CABA
Creciendo Juntos cumple 40: la gestión social en la educación y en la vida
Representan otra posibilidad de lo educativo: ni estatal ni privado, sino de gestión social. Familias, estudiantes y docentes de Paso del Rey, Moreno, provincia de Buenos Aires, que sobrevivieron a todas las crisis de los últimos 40 años y recrean el sentido de la enseñanza. El estilo de una escuela que es maestra, en la que pensar y trabajar para y con las generaciones futuras no es un cliché mediático. Este 2 de diciembre a las 19 celebra su 40° cumpleaños en su sede, Belgrano 2901 de Paso del Rey. Reproducimos La comunidad organizada, publicada en MU 174, como un recorrido y un homenaje a la creatividad y la autogestión. Por Francisco Pandolfi.

Aambos lados de la estación de Moreno del tren Sarmiento se puede ver un mar rojo sobre ruedas grandes: decenas de colectivos de la empresa La Perlita, que ostenta el monopolio del transporte en el partido bonaerense. Hay dos recorridos, el 4 y el 36, que llegan a la puerta de Manuel Belgrano 2901, en la localidad de Paso del Rey. En esa dirección funciona –más que funciona, late– un mundo aparte. Un oasis en un desierto de establecimientos educativos históricamente postergados, a veces más, a veces menos. Un sitio descomunal, sin ánimos de exagerar, inmerso en el barrio de clase trabajadora Parque Paso del Rey. Una sociedad de fomento que gestó un jardín de infantes, que devino en una Asociación Civil creadora de una primaria y años más tarde de una secundaria. Un colegio que no es de gestión estatal ni tampoco privada, donde los problemas se solucionan en rondas de diálogo. Un lugar que da cátedra desde hace 40 años de manera ininterrumpida, donde se pide silencio en las aulas levantando la mano. Un recinto escolar de ensueño, que no es mera fantasía ni utopía, donde una cooperativa de reciclado integrada por los propios estudiantes sirve para juntar la plata de los viajes de egresados, porque nadie se queda afuera y porque nadie se salva sola ni solo. Acá, en pleno corazón de Moreno, pulsan sueños, fantasías y utopías vueltas realidad, que llevan el nombre de Creciendo Juntos… escuela de gestión social.
Las tizas o las bochas
El primer impulsor de esta obra que está cumpliendo cuatro décadas, ironía mediante, fue el ex ministro de Economía de la última dictadura genocida, José Alfredo Martínez de Hoz. En 1978, entre otras medidas que hoy continúan haciendo mella, eliminó el control de precios sobre los alquileres. Fue el principio de una larga caída al precipicio, que no tiene fin. También fue el inicio de esta gesta colectiva que le abre las puertas a MU.
Cristina de Vita, 70 años, y su marido Juan Manuel Giménez, 72, son dos de los fundadores. Vivían en el barrio porteño de Flores hasta la decisión del citado ministro. “Nos tuvimos que ir de inmediato, porque la suba de un mes al otro fue como si dijera hoy de 300 mil a 3 millones de pesos; era imposible de pagar”, recuerda Juan Manuel.
Arribaron a una casita humilde, a una cuadra de donde hoy se erige la escuela. Allí, en parte del terreno existía una Sociedad de Fomento. Rememora Cristina, que lleva aros y buzo de colores, en composé con su aspecto jovial: “Cuando vieron a dos jóvenes que nos mudamos a la zona, nos dijeron de formar parte de la comisión, compuesta por personas adultas. La mayoría de nuestra edad se mudaba porque no había alternativas educativas. El jardín más cercano estaba a 25 cuadras, había que cruzar la ruta y todas las calles eran de tierra. Se propuso hacer un bar y una cancha de bochas, pero logramos que en asamblea priorizar la construcción de un jardín de infantes”.
En un barrio de casas bajas, terrenos baldíos y poca gente, el 15 de marzo de 1982 se brindó la primera clase, dieciocho días antes del comienzo de la Guerra de Malvinas. Uno de los seis hijos de la pareja se llama Juan y hoy es el director de la secundaria. En aquel entonces tenía 7 años, hoy 48: “En medio de la oscuridad de la dictadura militar cívica eclesiástica, en tiempos del no te metás ni te reúnas, se abrió un espacio donde se invitaba a participar, se propuso algo en común para los vecinos”.
Augusto es profesor de Historia y da clases desde 1998. Tiene 81 años y la vitalidad de un iniciante. Lo siguen impulsando las ganas de transformar. Lo dicen sus ojos. Lo reafirman sus palabras: “A veces pasa que en los momentos fundacionales suceden cosas que después son difíciles de sostener, por eso lo más importante de esta experiencia es que la idea se mantiene. Hubo una voluntad para que aquello que se ve como marginal, pase a ser central en la construcción de un proyecto político educativo e integrador. Esto es fundamental para entender la resistencia de la escuela”.
Moreno iba creciendo en densidad poblacional a la par que tomaba cuerpo la entidad. El jardín había originado una mancomunión entre las familias que traspasaba lo educativo. Ante ese estímulo, a fines de los 80 decidieron constituirse como Asociación Civil Creciendo Juntos e inaugurar la primaria en marzo de 1990: “Un grupo fuerte de madres y padres empezaron la construcción, a juntarse los fines de semana a picar cascotes, a aprender de albañilería, de organización de eventos para juntar fondos y a hacer las aulas. O sea, a principio de los 90, del neoliberalismo y de la individualización del sujeto, acá se proponía lo colectivo”, comenta Juan Giménez hijo.
Su papá completa: “Empezamos como organización social que se transformó en escuela. Fue la lucha contra el menemismo lo que más nos marcó como institución. Los noventa dieron impulso a potenciar esto, porque quienes teníamos una ideología nos sentimos enteramente traicionados”. Tal fue la magnitud de aquel impulso, que en marzo de 2008 nació lo que dos décadas antes les hubiera resultado impensable: el secundario con orientación en Artes Visuales. Desde entonces una infancia entra a los 2 años y puede hacer toda su escolaridad en Creciendo Juntos.


Bingos y verduras frescas
Hay que ver para creer y lo que se ve en esta superficie no es nada superficial. Lo que pasa en el aquí, en el ahora, es esperanzador. La gestión social se escucha, se huele, se palpa, está en cada rincón. Los ejemplos sobran: está en la ronda que comparten alumnas y alumnos de primaria, sus familiares, sus docentes, que inicia un nuevo día de clase. Soledad, la directora, dentro de un guardapolvo pulcro y blanco informa al resto de la comunidad educativa que “hay rifas de 250 pesos para vender, porque este proyecto se sostiene comunitariamente”. También repasa que hay “bolsones frescos de verdura a 550 pesos y bandejas de ensaladas”. Comenta que todo está hecho por productores de Moreno y ahí las manos que integran la ronda empiezan a aplaudir.
La gestión social está en la sala de dirección, donde entra y sale gente permanentemente: docentes, estudiantes, auxiliares. En la oficina hay dos changuitos llenos con productos de limpieza, devenidos en premios de las rifas; hay carpetas, plasticolas, libros, cuadernos, cartulinas, todo comprado con plata autogestionada, porque el Estado paga únicamente los salarios de la mayoría del cuerpo docente, no los del personal administrativo ni auxiliar. Ni los gastos de útiles, productos de limpieza, infraestructura, servicios, etcétera y etcétera. En esos ruidos de mazazos que vienen de donde una cooperativa construye aulas nuevas, está la gestión social. En un aporte salarial que hace cada docente mensualmente para pagar el resto de los sueldos, está la gestión social. En los murales hechos por las y los alumnos, también se dibuja y se pinta la gestión social. Uno de ellos reza: “Autonomía, libertad, emancipación, militancia, cooperativismo”, cual manifiesto que resume al ámbito que lo contiene y lo ha creado.
¿Cómo se define a la gestión social y se la diferencia de otros modelos? Juan Giménez hijo enumera tres características:
“1) Una base territorial que no sólo estimule prácticas democráticas, sino que construya un cogobierno con las familias;
2) Prácticas en las aulas que generen democratización de la palabra, donde la escucha a estudiantes esté presente siempre;
3) Lo ideológico, mediante prácticas de solidaridad, cooperativismo, trabajo colectivo. Queremos sujetos críticos, transformadores, que piensen lo que pasa afuera para poder modificarlo”.
Suena lógico que en los tres puntos se repita la palabra “prácticas”. Verónica Urrutia tiene 47 años y desde 2004 integra el nivel inicial. Primero fue maestra de sala, luego preceptora y hoy es secretaria de jardín. “Esta escuela es de laboratorio, probamos mucho. Es una filosofía de vida la exploración”. Cristina resalta la territorialidad: “Es una de las patas clave de la gestión social, porque se busca poner el oído en lo que el lugar está pidiendo”.
Cada viernes por la tarde se junta la Comisión de Familiares de la escuela, integrada por vecinas y vecinos (algunas madres, algunos padres, algunos maestros, algunas maestras). Laura Miño es mamá de una nena de primer grado y de un adolescente de cuarto año. Preside la comisión nacida en 2013. Explica la gestión social: “Formamos un proyecto que excede lo escolar, es político-educativo. Buscamos que las familias tengamos otras prácticas, que construyamos en comunidad. Yo entré atraída por frases como que la escuela tiene las puertas abiertas, sin dueño ni patrón y con el correr de los años empezaron a tomar un significado mayor: la escuela es de todos, pero de verdad; no tiene dueño, pero de verdad, la construcción es comunitaria, de verdad”.
Va más allá: “Pensamos permanentemente desde cómo sumar más familias, cómo nos sostenemos económicamente, hasta el acompañamiento a docentes sobre prácticas pedagógicas. No solo somos una cooperadora escolar, no venimos únicamente a gestionar recursos, sino que pensamos otras cuestiones como el mantener la línea política, basada en el cooperativismo y los derechos humanos. Nadie se salva solo y eso lo anteponemos a lo demás”.
Para tejer esa mirada conjunta, un sábado por mes se reúne la comisión asesora, que integran trabajadoras y trabajadores de todos los niveles, docentes y no docentes, junto a familiares. Leen textos, hablan de diversas temáticas, cultivan lo común. “Necesitamos analizar el rumbo de la escuela. La gestión social no es solo hablar, hay que involucrarse, por ejemplo, en la entrada del nuevo personal. Las familias somos parte de las entrevistas. Tenemos injerencia en quiénes serán las y los docentes de nuestros hijos”, explica Laura. Augusto añade: “Discutimos mucho lo referido a lo educativo y al sostenimiento. La participación es voluntaria, pero desde el punto de vista de la configuración de la escuela, es éticamente obligatoria”.
En estos 40 años buscaron múltiples formas de autogestionarse: ferias americanas; venta de comida; rifas de todo tipo, desde bolsones de comida hasta autos 0 kilómetros; festivales de música, bingos, entre otras estrategias: “No solo es la búsqueda de dinero, sino que haya un beneficio para el barrio”, resalta Laura, que plantea el horizonte: “Queremos no cobrar un centavo, pero para eso la gestión social debe estar reglamentada”. Hoy se cobra una cuota que no supera los 3.500 pesos para cubrir los gastos por fuera de los salarios que abona el Estado. Algunos costos a pagar mensualmente: AFIP, 700 mil pesos; luz, 40 mil; gas, 24 mil; internet, 15 mil. Agrega: “De todos modos, por más que tengamos una cuota acá nadie se queda afuera por no pagarla, siempre le buscamos la vuelta”.
¿En qué afecta la no reglamentación de la educación de gestión social? “Somos tratados como escuela privada, se nos cobra como si fuéramos un comercio, no nos reconocen como Asociación Civil sin fines de lucro. A esto hay que sumarle que nos hacemos cargo de la merienda, los útiles escolares y mantener la infraestructura”.
Los martillazos y mazazos no paran. Las obras en proceso que servirán para que haya doble turno en primaria y secundaria, también salen de la autogestión, excepto un subsidio del municipio de Moreno que cubre una parte. Gladys es auxiliar de la escuela desde hace 14 años. Entre ruido y ruido, se oye su voz: “Me asusta un poco que la comunidad esté creciendo tanto, porque siempre nos conocimos todos; pero a la vez estoy contenta por cómo se avanza, sé que esto le hará muy bien al barrio”. Detalla Laura: “Los grados que agregamos año a año tampoco tienen subsidios. Esos sueldos nuevos los pagamos nosotros, igual que los talleres relacionados a las artes visuales que incorporamos. Seguimos luchando para que los subsidien”.



El encuentro o la nada
La gestión social está explicitada en la Ley de Educación Nacional 26.206, sin embargo, no está reglamentada lo cual conlleva a un sinsentido: que se dependa de la Dirección de Educación de Gestión Privada (DIEGEP). Sin haberse relevado la totalidad, se estima que hay alrededor de 550 escuelas de gestión social en el país, de las cuales 70 están en la provincia de Buenos Aires, donde se hará en octubre el próximo Encuentro Nacional de Educación de Gestión Social. El tema excluyente será la reglamentación de la ley. Juan Giménez padre argumenta: “El Estado no es el de los 70, cambió, es más abarcativo; no puede dejar afuera a la gestión social. Nosotros no somos una escuela de gestión privada, nos van a tener que reconocer, hacemos una función para las familias que no tiene ningún tipo de lucro. Si se cobra una cuota es porque el Estado no mantiene un montón de cosas”. Expresa lo que esperan como primer paso: “A veces la solución está de abajo para arriba pero no es el caso. La solución es de arriba para abajo, que se cree una Dirección y que vaya ordenando las escuelas cooperativas, los jardines comunitarios, las escuelas como la nuestras”.
Juan Brunati tiene 45 años y es profesor de matemáticas. Desde el 2000 integra Creciendo Juntos. Piensa: “El peronismo tiene una tradición de reconocer derechos. Pero en el caso de estas escuelas hay una deuda evidente. Lo mismo ocurre con los jardines comunitarios, que es impresionante lo que hacen”. Añade: “La gestión estatal perdió la oportunidad de autogestionarse más, delegó todo y eso es un problema. Que para observar una clase el mismo directivo de una escuela no pueda autorizarlo, es de un grado de esquizofrenia terrible”.
El 5 de diciembre de 2015, a cinco días de dejar el gobierno, el por entonces Ministro de Educación nacional, Alberto Sileoni, hoy Ministro de Educación bonaerense, firmó la Resolución 3300 donde reconocía a las escuelas de gestión social y sugería la reglamentación. Sin embargo, no lo llevó a cabo en los años en que tuvo el mando, ni ahora tampoco. Vocifera Cristina: “A nivel personal, basta para mí, nos dejaron con esa resolución que quedó dormida. Alberto Sileoni la firmó porque sabía que se iba. En 2019 volvieron para ser mejores, ¿no? Pero la ley sigue sin reglamentarse”.
Sin posibilidades en el macrismo, ¿cambió algo con Nicolás Trotta, primero, y ahora de Jaime Perczyk al frente de la cartera educativa? Contesta Juan Giménez padre: “No pasó nada. Sí se mantuvo el diálogo, pero ninguna solución. Trotta nos prometió que íbamos a empezar a calificar para programas estatales, pero quedó ahí. De la gestión actual nos recibió el Jefe de Gabinete de Perczyk, nos dijo que nos iba a llamar y tampoco pasó nada”.

La pandemia en la cabeza
Matías tiene 10 años y cuenta que en su cole “enseñan bien”, “bastante bien”, repite. Suena creíble, pero necesita desarrollarlo: “Es un buen lugar, son buena onda los profes”. A su lado está Sofía, con una carpeta en su regazo y una sonrisa contagiosa. Tiene 11 años y muchas curiosidades: “Lo que me gusta es que hay un montón de cosas para ver y hacer, como las excursiones a museos”. Enzo, de 10, la escucha atento y, cuando siente que termina, recién ahí deja salir la voz. Comparte que le encantan las matemáticas, sobre todo los cálculos, y otra cosas más también: “Nos sentimos libres, acá podemos hablar”.
Tres alumnas de sexto año se toman un tiempo para conversar largo. Una particularidad casual es que sus nombres empiezan con la letra M: Martina, Morena y Malena. Otra, nada casual, es la potencia de lo que dicen y hacen. Escucharlas da placer e ilusión. Martina, 17 años, es la presidenta del Centro de Estudiantes parido a mediados de 2018. “Venía de una escuela con una mirada individualista, similar a la de mi familia; de los discursos del ‘yo puedo sola’, del ‘sálvese quien pueda’. Acá se hablaba mucho de política y empecé a ver distinta la vida. Aprendí a compartir. A empatizar. A que si mi compañero está mal, yo voy a estar mal. Que si a mi grupo le está dificultando algo, yo también voy a hacer parte de esa dificultad. Así entendí cómo trabajar en grupo”.
Malena, 18 años, está en la escuela desde jardín de infantes. “Me despertó gustos que nunca pensé tener. Cuando me reciba, voy a estudiar el profesorado de Artes Plásticas”.
Morena, 18 años recién cumplidos, también conforma el Centro de Estudiantes. “Es raro encontrar este tipo de escuelas donde la esencia es estar para el otro. La participación en el Centro de Estudiantes siempre fue muy fomentada desde el equipo directivo y el personal docente. Se ha perdido la politización en los barrios y la Creciendo apunta a revertir eso, a politizar a los pibes con muchas actividades dentro de la escuela: talleres de rap, documental, radio, teatro, animación. Se estimula lo artístico permanentemente”.
La profundidad del pensamiento, basada en la acción, da ganas de seguir conociéndolas. Martina: “Creciendo Juntos es la comunidad organizada en una de sus mayores expresiones. Ese término tan usado lo vivo en primera persona a través de esta escuela, desde la que tratamos de replicar la iniciativa afuera. Por ejemplo, soy militante del Movimiento Estudiantil Secundario de Moreno desde el que organizamos Centros de Estudiantes en otras escuelas”. Malena: “Yo no estoy en el centro, pero las actividades que se hacen me sirven mucho. Cuando era chica no sabía sobre el aborto, lo charlamos y me hizo muy bien”. Morena: “Acá nos forman como sujetos políticos, para repensar lo que está pasando a nuestro alrededor. En la mayoría de las clases cuestionamos la sociedad donde vivimos. Trabajamos sobre comunidades nativas y como fueron corridas, la problemática de los agrotóxicos o documentales sobre luchas de trabajadores”.
En la pandemia, desde el Centro de Estudiantes se sostuvo dos años una olla popular “porque muchos vecinos no tenían nada para comer al haberse quedado sin trabajo”, reflexiona Martina y ahonda sobre lo que agudizó el aislamiento: “Notamos falta de empatía en muchos pibes y nos preocupa un montón, porque son el futuro. Otro problema es la falta de ganas de venir a la escuela. Estamos pensando más actividades extracurriculares para ayudar a quienes están mal en algunas materias y así regenerar la apropiación. La pandemia nos encerró, hizo que nos aislemos. Lo que le pasa al de al lado siento que importa cada vez menos. Es preocupante. Hubo un retroceso y más teniendo en cuenta que veníamos de otra pandemia que fueron cuatro años de macrismo, donde se te decía ‘vos podés solo’”. Morena suma: “En nuestro caso fue diferente porque nos autogestionamos, pero en la mayoría de las escuelas públicas de Moreno los chicos estuvieron cuatro años casi sin escuelas: dos en el macrismo por la falta de gas y lo que pasó con Sandra y Rubén, y dos de pandemia. El resultado es que cada vez estamos más fragmentados”.
No todo está perdido. “En el centro de estudiantes somos 30 chicos, de 180 en total. Somos bastantes, casi un curso entero. Vienen con muchas propuestas. La participación del último 2 de agosto fue increíble y mucho tuvo que ver que pibes de primer año quisieran contactar con aquellos que mostraban no sentir nada con lo que pasó. Se movieron para hablarles, para hacerles entender. Los impulsaron a participar”.
“Sandra y Rubén” y “2 de agosto” se enlazaron para siempre desde 2018, cuando irrumpió la tragedia evitable y se consumó en unos segundos un abandono estatal que llevaba décadas. En la escuela 49 de Moreno una explosión en el sistema de gas, tantísimas veces denunciado, derivó en las muertes de la vicedirectora Sandra Calamano y el portero Rubén Rodríguez. En Creciendo Juntos están presentes en murales, en actos y en cada una de las entrevistas para esta crónica. Hablan de ellos para pensar el pasado y sobre todo para abordar el futuro. Entre ambos colegios hay 5 kilómetros de distancia, pero la explosión se escuchó igual. Sus ausencias se siguen sintiendo y pensando: “Si en la escuela 49 hubieran tenido la posibilidad de trabajar con la experiencia de gestión social, donde se toma el problema para resolverlo y no depender de elevar una nota acá y allá, de pedir una y otra vez que la reparación se hiciera sin tener ninguna respuesta, no hubiera pasado lo que pasó. Sandra se cansó de reclamar que fueran a arreglar el gas. Con la gestión social sus muertes no hubieran ocurrido. Estoy convencida de mi hipótesis”, razona Verónica, que amplía: “Sabemos que el responsable no fue el gasista, que había problemas estructurales desde hacía mucho tiempo, lo cual es muy común en escuelas estatales. Quedó claro cuando se destapó la olla de cómo estaban los demás edificios. Por esto es fundamental que reglamenten las experiencias de gestión social, que nos hacemos cargo de lo que pasa dentro de nuestra comunidad”.
Después de todos esos argumentos, Verónica lanza un puñado de oraciones que hielan: “Uno vive para morirse de viejo, no para morirse trabajando. Se aprende a vivir con dolor y como nos enseñaron las Madres de Plaza de Mayo, hay que seguir exigiendo justicia. Yo soy la cuñada de Sandra. Mi marido es hermano del marido de Sandra. Ella era familia de esta escuela, porque venía a hacer la adaptación de mi hija Olivia, su sobrina. Éramos cuñadas pero mucho más que eso. Teníamos una amistad muy fuerte”.

Cómo reinventar la escuela
Hay salitas de 3, de 4 y de 5 llenas de infancias. Hay primaria y secundaria repletas de estudiantes. Entre los tres niveles son 590, y 65 personas entre educadores, maestranza y administración.
Hay un patio cubierto donde hacen gimnasia. Hay otro descubierto en el que se corre sin cesar. Hay un estudio de radio donde la expresión se hace culto. Hay aulas que están por nacer. Hay rotación entre alumnas y alumnos como encargados de los espacios que habitan, para mantenerlos en buenas condiciones. Hay docentes que ponen ladrillos, auxiliares que discuten el devenir de la institución, familias que piensan lo pedagógico. Hay un colegio que tiene abiertas sus puertas los sábados y domingos para actividades extracurriculares, reuniones, jornadas de trabajo voluntario. Hay una escuela que rompe estructuras por estar en constante movimiento desde hace 40 años. “Hicimos gestión social antes que existiera ese término, previo a que estuviera en la ley”, sintetiza Cristina, que no negocia la autogestión. “Y lo hicimos con una propiedad colectiva, porque si nos convertíamos en estatales perdíamos el terreno, debíamos donarlo al Estado”.
Mariana López tiene 43 años y es la directora del nivel inicial. Habla contenta y maravillada desde el estudio de radio donde hace minutos las infancias filosofaron sobre por qué salen la luna y el sol. “Cuando se agacha la luna, ahí aprovecha el sol y sale”, dijeron hablándole al micrófono, en un programa que sale en vivo por la FM REC 89.5.
“Si llegamos a los 40 años fue por habernos formado en el hacer, el hacer trabajando con los pibes. El tener claro lo que cada pibe y cada familia necesitan porque la prioridad es transformar. El concepto moderno de educación inclusiva acá se construye desde los inicios, mediante la pedagogía del hacer”, describe Mariana, envalentonada por lo que acabó de ver, y sobre todo por lo que ve a diario: “Lo que verdaderamente cala hondo es el estar convencidos de lo que hacemos, el estar abiertos a que el otro nos esté formando todo el tiempo y así nos vamos haciendo, colectivamente”.
Augusto es el maestro mayor del cuerpo docente y mantiene la voluntad intacta. Dice que todo lo que se hizo, fue sin la perspectiva de en algún momento empezar a cobrar los salarios. Dice también que lo que son tiene que ver “con aquellos pensadores que pensaron las sociedades y el modo que la injusticia pueda ser reparada. La construcción de esta escuela tiene que ver con esas ideas de Paulo Freire, sobre el para qué pensaba la escuela, y también las de Rodolfo Walsh, vinculadas a la justicia social. Ese es el espíritu. No es solamente un trabajo; hay que poner un plus, apropiarse, no solo desde la voluntad intelectual ideológica, sino también material. No es una tarea separada de la propia vida. Es la propia vida”.
El pensar es parte del hacer, y Juan Giménez padre empieza a cerrar esta nota, abriendo un debate hacia el futuro de la educación: “Hay que reinventar la escuela, dejando de lado un poco los aprendizajes”. ¿Cómo sería? “Poder socializar la escuela, darle cabida a las redes sociales que ya están influyendo enormemente. Hay que buscar la forma en que sean parte también, porque hoy la relación con los chicos está muy alterada. Sé que no es fácil, no estamos preparados para eso y a los docentes les cuesta mucho porque ya tienen sus materiales preparados para enseñar tal o cual ejercicio, pero es indispensable contar con ese nuevo pensamiento de los chicos, para que se sientan partícipes. Por eso digo que hay que empezar otra escuela, con el objetivo en la emancipación social junto a las familias”. Cuentan que una vez les dijeron que la escuela es un techo. “Nosotros no estamos de acuerdo; tiene techo si la comunidad no está adentro”. Cristina le pone la frutilla a la torta del cumpleaños 40 de Creciendo Juntos: “No podemos perder el oído en la comunidad, en qué está pidiendo, qué está viendo. Hay que seguir poniendo el cuerpo, pero para eso es importante lo pedagógico. No puede haber cursos de 30 para un solo maestro y los hay de 40 también. La solución es que pongan plata, invertir en educación, volver a capacitar docentes en encuentros pagos. No se dan las cosas de manera milagrosa. Y tiene que ser ya. No pensarlo como algo del futuro; las injusticias duelen ahora y la escuela es un lugar para cambiarlas. No hay techo, el techo se lo pone uno. No hay nada arriba. Yo tengo el cielo, las nubes. Y el cielo no sé dónde termina. Es infinito”.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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