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Otro día en el paraíso

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Crónicas del más acá, por Carlos Melone.

Me desperté cansado. Los espectros de Morfeo me habían acosado sin violencias pero tenaces, perturbadores. No había sufrido horrores y espantos de pesadillas clásicas. 

Transité brumosas escenas de ausencias y soledades que me dejaban con las manos vacías en una esquina, sin respuestas. Un cuerpo familiar, tibio, espléndido, se había esfumado con lentitud desesperante mientras yo intentaba abrazar.

Me levanté enseguida. 

Iniciaba otro día en el paraíso. 

La imagen de ella me despeinó la mañana como tantas veces hace un largo año. El final de una relación que no es una gramática de dramas y victimizaciones. 

Tampoco una épica del reproche o la desolación. 

Solo la necesaria tristeza, la indispensable tristeza. En los juegos del amor y los afectos siempre fui un pésimo jugador: nunca entendí la cartografía del juego y, cuando me parecía que sí, el juego había cambiado.

Nunca supe, nunca pude. 

A veces me pregunto si –tal vez– nunca quise.

No sé. Me lleno cada vez más de no sés…

El día estaba lluvioso y frío. La ambivalencia me acomodó el cuerpo: amo la lluvia y detesto el frío.

El espejo del baño me devolvió lo que hace mucho tiempo no me gusta: ese señor que está allí. 

Lo respeto y valoro y encuentro un parecido sospechoso de toda sospecha pero sigo insistiendo en que ese no soy.

No.

Quien está detrás de mis ojos, quien se viste con prontitud porque el paraíso se ha puesto en marcha, es otro.

Soy otro en tiempos de coronavirus sin monarquía.  

Mientras me preparaba el mate, la televisión ladraba sus cataclismos de adjetivos, una letanía desquiciada repitiendo a destajo palabras como cuarentena y pandemia. 

No hay periodistas en la televisión. 

Es ella la que habla, la que mueve hilos desgraciados de sus desgraciadas figuras, no ya marionetas, no ya títeres, no ya culpables, no ya inocentes

Apagué la televisión y encendí el silencio.

¿Por qué no?

Hace mucho tiempo que no puedo con la música. Un dique misterioso embalsa mi escucha y cuando abro su vertedero, no aparece otra cosa que lágrimas inoportunas, absurdas, incomprensibles.

Afuera, entre la lluvia fina y tenaz, el Otro se ha vuelto un peligro.

¿Cómo se vive la vida si el Otro, cualquier Otro, es un peligro?

¿Cómo es la vida si puedo ser un asesino sin serlo?

Somos una especie maldita, sin divinidades que nos cuiden: estamos a la intemperie.

Tan tontos como temibles.

Soy parte de esto en el silencio de la mañana, en la soledad de mi casa, mientras el mate caliente me avisa que el paraíso está aquí, que solo debo verlo.

Espejito, espejito…

Ya dije que no funciona.

Un libro, de los muchos que vagan por mi casa, me mira como se mira en el tango.

Tampoco la lectura me acuna en la perplejidad de esta mañana lluviosa, de esa mañana lluviosa, de cualquier mañana lluviosa. 

Cada libro recostado por aquí y por allá recibe una visita prostituida, prometedora de un placer que no ocurre, efímera, buscando lo que parece no estar nunca.

Esta mañana en que la lluvia fina me prepara el paraíso y no puedo escuchar música porque lloro y ella es un suave fantasma definitivo, me pregunto nada porque hace un tiempo que me pregunto nada.

Un largo encierro que no maldigo pero suspendo el juicio.

La epojé.

No se trata esta mañana, aquella mañana, cualquier mañana de depresión o angustia. 

No.

Es otra cosa. 

¿Habrá que salir a desafiar la muerte como el último gesto de lo posible ya que ella siempre gana?

¿De qué se trata este mundo guardado, ansioso por salir para alimentar el hambre de consumo, mutilado de la posibilidad de ser mejores pues solo se espera para insistir, no para desistir?

¿Y el fuego prometeico?

Mientras me abrigaba para salir, feliz porque llovía, vino a mí una parte de la confesión que los difuntos debían hacer a Osiris: no hice llorar; no fui causa de aflicción; no causé dolor a nadie

¿Será suficiente?

Llueve.

Y es otro día en el Paraíso.

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El Chubutazo: iniciativa popular por una ley antiminera

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Ante la reactivación de nuevos (viejos) proyectos mineros, con millonarios auríferos y gobiernos sinuosos, las asambleas chubutenses se movilizaron como lo vienen haciendo hace 18 años (que incluyeron plebiscitos, represiones y espionajes históricos). Ahora organizaron la campaña “Nos deben una ley”. Con barbijos y distanciamiento social, marchan y reúnen firmas en 42 localidades: una Iniciativa Popular por una Ley que prohíba la megaminería, tras el fraude de 2014, cuando un diputado recibía instrucciones de Yamana Gold por celular. Reflexiones sobre la política, la democracia, y la riqueza convertida en maldición. Por Sergio Ciancaglini.

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¿Nunca más? 100 días sin Facundo

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La desaparición de Facundo Astudillo Castro profundiza la vieja herida de la democracia argentina: cómo -no- se investiga una causa caratulada como “desaparición forzada”. La lupa sobre la Bonaerense. La desinformación como sistema. El Poder Judicial encubridor. El rol del Estado,  y el del gobierno. La memoria de las familias de Luciano Arruga, Daniel Solano y Santiago Maldonado como caminos para construir otras respuestas. Por Lucas Pedulla.

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Legado Bléfari: historia y futuro de una artista única

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Marcelo Zanelli, Flopa Lestani y la joven Montarosa repasan vida y obra de una amiga y referente. De los escenarios en Cemento a su última entrevista con MU. De Suárez a sus incursiones en el cine y la escritura: breve semblanza de Rosario Bléfari, una artista fundamental que marcó a generaciones. Por Manuel Palacios.

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LA NUEVA MU. Tomar el futuro

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