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El ojo izquierdo: un recuerdo para Barba Álvarez, víctima de la represión macrista
Roberto Barba Álvarez perdió un ojo por un piedrazo policial en la represión en las inmediaciones del Congreso cuando se aprobó la reforma previsional, en diciembre de 2017. Falleció ayer, militaba en el Partido Obrero y se convirtió en un símbolo de aquellos días. Le hicimos una nota para la revista MU que es un recorrido desde la resistencia peronista hasta izquierda. Sus lecturas entre El Descamisado, Goles y El Gráfico. El significado de agarrar la pala y una noción: “En un café te digo cómo arreglar el mundo, pero sin contacto con la gente, con la masa, estamos en el horno”. Otra: “Vos podés tener un gran bagaje teórico y práctico, pero si sos un tremendo hijo de puta en la vida práctica y la fajás a tu mujer, eso hoy es contrarevolucionario”. Una vida que atraviesa sin metáforas, parte de la historia y la calle de los últimos años, y la emoción con la que se quedó para siempre.
por Sergio Ciancaglini / Fotos: Nacho Yuchark
Tiene barba de prócer, de personaje bíblico o de dios griego, oficios siempre agitados. En los 80 se la dejó crecer hasta el ombligo.
Tiene además el pie derecho deformado pero mucho mejor que al llegar al mundo con pie bot, malformación congénita de la que fue operado a los dos años de edad.
Por la primera razón a Roberto Álvarez le dicen Barba. Por la segunda, quienes lo conocen de chico todavía le dicen Patita.
Nació en una ciudad de nombre utópico: Concordia, mayo 13 de 1953. Desde entonces su historia acompaña muchas discordias argentinas. Por ejemplo, fue uno de los protagonistas de los enfrentamientos entre manifestantes y policías en Congreso por la reforma previsional.
El 18 de diciembre de 2017 un piedrazo arrojado a su cara por un policía lo mandó al hospital Durand: le había reventado el glóbulo ocular izquierdo. La policía cascoteó manifestantes cuando se le acabaron las balas de goma.
Durante la internación su compañera Liliana le compró un pijama: “Vos te imaginás, nunca usé pijama” murmura Barba.
Una de las enfermeras elogió la prenda. Roberto Álvarez, Barba, ha perdido cosas en la vida, pero no han logrado reventarle el humor.
-Sí, muy lindo –replicó desde la cama- pero me salió un ojo de la cara.
El muchacho peronista
Anda con unos anteojos oscuros: “Vienen chicos, familiares, y no quiero que les de impresión, hasta que me pongan una prótesis”, dice Barba. Vive en la casa de Liliana –su compañera que también milita en el Partido Obrero- en un hermoso barrio de Ciudad Evita. Hay un gran parque con pileta, que suele ser visitado por delegaciones de calandrias, benteveos, chingolos, gorriones, palomas y caranchos.
El quincho tiene símbolos del PO y un viejo póster de fernet con un águila. Hay mate y hay historia que confirma que en Argentina no hace falta ejercer oficios pomposos para que la vida sea una agitación permanente.
El padre de Barba era obrero del frigorífico CAP Yuquerí, de Concordia, Entre Ríos. ¿Militaba en algún partido político? “No, era peronista” responde Barba sin ironía, sobre épocas en las que el peronismo era una forma de ser en el mundo. “Mis viejos llegaron del campo y se encontraron casi con la civilización: les dieron la tierra para la casa, luz eléctrica, agua, guardería, escuelas. En el barrio todos eran peronistas. Mi viejo era delegado de fábrica”. Criado a tres cuadras del río Uruguay, mamó también cómo jugar al aire libre, perseguir al sol y reconocer toda clase de animales y pájaros. “La escuela ahí era la Naturaleza”.
A fines de los 50 el niño Álvarez vivió las grandes huelgas en los frigoríficos (Frondizi presidente). La resistencia peronista no era declamativa: “Mis viejos hacían piquetes y yo les iba a llevar la comida. Ahí había mucha gente calzada, pero claro, no entraba ni un carnero a CAP. Eso te va quedando en el inconsciente”.
Luego trabajó en el frigorífico. “Tenía 21 años. Quisimos armar una lista interna. Veníamos con el empuje de la militancia de esa época, pero nos rajaron a todos”. Barba todavía no tenía barba, seguía siendo Patita para sus amigos, pero había encontrado su lugar de militancia: la Juventud Peronista – Montoneros.
De El descamisado a Goles
“Me sentía peronista porque era lo que había aprendido de toda la vida. Pintábamos las paredes con la P arriba de la V: Perón Vuelve. Leía El Descamisado. El 20 de junio de 1973 nos vinimos en el Gran Capitán, el tren que salía desde Misiones, para esperar a Perón en Ezeiza. Llegamos a estar cerca del palco, pero la mano se puso fea y entraron a cagarnos a tiros”.
Desde el palco, con Leonardo Favio como locutor, los matones lopezreguistas lanzaron a volar palomas en son de paz mientras seguían tiroteando a la multitud. “Hubo compañeros de Misiones y Corrientes que la quedaron”. El 1º de Mayo de 1974 estuvo Barba en el acto de Plaza de Mayo. La JP decidió irse y dejar media plaza vacía mientras Perón calificaba a los jóvenes como “imberbes”, “infiltrados” y “mercenarios al servicio del dinero extranjero”, entre otras alabanzas. “Cantábamos por la patria socialista. Creíamos que Perón iba a traer eso. Ese día fue un quiebre. Pero después fue un bajón cuando murió el Viejo. Quedaron Isabel con el Brujo. Pero seguí apostando por la juventud peronista hasta los 80”.
Durante el golpe logró zafar: “Mi crítica es que algunas direcciones de Montoneros se salvaron, pero el resto quedamos en bolas. Yo tuve suerte porque me volví a Concordia. Andaba medio camuflado, laburé en una estación de servicio, me casé y no dejé de militar en lo mínimo: la escuela, la cooperadora, lo que fuera”. Tenía claro el sistema de desapariciones: “Hubo compañeros que no militaban, hacían catecismo ponele, pero los secuestraban para instalarle el terror a todo el mundo”. En los 80 se prendió a una nueva movida: “Nos integramos al Partido Intransigente, del viejo Oscar Alende, que era de las organizaciones más interesantes y reunía militantes que venían de distintas experiencias”. Militaba en Buenos Aires, y trabajaba como personal de limpieza. “El empleo peor pago que hay, aparte de la construcción”. A Barba nunca le interesó el fútbol. “Pero compraba Goles o El Gráfico para tener un tema de charla con los compañeros y después plantear cómo organizarnos frente a la patronal”.
Viaje a la izquierda
Cae un chaparrón en Ciudad Evita que revive plantas y recuerdos: “Empecé a ir a las marchas de las Madres: era el modo de estar con ellas y de encontrarse con compañeros”. Sobre Malvinas: “Nunca me pintó el nacionalismo, y me parecía evidente que era un manotazo de ahogado de la dictadura porque crecía la resistencia en su contra”.
Volvió la democracia en 1983 y cuando tiempo después Alende hizo un pacto político con el entonces intendente de Lomas de Zamora Eduardo Duhalde –cuenta Barba-, se le pinchó el entusiasmo y huyó hacia otra novedad: había conseguido trabajo en una empresa fabricante de tinta para imprentas cuyos obreros eran afiliados a la Federación Gráfica Bonaerense.
Allí conoció a Néstor Pitrola y Barba rumbeó sus antenas políticas hacia el Partido Obrero: “Aunque a (León) Trotsky lo leí después. Lo que me pareció bien era la conducta antiburocrática y el modo de encarar las luchas”, cuenta. Fue su elección contra otra propuesta: “Nos vinieron a ver los compañeros que formaron el Movimiento Todos por la Patria, proponiendo la lucha armada. Dijimos que no, no era el método. Si no entendés las derrotas vas a cometer los mismos errores, como pasó en 1989 con el copamiento de La Tablada”.
Conoció a a Darío Santillán en las grandes movilizaciones piqueteras, fue compañero de Mariano Ferreyra, asesinado por los matones ferroviarios de José Pedraza. “Durante tiempo en las marchas me angustiaba y lloraba, no podía ni ver”. Toda su vida es así: jalonada por hechos en los que Barba anduvo siempre haciendo lo que creía justo, “equivocado o no”, pensando las cosas y también sintiéndolas, y sin hacer alharaca.
Piedras en el Congreso
Dicen que recoge aplausos por su bondiola a la parrilla: “Nunca hay que filetearla y sale tiernísima”. En los últimos años trabajó como jardinero y es secretario de Organización de Morón de su partido, desde donde envía flores al movimiento de mujeres: “Las primeras agrupaciones de resistencia fueron de mujeres. Las Madres y las piqueteras antes, y todo lo que está pasando ahora con las movilizaciones feministas, que nos agrandan todo el panorama”.
La imagen de mujeres en la calle difieren de la tradicional etiqueta del intelectual de izquierda, de los cuadros orgánicos y de los militantes testimoniales: “No discuto que hay compañeros muy formados, ni que tenemos que estudiar y superarnos todos, pero si no agarraron alguna vez la pala, si no tuvieron necesidades ni conocen los barrios humildes, hay que emparejar la cosa. En un café te digo cómo arreglar el mundo, pero sin contacto con la gente, con la masa, estamos en el horno”. Usa dos verbos fuera de moda para definir la práctica política: preguntar y escuchar. “Es lo primero que hago. Porque si no, pecamos de soberbia. No puedo pretender imponer mi opinión, cosa que a veces hacen algunos compañeros fruto de ser un poco sectarios. Si sos un partido de cuadros sin contacto con las bases, vas a seguir cometiendo el mismo error”. Cree que hay algo que cambió para siempre en los partidos políticos: “Vos podés tener un gran bagaje teórico y práctico, pero si sos un tremendo hijo de puta en la vida práctica y la fajás a tu mujer, eso hoy es contrarevolucionario. Ya nos ha pasado de expulsar compañeros por esa causa”.
¿No hay personalismo y falta de renovación también en el PO? “Me parece que Altamira es una de la personas con más claridad sobre la política. Pero uno va por el programa, no por la persona, aunque la admire. El personalismo se debate todo el tiempo”. ¿Y la preponderancia masculina? “Bueno, pero tenemos compañeras que tienen una importancia cada vez mayor. Y los compañeros que están son reconocidos no sólo por el partido sino por la gente”. Para Barba es falso que la sociedad se esté derechizando: “¡No, mentira, mirá todas las luchas que hay! Falta una alternativa electoral, pero que la clase argentina sea dócil o de derecha es la falacia más grande que hay”. Cree que lo que será determinante es el ajuste y la falta de trabajo: “Y los compañeros van a salir a pelear”.
Lágrimas para los ojos
Se saca los anteojos cuando le pregunto por la violencia en el Congreso. “Hay una cosa de acción y reacción. Nadie fue a tomar el Congreso ni a romper nada. No fue como un piquete, al que llevás gomas. Jugó la bronca espontánea de la gente por la reforma a las jubilaciones, y por la violencia de la policía. Yo hacía la seguridad, si ves los videos estoy protegiendo a los compañeros, de frente a la policía. Y fue ahí que me la dieron: entre ceja y ceja”.
Cuando corrió la falsa noticia de que la sesión se levantaba, Barba salió de la ambulancia a festejar: “Me habían vendado, no veía nada pero creía que era por la sangre. Después supe que me pasó lo que me pasó”. Después del cascotazo, su hijo mayor escribió en las redes unos párrafos llenos de afecto, orgullo y agradecimiento hacia su padre. Barba me lo cuenta, se emociona, y llora. Las lágrimas no discriminan entre el ojo que ve y el que ya no está.
Tal vez todas las aventuras y desventuras que nos tocan vivir finalmente no tengan que ver con ideologías, religiones, dogmas, bajadas de línea, razonamientos y ciencias, si no cobran un sentido cuando hay momentos que permiten una concordia con la vida, agarrar una servilleta, secarse los párpados, sonarse la nariz y sentirse querido.
Se recupera Barba de la emoción (aunque tal vez nunca convenga recuperarse de ciertas emociones) y murmura: “Es como un reconocimiento. Que te lo digan, pero sobre todo que te lo diga un hijo… Es la sensación de no haber estado al pedo”.
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Argentina 2024: ¿dónde está el 2001?
El 2001 y las Madres. Servini, Wado y Kicillof. El 2024 con jubilados y jubiladas, que llegaron a Plaza de Mayo cuerpo a cuerpo con la policía. El recuerdo de Petete Almirón, Pocho Lepratti, Kosteki y Santillán. Imágenes de un 20 de diciembre de calor fastidioso en la ciudad de Buenos Aires, mientras en Salta exigen justicia por el asesinato del trabajador Fernando Gómez.
Por Claudia Acuña y Lucas Pedulla
Fotos: Juan Valeiro
El 20 de diciembre de 2001 fue jueves y en Plaza de Mayo estaban las Madres. Fue justamente la imagen de la policía montada apaleando la espalda de Hebe lo que impulsó a la jueza Servini a ir personalmente hasta ahí para ordenarle al comisario a cargo del operativo el cese inmediato de la violencia. Luego, caminó hasta la comisaría a donde habían trasladado a la mayoría de los detenidos. Allí estaba Wado de Pedro, entre otros.
Aquel día, además y entre otros por supuesto, estaba Axel Kicillof al pie del camioncito del PO, desde donde –como es habitual– se desafinaban las consignas. Fue justamente ese desatino el que le permitió hacer las bromas con las que sedujo a su actual esposa.
Ya sabemos a dónde están Wado y Axel hoy: uno en el Senado, otro en la gobernación de la provincia de Buenos Aires; ambos coquetearon con la candidatura presidencial y uno pretende ahora casarse con ella.
En la Avenida de Mayo no había mucha gente, porque no se había convocado a ninguna marcha. Lo que sucedió fue espontáneo y fue intenso y por eso mismo fue decisivo.
Generalmente no es lo que elige recordarse de ese día, pero lo que esas postales enseñan es que en la política luchar siempre garpa.
Encontrar un lugar
Este 20 de diciembre es viernes y están los jubilados y las jubiladas, que todo el año en todas las marchas estuvieron en primera fila, además de rondar todos los miércoles el Congreso de la Nación. Pablo, 67 años, tiene un cartel con el título “Asesinatos” y algunas fechas:
- 19 de diciembre de 2001: Pocho Leprati, militante social asesinado en Rosario.
- 20 de diciembre de 2001: 39 muertos.
- 26 de junio de 2002: Kosteki y Santillán, militantes piqueteros asesinados en Puente Pueyrredón.
- Diciembre de 2024: asesinato de Fernando Gómez, el trabajador salteño asesinado por Gendarmería.
El cartel cierra: “Nos siguen matando. Basta”.
En 2001, Pablo tenía 44 años, era electricista y vivía en Lanús, conurbano sur. “Recuerdo los vecinos en las esquinas armando fogatas como forma de autodefensa hostigados por servicios que pasaban en auto diciendo que pasaban las hordas del saqueo. Estaba en la casa de mi suegra y recuerdo sentir el dolor de madera quemada”. Después de eso se fue a España, en uno de los tristes destinos de fuga de aquel entonces, pero volvió en 2012. Ahora está por marchar a Plaza de Mayo con sus compañeros y compañeras de Jubilados Insurgentes, que se movilizaron todo el año: “Veo poca gente, pero no me sorprende. Hay un corte generacional en la transferencia de experiencias”, explica Pablo antes de que la marcha comience. Se recuesta en su grupo: “Encontré un lugar donde poder participar y luchar”.
¿Quién es terrorista?
Enfrente, un grupo de movimientos piqueteros homenajea a Carlos “Petete” Almirón en Yrigoyen y 9 de Julio. Esos movimientos están rodeados por un cordón de la Prefectura Naval Argentina (PNA) mientras cuatro policías de la Ciudad filman la secuencia, justo al lado de la baldosa que recuerda al militante piquetero asesinado hace 23 años. Una de las que habla es Daniela Calarco Arredondo, militante del MTR Votemos Luchar, una de las presas durante la Ley Bases en junio, quien todavía afronta una causa impulsada por un gobierno que la acusó de “terrorista”, en días que agita decretos ampliando competencias de las Fuerzas Armadas ante supuestas amenazas terroristas: “Es un orgullo estar abrazando el movimiento piquetero que tanto sabe de lucha –homenajea Daniela–. Más de la mitad del país está debajo de la línea de pobreza. Para llegar al 2001 tuvimos una década menemista que se cansó de regalar los bienes comunes. No dejemos que estas políticas se den durante otra década”.
Prefectura, jubilados y un espíritu
Lxs jubiladxs arrancan su marcha mientras un oficial de la PNA exhibe sus armas y les grita desesperado que suban a la vereda. No hacen caso, y continúan cuerpo a cuerpo por Avenida de Mayo, desde la 9 de Julio. Avanzan por un carril. Cantan tres de sus hits:
- “Jubilados carajo”.
- “Trabajador, te estamos avisando que tu jubilación te la están afanando”.
- “Qué feo debe ser pegarle a los jubilados para poder comer”.
Llegando a Plaza de Mayo, los policías se ponen más bruscos. Uno de los jubilados muestra un moretón que le provocaron sobre su muñeca derecha. “Te están cagando a vos, boludo”, le gritan a los uniformados. No tienen miedo y están dispuestos a todo, simbolizando uno de los espíritus más dosmiluno que puede detectase en esta tarde de sol.
Sobre la Plaza, hay algunos partidos y sindicatos de izquierda. También sobrevivientes de la dictadura y familiares de desaparecidos nucleados en el Encuentro Memoria Verdad y Justicia.
Hay oradores, leen un documento.
El 20 de diciembre, en la ciudad de Buenos Aires, pasa como otro día más de calor fastidioso.
Mientras tanto, en Salta, están exigiendo justicia por el asesinato de un trabajador.
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Chau Bety
Por Claudia Acuña.
Dejo tu obituario para los buitres, así que lo que voy a escribir acá son las postales de un camino que transitamos no juntas, pero sí contemporáneas. No habrá orden ni cronológico ni de importancia. Solo recuerdos que brotan, uno tras otro, y que al evocarlos se van poniendo de pie y formándose en hilera para despedirte con la pompa que merecen las mujeres guerreras. ¿Deberíamos luego revolear los corpiños sobre tu ataúd?
Nunca se me ocurrió preguntártelo.
Te pregunté, sí, qué eras.
Respondiste: “periodista”.
Repliqué: Me refiero a qué título tenés…
Respondiste: “Si te digo que soy periodista es porque no tengo ninguno”.
No sé si lo dijiste en serio, pero en ese momento no me importó porque la respuesta era demasiado ocurrente; un ace que paraliza y fascina. Aclaremos rápido: eras una buena jugadora de tenis.
Nunca se me ocurrió pedirte una nota sobre la relación tenis-feminismo.
Te pedí, sí, varias notas que aceptabas divertida porque implicaban moverte hacia territorios desconocidos. Recuerdo ahora que tomar el tren Sarmiento hasta Haedo para hacer una postal de la inauguración de Showcenter nos permitió que comiences esa crónica describiendo a la nena que repartía estampitas. O que la nota sobre el conflicto entre travas y vecinos de Palermo te permitiera conocer a Nadia Echazú y a una adolescente Marlene Wayar, a quienes entrevistaste a las cuatro de la mañana. La magistral tríada se completa con un testimonio que debería ser de lectura obligatoria en las Catedrales del Género: tu relato sobre los cinco abortos que te hiciste en clandestinidad y por convicción, algo que hoy no te perdona Clarín en la nota que informa tu muerte de “mujer sola porque no tenía hijos”. No estabas sola, obviamente, pero la verdad no es una virtud del machismo.
Lo sabías.
Lo sufrías.
A continuación iba a escribir “sin embargo”, pero sería un error… Diré mejor:
También, como toda mujer de tu generación, preferías conversar/discutir con varones, quizá porque tus pares generacionales te resultaban aburridas y las que estábamos un escalón debajo, menos interesantes. Nunca lo tomé como un desprecio, sino como un desafío: capturar tu atención era lo que estimulaba mi imaginación para convocarte. Así, urdí Misiones Imposibles que siempre disfrutabas. Ir, por ejemplo, por primera vez (¿y única?) a la Casa Rosada para reunirnos con el secretario de Comercio del inefable Domingo Cavallo con el objetivo de exigir que no apliquen el IVA a las revistas culturales. “Vos andá a la red, yo atajo en el fondo”, te dije en un código en el que eras eximia. Logramos un honroso empate: la mitad de la alícuota.
Ya en tiempos de afilar las espadas por el aborto legal te encontré en el Congreso, sola, con la cartera cruzada al pecho y la mirada de quien desconfía de las kiosqueras de género: eso nos unía. Te dije “Es ahora: hay que hacer todo lo que podamos”. Respuesta Sarlo: “Y más”.
La última vez que hablamos fue para invitarte a firmar en la puerta del Cabildo el petitorio para que el Senado no apruebe la Ley Bases. Me contaste que tenías neumonía. Te noté frágil. Te halagué todo lo que te merecías, intuyendo que quizá era una despedida.
Hoy amanecí con dos noticias: la de tu muerte y la de la compra de Hugo Sigman de la editorial Siglo XXI, la casa editora de tus ensayos. Me enteré también de que el viernes pasado había organizado un besamanos para lucir su nuevo dominio, con la excusa de un cocktail de fin de año. Me resultó oportuna tu partida.
Comprendí entonces que había llegado el día de definir quién era Beatriz Sarlo.
Diré entonces que eras una época.
Esa época en la que las mujeres se atrevieron a construir voz pública y propia con coraje, con argumentos, con injustas consecuencias y sin quejas.
Diré que eras la gorila que tomaba el subte y también la pequeña silueta que escribía como un gigante.
Diré que eras curiosa, inquieta, metódica, laburante.
Diré que la docencia fue tu arma de seducción masiva.
Diré que como toda esa época sos indefinible, por clara, por polémica, por profunda.
Diré que como todo recuerdo eso es algo que nunca perderemos.
Diré que te leeremos.
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Un acto y tres rondas en Plaza de Mayo: ¿qué es resistir?
Esta vez no hubo dos sino tres rondas de diferentes grupos de Madres en Plaza de Mayo, con un punto de unión que solo pudo verse dos generaciones más abajo. Sindicatos, partidos y movimientos habían organizado otro acto, más temprano, que no enlazó con lo de Madres más allá de los discursos. La descripción de un jueves atípico y las preguntas que quedan flotando sobre la construcción, la movilización y la resistencia.
Por Lucas Pedulla
Jueves 5 de diciembre, 13 horas
Sindicatos de la CTA, otros díscolos de la CGT, y algunos partidos políticos habían convocado a la Marcha Federal Argentina Sin Hambre en Plaza de Mayo. A la hora señalada siguen entrando banderas –MTR, MTE, UTE, CONADU, ATE, SUTEBA, y pasan y pasan– pero por la Plaza es posible caminar holgadamente: un primer indicio de la convocatoria. Desde el escenario el secretario general de la Central de Trabajadores y Trabajadores de la Argentina, y diputado nacional por el Frente de Todxs, Hugo Yasky, habla del 18 por ciento de indigencia, de la caída del consumo de la carne, el recorte de los medicamentos gratuitos a los jubilados y “la imagen bochornosa” del senador Edgardo Kueider al ser detenido traficando dólares.
Habla también de un nuevo sujeto entre gremios y movimientos sociales, mientras por otro sector de la plaza entran columnas de movimientos, partidos y gremios de izquierda que cantan “paro general” y un clásico de los últimos tiempos con un nuevo adjetivo: “A dónde está que no se ve esa cagona CGT”.
Rosi tiene 49 años, milita en el MTR de Lomas de Zamora, y escucha desde Diagonal Sur: “Es importante estar acá porque está todo mal. Milei no está haciendo nada bien. No hay trabajo. Falta agua, falta luz, falta todo. Soy del barrio Olimpo y no llego a fin de mes. Me la rebusco”. Encuesta de hogares: “Tengo cuatro hijos, dos que estudian y una nena discapacitada. Mis ingresos son changas, cuando tengo suerte”. Consultada sobre si conoce a vecinos que lo votaron y se arrepintieron dice que sí: “Pero ya es tarde. Hay que seguir hasta que se vaya”.
Las voces en el escenario siguen:
- Alguien de UTEP: “Necesitamos a todos acá. En elecciones es obvio que nos van a buscar al territorio pero es ahora que el pueblo se está cagando de hambre. El 80 por ciento de la fila de nuestros comedores son jubilados”.
- Alguien de CTA: “Hace 41 años se disolvía la junta militar y asumía un gobierno democrático. Esos fascistas decían que venían por 20 años. Fue gracias a las Madres, las Abuelas, pero también al movimiento obrero organizado. Estos tipos hoy con medios y redes quieren construir un escepticismo alimentando la angustia de no poder alimentar a nuestros hijos. Después del 17 de octubre, hubo un 20 de diciembre para saber qué camino transitar para sacarnos a los cipayos de encima”.
- Alguien del Frente Barrial de Territorios en Lucha: “Nos hacemos presentes en este diciembre caliente porque la fuerza de los trabajadores no va a aflojar”.
Víctor escucha cerquita del escenario. Es uno de los ganadores de la jornada vendiendo aguas a 2.000 pesos. Es peruano y vive en la Villa 31: “La estoy pasando pésimo. Soy laburante de la calle, y lo que noto es que la gente no tiene para comer. Y el gobierno no hace nada por los pobres, sólo los está perjudicando”.
Sobre la reforma migratoria anunciada esta semana, donde el Gobierno quiere que los extranjeros paguen por atención en hospitales y estudiar en universidades, Víctor compara: “En Lima no es gratis, por eso en Sudamérica se piensa que Argentina es lo mejor. Este gobierno está haciendo todo al revés. No le interesa la gente pobre. Mire lo que hace con los jubilados. Y a los extranjeros nos tiene de lado”.
Desde el escenario piden un aplauso porque está ingresando Taty Almeida, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. También están las madres Vera Jarach y Carmen Vieyra de Lareu. “Madres de la Plaza, el pueblo las abraza”, corea la gente.
Las Madres Línea Fundadora convocaron a la Marcha de la Resistencia para este jueves a las 15, a la que adhirieron otros diez organismos. Desde el escenario piden que luego se acompañe a la marcha. La primera fue en 1981 en plena dictadura. Más allá de las habituales rondas de todos los jueves, la Marcha de la Resistencia implicaba una movilización de 24 horas alrededor de la Pirámide de Mayo. Las Madres la sostuvieron todos los años en fechas cercanas al 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos.
En la Plaza le pasan el micrófono a Taty. Habla al borde del escenario, en su silla de ruedas: “Hay que seguir resistiendo a este gobierno inhumano, negacionista, que pretende borrar la memoria. No lo va a lograr. Mientras existan compañeres como todos ustedes, unidos, eso hay que lograr: la unidad. Tener todes claros quién es el enemigo. Y esa resistencia que estamos haciendo y demostrando de muchas maneras hoy la demostraremos en la Marcha de la Resistencia, porque queridos compañeres, no nos han vencido”.
Aplausos.
Taty: “No hay que bajar los brazos. Tienen que hacer como las Madres hacemos y decimos hace 46 años, que la única lucha que se pierde es la que se abandona. Se lo decimos nosotras, las locas que a pesar de los bastones y las sillas de ruedas seguimos de pie”.
El acto termina. Yasky pide que no se vayan y se queden acompañando la marcha.
Por los parlantes suena Vencedores vencidos, de Los Redondos.
Sin embargo, pasa algo: la gente se va.
Son las dos y media de la tarde y la Plaza queda casi vacía.
Jueves, 15 horas
De las columnas y las banderas no queda casi nadie. Logísticamente (y políticamente, y filosóficamente) hubiera sido importante empalmar el cierre de una con el inicio de otra, pero eso no sucede.
Sobre el ombú de la calle Yrigoyen, de a poco se acomodan las personas que acompañan la histórica ronda de todos los jueves de Madres Línea Fundadora, que en el último tiempo tenía a Nora Cortiñas, Mirta Baravalle y Elia Espen como sus tres estandartes. Este año, por las partidas de Nora y Mirta, solo quedó Elia. Como siempre, rondan y mencionan nombres y apellidos de desaparecides. A cada nombre mencionado responden a coro: “Presente”. Llevan pancartas con los rostros y nombres de las madres pioneras y fundadoras de aquella primera ronda del 30 de abril de 1977. Elia lleva la imagen de Azucena Villaflor de Devincenti, una de las tres madres (junto a Esther Careaga y Mary Bianco) secuestradas y desaparecidas por la dictadura, arrojadas al mar desde los aviones que efectuaban los vuelos de la muerte.
Del otro lado de la Plaza, sobre el gazebo que da a la avenida Rivadavia, de a poco se acomodan las personas que acompañan la histórica marcha de todos los jueves de Asociación Madres de Plaza de Mayo. Allí, entre otras y con los dedos en V, sonríe Josefa “Pina” De Fiore. “Milei, basura, vos sos la dictadura”, cantan señalando a la Casa Rosada.
Desde hace muchísimos años, las rondas son esas dos, por diferencias entre ambas organizaciones. Giran alrededor de la Pirámide a la misma velocidad y en el mismo sentido, cada una del lado opuesto a la otra.
Pero este jueves son tres, porque a las 15.30 se suman las madres de Línea Fundadora que convocaron a la Marcha de la Resistencia, con Taty Almeida, Vera Jarach y Carmen Lareu. “A donde vayan los iremos a buscar”, cantan. Atrás acompañan HIJOS Capital, Familiares y Compañeros de los 12 de la Santa Cruz, entre otros organismos.
A la ronda habitual de Línea Fundadura, encabezada por Elia Espen, se suma esta vez Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz.
Las tres marchas sin embargo conforman una curiosa ligazón que, vista en perspectiva, hacen parecer que se trata de una sola (como quizás, en el fondo, lo sea siempre). Esta vez, en las tres rondas hay presencia de integrantes del organismo Nietes.
La circulación alrededor de la Pirámide dura media hora, como cada jueves.
Jueves, 16 horas y después
Sobre Rivadavia, la Asociación hace su acto.
Taty, Vera y Carmen se van. En general no participan, ni siquiera con sus compañeras de la Línea Fundadora que, sobre Yrigoyen también hace su acto, acompañada de las hermanas y sobrevivientes. Elia Espen, como cada jueves, pide que no aflojen, que luchemos y vengamos al siguiente.
Y pide que cantemos Como la cigarra, de María Elena Walsh: “Tantas veces me mataron, tantas veces me morí. Sin embargo, estoy aquí, resucitando”.
El canto emociona, como siempre.
Cura un poco las heridas de esta época, e incluso las de un jueves atípico.
¿Qué es resistir?
Quizá sea una pregunta que, mientras la Plaza se va vaciando otra vez, nos tengamos que seguir haciendo.
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