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Femicidios: «Nos están matando y no sabemos con quién hablar»

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Hay una fecha acordada: el primer lunes de cada mes. Así lo anunció el grupo de Familiares Sobrevivientes de Femicidios al retomar este lunes 5 de febrero en Plaza de Mayo el ritual de pedido de justicia por los crímenes de sus hijas. «Aquí estaremos el primer lunes de cada mes, para que haya justicia» fue la idea que representa a la vez una agenda de acción, y un proyecto contra la impunidad. El pedido de audiencia a Milei, la ausencia de interlocutores en el Estado, la justicia que no juzga los narcofemicidios y el dato: 38 mujeres asesinadas en los primeros 36 días de 2024.

Texto: Anabella Arrascaeta

Fotos: Lina Etchesuri

Las familias de Lucía Pérez, Iara Nardelli y Luna Ortiz se presentaron en representación de muchas otras familias de todo el país que -revelaron- hoy no pueden llegar hasta Buenos Aires por el actual contexto económico y social. Anunciaron y denunciaron que:

  • Hoy las familias están sin interlocutores en el gobierno nacional para articular medidas de prevención y reparación de la violencia.
  • Van a pedir una audiencia al presidente Javier Milei, para ser escuchadas.
  • Al 5 de febrero, el Observatorio Lucía Pérez registró en lo que va del año )38 femicidios en todo el país.
  • «Una mujer muerta cada 20 horas»

Los familiares se instalaron en la Plaza y Marta Montero, mamá de Lucía Pérez (asesinada en 2016, a los 16 años) llegó especialmente desde Mar del Plata. Fue la primera en tomar la palabra. “Nos están matando y no sabemos con quién hablar. Hoy no tenemos interlocutor, no sabemos cómo seguir”, alertó ante el micrófono y avisó que el grupo está elaborando un informe con el estado de situación de las causas de cada una de las familias.

Anticipó: “Hay causas en las que todavía no tenemos justicia, causas que no se las caratula como femicidios. Hoy estamos con una mujer muerta cada veinte horas, niños de la misma manera muertos. Es durísimo lo que nos está pasando como familias”.

Luego abrió un interrogante que preocupa a todas las familias: “No podemos entender cómo nadie se ocupa, no se nombra el problema. No se habla de las muertas que todos los días tenemos. No hay con quien hablar: necesitamos decir qué es lo que pasa”.

«Ni nos escuchan»

Marisa, mamá de Luna Ortiz, llegó desde Tigre, también Provincia de Buenos Aires. El femicidio de su hija (ocurrido en 2017 cuando Luna tenía 19 años) todavía está impune.

Femicidios: «Nos están matando y no sabemos con quién hablar»

Guillermo, Marta, Marisa, Mariela, Facundo en Plaza de Mayo. Y un reclamo: que las familias de las víctimas de femicidios sean escuchadas. Fotos Lina Etchesuri para lavaca

“Necesitamos que alguien de este gobierno nos escuche”. ¿Por qué? Marisa da algunos motivos: “Necesitamos que nos escuchen para que puedan ayudar a estas familias que quedan desamparadas, sin ayuda. Muchos de nuestros compañeros no están acá porque no pudieron venir por problemas económicos, y venimos a representarlos a ellos también. No queremos más que las familias que quedan desamparadas tengan que seguir sin ninguna ayuda, sin justicia, como nos pasó a nosotros”.

El crimen de Luna fue dividido en cinco distintas causas, ninguna caratulada como femicidio, “para que me lleve toda una vida de lucha”. Ahora su familia espera que pase la feria judicial para seguir el reclamo: “No tenemos descanso, vivimos luchando para que cada familia tenga justicia pero ni nos escuchan. No queremos más familias que pasen por esta tristeza, con el corazón roto. Estamos muertos en vida porque nos sacaron lo que más queríamos. Queremos justicia y que nuestras hijas descansen en paz. Nos gustaría estar en nuestra casa, atendiendo nuestra vida y nuestros quehaceres, tener una vida como todo el mundo, pero nos toca vivir así a nosotros. Estaremos luchando para que a nadie más le pase lo que a nosotros nos pasa que es que nos saquen lo que mas queríamos”.

Es Marisa quien también, en representación de todas las familias, pide el acompañamiento a Mónica, mamá de Araceli Fulles, que no está en Plaza de Mayo porque fue a la Cámara de Casación de La Plata para pedir justicia por su hija. Es que a fines del año pasado, la Sala I del Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires absolvió a Marcelo Ezequiel Escobedo, Hugo Martín Cabañas y Carlos Damián Cassalz, quienes habían sido condenados a perpetua el 4 de noviembre de 2021 por el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 3 de San Martín. Los jueces Daniel Carral, Victor Violini y Ricardo Maidana ordenaron su inmediata liberación, cuestionando el accionar de un perito. Al cerrar su intervención Marisa reiteró la idea de evitar que siga creciendo la tasa abrumadora de femicidios y narcofemicidios, que no tienen que ver con lo que en el siglo pasado se llamaba «crímenes pasionales» sino con sistemas territoriales de estructuras y bandas narco, muchas veces enlazadas y asociadas a ámbitos policiales, judiciales y políticos.

Iara no es una carpeta

Desde Mar del Plata llegó también Mariela, mamá de Iara Nardelli, desaparecida el 30 de junio del año pasado cuando estaba en la institución Aldeas Infantiles. La familia la buscó durante diez días. “Todo quedó en mis manos, junto a amigos y familiares”, dice ahora por primera vez en Plaza de Mayo. Lo que encontraron de Iara fueron sus pertenencias y tres huesos: dos tibias, una mandíbula y un cráneo.

Femicidios: «Nos están matando y no sabemos con quién hablar»

Mariela, y la justicia que no tiene ganas de investigar. Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Enumera Mariela: “La fiscal Romina Diaz dice desde un primer momento que mi hija se suicidó y que los perros destrozaron su cuerpo. La fiscal Salas siguió con la misma hipótesis. A ocho meses no tengo respuesta. Las cámaras no fueron revisadas, el teléfono no fue revisado, no fue revisada la mensajería, ni su Cuenta DNI, ni su Mercado Pago; y las declaraciones que se tomaron fueron muy escasas. Pido que la fiscal le dé lugar a una persona que sí tenga ganas de investigar porque Iara Nardelli no es una carpeta llena de papeles, es una vida”.

¿El que las hace las paga?

Es Facundo, papá de Luna Ortiz, quien pone en ejemplos y números lo que las familias viven frente a un femicidio. “Estos días una familia estaba haciendo una colecta para pagar un perito, por que le cobra mil dólares. Los abogados también son muy costosos. Las víctimas tenemos que sacar de nuestros bolsillos para poder costear los gastos”. Desde el inicio el colectivo de Familiares Sobrevivientes de Femicidios elaboró y presentó distintos proyectos y petitorios a las gobiernos nacionales y provinciales para articular políticas públicas destinadas a la prevención, erradicación y reparación de la violencia femicida y al apoyo a familias sacudidas por estos crímenes.

Guillermo, papá de Lucía Pérez, cuenta que el grupo se está contactando con familias de todo el país. La propuesta es juntarse el primer lunes de cada mes, con un informe y una carta en la que se pida una audiencia al presidente Javier Milei. Guillermo le habla directo: «Le quiero hacer un llamado al Presidente, que nos acompañe. Él dice ‘el que las hace las paga’, y acá todos queremos que paguen los asesinos de nuestras hijas”.

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Fotos Lina Etchesuri para lavaca. La convocatoria para otras familias: encontrarse en Plaza de Mayo el primer lunes de cada mes.

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Al gran pueblo argentino, ¿salud?

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“10 años de formación. 68hs por semana. $797.061 por mes. $2930 por hora”. El cálculo no sólo es un afiche de color amarillo, sino también una síntesis de la situación de residentes del Hospital Garrahan, el centro pediátrico de excelencia en Argentina, quienes organizaron este jueves una marcha desde la institución hasta el Ministerio de Salud. 

por Lucas Pedulla/ Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org

Al gran pueblo argentino, ¿salud?

Los residentes son médicos egresados que continúan su formación y que, en este caso, eligieron el Hospital Garrahan como lugar de residencia, de donde egresan 70 pediatras por año. El reclamo viene desde 2024 y alertaron que siguen sin respuestas, pese a que perciben un salario por debajo de la línea de pobreza realizando seis guardias al mes de 24 horas cada una: “Es algo incompatible con la vida -denunciaron-. Nos estamos formando para atender a sus niños. Esto no va por ningún partido político: es nuestro sueldo”. 

Al gran pueblo argentino, ¿salud?

La gente marchó por la calle, pero el protocolo no se aplicó: una exclusividad para jubilados.

La movilización fue parte de un plan de lucha que incluyó un paro sin guardias de cuatro jornadas, que empujó al Gobierno a dictar una conciliación obligatoria por 15 días para dejar sin efecto las próximas medidas de fuerza. “No es una decisión fácil, pero sí necesaria”, explican desde la Asamblea de Residentes del Garrahan. “Estamos luchando por condiciones laborales dignas, por nuestros derechos y por una salud pública de calidad”.

Al gran pueblo argentino, ¿salud?

La marcha comenzó con el Himno Nacional Argentino, y las lágrimas brotaban al entonar “al gran pueblo argentino, salud”, la gran frase de cabecera de esta convocatoria. 

  • “Sin residentes no hay hospital”, 
  • “16 horas de trabajo = 1 docena de empanadas”, 
  • “Soy bioquímica residente y cobro $2930 la hora” 

Así fueron algunos de los cientos de carteles que se multiplicaron en manos jóvenes que eligieron la salud pública y quieren lo obvio: un sueldo digno.

Al gran pueblo argentino, ¿salud?

La propaganda manda en el cartel.

En el Ministerio, la marcha se encontró con la movilización contra los recortes para personas con discapacidad, que saludaron: “Unidad de los trabajadores y al que no le gusta, se jode”. Allí también llegó una familia que no era trabajadora del hospital, sino simplemente usuaria, con un niño de cinco años que tenía un cartel que resumía todo: “A mi mamá la salvó el Garrahan”. Esa vida es, también, lo que hoy salieron a la calle a defender.

Al gran pueblo argentino, ¿salud?

Compartimos uno de los comunicados que repartieron, escrito por la Asamblea de Residentes del Garrahan (@asamblearesidentesgarrahan, en Instagram).

“Somos residentes. Médicos recibidos que decidimos continuar nuestra formación especializándonos en Pediatría y elegimos este hospital para hacerlo.

Somos quienes probablemente te hayan atendido en la guardia, en los consultorios y en las salas de internación.

Nos formamos día a día, cuidando pacientes, acompañando familias, aprendiendo de cada historia. Hoy el sistema que debería fortalecernos nos está dejando atrás. No dejamos de esta en los consultorios porque queramos, sino porque no podemos más. Nuestros salarios no alcanzan. Trabajamos jornadas extensas, con enormes responsabilidades, por ingresos que no nos permiten vivir dignamente.

Esta medida es el último recurso de quienes queremos seguir en este hospital, sin tener que abandonarlo para sobrevivir. La salud pública también se cuida cuidando a quienes la sostenemos.

Estar lejos de nuestras guardias, de los consultorios, de nuestros pacientes nos duele. Pero esta lucha también es por ellos y paa ellos. Porque in residentes no hay formación continua, y sin formación continua no hay futuro para el sistema de salud. 

Defendemos la salud pública, incluso cuando nos toca hacerlo desde la calle”.

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Jubilados + científicos: la gente que no se guarda en el colchón

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El despliegue policial fue otra vez inusitado: gendarmes, prefectos, policías federales y aeroportuarios contra jubilados empujados a la pobreza extrema, cuyo medio de transporte no son la motorizada o los hidrantes, sino los bastones y las sillas de ruedas. Un rato antes, en el Polo Científico, hubo un acto contra el cientificidio producido por un estado que desmantela y desfinancia incluso emblemas de salud como el Hospital Garrahan.

En el caso de Congreso, nuevamente el acompañamiento a los jubilados reflejó una heterogeneidad creciente: curas, organizaciones territoriales, algunos –pocos– sindicatos, organismos de derechos humanos. Y el formato repitió un esquema coreográfico que optimizó el de la semana pasada: el movimiento, por la vereda y la calle, desorientó a las fuerzas que, aun siendo más en proporción, no daban a tiempo de evitar los cortes que lograba una marcha que no se detenía nunca. Esa estrategia también evitó choques directos, aunque los federales se armaron con máscaras para gasear en cualquier momento, gusto del que no se privaron tampoco con la prensa: al menos 18 personas heridas, fue el conteo de la Comisión Provincial por la Memoria. De todos modos, el piquete mayor fue el realizado por la propia ministra Bullrich y sus tropas, que aislaron al Congreso durante todo el día, cortaron Rivadavia, Callao, Combate de los Pozos, Hipólito Yrigoyen y la estación Congreso del subte A, para detener una marcha que, de hacerse, significa una vuelta alrededor del palacio legislativo de unos 20 minutos. De este modo, se instala un caos durante todo el día como para encender las ínfulas represivas. Volvió a escucharse un viejo cántico: “Policía Federal, la vergüenza nacional”.  

Crónica de otra jornada con una pregunta que se respondió entre precios de empanadas, medicamentos y bifes de costilla: ¿qué guardan los jubilados bajo el colchón?

Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi

Fotos: Sebastián Smock y lavaca.org

Es miércoles otra vez y todo se dispone más o menos como siempre.

Por allá el Congreso, vallado en cada esquina, de imposible acceso salvo para las fuerzas federales que utilizan las oficinas anexas del Palacio que –según la Constitución– debería votar la prórroga de la moratoria o los aumentos de los haberes de las personas jubiladas que están a minutos de reprimir.

Por acá los medios, autogestivos y privados, con máscaras de gas para evitar los químicos bullrichistas, en una naturalización de las condiciones bajo las que debe trabajar el periodismo.

Jubilados + científicos: la gente que no se guarda en el colchón

Antonio Becerra, fotógrafo del diario Tiempo Argentino.

El conflicto es visible.

De un lado mujeres y hombres jubilados, muchas veces con bastones, otras con sillas de ruedas, siempre con carteles manuscritos que suelen ser un símbolo del presente.

Jubilados + científicos: la gente que no se guarda en el colchón

Medios de transporte para reclamar por los derechos.

Enfrente, la policía Federal, la Aeroportuaria (?), la Gendarmería (?), la Prefectura (?), dedicadas a estos operativos caóticos, costosísimos, que revelan que la voluntad oficialista no es que haya orden, sino que haya represión.

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Otros medios de transporte.

La danza del Congreso

Sin embargo es miércoles otra vez y la manifestación comienza, pero si la semana pasada ya había sido distinta, porque jubilados, sacerdotes, militantes barriales, sindicalistas, organismos de derechos humanos, socorristas y vecinos se desplazaron en una coreografía que hizo mover hasta el cansancio a las llamadas fuerzas de la ley, este miércoles la performance se optimiza, ganando en eficacia y poesía. 

Porque comienzan sobre la plaza, dejan atrás los cordones de las fuerzas sin bajar a la calle, caminan sobre la vereda, cantan “qué feo debe ser pegarle a un jubilado para poder comer”, bordean la calle Hipólito Yrigoyen, llegan hasta la otra punta en Luis Sáenz Peña, doblan en U hacia Avenida Rivadavia, y de repente bajan a la calle, porque a los efectivos (?) no le dan los pies para caminar tan rápido y evitarlo, y entonces cuando llega la PSA la columna pasa de nuevo sobre la vereda cantando “qué vergüenza pegarle a un jubilado por dos pesos con cincuenta”, y vuelven hacia Yrigoyen, y bajan a la calle, hasta que llega Gendarmería corriendo, y entonces vuelven a la vereda, y llegan hasta Sáenz Peña –otra vez– y bajan a la calle –otra  vez– y cortan la calle, y de las motos y los autos suenan bocinas, y los manifestantes saludan riéndose como niños, porque la desorientación federal es total, hasta que llega la Federal, y se suben a la vereda, y así sucesivamente.

Jubilados + científicos: la gente que no se guarda en el colchón

Crearon un cauce.

Una marcha infinita.

Una invitación a que el próximo miércoles las gotas que van confluyendo en esta ceremonia semanal sean cada vez más.

Cientificidio, motosierra y licuadora

El mismo día, en 15 ciudades del país se realizaron actos en los que participaron miles de científicos contra lo que llamaron “cientificidio”. El hecho se plasma en la motosierra sumada a la licuadora, aplicada a entidades como el Conicet (Consejo Nacional de Actividades Científicas y Técnicas) y la Agencia Nacional de Promoción Científica.

Jubilados + científicos: la gente que no se guarda en el colchón

Foto: lavaca.org

Investigaciones y proyectos de todo tipo –desde estudios sobre cáncer hasta resistencia a los antibióticos– son amputados por la motosierra, mientras la licuadora se aplica a salarios que en muchos casos han sufrido pérdidas del 40% durante esta etapa que el gobierno “libertario” define como un éxito.  

Jubilados + científicos: la gente que no se guarda en el colchón

FotoCobertura colaborativa / RAICYT

En Buenos Aires la concentración se realizó en el Polo Científico (en Palermo), ante una situación que quienes trabajan en ciencia definen como desesperante, por el grado de destrucción y vaciamiento que sufre una actividad crucial.

El planteo fue: «Desde el estudio de la pandemiahasta la producción de alimentos, desde la historia argentina hasta la transición energética, desde las desigualdades sociales hasta la nanotecnología, desde la literatura hasta la biomedicina: no hay agenda de futuro sin ciencia». Los organizadores informaron además: “El poder adquisitivo de salarios y becas cayó un 40%, alcanzando niveles históricos mínimos, comparables a los de 2001”. Ya se han perdido 4.000 puestos de trabajo. La llamada “fuga de cerebros” se ha convertido en otro regalo que Argentina hace al mundo: no solo los recursos naturales sino también los humanos pasan a estar de remate. Los científicos plantean: “El gobierno ha implementado una política de aniquilación de aquello que llevó décadas construir”.

Jubilados + científicos: la gente que no se guarda en el colchón

Foto Cobertura colaborativa / RAICYT

Las y los manifestantes se inspiraron en El Eternauta, con máscaras y la consigna “Nadie se salva solo”. Hace más de un año y medio las marchas de jubilados están planteando el mismo tipo de cuestiones y mostrando un camino que parece haber inspirado también al Polo Científico.

Una diferencia notable es que las máscaras de jubilados, periodistas y fotógrafos en Congreso son previas a la serie de Netflix, muchas veces caseras y precarias, y consecuencia de que son literal y semanalmente atacados con gases tóxicos, cosa que ha ocurrido hasta con niñas.

En el caso del Polo Científico, los atuendos están muy bien hechos y son simbólicos, ya que no han sufrido ataques físicos como los jubilados (aunque si siguen reclamando seriamente tal vez lo logren).

 

Jubilados + científicos: la gente que no se guarda en el colchón
Jubilados + científicos: la gente que no se guarda en el colchón

Ataques a jubilados y fotógrafos

Volviendo a la marcha de jubilados, las fuerzas federales (Gendarmería, Prefectura, Policía Federal y de Seguridad Aeroportuaria) comandadas por Patricia Bullrich mostraron ya no solo su cara represiva, sino también una improvisación inusitada. Un decálogo de postales de desconciertos y abusos: 

1) Al vallar todo el Congreso –incumpliendo su propio protocolo antipiquete y cortando el tránsito en Avenida Rivadavia, Callao, Riobamba e Hipólito Yrigoyen– , generaron un peligro latente porque la gente debía caminar un tramo sobre Callao por la calle, pegada a los autos. 

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2) No dejaban cruzar a la gente por la senda peatonal de Rivadavia y Callao y tampoco explicaban el por qué. Solo ganaron reproches e insultos, también, de las personas que no estaban reclamando por las jubilaciones. Por ejemplo, automovilistas.

3) Armaron una barricada en medio de la Plaza de los Dos Congresos, sin ningún sentido (dentro de la plaza no hay calles que despejar). 

4) Armaron otra barricada en medio de la vereda, a la altura de Rivadavia al 1771, entre Callao y Rodríguez Peña. Es decir: la policía hacía un piquete que impedía que los transeúntes fueran por la vereda, obligándolos a bajar a la calle. Al rato se dieron cuenta del absurdo y se movieron, entre risotadas e insultos.  

Jubilados + científicos: la gente que no se guarda en el colchón

5) Volvieron a gasear a la prensa. Antonio Becerra, fotógrafo de Tiempo Argentino, fue uno de los más afectados.

6) Según registró la Comisión Provincial por la Memoria hubo al menos 18 personas heridas. 

7) Para seguir visibilizando su reclamo, un puñado de no más de veinte jubilados empezaron un semaforazo en la esquina de Montevideo y Rivadavia. Cuando se ponía en rojo el semáforo sobre Rivadavia, saltaban a la calle a reclamar e informar frente a los automovilistas. Cuando cambiaba al verde, subían. Así una y otra vez, hasta que llegó un ejército de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) les impidió hasta eso. 

8) La mayoría de los efectivos de todas las fuerzas no llevaban identificación.

9) Cuando se les pregunta el por qué, muestran otro de sus protocolos: se ríen socarronamente. 

10) Un dato no menor: quienes se ríen, están con trajes blindados y armados hasta los dientes.

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 Los jubilados que usan máscaras no lo hacen para parecerse a El Eternauta, sino porque son literal y semanalmente atacados con gases tóxicos por la policía, y además por fuerzas de presencia inentendible en la plaza de Congreso: Gendarmería, Prefectura y Policía Aeroportuaria.

El colchón y las empanadas

Entre dólares en colchones y empanadas caras, hay un problema central que tiene menos prensa: la jubilación mínima sigue siendo de $296.481, a la que se suma un bono extra que desde marzo de 2024 yace congelado en $70.000, con lo que el haber llega a $ 366.481.

Armando tiene 74 años y es de Barracas. “Los dólares del colchón y las empanadas de Darín son métodos de distracción, de engaño hacia la gente, que se ve que les sirve porque tienen adeptos y ganan elecciones. Me pregunto cómo pueden lograrlo con el deterioro que están haciendo y con la maldad que tienen, porque no aumentar nuestras jubilaciones lo festejan como una victoria”. 

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¿Qué tiene usted en el colchón? “Lo único que me queda es el elástico”, dice y ríe por primera vez. Se pone serio: “Siempre que tuve un sope lo tuve que gastar. Y ahora ni eso. He sabido estar mejor, pero no ahora. Tengo el esófago de Barret, una enfermedad por la que debo tomar tres remedios todos los días y este gobierno me quitó el más caro, que antes era gratuito. No puedo pagar 50.000 pesos así que mi doctora me bajó la dosis a la mitad”.

Delia sostiene un cartel que denuncia lo que cobra un senador (9 millones de pesos) y exige “basta” y que los jubilados sean “los primeros”. 

Cuenta su modo de supervivencia: “Cobro la mínima, 366 mil. Pago de alquiler casi 200 mil, y 100 mil de expensas. Sacá la cuenta de lo que me sobra para todo el resto del mes. Después la luz, el gas; lo que nos dicen es ‘no vivas, no vivas más’; o sea ¿me tengo que suicidar? Eso es lo que van a lograr, y chau”.

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Estela y Lidia tienen 63 y 72 años. Están juntas y enojadas. “Los medios de comunicación son cómplices de que el gobierno nos trate como el repulgue de la empanada, obviando los temas importantes, como es esta protesta. Todo el mundo hablando de Darín, o mostrando sus colchones con el fin de disfrazar la realidad”.

Ven lo positivo de las empanadas: “Es importante que un artista como él haya hablado, porque aunque nosotras comamos en lugares más baratos, no dejamos de sufrir”.

¿Qué se sufre? “Lo que no tenemos en el colchón porque no tenemos ni en la heladera. Ya no estamos cocinando de noche. Ya pasó para nosotros lo de las 4 comidas. No existe más”. 

Liliana –70 años, de Sarandí–, Sandra –63, de Quilmes– y Elba –72, también Quilmes– son tres amigas de zona sur del conurbano que tienen la bandera argentina como capas de superheroínas. Liliana se ríe para no llorar de lo que hay debajo de su colchón: “Deudas y cuentas, bien abajo de la almohada, esa que todas las noches no te deja dormir. Hasta el servicio de televisión tenemos que cambiar porque no alcanza. ¿Comer?, por Dios”.

Sandra come al mediodía: “A la noche matecocido, nomás”.

Elba fue a la mañana a hacer mandados porque a la noche viene su nieto a cenar: “Una hora estuve mirando precios. Me decidí por un bife de costilla, medio flacucho: $11.500 el kilo, para que coma bien el nene”. Liliana dice: “Bueno, ¿ves? Yo carne ya no”. Elba suma: “Y yo no voy al doctor porque me va a dar un remedio que no voy a poder comprar –dice y se señala la boca–. Todos los días rezo para que Dios me cuide los dientes”.

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Efecto del gas pimienta.

Ricardo, 68 años, trabajó de todo –chofer de colectivos, montador, en una tejeduría de San Martín–, y cuenta que hace cuatro meses lo operaron de cáncer de próstata. “No me alcanza ni para los medicamentos, hijo”, dice, con los ojos como dos espejos. “Estoy acá porque Dios, quizá, me permite vivir un poquito más”. Su mujer trabaja y banca la situación, pero tuvieron que ir cambiando el menú: otro aceite, otras carnes, otra verdura, otro tomate, otros huevos. “Me entendés, hijo, todo hizo que nuestra vida se deteriorara en un sentido de dignidad de la mesa”. No pensó que después de jubilarse estaría de nuevo en las calles, pero acá está, con fe y esperanza de que Argentina pueda cambiar: “Ustedes tienen que razonar, la juventud, porque van a ser los más damnificados. Dios te ayude, hijo”.

Pasó otra marcha y pasó otro miércoles. Y llega un nuevo parte desde el Hospital Ramos Mejía, donde Pablo Grillo permanece internado desde aquel miércoles 12 de marzo cuando fue baleado por un gendarme con el impacto de un proyectil de gas apuntado a su cabeza. “Continúa estable en terapia intensiva. Desde Neurocirugía, su cuadro está controlado y su evolución es positiva. Desde Terapia Intensiva, se le están administrando antibióticos por la detección de una infección en vías urinarias. Está siendo monitoreado y su estado, por el momento, está controlado”.

La jubilación mínima sigue siendo de 366 mil pesos: salvo excepciones, no alcanza para comprarse un colchón. Más de cinco millones de jubiladas y jubilados hoy cobran eso. 

Y por eso, también, seguirá esta marcha que parece infinita. El próximo miércoles.

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Represión y reacción

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(Por Claudia Acuña)

Con las cámaras en alto y sentados en el asfalto (imagen de portada), más de cuarenta reporteros y reporteras gráficas lograron que liberen al fotógrafo Tomás Cuesta y se desestimen varios de los cargos que querían atribuirle a Javier Iglesias, otro de los fotógrafos arbitrariamente detenido al finalizar la ronda de los miércoles de las y los jubilados en el Congreso. También fueron apresados Pablo Luna, jubilado ex trabajador de YPF y Leandro Cruzado, integrante del Club Antifascista, quienes según la fiscalía Este –a cargo de iniciar la causa judicial– podrían recuperar la libertad mañana al mediodía.

Como todos los miércoles la prensa fue blanco de gases y palos por parte de las fuerzas de seguridad, que en esta oportunidad intentaron dar un paso más: el video que muestra la detención de Tomás Cuesta (al final de este artículo) es la evidencia de la brutalidad de su accionar. Cuesta, quien habitualmente trabaja para medios internacionales, estaba cubriendo la ronda para la organización Amnistía Internacional, que en estos días está elaborando un informe sobre  la represión estatal a la protesta de jubilados enviando a Buenos Aires a una especialista de la oficina central de esa oenegé, desde Inglaterra.

Represión y reacción

Uno de los detenidos del miércoles: jubilados y la prensa en la mira.

Javier Iglesias es un fotógrafo independiente que cubría la protesta para medios especializados en temas de represión estatal. Ambos fueron derribados al piso, ambos soportaron la rodilla de un gendarme en la mejilla para aplastarles así la cabeza contra las baldosas, ambos fueron esposados y trasladados al estacionamiento situado exactamente enfrente del ingreso al Senado de la Nación. El contraste se hizo aún más evidente cuando los dos fotógrafos fueron obligados a pararse en el paredón de la playa de estacionamiento mirando hacia el frente: lo que veían desde esa posición era el Palacio, símbolo de la representación democrática. Quizá porque el oficio es exactamente ese –saber mirar– los y las fotógrafas que llegaron hasta allí para conocer la situación de sus colegas decidieron hacer entonces un camarazo con sentada: no iban a naturalizar  otro miércoles de impunidad. El momento, además, era muy sensible: acababan de llegar las noticias del resultado de la nueva operación al reportero Pablo Grillo, a quien una descarga de Gendarmería lo hiriera de gravedad y le dejara como secuela una hidrocefalia que hoy obligó a colocarle una válvula para drenar el líquido del cerebro al abdomen.  

Represión y reacción

Otro de los detenidos. Foto publicada en Tiempo Argentino.

El primero en sumarse a la plantada fue el secretario general de Sipreba, Agustín Lecchi. “Todos los miércoles jubilados y periodistas somos el blanco de la represión. No nos vamos a mover de acá hasta que tengamos una respuesta”. También personal de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad se presentó tanto en el estacionamiento como en la fiscalía para conocer la situación y los argumentos que, supuestamente, justificaban las detenciones. Finalmente llegaron los representantes políticos: el diputado Germán Martínez –presidente del bloque de diputados de Unión por la Patria- la senadora Silvina García Larraburu y el senador Mariano Recalde: en ese orden. En tanto, la fiscalía aceptó revisar “pruebas”: comprobó así que no había ningún video ni declaración policial que justificaran la detención de Tomás Cuesta y ordenó su liberación. Los tres restantes debían esperar la decisión del juzgado, por que la fiscalía ya había validado las detenciones en un trámite más rápido que el pedido de explicaciones.

Represión y reacción

“La clave fue la reacción”, sintetiza uno de los colegas de Tomás, que comunicó inmediatamente la noticia a su mamá que en estos días está trabajando en el Festival de Cannes: es la jefa regional de la agencia internacional de noticias Associated Press.

Represión y reacción

Un signo de los tiempos: Detenidos sin explicación, contra la pared, en un estacionamiento usado por la policía ubicado exactamente frente al así llamado Honorable Senado de la Nación Argentina.

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