trabajan más de 3.200 empleados y se atienden alrededor de 365 mil personas al año. En lo educacional, cursan por año cerca de 1500 alumnos. “Hay cinco cátedras y estudiamos 300 personas promedio en cada una. Este es el hospital escuela más grande del país”, explican Clarisa y Caetana, estudiantes de medicina. 

Las palabras de Sofía, que integra la comisión interna, laten: “El hospital-escuela literalmente es el corazón de la UBA, donde se retroalimenta la ciencia, la investigación, la educación, pero sobre todas las cosas la salud pública, con todo lo que conlleva ese concepto de gratuidad e inclusión. Queremos seguir brindando la atención de calidad a los y las pacientes, pero sobre todas las cosas contar con un financiamiento que nos permita que nuestra casa, como así consideramos al hospital, siga funcionando. No queremos tener el privilegio de pisar la UBA, sino el derecho de seguir en ella”.

Un abrazo contra la motosierra

Una que pedimos (casi) todxs /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Un dolor inenarrable

El hit se vuelve a cambiar: “Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode se jode”, se vocifera con angustia y con firmeza, en un clamor popular que hiela la sangre. Las y los laburantes le dan magnitud al problema. La obstetra Marta Cora Eliseht dice: “En el sector no tenemos espéculos, vidrios para hacer papanicolaou, guantes, gasas, algodón, lo básico. Los profesionales de la salud estamos intentando conseguir donaciones de entidades privadas para suplir las faltas”. Sintetiza: “Estamos sufriendo un ataque artero a la universidad pública”.

Susana Dionisio es médica desde hace 49 años. Quince los trabajó en el Clínicas, donde ahora es auditora. “Sentimos un dolor que no se puede narrar. Los pacientes se están quedando sin comida y solidariamente se intenta ayudar entre sindicatos, médicos y administrativos, pero los insumos médicos no los podemos comprar. Ya se está cortando la luz a cierta hora, no se puede creer”. 

Un abrazo contra la motosierra

La potencia de Elsa Carrizo, la potencia de lo colectivo /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Elsa Carrizo es delegada general de la comisión interna del Hospital de Clínicas. Tiene puesto un guardapolvo blanco, que lleva el logo de la institución. Se lee: “Fundado en 1881”. Dice: “Trabajamos con obras sociales, pero es impresionante la cantidad de gente sin obra social que viene, alcanza con ver las colas que se forman a la mañana. Ya no tenemos insumos ni para el mantenimiento, ¿con qué vamos a limpiar? Hay un combo de muchísimas necesidades en el hospital”.

“Últimamente no nos estuvieron entregando secadores”, detalla Diego Ruiz, empleado de maestranza. Cobra menos de 150 mil pesos por mes y sólo el monotributo para facturar (no está en planta permanente) le cuesta alrededor de 18 mil. “Estamos en una situación de mierda, personalmente para mí es imposible llegar a fin de mes”.

Un abrazo contra la motosierra

Diego cobra menos de $150 mil por mes. Y no es una joda / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tomás trabaja en el área de personal hace 5 años y es delegado de la comisión interna. “No hay paritarias y los sueldos quedan muy bajos. Tenemos poco más de 300 contratos que salen del bolsillo del hospital y son los que más corren peligro. Estamos hace un par de meses sin aumento y no hay respuesta del gobierno ni comunicación. Estamos estancados, no da para más”.

Carolina Nadal es empleada desde hace 30 años. Hoy es la jefa del departamento de Trabajo Social. “El presupuesto que se está ejecutando es el del año pasado y esto es inviable en términos de sostenimiento, de todo lo que se necesita para que funcione el hospital de manera integral. El gobierno va a tener que responder de una manera diferente a la que está respondiendo ahora. Siento mucha bronca e indignación, pero al mismo tiempo tengo la esperanza de que en las calles, con la resistencia, haya otro desenlace que no sea cerrar las puertas”.

“Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”.

José de San Martín.

Clases abiertas, presupuestos cerrados / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

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