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La ficción al poder

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Kike Ferrari, escritor. Autor de culto, en su nuevo libro narra la historia de dos amigos que se lanzan a viajar en el tiempo para impedir el asesinato de Trotsky. Pero su búsqueda, dice, no es trazar un programa político: es artística y documental. La literatura como transformación y placer en medio del show de la posverdad. Por Luz Bulzomi.

La ficción al poder

Al 700 de la calle Jean Jaurés hay mesas de madera con sillas, una nutrida barra de tragos, un escenario pequeño y una máquina del tiempo. Sí, una máquina del tiempo hecha con cables de colores, retazos tecnológicos de viejas computadoras y un poderoso Nokia 1100. La armó el mismo Enrique Ferrari, que se rehusó a presentar su último libro -editado en agosto de 2019 por Alfaguara- sin una réplica de la que usan los protagonistas de su novela para viajar a 1940 y evitar el asesinato de Trotsky.

En el salón principal del bar cultural El Tano Cabrón los asistentes apenas pueden ver al autor, escondido entre las conexiones y discos duros que acopló con cintas y adaptadores para teñir el evento con un poco del fascinante mundo sci-fi que construye en Todos Nosotros: una novela de ciencia ficción tercermundista donde la frontera entre lo documental y la fantasía se entrecruzan hasta la locura, invitando a los lectores curiosos a una experiencia multimedial que rebalsa los límites del libro y obliga, por ejemplo, a escuchar la presentación de la obra, a través del objeto que la protagoniza, una pesada y ridícula trama de hilos de cobre que suenan y titilan entre el escritor y su audiencia.

Todos Nosotros describe la amistad entre dos trotskistas a fines de la década de los 80 en Buenos Aires; los compañeros de militancia y las bandas fugaces de rock pesado del under porteño; es la obsesión de un gordo adicto a las pastillas de crear un aparato capaz de viajar al pasado para salvar a un hombre y evitar así la rotunda hegemonía capitalista, la muerte de la utopía y la desesperanza feroz del fin de las ideologías. Es eso y es, también, en una argamasa de sentido y narrativas, un repaso de la misión más importante de la vida del español Ramón Mercader del Río: asesinar al traidor de Lev Davídovich en su refugio mexicano y proteger así la revolución comunista. Y es, además, el esqueleto del Proyecto Coyoacán, la búsqueda audiovisual de un joven cineasta que recopila testimonios que honren la vida de su amigo, destruido por la obsesión de cambiar la historia. Todos Nosotros es eso y, aunque parezca imposible, varias cosas más.

En la novela se intercalan diversidad de voces, formas, épocas, idiomas y recursos narrativos, separados apenas por el final y el comienzo de los muchos capítulos cortos en los que se subdivide el libro (lo que lo hace ideal para ser leído en viajes, salas de espera y filas de atención municipal). Los personajes de Ferrari son rusos, españoles, yankis, mexicanos y argentinos y cada uno tiene una forma única e inconfundible de hablar, insultar, elegir música y transitar la trama, danzando en una sintonía armónica con el resto. Hay incluso capítulos contados por objetos, transcripciones de conversaciones por WhatsApp y páginas enteras donde solo se lee el código de programación de la máquina del tiempo.

Pero lo fundamental, lo que pone al autor en la vanguardia literaria, solo será percibido por un pequeño grupo de lectores curiosos: todas las historias están construidas con voces reales y con voces ficticias y el límite entre estas dos realidades -entre la novela histórica o documental y la ciencia ficción- nunca queda clara. Y es que Kike usó su propia biografía de joven militante del MAS (Movimiento al Socialismo) y entrevistó a referentes de distintas agrupaciones y a colegas de aquellos años para los testimonios que aparecen en el libro. Pero hay más: también usó personajes ajenos para poblar su obra. El caso más evidente es el de José Daniel Fierro, uno de los héroes populares creados por el célebre escritor mexicano Paco Ignacio Taibo II quien no tuvo problemas en compartir con Kike a su querido Jefe de Policía de izquierda.

En la pesquisa individual por discernir qué es real y qué no y dónde están los límites de la invención de Ferrari, el lector curioso comprenderá que los capítulos de Todos Nosotros no acaban necesariamente en la página 280 de cada ejemplar. Y esa búsqueda, que es la misma que atraviesan el Gordo Felipe y Mario en el libro, es la clave de esta nueva experiencia literaria. Porque para el autor “las limitaciones espacio temporales son artilugios pensados para funcionar correctamente en el primer mundo”, pero en estos pagos donde uno está acostumbrado a esperar durante una eternidad el colectivo 93 sobre Paseo Colón una noche de frío cualquiera, se agotan. Lo saben los protagonistas de la novela, reivindicando la amistad -“el primer comunismo”- a pesar de cualquier barrera temporal, y lo sabe el autor para quien “en una sociedad de espectadores la literatura no puede ser un show más: tiene que moverte, hacerte pensar, romper las barreras”.

La ficción al poder

El autor

Cuando le preguntaron al poeta, novelista, guionista y crítico Carlos Zanón sobre la anteúltima novela de Ferrari – Que de Lejos Parecen Moscas– este respondió: “Kike es tan de verdad que parece mentira. Tan honesto que parece un farsante. Escribe desde un sitio que ya no existe, con buen juego de piernas y pegada certera”.

Y es que Enrique Ferrari no se viste de artista: muestra con una humildad orgullosa su tarea de escritor como mero oficio terrestre. Con una caja de herramientas, técnicas heredadas de grandes maestros, trabajo duro y experiencia acumulada. Y con todas las banderas a cuestas, porque Kike escribe desde donde está: abajo y a la izquierda, con una cerveza en la mano, un disco de metal sonando de fondo y rodeado de buenos amigos, siempre con otros, porque, como dice antes de terminar su presentación, asomado apenas entre los cables viejos y el titilar constante de la pantalla del Nokia 1100: “Sin mi correctora este libro hubiera sido otro. Uno peor. Todos Nosotros es una tarea de un montón de gente que firmo solo yo. Espero que en el futuro los libros y todo lo demás vayan a ser de autoría de muchos”.

Arrancaste con Operación Bukowski, una oda al realismo, pasaste por el policial negro y tu último libro es una ciencia ficción tercermundista. ¿Qué te hace ir cambiando de género así?

En una época puse el énfasis en que no pasara casi nada. En que fuera todo lenguaje. Cuando eso se me agotó di el salto al policial y al género negro, empezó a haber anécdotas con cierto espesor que hablaban del afuera, pero todavía no sacaba los pies del plato del realismo. Y luego fui enrareciendo los textos de a poco. En esta última novela el personaje y la narrativa enloquecen un poco y en los cuentos que estoy escribiendo todavía más.

Vos dijiste varias veces que el policial negro era el género literario del capitalismo tardío. Entonces, ¿qué es la ciencia ficción?

Es el género de un mundo enrarecido. ¿Viste Years and years? Todo lo que pasa en esa serie es súper futurista y sin embargo no nos sorprende. La realidad está hecha un lío y para dar cuenta de eso creo que hay que buscar elementos por fuera de lo posible. También me pasó que en los últimos años encontré a dos o tres autores que me rompieron la bocha y que están en la cuerda de la ciencia ficción. China Miéville por ejemplo. Tiene una imaginación desbocada, enloquecida. Y, dicho sea de paso, es un marxista duro. En uno de sus libros construye una entidad que es El Trabajo Asalariado. Es imposible de percibir porque no es algo concreto, se va transformando en quien lo contenga. Quedé fascinado. Cuando encontrás un escritor de estos te obliga a replantearte toda tu literatura. Yo dejé el minimalismo cuando leí a Paco Taibo II. Venía escribiendo historias chiquititas y viene él y me muestra que se pueden contar historias torrenciales, riquísimas.

¿Cómo hacés para escribir desde estilos tan distintos sin perder la marca Kike Ferrari?

Luchar contra la mimetización… Mirá, tengo un cuentito, de los peorcitos de estos cinco o seis que vengo escribiendo, en donde la gente desaparece en el aire cuando hace algo que no implica realizar una tarea. Vos salís a trabajar, a buscar a los pibes a la escuela, al mercado a comprar comida y no pasa nada, vas a pasear a la plaza y puff, desaparecés. La fantasía te permite contar esas cosas que no se entienden, como este sistema de mierda. Lo empecé a escribir y a las cinco páginas me di cuenta de que estaba re versionando a China Miéville, y peor, porque él escribe mejor que yo. Lo que tuve que hacer para salir de ahí fue buscar lo más lejano a esa forma de narrar. Mi salida fue Borges y la distancia del narrador, me escapé de China mandando al narrador lejísimos.

Tenés cuatro novelas, un par de libros de cuentos y dos compilaciones de crónicas, ¿Cuánto escribís hasta llegar a lo que publicás?

Escribo mucho y tiro muchos intentos fallidos. Cuando me aparece una idea peleo por escribirla y a veces pierdo, no la puedo narrar y la dejo. Pero la tengo en la cabeza, si en 50 años se deja escribir, la escribo. Hace años tenía una idea de novela en la que Kafka no había existido. Su vida era un montaje de Max Brod para escribir la que él creía que era la novela de su vida: la biografía de Kafka. Tenía hasta el título. Intenté escribir la historia de todas las maneras posibles y un día tiré todo. Si algún día se me ocurre cómo escribirla volveré a ella.

En los últimos cinco años te han hecho cientos de entrevistas, ¿qué te aburre responder?

Me preguntan mucho si el trabajo de maestranza en el subte, que es un lugar tan particular, influye en mi literatura. Una pregunta horrible porque les tengo que decir que no. Por dos cosas: la primera es que entre que a mí me pasan las cosas y que yo las hago escritura necesito distancia, tiempo. Y todavía no tengo esa distancia con el subte. Pero además los periodistas suelen fantasear con el subte, con la noche… ¡y no hay nada! Es como baldear cualquier otro lugar. El subte es lindo, tiene algo de suspensión de la realidad que está buenísimo, un no lugar, como un aeropuerto. Pero nosotros estamos laburando quietos, siempre en la misma estación. Lo que para todos es un lugar de tránsito para nosotros un montón de baldosas… a la literatura no le aporta nada. O le aporta lo mismo que todo lo demás.

Hace un tiempo dijiste que no escribías pensando en los lectores, ¿eso cambió?

Yo no escribo para el lector porque el lector es una entelequia. No quiere decir nada. Escribo pensando en mí como lector a lo sumo. La paja de Onetti de que si estuviera en una isla desierta agarraría un palito y escribiría en la arena no me pasa. Yo trataría de ver de qué manera armo una balsa y llegar a un lugar donde haya gente. ¡Qué me importa la literatura si no hay gente! Entonces está bueno que te busquen los medios. Pero además hay algo muy divertido en que te vengan a hablar como si fueras famoso cuando sos nadie. Pero eso dura 10, 15 minutos. Al tercer día que te invitan a la televisión desde un programa que sale a las 10 am cuando vos laburás hasta las 5 am pierde la gracia. Ya me vi en la tele, ya está.

¿Te gustan las críticas que estás recibiendo por Todos Nosotros, tu última novela?

Sí, claro. El problema, para mí, es la gente que lee con un programa político, no un programa literario. Yo no tengo programas extraliterarios para la literatura. La literatura es un evento en sí misma.

Pero tu literatura está viciada de política y crítica social… En el último libro mandás a impedir la muerte de Trotsky.

Lo que pasa es que ese evento literario, sobre todo en Argentina y sobre todo después de Borges, está viciado del afuera. Y cuanto más roto esté ese afuera más hay que ir a buscarlo, para traerlo. Para que la literatura sea un evento más completo. Yo era de los que iba a buscar a las enciclopedias británicas las boludeces que decía Borges que estaban ahí. Ese fragmento de lo documental.

Vos solés hablar de “el lector activo”. En tu última novela premiás a ese lector curioso con frases documentales que dan para entretenerse…

A mí me parece que la literatura estaba pidiendo a gritos que rompamos los límites de la tapa del libro. Hay que hacerlo y, sobretodo, hay que volver a dar un debate tan viejo como interesante que hoy está atravesado por esto de la posverdad: la distancia entre la verdad y la realidad. Contrariamente a lo que Platón y Perón dicen, la única verdad no es la realidad, de hecho, no tienen un choto que ver. La gran línea de Andrés Rivera sigue siendo fundamental, él dice algo así como “la lucha de los revolucionarios es perder y resistir, resistir y perder y no confundir lo real con la verdad”. Yo creo que la literatura juega en el campo de la verdad. Y que está bien tensionarla con la realidad. Hay elementos en Todos Nosotros que no existieron en la realidad pero que en la verdad de esa época estaban. La literatura me permite contarlo, y los nuevos soportes aun más. Y si lo pensás, esa es la apuesta última de la literatura, que sea verdad lo que está entre una tapa y otra.

Hablabas de la posverdad; ¿de alguna forma lo que planteás es disputar el sentido de la verdad, poner la nuestra a circular?

¡Hay que disputarla! Lo que hace el sistema con la posverdad es agarrar la ficción y meterla en la realidad, decir cosas falsas en los noticieros, por ejemplo. Está buenísimo que desde la literatura nos metamos en esa disputa. El lugar nuestro desde la literatura es percudir la realidad con nuestra verdad. Y es una forma distinta de intervenir, es más larga, menos inmediata y no se entienden mucho los resultados. La literatura es un material inestable y puede explotarte el sentido en las manos y al revés, pero no importa. Hay lectores que no saben que yo estoy inventando cosas y metiéndolas en distintos lugares como reales. Me parece fundamental ir a disputar el territorio de la ficción. Decir: ¿ustedes quieren jugar con lo que es real y lo que no es real? Nosotros también lo sabemos hacer.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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