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Abajo el cáncer: Resistencia al asbesto en el subte

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Vagones envenenados con un material prohibido –descartados en España– fueron comprados durante la era Macri en la ciudad de Buenos Aires. Muchos trabajadores en contacto con el asbesto contrajeron enfermedades. Algunos murieron, otros sobreviven en la incertidumbre. El gremio está en conflicto para dar visibilidad a un crimen hasta ahora impune. La empresa y el Estado no brindan respuesta, salvo amenazas a quienes reclaman. Los datos, voces, sombras y luces de una batalla por la salud.

Texto: Anabella Arrascaeta

Cuando Horacio Ortiz, 55 años, vio que el asado de fin de año con sus compañeros de trabajo terminaba y cada uno se iba a su casa, lloró desconsolado.

Era diciembre de 2021, y desde hacía seis meses estaba en “retención de tareas”, lo que significaba que por primera vez desde 1994 pasaba tanto tiempo sin ir a su puesto de trabajo: el sector Obras Civiles dentro de Instalaciones Fijas, en el taller Medalla Milagrosa del Subte de la Ciudad de Buenos Aires.

Horacio trabaja en la herrería, donde reparan, cortan y fabrican, entre otras cosas, rejas y puertas para todas las líneas del subte y del Premetro. Aunque el taller Medalla Milagrosa es sobre nivel de tierra, muchas de las tareas de Obras Civiles se hacen dentro del túnel durante la noche.

En julio de 2021, tras realizarse estudios en el Hospital Británico, le habían diagnosticado neumoconiosis por inhalación de asbesto.

“Se me derrumbó el mundo”, dice a MU mientras el monitor de holter que tiene colocado suena intermitentemente. “De golpe y porrazo te dicen: andá a tu casa y quedate ahí tranquilo que te vamos a ir haciendo estudios”.

Horacio empezó terapia. “No le encontraba la vuelta, estaba encerrado, angustiado y todo el día escribiendo al trabajo: cómo están ustedes, che loco se extraña”.

Se le ocurrió ofrecer su casa en Marcos Paz para el asado de fin de año. No faltó nadie. “Y cuando se fueron me largué a llorar tanto. Era decir: quédense un rato más”.

En 2022 una tomografía computada mostró la realidad: Horacio Ortiz tiene fibra de asbesto alojada en la parte baja del pulmón.

“Te quedás fuera del sistema. Muchos compañeros me decían: ‘dejate de joder petiso’, y no te voy a discutir que al principio no está piola quedarte en tu casa pero después te empieza a dar vuelta la cabeza. Me faltan 10 años para jubilarme, ¿y qué hago?”

Asbesto: El enemigo en el aire

El asbesto, o amianto, es un mineral natural de estructura fibrosa, cuyo uso se extendió con la revolución industrial porque tiene gran resistencia a la combustión. Se emplea como aislante en revestimiento y en tejidos resistentes al fuego y al calor. Sus fibras son flexibles y se descomponen con facilidad.

Cuando esto sucede el material queda en el aire, puede ser inhalado y provocar graves patologías en el cuerpo.

“Se usó el asbesto para todo hasta que se descubrió la enfermedad que provocaba”, resume Hernán Rubio, licenciado en Química, especialista en higiene y seguridad en el trabajo. “Es una fibra que no se quema, resiste los químicos, la electricidad, es aislante. Pero imaginate tu cuerpo queriendo eliminar eso después de haberlo respirado: es imposible, no se disuelve, queda ahí”.

El riesgo es tal que en el país está directamente prohibido. La legislación hizo camino empezando en 1979, con la Ley 19587 de Higiene y Seguridad en el Trabajo: “Ahí ya figura que el asbesto es cancerígeno”, explica Hernán. En 1991 salió la Ley 577 de normas para el uso, manipulación y disposición del amianto y sus desechos que establece cómo tratarlo. En 2003 en la Resolución 823 del Ministerio de Salud de la Nación se prohíbe en todo el país la producción, importación, comercialización y uso de fibras de asbesto.

¿Cómo se fundamenta la prohibición? Entre otras cosas: 

  1. La Agencia Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC) considera al asbesto una sustancia comprobadamente cancerígena.
  2. La Organización Mundial de la Salud (OMS), a través del Programa Internacional de Seguridad Química establece que la aparición de los efectos crónicos por exposición al asbesto es independiente de la dosis de exposición.
  3. La Organización Internacional del Trabajo (OIT), a través del Convenio N° 162/86 sobre la seguridad en el uso del amianto, recomendó la sustitución del asbesto por productos o tecnologías menos nocivas.

El Ministerio de Salud de Nación organizó en 1999 un seminario sobre Asbesto, Trabajo y Salud en el que concluyó que “la exposición al asbesto representa un peligro para la salud; es una sustancia probadamente cancerígena para el ser humano” y que es necesario “implementar las medidas para limitar el riesgo de enfermar y morir por esta causa”.

Pese a todo, 20 años después el asbesto sigue presente en la fabricación de diversos productos y los trabajadores siguen enfermando. Tanto que la Organización Mundial de la Salud informa que la mitad de las muertes por cáncer de origen laboral se deben al asbesto.

Plantea Rubio sobre esa especie de enemigo invisible: “Como el asbesto es cancerígeno no se cumple la ley de la dosis que dice que arriba de tantas dosis te intoxicás y por debajo estás a salvo. No hay límite de exposición segura. Una molécula es suficiente para que te desate una enfermedad. El asbesto se mide en micrones, que son la milésima parte de un milímetro, estamos hablando de cinco micrones hasta diez como mucho. La fibra vuela, ni la ves. La respirás, entra bien profundo en el pulmón, se te clava y cuando tu cuerpo detecta algo extraño reacciona, por eso desarrolla las enfermedades”.

Macrismo de amianto

En 2011 la Ciudad de Buenos Aires, con Mauricio Macri como jefe de Gobierno, compró a España 36 vagones de subte para la Línea B que en ese país habían sido retirados de circulación once años antes. Pagó 13,7 millones de euros.

En febrero de 2018, notas periodísticas del país europeo dieron a conocer que había un trabajador del Metro de Madrid enfermo de asbestosis por la inhalación de asbesto. Desarrollaba tareas en la flota del CAF 5000, los mismos vagones comprados para el subte de Buenos Aires. Trabajadores del taller Rancagua de la línea B manipulaban piezas de esos vagones. Lo que estaba prohibido circulaba entre los trabajadores y también entre los pasajeros.

El 20 de febrero de 2018 Subterráneos de Buenos Aires (Sbase) dispuso sacarlos de servicio ante las sospechas. En marzo, la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro (AGTSyP, conocida como Metrodelegados) convocó al primero de los cientos de paros (el sindicato los llama medidas de autodefensa) para denunciar la exposición a asbesto de los trabajadores y trabajadoras del subte. Pidió a quienes estaban en los talleres acercar al sindicato piezas que podían tener asbesto, por ejemplo:

  1. las arandelas que van en las resistencias de tracción de los CAF 6000;
  2. muestras del techo de fibrocemento que está en la rampa de Primera Junta;
  3. las puertas antiincendios de las subestaciones de energía.

Esas muestras fueron enviadas para su análisis a la Universidad Nacional del Sur, Departamento de Geología, donde es docente la doctora Leticia Lescano y cuya tesis doctoral en el año 2013 había sido Asbestos argentinos y sustitutos. Degradación, movilidad y potenciales riesgos para la salud.

Los resultados: de las 143 piezas analizadas de vagones, más del 40% presentaban asbesto. Esa fue la primera confirmación. La segunda llegó en diciembre de 2018 cuando Sbase reconoció la presencia de asbesto en los coches CAF 5000 que había retirado de circulación.

El 28 de enero del 2020 la jueza Elena Liberatori hizo lugar a un amparo ambiental presentado por el sindicato y dictó una medida cautelar que ordenaba la prohibición del contacto con piezas o lugares con asbesto.

Desde que empezó el conflicto se encontró asbesto en formaciones de trenes que estuvieron en funcionamiento no solo en la B sino en varias de las otras líneas. El detalle según Francisco Ledesma, secretario de Salud del sindicato:

  1. CAF 5000: “Los sacaron de circulación de la línea B, primero hicimos que reconozcan que tienen asbesto. Seguimos exigiendo que los desabesticen porque Horacio Rodríguez Larreta y Adrián Mercado subastan vagones del subte”.
  2. CAF 6000 y Mitsubishi de la Línea B y Fiat Concord de la Línea E: “Están en funcionamiento, transportan pasajeros. Tienen asbesto, pero se les está sacando. En algunos casos, como por ejemplo en la pintura de la chapa, se está ocluyendo”.
  3. La Brugeoise, de la Línea A. “Ya no transportan pasajeros pero se usan, por ejemplo, en la Noche de los Museos, situación que venimos denunciando”.
  4. Nagoya 5000: “No están andando porque los trabajadores del subte no los dejamos andar”.
  5. Nagoya 300 y 1200: “No están en servicio, pero todavía están en el subte porque Sbase dice que no tiene predio para llevar esas formaciones y guardarlas”.
  6. Siemmens: “Tampoco transportan pasajeros pero están estacionados en algunas líneas, con asbesto deteriorándose”
  7. General Electric: “Lo mismo, sin uso pero estacionados dentro del subte”. El último mes la justicia porteña frenó la subasta de 14 vagones en desuso ante la posibilidad de que contuvieran asbesto.
  8. Materfer, del Premetro: “Están funcionando, se les sacó el asbesto”.

Se encontró también el amianto en instalaciones fijas del subte: gabinetes de subestaciones con fusibles, tableros eléctricos de cuartos de bombas, centros de potencia, juntas de bombas, ductos viejos de ventilación de fibrocemento asbesto, bandejas portacables, motores de cambio de señales, cables con trenzas de asbesto, depósitos de baños de fibrocemento asbesto en toda la red, techo del cuarto de descanso de conductores del Premetro y pastillas de freno de algunas escaleras mecánicas de la Línea E.

Los trenes españoles fueron el disparador que hizo ver todo ese medio ambiente. Los trabajos para adecuarlos al uso argentino (carpinterías, pulidos, cortes, refacciones) hicieron volar como nunca al asbesto: un peligro constante y latente. Dice Francisco: “Descubrimos que hay igual capacidad de asbesto instalada en la infraestructura que en los vagones”.

La estadística en la cabeza

Metrodelegados solicitó el ingreso de todos los trabajadorxs del subterráneo al RAR (Relevamiento de Agentes de Riesgos) por exposición al asbesto, para que les realicen estudios que detecten el problema: placa radiográfica para asbesto, espirometría y tomografía computada de alta resolución, con la obligación de guardar las historias clínicas por 40 años. Actualmente son 2.150 los trabajadores ingresados al RAR pero Noemí Quinteros, subsecretaria de Salud del Sindicato y guarda en la Línea D, denuncia que falta incorporar 1.400 trabajadorxs que están en las estaciones.

El chequeo es clave, y reveló cifras para una historia de terror: al día de hoy hay 6 trabajadores con cáncer y 86 trabajadores afectados con neumoconiosis por exposición a asbesto. “La enfermedad que produce el asbesto no es lineal”, explica Francisco Ledesma, que trabaja en el subte reparando trenes desde 1994: “Los afectados pueden pasar toda la vida sin manifestaciones. O al revés, a quien nunca pareció afectado un día le dicen: te tocó el número, tenés cáncer”.

Además tres trabajadores murieron: Jorge Gabriel Pacci, 56 años; Juan Carlos Palmisciano, 71; y Jorge Visquet, 53. Sus compañeros y compañeras relacionan claramente esto con el asbesto, porque tuvieron neumoconiosis (los pulmones afectados) y cáncer.

Martín Paredes, uno de los trabajadores afectados: “Recuerdo a vuelo del pájaro tantos compañeros muertos en estos años. Y muchos eran por cáncer. ¿Cuántos por asbesto? No lo sabemos. En la estadística que está en mi cabeza casi no tenemos jubilados vivos”.

Paredes entró a trabajar al subte en 1994, primero fue boletero en la línea B, en el 98 pasó a trabajar de guarda, hasta que en 2003 pasó a ser conductor. “Vos vas sentado y ahí abajito estaban las estufas que tenían amianto, eso estaba ventilando todo el tiempo”, explica. En noviembre de 2020 le dijeron que tiene neumoconiosis por inhalación de asbesto. Tiene 53 años. “Hay veces que me levanto, me duele la espalda, y uno le achacaría todo a la vejez, o al colchón. Pero al saber la bomba que tengo adentro, te afecta la cabeza, te asustás. Algunos dicen: estás exagerando, pero no, porque ya murieron tres compañeros así. Jorge Gabriel Pacci era una persona sana, deportista, se sentía bien. Un día le empezó a doler el pecho, le dieron un año de vida, y murió. Yo me siento bien pero cuando me dieron el diagnóstico en el Hospital Británico empecé a atar cabos. Hace tres o cuatro años estuve seis meses que me despertaba todas las noches tosiendo mal, se me cerraba la garganta con un dolor de pecho, pero no fumo. No conozco nada de medicina, pero capaz fue ahí cuando me se me clavó la fibra de asbesto en el pulmón derecho”.

Cuando supo el diagnóstico no pudo dormir por varias noches. “Yo tengo tres hijos. En ese momento mi hija menor tenía 10 años. Empezás a pensar: ¿qué hice en mi vida?, ¿qué dejé de hacer? Es un angustia, pasás por todos los estadios de la tristeza a la bronca, como cuando lo escuché en la Legislatura a Felipe Miguel repitiendo que no hay peligro, contra toda la prueba que tenemos acá…”.

El jefe de Gabinete de la Ciudad de Buenos Aires estuvo en la Legislatura porteña el último 3 de julio para dar un informe de gestión. La diputada Alejandrina Barry del PTS (Frente de Izquierda) le exigió respuestas acerca de la presencia de asbesto en el subte. Miguel respondió: “El subte es un lugar seguro” y sostuvo que hay una comisión conjunta integrada también por sindicatos que está encargándose del problema, lo que desde el sindicato desmintieron. Dijo que hay un plan de desabestización. Roberto Beto Pianelli, secretario general de Metrodelegados, respondió: “Que lo muestre y diga cuánto van a invertir en solucionarlo”. El funcionario habló de mediciones de calidad del aire que darían cuenta de que “la concentración de fibras está por debajo de los límites establecidos por ley”.

“En ninguna medición se registra la ausencia de asbesto”, dice Francisco Ledesma secretario de Salud del gremio. El especialista Hernán Rubio agrega: “Para las mediciones hay dos autoridades en el tema. Una es el APRA (Agencia de Protección Ambiental) y otra es la Dirección General de Protección del Trabajo. Lo ambiental y lo laboral. Ellos vienen y le dicen al acusado, ahora llamado Emova (la empresa concesionaria del subte, integrada por Metrovías y Benito Roggio): tienen que medir en el aire a ver si hay asbesto. Pero el acusado contrata a un privado, presenta el resultado y las autoridades le creen. No nos dejan hacer una contraprueba”.

El antecedente, según Rubio: “Cuando vinieron del sindicato de España nos dijeron que allá las mediciones las hacen autoridades. Pero acá las autoridades no tienen instrumental, instalaciones, ni personal técnico profesional idóneo. Las 2.500 mediciones que esgrimen como excusa de que acá no pasa nada están hechas de esa forma; y cuando se logró que las hagan más o menos bien, lo que se muestrea y se lleva para analizar se lo llevan solo ellos”.

Resume la situación: “Primero, no existe límite seguro para un cancerígeno. Segundo, los análisis están hechos por ellos mismos. Tercero, la autoridad no tiene el poder de hacerlo ni de controlarla como corresponde”.

El salario del miedo

Ledesma hace otro tipo de diagnóstico: “Ni el gobierno de la Ciudad, ni Metrovías o Emova, ni Sbase, dicen en su página oficial que hay asbesto en el subterráneo, con todas las evidencias en la justicia, en el Ministerio de Trabajo y en la Superintendencia de Trabajo de la Nación. Esa negación es para mantener impoluta la imagen de la compañía”.

Relata que más allá del marketing la empresa está convocando a los afectados a volver a sus tareas, sin haber garantizado que se haya quitado el asbesto en esos lugares de trabajo: “Los amenazan psicológicamente y monetariamente”.

Desde que los afectados son diagnosticados comienzan a hacer retención de tareas. “La normativa dice que hay derecho a huelga si está en riesgo la salud. Acá vimos que esto te puede llevar en seis meses al cementerio”. La retención de tareas es una medida de los trabajadores, no es una licencia médica de la empresa. Francisco: “La verdad es que no se preocupan por la salud, ni por la ley. Por ejemplo, a Horacio Ortiz que es afectado no le pueden descontar salario, y sin embargo le están descontando”. Cobró solamente el proporcional a 13 días de salario del mes de junio 2023.

Otra medida debería ser el etiquetado de todos los materiales o lugares en donde puede haber asbesto “para que sepamos que es un lugar peligroso y tomar recaudos hasta que sea removido de ahí” explica Noemí Quinteros, subsecretaria de Salud: “Si se te cae un material identificado no te hacés problema. Pero si tiene asbesto y se llega a caer tendrían que evacuar la zona y nadie tendría que manipularlo. Apenas se desprende fibra, el compañero que está sano se puede contaminar”.

La falta de etiqueta para Francisco constituye “una situación que es criminal y que demuestra que se sienten impunes. Ni siquiera disimulan que no les preocupa el tema”.

El sindicato reclama que la empresa se haga cargo del lavado de la ropa de trabajo para que no la tenga que llevar cada trabajador a su casa. Martín Paredes: “Mis hijos tienen 20, 18 y 14 años. Toda la vida llevé la ropa a lavar a mi casa, la sacudimos, la lavamos junto a la ropa de ellos, y hay información, está comprobado en el mundo que hay muchos casos de esposas e hijos que se enferman también. Eso es lo que más me aterra. Porque es mundial el tema de cómo se manejan las empresas que negocian con la muerte con el asbesto, cómo lo tapan con el mismo modus operandi: primero lo ocultan, cuando denunciás dicen que es mentira, salen por los medios que no tienen ética a decir que no pasa nada”.

Rubio: “En caso de que vos manipules sustancias tóxicas, corrosivas, infecciosas, la ropa no puede salir del establecimiento. Por eso se necesitan dos armarios: uno para la ropa sucia o de trabajo y otro para tu ropa de calle. Fue remar en el dulce de leche que pongan armarios dobles, ni hablar de que les laven la ropa. En algunos talleres dicen: acá no lavamos, porque es bravo el supervisor, como si cada uno hiciese lo que se le ocurre. La juegan de policía bueno-policía malo”.

Martín valora una cuestión: “Si los compañeros de Madrid no nos avisaban de los subtes que compró Macri allá, capaz yo seguía chupando esto y me moría al poco tiempo. Y decían: ‘Uy murió Martín, bueno de algo hay que morir’. Pero la empresa lo sabía desde antes y en forma criminal, lo ocultó”. Juan Riggio, trabajador del Taller Rancagua, explica que en 2019 empezaron “a tener reuniones en la Defensoría del Pueblo en la que participaban gerentes también y en un momento muy efervescente de una discusión donde había acusaciones cruzadas, el tipo golpeándose el pecho dijo: ¿por qué nos dicen esto a nosotros, que para cuidar la salud mandamos a cambiar todas las zapatas de freno y las placas de fricción? En el fragor de la discusión al tipo se le salió la cadena y reconoció que mandó a sacar esos elementos porque eran cancerígenos”. 

Federico Cattáneo, técnico en electrónica, trabajador del taller Rancagua de la Línea B agrega un detalle: “La ley que regula cómo se trabaja es la 577 de 1991. Cuando Metrovías agarra la concesión en el 94 debería ya haber cumplido con esa ley”. Inés Maya, de la Secretaría de Salud del sindicato: “Esa ley es muy detallada sobre todo en los elementos de protección personal, etiquetado, vigilancia médica, pero al día de hoy no se efectiviza”.

El dilema

Hay además una mujer que no es trabajadora del subte y está afectada por asbesto: Eva. Se acercó al sindicato en 2017, trabajaba en un puesto de panchos en la Línea D y tenía una jornada laboral de 8 horas. “Había tenido un dolor en el pecho, fue a su clínica y en seguida le dijeron que lo suyo podía estar relacionado con el asbesto”, relata Inés, quien la atendió en el sindicato. “Venía muy angustiada porque tenía un problema en los pulmones y no sabía que era”. El sindicato fue el puente para contactarla con Lilian Capone, neumonóloga especialista en Salud Ocupacional y docente de la UBA. La profesional ordenó estudios que confirmaron la presencia de asbesto en el cuerpo de Eva. Sigue Inés: “Ella hizo juicio por esta enfermedad y no se lo reconocieron como una enfermedad laboral. Entonces inició un proceso penal y civil. El año pasado le dieron dictamen a favor. Los peritos confirmaron que su enfermedad tiene relación con el asbesto. Ahora su caso vuelve al fuero laboral, y es un argumento más para nosotros para pedir por los compañeros de las boleterías a quienes no quieren incorporar al RAR”. Además, cuentan, hay un diariero con kiosco en el subte que está siendo estudiado por lo mismo.

“Este sindicato es muy especial, aprendió a pelear cuando logró las jornadas laborales de 6 horas. Al explotar el tema del amianto encontrás gente recontra entrenada en situaciones de conflicto”, dice Hernán Rubio.

Inés Maya trabaja desde hace 22 años con el cuerpo de delegados. “Por lo general se iba a conflictos mucho más breves. Un reclamo, una lucha, y se resolvía. En el caso de salud es más complicado. Con los desafíos que tiene el mundo del trabajo hoy, hay que abstraernos de la inmediatez en la que nos mete el sistema, y poder proyectar largo. Cuando empezamos en 2018 nadie nos creía. En 2019 decíamos que sanear el ambiente de la red podía llevar diez años, y los compañeros no podían creerlo. Ya pasaron cinco años. Por eso exigimos que se cumpla la legislación y somos muy hinchapelotas. También somos conscientes de que en otros empleos los trabajadores la pasan muy mal porque hay una inestabilidad laboral gigantesca que es algo que acá no se discute porque ya se ganó hace muchos años. Eso te permite plantear las condiciones desde otro punto de vista. Pero en general se atacan las condiciones de trabajo y así esos trabajadores, además de tener una vida de mierda, no van a poder registrar enfermedades que tienen relación con lo que hacen. Muchas veces hablar de  seguridad e higiene es solo un maquillaje”.

Las y los metrodelegados vienen impulsando una serie de paros cortos y escalonados y con frecuencia creciente para visibilizar el conflicto, reclaman la desabestización, la reducción de la jornada laboral para que la exposición sea menor y el ingreso al Registro de Agentes de Riesgo de 1.400 trabajadores del área de estaciones para que puedan acceder a los chequeos médicos constantes. Hicieron además una audiencia pública en la Legislatura porteña y otra en el Congreso de la Nación.

“En la Legislatura me pasó lo mismo que cuando salí del Hospital Británico con la noticia de la neumoconiosis”, dice Horacio Ortiz: “Se me vino abajo todo porque en esa audiencia, todo preparado, todo demostrado, con videos, con estudios, con los profesionales, te seguís informando de lo peligroso y lo terrorífico que es, y más si lo tenés. Y tomo las palabras que dijo Beto Pianelli: ellos tienen sus técnicos y sus médicos, pero nosotros tenemos los mejores. Dijo: esta pelea se la vamos a ganar porque está comprobado que es cancerígeno y lo tienen que sacar. Pero muchas veces el silencio sobre el tema es indignante”.

Martín habla de los aprendizajes: “El blindaje se rompe haciendo lo que estamos haciendo nosotros, aprendiendo sobre la marcha. Enfrente hay mucho poder económico y político, pero bueno, qué vamos a hacer, si ya me tiraron al medio del río, tengo que seguir nadando, no puedo volver para atrás. La empresa ahora está presionando a los afectados y da miedo. Me dijeron que si no aceptaba, pueden descontarnos el sueldo. Entonces, ¿qué hago? ¿Me expongo a volver, siendo que ya estoy enfermo? ¿O me muero de hambre?”.

La pregunta se clava como si fuese una fibra de asbesto. En esos casos el cuerpo reacciona con la enfermedad.

En el subte eligieron otra cosa: responden con la acción.  

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Abajo el cáncer: Resistencia al asbesto en el subte

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Parir memoria: Teresa Laborde

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Nació en un móvil policial, en plena dictadura. Ella y su madre, Adriana Calvo, sobrevivieron al secuestro gracias a los cuidados de cinco mujeres en cautiverio. Adriana dedicó su vida a testimoniar y buscar a los hijos de esas desaparecidas. Uno de ellos, hijo de Cristina Navajas, es el nieto 133. Y el hermano de ese nieto es la actual pareja de Teresa. Memoria, verdad, justicia y amor: una historia conmovedora y el arte como proyecto para recuperar el futuro.

Texto: Claudia Acuña

La sonrisa de Teresa Laborde es nuestro trofeo, nuestra Copa Mundial, nuestro Oscar.

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Corazón mirando al sur: Agroecología y comercialización en la Comarca Andina

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La experiencia del Corredor Patagónico Soberano de la UTT (Unión de Trabajadoras y Trabajadores de la Tierra) contada desde El Hoyo y El Bolsón: dos almacenes de ramos generales, 5.000 km de ruta de productos agroecológicos y cooperativos, respuesta gremial y organización del sector. Texto: Lucas Pedulla.

Ésta nota es parte de la MU 185, que hacemos gracias a lxs suscriptorxs de MU. Si te gusta lo que hacemos, podés apoyarnos.

Corazón mirando al sur: Agroecología y comercialización en la Comarca Andina

“El sistema alimentario de una nación representa su historia, cultura, pasado, presente y futuro. Por eso, en un contexto global de desigualdad, convocamos a dar los debates y luchas necesarias para comprender que el comer bien es un derecho que relaciona a la salud, el trabajo y las oportunidades de desarrollo individual y social”. Así lo plantea la Mesa Agroalimentaria Argentina, una red sectorial que nuclea organizaciones cooperativas, movimientos campesinos e indígenas y de pequeños y medianos productores.

La Mesa organizó la Expo Alimentaria, se movilizó al Congreso, pasando por la Secretaría de Agricultura entre tractorazo y verdurazos, para presentar el “Programa Agrario para el Alimento”, que incluye propuestas como la Ley de Acceso a la Tierra, la Ley de Arrendamiento Rural, la Ley de Protección de Territorios de Familias Campesinas e Indígenas, la Ley de Segmentación Impositiva Agraria, la creación de una Empresa Pública de Alimentos, un Plan Nacional de Abastecimiento Alimentario, un Plan de Financiamiento Cooperativo, un Programa Nacional de Impulso a la Agroecología y un Plan Nacional de Creación de Mercados de Cercanía.

La Unión de Trabajadoras y Trabajadores de la Tierra (UTT) es una de las organizaciones de esa Mesa, y Erika Benavente, con sus 31 años, sus dulces agroecológicos y sus cuentas que lleva prolijamente desde el área de Comercialización en la regional patagónica del gremio, en el municipio chubutense de El Hoyo, sabe bien qué significa ese “desarrollo individual y social”: integra la logística del llamado “Corredor Patagónico Soberano”, un recorrido de 5.000 km que distribuye alimentos sanos en Buenos Aires, Neuquén, Río Negro y Chubut. “Y llegamos hasta Santa Cruz”, acota con una sonrisa.

Detrás de esa sonrisa, hay un movimiento que demuestra modos diferentes de actuar y de interactuar para crear otros estilos de relación y de consumo.

La naranja mecánica

La Patagonia –o la “Línea Sur”, como le llaman en la UTT– es  de las experiencias “más nuevitas” dentro del gremio que nuclea a 25 mil familias campesinas, según refiere Juan Pablo Acosta, su coordinador regional. Acosta –más conocido como Pocho– se  vino con su familia desde La Plata en 2016. “Había ganado Macri, era todo un quilombo”, rememora. De a poco, la comercialización la fueron aprendiendo de la práctica de una cooperativa mapuche en la meseta chubutense. Hasta manejaban fondos rotatorios, un instrumento de gestión de financiamiento que lleva adelante una organización para rotar recursos en forma de crédito. “Tienen un galpón, exportan lana, y así compran forraje y comida para el invierno”. La respuesta organizativa y gremial que aportó la UTT fue la comercialización de corderos: “Nunca una organización cooperativa lo había hecho”. Así arrancó un camino.

Antes de la apertura del Almacén de Ramos Generales de El Hoyo, habían vendido 800 mil kilos de alimento cooperativo en compras comunitarias, lo cual implicó una logística importante. “No es fácil la Patagonia –cuenta–. Tiene un estatus sanitario donde no era sencillo entrar frutas, verduras ni carnes”. Por ejemplo, para ingresar el morrón debían gasearlo con bromuro de metilo por controles fitosanitarios para evitar posibles plagas. Juan Pablo razona: “Nos rompimos el alma produciendo agroecológicamente, tomamos tierras, hicimos biofábrica, pero ¿vamos a venir  acá y le ponemos veneno? Decidimos no traerlo entonces hasta encontrar la vuelta”. Descubrieron la posibilidad de dejarlo 30 días en cámara con frío, lo que le agrega valor: “Es una logística: un pallet de naranjas de Entre Ríos, por ejemplo, lo dejás en una cámara en Bahía Blanca, y que luego un camión la traiga. Pero lo fuimos logrando: la naranja llega impecable y la gente la recibe muy bien”.

El almacén de El Hoyo es uno de los 15 que la UTT tiene en todo el país. Este año inauguraron otro en El Bolsón (Río Negro), en un predio recuperado donde había un galpón abandonado, propiedad de la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE), con la guarda administrativa del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). “Lo pusimos en valor y hoy está al servicio de la comunidad”, celebra Pocho.

Durante el verano, los almacenes se abastecen en gran medida con producción local, pero en invierno el camión de Buenos Aires llega cada 15/20 días. Erika: “Sacás una publicación que dice que llegó el camión y a las cuatro de la tarde tenés cola esperando llevarse verdura fresca y sin químicos, que es lo que consumimos en verano de chacras de la zona”. Los meses fuertes de producción local son de noviembre a marzo. El Hoyo es la capital nacional de la fruta fina: “Empieza la primera floración de la frambuesa. También hay mora, algunos tienen frutilla. Después otros tienen arvejas. Hojas como lechuga, espinaca, rúcula, acelga. Pak choi, kale, repollo. La manzana obviamente, duraznos, membrillo”. Pocho explica que la producción local se organiza más fácil: “El productor pone su precio, y lo que hacemos es compararlo: no me vendas más caro un tomate que si lo traigo de La Plata. Ese es el límite”. A esas discusiones les llaman “paritarias” y la actualizan cada tres meses.

De abril a octubre, ya empiezan a llegar los camiones. Pocho: “No hay tantas hectáreas puestas en producción. Algunos trabajos del INTA en pueblos de la cordillera dicen que no producen el 20 por ciento de lo que comen. En la Patagonia no nos abastecemos. En todo Chubut la cordillera es una franjita de 50 km a lo largo de la provincia. Después, el 95 por ciento es meseta. Y de esa franja cordillerana, la zona productiva es poquita, porque tenés mucha montaña”.

El Hoyo tiene ese nombre porque está ubicado en una depresión de la cordillera, a 200 metros sobre el nivel del mar: “Es el mejor lugar de la Patagonia para producir”. Sin embargo, cuentan que la producción, generalmente familiar (“son producciones chiquitas que cultivan un poquito de cada cosa”), está perdiendo terreno con la urbanización. Erika y la experiencia propia: “La chacra de mi abuelo era de 45 hectáreas. Luego, entre los hermanos, se la dividieron. Y se viene dando un proceso donde termina ganando la urbanización”. Cuentan que la puja se está dando entre producción familiar y desarrollo inmobiliario, también con fines turísticos: “El mejor suelo para producir es donde hoy están los barrios. Pero, de a poco, se fueron convirtiendo en loteos. Y no se produce”.

Agroecología: A mi manera

Este trabajo permitió a la UTT iniciar el “Corredor Patagónico” con 5.000 km de “ruta soberana”, como le llaman, cruzando La Pampa, Neuquén, Río Negro y Chubut: los productos patagónicos llegan así a los almacenes en Buenos Aires y, con el invierno, llegan los camiones que parten desde Buenos Aires. Erika enumera los alimentos locales: “Fideos de harina de maíz saborizados con rosa mosqueta, harina de trigo molida por familias en sus molinos, muchos dulces, mostazas, propóleo, pepinillos encurtidos”.

El último camión que partió tenía 500 frascos de dulces y 600 de miel. “Para los productores, en esta época, es un montón. El invierno es un período donde no hay trabajo. La gente busca changas”. Pocho vuelve al punto anterior: “La matriz económica está cambiando a más turística. Si la plata de la temporada no te alcanzó, y no te armaste, se hace difícil”. Erika explica: “Para que la tierra te rinda para vivir, necesitás superficie, y eso ya no está. Tenés un pedacito pero te alcanza para guardar para vos y vender el excedente. Y después, tenés que hacerte la cabaña para alquilar por día en verano, para sacar la tranquilidad de los días de lluvia que no podés trabajar”.

Erika, con su compañero, tuvo que encontrar esa vuelta: además de la chacra, hacen cabalgatas en el bellísimo paraje Puerto Patriada, a metros de la costa norte de la belleza del Lago Epuyén. El trabajo con las cabalgatas va del 20 de diciembre al 20 de febrero. En esos meses, a su vez, juntan leña para vender en invierno. “Nuestra calefacción es a leña, así que es para vender y para uso personal. Después, en primavera empezamos con la huerta, la fruta va al freezer, y así también tenés para invierno. Y, en el medio, está la cosecha de hongos de pino, que vienen a buscarlos en octubre”. Este máster en gestión y planificación, que jamás se estudiará en Harvard, aplica Erika a la comercialización UTT.

La proyección es seguir aún más hacia el sur expandiéndose en Santa Cruz, a donde ya llegaron en Pico Truncado, ciudad petrolera. Ese trabajo es fruto de la producción de alimentos agroecológicos de más de 25 mil familias que integran la organización, distribuidas en 21 provincias. En Patagonia, la organización promovió una red de productores que se afilian al gremio abonando una cuota cuyo valor es el equivalente a dos litros de nafta, con el beneficio que le aporta la representación de una organización nacional, además de descuento en las compras en almacenes. Pocho: “Ahora se están conformando delegados de base para discutir política gremial en la UTT. Hasta este momento eso no pasaba, no hay muchas organizaciones como la nuestra acá en la zona. Es algo medio nuevo que a veces no se entiende. No somos el Estado. En un momento había una interpelación a la organización como que teníamos que resolver todos los problemas. Les decíamos que somos un gremio, no una organización del Estado: vení y militá. Tampoco somos una fundación que ayuda gente, porque capaz venía un productor y decía: ‘Comprame’”. 

Para Erika, esa confusión se suele dar porque, desde la UTT se resolvieron problemas que el Estado no estaba encarando: un ejemplo son los fondos rotatorios. “El productor, en general, es cliente del almacén, entonces se asocia a la red, participa de nuestras jornadas, y puede plantear: ‘No tengo plata, pero tengo fruta y azúcar. Si me dan un fondo rotatorio para frascos, cuando hago los envíos los pago a valor del día’”. De esa manera, los productores pueden continuar su circuito de comercialización, mientras el fondo sigue rotando entre las familias que lo necesiten.

La propia Erika utilizó el fondo para poder comprar los fardos para que los caballos se alimenten. “Gracias a la UTT pudimos acceder a insumos y vender nuestros productos regionales”. Su familia siempre trabajó la chacra. Ella es técnica agropecuaria y cursó estudios de Producción Vegetal Orgánica. Hace un año trabaja en la comercialización.

¿Por qué es importante? “En esta zona, que no haya intermediarios ayuda mucho al precio, tanto al productor como al consumidor. Y la posibilidad de vender productos en invierno, como hablábamos, es una súper mano cuando está todo quieto. Podés acompañar y mejorar la economía local en un momento que no se mueve tanto”.

¿Y por qué la agroecología? Erika mira el bellísimo lago que tiene frente a sus ojos: “Más que el no uso de productos de síntesis química, tiene que ver con una forma de vida. El uso de recursos de forma sustentable y sostenible”. Esto es: sin químicos, sin venenos, cuidando el ambiente, la salud y también mejorando la producción. “Eso es lo que necesitamos para seguir viviendo de esta manera”.

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Corazón mirando al sur: Agroecología y comercialización en la Comarca Andina

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Frack you: A 10 años de Vaca Muerta

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Subsidios millonarios a empresas multinacionales que giran dinero a paraísos fiscales, sobrefacturan y se enriquecen con los dólares que faltan. La diferencia entre soberanía y autoabastecimiento. Fracking, sismos, contaminación, empobrecimiento, regalías, fuga de divisas, elecciones. La voz de la comunidad mapuche. De las promesas a la realidad: datos, no relato, a las puertas de otras fiebres energéticas en curso.

Texto: Sergio Ciancaglini

Los creativos publicitarios deben haber cobrado en oro, petróleo, litio o bitcoins, para sintetizar en 55 segundos imágenes y palabras sobre el enigma que carcome a demasiada gente: cómo salvar al país.  El spot se llama “Soberanía energética”. La voz de un locutor acompaña el vértigo visual de caños, camiones, barcos: “En YPF estamos trabajando para hacer realidad una oportunidad histórica. Argentina tiene una de las reservas de petróleo y gas no convencional más importantes del mundo”. Cada frase es refrendada por las letras mayúsculas que parecerían formar parte de las obras como torres gigantes sobre el paisaje. “Exploración y producción”. “Industrialización”. “Desarrollo de ductos”. “Trabajo”. “Infraestructura”. “Potencial de autoabastecernos”. “Exportar energía”. “Matriz Productiva argentina” y como cierre: “Soberanía energética”. 

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