Nota
8 años sin Iván: “No es fácil, pero tampoco imposible lograr justicia”
Ni la lluvia ni el frío ni las intimidaciones lograron que Comodoro Rivadavia olvide a Iván Torres. El sábado 1 de octubre su abogada, Verónica Heredia, se despertó con una noticia: habían forzado una ventana de su casa, robado su computadora, tres potecitos de postre de la heladera y revuelto los cajones de su cuarto. El resto de su casa estaba intacto. Dos días antes, la abogada había sido notificada de la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que condenaba al Estado argentino por la detención ilegal, tortura y desaparición forzada de Iván Torres, una causa a la que le ha dedicado 8 años de su vida y con la que logró un hito: llegar al máximo tribunal sin pasar por Buenos Aires.

Charla debate en la universidad. Panel compuesto por Verónica Heredia, María Millacura, Mirta Baravalle, Nora de Cortiñas, Claudia Acuña y César Antillanca, padre de Julián, asesinado por la policìa en Trelew, provincia de Chubut
Esa mañana también llegaban a Comodoro las Madres de Plaza de Mayo, Nora Cortiñas y Mirtha Baraballo para participar del acto con el que se recordó la desaparición de Iván. Primero, en una reunión en la Universidad Nacional de la Patagonia, que contó con la conmovedora palabra de María Millacura, la madre de Iván. «Es difícil, muy difícil, pero no imposible lograr justicia. Se lo digo especialmente a los familiares de otras víctimas de la impunidad, para que sepan que luchando y persistiendo se logra, a pesar de todo y de todos los que nos quieren hacer callar, que algún día se sepa toda la verdad y los responsable paguen por lo que hicieron.» En la mesa estaba acompañada por César Antillanca, el padre de Julián, un joven asesinado por la policía provincial en Trelew, cuyo caso está ahora por llegar a la instancia del juicio oral gracias a la obstinada lucha de este hombre que se dedicó a buscar testigos y pruebas. Dice luego María «El fallo de la Corte es un camino, una herramienta. Pero no es más que eso. Para que sea justicia hace falta seguir reclamando. No es justicia un poco de justicia. No es justicia un pedacito de justicia, como no es verdad un pedacito de verdad. Hace falta mucho más para que alcancemos el final de este camino. Hace falta que aparezca Iván y vayan presos todos los responsables de lo que le pasó».
Vigilar y castigar
Durante este encuentro se constituyó el Observatorio Iván Torres, que será el encargado de vigilar de cerca y sin respiro, la ejecución de la sentencia de la Corte. Esto es: el inicio de una causa judicial que investigue todos los delitos cometidos por el Estado argentino, tanto por funcionarios policiales como judiciales, así como la concreción del curso de derechos humanos que está ahora obligada a emprender toda la policía provincial, desde su máximo jefe hasta el último de sus agentes. Es parte del reconocimiento que hace explícito el fallo de la Corte: el de Iván no es un caso aislado, sino la prueba de una política criminal por parte de la estructura policial que tiene un blanco concreto: los jóvenes y pobres.
Así lo recordó ese sábado, también, el diario local Patagónico en una nota que daba a conocer las estadísticas del Banco de Datos de Tortura que coordina la Defensoría pública de la provincia de Chubut. «Entre 2004 y 2011 se realizaron 1.899 denuncias de violencia policial en la provincia pero la mayoría no va la justicia por temor a represalias». También señaló cuál es el perfil de las víctimas de la violencia institucional: «hombres menores de 21 años con estudios primarios y desempleados o con trabajo ocasional».
Ningún pibe
A las 17, fue el turno de salir a la intemperie y ocupar la plaza principal de la ciudad. Lluvia, frio y rap, a cargo de Asterisco y Guillermina, entonando las estrofas de Ningún pibe nace para chorro, que pusieron en alerta al patrullero que merodeaba la ceremonia. Luego, media docena de raperos locales se turnaron para rimar sus verdades, improvisando estrofas sobre el abuso policial y la violencia estatal. Las palabras de las madres -María, Nora, Mirta- dieron el calor que el grupo necesitaba para acompañar a los chicos y su arte. Fue Nora Cortiñas la que alentó a gritar: «Iván Torres, presente». Pero también a soñar, cuando nos despidió con renovada utopía: «Hasta la victoria, siempre».
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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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