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Guerra o paz: 3° Malón de pueblos originarios

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El Malón de la Paz es el emblema de 420 comunidades originarias de Jujuy que rechazan la reforma inconstitucional y exprés del gobernador Gerardo Morales. Las manifestaciones en la provincia fueron respondidas con violencia y persecución. El Malón comenzó su marcha, pasó por seis provincias con apoyo de pueblos originarios, y llegó a Buenos Aires. Reclaman que la Corte (donde se encadenaron), el Congreso, el gobierno, intervengan ante una reforma que viola derechos y territorios. Los pueblos buscan la paz. Reciben violencia. Al cierre de esta edición nadie sabía si los funcionarios se dignarán a escucharlos y –en tal caso– a hacer algo.

Texto: Francisco Pandolfi

Si salgo, llego.

El Tercer Malón de la Paz integrado por las más de 420 comunidades originarias jujeñas sale el martes 25 de julio desde La Quiaca y de diferentes localidades a lo largo y a lo ancho de Jujuy, con destino a Buenos Aires. Recorre más de 1.900 kilómetros y otras seis provincias: Salta, Catamarca, Santiago del Estero, Tucumán, Córdoba y Santa Fe. Sale porque el hartazgo es total. “Morales pidió la cabeza de los líderes. No sabemos lo que nos puede pasar”, cuenta a MU Colina, vocero de Potrero de la Puna, con la voz quebrada y lágrimas en los ojos.

Sale el Malón porque en Jujuy el gobierno provincial no sólo desoyó los reclamos, sino que profundizó la persecución y el hostigamiento a las comunidades y también a la militancia en general: hoy, en la provincia comandada por Gerardo Morales, premiado con la precandidatura a vicepresidente, sigue habiendo abogados presos por defender las movilizaciones, hay contravenciones a manifestantes que superan los 2 millones de pesos, hay una caza de brujas que no para, mientras perduran las protestas docentes por los salarios. “En Jujuy al Poder Judicial lo maneja Morales. No hay división de poderes. Los abogados no pueden defender al pueblo. La justicia no nos escucha porque él la maneja; la única alternativa es viajar a Buenos Aires”, argumenta José, de San Salvador.

“Grupo de personas numeroso y que se mueve”, es una de las definiciones de la palabra malón. Se mueve y contagia. El Primer Malón fue en 1946 para exigir la restitución de sus tierras: fue reprimido y expulsado por el gobierno de Juan Domingo Perón. El segundo fue en 2006, en reclamo contra la presentación de un recurso de inconstitucionalidad de parte del gobierno jujeño contra el fallo judicial que reconoció sus derechos sobre las tierras que ocupan.

Sale el Malón para que en la Ciudad de Buenos Aires los escuchen y den soluciones a tres planteos:

Exigir a la Corte Suprema que se expida respecto de la inconstitucionalidad de la reforma “exprés” ejecutada por Morales.

Solicitar al Congreso de la Nación la intervención a la provincia de Jujuy.

Que el Congreso elabore y sancione la Ley de Propiedad Comunitaria Indígena.

En cada tramo del viaje, en micro o a pie, visibilizan una sentencia consensuada como resguardo a los bienes naturales y al futuro colectivo: “Sí al agua, no al litio”.

Si llego, entro

El martes 1° de agosto, en el Día de la Pachamama y una semana después de la partida, el Malón de la Paz pisa el cemento porteño en busca de diálogo, como respuesta a la guerra que les entabló Morales. Recorre Plaza Once, Congreso, el Obelisco y se instala en una vigilia permanente en la Plaza Lavalle, frente a la Corte Suprema de Justicia. “Venir a Buenos Aires es un respiro, nos sentimos libres porque en Jujuy estamos viviendo clandestinos. Aparecieron patotas a hostigarnos y a muchos compañeros debimos mandarlos a otras provincias. Si tenemos que hacer una huelga de hambre, la haremos. Si tenemos que morir para que nuestros hijos vivan bien, pagaremos ese costo”, presagia Dulce el primer día en la capital del país.

Están en Tribunales reclamando que la Corte Suprema dicte la inconstitucionalidad de la reforma jujeña. El cartel de un malonero sintetiza: “La Constitución no debe ser un instrumento del gobierno para controlar al pueblo, sino una herramienta del pueblo para controlar al gobierno”.

En Buenos Aires suman una cuarta exigencia: “Cese de la represión”. Dulce, malonera del Pueblo Churumata, lleva sombrero y una bufanda llena de colores, que se llenan de sombras cuando dice: “La policía tiene la decisión de tirarnos en los senos y en la parte reproductiva a las mujeres, y a los hombres en los ojos. Es un método que entrenan y copiaron de Chile. El genocidio sigue para nosotros, nunca paró”. Joel Paredes en Humahuaca; Mijael Lama en Purmamarca; Ernesto Aguirre y Jorge Rodríguez, en San Salvador perdieron la visión en uno de sus ojos. Por ellos también el Malón está en la gran ciudad.

Si entro, triunfo

Tres integrantes del Tercer Malón de la Paz decidieron encadenarse en las escalinatas de la puerta de entrada de la Corte Suprema. “El encadenamiento es por el desamparo que sufrimos desde el 1º de agosto, donde en esta permanencia pacífica ni siquiera nos permiten colocar una carpa para resguardarnos del frío, de la lluvia. Le presentamos a la Corte un pedido de audiencia formal y no hubo respuesta. La Procuración General de la Nación ya dictaminó que la Corte debe pronunciarse, pero no lo hace” informa con voz tenue Néstor Jerez, cacique de Ocloya. El encadenamiento ocurrió el 8 de agosto.

Al cierre de esta MU, las comunidades no recibieron respuestas concretas de ninguno de los tres poderes; tampoco la solidaridad de muchas organizaciones partidarias, sociales, sindicales que, al no poder poner sus banderas, brillan por su ausencia en la vigilia. Ni hablar de los medios masivos, fugados a uno y a otro lado de la grieta. Colina reafirma: “La justicia no escucha al pueblo. Y el Congreso y la Casa Rosada parecen estar del mismo lado. Todos miran la riqueza que tenemos en el territorio, sus intereses propios; intereses personales y de las multinacionales. Pero no piensan en el pueblo. Por eso tendremos que seguir endureciéndonos día a día”.

Sigue el Malón en movimiento, con asambleas diarias, conferencias de prensa, actividades culturales. Con canciones que no paran de cantarse. Con palabras que no buscan un impacto mediático, ni likes, ni clics, ni títulos morbosos. Son frases que salen del corazón: “No tenemos fecha de regreso, estaremos hasta que nos atiendan, días o un año”, asegura Colina. Marcos Tinte, uno de los tres encadenados, exterioriza lo que vienen diciendo desde el 16 de junio, cuando se instalaron en las rutas para decir basta: “Si tengo que morir aquí, voy a morir por el pueblo de Jujuy. Lo voy a hacer. Si no tengo una respuesta positiva, no vuelvo”.

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Parir memoria: Teresa Laborde

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Nació en un móvil policial, en plena dictadura. Ella y su madre, Adriana Calvo, sobrevivieron al secuestro gracias a los cuidados de cinco mujeres en cautiverio. Adriana dedicó su vida a testimoniar y buscar a los hijos de esas desaparecidas. Uno de ellos, hijo de Cristina Navajas, es el nieto 133. Y el hermano de ese nieto es la actual pareja de Teresa. Memoria, verdad, justicia y amor: una historia conmovedora y el arte como proyecto para recuperar el futuro.

Texto: Claudia Acuña

La sonrisa de Teresa Laborde es nuestro trofeo, nuestra Copa Mundial, nuestro Oscar.

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Corazón mirando al sur: Agroecología y comercialización en la Comarca Andina

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La experiencia del Corredor Patagónico Soberano de la UTT (Unión de Trabajadoras y Trabajadores de la Tierra) contada desde El Hoyo y El Bolsón: dos almacenes de ramos generales, 5.000 km de ruta de productos agroecológicos y cooperativos, respuesta gremial y organización del sector. Texto: Lucas Pedulla.

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Corazón mirando al sur: Agroecología y comercialización en la Comarca Andina

“El sistema alimentario de una nación representa su historia, cultura, pasado, presente y futuro. Por eso, en un contexto global de desigualdad, convocamos a dar los debates y luchas necesarias para comprender que el comer bien es un derecho que relaciona a la salud, el trabajo y las oportunidades de desarrollo individual y social”. Así lo plantea la Mesa Agroalimentaria Argentina, una red sectorial que nuclea organizaciones cooperativas, movimientos campesinos e indígenas y de pequeños y medianos productores.

La Mesa organizó la Expo Alimentaria, se movilizó al Congreso, pasando por la Secretaría de Agricultura entre tractorazo y verdurazos, para presentar el “Programa Agrario para el Alimento”, que incluye propuestas como la Ley de Acceso a la Tierra, la Ley de Arrendamiento Rural, la Ley de Protección de Territorios de Familias Campesinas e Indígenas, la Ley de Segmentación Impositiva Agraria, la creación de una Empresa Pública de Alimentos, un Plan Nacional de Abastecimiento Alimentario, un Plan de Financiamiento Cooperativo, un Programa Nacional de Impulso a la Agroecología y un Plan Nacional de Creación de Mercados de Cercanía.

La Unión de Trabajadoras y Trabajadores de la Tierra (UTT) es una de las organizaciones de esa Mesa, y Erika Benavente, con sus 31 años, sus dulces agroecológicos y sus cuentas que lleva prolijamente desde el área de Comercialización en la regional patagónica del gremio, en el municipio chubutense de El Hoyo, sabe bien qué significa ese “desarrollo individual y social”: integra la logística del llamado “Corredor Patagónico Soberano”, un recorrido de 5.000 km que distribuye alimentos sanos en Buenos Aires, Neuquén, Río Negro y Chubut. “Y llegamos hasta Santa Cruz”, acota con una sonrisa.

Detrás de esa sonrisa, hay un movimiento que demuestra modos diferentes de actuar y de interactuar para crear otros estilos de relación y de consumo.

La naranja mecánica

La Patagonia –o la “Línea Sur”, como le llaman en la UTT– es  de las experiencias “más nuevitas” dentro del gremio que nuclea a 25 mil familias campesinas, según refiere Juan Pablo Acosta, su coordinador regional. Acosta –más conocido como Pocho– se  vino con su familia desde La Plata en 2016. “Había ganado Macri, era todo un quilombo”, rememora. De a poco, la comercialización la fueron aprendiendo de la práctica de una cooperativa mapuche en la meseta chubutense. Hasta manejaban fondos rotatorios, un instrumento de gestión de financiamiento que lleva adelante una organización para rotar recursos en forma de crédito. “Tienen un galpón, exportan lana, y así compran forraje y comida para el invierno”. La respuesta organizativa y gremial que aportó la UTT fue la comercialización de corderos: “Nunca una organización cooperativa lo había hecho”. Así arrancó un camino.

Antes de la apertura del Almacén de Ramos Generales de El Hoyo, habían vendido 800 mil kilos de alimento cooperativo en compras comunitarias, lo cual implicó una logística importante. “No es fácil la Patagonia –cuenta–. Tiene un estatus sanitario donde no era sencillo entrar frutas, verduras ni carnes”. Por ejemplo, para ingresar el morrón debían gasearlo con bromuro de metilo por controles fitosanitarios para evitar posibles plagas. Juan Pablo razona: “Nos rompimos el alma produciendo agroecológicamente, tomamos tierras, hicimos biofábrica, pero ¿vamos a venir  acá y le ponemos veneno? Decidimos no traerlo entonces hasta encontrar la vuelta”. Descubrieron la posibilidad de dejarlo 30 días en cámara con frío, lo que le agrega valor: “Es una logística: un pallet de naranjas de Entre Ríos, por ejemplo, lo dejás en una cámara en Bahía Blanca, y que luego un camión la traiga. Pero lo fuimos logrando: la naranja llega impecable y la gente la recibe muy bien”.

El almacén de El Hoyo es uno de los 15 que la UTT tiene en todo el país. Este año inauguraron otro en El Bolsón (Río Negro), en un predio recuperado donde había un galpón abandonado, propiedad de la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE), con la guarda administrativa del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). “Lo pusimos en valor y hoy está al servicio de la comunidad”, celebra Pocho.

Durante el verano, los almacenes se abastecen en gran medida con producción local, pero en invierno el camión de Buenos Aires llega cada 15/20 días. Erika: “Sacás una publicación que dice que llegó el camión y a las cuatro de la tarde tenés cola esperando llevarse verdura fresca y sin químicos, que es lo que consumimos en verano de chacras de la zona”. Los meses fuertes de producción local son de noviembre a marzo. El Hoyo es la capital nacional de la fruta fina: “Empieza la primera floración de la frambuesa. También hay mora, algunos tienen frutilla. Después otros tienen arvejas. Hojas como lechuga, espinaca, rúcula, acelga. Pak choi, kale, repollo. La manzana obviamente, duraznos, membrillo”. Pocho explica que la producción local se organiza más fácil: “El productor pone su precio, y lo que hacemos es compararlo: no me vendas más caro un tomate que si lo traigo de La Plata. Ese es el límite”. A esas discusiones les llaman “paritarias” y la actualizan cada tres meses.

De abril a octubre, ya empiezan a llegar los camiones. Pocho: “No hay tantas hectáreas puestas en producción. Algunos trabajos del INTA en pueblos de la cordillera dicen que no producen el 20 por ciento de lo que comen. En la Patagonia no nos abastecemos. En todo Chubut la cordillera es una franjita de 50 km a lo largo de la provincia. Después, el 95 por ciento es meseta. Y de esa franja cordillerana, la zona productiva es poquita, porque tenés mucha montaña”.

El Hoyo tiene ese nombre porque está ubicado en una depresión de la cordillera, a 200 metros sobre el nivel del mar: “Es el mejor lugar de la Patagonia para producir”. Sin embargo, cuentan que la producción, generalmente familiar (“son producciones chiquitas que cultivan un poquito de cada cosa”), está perdiendo terreno con la urbanización. Erika y la experiencia propia: “La chacra de mi abuelo era de 45 hectáreas. Luego, entre los hermanos, se la dividieron. Y se viene dando un proceso donde termina ganando la urbanización”. Cuentan que la puja se está dando entre producción familiar y desarrollo inmobiliario, también con fines turísticos: “El mejor suelo para producir es donde hoy están los barrios. Pero, de a poco, se fueron convirtiendo en loteos. Y no se produce”.

Agroecología: A mi manera

Este trabajo permitió a la UTT iniciar el “Corredor Patagónico” con 5.000 km de “ruta soberana”, como le llaman, cruzando La Pampa, Neuquén, Río Negro y Chubut: los productos patagónicos llegan así a los almacenes en Buenos Aires y, con el invierno, llegan los camiones que parten desde Buenos Aires. Erika enumera los alimentos locales: “Fideos de harina de maíz saborizados con rosa mosqueta, harina de trigo molida por familias en sus molinos, muchos dulces, mostazas, propóleo, pepinillos encurtidos”.

El último camión que partió tenía 500 frascos de dulces y 600 de miel. “Para los productores, en esta época, es un montón. El invierno es un período donde no hay trabajo. La gente busca changas”. Pocho vuelve al punto anterior: “La matriz económica está cambiando a más turística. Si la plata de la temporada no te alcanzó, y no te armaste, se hace difícil”. Erika explica: “Para que la tierra te rinda para vivir, necesitás superficie, y eso ya no está. Tenés un pedacito pero te alcanza para guardar para vos y vender el excedente. Y después, tenés que hacerte la cabaña para alquilar por día en verano, para sacar la tranquilidad de los días de lluvia que no podés trabajar”.

Erika, con su compañero, tuvo que encontrar esa vuelta: además de la chacra, hacen cabalgatas en el bellísimo paraje Puerto Patriada, a metros de la costa norte de la belleza del Lago Epuyén. El trabajo con las cabalgatas va del 20 de diciembre al 20 de febrero. En esos meses, a su vez, juntan leña para vender en invierno. “Nuestra calefacción es a leña, así que es para vender y para uso personal. Después, en primavera empezamos con la huerta, la fruta va al freezer, y así también tenés para invierno. Y, en el medio, está la cosecha de hongos de pino, que vienen a buscarlos en octubre”. Este máster en gestión y planificación, que jamás se estudiará en Harvard, aplica Erika a la comercialización UTT.

La proyección es seguir aún más hacia el sur expandiéndose en Santa Cruz, a donde ya llegaron en Pico Truncado, ciudad petrolera. Ese trabajo es fruto de la producción de alimentos agroecológicos de más de 25 mil familias que integran la organización, distribuidas en 21 provincias. En Patagonia, la organización promovió una red de productores que se afilian al gremio abonando una cuota cuyo valor es el equivalente a dos litros de nafta, con el beneficio que le aporta la representación de una organización nacional, además de descuento en las compras en almacenes. Pocho: “Ahora se están conformando delegados de base para discutir política gremial en la UTT. Hasta este momento eso no pasaba, no hay muchas organizaciones como la nuestra acá en la zona. Es algo medio nuevo que a veces no se entiende. No somos el Estado. En un momento había una interpelación a la organización como que teníamos que resolver todos los problemas. Les decíamos que somos un gremio, no una organización del Estado: vení y militá. Tampoco somos una fundación que ayuda gente, porque capaz venía un productor y decía: ‘Comprame’”. 

Para Erika, esa confusión se suele dar porque, desde la UTT se resolvieron problemas que el Estado no estaba encarando: un ejemplo son los fondos rotatorios. “El productor, en general, es cliente del almacén, entonces se asocia a la red, participa de nuestras jornadas, y puede plantear: ‘No tengo plata, pero tengo fruta y azúcar. Si me dan un fondo rotatorio para frascos, cuando hago los envíos los pago a valor del día’”. De esa manera, los productores pueden continuar su circuito de comercialización, mientras el fondo sigue rotando entre las familias que lo necesiten.

La propia Erika utilizó el fondo para poder comprar los fardos para que los caballos se alimenten. “Gracias a la UTT pudimos acceder a insumos y vender nuestros productos regionales”. Su familia siempre trabajó la chacra. Ella es técnica agropecuaria y cursó estudios de Producción Vegetal Orgánica. Hace un año trabaja en la comercialización.

¿Por qué es importante? “En esta zona, que no haya intermediarios ayuda mucho al precio, tanto al productor como al consumidor. Y la posibilidad de vender productos en invierno, como hablábamos, es una súper mano cuando está todo quieto. Podés acompañar y mejorar la economía local en un momento que no se mueve tanto”.

¿Y por qué la agroecología? Erika mira el bellísimo lago que tiene frente a sus ojos: “Más que el no uso de productos de síntesis química, tiene que ver con una forma de vida. El uso de recursos de forma sustentable y sostenible”. Esto es: sin químicos, sin venenos, cuidando el ambiente, la salud y también mejorando la producción. “Eso es lo que necesitamos para seguir viviendo de esta manera”.

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Abajo el cáncer: Resistencia al asbesto en el subte

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Vagones envenenados con un material prohibido –descartados en España– fueron comprados durante la era Macri en la ciudad de Buenos Aires. Muchos trabajadores en contacto con el asbesto contrajeron enfermedades. Algunos murieron, otros sobreviven en la incertidumbre. El gremio está en conflicto para dar visibilidad a un crimen hasta ahora impune. La empresa y el Estado no brindan respuesta, salvo amenazas a quienes reclaman. Los datos, voces, sombras y luces de una batalla por la salud.

Texto: Anabella Arrascaeta

Cuando Horacio Ortiz, 55 años, vio que el asado de fin de año con sus compañeros de trabajo terminaba y cada uno se iba a su casa, lloró desconsolado.

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