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El ojo izquierdo: un recuerdo para Barba Álvarez, víctima de la represión macrista

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Roberto Barba Álvarez perdió un ojo por un piedrazo policial en la represión en las inmediaciones del Congreso cuando se aprobó la reforma previsional, en diciembre de 2017. Falleció ayer, militaba en el Partido Obrero y se convirtió en un símbolo de aquellos días. Le hicimos una nota para la revista MU que es un recorrido desde la resistencia peronista hasta izquierda. Sus lecturas entre El Descamisado, Goles y El Gráfico. El significado de agarrar la pala y una noción: «En un café te digo cómo arreglar el mundo, pero sin contacto con la gente, con la masa, estamos en el horno». Otra: “Vos podés tener un gran bagaje teórico y práctico, pero si sos un tremendo hijo de puta en la vida práctica y la fajás a tu mujer, eso hoy es contrarevolucionario». Una vida que atraviesa sin metáforas, parte de la historia y la calle de los últimos años, y la emoción con la que se quedó para siempre. 

por Sergio Ciancaglini / Fotos: Nacho Yuchark

El ojo izquierdo: un recuerdo para Barba Álvarez, víctima de la represión macrista

Foto: Nacho Yuchark

Tiene barba de prócer, de personaje bíblico o de dios griego, oficios siempre agitados. En los 80 se la dejó crecer hasta el ombligo.
Tiene además el pie derecho deformado pero mucho mejor que al llegar al mundo con pie bot, malformación congénita de la que fue operado a los dos años de edad.
Por la primera razón a Roberto Álvarez le dicen Barba. Por la segunda, quienes lo conocen de chico todavía le dicen Patita.
Nació en una ciudad de nombre utópico: Concordia, mayo 13 de 1953. Desde entonces su historia acompaña muchas discordias argentinas. Por ejemplo, fue uno de los protagonistas de los enfrentamientos entre manifestantes y policías en Congreso por la reforma previsional.
El 18 de diciembre de 2017 un piedrazo arrojado a su cara por un policía lo mandó al hospital Durand: le había reventado el glóbulo ocular izquierdo. La policía cascoteó manifestantes cuando se le acabaron las balas de goma.
Durante la internación su compañera Liliana le compró un pijama: “Vos te imaginás, nunca usé pijama” murmura Barba.
Una de las enfermeras elogió la prenda. Roberto Álvarez, Barba, ha perdido cosas en la vida, pero no han logrado reventarle el humor.
-Sí, muy lindo –replicó desde la cama- pero me salió un ojo de la cara.

El muchacho peronista

Anda con unos anteojos oscuros: “Vienen chicos, familiares, y no quiero que les de impresión, hasta que me pongan una prótesis”, dice Barba. Vive en la casa de Liliana –su compañera que también milita en el Partido Obrero- en un hermoso barrio de Ciudad Evita. Hay un gran parque con pileta, que suele ser visitado por delegaciones de calandrias, benteveos, chingolos, gorriones, palomas y caranchos.

El quincho tiene símbolos del PO y un viejo póster de fernet con un águila. Hay mate y hay historia que confirma que en Argentina no hace falta ejercer oficios pomposos para que la vida sea una agitación permanente.

El padre de Barba era obrero del frigorífico CAP Yuquerí, de Concordia, Entre Ríos. ¿Militaba en algún partido político? “No, era peronista” responde Barba sin ironía, sobre épocas en las que el peronismo era una forma de ser en el mundo. “Mis viejos llegaron del campo y se encontraron casi con la civilización: les dieron la tierra para la casa, luz eléctrica, agua, guardería, escuelas. En el barrio todos eran peronistas. Mi viejo era delegado de fábrica”. Criado a tres cuadras del río Uruguay, mamó también cómo jugar al aire libre, perseguir al sol y reconocer toda clase de animales y pájaros. “La escuela ahí era la Naturaleza”.

A fines de los 50 el niño Álvarez vivió las grandes huelgas en los frigoríficos (Frondizi presidente). La resistencia peronista no era declamativa: “Mis viejos hacían piquetes y yo les iba a llevar la comida. Ahí había mucha gente calzada, pero claro, no entraba ni un carnero a CAP. Eso te va quedando en el inconsciente”.

Luego trabajó en el frigorífico. “Tenía 21 años. Quisimos armar una lista interna. Veníamos con el empuje de la militancia de esa época, pero nos rajaron a todos”. Barba todavía no tenía barba, seguía siendo Patita para sus amigos, pero había encontrado su lugar de militancia: la Juventud Peronista – Montoneros.

De El descamisado a Goles

“Me sentía peronista porque era lo que había aprendido de toda la vida. Pintábamos las paredes con la P arriba de la V: Perón Vuelve. Leía El Descamisado. El 20 de junio de 1973 nos vinimos en el Gran Capitán, el tren que salía desde Misiones, para esperar a Perón en Ezeiza. Llegamos a estar cerca del palco, pero la mano se puso fea y entraron a cagarnos a tiros”.

Desde el palco, con Leonardo Favio como locutor, los matones lopezreguistas lanzaron a volar palomas en son de paz mientras seguían tiroteando a la multitud. “Hubo compañeros de Misiones y Corrientes que la quedaron”. El 1º de Mayo de 1974 estuvo Barba en el acto de Plaza de Mayo. La JP decidió irse y dejar media plaza vacía mientras Perón calificaba a los jóvenes como “imberbes”, “infiltrados” y “mercenarios al servicio del dinero extranjero”, entre otras alabanzas. “Cantábamos por la patria socialista. Creíamos que Perón iba a traer eso. Ese día fue un quiebre. Pero después fue un bajón cuando murió el Viejo. Quedaron Isabel con el Brujo. Pero seguí apostando por la juventud peronista hasta los 80”.

Durante el golpe logró zafar: “Mi crítica es que algunas direcciones de Montoneros se salvaron, pero el resto quedamos en bolas. Yo tuve suerte porque me volví a Concordia. Andaba medio camuflado, laburé en una estación de servicio, me casé y no dejé de militar en lo mínimo: la escuela, la cooperadora, lo que fuera”. Tenía claro el sistema de desapariciones: “Hubo compañeros que no militaban, hacían catecismo ponele, pero los secuestraban para instalarle el terror a todo el mundo”. En los 80 se prendió a una nueva movida: “Nos integramos al Partido Intransigente, del viejo Oscar Alende, que era de las organizaciones más interesantes y reunía militantes que venían de distintas experiencias”. Militaba en Buenos Aires, y trabajaba como personal de limpieza. “El empleo peor pago que hay, aparte de la construcción”. A Barba nunca le interesó el fútbol. “Pero compraba Goles o El Gráfico para tener un tema de charla con los compañeros y después plantear cómo organizarnos frente a la patronal”.

Viaje a la izquierda

Cae un chaparrón en Ciudad Evita que revive plantas y recuerdos: “Empecé a ir a las marchas de las Madres: era el modo de estar con ellas y de encontrarse con compañeros”. Sobre Malvinas: “Nunca me pintó el nacionalismo, y me parecía evidente que era un manotazo de ahogado de la dictadura porque crecía la resistencia en su contra”.

Volvió la democracia en 1983 y cuando tiempo después Alende hizo un pacto político con el entonces intendente de Lomas de Zamora Eduardo Duhalde –cuenta Barba-, se le pinchó el entusiasmo y huyó hacia otra novedad: había conseguido trabajo en una empresa fabricante de tinta para imprentas cuyos obreros eran afiliados a la Federación Gráfica Bonaerense.

Allí conoció a Néstor Pitrola y Barba rumbeó sus antenas políticas hacia el Partido Obrero: “Aunque a (León) Trotsky lo leí después. Lo que me pareció bien era la conducta antiburocrática y el modo de encarar las luchas”, cuenta. Fue su elección contra otra propuesta: “Nos vinieron a ver los compañeros que formaron el Movimiento Todos por la Patria, proponiendo la lucha armada. Dijimos que no, no era el método. Si no entendés las derrotas vas a cometer los mismos errores, como pasó en 1989 con el copamiento de La Tablada”.

Conoció a a Darío Santillán en las grandes movilizaciones piqueteras, fue compañero de Mariano Ferreyra, asesinado por los matones ferroviarios de José Pedraza. “Durante tiempo en las marchas me angustiaba y lloraba, no podía ni ver”. Toda su vida es así: jalonada por hechos en los que Barba anduvo siempre haciendo lo que creía justo, “equivocado o no”, pensando las cosas y también sintiéndolas, y sin hacer alharaca.

Piedras en el Congreso

Dicen que recoge aplausos por su bondiola a la parrilla: “Nunca hay que filetearla y sale tiernísima”. En los últimos años trabajó como jardinero y es secretario de Organización de Morón de su partido, desde donde envía flores al movimiento de mujeres: “Las primeras agrupaciones de resistencia fueron de mujeres. Las Madres y las piqueteras antes, y todo lo que está pasando ahora con las movilizaciones feministas, que nos agrandan todo el panorama”.

La imagen de mujeres en la calle difieren de la tradicional etiqueta del intelectual de izquierda, de los cuadros orgánicos y de los militantes testimoniales: “No discuto que hay compañeros muy formados, ni que tenemos que estudiar y superarnos todos, pero si no agarraron alguna vez la pala, si no tuvieron necesidades ni conocen los barrios humildes, hay que emparejar la cosa. En un café te digo cómo arreglar el mundo, pero sin contacto con la gente, con la masa, estamos en el horno”. Usa dos verbos fuera de moda para definir la práctica política: preguntar y escuchar. “Es lo primero que hago. Porque si no, pecamos de soberbia. No puedo pretender imponer mi opinión, cosa que a veces hacen algunos compañeros fruto de ser un poco sectarios. Si sos un partido de cuadros sin contacto con las bases, vas a seguir cometiendo el mismo error”. Cree que hay algo que cambió para siempre en los partidos políticos: “Vos podés tener un gran bagaje teórico y práctico, pero si sos un tremendo hijo de puta en la vida práctica y la fajás a tu mujer, eso hoy es contrarevolucionario. Ya nos ha pasado de expulsar compañeros por esa causa”.

¿No hay personalismo y falta de renovación también en el PO? “Me parece que Altamira es una de la personas con más claridad sobre la política. Pero uno va por el programa, no por la persona, aunque la admire. El personalismo se debate todo el tiempo”. ¿Y la preponderancia masculina? “Bueno, pero tenemos compañeras que tienen una importancia cada vez mayor. Y los compañeros que están son reconocidos no sólo por el partido sino por la gente”. Para Barba es falso que la sociedad se esté derechizando: “¡No, mentira, mirá todas las luchas que hay! Falta una alternativa electoral, pero que la clase argentina sea dócil o de derecha es la falacia más grande que hay”. Cree que lo que será determinante es el ajuste y la falta de trabajo: “Y los compañeros van a salir a pelear”.

Lágrimas para los ojos

Se saca los anteojos cuando le pregunto por la violencia en el Congreso. “Hay una cosa de acción y reacción. Nadie fue a tomar el Congreso ni a romper nada. No fue como un piquete, al que llevás gomas. Jugó la bronca espontánea de la gente por la reforma a las jubilaciones, y por la violencia de la policía. Yo hacía la seguridad, si ves los videos estoy protegiendo a los compañeros, de frente a la policía. Y fue ahí que me la dieron: entre ceja y ceja”.

Cuando corrió la falsa noticia de que la sesión se levantaba, Barba salió de la ambulancia a festejar: “Me habían vendado, no veía nada pero creía que era por la sangre. Después supe que me pasó lo que me pasó”. Después del cascotazo, su hijo mayor escribió en las redes unos párrafos llenos de afecto, orgullo y agradecimiento hacia su padre. Barba me lo cuenta, se emociona, y llora. Las lágrimas no discriminan entre el ojo que ve y el que ya no está.

Tal vez todas las aventuras y desventuras que nos tocan vivir finalmente no tengan que ver con ideologías, religiones, dogmas, bajadas de línea, razonamientos y ciencias, si no cobran un sentido cuando hay momentos que permiten una concordia con la vida, agarrar una servilleta, secarse los párpados, sonarse la nariz y sentirse querido.

Se recupera Barba de la emoción (aunque tal vez nunca convenga recuperarse de ciertas emociones) y murmura: “Es como un reconocimiento. Que te lo digan, pero sobre todo que te lo diga un hijo… Es la sensación de no haber estado al pedo”.

El ojo izquierdo: un recuerdo para Barba Álvarez, víctima de la represión macrista

El Barba Álvarez con la foto que tomó el fotógrafo de MU, Nacho Yuchark, horas antes de que perdiera el ojo izquierdo.

Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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